La multivocalidad: cultos cristianos y arte rupestre
Marcélia Marques marceliamar@terra.com.br Universidade Estadual do Ceará (UECE) / Brasil. Trabajo presentado en el I Simposio Internacional de Arte Rupestre – Colombia, en octubre de 2009.
“É verdade que toda obra de arte é um monumento, mas o monumento não é aqui o
que comemora um passado, é um bloco de sensações presentes que só
devem a si mesmas sua própria conservação, e dão ao acontecimento o
composto que o celebra”.
Deleuze & Guattari. O que é a filosofia? (1992:218)
La coexistencia de vestigios arqueológicos
prehistóricos e históricos es constatado fácilmente en los más diversos
contextos paisajísticos. En el noreste de Brasil, en zonas rurales de
los estados de Piauí y Ceará, los sitios arqueológicos de arte rupestre
fueron revisitados o reutilizados por fieles cristianos incentivados por
el espíritu religioso. En el presente, la manifestación de carácter
religioso es evidente, tanto en los gestos en cuanto a los objetos
ritualísticos que anuncian los actos de fe. La cruz, el emblema
cristiano, está presente en todos los sitios y, de cierta forma, afirma
la sacralización y reconquista de estos espacios en el presente. El
reconocimiento de la permanencia de documentos materiales y de prácticas
culturales, envolviendo diferentes temporalidades (pasado y presente) y
las variadas voces de las poblaciones contemporáneas anuncian la
diversidad de estos contextos en un proceso de resignificación. Tales
interferencias en los sitios de arte rupestre pueden asumir diferentes
grados. Algunas alcanzan directamente los paneles, otras se inscriben en
el entorno de los afloramientos o en lugares donde éstos no fueran
pintados o grabados. Por un lado, a principio, del punto de vista de la
preservación patrimonial de los sitios de arte rupestre, emerge el
problema de la destrucción de estos acervos. Por otro lado, los cultos
cristianos instituyen otros sentidos a estos espacios,
indudablemente en procesos distintos de aquellos vividos por hombres y
mujeres prehistóricos, pero esencialmente semejantes al elegir
afloramientos rocosos en el paisaje para dejar las marcas de sus huellas
y sus visiones del mundo.
Los significados del espacio y de sus
componentes asumen las más variadas referencias en la representación del
universo mítico-simbólico en las diversas culturas. Geertz (1989)
comparte con Max Weber en que “el hombre es un animal amarrado a telas
de significados que él mismo tejió”. En vista de eso, la cultura
se constituye de estas telas y su interpretación concurre a la
búsqueda de los sentidos de las redes de relaciones contextualizadas
social y culturalmente en diferentes temporalidades y espaciosidades. Si
la prehistoria es distanciada en el tiempo con sus espacios demarcados,
y de algún modo con espacios preservados intocablemente, ¿de qué manera
podrían ser disminuidas las distancias entre el pasado y el presente al
considerarse la convivencia de diferentes expresiones culturales en
estos contextos? ¿Hasta que punto estas manifestaciones contemporáneas
son irremediablemente destructivas?
Así como ocurren cambios en el plano
social, los paisajes también se transforman y a lo largo del tiempo
asumen nuevas formas. El geógrafo Milton Santos, al definir el paisaje,
apunta dos elementos principales en su constitución: los objetos
naturales y los objetos sociales, donde en estos últimos tanto reside el
trabajo humano del pasado en cuanto al presente. En el plano de la
actividad humana se inscribe también el espacio, que no debe ser
confundido apenas como forma geográfica, en la medida en que:
“O espaço é a matéria trabalhada por excelência: a mais representativa das objetificações da sociedade, pois acumula, no decurso do tempo, as marcas das práxis acumuladas”
(Santos, 2004: 33).
