IntroducciÓn
Tenemos
dos conceptos Patrimonio y Desarrollo Social y nuestra tarea más allá de
definirlos es batallar con ellos, una batalla que no trata de apuntar a
definiciones exactas de conceptos que se han transformado, han evolucionado
tomando diversos sentidos y orientaciones. Sin embargo existe sin duda una
resistencia, una inercia fuerte a modificar nuestra manera de entenderlos y permanecer,
en la práctica, en un viejo modelo que entiende el patrimonio desde lo estético
y monumental y una perspectiva economicista frente al tema del desarrollo.
Raymond
Williams decía que los conceptos de los que partimos deben “convertirse en
problemas y no problemas analíticos, sino movimientos históricos que todavía no
han sido resueltos”(1). De modo que, con el Patrimonio y Desarrollo asistimos a una batalla que es
política y moral no resuelta.
1. Citado por Jesús Martín Barbero, en De
los medios a las mediaciones. Comunicación, Cultura y Hegemonía. Pag 13.
G.G. México 1987.
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¿Quién
dice qué es patrimonio?
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¿Para
qué y para quién el patrimonio?
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¿Por
qué tanta movida e insistencia con el patrimonio?, a mi me resulta sospechosa. ¿A costa
de qué olvidos estamos patrimonializando todo?
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¿Qué
ha significado toda esta euforia patrimonial en un contexto de violencia,
desempleo y pobreza que tienen, en Colombia, índices alarmantes?
A partir de 2005 y después de siete años de trabajo en investigación, cátedra, museografía, inventarios, Planes Especiales de Manejo y Protección, guías, asistencia a seminarios, congresos y encuentros sobre patrimonio, considero que es pertinente hacer un balance o, al menos, recoger las lecciones aprendidas.
Un
seminario que invita a hablar sobre Patrimonio
y Desarrollo (2), me motiva hacerme la siguiente reflexión: ¿Existe un vínculo posible entre ambas
nociones o realidades?; ¿Lo podemos conseguir? Y planteo desde el principio que
hay una unidad indivisible entre Patrimonio
y Desarrollo social y luchar por ese vínculo es una necesidad apremiante,
una tarea política, ética y académica inaplazable.
2. Medellín agosto 21 y 22 de 2012. Seminario Patrimonio y Desarrollo. Organizado por la
Universidad de Antioquia, Instituto de patrimonio cultural de Antioquia,
Secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín.
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Frente
a la avalancha del tema Patrimonio, que se ha impuesto en el discurso, en la
actividad laboral, en la academia, en la política pública, planes de desarrollo
y gestión cultural de los municipios y departamentos de Colombia; frente a su
peligrosa asociación con el turismo y su, al parecer, indiscutible panacea de
desarrollo; frente al fenómeno de la patrimonialización de la cultura como un
rey Midas que todo lo toca con su magia de lo excepcional y poder de imposición
de acuerdo con unos parámetros hegemónicos, es necesario entonces, detenernos
un momento en este nuevo escenario banalizado y perverso y recoger lo que se ha
aprendido.
Veamos,
pues, cuáles son las lecciones. Un recorrido que busca des andar el concepto de
patrimonio para ir poco a poco subiéndonos en la idea de lo colectivo, lo
integral, la pedagogía y la participación, así como los modos distintos de
relacionarnos con nuestra heredad, la historia y su oportunidad de
transformación social:
1. El patrimonio no es una externalidad
¡Los árboles me enseñaron a ver y a sentir! en una investigación que terminó por transformar y madurar mi concepto sobre patrimonio (3): El patrimonio no es ni único u original, ni universal, ni excepcional, ni monumental, ni estético, ni histórico, ni políticamente correcto, no es material/inmaterial, ni cultural o natural y tampoco identitario, o, por lo menos, no es lo más o lo verdaderamente importante. Es decir, no hay que hacerle mucho caso a la UNESCO. Los árboles me enseñaron que el asunto está en otra parte, se trata de redescubrir la presencia del otro en uno mismo y no ajeno para ser admirado y valorado como algo exótico fuera de nosotros mismos.
3. Árboles ciudadanos. En la
memoria y en el paisaje cultural de Bogotá. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
Bogotá 2010.
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Que el patrimonio está en la cotidianidad que no valoramos, que el patrimonio está vivo y en permanente transformación y renovación, que es un ejercicio COLECTIVO de redescubrimiento del sentido que nos habita. Patrimonio que es convivencia, conflicto, dolor y alegría y pedagogía de la condición humana, revisión del proyecto de civilización y cultura.
