Las piedras como expresiones simbólicas de los antiguos pueblos aborígenes

Anderson Jaimes R. andersonjaimes@gmail.com

 

Los petroglifos, además del hecho de ser piedras grabadas por “los indios”, tienen dentro del imaginario una carga simbólica mayor en cuanto contienen una especie de “poder de los indios”. Son piedras con algún tipo de “encanto”, que poseen ciertas “facultades” propias, o que simplemente son los mismos indios que se convirtieron en piedra. Y es que el rico panorama mítico - interpretativo, que está ligado a cada una de estas expresiones rupestres, permite descubrir:

… el posible papel que pueden jugar las diversas manifestaciones del arte rupestre en el sentir intimo del hombre indígena, y permite vislumbrar un modo de acercamiento, una relación mística y muy vital con ellos”. (Sojo, 1987:104).

En los cronistas de indias, especialmente Fray Pedro Aguado (1963), se encuentran las primeras referencias del culto a las piedras en los pueblos andinos. Para los andes venezolanos se puede encontrar como estas creencias han persistido a lo largo de los años. Así lo demuestran los trabajos de Tulio Febres Cordero (1971), Julio César Salas (1997) y Alfredo Jahn (1973).

Una piedra se considera sagrada por poseer alguna característica que la distingue. Puede ser su visibilidad, su color poco común, sus grandes dimensiones, o una posición erecta muy distintiva. Sin embargo el carácter de sagrado de piedras, incluso de algunos sitios, se puede explicar por el fenómeno asociado a las experiencias religiosas conocido como “hierofanía” y un fenómeno perceptivo llamado “pareidolia”.

La hierofanía se refiere a la manifestación de lo sagrado, este se muestra “como algo diferente por completo de lo profano”. Es entonces la manifestación de lo sagrado, de hecho “la historia de las religiones, de las más primitivas a las más elaboradas, está constituida por una acumulación de hierofanía…” la naturaleza es susceptible de revelarse como esta realidad sagrada que se encuentra saturada de un gran poder (Eliade, 1983:18ss). En estas piedras sagradas se reconoce entonces esa concentración de poder, allí se localiza, reside y este objeto es asociado con el poder mismo (Masón, 1962). Dicho poder es denominado “encanto”, y hace referencia a ese “poder de los indios que reside en las piedras”.

En el caso particular de las piedras sagradas ese “encanto” es la que hace algo distinto de lo natural, la singulariza de manera determinante. Estas piedras tienen energías, tienen maná. El término maná, que proviene de las culturas melanesias, sirve para identificar esa fuerza misteriosa que poseen algunas personas, los muertos y algunos objetos. “Los objetos tienen maná porque lo han recibido de ciertos seres superiores”, en este caso de los indios, “así participan místicamente de lo sagrado… es una fuerza cualitativamente distinta de las fuerzas físicas”. (Eliade, 2000: 86ss).

Ese maná, fuerza o encanto, sería realmente el objeto de veneración de los grupos humanos respecto a estas piedras sagradas. Su valor sagrado lo da esa hierofanía que se traduce en lo que la piedra incorpora y expresa haciéndola algo distinto ya sea porque representa “lo otro” o porque procede de “de otro lugar”.

Su valor sagrado se debe exclusivamente a ese algo o a ese otro lugar, nunca a su existencia misma. Los hombres han adorado las piedras tan sólo en la medida que representa algo distinto de ellos. Las han adorado o las han usado como instrumento de acción espiritual, como centros de energía destinadas a su propia defensa o a la de sus muertos… las piedras relacionadas con el culto eran utilizadas como instrumentos: servían para obtener algo, para asegurarse la posesión religiosa. Poseían ciertas virtudes sagradas debidas a su origen o a su forma, y más que adorarlas, eran utilizadas. (Eliade, 2000:333).

Como objetos mágicos las piedras participan de la magia contaminante o contagiosa.

