Paisajes arqueólogicos sagrados en territorio Lache-U´wa, Sierra Nevada de Güican o Cocuy, Colombia

Pablo Fernando Pérez R. pablo.pfp618@gmail.com
Arqueologo Ph. D. Miembro de la Academia Colombiana de Historia y de la Academia Boyacense de Historia.

 

 

RESUMEN

Los Lache - U’wa son una comunidad indígena perteneciente a la familia lingüística Chibcha que aún sobrevive en las estribaciones de la Sierra Nevada de Güicán, Cocuy o Chita en el área septentrional de la Cordillera Oriental colombiana. Estudios arqueológicos, etnohistóricos y etnográficos han mostrado como ellos a lo largo del tiempo han demarcado su territorio por medio de elementos tanto naturales (rocas, cascadas, etc.) como artificiales (menhires, estructuras rectangulares, etc.) incluidos en su mitología. Distribuidos de tal manera que cubren y controlan los accesos a la Sierra y los lugares de sus principales asentamientos, en los valles de los ríos que nacen en la Sierra Nevada (sagrada para ellos), constituyéndose en mojones o hitos. Trabajos sucesivos desarrollados, principalmente por parte nuestra, desde la década de 1990, muestran como ésta demarcación parece haber prevalecido a lo largo del tiempo (siglo II a. C. hasta la actualidad); además, en torno a los lugares donde hay mayores concentraciones de estas manifestaciones en piedra se concentraron los principales centros de poder en época prehispánica. Existiendo referencias coloniales donde se habla de la construcción de viviendas en piedra (caso único en la Cordillera Oriental colombiana), donde se alojaron las primeras expediciones españolas que exploraron su territorio. En este documento se pretende mostrar la manera como estos organizaron, percibieron y demarcaron su territorio conformando, según la investigadora inglesa Ann Osborn, un paisaje de menhires. Uno, de estos lugares monumentales (Chipacentro) parece encontrarse relacionado con un taller donde se elaboraban bienes exóticos o de élite que circularon por la Sierra y áreas vecinas desde el período Formativo Tardío: las placas o colgantes alados. Estos objetos han sido reportados en las tres sierras nevadas que hay en el norte de Suramérica: Mérida (Venezuela), Santa Marta y Güicán, Cocuy o Chita.

 

ABSTRACT

Lache - U’wa is a natives community, belongs to the Chibcha linguistic family and still survive on the foothills of the Sierra Nevada of Güicán, Cocuy or Chita on the septentrional area of the Colombian Eastern Cordillera. Archaeological, ethno historical and ethnographic studies proved how they demarked their territory through the time using even natural (rocs, cascades, etc.) as artificial (menhirs, rectangular structures, etc.) elements included on their mythology. There were distributed in a way that cover and control the access to the Sierra and the places of their principal settlements on the valleys of the rivers borne on the Sierra Nevada (sacred for them), becoming landmarks or milestones. Works developed during the 90s years from the last century, principally by us, show how this delimitation seems to prevail along the time (Second Century b. C. until now); moreover, the principal centres of power on the pre-Hispanic time were focused around those places where stone demonstrations are more concentrated. Existing colonial references where the construction of stone housing is mentioned (only case on the Eastern Cordillera), where the first Spanish expeditions stayed when they explored the territory. In this document we pretend to show the way they organized, perceived and demarcated their territory shaping a menhirs landscape as said the England investigator Ann Osborn. One of those monumental places (Chipacentro) seems to be related with a workshop of exotic woods or elite that circulated through the Sierra and neighbour areas since the Late Formative Period plates or hanging winged. Those objects where reported on the three sierras nevadas in the North of South America: Mérida (Venezuela), Santa Marta and Güicán, Cocuy or Chita.


INTRODUCCIÓN

La Sierra constituye el elemento geográfico preponderante del extremo norte del Departamento de Boyacá (municipios de Jericó, Chita, Cocuy, El Espino, Panqueba, Güicán, Chiscas, Guacamayas y Cubará principalmente) y su área de influencia se extiende por los Departamentos de Casanare (municipios de La Salina, y Sacama), Santander (Carcasí, Málaga, San José de Miranda, Cerrito, Concepción y Enciso), Santander del Norte (Chitagá, y Toledo) y Arauca (Tame); con alturas que oscilan entre 400 msnm al oriente hasta 5.300 msnm, siendo las mayores elevaciones de la Cordillera Oriental (Ver foto Nº 1). Allí nacen varios ríos: Nevado, Chitano y Servita o Tunebo que desembocan en el río Chicamocha el cual discurre de norte a sur por el costado occidental de la Sierra. También nacen allí, en la vertiente oriental y nororiental, los ríos Casanare, Pauto, Cobugon Cobaría, Arauca, etc., que hacen parte de la cuenca hidrográfica del río Orinoco. En esta vasta zona se presentan todos los climas desde el tropical lluvioso hasta el frío de alta montaña dividido en frío húmedo 3.000-4.200 msnm y nival, más de 4.200 msnm. Por ende hay una diversidad en cobertura vegetal con zonas de vegetación subxerofítica en el cañón seco del río Chicamocha y sus afluentes, hasta sectores de bosque húmedo tropical al oriente. Todo esto ha originado un sinnúmero de ambientes ideales para la ocupación humana.

Foto Nº 1. Vista de la Sierra Nevada desde el municipio de Susacón.
Además de la Sierra se observa el Cañón del río Chicamocha.



Estudios precedentes

En el primer trabajo arqueológico en la región titulado"Contribución al conocimiento de la civilización de los Lache" de Eliécer Silva (1945), se presenta una visión de la "cultura" del grupo Lache, basándose principalmente en la información contenida en las crónicas de la época de la Conquista y Colonia. Quizá la mayor importancia de este estudio radica en las actividades realizadas en Puebloviejo de Ura (Jericó). Allí Silva identifica estructuras de forma rectangular o circular que corresponderían a habitaciones indígenas e infiere, por la forma de los fragmentos de "muro" elaborados utilizando lascas o lajas irregulares, que las viviendas eran bajas en forma de colmena (1). Con respecto a la cerámica sugiere semejanzas con Santa Marta y Venezuela.

1. Para concluir que se trataba de viviendas indígenas Silva se basa en algunos cronistas (Aguado, Simón, Fernández de Piedrahita, etc.), quienes al relatar la expedición de Hernán Pérez de Quesada a las sierras nevadas informan que al primer asentamiento Lache o U’wa que llegaron fue Ura donde se alojaron en las casas de los indígenas cuyos muros eran de piedra. Esta es la única referencia a construcciones de este tipo en la Cordillera Oriental y una de las pocas que se tiene para viviendas en piedra en territorio colombiano.

Debemos destacar también los trabajos de la investigadora inglesa Ann Osborn (1979, 1985a, 1985b, 1987, 1995), quien utiliza datos etnográficos procedentes de los mitos cantados por los U'wa o Tunebo, específicamente el referente al vuelo de las tijeretas, con el propósito de identificar los lugares de residencia de diferentes comunidades o clanes pertenecientes a ese grupo. Es así como reporta varios sitios arqueológicos distribuidos por la Sierra; entre estos algunos donde hay menhires (ver foto Nº 2). En otro documento (1985a) señala que a partir del análisis del texto del mito del Vuelo de Las Tijeretas se puede afirmar que el antiguo territorio de los U’wa se extendía desde la Sierra de Mérida hasta el sur de Santander, con su centro alrededor de la Sierra, territorio que era habitado por diferentes grupos sociales relacionados (clanes).

Foto Nº 2. Chita, Chipacentro menhires alineados.


Al referirse a las zonas de residencia (actual) de los U’wa, precisa que los miembros de cada grupo residen en "diferentes zonas altitudinales" y que sus movimientos o traslados por tierras altas y bajas son debido a factores ceremoniales y no a razones materiales. Con este fin los U'wa dividen el año en cuatro estaciones, correspondiendo cada una con un área particular de ceremonias y residencia; encontrándose en una misma época del año en una zona específica. Los grupos tenían acceso a lugares ceremoniales de otras comunidades, que a su vez eran sitios de encuentro ceremonial, razón por la cual estaban señalados o demarcados con menhires (Osborn 1985a). Estos parajes sagrados donde hay o habían menhires generalmente se localizan en las rutas de acceso a la Sierra: el paso de Pamplona por el Sarare; el de Chita por el Casanare y el del piedemonte de la Cordillera Oriental (Osborn 1985a; Romero 1994; Aguablanca y Romero 1993) siendo, al mismo tiempo, vías de peregrinación o intercambio ceremonial y lugares de encuentro entre los diversos grupos U'wa, allí celebraban ritos relacionados con las "estaciones", no estando aislados sino que se relacionaban unos con otros, existiendo en sus alrededores cementerios (individuales y comunales) en cuevas y entierros secundarios, sugiriendo la práctica de la cremación (2).

2. Aunque esta referencia es importante debe aclararse que Osborn no excavó tumbas, es posible qué está apreciación la haga basándose en información de los habitantes de la zona.

 

En un documento posterior Osborn apunta que los estudios de piedras alineadas en Colombia siempre han sido interpretados a partir de la astronomía o lo ceremonial y que las piedras alineadas deben ser estudiadas o relacionadas con los artefactos arqueológicos y prácticas culturales; agregando a esas interpretaciones su posible función en varios niveles de análisis: organización social y mitología; siendo importante la tradición oral de los actuales U’wa, pues ellos se consideran descendientes de los grupos que erigieron las piedras alineadas (Osborn 1987).

