A manera de reflexión
A primera vista y a juzgar por su final aprobación, el PEMP para Mompox cumple con las exigencias del Ministerio de Cultura (SCA,El Espectador, 2009) y está acorde con la más reciente normativa (decreto 763 de 2009). Sin embargo cabe considerar que la formulación de estos planes es un instrumento muy nuevo en la política de gestión del patrimonio cultural colombiano y que es de esperar que en el camino hacia su consolidación se presenten inconsistencias y desaciertos que generen la reacción de diversos sectores de la opinión.
Hay que tener presente que la histórica consideración de Mompox como Monumento Nacional, Centro Histórico, Bien de Interés Cultural o Patrimonio de la Humanidad depende casi exclusivamente de su carácter como centro urbano que conserva una arquitectura que representa diversos valores, pero que en últimas su valoración está determinada por su condición de patrimonio material y en especial de patrimonio arquitectónico. Es desde esta perspectiva que se puede entender por qué la gestión del patrimonio cultural de Mompox (investigación, conservación, divulgación y administración) ha venido siendo abordada a partir de su materialidad, excluyendo o en el mejor de los casos relegando a un segundo plano sus valores patrimoniales intangibles que le dotan de manera más integral de contexto y significado.
Entender las dinámicas territoriales que han configurado a este extremo ribereño del Magdalena con toda su carga histórica, producto de complejos procesos sociales, de la interacción íntima del hombre (y la mujer, claro está) con un medioambiente particular, el reconocimiento de todo el ecosistema cultural que da cabida a múltiples manifestaciones que más allá de las materialmente construidas imprimen carácter e identidad a esta región, son aspectos que no se manifiestan en el PEMP propuesto.
Se parte equívocamente de la materialidad “monumental”, de la valoración estética y de la carga histórica que esta refleja para dotar de valoración patrimonial a un centro urbano que, a la escala del mismo río Magdalena y todo el complejo sistema hídrico de la depresión momposina (en especial en época de creciente), resulta casi náugrafo. Esto solo es explicable por que quienes han “patrimonializado” a Mompox, es decir los gobiernos de turno, la UNESCO, las élites que han visto en los grandes ventanales y sus bases y las forjas y los templos y las arcadas nada más que el reflejo y la huella de su propia condición hegemónica, invisibilizando las ricas manifestaciones inmateriales del habitante nativo; no aquellas huellas de calicanto, sino las acústicas de las tamboras, las del paladar de la rica gastronomía, las del conocimiento del tiempo y los fenómenos naturales, las de los cuentos de espanto, las de los oficios tradicionales… aquellas huellas impresas en las manos y en la piel blanca, marrón o cobriza y en la memoria centenaria oriunda de tres continentes que han confluido en esta depresión como atraídos por una fuerza de gravedad hidraúlica, potenciando la caracterización del “hombre anfibio” que bien definiera Fals Borda (1980).
Sin detenerse en los vericuetos y letra menuda del PEMP aprobado, se puede percibir que está pensado para conservar y restaurar iglesias, casonas, fachadas.., que de manera pragmática y urgente busca el salvamento del centro histórico de espaldas a una realidad social que se ahoga cada vez más en paralelo con el sutil avance de la creciente de la globalización económica e intentando encontrar en el desarrollo turístico una posible tabla de salvación.
A Mompox como centro económico y estratégico, protagonista de la construcción de la nación le pasó su cuarto de hora de varios siglos. La admirada conservación de su cascarón arquitectónico en el presente no es más que la constatación de un proceso de fosilización del sistema que le dió esplendor, el de la riqueza material de unos pocos a costa de la explotación de muchos “otros” . La hegemonia europea que primero arrasó al indígena malibú, quimbay o sinú; que más tarde aprovechó de la mano de obra (y de los bíceps y los triceps) de los negros que morían antes de los 40 años tras bogar y bogar en el río; dejó su huella, indeleble, señorial y engañosa.
El patrimonio cultural de Mompox no se puede reducir a un reflejo tropical de Sevilla. No se puede pretender que 40 mil habitantes mestizos, negros, blancos y zambos reconozcan el valor de su territorio a partir de la mirada de unos cuantos especialistas foráneos; que una placa de la UNESCO en la plaza de San Carlos les recuerde que son Patrimonio de la Humanidad. Que gocen el autoengaño mientras dan la espalda a su realidad, crítica situación social, imparable decadencia económica achacada a la reducción del cauce de su brazo del Magdalena, río que ya no comunica, que ya no es el eje principal de la Nación.
De seguirse valorando el aspecto material, el milagro arquitectónico que mantiene de pie al suan moribundo que es Mompox, por sobre la potencialidad de su suelo, de su entorno natural, de su paisaje excepcional, de su contexto territorial, de las condiciones que han hecho del hombre y la mujer “anfibios” supervivientes únicos de un ecosistema único, cuyas interrelaciones han dado origen a multiples manifestaciones culturales, sin comprender que los valores partrimoniales laten mas allá de las fachadas, las acciones como los PEMP con evidente énfasis urbanístico y arquitectónico no serán suficientes para alcanzar su objetivo útimo el cual es tender al mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes, quizás solo mejoren las condiciones de vida de algunos grupos minoritarios, herederos de las mismas dinámicas excluyentes y elitistas que propiciaron la erección de sus hermosos inmuebles estilo colonial.