… la rama de la magia simpatética que puede denominarse homeopática o imitativa. Su principio director… “lo semejante produce lo semejante” o, en otras palabras, que el efecto de asemejar a su causa. La otra gran rama de la magia contaminante o contagiosa, procede de la noción de que las cosas que alguna vez estuvieron juntas quedan después, aun cuando se las separe, en tal relación simpatética que todo lo que se haga a una de ellas producirá efectos parecidos en la otra… su base física… es un intermedio material de cierta clase que… se supone los objetos distantes y conduce las impresiones del uno al otro. (Frazer, 1986:63).

Así para la visión del hombre andino, las piedras sagradas que estuvieron unidas al poder de los indígenas que vivieron en estas regiones, conservan ese poder conferido a ellas por las ancestrales sabidurías y prácticas de esos pueblos desaparecidos.

No se puede dejar de mencionar que el pensamiento religioso piensa en la naturaleza como un ser vivo, dotado de actos y voluntades. Esta se antropomorfiza de acuerdo a las peculiaridades de los grupos humanos que les da unos significados simbólicos. Así mientras los grupos aborígenes cargan de significado a estas piedras de acuerdo al contenido de sus experiencias mágico religiosas, los grupos actuales refieren esa carga simbólica en el hecho de haber estado en contacto con “el poder” de esos grupos, de provenir de esa época, casi mítica para la mentalidad contemporánea. Y es que “la roca le revela algo que trasciende de la precaria condición humana: un modo de ser absoluto”. (Eliade, 2000:332).

Por su parte la pareidolia, o imagen implícita, es un fenómeno donde lo que se observa se asocia con elementos de la imaginación. Es decir, la percepción que se tiene de un objeto combina lo real con lo fantástico. Es una forma de ilusión o percepción engañosa muy diferente a las alucinaciones provocadas por drogas u otros medios. De esta manera, desde un objeto real que se percibe escasamente estructurado, se cree percibir algo distinto. (Gombrich, 1979).

Esto ocurre cuando al observar un objeto como una nube, una mancha, una montaña, una piedra, un árbol, etc., se tiende de manera inconsciente y casi automática, a reconocer en estas formas caóticas patrones asimilables a objetos conocidos. A lo largo de la historia y en la actualidad, fenómenos de este tipo producen conmoción pública y peregrinación religiosa. En la astronomíala denominación de constelaciones y grupos estelares ha sido el resultado de hechos similares. Los patrones culturales de los pueblos e individuos determinan la forma en que estos objetos se hacen reconocibles y su valoración como sagrados.

Ambos fenómenos pueden ayudar a aplicar el por qué lugares u objetos pudiera ser considerados como sagrados. Los pueblos aborígenes al igual que los actuales, experimentaron el fenómeno de la pareidolia. En sus vivencias cotidianas y su relación vital con la naturaleza experimentaron fenómenos y percepciones que asociaron con lo sobrenatural y que originaron una experiencia religiosa. Incluso los dos fenómenos pueden estar concatenados ya que una observación puede producir la asociación con una forma animal u objeto sagrado, sobre el que se produce una profunda experiencia religiosa hierofanía. Podría pensarse también, que el solo hecho de producirse una pareidolia muy evidente, sea en sí misma una hierofanía.

Como ya se dijo, los petroglifos hacen referencia a las concepciones religiosas de los pueblos aborígenes a través de los signos marcados en ellos. Sin embargo existen otros que además de esto y por efecto de los fenómenos mencionados, son además objetos de una gran carga de sacralidad. Igual ocurre con piedras cuya intervención ha sido mínima o sencillamente son formas naturales que remiten a los animales míticos o totémicos o que se asocian a los antepasados y a las deidades petrificadas. Otras cumplen una serie de funciones asociadas con el hecho sagrado, como la de ser demarcadoras de tiempos especiales, guardianes y protectores, con poderes curativos, con fuerzas procreativas, así como los talismanes y amuletos.

El culto a las piedras sagradas se puede apreciar la persistencia y permanencia de elementos de la religión de origen indígena dentro de escenarios contemporáneos. Revelan además profundos esquemas identitarios que están basados en esas creencias, fuertemente arraigados en las comunidades andinas del Táchira, tanto campesinas como urbanas, proveniente de migraciones hacia pueblos y ciudades.