Anota también que los datos concuerdan con la opinión de Silva respecto a que los Lache y Tunebo o U’wa eran un mismo grupo. Siendo los Lache una comunidad emplazada principalmente en el área de la Salina de Chita (Jericó, Chita y La Salina). Esta ubicación no concuerda, plenamente, con la información etnohistórica consultada por parte nuestra, que muestra como ellos ocupaban toda, o la mayoría, de las vertientes occidental y sur de la Sierra.

 

Los yacimientos arqueológicos reportados por Osborn en la vertiente occidental de la Sierra (Chita, Cocuy, Güicán y Chiscas) además de menhires contienen lajas alineadas y cimientos antiguos. En ellos realiza recolecciones superficiales de cerámica, material que es clasificado por Marianne Cardale (1985 en Osborn 1985a) en dos grupos: el primero relacionado con el período "Herrera" o "Premuisca", probablemente la más antigua (3). En el segundo incluye la cerámica que considera contemporánea con la alfarería Muisca y Guane.

 

3. Incluye en este grupo un fragmento cerámico de características similares al material excavado por Bray en la Cueva La Antigua en el departamento de Santander y que, en un trabajo posterior, reportamos en el municipio boyacense de Covarachía y denominamos Covarachía Inciso-Impreso. (Pérez, 1990a-b.)

 

 

Osborn realiza excavaciones en la vereda de Chipacentro en Chita y en el Pueblo de las Mercedes, Chiscas, pero debido a su repentina muerte le es encomendada a Martha Urdaneta la descripción y clasificación de los materiales provenientes de la excavación efectuada en el sitio de Piedralarga, Chipacentro (Chita I), en la cual ella participó.

 

Urdaneta al referirse a Chita I, dice que no es fácil interpretar el significado de este yacimiento; por cuanto parece tratarse de un paraje donde hubo gran actividad, durante un lapso prolongado de tiempo, siendo utilizado en actividades ceremoniales, tal como pensaba Ann Osborn. No logra ubicar temporalmente el yacimiento por cuanto contiene cerámica de la Fase Herrera Tardía (Formativo Final), en todos los niveles de la excavación, asociados con cerámica más reciente. (Urdaneta, 1992)

 

En Chita Osborn hizo otra excavación (Chita II), donde obtuvo dos fechas de radiocarbono. De las excavaciones en Chiscas y el corte de Chita II no hay información disponible. Peña (1991) menciona una fecha de radiocarbono del siglo I a. C. que parece provenir de Chita II, que estaría asociada a los menhires.

 

Otro estudio referente a los U'wa fue el realizado por Helena Pradilla (1981), quien presenta una visión general de esta comunidad y, basándose en documentos de archivo, menciona los malos tratos que los españoles dieron a estos indígenas. También se refiere a la colonización de su territorio en el siglo XX y su situación actual (economía, salud, población y organización social).

 

Trabajos realizados por el autor de estas líneas han permitido registrar un buen número de yacimientos dispersos por toda la región, algunos de ellos con elementos en piedra (menhires, cimientos, etc.). Estos estudios han aportado información referente a los sitios donde estaban emplazados y su posible función (Pérez, 1997, 1999, 2001, 2005, 2006). Antes de proseguir es preciso hacer varias precisiones con respecto a estos bienes que en la literatura referente al arte megalítico europeo normalmente se denominan menhires.

 

 

Territorio y monumentos, algo de teorÍa

 

Para esto creemos que los planteamientos utilizados en investigaciones del megalitismo en Europa -denominadas por Colin Renfrew Arqueología Social- (Renfrew, 1984; Mohen, 1985) sirven de modelo para su estudio, comprensión e interpretación. También tomaremos elementos de la Arqueología Territorial y la Arqueología del Paisaje, los cuales guiarán nuestra exposición. (Bradley et al.1994; Criado et al. 1986; Criado, 1999; Amado et al. 2002; Bello et. al, 1989; Ruiz-Gálvez y Galán 1991; Anschuetz 2001; Vaquero 1991/1992 y Villoch 1999). Teniendo en cuenta, según Renfrew, que el fin último es "la interpretación de los grandes monumentos dentro de un contexto social bien definido" (Renfrew 1984:75).

Por este motivo y siguiendo a Criado et al. (1986), para el estudio de los menhires (4) se le debe prestar atención a su distribución en el paisaje - posición geomorfológica -, sin olvidar que ésta, es el resultado de un proceso mayor en el que operan diversos aspectos del sistema cultural de las comunidades que los elaboraron.

4. Estas apreciaciones se cumplen también para el estudio de Las pictografías y petroglifos.

Para su análisis se deben precisar dos términos (conceptos) claves:

El Emplazamiento: Situación puntual concreta (localización) de los elementos.

La Distribución: Distribución de aquellos sobre el territorio, su densidad, y existencia o no en una zona dada.

 

 

Se parte del supuesto que estos factores no obedecen al azar, ni son consecuencia de la casualidad, sino que siguen condicionamientos concretos, que pueden ser descubiertos y determinados con un estudio detallado. Por ende la localización de las estructuras megalíticas, está fijada por un patrón de emplazamiento que obedece al control de vías de paso y territorios, marcadores territoriales, fines agropecuarios, militares, minería, comerciales, religiosos, etc.

Igualmente, aunque la elección del sitio donde se iba a construir el monumento estaba condicionada, en parte, por el potencial de trabajo, los factores decisivos para su elección serían de tipo cultural-ritualístico-territorial (Criado et al, 1986). Es decir, esos lugares desempeñarían un papel importante en la cosmovisión de las comunidades que erigían el monumento; en otras palabras el sitio tenía una connotación especial que generalmente prevaleció a lo largo del tiempo.

Para Mohen (1985), el arte megalítico devela aspectos de la iconografía religiosa, que aún no se pueden interpretar, pero su importancia se refleja en su localización y repetitividad, en un territorio dado. Añade además, que las relaciones entre los monumentos y las formas de organización del territorio están en realidad integradas, interpretadas y analizadas bajo una perspectiva de un "todo social". Más allá del carácter meramente funerario, el lugar donde se emplazaba el monumento tenía otra función, la de santuario, siendo el recuerdo de los ritos allí desarrollados eternizados gracias a la arquitectura megalítica. Es decir se trataría de un lugar o espacio sagrado, cuya condición era ratificada con la erección-construcción de un elemento artificial (menhir, dolmen, petroglifo o pictografía).

 

Por tanto su distribución en el paisaje refleja indirectamente la repartición territorial de los grupos que los construyeron, estando todo determinado por el patrón de asentamiento. "Por lo tanto, cada uno de los elementos comprendidos dentro del proceso que determinaba la distribución y localización de los túmulos megalíticos, nos remonta a diferentes aspectos del entramado cultural de la sociedad que los construyó" (Criado et al. 1986: 18). Siguiendo éste planteamiento, en los municipios de Jericó, Chita, Cocuy, Güicán, Chiscas, etc., y en otras zonas de la Sierra, se ha determinado que esto parece cumplirse y que algunos lugares, donde hay megalitos, guardan concordancia con el modo de ocupación del territorio por las comunidades indígenas y aún actuales. Esto es evidente para el territorio habitado por los U’wa o Lache desde tiempos inmemoriales; el cual tendría y tiene aún una organización de tipo radial cuyo eje o centro simbólico son los picos nevados de la Sierra desprendiéndose de ellos los principales cursos de agua (ríos Nevado, Chitano, Tunebo, Casanare, etc.), los cuales son vías de comunicación naturales y fuente de vida donde se encontraban asentadas las diversas comunidades pertenecientes a esta etnia (5).

5. Algunos de los picos de la Sierra Nevada, que superan los 5.000 m de altura poseen nombres U’wa, tal es el caso del Ritacuba.

Esta forma de ocupación del territorio se ratificaría por la existencia en cada una de estas vías (valles de los ríos) de lugares o sitios que por sus características (control del territorio, ubicación cerca de zonas de transito, etc.) tuvieron connotación especial. En algunos de ellos, para reafirmar aún más su importancia, erigieron estructuras artificiales en piedra. Esto se ha podido verificar en las cuencas de los ríos Nevado, Chitano, Chiscano, Róyota y aún en el Cañón del río Chicamocha donde estaban establecidas comunidades U’wa o Lache. Es probable que la misma situación se presente en la cuenca del río Casanare; que nace en la laguna de Eucas, municipio de Chita (6).

6. La laguna de Eucas era sagrada para los Lache o U’wa. Hoy en día los habitantes de Chita hacen peregri-naciones allí.

 

Renfrew afirma que la gran inversión de trabajo requerida para la construcción de los monumentos (dólmenes), no se limitaría únicamente a su función funeraria, y se trataría - retomando a Fleming - de tumbas para la vida, que reafirmarían la cohesión social de las comunidades que las construyeron; es decir, se trataría de reproducir el mundo de los vivos, siendo los monumentos marcas o mojones que delimitaban el territorio ocupado por comunidades segmentarias. Estos se constituían en lugares públicos, donde se reunirían a practicar ritos religiosos (Renfrew,1984).

Criado (1999), Criado et al (1986), Bello et. al (1989), Ruiz-Gálvez y Galán (1991), Renfrew (1984) han señalado que en ocasiones se ha dicho que los túmulos megalíticos, y otros elementos de ese tipo, están situados en puntos prominentes del relieve, desde los cuales se domina una amplia panorámica; tal evento ha sido interpretado argumentando que el túmulo no solamente era la tumba de los muertos, sino también una especie de santuario: un mojón, un hito, un punto de referencia en el paisaje que funcionaría como auténtico ombligo, centro agrupador e integrador de la comunidad que lo construyó. (Renfrew 1976; Fleming 1973. en Criado et al. 1986). Este sería el caso de algunos de los lugares de la Sierra, en los cuales se erigieron menhires u otro tipo de estructuras. En el estudio de los elementos megalíticos según Criado et al. (1986), hay tres aspectos a considerar:

- Los tipos de patrones de emplazamiento topográfico que manifiestan.

