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El área que ocupan los petroglifos se halla en la margen derecha del rio, a unos 600 m.s.n.m., en una larga y estrecha franja aluvial elevada, con respecto al fondo del valle y a algunos cuantos metros de la base de los cerros que corren paralelos al rio (Figura 11). Para la producción de los petroglifos se habrían elegido rocas que dado su tamaño se perciben como monumentos naturales dentro del espacio que ocupan y que, además, por la estrechez del valle en este sector son bastante visibles desde ambas márgenes. Estas rocas elegidas están dispuestas a lo largo (casi formando una línea paralela al rio) de una serie de campos de cultivos actuales (manzanos) (Figuras 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20 y 21).
Vista panorámica en la que sobresalen algunos de los petroglifos
de Cochineros (1 y 4) tomada desde la margen sur del valle
Roca 1 del sitio de Cochineros (petroglifo 6 según Nuñez Jiménez 1986).
Detalle del panel Oeste del petroglifo 4. El grabado del corazón con la inscripción “1964”
fue añadido entre la visita de Nuñez Jiménez y la nuestra.
Roca 2 (petroglifo 10 según Nuñez Jiménez 1986).
Roca 4 vista desde el Norte.
Petroglifo 1 según Nuñez Jiménez.
Roca 6 (petroglifo 6 según Nuñez Jiménez 1986) vista desde el Nor-Este.
Detalle de la Roca 6.
Roca 11 (petroglifo 4 según Núñez Jiménez 1986) vista desde el Sur.
Roca 11 vista desde el Este.
Roca 13 vista desde el Sur.
Con respecto a su localización, resulta significativo que el sitio Inca de Huancaní (Tantaleán y Pinedo 2007), se halle muy cercano a esta gran concentración de petroglifos (Figuras 22 y 23). Este sitio, recientemente reconocido por nosotros se construyó sobre una terraza llana que se levanta varios metros del fondo de valle, ubicación que le otorga un importante control visual del área donde justamente el valle se estrecha y los cerros del valle comienzan a ser más altos. Asimismo, desde el sitio de Huancani parte un camino hacia el sureste, posiblemente una ruta que conectaría el valle de Mala con el de Asia, en el sector de Omas(17). En Huancani, hemos hallado entre otros rasgos relevantes, un edificio que hasta ahora no se había reportado para este valle: una kallanka, una gran plaza principal y un corral de grandes dimensiones que hemos denominado “corral imperial” (Figura 24). Existen algunas estructuras con vanos trapezoidales y con muros de adobes, un elemento arquitectónico extraordinario en este sector del valle. Otra cuestión significativa y que viene al caso, y posiblemente, relacionada con su nombre es que este parece proceder de la existencia de una gran roca (“huanca”), ubicada en el sector Oeste del sitio (en la margen oeste, al otro lado de la quebrada) (Figura 24). A pesar que las estructuras en este sector del sitio han sido bastante destruidas por la población actual, la roca mencionada ha sido poco disturbada y se puede observar que en su momento de uso se le adosó una estructura de muros cerca de la base donde, al parecer, se darían algunas prácticas relacionadas con la misma(18). Sin embargo, en la superficie de dicha roca no presenta ningún grabado (que haya sobrevivido), cuestión que es significativa cuando se las compara con otras rocas de grandes dimensiones cercanas como las de Cochineros.
Vista Satelital oblicua desde el Sur-Oeste del sector del valle medio de Mala donde se observa la ubicación de Retama, Cochineros y Huancani. Con respecto a este último sitio, nótese que tiene una ubicación privilegiada en la quebrada que se abre desde el valle de Mala hacia Omas.
Vista del Sitio Inca de Huancani. Se pueden notar el corral Imperial (A) y la Kallanka (B).
De la misma manera se aprecia el camino formal en la parte inferior del sitio.
Roca o Huanca cercada por un muro en la parte sur. Sector Oeste del sitio de Huancani.