Tales creencias forman parte de una razón primera que se va a oponer a una razón segunda que se sustenta sobre el discurso occidental o logos de la ciencia.

El devenir está articulado por la razón primera. La historia es el devenir formulado por la razón segunda con énfasis de ésta en su propia aparición y en su influencia. La historia es la historia del progreso… el devenir se refleja en el mito para su interpretación y ésta se articula en el devenir por medio del rito… la historia, pues, simplifica y reseca al complejo y jugoso devenir para pasar de su cuento a su cuenta, de su relato a su razón. (Briceño, 2007:27).

La presencia de estas creencias forman parte de los procesos de resistencia cultural que se han generado desde lo más profundo de los imaginarios de los grupos humanos. Y es que es una constante preocupación estos grupos la aparente pérdida de la noción del lugar que se ocupa en la nación y en la historia. Muchos han sido los factores disolventes que atentan contra las identidades colectivas, pero también han existido en estos mecanismos que buscan eliminar opresiones culturales asumiendo los rasgos de la identidad propia.

El pasado aborigen ha constituido un elemento de vertebración de los grupos tachirenses que han mantenido una referencia identitaria con base a elementos ancestrales integradores como las manifestaciones de las religiones indígenas. El culto a las piedras forma parte de esta base referencial. Reconocerla como parte del ser colectivo supone eliminar estereotipos foráneos y redescubrir una autentica identidad.

Esta manera de resistencia cultural empuja al colectivo a contrarrestar la amnesia histórica con el conocimiento y reinterpretación crítica del propio devenir. Y es que la historia de nuestros pueblos ha sido negada por la falsificación, por el ocultamiento, por la sustracción hecha sobre principios amaestrados, por la retórica del poder bajo la cual se ha escrito la historia del país. El reconocimiento de estos “focos” de resistencia supone la inolvidada intensión de romper y liberarse de mentiras y medias verdades que escondieron nuestra identidad real, nuestra existencia auténtica como pueblo.

Piedras poderosas o tótem

En enero de 2010 se localizó una nueva estación rupestre en la aldea “La San Juana” Municipio Ayacucho estado Táchira. Gracias a informaciones obtenidas de los habitantes de la región se logró ubicar las “piedras de las culebras” presentes en la tradición oral de la región. Son en realidad 5 petroglifos ubicados al margen izquierdo de la quebrada La San Juana, paralelas a esta, y se encuentran en línea recta con separaciones que oscilan entre los 50 y 300 metros., en la cota de los 1280 m.s.n.m. Su nombre se deriva de las figuras serpentiformes que en ellas predominan.

Esas piedras pues la hicieron los indios, si los indios, huy hace muchísimo, mucho, muy mucho. Eso es muy muy antocorio, y le pusieron esas culebras pa protegerse, no ve que esto por aquí ha sido siempre muy culebrero. Y como ellas sabían curar cuando los picaba la culebra pues estas piedras eran las contras pa que las culebras no les picaran. (Carlos E. Colmenres).

Claro que esas piedras son pa las culebras. Por ahí me dijeron unos viejos la otra vez que las culebras son los indios que se volvieron así pa joderse a los que se metieron con ellos… aquí hay muchas culebras porque había mucho indio. Mire esa de allá esa es la madre de todas (señala la quebrada) y esta es una hijita (señala la línea imaginaria que forman los petroglifos). (Hugo Berto Zambrano).

En esa misma microcuenta, también al margen izquierdo, pero en la aldea Vegones una piedra natural es incluso temida y respetada por los actuales habitantes del sector. Se conoce como “la piedra de los chiflados (locos), donde “… si se pasa por allí sólo de noche la gente se vuelve chiflas porque comienzan a sentir un encanto de los indios uno muy muy fuerte”. (Beatriz Ramírez). Es difícil evitar la piedra ya que se encuentra en la intercepción de los “caminos reales” o “de piedra” que unen Boca de Monte con La San Juana y Vegones con Laguna Real. Por eso los caminantes prefieren, en la tarde anoche o días de neblina, hacer el tránsito por la carretera principal a pesar de aumentar considerablemente las distancias.