- las condiciones de visibilidad de éstos.

- La orientación o panorámica que preferentemente se domina desde ellos (cuencas visuales).

 

En el emplazamiento es necesario que el monumento pueda ser divisado con claridad sobre el paisaje y que, así mismo, desde éste se tenga una buena panorámica del entorno que rodea al monumento. Es decir el elemento megalítico debe destacarse sobre el medio que lo rodea. Lo cual no implica que el patrón de asentamiento de estos deba ser uno y uniforme, sino que de acuerdo a los condicionamientos del paisaje y a las necesidades de la comunidad, se adapten patrones de emplazamiento diferente, pero sin variar los principios generales. (Criado et al. 1986)

 

Por tanto el dominio de un paisaje, panorámica, etc., no necesariamente implica un control o dominio efectivo del territorio. De esta forma el monumento serviría de punto de referencia fundamental de una entidad social - trashumante -, el mojón que indica el territorio de los individuos que públicamente pertenecen al grupo, de la misma forma que señala el espacio de sus muertos. De acuerdo a esto, ningún grupo que construye éste tipo de elementos que reafirman una territorialidad definida, va a abandonar ese territorio, o a vivir aisladamente - estacionalmente - de él, por cuanto este es un referente obligado para ellos. Es decir, los monumentos servirían para señalar el territorio de los vivos y los muertos.

 

También se ha sugerido que los elementos megalíticos están vinculados a sociedades sedentarias o cuasi-sedentarias, pues normalmente se encuentran cerca a tierras aptas para labores agrícolas, o desde ellos se observan las tierras de cultivo actuales. Es decir, las características del medio habrían condicionado las pautas de asentamiento, estando normalmente los megalitos emplazados en la periferia de las zonas en que se asentaban estos grupos, sirviendo de mojones y límites - políticos o simbólicos - de individualización grupal; esto unido a condicionamientos ritualístico-culturales. Es decir el monumento identificaría el territorio de explotación y de dominio del grupo que lo edificó. (Criado et al 1986) .

 

Otros trabajos, referentes principalmente a la Península Ibérica, plantean que muchas de las estructuras megalíticas y otros elementos del Bronce Final y la Edad del Hierro (las estelas) asociadas a enterramientos o actividades funerarias, no cumplían en verdad esa única función. Ruiz-Gálvez y Galán (1991), en su trabajo sobre las estelas del suroeste de la Península, plantean que su función no era la de indicar la presencia de tumbas, sino que probablemente eran "hitos" localizados en las inmediaciones de los caminos, principalmente los de trashumancia, a modo de marcadores de recursos, señalando el dominio de estos por una comunidad determinada, que se iba desplazando por un territorio más amplio. Esto parece corresponder con lo observado en los U’wa, grupo que tenía, y tiene, por costumbre efectuar desplazamientos por diferentes pisos altitudinales, en cada uno de los cuales desarrollaba actividades de diversa índole, desde económicas hasta de tipo ritual y simbólico. Añaden además, que su emplazamiento no era al azar, sino que estaban ubicadas en sitios de contraste geográfico - ecotonos (7)-, ayudando a delimitar los territorios explotados por los diferentes grupos humanos que habitaban una región (Ruiz-Gálvez y Galán 1991).

 

7. Ecotono es la transición espacial entre dos o más comunidades (medioambientales), siendo una franja de tensión más estrecha que los hábitats de las comunidades contiguas, pero que pueden tener una extensión lineal considerable (Odum, 1971: 157 en Butzer, 1989). Normalmente un ecotono es un área donde hay mayor disponibilidad de recursos.


Siguiendo esta línea Galán y Martín (1992), después de analizar la distribución y emplazamiento de los megalitos en la cuenca extremeña del Tajo, proponen que estaban relacionados con cruces de caminos, convirtiéndose en una forma simbólica de comunidades de paso, que por medio de estructuras funerarias estables - los dólmenes - controlaron las zonas de paso. Estos elementos funerarios legitimarían la posesión del territorio, ya que "la reclamación de la tierra en la que descansan los antepasados de un grupo puede tener tanto valor como un asentamiento estable". Por lo tanto la monumentalidad del megalito podría corresponder con la importancia del paso a controlar, y por ende de los recursos existentes (Galán y Martín 1992: 203).

 

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible plantear que la elaboración de los menhires del área de estudio, fue llevada a cabo por grupos sedentarios o seminómadas que controlaban un territorio dado; determinados por relaciones interétnicas de intercambio de carácter comercial y simbólico, y por la selectiva utilización que hacían del entorno. Si nos atenemos a esto se ve que el manejo y utilización del territorio, por los U’wa, corresponde con los planteamientos esbozados. Aunque, por el momento, es complicado asociarlos temporal y culturalmente, hay elementos que pueden contribuir a la discusión:

  • Varios de los conjuntos de menhires registrados están asociados, al menos espacialmente, a tumbas en cuevas o abrigos rocosos situadas en sus alrededores; muchos de estos recintos funerarios vienen siendo saqueados o alterados desde hace años: El Naranjito, El Cerezal, Cocubal, El Pedregal de La Estancia, El Cenicero, (Jericó); Chipacentro (Chita); El Pueblo de Las Mercedes (Chiscas); El Jordán (Güicán), etc.

  

Foto Nº 3. Jericó, Cocubal, menhir Loma El Dato. Este, al igual que algunas tumbas
que hay en los alrededores, ha sido intervenido (derribado) en busca de tesoros.
  • Al analizar su emplazamiento se observa que buena parte de ellos están localizados en lugares desde donde se posee un amplio control visual del entorno (visibilidad) y así mismo son notorios o prominentes dentro del paisaje (visibilización). Es de anotar que para los observadores el menhir y el lugar donde éste está emplazado no solamente tiene valor cultural simbólico, sino que también implica un manejo o control territorial. Es así que, para un observador a la distancia, el menhir en sí no va a ser el elemento de mayor interés pues debido a su tamaño no va a poder distinguirlo bien, lo que va a apreciar es su emplazamiento. Por tanto lo que es relevante es el carácter de demarcador territorial que éste ofrece como guía para los desplazamientos que se dan entre diferentes zonas e indicativo de la ocupación o del carácter sagrado de ese paraje. Además, desde estos se aprecian otros lugares donde hay conjuntos de arte rupestre o menhires (intervisibilidad) y los asentamientos de las comunidades que posiblemente los erigieron, los cuales muchas veces están cerca de estos. Esto implica que no son solamente los elementos artificiales, construidos en ellos, los que juegan un papel de importancia, sino que son los lugares o sitios como tales, los que tienen una significación importante. Es interesante añadir que la mayor parte están situados espacialmente con referencia a un curso de agua, principalmente los ríos que bajan de la Sierra, elementos del paisaje que se convierten en rutas de paso, ejes territoriales, y por lo tanto ejes cósmicos (Ver perfiles No. 1-2).

Para realizar un registró adecuado y detallado de los menhires, se propone catalogarlos de acuerdo a variables que permitan una comparación basada en unos indicadores más definidos. Para esto nos apoyamos en el inventario de monumentos megalíticos elaborado por Criado et al. (1986: 35), también retomamos algunos elementos de los trabajos de Ruiz-Gálvez y Galán (1991), Galán y Martín (1991-1992) y García (2000). Es importante precisar que el inventario y catalogación de estos bienes no se aborda en este documento, solamente se presenta una descripción y documentación básica, introduciendo algunos aspectos relativos a lo aquí tratado. Que creemos es suficiente para comprender mejor cual fue el manejo dado al medio por los comunidades emplazadas en inmediaciones de la Sierra y de ahí proponer que esa región estuvo y está demarcada por un conjunto de sitios o espacios sagrados que aún hoy en día son reconocidos, tanto por los indígenas como por los campesinos. El estudio detallado de estos lugares es una actividad a realizar en el futuro; por cuanto todos estos bienes, y otros que no se conocen, están dispersos en un área de unos 10.000-15.000 km2. (Ver mapa Nº 1)

Mapa Nº 1

 

Espacio y paisaje


Cuando hablamos de la localización no interesa solamente la ubicación espacial de los monumentos, también es importante conocer, en lo posible, la forma como utilizaron y ocuparon el medio –entiéndase territorio- en el cual interactuaron. Esta actividad se facilita, por cuanto las características actuales de la zona parecen sugerir que no ha sufrido cambios drásticos en los últimos dos mil años. Aún así, aunque una zona posea unas condiciones ambientales determinadas su utilización por parte de una comunidad estará mediada por su manera de concebir-percibir el mundo (cultura); por lo tanto dos comunidades que habiten una misma región, podrán tener respuestas o estrategias diferentes para utilizar ese territorio. Igualmente aunque el aspecto de la zona no haya cambiado demasiado la percepción de ésta, por parte nuestra, será diferente de la de las comunidades que nos precedieron (arqueología de la percepción). Por este motivo se parte de la premisa que la cultura deja huellas en el medio (paisaje-territorio); entendiéndolo como el territorio sobre el cual una o varias comunidades ejecutan no solamente las actividades básicas de supervivencia, sino que en él se encuentra inmerso el entramado cultural, el cual no necesariamente está supeditado a lo económico como en el caso de los U’wa, donde este aspecto pareciera estar relegado o en una posición secundaria frente a lo ceremonial. Esa trama cultural modela el espacio, creándose de esta manera un paisaje característico que termina siendo la representación de la relación que se da entre éste –espacio- y la cultura. (Criado et al. 1985). Si asumimos los presupuestos de la arqueología del paisaje, la cual según Criado (1999) tiene como meta el estudio y reconstrucción de los paisajes arqueológicos, en otras palabras el estudio con una metodología arqueológica de los procesos y maneras de culturización del espacio a través de la historia. Para él el paisaje como producto social estaría compuesto por:

  1. El espacio como entorno físico o matriz medio ambiental en el que se da la acción humana. Para su estudio se debe contar con el apoyo de las disciplinas medio ambientales.
  2. El espacio como entorno social modificado por el hombre y en el que se producen las relaciones entre grupos.
  3. El espacio como entorno pensado o medio simbólico que ofrece la posibilidad de analizar la apropiación y percepción humana de la naturaleza (espacios sagrados).