El patrimonio, me enseñaron los árboles, es una invitación a una experiencia de lo sensible, no solo para mirar, sino para oler, tocar, saborear, sentir y evocar, en un diálogo, en un metalenguaje, más allá de un sistema de registro, taxonomía e inventario de acumulación de postales.
2. Sin vínculo no hay patrimonio
Una colega investigadora argentina afirmaba en un congreso sobre patrimonio fúnebre en Uruguay: “sin culto no hay tumba”. El trabajo de varios años de investigación en los cementerios, lugar patrimonial por excelencia, me permitió acompañarla un poco más allá en su señalamiento, afirmando que “sin culto sí hay tumba, lo que no hay es patrimonio” a lo que podemos decir igualmente: “sin vínculo no hay patrimonio”. Está la cosa, más no la relación y en ello ha caído de forma flagrante el desaforado entusiasmo por inventariar el patrimonio. De modo que hay que decir, de manera tajante, que el patrimonio NO es la cosa, sino la relación de carácter colectivo que establecemos con ella, independientemente de su condición material, estética, histórica u original que pretenda ser, identificada bajos uno criterios, en todo sentido, sospechosos.
Esta redefinición del concepto de patrimonio empieza a vislumbrar o hacer posible una conexión posible entre patrimonio y desarrollo social. Si seguimos anclados a la cosificación del patrimonio cada vez estaremos más cerca de ser aliados del perverso comercio global y hacer del patrimonio una vil mercancía, artesanía o suvenir, que roba y hace invisible al sujeto histórico y cultural que la crea.
3. El Patrimonio no está para mostrar sino para ser mirados por nosotros
mismos
En
continuidad con las primeras lecciones, el patrimonio tiene que dejar de tener,
como prioridad, una función de mostrar, de exhibir, de subirse a la tarima y
colocarse en el banal espectáculo del turismo para ser validado y consumido por
turistas o visitantes ingenuos; modalidad en el que quedan atrapados tanto
ellos como los mismos creadores culturales. Una trampa a la que identificaría,
con lucidez, el crítico Santiago Londoño y con especial referencia a Cartagena:
“la apariencia brillante, de las imágenes genéricas, del lugar común, pero
sobre todo de la máscara sin alma, del maquillaje facial, de la apariencia
vaciada” (4).
4. Santiago Londoño en
“Cartagena de siempre” Boletín Cultural y bibliográfico. Banco de la
República Vol. 31 de 1991.
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La
pulsión de mostrar, opaca la verdadera bondad del patrimonio: el de mirarnos a
nosotros mismos. Un trabajo sobre almanaques agroecológicos “estilo Bristol” me
confirmó, una vez más, que el valor está en un trabajo colectivo de memoria
espacial, cartografía temporal, que hace visible lo que son las comunidades
frente al objetivo principal que son ellos mismos y no un producto hacia
afuera.
Un re
direccionamiento de este interés hacia adentro se convierte sin duda en un
factor potente de desarrollo social y de fortalecimiento del tejido social,
menos preocupado entonces por la difusión.
4. Insistir en la investigación y no la banalización del lugar común y del
apuro por alcanzar una nominación.
Pareciera
decir una obviedad, pero la euforia de la patrimonialización con sus lugares
comunes de imágenes coloridas y sus premuras de tiempo en querer inventariarlo
“todo” para alcanzar un aparente reconocimiento desde lo local hasta lo mundial,
no puede olvidar la necesidad, ésa sí urgente, de hacer investigación a
profundidad, de realizar trabajo de campo, de hacer revisión de fuentes,
indagación histórica de archivo, de concertar entrevistas a profundidad, de
manejar marcos conceptuales sólidos, de consultar bases de datos. Lo que todos
hemos aprendido a hacer en tantos años de investigación. La investigación debe
prevalecer por encima de los apuros e intereses de la política de turno, de la
carrera por alcanzar una u otra nominación. La consigna es, pues, investigar, investigar
e investigar.
5. Identificación de procesos históricos y contextos geográficos
Toda
idea de patrimonio deberá atender y reflexionar sobre la complejidad y
multiplicidad del mismo, el cual está inscrito, indiscutiblemente, en procesos
históricos, contextos geográficos y dinámicas económicas que no podemos ignorar.
Estos pueden encarnar, igualmente, conflictos, discordias y las diferencias de
una sociedad. Este entendimiento es lo que permite generar y trabajar con las
colectividades nuevos espacios de diálogo, discusión y acuerdos sociales
propiciados por lo que nos revela un examen a nuestro patrimonio.