Hoy desaparecidas en medio de un desordenado progreso urbanístico que se ha desarrollado en San Juan de Colón, cinco pequeñas piedras distribuidas en semicírculo y cuyas caras miraban al observador. Se encontraban ubicadas en terrenos que pertenecieron a la familia Martínez en el antiguo camino real de Colón - Paraguay, barrio Las Esperanza. (Salamanca, 1990).

Obviamente en su desaparición jugaron muchos aspectos, sin embargo todavía se guarda en la memoria colectiva de los habitantes más antiguos del barrio el recuerdo del sitio como un lugar encantado. “Allí se veían indios, se escuchaban tambores, eso estaba encantado, así como la quebrada que está cerca y donde hay una piedra grande así pero con muchos dibujos de esos” (Benilde Martínez). Hoy día se habla de que en las casas construidas sobre el sitio en que se encontraban estas piedras “espantan, se oyen que suenan cosas, seguro es eso de los indios”. (Ricardo Acevedo). Otro espacio de este tipo se encuentra en el sector Morretales, de la aldea Caño Arenoso, Parroquia Ribas Berti del Municipio Ayacucho y donde se encuentra un muro de unos 50 metros., de largo y de unos 2 metros., en su parte más alta. El propietario de la finca donde está la estructura asegura haber visto “indios porque ahí eso está encantado”. Los indios “… enterraron allí botijas llenas de morocotas y por eso es que encantaron eso y se quedaron allí, no los ve mírelos, esos son los indios todas esas piedras del muro son los indios que se volvieron piedras”. (Javier Orozco) 

Hoy tapada por los escombros dejados por la remoción de los terrenos y construcción del terminal de pasajeros de San Juan de Colón, la “piedra de los sacrificios” aun permanece en el recuerdo de muchas personas. Se trata de una piedra de unos 1,50 metros., de altura con un acceso formado por unas piedras en forma de escalones colocadas para tal fin. En la parte superior os cavidades o cárcavas alargadas. La más grande de aproximadamente 1,70 metros., de largo por 80cm aproximadamente. Era conocida como “la piedra de los sacrificios”… “dice que ahí los indígenas practicaban ritos para sus dioses y que incluso allí ocurrían los partos y los huequitos era uno para la mamá y otro para el niño”. (Cecilio Pérez V.)


Piedras protectoras

En la llamada Estación Rupestre Riecito 2, se encuentra un petroglifo, cuya roca de forma rectangular y emplazada de forma vertical, tiene una altura máxima de 5,80 metros., y un largo en su base de 7,55 metros., se encuentra al margen derecho del Riecito, a 40 metros., de donde la carretera La Arenosa - La Popa atraviesa el río. Los grabados se encuentran en la parte superior de la roca …”los grabados parecían ser caras vigilantes de sus dominios, que miraban a todo aquel que viniese remontando el río”. (Salamanca, 1990: 171).

Esta última afirmación resume claramente que significa estas rocas para la comunidad. “Esos son como unos vigilantes que dejaron los indios allí”. (Pedro Duque). “No pues esos son los indios mesmos que tan ahí”. (Jesús Duque). “Así los indios vigilan sus terrenos pa que naiden sepa lo que ellos dejaron escondido por ahí en el río, no ve que por ahí hay un encanto que cualquiera se pierde y no aparece sino al tiempo y en otra parte. (Matilde Morales).

Piedras que demarcan el tiempo y el espacio

La aldea Naranjales se encuentra al oeste del área urbana de San Juan de Colón, hacia el margen izquierdo del río Lobaterita. Dentro de su territorio se han localizado distintos testimonios arqueológicos que hacen referencia a un poblamiento colonial y republicano muy significativo, pero también existen vestigios de la población aborigen. Alrededor de una laguna, de la que se han recogido numerosos relatos, se encontró un petroglifo y un número importante de “piedras de moler”.