Esto se corresponde con lo propuesto en un trabajo posterior por Amado et al (2002) cuando afirman que el Patrimonio Arqueológico está compuesto esencialmente por realidades tridimensionales, es decir formas espaciales que están emplazadas en un espacio concreto o paisaje, con el cual mantienen relaciones significativas, siendo esas correspondencias las que permiten comprender la naturaleza de los sitios arqueológicos (situación, delimitación, funcionalidad, significación, etc.). Tomando como punto de partida estos lineamientos, se propone presentar y analizar algunos elementos que permitan ver como los grupos humanos que habitaron la Sierra se apropiaron-usaron el espacio físico, para a partir de él crear un espacio social humanizado, económico, político, territorial, etc. Para lograr esto debieron desarrollar un orden imaginado; es decir un espacio simbólico que como tal ha de ser sentido, percibido y pensado por los miembros de esas comunidades (Criado, 1997). Esto implica que el componente simbólico es una parte esencial del paisaje social, siendo necesario comprenderlo de una manera integral. Sin embargo surge la duda sobre la posibilidad de reconstruir y entender el significado y la dimensión simbólica de un paisaje arqueológico a partir de nuestros sentimientos y percepciones actuales sin caer en la subjetividad.

Este espacio simbólico fue configurado por parte de las comunidades que allí habitaban con la creación de un conjunto de centros ceremoniales o espacios sagrados, situados estratégicamente entorno de la Sierra; algunos de carácter monumental (Chita, Róyota, etc.). Los cuales fueron constituidos a partir de elementos fijos-naturales prominentes (rocas in situ, cascadas, fuentes de agua termal, lagunas, etc.) donde erigieron, en ocasiones, monumentos arquitectónicos (estructuras en piedra, menhires, etc.). Esto se corresponde con la información suministrada por los cronistas coloniales respecto a que los Lache adoraban las piedras, práctica que también tuvieron grupos de la Sierra de Mérida en Venezuela: [adoraban] todas las piedras, porque decían que todas habían sido primero hombres, y que todos los hombres en muriendo se convertían en piedras, y que había de llegar el día en que todas las piedras resucitasen hechas hombres.”(Fernández de Piedrahita 1973: Vol. I. 56).

Este culto a las piedras ha permanecido a través del tiempo entre los actuales U’wa, como al interior de las comunidades campesinas, pero con algunas modificaciones. Esto es notorio en el caso de Chita, donde hay leyendas campesinas con respecto al sitio de Chipacentro, ubicado en el sector del Resguardo de Chita, en las cuales el tema central gira en torno a la transformación de hombres en piedras. Es más, el escudo municipal de Chita en la parte superior lleva inscrita la leyenda “Hombres de Roca Fuerte”, que según Enciso (1992) es el significado del apodo con que se conoce a los chitanos o Rucos.

La arquitectura monumental representada por la emergencia de construcciones artificiales permanentes (fenómeno megalítico) constituye el primer ejemplo de modelo de domesticación del paisaje. Siendo la tecnología arquitectónica el mecanismo “de construcción del paisaje social que mediante dispositivos artificiales domestica el mundo físico no sólo introduciendo hitos arquitectónicos en el espacio natural para ordenarlo según referencias culturales, sino también controlando e imponiendo la pauta de percepción del entorno por parte de los individuos que la usan” (Criado,1999:35) (Ver fotos Nº 4-5).

Fotos Nº 4-5. Güicán Róyota. Vistas de la estructura rectangular conformada
por menhires, sus dimensiones son 6 X 20 m. Aunque en La Sierra se conoce o
se sabe de otros sitios donde aún hay o había construcciones similares
(Chipacentro, La Plazuela de San Francisco, El Oratorio, Sínsiga) ésta, según los mismos U’wa, es una de las mejor conservadas.



 

paisajes sagrados - Centros Ceremoniales

 

Aunque los centros ceremoniales existentes en La Sierra están incorporados a la mitología de los actuales U’wa, y que una buena parte se hallan emplazados en el territorio que a la llegada de los europeos era habitado por esta etnia, surgen inquietudes con respecto a sí fueron ellos quienes los erigieron o no. Entre estas tenemos que varios monumentos se ubican en lugares habitados por los Lache; grupo que, para algunos autores (Falchetti 2003), sería diferente a los U’wa pero que en concepto nuestro y de otros autores (Silva 1945; Osborn 1985; Pérez, 2006) eran la misma etnia (siendo quizá diferentes linajes), quienes adoraban las piedras (8). La otra inquietud se basa en que la mayor parte de los centros ceremoniales, con estructuras en piedra, contienen materiales del período Formativo Tardío. Es más las fechas radio carbónicas disponibles les otorgan una antigüedad de unos 2.000 años.

8. Según el padre Amaya (1930: 8) siguiendo al padre Rochereau el término Chita para los Tunebo (U’wa) significa orilla, límite. Este significado no aclara si ese límite o orilla hacía alusión a otro grupo o que hasta ese lugar llegaba el territorio U’wa. Para Enciso (1992) la palabra Schita en U’wa significa hermana, lo cual indicaría una gran familiaridad entre los Lache y los U’wa.

 

En la Cordillera Oriental se conoce un sinnúmero de yacimientos del período Formativo Final (prechibchas, prelaches, preguanes) y Muisca aunque solamente en unos pocos hay evidencias de la presencia de estructuras en piedra: El Infiernito (Villa de Leiva), el Templo de Goranchacha (Tunja) (9). Para Guatavita en Cundinamarca hay reportes de dólmenes, cuya cronología aún es incierta (Broadbent, 1965). Estos por sus características se podrían considerar como espacios sagrados en la cordillera; pero aún así, según la información disponible, la mayor concentración de espacios sagrados que incluyen adecuaciones artificiales en piedra se concentran en La Sierra (10).

 

9. Esta condición de sitios sagrados puede extenderse a un sinnúmero de parajes: las lagunas de los páramos y los sitios donde hay pictografías; lugares que han sido asociados a elementos del cristianismo, un ejemplo es la imagen de la Virgen en las piedras de Suesca (Cundinamarca) y otro la pequeña capilla que hay en Chita encima de las pictografías de la vereda La Playa.

10. Otros yacimientos en la Cordillera donde hay evidencias de elementos en piedra de gran tamaño son La Salina de Mongua (Silva 1966) y los Dólmenes de Guatavita, Cundinamarca. Estructuras similares a las de Guatavita se han identificado en Junín (Chipazaque), Cundinamarca y en el piedemonte llanero, cerca de San Juanito y El Calvario en el departamento del Meta (comunicación personal Ricardo Riaño, 2002)

 

Esto último lleva a sugerir dos posibilidades:

  • Los U’wa o Lache serían una comunidad antigua en la Cordillera y fueron ellos quienes erigieron estos centros (11). Dos hechos juegan a favor de esta posibilidad, el primero es que la mayoría de estas manifestaciones culturales se halla en el territorio Lache o U’wa, coincidiendo su ubicación con la delimitación etnohistórica vigente para el siglo XVI. El segundo es la cronología asociada, la cual se remonta al siglo I-II a. C.
    11. Con la palabra erigir se hace referencia a los elementos artificiales menhires, alineamientos, estructuras, etc., pues como es lógico muchos de los sitios sagrados, como tal, sin modificaciones deben datar de épocas muy tempranas (período Paleoindio), pero no se poseen evidencias materiales que permitan sustentar su ocupación desde ese momento.
  • Los U’wa o Lache tomaron e incluyeron en su mitología estos centros ceremoniales y las construcciones existentes en ellos. Esta proposición se basa en que, tal como lo muestran los estudios etnográficos, los U’wa han reordenado su mitología y manera de ver el mundo de acuerdo a los sucesos que han visto o padecido. Así mismo, se sabe que para los Lache las piedras desempeñaban un papel esencial. La apreciación anterior coincidiría con lo propuesto por Falchetti (2003) cuando anota que pudieron existir conocimientos y costumbres antiguas compartidas por los Lache y los U’wa y por extensión entre las etnias Chibcha, es decir podría tratarse de comunidades diversas que compartían una tradición cultural común. Por consiguiente, si los menhires y elementos megalíticos existentes en la Sierra son producto de una comunidad anterior, su antigüedad se remontaría a unos 2000-3000 a. P. Siendo probable que los Lache o U’wa continuarán erigiendo, en estos sitios sagrados, monumentos a manera de ejemplo tendríamos El Pedregal de La Estancia y probablemente el sector del Cerezal en Jericó donde, hasta el momento, no se han identificado, a excepción de los menhires, elementos que puedan provenir de esa época.

Según Parcero et al. (1998) al referirse a los paisajes sagrados opinan que no solamente se trata de hacer una síntesis diacrónica del paisaje social y de lo que pudo ser la constitución de un cierto tipo de espacio sagrado, sino que deben analizarse otros factores o practicas. Es decir, entender el significado de un área dentro de un código simbólico específico. Entendiendo el espacio sagrado como un producto humano, un paisaje con intencionalidad, significado y racionalidad que reflejaría en cierta forma la realidad.