Lo que nos restó para leer y descifrar
de la prehistoria fueron espacios donde se contextualizan vestigios
antrópicos y naturales que, de acuerdo con el predominio de las
evidencias y de las interrelaciones de la cultura material, pueden ser
denominados según el predominio del uso y de la función, así como:
campamentos de caza, sitios de matanza, sitios de ocupación prolongada o
temporaria, sitios ceremoniales, sitios de arte rupestre, sitios de
habitación, talleres líticos, sitios cerámicos, apenas para citar
algunos. En tiempos pasados, en estos paleoescenarios vivos y dinámicos,
también fueron tejidas redes de significados estructuradas social y
culturalmente. Ocurre que, se nos escapan los gestos, las hablas, las
miradas, los deseos sexuales, las prácticas religiosas, las
complicidades, los insultos, los modos de comer, vestir y andar en lo
que se refiere a actitudes culturales vividas por los actores sociales
prehistóricos. En medio a la dinámica cultural y paisajista, las
prácticas religiosas cristianas motivaron la constitución de nuevos
espacios en sitios de arte rupestre con la presencia de objetos
ritualísticos de cultos cristianos, así como: cruz, ex-voto (estatuas
votivas en madera), estatuas de santos en yeso pintado, imágenes de
Jesúcristo y de la Virgen María en papel, velas y túmulos. Se resalta
que ni en todos estos objetos rituales se encuentran en la misma
proporción en todos los sitios, y de esta forma cada uno de ellos
presenta especificidades en los cultos cristianos.
Considero que la presentación de algunos de estos
contextos que denomino de “espacio-temporalidades multiculturales”, y
las enunciaciones de las variadas voces de las poblaciones que comulgan
del universo religioso cristiano, puedan redimensionar la noción de
preservación de los acervos de arte rupestre y motivar a pensar
acerca de algunos caminos para que los actos y voces silenciosas del
pasado puedan coexistir con las acciones y palabras de fieles
cristianos, en el presente.
1. Los Sitios
El sitio Pedra do Castelo, en el municipio de Castelo do Piauí, y el sitio Toca do Cruzeiro, en el área arqueológica del Parque Nacional Serra da Capivara, se sitúan al noreste y al sureste de Piauí, respectivamente. El sitio Furna dos Caboclos I y el sitio Furna dos Caboclos II,
se localizan en la región centro-oeste del estado de Ceará. Estos
sitios tienen, en común, manifestaciones gráficas de arte rupestre,
realizadas por pintores y/o pintoras de la prehistoria en abrigos sobre
roca arenisca (Mapa 1).
Mapa 1: Mapa de Brasil, puso de relieve los estados de Piauí y Ceará en el nordeste.
1.1. El sitio Pedra do Castelo / CastelodoPiauí-PI
La morfología del afloramiento del sitio Pedra do Castelo
sugiere la arquitectura de un castillo que parece haber sido esculpido
por procesos erosivos. Es posible transitar por ambientes a través de
pasajes en formas de arcos (en los lados externos e internos del cuerpo
rocoso). A partir de la extremidad derecha de este castillo, el techo
puede ser alcanzado por medio de batientes formados en la propia roca
(Foto 1).
Foto 1: Sítio Pedra do Catelo.
Los vestigios más evidentes de
ocupación prehistórica son pinturas y grabados rupestres, tanto en las
áreas internas como externas del cuerpo rocoso. Las pinturas son en
tonalidades rojas donde predominan grafismos puros y unas pocas
representaciones fitomórficas. Debido a la espesura del trazo, las
representaciones gráficas parecen haber sido ejecutadas con el dedo.
Los grabados rupestres, compuestos por grafismos puros,
fueron realizados con la técnica de pulimento y están distribuidos en
uno de los bloques que compone la base interna de la formación rocosa.
En una de las faces externas, que corresponde a una de las paredes del
afloramiento, ocurre una concentración de cúpulas/círculos pulidos en la
roca. Se resalta que los paneles de arte rupestre vienen sufriendo
fuertes procesos de alteraciones biótica y abiótica. Las intemperies más
evidentes son de naturaleza física, química y biológica. Considerables
áreas de los paneles fueron desgastados. La precipitación de sales, así
como la actuación de microorganismos en los paneles de arte rupestre
está bastante evidenciada (Foto 2).
Foto 2: Grafismos puros / Sítio Pedra do Castelo.