Pero lo que más ha llamado la atención en un conjunto de piedras a la que se les dio de una forma triangular y que se encuentran esparcidas a lo largo de un área considerable de terreno. Son unos posibles señalamientos que, según las observaciones realizadas, parecieron señalar la salida del sol en épocas muy precisas al año (Freddy Suescún), posiblemente durante los solsticios. Igualmente, alrededor de estas, se ha encontrado un patrón de asentamiento indohispánico, así como otras estructuras circulares alrededor de señalamientos más grandes.

Los habitantes reconocen estas piedras como “raras” aunque “nunca le hemos parado porque eso siempre ha estado allí” (Fermín Chacón). Otros, sin embargo suponen que “fueron” dejada por los indios para marcar algo, para que ellos se dieran cuenta de algo (Senaida Colmenares).

Señalamientos parecidos comienzan a observarse en distintos sectores de la región. Igualmente se han encontrado piedras colocadas de unas formas muy particulares, constituyendo lo que se ha denominado como alineaciones. Se trata de un grupo de piedras, naturales o con algún tipo de trabajo para darle una forma particular, que han sido colocadas de determinada manera para establecer un referente geográfico, espacial, temporal, etc. Además del ya señalado en la Aldea Naranjales del Municipio Ayacucho se han podido observar este tipo de trabajo en la aldea Laguna Real del Municipio Michelena; La San Juana del Municipio Ayacucho, San Pedro del Río Municipio Ayacucho; Las Cumbres Municipio Lobatera; La Teura Municipio Pedro María Ureña y La Rinconada Municipio Pedro María Ureña.

Se pensó que podría tratarse de algún tipo de marcas de linderos de terrenos, sin embargo la revisión documental de estas propiedades nada dicen al respecto. En documentos de este tipo se especifican estructuras hechas para tal fin. Así por ejemplo, en la división territorial entre las parroquias eclesiásticas de Colón y Michelena se construyeron “mojones de piedra” e incluso “montones de estas”, pero se encuentran bien documentadas. Esto no sucede en los documentos de las fincas aledañas a la mayoría de los sitios señalados. La documentación de estas tierras se encuentra, casi en su totalidad, en el Registro Principal del Municipio Ayacucho.

En la alineación de la aldea Laguna Real, los campesinos indican que “esas piedras señalan al cielo… en diciembre muestran clarito a una estrella que cuando ya va a ser de noche buena están completicas encima de ella (Nerio Colmenares). Las estrellas en cuestión parecen ser la constelación de las pléyades y la fecha es sin duda el solsticio de invierno.

Piedras que curan

Existen piedras cuyo poder, “dejado por los indios”, sirven para la curación de enfermedades naturales. Su convivencia con ellas y su uso como elemento terapéutico o como medicina de consumo, son las formas en que estas pueden ayudar a la curación.

Ubicada ahora en el interior de una vivienda del centro poblado “El Uvito”, en jurisdicción del Municipio Michelena, se encuentra la llamada Silla del Indio. Se trata de una roca semi triangular de 1,60 cm., de alto por 2,01 de ancho y en cuyo centro se encuentra una cárcava lo que la permite catalogarse como una gran “metate”. La ubicación de dicha cárcava en relación con el resto de la piedra le da una configuración ergonómica a esta. Con mucha comodidad una persona de tamaño promedio se sienta, un tanto recostada, sobre la roca.

Sin embargo no es sólo el hecho de esta extraña conformación lo que atrae a un número considerable de personas que la vigilan, sino su capacidad curadora. El sentarse algún tiempo sobre esta piedra y repetir la acción en un periodo determinado, según las recomendaciones de los curiosos de la zona, forman parte de una terapia curativa de cierto tipo de enfermedades.