El proceso de inventar - iniciar una tradición se basa en la incorporación de lugares sagrados previamente existentes reescribiendo tradiciones y el paisaje, algo similar pudo haber ocurrido en territorio U’wa o Lache. Por lo tanto el paisaje esta permeado por significados, no siendo solamente una fuente de provisiones para las comunidades que lo ocupan (Bradley et al. 1994)


Paisajes sagrados naturales y artificiales en la sierra

La Sierra fue demarcada con centros ceremoniales naturales y artificiales, los cuales a lo largo del tiempo se constituyeron en referentes obligados para sus habitantes, convirtiéndose en espacios o paisajes sagrados. Estos centros sagrados serían de diferente nivel y si cabe el término grado de complejidad y funcionalidad. Es más en ocasiones y dada su importancia (por su emplazamiento, control territorial, tradición, económica, etc.) cerca a ellos se establecerían los personajes de mayor importancia social y económica en época prehispánica, colonial y republicana. Un ejemplo es el sector del Pantano de Güicán, (12) lugar donde los caciques de la Sierra tenían sus viviendas, posteriormente, en la Colonia, en estos parajes erigirían casas de haciendas, persistiendo en la actualidad algunas de ellas, las cuales por sus características denotan la importancia del lugar. Ese es el caso de los sitios de El Oratorio (Jericó); El Jordán, Róyota y Sínsiga (Güicán) y El Pueblo de Las Mercedes (Chiscas). Así mismo, en sus alrededores se congregan actualmente las mayores densidades de población (Resguardo de Chita y Puebloviejo de Ura en Jericó) y en ellos, a la llegada de los españoles, se encontraban los principales centros de poder de la zona.

12. Función similar tendría el área actual de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) en Tunja, lugar donde se encontraban las viviendas (cercados) de los caciques Muisca de la región (Pradilla et al, 1992).

Otro elemento que parece ser recurrente es la existencia de pantanos o lagunas relativamente cerca o que son visibles desde estos sitios es el caso de El Jordán y Róyota en Güicán y La Laguna Limpia en cercanías de Cheva en Jericó. Con respecto a la presencia de pantanos o lagunas, cerca de estos sitios, en estudios realizados en España se ha observado que muchos guardan correspondencia con las rutas tradicionales utilizadas por manadas de animales salvajes, o son lugares donde éstos llegan a descansar (Infante et al. 1999). Aunque es presuroso homologar lo observado en Galicia con la realidad de la Cordillera Oriental, si es un elemento a tener en cuenta a la hora de ver la asociación de los sitios o paisajes sagrados con lagunas u otros escenarios parecidos (13).

13. En algunos humedales existentes en la Sabana de Bogotá se tienen referencias de la existencia de elementos en piedra, quizá menhires.

 

Lamentablemente algunos de estos sitios, los que poseen estructuras artificiales, han sido intervenidos pues son un obstáculo para las actividades agrícolas. Uno de los más importantes La Plazuela de San Francisco en El Espino fue destruido por la construcción de un aeropuerto. Este grado de alteración ha sido tal que ni los mismos centros ceremoniales o paisajes sagrados que se encuentran en la vertiente nororiental de la Sierra; dentro del Resguardo U’wa, en sus territorios más tradicionales y de difícil acceso (Cobaría, Sínsiga, Róyota), han escapado a la acción de los colonos-campesinos, quienes han efectuado excavaciones ilícitas y desplazado de su posición original algunos de los menhires. En Jericó dos menhires fueron trasladados de su emplazamiento y son utilizados actualmente como puentes para el paso de pequeñas quebradas (Ver foto Nº 6), mientras que en Chita, Chiscas y Jericó hacen parte de linderos o se usan para amarrar el ganado (Ver foto Nº 7).

Foto Nº 6. Jericó, Puebloviejo de Ura. Menhir utilizado como puente para el paso de una quebrada.
Foto Nº 7. Chita, Chipacentro.
Menhir utilizado para amarrar el ganado.

 

Como es evidente, es más fácil identificar los sitios o espacios sagrados que presentan modificaciones por la actividad humana. Por consiguiente los lugares que podemos considerar centros ceremoniales o espacios sagrados en la Sierra normalmente se localizan en sitios que presentan o poseen unas condiciones determinadas:

  • Se ubican en lugares estratégicos desde donde se tiene un buen control del territorio (visibilidad), también son visibles desde diversos sectores (visibilización) y en ocasiones a partir de ellos pueden verse otros parajes de estas características (intervisibilidad). Es preciso tener en cuenta que los estudios de visibilidad deben ser tomados como una herramienta válida, pero con precaución por cuanto en el pasado la masa vegetal pudo haber tenido una distribución diferente a la actual, esto conlleva a que sitios o lugares que actualmente se ven o aprecian desde otros sectores en otra época quizá no (Vicent et al. 2000. En De La Aleja, 2000). Es imprescindible conocer los posibles puntos de referencia contemporáneos y las áreas más frecuentadas; es decir, esta dimensión no es totalmente física y depende de muchos criterios que orientan al observador (Gonzalves y Souza,,1997. En De La Aleja, 2000). Esto explicaría la existencia de yacimientos importantes en lugares aislados visualmente, pero que tienen una dinámica interna compleja basada en ejes de visibilidad (Le Roux,1999. En de la Aleja s.f.). Esto es relevante para la vereda de Cocubal (El Cerezal), en Jericó; pues en ese lugar se combinan diferentes tipos de manifestaciones culturales de origen prehispánico, siendo el elemento principal un conjunto de menhires, interrelacionados, pero desde allí no se tiene un buen dominio del entorno. Para Criado (1994:23) la visibilidad puede definirse como la manera “de exhibir y destacar los productos de Cultura Material que reflejan la existencia de un grupo social” y en ella desempeña un papel muy importante la percepción (14), pues “aunque una cosa sea visible para nosotros o para sus autores, no tiene por qué ser percibida del mismo modo por ellos y por nosotros” (Ibíd.: 23). Es más a veces para que ese elemento pueda ser identificado es imprescindible tener un conocimiento previo de él – entenderlo - para así poder reconocerlo y percibirlo.
    14. El subrayado es nuestro.

  • Generalmente controlan cuencas visuales amplias tales como los valles de ríos (Nevado, Chitano, Chicamocha, Róyota) lugares donde generalmente se hallan los suelos con mejores aptitudes agrícolas. De todas maneras y tal como lo anotan Criado et al. (1999, 2002), no se puede hacer extensiva esta apreciación, pues en el pasado esta visión no necesariamente era similar. Es decir, los suelos o tierras más aptas y por ende más apetecidas en la actualidad no lo podrían ser en el pasado; en esto estarían mediando, factores culturales y las estrategias tecnológicas y culturales utilizadas para su explotación por parte de esas comunidades. Es así como un suelo que es catalogado como bueno por una comunidad para otra que posea un arsenal cultural y tecnológico diferente no sería igual.
  • Estos lugares, tal como lo señaló Osborn (1985), y ha sido corroborado en este estudio, se hallan emplazados cerca de la confluencia de cursos de agua que generalmente descienden de la Sierra, y al mismo tiempo son rutas naturales, esta ubicación además de estratégica se relaciona con lo simbólico, pues los ríos y el agua para algunas comunidades son fuente de vida.
  • Se localizan o dominan áreas de paso o zonas de tránsito y señalizan, por decirlo de esta manera, caminos considerados tradicionales por los U’wa. Es el caso de la vertiente nororiental de La Sierra, donde en el Boquerón de Cardenillo situado a 4.300 msnm se inicia el camino que desde Güicán lleva a varias poblaciones U’wa actuales (Róyota, Sínsiga, Bachira), pasando cerca de la Laguna Grande de Los Verdes. Este se halla demarcado, en algunos lugares, con estructuras en piedra tanto naturales como artificiales (Róyota, Sínsiga, La Selva Blanca). Para La vertiente oriental, occidental y suroccidental de La Sierra parece que ocurría lo mismo. Actualmente en el Boquerón de Cardenillo hay un muro en piedra, probablemente moderno, ese lugar es para los U’wa una especie de puerta que comunica o separa su territorio con el de los blancos. (Ver foto Nº 8)
Foto Nº 8. Güicán, Boquerón de Cardenillo a 4.300 msnm, por allí discurre el camino
tradicional que desde Güicán va a Róyota, Bachira, Bókota y Cobaría. Se aprecia el
muro que separa el resguardo del territorio de los blancos.

  • La mayoría de los sitios sagrados localizados, hasta el momento, en la vertiente occidental y suroccidental albergan evidencias que indican su ocupación desde el período Formativo Tardío hasta el siglo XVI d. C. y aún hasta el presente. Esto no significa que los yacimientos o sitios sagrados, ubicados en la vertiente oriental y nororiental, no posean evidencias similares, sino que por encontrarse dentro del territorio sagrado U’wa (territorio ancestral, resguardo actual) son sitios sagrados, por ese motivo allí no pueden realizarse investigaciones a mayor profundidad, y aunque uno pueda reconocerlos directamente, por tratarse en ocasiones de lugares con buena cobertura vegetal es complicado detectar en la superficie del terreno cerámica o líticos. Es muy probable que existan otros lugares sagrados en La Sierra cuyo acceso ha estado vedado para los no indígenas.
  • Muchos de los sitios sagrados se localizan, principalmente, entre los 2.700-2.800 msnm en clima frío. En lugares con pendientes moderadas que no requerirían mayores modificaciones o cerca de parajes donde hay inflexiones del relieve (Los Alcaparros, Jericó). Allí, o próximo a ellos, es común la presencia de suelos bien drenados y de buena calidad para la producción agrícola.