Alencastre, en 1857, se refirió al Sitio Pedra do Castelo
apuntando la función social del área de enterramiento contemporáneo de
este contexto arqueológico, también prehistórico, revisitado y
reutilizado:
“A poucas léguas da vila de Marvão, no centro de um plano de pequena dimensão, eleva-se uma gruta de pedra sumamente curiosa, que os habitantes chamam – Castelo.
Tem essa gruta a forma de um templo, duas entradas ou
portas na frente, e janelas laterais. Percorrendo-se o seu interior se
vê vários repartimentos feitos pela mão da natureza, e uma sala espaçosa, em cujo centro se eleva uma coluna de pedra em forma de altar.Esta gruta serve de cemitério e é banhada por um pequeno regato fresco e cristalino. Não damos mais detalhada descrição desse fenômeno, porque poucas foram as informações que nos ministraram”
(ALENCASTRE, 1857)
El sitio Pedra do Castelo fue
investido de sentido religioso por fieles cristianos. De acuerdo con la
tradición local, habría sido encontrada en el sitio una pequeña imagen
de piedra (escultura en piedra) de Nuestra Señora del Destierro. La
imagen era llevada para la iglesia, pero siempre desaparecía y era
reencontrada en el local de origen. La imagen de Nuestra Señora del
Destierro sólo permaneció definitivamente en la iglesia con la fundación
de la feligresía en 1742.
En lo que se refiere al aspecto geomorfológico y cultural, los bloques forman una gran sala donde eran sepultados los muertos adultos y, en otra sala pequeña– la sala de los ángeles, donde eran enterrados los niños. El sitio Pedra do Castelo
es todavía un local de peregrinación, siendo muy visitado,
especialmente, en el día de los muertos (2 de noviembre), cuando los
habitantes locales lo visitan es para rezar a sus muertos
(IBGE, 1958).
En la cima de una de las torres areniscas del sitio Pedra do Castelo
fue fijada una cruz de madera. Otras cruces están dispersadas
internamente señalando el local de enterramiento de los muertos o
milagros logrados. Las velas están esparcidas por varias áreas internas
del afloramiento rocoso – en el suelo junto a la pared, al pie de las
cruces y próximas a los túmulos. Las oraciones a los muertos y a los
santos, en busca de curas, especialmente, son exclamadas en el día de
los muertos. Los ex-votos denuncian la obtención de milagros y,
juntamente con los objetos rituales cristianos, la demarcación de un
ambiente que, contemporáneamente, asume el sentido espacial de santuario
(Fotos 3, 4 y 5).
Foto 3: Cruz de madera fijada en la cima de una de las torres del Sítio Pedra do Castelo.
Foto 4: Túmulo en el interior del Sítio Pedra do Castelo.
Foto 5: Ex votos en el interior del sítio Pedra do Castelo.
1.2. El Sitio Toca do Cruzeiro / Parque Nacional Serra da Capivara – PI
El panel de arte rupestre del sitio Toca do Cruzeiro,
está compuesto por dos grafismos, uno tridígito y uno antropomorfo,
donde estas dos representaciones se introducen en las macrocategorias de
clasificación del registro rupestre: grafismos irreconocibles
(esquemático, abstracto o geométrico) y reconocibles (figurativos),
respectivamente (Foto 6 e 7).
Las pinturas presentan la misma tonalidad: rojo oscuro y, debido a la
espesura del trazo, parecen haber sido ejecutadas con el dedo, siendo
que el antropomorfo fue rellenado totalmente con tinta lisa. Las
pinturas están bien conservadas, a pesar que los nidos de avispas
se instalaron sobre ellas.
Foto 6: Antropomorfo e tridígito del sítio Toca do Cruzeiro.
La Toca do Cruzeiro desde la
década 30 es visitada por habitantes del Sitio de Mocó y áreas
adyacentes para pago de promesas. Es atribuido al Sr. Antonio Mocó, un
habitante ya muerto de este pueblo, la construcción de la iglesia donde
él está sepultado y la inserción del Santo Cruzeiro en la Toca do Cruzeiro.