A esa piedra los indios le dejaron el poder de curar, ellos sabían bastante de eso… yo sé porque eso me lo enseñó mi nono que jue el que me enseñó a lo de las yerbas y a secretear… uno le manda las maticas que la gente necesita y lo manda y lo manda a la piedra pa que la juerza que ella tiene se le meta y lo mejore… así he curado a mucha gente, bueno yo no Dios y la piedra… es la piedra la que cura, uno lo que hace es ayudar un poquito y la fe, la fe de la gente en la piedra y en la medicina de los indios… (Isabelano Rosales).

Durante las prospecciones realizadas, especialmente en las zonas de la montaña y el páramo, se había comenzado a observar como en algunas casas los campesinos tenían unas piedras totalmente redondas, que eran “encontradas por ahí en esos montes”. En su mayoría estaban asociadas a estructuras de piedras como señalamientos, terrazas o cercas de piedras. Los más jóvenes sostenían que se trataba de “mingos”, que es una pieza redonda de pequeño tamaño usada en el juego de “bolas criollas” realizada con barro cocido.

Sin embargo posteriores y detalladas observaciones arrojaron que se trataba en realidad de piedras, redondeadas de una forma casi perpendicular y de tamaños variables. La más grande que he observado hasta ahora, es de 8,5 cm., de diámetro y la más pequeña de 3,4 cm. Otro dato suministrado, es el hecho que en su contacto al tacto algunas de estas trasmiten calor y otras frío. “pues estas piedras hay unas calientes y otras frías, no sé por qué será pero como que unas se cargan con el sol y tienen calorcito por dentro”. (Concepción Zambrano).

Al parecer dichas piedras eran usadas como elementos terapéuticos en la antigua medicina practicada por los pobladores de estas regiones. El uso de piedras preciosas como “fuentes de energía” se usa en distintas terapias de la medicina oriental. Incluso elementos redondos macizos son usados por quiroprácticos populares en masajes y “sobas” como tratamiento de dolencia de tipo reumático.

Pues esas piedras siempre han estado allí, esa como que eran de la mamá de mi mamá, mi nona, que era partera y curaba a la gente de por aquí, era curiosa y venían a verla… esas piedras las usaba ella… yo no me acuerdo como pero sí se que eran de ella y era pa curar a la gente que aquí venía… (Fausto Chacón).

La “piedra búchica” es un fragmento de una piedra al parecer de origen volcánico que parece tener la propiedad de ayudar en la calcificación de los huesos. Al igual que el “miche de culebra”, que usa para igual fin, la piedra búchica es muy apreciada y utilizada en los tratamientos que buscan soldar huesos fracturados.

Se “raspa” o pulveriza para mezclarse con agua, miche, leche, jugo o algún otro bebedizo. Debe administrarse en proporciones adecuadas y sólo durante el tiempo estipulado por el curandero, ya que su exceso puede originar “cálculos en los riñones”. (José María Rosales).

Este tipo de piedra se encuentra en las inmediaciones de los sitios donde hay “agua azufrada”. En la región son ampliamente conocidas estas piedras, especialmente las provenientes de la región de Ureña – Aguas Calientes en el Municipio Pedro María Ureña y en el sector Las Minas o Pozo Azul en la aldea La Arenosa del Municipio Ayacucho.

Piedras de la fertilidad.

Ciertas piedras poseen la facultad de darle fertilidad a los terrenos y por ende garantizan una mejor cosecha. Son piedras que se “siembran con la finalidad de lograr una mejor producción de las tierras cultivadas. Se les conocen como sapitos o ranitas. Son piedras naturales que asemejan la forma de estos animales y que los campesinos entierran en sus labranzas. Sin embargo se han encontrado también piedras que han sido trabajadas para lograr estas formas.

Es bien conocida en la arqueología de Mérida y Trujillo la alta frecuencia de “sapitos” (ranas y sapos) de piedra, los cuales, parecen ser un símbolo de fertilidad a la vez que símbolo de resurrección, es decir recuerdan la estrecha asociación de la vida con la muerte, cosa que puede haber sido sugerida al antiguo habitante de la cordillera como al actual por su interesante fenómeno que caracteriza a ese animal… acostumbran “hibernar”. Al tomarlas en la mano parecen muertas, pero al cabo de un momento empiezan a revivir con el calor. (Clarac, 1997: 45).