En ocasiones se puede inferir la existencia de lugares de importancia sagrada no solamente por los elementos artificiales (construcciones-monumentos) que han sido erigidos en estos, sino por los nombres que poseen: El Oratorio (Jericó), El Santuario (Cocuy), La Piedra del Diablo, La Cueva de La Cuchumba (Güicán), La Laguna de Eucas (Chita), etc.

Siguiendo a García (2000), algunos de los sitios o espacios sagrados emplazados en los alrededores de La Sierra, por sus características, podrían incluirse en lo que se conoce como arquitectura megalítica; definición que incluye desde estructuras ciclópeas simples hasta sofisticadas construcciones, cuya función básica se puede dividir en dos: las de carácter ritual y simbólico y las funerarias. Por consiguiente las interpretaciones actuales son analizadas desde estas dos perspectivas:

  • Como expresiones rituales necesarias para la reproducción ideológica del orden social presente en las comunidades que las construyeron.
  • Como demarcadores territoriales para las sociedades que las erigieron. Para reafirmar esa territorialidad muchas veces al interior de ellas o en sus cercanías enterraron a sus muertos.

Esto es importante por cuanto se ha observado que los sitios sagrados descritos para La Sierra se encuentran asociados o relacionados con una u otra de estas dimensiones y en ocasiones ambas. Según Bradley (1988, en De La Aleja, 2000) esto corresponde con la relación entre vida y muerte, lo cual estaría relacionado con la presencia de estructuras asociadas a los túmulos megalíticos, algunas situadas en sus alrededores y otras por debajo de estos, que generalmente se han considerado como espacios habitacionales. Para Bradley esto asociado a la presencia de estructuras circulares nos llevaría a la noción de un tiempo o movimiento continuo circular, basado en la interrelación de la vida y la muerte, que en base a esta oposición dual se transforma en un tiempo ritual no cronológico. Lo anterior se relacionaría también con los patrones circulares de organización del espacio, donde “el individuo es un punto central de percepción; desde ahí controla, mediante la visión, lo que le rodea, y así crea el espacio; después camina, aprehende el entorno y así comprende el espesor de ese espacio; después piensa, y dispone, divide y establece distinciones significativas, y así introduce sentido y orden en el espacio, lo transforma en paisaje” (Criado, 1999:51); este mismo patrón se podría ver en la manera de manejo y concepción del medio por parte de los U’wa, especialmente en sus relatos míticos (vuelo de las tijeretas).

Lo expresado en el párrafo anterior se correspondería con las características de los elementos megalíticos, es decir con su construcción monumental y sólida que le daría una sensación de atemporalidad, basada en la relación espacio habitacional-espacio megalítico. Coincidiendo con la definición de monumento de Criado (1994) para quien el rasgo que lo identifica, con respecto a otros productos humanos, es su proyección temporal, siendo diseñado para mostrarse espacialmente y mantenerse a lo largo del tiempo. Por la información procedente de nuestros estudios, y datos suministrados por habitantes de la zona, conocemos de la existencia de estructuras enterradas en algunos de los centros ceremoniales o espacios sagrados de La Sierra y de estructuras (cimientos) aledaños a estas, los cuales corresponderían a vestigios de viviendas contemporáneas o más antiguas que las estructuras de tipo megalítico. Es decir allí se conjugaría la vida y la muerte, lo que lleva a la noción de espacio circular.

A continuación enunciaremos los que consideramos espacios sagrados situados en inmediaciones de La Sierra Nevada, pero antes de proseguir debemos tener en cuenta que todos estos espacios sagrados se encuentran o hacen parte de un espacio o paisaje sagrado mayor que es La Sierra como tal (Ver Foto No. 9. Mapa No. 1.):

      1. Piedralarga o El Tablón, sector del Resguardo, municipio de Chita.
      2. El Cenicero, vereda de Puebloviejo de Ura, municipio de Jericó.
      3. El Cerezal, vereda de Cocubal, Jericó.
      4. El Pedregal de La Estancia, vereda de La Estancia, Jericó.
      5. La Loma El Dato, vereda de Cocubal, Jericó.
      6. El Cucharo vereda de Bacota, Jericó
      7. El Oratorio, vereda de La Ovejera, Jericó.
      8. La Plazuela de San Francisco en el municipio del Espino.
      9. El Upal, municipio del Cocuy.
      10. El Jordán, municipio de Güicán (aguas termales).
      11. La Cueva (cascada) de La Cuchumba, vereda La Cueva, Güicán.
      12. Róyota, Güicán.
      13. E
      l Salado, Pueblo de Las Mercedes, municipio de Chiscas.
      14. Las piedras masculina y femenina situadas en el sector de La Selva Blanca, Bachira (Güicán).
      15. La Laguna de Eucas, ubicada en Chita a más de 3.500 msnm.

Foto No. 9. En estas imágenes aparecen Luis Caballero, líder U’wa de Güicán y Armando Berua Tegria secretario del Cabildo Mayor U’wa en la Sierra Nevada. Para ellos ésta es sagrada y tienen entre sus prohibiciones pisar la nieve.

Si quisiésemos esta lista podría ampliarse, por cuanto en la elección de los lugares donde se establecen los sitios de vivienda debieron mediar aspectos de tipo cultural y simbólico, no solamente económicos. No se trataba solamente de construir una vivienda sino que este lugar debería cumplir con unas condiciones básicas; que tal como se ha observado, para los actuales U’wa, no solamente tenían que ver con la obtención de recursos. Por lo tanto casi todo lugar donde había habitaciones prehispánicas tendría alguna connotación sagrada. Como ejemplo de esto tendríamos los lugares donde se situaban las viviendas o cercados de los caciques tales como El Cercado Grande de Tunja, El Pantano en Güicán y la zona del Templo del Sol en Sogamoso, sitios donde se concentraba el poder político y religioso. En ellos, además de vivir los caciques, había bohíos destinados a guardar las momias de caciques anteriores; o para enterrar sus muertos, conjugándose allí la vida y la muerte. Esta connotación también se puede apreciar entre los Tairona (Sierra Nevada de Santa Marta), quienes hacían ofrendas en los cimientos de las casas en recipientes cerámicos (ofrendatarios) que generalmente contenían piedras pulidas o sin pulir de diferentes colores y formas.

A continuación presentaremos la información que sustenta nuestra apreciación; aunque debe precisarse que dado el amplio territorio donde se hallan dispersos todos estos sitios, solamente indicaremos los motivos que nos llevan a considerarlos lugares o espacios sagrados (15).

15. La información referente al trabajo de campo y el inventario de estos bienes se presenta en el documento base de este artículo. (Pérez 2006)

 

Si asumimos que los monumentos megalíticos existentes en La Sierra fueron erigidos por un grupo anterior a los U’wa o Lache tendríamos que a lo largo de un amplio lapso de tiempo estos sitios fueron un referente importante para las comunidades que habitaron sucesivamente la zona. En ellos se pueden identificar tres períodos de ocupación:

  • El primero correspondería a los grupos del Formativo Final, comunidades que habitaron el altiplano a partir del último milenio a. C. hasta el siglo IV-V d. C. (16) y que en la literatura arqueológica se conocen como Tradición Herrera, Premuisca, Prelache. Los lugares o espacios sagrados donde hay evidencias de su presencia son: Piedralarga o El Tablón; El Cenicero; El Salado o Pueblo de Las Mercedes; La Plazuela de San Francisco o el Aeropuerto; El Upal El Cocuy y El Jordán. Para ellos las evidencias, disponibles, muestran un manejo y noción similar del medio, lo cual se ve reflejado en su cerámica y en la presencia de lo que podríamos llamar una industria, encaminada a la producción de bienes exóticos en piedra pulida, cuyos productos (placas aladas, colgantes, cuentas, etc.) tuvieron una amplia circulación por el extremo norte del altiplano llegando inclusive a territorio santandereano (Ver foto Nº 10). Entre estos bienes se destacan las denominadas placas o colgantes alados, elementos típicos en todo el norte de Suramérica y parte de Centroamérica (Costa Rica, Panamá, Colombia y Venezuela) y que poseían un alto valor simbólico intrínseco (Pérez 1999; Niño 1990; Wagner y Shubert 1972) (17). Esta ocupación se tiene documentada para esta zona de la Cordillera entre el siglo II a. C. hasta el III-IV d. C. y correspondería a sociedades que, por el registro arqueológico, ya presentaban evidencias de diferenciación social. La mayoría de los sitios de esta ocupación se hallan por encima de los 2.000 msnm.

    Foto No. 10. Sitio Arboloco, vereda Vichacuca, Chita. En este lugar
    se identificó un taller especializado en la elaboración de objetos
    pulidos en piedra. A, C, D, E, F, G, L, M, N placas o colgantes alados:
    H colgantes triangulares. I, J, K cuentas de collar;
    O piedra con orificio utilizada como colgante. Se alcanzobservan
    los diversas etapas de elaboración. 

    16. Para el área cercana a la Sabana de Bogotá en la cuenca del río del mismo nombre se poseen fechas que llevan los inicios de esta ocupación hasta 800-900 a. C.
    17. En el Resguardo de Chita, zona donde se ubica el centro más monumental de la Sierra se identificó y excavó parte de un taller especializado en la fabricación de objetos en piedra pulida (cuentas, colgantes, placas aladas), cuyos fechados lo remontan al Formativo Final (Pérez 1999).