En lo imaginario mítico-religioso de los devotos cristianos, el Santo
Cruzeiro está investido de poder, así como otros santos de la iglesia
católica. De acuerdo con las narraciones orales de antiguos habitantes,
el “Santo Cruzeiro” era bastante visitado en función del cumplimiento de
promesas. Nilza Coelho (manifestando devoción y fervor religioso en los
gestos, hablas y miradas) afirma haber logrado muchos promesas al
arrodillarse a los pies del Santo Cruzeiro (Foto 7).
Foto 7: El Santo Cruzeiro e ex votos.
El lugar también era visitado para
fiestas y conmemoraciones, sean religiosas o de ocio. Los habitantes del
Sitio de Mocó – niños, adolescentes y adultos – en ocasiones y
convivencias distintas, hacían picnic, enamoraban, bebían, reventaban
juegos artificiales, tocaban y bailaban en la Toca do Cruzeiro.
Generalmente estas reuniones y momentos festivos ocurrían los feriados
y los domingos. Zé del Yeso, habitante del Sitio de Mocó, era uno
de los frecuentadores de las fiestas en la Toca del Cruzeiro. Él nos dijo que las parejas eran atraídas por el vientito(corrientes de aire) que abrigaban a los enamorados en la Toca do Cruzeiro y que amenizaba el calor del sertón.
El día 15 de agosto, cuando se conmemoran las fiestas
del patrono San Salvador, es también el periodo en que se pagan más
promesas. A pesar de la Toca do Cruzeiro congregar rituales
considerados sagrados y profanos, estas experiencias van a convivir sin
la exclusión una de la otra. No obstante, en los últimos cinco años, las
fiestas de ocio no son más realizadas. Sobrevivió la costumbre de
depositar ex-votos, en señal de curas realizadas u otros pedidos
atendidos, a los pies del Santo Cruzeiro.
La sacralización del espacio en el sitio de Mocó alcanza algunos ambientes avistados de lo alto de la Toca do Cruzeiro, a saber, la iglesia, el cementerio y la propia Toca do Cruzeiro (Foto 8). Según declaraciones de Zé del Yeso, se cree que la Toca do Cruzeiro
es el cielo(espacio celeste), y que es necesario que el difunto sea
llevado para la iglesia y, después de los ritos cristianos/católicos,
siga para ser enterrado (espacio terrestre) en el cementerio con los
pies dirigidos hacia la Toca do Cruzeiro. Este recorrido y
posición ritual asegurarían que el “día de la resurrección”, el muerto
resucitase de frente para el Santo Cruzeiro que asume el espacio
simbólico del cielo
Foto 8: Vista panorámica de lo sitio Mocó. A la derecha de la foto se encuentra la
iglesia y la izquierda en la parte inferior de la foto, el cementerio.
1.3. Los sitios Furna dos Caboclos I y Furna dos Caboclos II / Crateús-CE
Los vestigios arqueológicos evidentes en las dos furnas Furna dos Caboclos I y Furna dos Caboclos II son distintos. En la Furna dos Caboclos I
en la superficie, están evidenciados, apenas vestigios óseos
humanos en un área de aproximadamente 33 m². En cuanto que, en la Furna dos Caboclos
II fue realizado un panel de arte rupestre y, luego abajo del panel,
hay dos morteros esculpidos en la roca. En el suelo de este abrigo no
había evidencia de otros vestigios arqueológicos.
El panel de pinturas rupestres es compuesto, en casi
toda su totalidad por grafismos del universo reconocible. La tonalidad
de las pinturas es rojo oscuro. Las representaciones zoomórficasson
predominantes: lagartos, lobos y un probable roedor. Están representados
todavía objetos circulares colgados por un hilo, donde las figuras
humanas parecen cargar potes, porongos o canastas. A pesar de la
disgregación de la roca y de la fuerte precipitación de sales en el área
interna del panel, es posible distinguir un antropomorfo estático, de
45 cm.. Dada la espesura del trazo de algunos grafismos, algunas
pinturas parecen no haber sido realizadas con el dedo. Las figuras
fueron rellenadas totalmente con tinta lisa (Foto 9).