Incluso en huertos y jardines de casas ubicadas en pequeños centros poblados, también en poblaciones de considerable tamaño de la región, se pueden observar unas figuras moldeadas, hechas en cemento y de varios tamaños. Son sapos que adornan estos jardines y que nos recuerdan este animal de gran importancia y simbolismo dentro de las culturas aborígenes de Los Andes. “Esos sapitos nos traen buena suerte, desde que los puse allí las maticas se dan más bonitas”. (Ramón Vega).

Era la costumbre de los campesinos de las áreas cercanas a los páramos el lanzar, una vez arado los campos y antes de iniciar la siembra, el regar, como si fuese semilla, pequeñas piedras de cuarzo. Se esparcían al voleo mientras se recitaban algunas oraciones. Esto lo hacían determinadas personas, conocedoras del ritual.

El cuarzo es asociado con el agua, y la finalidad de esta práctica era el que no faltase el agua a la cosecha. Así se garantizaba la lluvia, pues “estas piedritas son gotas de agua de lluvia”. La tradición oral también habla de una costumbre que aun se puede observar. Cuando se sale al campo o se van a realizar una larga jornada de camino es costumbre llevar en la boca una piedra de cuarzo. “Eso lo hacían los indios y los anticorios pa que no les diera sed, porque como esas piedras son de agua, el agua no falta a uno…” (Teófilo Ramírez).

Son muchas las quebradas donde se consigue este mineral. Así mismo en la excavación realizada durante el año 2009, en unas terrazas utilizadas para la agricultura, se ha podido localizar restos de este material, como consecuencia del ritual antes descrito. También formaba parte, estas piedritas de cuarzo, de ofrendas que eran enterradas en el centro de estas terrazas usadas tanto como para la agricultura, como para lugar de construcción de casas de los aborígenes.

Recuerda este uso del cuarzo a otro ritual, sin duda de procedencia indígena, que aun hoy día es muy practicado en los andes de Venezuela y Colombia, como lo es la siembra del agua, “un ritual mágico que asegura la existencia de uno de los elementos vitales de la existencia del mundo… el agua”. (Rojas, 2007:40).

Si eso se hacía por Semana Santa, el Viernes Santo, los viejos enterraban un taparo con agua y un taponcito de tuza. Se enterraba a las 3 de la tarde, en un lugar altico porque el agua va a salir más abajo. Se hace un hoyo bastante hondo, se le pone al agua un poquito de sal y se entierra, se hace más rezos y se tapa y mejor si el que lo entierra es un niño o niña… como a los 7 años allí cerca del sitio comienza a salir un naciente de agua… (Antonio Mora).

Piedras talismanes

Los poderes de las piedras pueden ser transportados en la medida en que estas, de pequeño tamaño, son portadas guardadas por el individuo que quiere beneficiarse de esta. Ellas pueden ser protectoras contra “males” y enfermedades, pero también contribuyen a “la suerte” en el diario transcurrir de la vida.

Sobre la “piedra zamuro” existen numerosas referencias, se trata de “una piedra que tienen los zamuros y que la dejan en el nido, el que la consigue le va a ir muy bien” (Ramón Vega). El zamuro dentro de la cosmogonía andina, es símbolo de la muerte, es un animal que viaja entre el mundo de los muertos y el mundo de los vivos. También es asociado con “un hombre”, el mohán, que vuela al mundo de los espíritus como águila y al mundo de los muertos como zamuro para buscar el alma de los enfermos. (Clarac, 2003).

Muy apreciadas también son las “piedra de rayo”. Estas “vienen del cielo, en la punta de los rayos. Por eso es que si cae en un árbol lo parte en dos”. Son muy apreciadas porque “… al venir del cielo pues traen mucha suerte”. (Porfirio Roa). Estas se conservan en las casas como un amuleto o “contra”. Se tocan de vez en cuando para recibir un poco de su poder. Se conocen por su forma particular.