  • La segunda ocupación estaría asociada a los Lache o U’wa, quienes ocuparían la región a partir del siglo VI-VII d. C. hasta el XVI d. C. cuando son encontrados por los europeos. Para este momento se trataría de sociedades tipo cacical, donde destacaba la presencia de una confederación presidida por el cacique del Cocuy, quien ejercería dominio en la mayor parte del área adyacente a la Sierra, en sus vertientes occidental y suroccidental (Langebaek 1987, 1992). En este período se podrían diferenciar dos momentos; el primero transicional se infiere por la presencia de elementos diagnósticos en la cerámica que parecen compartir rasgos con el período precedente (incisión, pintura). El segundo correspondería a las comunidades vistas por los españoles las cuales se caracterizaban por un alto grado de consolidación sociopolítica. Los sitios que podemos relacionar con este momento son: Piedralarga o El Tablón; El Cenicero; El Salado o Pueblo de Las Mercedes; La Plazuela de San Francisco o El Aeropuerto; El Upal y El Jordán, a los cuales les sumamos El Pedregal de La Estancia, El Oratorio, El Cerezal, La Loma El Dato, El Cucharo y La Loma del Zorro. A este momento pertenece la mayoría de los sitios arqueológicos que se han identificado en la zona aledaña a La Sierra y el río Chicamocha.
  • La tercera se extiende desde el período colonial hasta la actualidad y en ella se continúa la ocupación de prácticamente los mismos lugares que estaban habitados en el siglo XVI. Muchos de ellos siguen despertando o poseyendo importancia para los campesinos y tienen denominaciones tales como: La Piedra del Diablo, Malpaso, El Infiernito, El Oratorio, El Cenicero, etc. Aunque algunos son incorporados a la tradición religiosa cristiana como La Cueva de La Cuchumba, El Peñón de Los Muertos, etc., otros son mirados con respeto y quizá temor (El Infiernito, La Piedra del Diablo, etc.)

Hay varios sitios como La Loma del Dato, Róyota, La Cueva de la Cuchumba, Los Alcaparros, La Laguna de Eucas, las piedras masculinas y femeninas situadas aguas abajo de Bachira y algunos de los lugares donde hay menhires aislados; para las cuales no se puede precisar aún su cronología, pero en nuestro concepto son parajes que han tenido una gran relevancia desde épocas muy tempranas (18).

18. Además de los sitios mencionados hay información de la existencia de menhires en los sectores de Betabeba, en Chiscas; Sínsiga, y tras la Sierra en el área conocida como Ranchería, en el predio Paloblancal, a unos 69 kilómetros en término de Güicán.

 

En conclusión, un buen número de estos yacimientos fueron ocupados durante los tres períodos y albergan o albergaron estructuras en piedra: menhires, cimientos de planta circular y cuadrada y a veces muros de contención. Otros elementos coincidentes son la presencia de artefactos elaborados en piedra pulida (cuentas, colgantes alados, placas), astas de venado, etc. estos son: Piedralarga o El Tablón; El Cenicero; El Salado o Pueblo de Las Mercedes; La Plazuela de San Francisco o el Aeropuerto; El Upal y El Jordán. Todos hacen parte de la mitología U’wa o Lache y presentan rasgos particulares:

  • Se ubican en sitios donde los suelos son bien drenados y de buena calidad agrológica.
  • Generalmente están en lugares estratégicos, desde donde se tiene un buen control del entorno. Además se hallan distribuidos en los diferentes costados de La Sierra, siguiendo los cursos de agua que descienden de ella.
  • En ellos se concentra, actualmente, un buen número de población con respecto al total de esos municipios.
  • Tres de ellos (donde se han realizado excavaciones) presentan estructuras enterradas (Piedralarga o El Tablón en Chita; El Cenicero en Jericó; El Salado o Pueblo de Las Mercedes en Chiscas).

Aun así, sigue la duda con respecto a la cronología de las estructuras líticas, por cuanto si ellas provienen del Período Formativo Final o Tardío, tal como lo indican las fechas radio carbónicas, tenemos que la lista anterior se amplia y en ella deben incluirse: Róyota, Sínsiga, Cobaría, El Oratorio, El Pedregal de La Estancia, El Cerezal, La Loma El Dato, Los Alcaparros, El Cucharo y La Loma del Zorro entre otros. Siendo así tenemos que toda La Sierra y sus inmediaciones albergaron un buen número de sitios que han desempeñado un rol sagrado desde hace unos 2.000 años.

Si esto es así y los Lache o U’wa son una misma etnia, podría explicarse de una manera más fácil la variedad de elementos arqueológicos existentes en La vereda de Bacota, Jericó, en un área relativamente reducida como lo es el sector El Cucharo, La Loma El Dato y La Loma El Mercado. En esta zona los trabajos arqueológicos han permitido identificar un conjunto pictográfico, dos posibles menhires, cimientos de vivienda, cuevas funerarias, un sitio astronómico (¿) y dos rocas in situ, una de estas en el paraje que se conoce como La Loma El Mercado. Todos estos elementos pertenecerían a diferentes épocas:

  • Los menhires de El Cucharo y la estructura de La Loma El Dato estarían asociados al Formativo Tardío. Estos sitios se hallan conectados visualmente (intervisibilidad) y se relacionan con el menhir emplazado en el sitio de Los Alcaparros en la vereda El Juncal. Así mismo dominan visualmente el cañón del río Chicamocha; particularmente la banda izquierda que estaba ocupada, en el siglo XVI, por comunidades Muisca. Desde dos de ellos se aprecia claramente la confluencia del río Chitano con el Chicamocha, sector conocido actualmente como La Rinconada, lugar donde hay cimientos similares que parecen corresponder a viviendas prehispánicas. En contra de esta suposición tenemos el hecho de que allí no se han encontrado fragmentos cerámicos y objetos elaborados en piedra pulida (placas aladas, cuentas, colgantes, etc.) relacionados con este período, aunque su ausencia correspondería con su papel de sitios de intercambio silencioso tal como lo planteo Ann Osborn (1985). (Ver fotos Nº 11-12)

Foto Nº 11. Jericó, Bacota. Estructura lítica Loma El Dato,
cerca de La Loma El Mercado,
desde allí se posee un amplio control visual del Cañón del Río Chicamocha.
Su función pudo haber sido de tipo astronómico.

 

Foto Nº 12. Jericó, El Juncal, Menhir Los Alcaparros. Desde aquí se aprecia
a plenitud el Cañón del Río Chicamocha y los lugares donde hay
estructuras líticas (Loma El Dato, El Mercado y El Cucharo). Unos días después de hacer el levantamientotopográfico el menhir fue desplazado de su posición original.
  • Los cimientos de vivienda serían contemporáneos con las ocupaciones Muisca y Guane. Esto puede inferirse por la presencia, en ellos, de cerámica Muisca y Lache. Principalmente la primera.
  • El conjunto pictográfico presenta diversos motivos en color rojo, negro, blanco, y crema, muchos de ellos superpuestos, lo que parece indicar que fueron plasmados en diferentes momentos. Aún así la variedad de colores podría implicar una mayor complejidad de este conjunto pictográfico con respecto a otros de la zona. Algunos de los tonos-colores y motivos presentes recuerdan a las pictografías de La Cueva Labrada en la vereda La Playa en Chita. (Ver foto Nº 11)
Foto Nº 13. Jericó, Bacota, sector El Cucharo. Conjunto pictográfico El Naranjito, cerca de los menhires de El Cucharo y de cuevas utilizadas con fines funerarios.
  • Las cuevas funerarias existentes presentan elementos que sugieren una utilización prolongada, quizá desde el Período Formativo Tardío; tal como lo sugiere el hallazgo en la vereda de Chusvita municipio de Socotá, cerca al río Chicamocha, a pocos kilómetros de distancia, de fragmentos cerámicos del tipo Covarachía Inciso Impreso y en Soatá de un fragmento de cuenco que puede provenir también de esta época (Pérez 1990). En las cuevas de Bacota se han hallado cistas en piedra y fragmentos cerámicos Muisca y Guane, algo lógico dado la posición limítrofe de este lugar.

Si a lo anterior le sumamos la información etnohistórica que es clara en afirmar que este sector, en el siglo XVI, era el límite entre las etnias Muisca y Lache y que en la actualidad cerca de allí se encuentra el límite municipal entre Jericó y Socotá tenemos que este paraje debió ser considerado en el pasado como un demarcador territorial de gran importancia, es decir se trataba de un espacio o paisaje sagrado. Lo cual también se ratifica por la existencia, en esa área, en época colonial del Mercado de Ogamora, que probablemente se hallaba en el sitio conocido hoy como La Loma del Mercado. Allí iban los indígenas Muisca de Chusvita (19). Otro elemento de importancia es que por allí pasa el camino antiguo (real) que comunicaba con los pueblos Muisca situados en la banda izquierda del río Chicamocha (Tupachoque, Ocavita, Sátiva), pertenecientes a la confederación Muisca de Duitama. Existiendo en la actualidad un sitio denominado Puente Ogamora, por donde cruzan el río Chicamocha y que debió de haber sido vital en épocas pasadas. Antes de que se construyera este puente debió de existir allí una cabuya o tarabita (20) que era el medio utilizado por los indígenas para cruzar los ríos o quebradas caudalosas. La cerámica hallada en La Loma El Mercado es contemporánea con las ocupaciones Muisca y Guane.

19. Generalmente los lugares de mercado, en el altiplano cundiboyacense, se localizaban en sitios limítrofes o cerca de estos. Estando asociados a la presencia de grandes rocas.
20. La cabuya o tarabita consistía en una soga colocada a lo ancho del río amarrada, a cada orilla de este, a un árbol grande o un madero. La persona que iba a pasar utilizaba una horqueta de madera fuerte, que era atada a su cuerpo con otra soga y por medio de esta se deslizaba de una orilla a la otra. De esta manera se pasaba fácilmente el río.