Foto 9: Grafismos rupestres del sítio Furna dos Caboclos II.
Las pinturas están bastante afectadas
por las alteraciones bióticas y abióticas. Los factores más preocupantes
en lo que se refiere a los deterioros del cuerpo rocoso son: la
precipitación de sales, los nidos de insectos, el calor de las quemadas
provenientes de la técnica agrícola de los ramajes (alrededor de 3m de
los sitios) y todavía, garabatos con tiza.
Evidencias antrópicas se manifiestan todavía por dos
morteros esculpidos luego abajo del panel de pinturas de la Furna de los Caboclos II que
presentan medidas similares. Uno de ellos, mide 11 cm de diámetro por 9
cm de profundidad, el otro, mide 11 cm de diámetro por 10 cm de
profundidad.
“Muerte de los Indios – Masacre 1849”,
palabras escritas con tiza en una cruz de madera afincada en el área
central del interior de la Furna de los Caboclos I, denuncian
la explicación de los huesos aflorados en la superficie. La masacre está
presente en la memoria de los indios Potiguara y de muchas personas de
la vecindad. Este suceso fue evidenciado como “Masacre de la Furna de los Caboclos”,
envuelto en las intrigas de la traición y atrocidades. Uno de los
indios Potiguara que más cuidó la memoria y transmisión de ese
genocidio, fue el Sr. Mariano Barata, que dejó una grabación en video
con la narrativa de este acontecimiento.
Foto 10: Sítio Furna dos Caboclos I. Los huesos esparcidos en la superficie de
la cueva y en el centro, una cruz con la fecha de registro de la matanza de indios.
El Sr. Mariano era un agricultor que
nació y vivió durante toda la vida en Monte Nebo. Él era bastante
conocido también por ser un ilustre cazador. Conocía una extensa área en
los alrededores de Monte Nebo. La Furna dos Caboclos era constantemente visitada por él, principalmente cuando iba a cazar.
“La gente cazaba, hacíamos aquellos
escondrijos... después esperábamos. Había armadillo, añujes, onza. Yo
mantenía a mi familia con la caza del campo. En 1952 maté 60
venados por medio de la sequía. Había venado que yo agarraba, le sacaba la piel, la carne para el almuerzo y cena, y le daba a la gente que estaba cerca de mí.”
La historia de vida del Sr. Mariano se
inicia con la abuela, la única familiar directa por consanguinidad que
escapó de las atrocidades de la masacre. Este hecho envolvió a todo el
grupo que estaba durmiendo en la Furna dos Caboclos,
donde el sueño los volvió indefensos y la confianza que tenían en un
trabajador de la hacienda, inhibió el estado de alerta en vivir o
pernoctar en aquel lugar. Dice el Sr. Mariano:
“Los huesos allá de los caboclos fue lo siguiente: aquí estaba Zé de Barro Cascavel, lo llamaban Zé del Barro del Perro. Allí él criaba muchos animales, allí los animales de aquí (aquí no era habitado por nadie, sólo por los indios), allí los indios mataban ovejas, mataban ganados y comían a los animales de él allá. Allí él llamó a su amigo, había un muchacho que trabajaba con él y andaba junto con los indios. Allí él concordó con el muchacho para saber la hora en que los indios dormían allá, allí ellos vieron, allí llegó en la gruta. Quiere decir, el muchacho que
andaba junto con los indios, allí los cangaceiros ya estaban cerca. Los
indios estaban durmiendo, en un sueño pesado, allí él cortó el hilo de
todos los arcos. Allí cuando los indios amanecieron ya estaban sin
fuerza, allí mataron a todos. Mataron porque mataron. No quedó nadie. Cortó el hilo de los arcos allí los indios se quedaron desarmados. ¿Y no es mi historia? Cuando el viejo soltó, la niña saltó, se soltó y se fue.”
La historia de él está
irremediablemente relacionada al acontecimiento de la masacre y a la
supervivencia de la abuela. Esa vía de parentesco, así como el
genocidio, está presente en la memoria de los descendientes del Sr.