Se trata en realidad de piedras talladas, usadas por los grupos aborígenes como herramientas o armas. Conocidas como “hachas” son comunes en yacimientos arqueológicos de donde son recogidas cuando los campesinos realizan labores de labranza.

Hallados de igual forma, apreciados por algunos y temidos por otros, los ídolos de piedra constituyen un talismán sumamente poderoso. En los años ochenta un grupo de trabajadores del departamento de Malariología de la Unidad Sanitaria Nº 2 del Táchira, encontraron en una cueva tres figurillas talladas en piedra. Son piezas antropomorfas que se encontraban en un complejo de cuevas ubicados en el mismo sector Quebrada Grande de la aldea Los Palmares Municipio Ayacucho. Allí mismo, pero en los años 70, se encontraron restos óseos, cerámica en muy buen estado, ídolos de barro, pectorales y muchos objetos más, así como restos óseos. Estos hallazgos fueron saqueados y vendidos por manos inescrupulosas, desapareciendo totalmente.

De estas figuras en piedra una se encuentra en un altar familiar de Táriba. Otra es usada en un altar del culto de María Lionza en la población de Ureña. Una tercera se ignora su paradero actual.

También debe señalarse la existencia de ciertos comportamientos relacionados con el uso de piedras para la obtención de suerte y protección, especialmente en los caminos. Son conductas que aparecen registradas en muchos pueblos del mundo. Así añadir piedras formando con el trascurso de los años montones que se van elevando, constituye una forma de rogar el auxilio de las deidades en caminos peligrosos. También se agregan piedras en los sitios donde “apareció un muerto”, es decir donde fuera asesinado un caminante, que de esa manera se vuelve también un protector.

A partir de la imposición del cristianismo las cruces y las capillas de santos señalan estos lugares sagrados, sin embargo no extraña ver las piedras colocadas y arrojadas como parte de esos rituales personales de rogativas ante entes sobrenaturales: espíritus, muertos, dioses, santos. La visión más diciente de esto se encuentra en las cruces donde son colocadas pequeñas piedras tanto alrededor de su base, haciendo un montón del cual sale esta, como sobre los brazos horizontales de su estructura. También dentro de las capillas se arrojan piedras, en algunos han sido tantas que prácticamente estas se encuentran repletas y las pequeñas imágenes están literalmente enterradas en ellas.

Por consiguiente el cuto a las piedras sagradas se inscribe dentro de ese proceso de resistencia cultural donde continúan vivas, en las comunidades centrales, todo el imaginario religioso de los pueblos ancestrales que habitaron estas tierras y que vieron en ésta una manifestación de sus dioses.

La dureza, la rudeza, la permanencia de la materia constituyen para la conciencia religiosa del primitivo una hierofanía. Nada más inmediato y más autónomo en la plenitud de su fuerza, nada más noble ni más aterrador que una roca majestuosa, que un bloque de granito audazmente erguido. Ante todo, la piedra es. Es siempre la misma, subsiste, y lo que es más importante, golpea. Aun antes de cogerla para golpear el hombre tropieza con ella. Si no siempre con su cuerpo, sí al menos con la mirada. Y percibe así su dureza, su rudeza, su poder. La roca le revela algo que trasciende de la precaria condición humana: un modo de ser absoluto. Ni su resistencia, ni su inercia, ni sus proporciones, ni sus extraños contornos son humanos: son índice de una presencia que dislumbra, que aterra, que atrae y que amenaza. En su tamaño y en su dureza, en su forma y en su color, e hombre encuentra una realidad y una fuerza que pertenecen a otro mundo, distinto del mundo profano del que él parte. (Eliade, 2000: 332).

Estación Rupestre la Sanjuana. Muro de Morretales

Muro de Morretales

Piedras redondas

Ídolos aldea Los Palmares, municipio Ayacucho

Petroglifos familia Martínez

Estación rupestre Riecito

 

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Cómo citar este artículo:

Jaimes R. Anderson. Las piedras como expresiones
simbólicas de los antiguos pueblos aborígenes
.

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