Hay una
peligrosa tendencia a aislar el patrimonio de todo sentido histórico y espacial
que le dan su verdadero sentido y lo convierten en una importante herramienta
de transformación. El patrimonio tiende a confundirse con el pasado, con lo
auténtico o lo que pareciera intacto (ver el criterio de justificación de la
nominación de patrimonio mundial para Mompox). Una idea peligrosa de
aquietamiento o de momificación de una evocación estetizante, aislada de su
entorno y sus contradicciones históricas, ajena, por demás, a una valoración
ética o moral de su legado. El patrimonio es heredad, huella en el presente y
posibilidades de futuro para la convivencia pacífica, el mejoramiento de la
calidad de vida, el despertar de una conciencia colectiva de sus logros, sus
potencialidades, fortalezas y errores. Es Memoria-trabajo que consiste en revisitar
el pasado para animar estrategias de vida y supervivencia cultural y política
futura.
6. Persistir en el desarrollo de mecanismos de participación
Una investigación a profundidad, mencionada arriba, no puede dejar, de
ninguna manera, lo que a las nuevas formas de trabajar en cultura y patrimonio
les falta con creces: la necesidad de diseñar, construir y estimular mecanismos
de participación en la valoración, reconocimiento y gestión del patrimonio, así
como su participación en el manejo y protección del mismo. Sin este principio,
todo ejercicio sobre el patrimonio es inútil.
Para un
curso diseñado para CRESPIAL (5),
en un módulo, precisamente, sobre desarrollo de mecanismos de participación,
señalaba lo siguiente: “Con el propósito de hacer de estos escenarios de
participación, procesos incluyentes y democráticos en la concepción del
patrimonio, es necesario involucrar a los diferentes actores sociales e
individuos y no generar modelos autoritarios y de imposición de un saber
académico. Por ello, partimos de considerar que el aprendizaje, frente al patrimonio,
no se valida con la información que el investigador elabora a partir de sus
categorías y “extrae” de la comunidad, sino que se trata de construir en
colectivo un campo sensible y de cuerpo abierto para atender a otros sentidos,
voces y lenguajes en que se manifiesta y devela el patrimonio”. (deberá ser) un diálogo de saberes entre la
experiencia cotidiana de habitar y vivir una cultura, el conocimiento académico
y la aplicación de lineamientos y herramientas por parte de los gestores
culturales o realizadores de inventarios de patrimonio” (6).
5. Crespial: Centro regional
para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial de América Latina."
6. CRESPIAL: MÓDULO CUATRO: Desarrollo de
los mecanismos de participación para las tareas de identificación del PCI
(patrimonio cultural inmaterial) Trabajo con actores locales y comunidades en
sus procesos de identificación del PCI. Curso virtual, profesor Germán Ferro
Medina, 2011.
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7. Pedagogía del patrimonio, una práctica mayéutica y no de apropiación
En continuidad con lo anterior, es importante consolidar procesos de
identificación y valoración del patrimonio, que motive la objetivación de
manifestaciones que están naturalizadas para la gente, hacen parte de su
entorno cotidiano y pasan desapercibidas en una apuesta en valor patrimonial.
Se trata de preparar a los investigadores en la aplicación de un método que
llamaríamos mayéutico. Esto es, estimular o hacer parir (como lo entendieron
los griegos) un conocimiento que está latente, silencioso u oculto y con
potencial de ser avivado. No se trata entonces de una tarea de apropiación de
algo que está por fuera del grupo social y mucho menos a punta de normas y
prohibiciones. Es una pedagogía de encuentro y no de imposición de saber.
8. Estado, comunidad y academia
Trabajos en diferentes frentes del patrimonio nos han
convencido de la importante coordinación y diálogo entre las comunidades, el
Estado y la academia. Es impensable seguir trabajando de manera aislada. Un
compromiso de todos para no seguirnos mirando el ombligo y desconfiando del otro.
La investigación en patrimonio con la participación de
las comunidades en la formulación de planes concertados y pistas de gestión
para las entidades públicas, es el camino obligado. Esa es la tarea de los PEMP
(Planes especiales de manejo y protección del patrimonio), normativa del Estado
sobre los lugares con declaratoria patrimonial en la que el deber de la
academia es hacer trabajo de investigación a fondo y la utilización de
mecanismos de participación, talleres, pedagogía, diagnóstico y formulación de
planes con el conocimiento pleno de las comunidades y de las entidades públicas
de carácter local o nacional.