Mariano. El hijo de él relata el dilema de la india sobreviviente para
escapar al acorralamiento de sus detractores:
“Cuando escapó una chica, el coronel
Zé de Barros, que era el dueño de aquí, allí mandó a dos vaqueros
agarrar. Cuando ellos subieron esa sierra aquí, los perros la atacaron,
allí ella corrió, allí colocaron a los caballos atrás de ella, fueron a
derrumbarla allá en la bajada. Agarraron a la chica, la derrumbaron y la
amarraron, cada dentada que ella daba en el chaleco de cuero del hombre
ella sacaba un trozo de cuero. Pero venía amarrada, allí la trajeron
para la casa vieja, hasta hoy está la horquilla vieja. Ella fue amarrada
en el tronco de la horquilla, en la cocina. Allí pasaba un pollito,
ella lo comía con plumas, con tripa, con todo. Allí ella después
más madura, ya mansa, allí se casó con mi bisabuelo. Allí fue donde
nació nuestra familia”.
En el inicio de la década de 1990, los
habitantes del pueblo de Monte Nebo, juntamente con los indios de varias
etnias de Ceará: Potiguara, Tremembé, Calabaza, Tabajara, se reunieron
en la Furna do Caboclo y realizaron un ritual religioso donde
clavaron la cruz mencionada, rezaron, bailaron, y entonaron cánticos en
señal de lamento y de liberación de los espíritus de los muertos. Aunque
los indios hayan sido vencidos y muertos, según las narrativas orales,
la india Potiguara Helena, una líder indígena, así nos dijo:
“En principio, las primeras visitas que hicimos a los lugares que están en la memoria, fue el Monte Nebo, fue el primer encuentro grande que hicimos,
donde están la memoria de los pueblos, de los huesos, las marcas y la
historia que todo mundo conoce, fue la Furna dos Caboclos, como es
conocida. Entonces nosotros hicimos una visita allá durante 3 años
seguidos, que nosotros la llamábamos de romería, fue en 1991, 1992
y 1993. Allá hay un grupo que cuenta la historia del Sr. Mariano
Barata, era él quien nos hospedaba.
La gente allá fue muy marcada por esa masacre que hubo en
la región, entonces ellos no dieron un paso para adherirse y asumir
junto con nosotros. Pero, quedó aquella marca en nuestro pensamiento.”
La Furna dos Caboclos se
destaca de los demás lugares, considerados tierra indígena, por estar
asociada a la expulsión de los habitantes de la tierra. Las muertes de
los indios que allá se encontraban denuncian el acto más extremo de
intolerancia con los indios Potiguara. En la medida que la visitaban en
rituales de respeto a sus muertos, revivían sentimientos de
pertenecimiento y resistencia a las conductas que todavía permean las
actitudes de exclusión por parte de la sociedad envolvente
nacional. Helena Potiguara haciendo un paralelo entre los sucesos
pasados y actuales, nos contó:
“Esa gente debe haber luchado mucho antes de morir. Nosotros también,
hoy, estamos luchando por nuestros derechos”.
Por lo tanto, ocurre una identificación
entre la lucha física y la lucha por la ciudadanía. En ambos periodos,
pasado y presente, el sentimiento de exclusión de los indios Potiguara,
de no pertenecimiento social, configuró y justificó el sentido de la
lucha. La masacre no demarcó toda la extensión de la muerte de
la cultura de los indios Potiguara de Crateús. La sobreviviente de la
familia Barata aseguró la retransmisión de esta cultura. Se resalta que
estas atrocidades no están circunscritas en ocurrencias puntuales. Al
discurrir sobre las prácticas de genocidio, Clastres (2004) afirma que
desde la expansión colonial en el siglo XIX, al ser constituidos
imperios coloniales por las grandes potencias europeas, hay masacres
metódicamente impuestos a las poblaciones autóctonas.