5. UNA EXPLICACIÓN MATERIALISTA
HISTÓRICA
DE LOS PETROGLIFOS DEL VALLE MEDIO DE MALA
Los petroglifos del valle de Mala no se pueden explicar por sí mismos. Estos petroglifos forman parte de un paisaje social producido por diferentes personas que transcurrieron por este lugar y ocuparon los asentamientos cercanos temporal o permanentemente. Debido a que en la actualidad no existe un método de fechado absoluto para datar las inscripciones en las rocas (Bednarik 2003: 2), por el momento los métodos más aceptados para datarlas relativamente son su asociación directa con objetos arqueológicos, la comparación con motivos presentes en otros soportes como la cerámica o los textiles y su asociación espacial con asentamientos humanos (Argüello 2008: 57).
Desde un análisis superficial de los motivos podríamos decir, por el momento, que la gran mayoría de los motivos y escenas están relacionados con sociedades del Intermedio Tardío e Inca(19). Según el conocimiento que tenemos de la materialidad social prehispánica de la zona, muchos de los artefactos significativamente representados en las rocas como los cuchillos (tumis), hachas, porras en forma de estrella y alfileres (tupus) (Tabla 3), todos ellos producidos en metal, solo fueron conocidos en el valle de Mala con la llegada de los Incas hacia 1470 d.n.e. (Figuras 25, 26, 27 y 28), justamente cuando se reporta el mayor número de asentamientos nucleados extensos e intensamente ocupados en este valle(20). Asimismo, muchas escenas grabadas en las rocas reproducen prácticas relacionadas con el manejo de los camélidos, en los que un personaje antropomorfo sostiene en una mano un cuchillo o tumi y en la otra una cuerda que sujeta al primer camélido de una caravana, una escena que podría estar relacionada con el acto de de sacrificar camélidos, una práctica Inca conocida tanto arqueológica como etnohistóricamente (Dedenbach 1990, Tomoeda 1994) (Figura 29).
Porra estrellada de Cobre recuperada en Copiapó (Tomado de
“Tras la Huella del Inca en Chile” del Museo de Arte Precolombino de Chile).
Cuchillos (tumis) y prendedores (tupus) excavados en
una tumba Inca del sitio de Cutimbo, Puno, Perú.
Prendedores o Tupus Incas (Tomado de “Los Incas” de María Rostworowski).
Hacha Inca de bronce depositada en el Museo Peabody, USA.
Dibujo de Guaman Poma de Ayala donde se representa el sacrificio de un camélido.
Con relación a la producción de petroglifos durante época Inca, recientemente diferentes investigadores han comenzado a reconocer diferentes estaciones con grabados y pintura rupestre como producto de la ocupación Inca en diversas áreas, principalmente, del sur andino (Gallardo y Vilches 2001, Sepúlveda 2004, Hernández 2006, Hostnig 2006, Valenzuela et al. 2004, Tantaleán 2006, Strecker et al. 2007). De hecho, más allá de la estandarización que se puede observar en la forma de representación, se ha explicado la ocurrencia de dichas prácticas como una de las tantas formas de expresar ideológicamente la dominación (y apropiación) Inca sobre las sociedades locales y sus territorios (ver Farrington 1992, DeMarrais et al. 1996, Van de Guchte 1999) mediante la materialidad social (Gallardo 2004, Troncoso 2005, Vaughn 2006)(21). De hecho, los motivos son similares a los de otros contextos con escenas de camélidos en el altiplano circun-Titicaca donde también hemos investigado (Tantaleán y Pérez 2000, Tantaleán 2006) y, donde existe una clara relación entre petroglifos y ocupación Inca. En este caso concreto, nos referimos a la esquematización de las escenas de recuas de camélidos (una actividad muy importante como forma de producción, distribución y consumo) y que en algunos petroglifos de Cochineros están asociados a personajes con artefactos indiscutiblemente de producción Inca.