Ya no más investigación para producir un conocimiento encerrado
en su torre de marfil. Investigación que ofrezca claves serias para la gestión
cultural como fortalecimiento del tejido social y su desarrollo. Claves para
disminuir la desigualdad, el reconocimiento y el valor de los saberes
tradicionales, la mayor potenciación y capacitación de los mismos, el
adiestramiento en el manejo y destino de los recursos.
9. Saber hacer y conocimiento versus la cosa
El patrimonio es la gente y su saber hacer que nombra y produce la cosa. El actual trabajo de
curaduría y museografía sobre el patrimonio de Colombia ubicado en la lista
mundial, lo hemos llamado “del Monumento al pensamiento”, conscientes de que
esa orientación en las maneras de valoración del patrimonio, han ido cediendo,
obligatoriamente, para poner en privilegio el poder de la palabra, del
pensamiento y el conocimiento que es fuerza transformadora, diversidad frente a
las formas hegemónicas o dominantes de maneras de vivir, identificar y resolver
las necesidades o el desarrollo de la sociedad.
Pensemos en los aportes del sistema normativo y de
justicia del palabrero Wayúu o en el conocimiento chamánico de los indígenas
del Amazonas o en el ejercicio de libertad y fuga de toda forma de dominación
que fue construyendo el espacio cultural de San Basilio de Palenque. Todos tres,
ahora, hacen parte del patrimonio de la humanidad. Esto tiene que ser algo más
que una nominación: una lección moral y una invitación a una transformación
colectiva superando la contemplación.
Igual experiencia la tuvimos en la investigación,
curaduría y montaje de “Colombia, la
naturaleza de la Cultura”, muestra cultural del patrimonio cultural del
país que llevamos al Instituto Smithsonian de Washington, mediante cien
sabedores, conocedores de su oficio, representantes de sus ecosistemas culturales
en permanente transformación y en estrecha relación con su hábitat y recursos.
No llevamos una muestra de artesanías, ni mucho menos supeditada a unos
estandartes de diseño, calidad o marca para una buena imagen de Colombia. La
contienda fue fuerte y ganada sólo por el soporte investigativo y la
construcción solida de criterios curatoriales más allá del maquillaje y el
estereotipo.
La experiencia fue maravillosa como ejercicio de
reconocimiento a su saber y no a la cosa producida, como aprendizaje de ellos
mismos y a reconocer el valor de ese otro compañero hasta ahora desconocido:
indígena, campesino, negro, costeño, llanero etc. Para muchos de ellos su gran
resultado no fue mostrar a Colombia en Washington; fue reconocerse en la
diversidad de país y, así mismo, sentirse valorado en lo que es su entorno
cotidiano, su saber y su oficio.
10. La amenaza del turismo y de los medios de comunicación
Tal vez, una de las mayores amenazas para generar un
vínculo entre patrimonio y desarrollo social es la instauración de la apuesta
turística como la panacea y la solución a todos las dificultades, entendido
como el único camino posible de desarrollo. La peligrosa asociación entre
patrimonio y turismo ha traído muchas decepciones y efectos muy negativos para
el patrimonio y las comunidades o pueblos.
El turismo, es en general, una práctica invasiva, movida por los
mandatos del consumo, banalizada por un supuesto ideal de descanso y de confort
que somete a las poblaciones a ofrecer el espectáculo vuelto tarima de su cultura,
ahora convertida en marca de estereotipos inútiles y fáciles aplausos. Un
turismo excluyente, cuyas ganancias disputadas vorazmente llegan a unos pocos y
de cuyos excesos colapsa muchas veces la capacidad de carga de los lugares, el
incremento del comercio sexual y de drogas (por que el cliente tiene la razón)
dejando solo la hojarasca, o la ambigua satisfacción de haber salido en
televisión en la lamentable sección en que ha quedado relegada la cultura en
los noticieros de cada día: “cultura y entretenimiento”.
11. Inversión del postulado sobre desarrollo
Se ha
dicho desarrollo y crecimiento económico como condición necesaria para el
desarrollo social, pero es al contrario: Desarrollo social produce desarrollo
económico.
Desarrollo
social entendido como el desarrollo con la gente, participativo, vinculado con
el contexto geográfico y los procesos históricos, mejoramiento de la calidad de
vida, desarrollo integral (y no poder de
adquisición) acorde con las condiciones sociales y ambientales del entorno.
Un desarrollo social conocedor e interesado en los oficios o trabajo, recursos,
educación, alimentación, vivienda que es propiamente la matriz patrimonial.
De modo
que, y a manera de conclusión debemos construir una política pública que
enfoque el patrimonio como el garante o la matriz básica del desarrollo social
de un patrimonio que es conocimiento y oportunidad.