En las décadas de 1950 y 1970 fueron realizadas “excavaciones” inexpertas en la Furna dos Caboclos
I, dirigidas por dos padres, cada una en periodos diferentes. La
destrucción parcial de este contexto es inestimable, pues fueron usadas
palas, picos y otras herramientas que deben haber causado fuerte impacto
en los huesos y en el área “excavada” como un todo. El Señor Heleno
Cavalcante participó de una de estas “excavaciones” y dijo que todavía
es muyfuerte en el recuerdo del padre las ansias en querer colectar
apenas los huesos más grandes. La preferencia estaba interesada para los
siguientes huesos: cráneo, pelvis, fémur y tibia. Sus recuerdos también
aseguran que había vestigios culturales asociados a los huesos:
“A veces cuando jalábamos unos esqueletos había unas cosas que se deshacían un poco,
parecían unas esterillas de paja, tenía ellas que casi se volvían polvo en nuestras manos”.
La utilización de esterillas de paja y
otras fibras vegetales está documentada en los enterramientos
prehistóricos en el Noreste brasileño. Martín (1999) al referirse a los
ritos funerarios del sitio Furna do Estrago, en Brejo de la
Madre de Dios (PE), excavado por Jeannette Lima, apunta el rito del
fardo funerario que consiste en amarrar el cadáver para que alcance la
posición fetal, y posteriormente, él era cuidadosamente envuelto por
esterillas o telas. Los esqueletos más antiguos de este sitio tienen
datación de 2.000 AP., habiendo sido utilizado como cementerio durante
mil años. Delante de estas referencias, cultural y cronológica, no
estamos infiriendo que la Furna dos Caboclos I pueda estar inserida en este mismo horizonte temporal.
Las costumbres, los modos de vida de las diversas culturas
están sujetos a procesos de continuidad o ruptura, que pueden ser
motivados por ocurrencias intraétnicas y/o a partir de contactos
interétnicos. Tratándose de las costumbres funerarias, Gabriela
Martín resalta el conservadurismo que los envuelve al compararlos a
otros cambios que puedan estar siendo desenvueltas en el plano de la
cultura:
“O homem é também tradicionalmente conservador no culto aos seus mortos e a mudança das culturas reflete-se mais lentamente nos rituais e nos costumes funerários do que na evolução da vida cotidiana”
(Martin,1999: 314)
A pesar de la masacre indígena de 1849
ser narrado y todavía, incorporado como suceso simbólico de la lucha
indígena actual, se hace necesario relacionar los vestigios
arqueológicos que puedan estar asociados a los huesos y contextualizados
estratigraficamente, en el ámbito de una excavación con procedimientos
técnicos y metodológicos propios de la arqueología. La inexistencia de
dataciones, a partir de fragmentos óseos o de otros vestigios, no
confiere seguridad en cuanto al horizonte cronológico de la secuencia de
ocupación de este sitio.
2. Las práticas y los sentidos
En la actualidad, delante de la diferenciación y
singularidad geoambiental, marcadas por la monumentalidad rocosa, los
abrigos Pedra do Castelo y Toca do Cruzeiro pueden
haber sido elegidos ambientes propicios a la ritualización de prácticas
cristianas. Por lo tanto, son ambientes sagrados. Eliade (2001: 30)
afirma que “todo espaço sagrado implica uma hierofania, uma irrupção do
sagrado que tem por resultado o destacar um território do meio cósmico
envolvente e o torná-lo qualitativamente diferente”. En el plano de
la cultura material, los objetos ritualísticos cristianos, todavía bien
preservados, dan muestras de la regularidad de visitación de los sitios
y de la condición de santuario que les fue conferida.