Por lo anteriormente dicho, sostenemos que, aunque no todos los grabados tendrían que ser sincrónicos, la mayoría de ellos se habrían producido durante la ocupación Inca de la zona (1470-1532 d.C.). Asimismo, el espacio relacionado a los petroglifos debió de ser un lugar por el cual la gente transitó y de hecho, en este sector del valle existe un camino Inca formal que atraviesa el valle longitudinalmente uniendo la sierra con la costa. Quizás, las rocas mismas, sus áreas anexas más extensas con relación a las disponibles en estos sectores del valle y, la vecindad de importantes accesos a rutas intra e intervalles(21) (22)con sus respectivos sitios Inca de control (Huancani, Cochahuasi, Calango) que incluyeron plazas, corrales y depósitos, fueron los elementos que los potenciaron como espacios de reunión y espacios de representación(23). En este caso, la dialéctica se reconoce como una relación de ida y vuelta entre las rocas y los/as ejecutores de los petroglifos y entre los observadores y los petroglifos, en tanto objetivación de la práctica social y como reproductora de la realidad, creando un pasado (las rocas como antecesor de la práctica o los grabados ya existentes en la misma roca), un presente (como ejecución u observación directa de los grabados) y un futuro (en tanto expectativas de cambiar o perpetuar ese presente). Así pues, se habrían representado prácticas sociales reales que, al ser reproducidas en las rocas, volvieron a hacerse realidad en tanto objeto social dentro de un nuevo espacio de representación. De esta manera, los petroglifos modificaron la realidad tanto como sus productores la iban modificando.
Con respecto al paisaje en el que los petroglifos fueron hechos, este habría cambiado desde entonces, y bien podría haber sido un lugar explotado agrícolamente como lo demuestran algunas terrazas agrícolas cercanas a Cochineros que, posiblemente, serían prehispánicas (Figura 11). Sin embargo, a pesar de la posible potencialidad agrícola de dichas áreas, en la zona asociada con Cochineros y Retama no se ha observado ninguna estructura prehispánica ni fragmentos de cerámica en superficie. Por lo tanto, planteamos que este área pudo como mucho haber sido un lugar de descanso temporal(24) durante el viaje para los usuarios de esta ruta aunque, principalmente, para los caravaneros y sus recuas de camélidos antes de proseguir el camino hacia la costa o hacia la sierra, lo que incluiría sus prácticas rituales relacionadas a grabados rupestres como ha sido señalado por otros investigadores(25). Los grandes corrales a lo largo de los caminos del valle e incluidos en los principales sitios incas como Huancani, Cochahuasi y Calango, así lo corroborarían. Ejemplos de prácticas sociales similares, que apoyarían nuestro planteamiento, también se pueden encontrar en el norte de Chile (Nuñez 1976 (para modelo de movilidad giratoria ver Núñez y Dillehay 1995), Gallardo 2004, Sepúlveda et al. 2005) y en el sur del Perú (Gordillo 1992, CIARQ s/f).
Asimismo, en el caso de los petroglifos del valle de Mala, estos no se hallan asociados a espacios domésticos y solo en el caso del petroglifo de Calango, este se halla relacionado a estructuras arquitectónicas que, además de ser públicas o para entierros, bien podrían ser posteriores al uso original de la roca como recipiente de prácticas sociopolíticas (rituales o, ideológicas si se quiere) como lo confirman las noticias de Calancha y Ávila (Albarrán 1993, Guffroy 1999). Además, hay que resaltar que en Calango se realizó la concentración de población indígena durante la época de las denominadas “reducciones españolas”, por lo que en este caso el área alrededor del petroglifo habría sido bastante alterada.
Aún con todo lo planteado, se puede notar que los/as productores de los petroglifos, cuyos principales candidatos, serían los responsables de los rebaños de camélidos, habrían gozado de una cierta libertad (no es una práctica estandarizada) para representar los motivos relacionados con artefactos y prácticas relacionados a los Incas. Por lo tanto, habría que definir sí los ejecutores de los petroglifos eran parte del sistema oficial Inca o solamente eran participantes indirectos del mismo.