 

Aún nos resta referirnos a otros parajes de importancia, en la región, y que harían parte de la categoría de sitios sagrados; estos son los lugares donde no hay modificaciones artificiales pero que han desempeñado o siguen desempeñando un rol importante, para los U’wa y los campesinos actuales. Entre estos tenemos.

  • Las Termales de Güicán. Localizado cerca de la confluencia de los río Mosco-Nevado y Cóncavo, en la margen izquierda del río Nevado vereda El Jordán, a unos 2.600 msnm y a un kilómetro de distancia del Pantano (21) existente al lado de la casa de la Hacienda Vera es mencionado en los mitos de origen y creación de los alimentos de los U’wa (Ver foto Nº 14):

“…En las peñas había la candela. Pero faltaba el agua. Entonces Sira vuelve a trabajar y masca Anará, otro hayo (22) celestial y llega Yaksowá. El viene de abajo, de cerca de Yanuará con una petaca que contiene cuatro calabacitos, además lleva bolsas con hayo propio. Lo primero que hace es retener el agua del mar, para lo cual viaja hasta el cielo para solicitar a la familia de Sira, un aparato que contenga el agua. Una vez que lo obtiene y tranca el agua empieza a repartir el agua que lleva en los calabazos por los lugares donde están los cerros, formando los ríos, quebradas, lagunas, también pone la lluvia, finaliza su labor con las aguas termales arriba de Güicán.”

(Pradilla 1983: 11)

 

21. Este lugar es el mismo Pantano de Güicán mencionado en los documentos coloniales.
22. En los documentos coloniales el término hayo es utilizado para referirse a la coca.

Según información suministrada por habitantes de la zona este sitio se denominaba La Plaza del Baño, y allí iban a mercar los campesinos de Guacamayas, El Espino, San Mateo, Chiscas, etc. parece que antiguamente había menhires. El fragmento del mito presentado muestra como el agua (ríos, lagunas) desempeñó un papel importante, teniendo una connotación de fertilidad y de organizador, en cierta forma del territorio; para lo cual eran importantes los ríos que descienden de los cerros (nevado), en diferentes direcciones, cerca de los cuales se erigían estructuras en piedra que reforzaban esta organización del mundo. Según Osborn este sitio corresponde al Nº 250, en su trascripción del Vuelo de Las Tijeretas, y se denomina Kókora; siendo el lugar de nacimiento de la deidad principal de la fertilidad llamada Kókora (23), cuando era niña y Rika ya adulta. En los sitios de agua termal los U’wa practicaban ritos relacionados con la longevidad, es decir con una vida pura sin enfermedades.

Foto Nº 14. Güicán, El Jordán. Vista del Pantano de Güicán.

23. Con el término Kókora los U’wa hacen referencia al momento en que las niñas se encuentran en la pubertad y se relaciona con el rito de iniciación femenina, donde la niña tiene que usar en la cabeza una especie de sombrero-gorro que también les cubre la cara.

  • La Cueva de La Cuchumba, vereda La Cueva, Güicán. Corresponde a una cueva por debajo de la cual pasa el río Nevado, formando una cascada, a unos 3.500 msnm. En este sector el río va serpenteando por un lecho rocoso y a unos 200 m, más arriba de la cueva, hay otra cascada formada por el mismo río. Según la leyenda allí se apareció en la colonia La Virgen Morenita de Güicán, o Virgen Negra, reverenciada por los U’wa quienes la iluminaban con trementina (24). Los U’wa, según relata Osborn (1995), dejaban en ese sitio sus productos de intercambio, se marchaban y al regresar encontraban otros bienes (sal o ruanas). Los U’wa denominan la virgen con el término Rika, es decir la asocian con la deidad de las fuentes de aguas termales (vereda El Jordán) y de las aguas puras del mundo de arriba. Las comunidades andinas manejaron un conjunto de oposiciones arriba-abajo, derecha-izquierda que no fueron ajenos a los U’wa (Lleras 1994). Por esta razón ellos van a bañarse a la cascada que hay al interior de la cueva, pues consideran que sus aguas son purificadoras (Falchetti 2003). Según observaciones nuestras los campesinos le tienen gran devoción a este lugar y también van a bañarse. Allí se observó una familia campesina del Cocuy, que fue a rezar a una capilla que construyeron en ese lugar y posteriormente procedieron a bañar, en la cascada, primero al niño más pequeño (2-3 años) y posteriormente se bañaron todos los demás. (Ver fotos Nº 15-16)

24. La trementina era obtenida por los U’wa a partir de la cera que recolectaban de los frailejones (vegetación típica de las zonas de páramo a más de 2.800 msnm). Para Chita se poseen datos que indican que era uno de los productos objeto de tributación en la colonia.


Foto Nº 15. Güicán, Cueva de la Cuchumba. Allí aún van a
bañarse los indígenas U’wa y campesinos de la región.
Foto Nº 16. Güicán, La Cuchumba. En la imagen se ve una familia campesina procedente del Cocuy rezando en la capilla erigida en honor a la virgen Morenita de Güicán. 

 

Según Osborn (1995) los blancos colocaban cruces pequeñas de madera en los intersticios de las piedras que hay allí. La importancia de la vereda de La Cueva en Güicán es tal que en una época quisieron separarse de Güicán y conformar un nuevo municipio. Como vemos este lugar debió jugar, desde una época remota, un papel importante para los U’wa, siendo su connotación tal que aún hoy es un referente importante para los habitantes de Güicán y Cocuy, lo que llevó a la creación de un mito católico (el de la Virgen Morenita). Este lugar junto con las fuentes de agua termal del Jordán y otros sitios tales como La Plazuela de San Francisco en El Espino parecen estar marcando, a través del río Nevado, una vía importante desde la Sierra hacía el valle del Chicamocha.

  • La Selva Blanca-Bachira. Se trata de un conjunto conformado por tres rocas naturales situadas aguas abajo del sitio donde está emplazada la actual comunidad de Bachira, a orillas del río Róyata.

- La primera piedra se denomina Tejira y está a 1.680 msnm en la margen izquierda del río Róyata, a unos 2-3 km. de distancia de Bachira, en el camino a Bokotá. Según informantes U’wa tiene connotación femenina y lleva un niño a cuestas (que es otra piedra más pequeña colocada encima de esta).

- La segunda a unos 2-3 kilómetros más abajo de la anterior a 1.650 msnm., es de mayor tamaño 3,9 m de alto por 5 m de largo y 3,3 m de ancho y tiene connotación masculina. Se encuentra en una vega en la margen izquierda del río Róyata, cerca de su confluencia con otro curso de agua que le llega por el costado derecho. (Ver foto Nº 17)

 

Foto Nº 17. Güicán, Bachira. Piedra de la creación sector de La Selva Blanca.

 

- La tercera un poco más abajo del lugar anterior, en un sector que presenta pendiente moderada, en la margen derecha del río Róyata. Cerca del sitio conocido como La Esca-lera, en el camino hacia Bokotá. Este lugar no lo alcanzamos a visitar y solamente se diviso desde lejos, tomándose fotos del sitio. Por la visual que teníamos se puede inferir que se trata de una roca de mayor tamaño que la anterior. Cerca de este lugar el río Róyata gira hacía la izquierda y debe cruzarse, para seguir el camino primero a Kuyuba y después a Bokotá.

- Podríamos inferir que las tres rocas en mención, sumadas al sitio donde está la estructura lítica de Róyota y La Laguna Grande de Los Verdes son indicadores del camino ancestral que va desde Güicán hasta los pueblos más tradicionales U’wa (Bokotá, Tegria y Cobaría). Estos elementos pétreos hacen parte de la mitología U’wa y significan:

    “…la historia y creación del mundo…cuando aclaro el mundo se quedo ahí como significado de un hombre importante [la segunda piedra] que permanece ahí como piedra pero que es probable que en un futuro pueda nuevamente moverse y irse…que se convirtió en piedra pa que no lo mataran…”

    (Relato de Luis Cristancho y Benjamín Caballero miembros de la comunidad U’wa de Bachira, Güicán, septiembre de 2004).

Ellos relataron que se trataba de varios personajes (héroes míticos U’wa) que iban subiendo hacía Bachira y otros lugares de tierra fría, pero eran perseguidos y para evitar que los mataran se transformaron en piedras. Este relato corrobora o coincide con lo mencionado por algunos cronistas y las leyendas existentes en la región (Chita) con respecto a la transformación de hombres en piedras. Una de estas piedras probablemente corresponde con la mencionada por Osborn (1985) para el grupo I, en el Primer vuelo con el número 165 y que se denomina Shema. Antes de terminar se debe mencionar que en el Pedregal de La Estancia en Jericó, lugar que era un asentamiento –aldea- Lache U’wa y donde se han identificado vestigios de al menos 20 viviendas en piedra en la parte central existe un menhir y hay una roca de gran tamaño de forma piramidal que probablemente tuvo que ver con la elección de este lugar para asentamiento. (Ver foto No. 18).

Foto No. 18. Jericó. Pedregal de la Estancia. Roca de forma piramidal
situada en la parte media del yacimiento, la cual no debió pasar
desapercibida para los antiguos pobladores del lugar.

Al marcar cada uno de estos lugares en un mapa podemos observar como su ubicación corresponde con el territorio que a la llegada de los españoles estaba ocupado por los Lache o U’wa y el recorrido de las tijeretas en sus vuelos (Ver Mapa No. 2.)

Mapa Nº 2

 

 

abreu

 

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Cómo citar este artículo:

Pérez R., Pablo Fernando. Paisajes arqueólogicos sagrados en territorio Lache - U´wa,
Sierra Nevada de Güican o Cocuy, Colombia.

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/paisajescocuy.html

2013

 

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