En lo que respecta a la Furna dos Caboclos I y a la Furna dos Caboclos II,
las prácticas cristianas están relacionadas a sentimientos de compasión
e indignación delante de los relatos de la masacre indígena. De esa
manera, los vestigios óseos depositados en la Furna dos Caboclos I
fueron apropiados como testimonio de un suceso narrado por la población
local, especialmente por los habitantes del pueblo de Monte Nebo y
restantes de indígenas de algunas naciones indígenas de Ceará. El sitio Furna dos Caboclos I,
especialmente, fue revestido de sacralidad en el momento en que hubo
una revivificación de aquellos indígenas muertos, a partir de la
identificación con la lucha de los indios vivos de hoy, donde una cruz
señaliza el local de la masacre. En este sitio, particularmente, está
inscrito, en el presente, una historia que envuelve poder y
creencia. La historia oral posibilita, de acuerdo con Hodder (1991),
oír, entender y también acomodar diferentes voces, al contrario de
aplicar apenas instrumentos de mensuración universal.
La cruz, es un emblema cristiano, está presente en todos
los sitios estudiados, habiendo sido posicionada en la cima o en
locales centrales en las áreas de los abrigos. La localización de este
objeto ritualístico asegura una clara visibilidad colectiva. En el plano
simbólico del universo religioso cristiano, la cruz está relacionada a
la conquista territorial y al renacimiento. Eliade (1992; 2001)
considera que los conquistadores españoles y portugueses al apropiarse
de nuevos territorios en nombre de Jesúcristo, realizaban una pose
ritual al levantar una cruz que simbolizaba la consagración de la
región, a un nuevo nacimiento.
Considerar las significaciones religiosas e
interferencias contemporáneas en el patrimonio arqueológico de arte
rupestre sobre la óptica de la destrucción, sería reduccionista en la
medida en que se negaría la reconfiguración cultural en el tiempo
presente. En caso que se adopte esta perspectiva, los sitios de arte
rupestre, en donde hay registro de superposición de pinturas
interpretadas como indicios de reocupación por otras poblaciones
prehistóricas, podrían ser considerados tan destructivos como los
sitios contemporáneos. El hecho de pertenecer al mismo horizonte
temporal de la prehistoria no disminuye la actitud de interferencia! En
el plano de las interferencias se instituyen relecturas y no propiamente
acciones destructivas, cabría sin embrago preguntar: ¿Cómo fueron estos
lugares resignificados? ¿De qué manera es construido el sentido de
sacralización del espacio? ¿Cuáles son las nuevas concepciones que
surgirán en la negociación con los sitios de arte rupestre en el tiempo
presente? ¿Cuáles son los significados de estas cosas reunidas
diferentemente en el espacio y distanciadas en el tiempo? De acuerdo con
Tilley (1993), la cultura material se presenta como un texto, como una
forma silenciosa de discurso y escrita, alcanzando una influencia
literaria en la práctica de la escritura arqueológica. En estos
(con)textos literarios, donde la cultura material está destinada al
silencio, cabe al estudioso ampliar el discurso, conforme avisado por
Geertz (1989) en que el “diálogo”de antropólogos con otras culturas. Si
llevamos en consideración la durabilidad (antigüedad) de estos sitios
prehistóricos, a lo largo del tiempo, ellos se abren para innúmeras
lecturas. En este sentido, los sitios de arte rupestre no son dotados de
un significado predeterminado en vías de ser revelado, al contrario,
sus historias efectivas fueron alcanzadas por múltiples significaciones,
pudiendo mantener vínculos con los más diversos contextos culturales e
históricos (OLSEN, 2006). Los sitios de arte rupestre y lugares de
cultos cristianos son pasibles de negociaciones textuales, entre los
significados de la cultura material prehistórica y las voces, los actos y
objetos de las sociedades del presente.
En este universo de reutilización o
revisitación de espacios, las políticas patrimoniales que puedan
contemplar la coexistencia de estos acervos según la espacialidad y
temporalidad multiculturales, conforme sus especificidades, podrán
constituir en las acciones que mejor aseguren la memoria
espacio-temporal de las poblaciones humanas configuradas por distintas
culturas de donde emanan múltiples voces.
—¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo citar este artículo:
Marques, Marcélia. La multivocalidad: cultos cristianos y arte rupestre.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/multivocalidad.html
2010
BIBLIOGRAFÍA
ALENCASTRE, J. M. P. de. Memória cronológica, histórica e corográfica da província do Piauí. Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro. Tomo XX. Rio de Janeiro, 1857.
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