Por lo anteriormente dicho, habría que explorar otras alternativas que plantean los grabados con relación a la ocupación Inca del valle. En otros lugares (Tantaleán y Pinedo 2004a, 2004b), hemos descrito que la dominación Inca de la sociedad local del valle bajo del Mala no supuso el despliegue de estrategias coercitivas intensas, puesto que esta última sociedad no habría desarrollado la capacidad material para una respuesta efectiva como para enfrentárseles. Sin embargo, es relevante detenernos en el análisis de algunos grabados antropomorfos asociados con porras o cuchillos. De hecho, los grabados de dichos artefactos se encuentran aislados y magnificados dentro de las escenas, lo que plantearía también la posibilidad de la reproducción, mediante imágenes grabadas, de prácticas relacionadas con la violencia física (incluida la practicada “ritual” contra los camélidos) que suponen dichos objetos (Pérez Maestro 1999, Nielsen 2007) (Figura 30). Habría que preguntarse si estas manifestaciones que fueron recogidas por algunos sujetos durante la ocupación Inca respondieron a manifestaciones de prácticas violentas vividas durante ese momento en el área concreta de estudio (cuando los ejecutores fueron locales), de otras áreas alejadas (si fueron realizados por sujetos que cruzaban este espacio en su camino a otras regiones) o servían a los Incas (cuando los ejecutores lo hicieron bajo orden expresa) como sistema de comunicación de dicha capacidad de ejercer violencia en contra de la sociedad local(26).
Dibujo de Guaman Poma de Ayala donde se representa un enfrentamiento entre
Incas y el grupo étnico de los Charcas. Nótese las porras y hachas Incas.
En cualquiera de los casos, tanto en la explicación de caravaneros ejecutando escenas relacionadas con sus prácticas (incluyendo el uso de los petroglifos como “huacas” o lugares de culto (Nuñez 1976, Van Kessel 1976, Flores 1977a, 1977b)) como la de sujetos relacionados directamente al sistema Inca e inscribiendo mensajes para los que por ahí transitan, se necesita reconocer que ninguna de ellas son excluyentes y, que los mismos petroglifos podrían haber servido para diferentes manifestaciones sincrónica y/o diacrónicamente. Por el momento, lo que sí es importante es reconocer que esta profusión de grabados en unas cuantas rocas es relevante como un potente espacio de representación y de comunicación de mensajes reales y simbólicos inscritos en un área de gran movimiento social.
6. COMENTARIOS FINALES
En este artículo hemos hecho patente que no solamente es importante describir las técnicas de la producción de los petroglifos o lo que nos quisieron decir sus productores (tarea que puede resultar hermenéutica sin una metodología coherente) sino también, reconocer bajo que condiciones económicas, políticas e ideológicas se realizaron estos para así entenderlos como un elemento más en reunión con otros, es decir, para entenderlos como reductos de una totalidad social. Por ello, lo más significativo para nosotros es entender la situación histórica de la dominación Inca del valle materializada en la extensa ocupación de esta zona del valle, la concentración (permanente o no) de población en nuevos asentamientos, y los caminos que recorren el valle y que acusan un control del movimiento social.
Como hemos podido apreciar, los petroglifos forman parte de ese movimiento social pasado imposible de ser visto por nuestros ojos pero en el que efectivamente se vieron involucrados animales, productos y gentes. Estas últimas, con sus ideas (propias o ajenas) acerca del mundo, nos dejaron sus inscripciones en esas rocas, esos mensajes o quilcas que les servían para comunicarse entre ellos y con su paisaje y que permanecen ahí a la espera de comunicarse con nosotro/as.
Agradecimientos
Agradecemos a los compañeros y compañeras que nos han apoyado solidariamente en nuestras prospecciones del valle de durante esta última década, en especial a Omar Pinedo, Judy Garay y a María Ysela Leyva.
NOTAS
1. Por lo que sabemos este camino inca no se encuentra referenciado en ninguna publicación acerca del tema (von Hagen 1975, Regal 1936, Hyslop 1984, 1990) ni en los documentos del “Proyecto QhapaqÑan” ejecutado recientemente por el Instituto Nacional de Cultura del Perú (2005, 2009).
2. En los últimos años se ha producido un interés en Sudamérica sobre los planteamientos relacionados con la explicación del arte rupestre. Para no abundar en esto se puede recurrir a las recientes síntesis de
Argüello 2008, Echevarría 2008, Fiore y Podestá 2006, Gallardo et al. 2006.