A manera de remate, se transcribe la opinión de un momposino sobre la situación de su ciudad en un blog titulado “Mompox, patrimonio histórico de la desidia”:
“Mompox como el resto de los pueblos de la costa Atlantica colombiana se encuentra sumergido en la pobreza; pero paradojicamente mientras exista esa arquitectura que halla que mostrar, todo quedará mimetizado, oculto en la conciencia del ser momposino, bueno, para eso existe el ron, el vallenato , la champeta y la semana santa, que son los catalizadores de una desidia colectiva que les permiten a los momposinos decir: ¡ todo bien, todo bien !, como el Pibe”.
Adendum
Una noche en La Albarrada
“Mompox no existe, es un sueño” (Atribuida a Simón Bolívar)
El fuerte ícono de la Iglesia de Santa Bárbara (tantas veces admirada en clases de Historia del Arte o en afiches de promoción turística) quedó en un segundo plano ante la desprevenida presencia de un burro que en la plaza pastaba solitario en medio de la imperturbable noche de una Mompox recogida, como en toque de queda, que llamaba al sueño con el murmullo del río y las mecedoras al vaiven del croar y las cigarras. A esa noche no le hacía falta nada, al burro le era suficiente su porción de hierba; la Albarrada empantanada por el comienzo de la creciente estaba siendo reconquistada por los sapos; algunos vecinos jugaban dominó bajo una ceiba infestada de mosquitos, el picó de una caseta destellaba vallenatos y una viejita se abanicaba en un portal mirando, quizás más con nostalgia que con bochorno, a una pareja de novios que se besaba bajo un farol sin luz.
Me pregunto ahora si esta misma fotografía, detalles menos detalles mas, ¿no pudo ser tomada también hace 50 o 100 años? y si ¿será posible de tomar en 10 o 20 más?
Como parte de las medidas que se están planteando para la conservación del Centro Histórico de Mompox, en el marco del Plan Especial de Manejo y Protección formulado y aprobado a finales de 2009, se ha propuesto la intervención urbanística de esta Albarrada con el fin de “revitalizarla” (según el término utilizado en la convocatoria).
|
Recreación del entorno urbano de la iglesia de Santa Bárbara Según el proyecto ganador de la intervención de la albarrada de Mompox, 2010 (planteado desde el PEMP). Algunas de los detalles de esta propuesta parecen no tener en cuenta las maneras tradicionales del uso del espacio público de Mompox. Por ejemplo se observa la instalación de bolardos que impedirían el libre tránsito de las procesiones en Semana Santa; y la implantación de palmeras que no son adecuadas para generar el sombrio tan necesario para mitigar las altas temperaturas de la zona. Aquí parece primar el gusto particular del arquitecto y el interés por privilegiar la visual sobre el edificio de la iglesia que el bienestar y las maneras y propósitos con que los momposinos han ocupado y utilizado este lugar.
|
La propuesta ganadora es sugestiva; con base en criterios paisajísticos, ambientales, patrimoniales y sociales se intenta dar un nuevo aire y solución a algunas de las dolencias históricas de Mompox.
El alba, esplendor y ocaso de esta población parece un ciclo evidente. Hoy día ya no es funcional un puerto fluvial, ya no se comercia con el oro artesanal (la filigrana es en su mayoría de plata), el contrabando ya no toma esta ruta, si a duras penas llega el comercio formal... Sin embargo se mantiene en pie, su gente sonríe con amabilidad natural, doña Adalgisa con sus casi 100 años sigue haciendo dulce el limón y don Lino vendiendo musengues pues no ha habido diseño industrial ni fórmula farmaceútica que iguale la simpleza y eficacia de tal espantamosquitos prehispánico.
Aunque el PEMP proponga “revitalizar” no hay duda alguna que en Mompox sus habitantes estan bien vivos. Don Abundio no solo está vivo sino que invita a vivir, a sentir el cuerpo, a mover las caderas y espabilar el alma... en Mompox hasta los muertos estan vivos, o ¿quién no se ha topado al Nazareno del otro mundo, al Animero, o al Cura sin cabeza alguna noche despúes de unos tragos?, hasta Candelario Obeso sigue velando aunque la noche ejte ojcura...
¿Será el aprovechamiento (o explotación) de su patrimonio cultural, en especial de su configuración urbana y su arquitectura colonial, la única vía posible para que en Mompox vuelva a amanecer?... o será que quienes la vemos desde lejos deliramos como Bolívar, creyendo que no existe, que es un sueño, que está dormida, y que debemos a toda costa despertarla, cuando en realidad solo vive una noche más al murmullo del río y meciéndose impasible al vaiven del croar y las cigarras.
Amencerá y veremos...
D.M.C., 2010
|
|