3. A pesar de las discusiones acerca de la terminología “arte rupestre”, ésta se sigue manteniendo en los medios académicos (también ver crítica a esta acepción en Chapa 2000). Nosotros no avalamos dicha terminología, pues, no creemos que el objetivo primordial de los grabados o pinturas sea la contemplación espontánea o recreativa de su productor (un artista). Por el contrario, creemos que esta práctica persigue (por necesidad histórica) un objetivo social y concreto y que no se desliga de la producción de la vida social, independientemente que sean manifestaciones que sigan una “estética” de su tiempo (en muchos casos aún por descubrir) y que, casi siempre, es señalada por lo/as investigadore/as desde “afuera” de la comprensión de fenómenos socioeconómicos y sociopolíticos más amplios y complejos.
4.Para aportes del marxismo a la arqueología ver Patterson: 2003.
5.Como el mismo Marx apunta en el prólogo a su segunda edición de El Capital (1873: XXIII): “Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre.”
6.Para una breve síntesis actualizada de este nuevo “paisaje teórico” en Sudamérica, sobre todo, para la cuestión de la construcción del espacio y del tiempo, ver Piazzini 2006.
7. Para una reciente propuestas relacionadas con la materialidad social desde la arqueología procesual cognitiva se pueden consultar DeMarrais et al. 2004.
8. Ver Wilye 2002, especialmente las páginas 171 a la 178, para el debate acerca de la búsqueda de la “objetividad” por ambos bandos.
9. Por ejemplo, la que desarrollan algunos arqueólogos británicos inspirados en la fenomenología heideggeriana (principalmente, Christopher Tilley y Julian Thomas). Para una crítica de sus planteamientos se puede consultar Brück 2005.
10. Para una perspectiva similar también se puede ver Bradley 2000.
11. Por esa misma situación, las metodologías utilizadas deberán ser generadas a partir de las características materiales específicas del objeto social, en este caso el petroglifo.
12. De hecho, en un mapa elaborado por el Proyecto Qhapaq Ñan (Instituto Nacional de Cultura 2005, 2009) se aprecia un camino Inca que baja de la cuenca serrana del Mantaro y que se uniría con la cabecera de la cuenca del Mala a la altura de Huarochiri. Lamentablemente, este tramo que los uniría no ha sido investigado por dicho proyecto.
13. Cada vez que los ocupantes modernos del área excavan zanjas para hacer los cimientos de sus construcciones encuentran enterramientos humanos que pueden ser asignados de la época inca hacia adelante.
14. Por ejemplo, en el centro administrativo de Piedra Angosta o Aymará (Tantaleán y Pinedo 2004a, 2004b) muchas de las principales estructuras Inca fueron disturbadas con enterramientos humanos que incluían materiales Inca, un fenómeno que todavía requiere estudio pero que, quizá, tenga que ver con el gran desajuste socio-político que siguió a la desintegración de ese Imperio.
15. Antonio Núñez Jiménez (1986) logró identificar 12 rocas con grabados, a las que denomina “Piedras”. En nuestras visitas al sitio logramos identificar 2 petroglifos más, aunque en muy mal estado de conservación. Hemos querido respetar la numeración que le dio Núñez a los petroglifos para no crear una nueva numeración y se pueda prestar a futuras equivocaciones, cambiando solamente la palabra “piedra” por una terminología más adecuada que sería la de “Roca”. Aunque logramos reconocer las 12 rocas originalmente reportadas por Núñez Jiménez, no logramos reconocer la numeración exacta que les otorgó, debido a ciertas carencias en su descripción. Por ejemplo, falta en sus dibujos la Roca 2 y 11. Asimismo, no logramos reconocer las Roca 5 y 7. Debido a ello solo presentamos los datos recogidos de las rocas 1, 3, 4, 6, 8, 9, 10 y 12.
16. En el valle medio de Asia (Omas) también se han reportado petroglifos con temática y elementos similares a los de Mala (Rommel Ángeles com. pers. 2009). Como los de Mala, estos también se localizan en las uniones de quebradas laterales que se unen con el valle que está recorrido por un camino Inca (Instituto Nacional de Cultura 2005: 61-62).
17. Hay muchas referencias etnohistóricas (por ejemplo, Guamán Poma de Ayala [1615] 1980, Cieza de León [1550]2005) de la realización de prácticas relacionadas con “huancas” en época Inca.
18. En algunos de los petroglifos de Cochineros, hay diseños grabados que nos remiten a la decoración de la cerámica de estilo Puerto Viejo originada en el Período Intermedio Tardío. Sin embargo, como también nuestros estudios han comprobado (Tantaleán y Pinedo 2004a, 2004b) este estilo cerámico se sigue produciendo durante la ocupación Inca del valle de Mala.
19. De la misma manera, para la quebrada de Chilca, Engel (1971, 1987: 158, 163) reporta que en el sitio de Chichacara, un gran poblado ocupado durante el Intermedio Tardío y la época Inca que se encuentra en una ruta de acceso al valle medio de Mala (a unos 8 km), halló “un inusual número de tumis de cobre”. La ubicación y la materialidad social en este sitio refuerza el planteamiento de las comunicaciones intervalles mediante dichas quebradas y la existencia de especialistas en producir objetos de cobre y transportarlos por estos valles.
20. También, se ha podido reconocer que en momentos tardíos de la historia inca se comenzaban a aparecer propiedades privadas de clanes familiares por lo menos para el área del Cusco (por ejemplo, ver Niles 1988 o Farrington 1992) y, ya desde antes, Pachacamac o el Sol tenían tierras destinadas para ellos, obviamente controladas en su nombre por un grupo social (Eeckhout 2004). Así pues, habría que investigar que segmentos del grupo dominante cuzqueño, local o supralocal (en este último caso, como Pachacamac y otras divinidades) estarían apropiándose de ciertos espacios ecológicos altamente productivos durante época Inca, como esa tan mentada zona de chaupiyunga donde se plantarían cocales (Rostworowski 1973).
21. La ruta en el valle de Mala que se desvía del sitio de Cochahuasí hacia el valle de Omas, uniría sitios relacionados en este último valle con la explotación de minas de cobre, como La Yesera y otros (Instituto Nacional de Cultura 2005: 61-63), una situación que también se ha descrito para la zona de Atacama en tiempos similares (Berenguer 2004).
22.Una propuesta que también relaciona a los petroglifos con rutas intervalles en la costa central se puede encontrar en Guffroy 2007: 120.
23. Espacios físicos donde diferentes personas representan sus prácticas sociales y las pueden materializar concretamente de manera consciente (por ejemplo, inscribiendo escenas o motivos en las rocas) o inconsciente (por ejemplo, dejando residuos de dicha actividad).
24. Etnográficamente, los lugares de refugio temporal, “estancias” o “jaras” (Göbel 2003:64 - 66, González - Ruibal 2003: 87) de los pastores de camélidos se reducen a uno o dos recintos construidos precariamente y que no habrían sobrevivido hasta la actualidad.
25. Por el momento, los indicadores arqueológicos de los que disponemos no nos permiten proponer que como otros autores han indicado (Guffroy 1999 y 2007), las concentraciones de petroglifos serían consecuencia de la zonas de producción de hoja de coca o como objetivación de rituales ejercidos en “templos al aire libre”. Sin embargo, hay que tomar en cuenta la relación entre los petroglifos de Calango, los asentamientos Inca y la zona ecológica de chaupiyunga.
26. Para una explicación sobre la “propaganda” oficial Inca como forma de amenaza, ver Ogburn 2004. Asimismo, para una explicación de los grabados y pinturas rupestres Inca como parte de una “apropiación simbólica” del territorio se puede consultar Hernández 2006.
¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo citar este artículo:
Tantaleán, Henry. Los petroglifos del Valle de Mala, costa centro sur peruana:
una explicación materialista-histórica. En Rupestreweb,
http://www.rupestreweb.info/valledemala.html
2010
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