Riesgo y vulnerabilidad del arte rupestre cubano ante el ascenso del nivel del mar. La llanura costera Judas - Aguada, un caso de ejemplo
Divaldo A. Gutiérrez Calvache divaldo2004@yahoo.com
José E. Chirino Camacho
Efrén J. Jaimez Salgado
José B. González Tendero
INTRODUCCIÓN
En
Cuba se han realizado múltiples estudios para abordar los impactos potenciales
del cambio climático en nuestras condiciones geográficas. Estos en su
generalidad han centrado su atención en áreas como la agricultura, el urbanismo,
la planificación territorial, la salud pública, la defensa civil y otros,
siendo muy escasos los trabajos que realizan el abordaje de esta problemática
desde la perspectiva de su impacto en el patrimonio cultural, y absolutamente
ninguno aborda esta relación para el patrimonio arqueológico cubano. Esta
situación no es un problema único de Cuba, las proyecciones sobre el cambio
climático y sus impactos han sido portadoras en general del desconocimiento de
los efectos de este fenómeno sobre el patrimonio cultural de la humanidad.
Dicha
situación estimulo que desde hace unos años las Naciones Unidas, mediante su
organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Centro de
Patrimonio Mundial, el Comité del Patrimonio Mundial, el Consejo Internacional
de Monumentos y Sitios (ICOMOS), la Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza (UICN) y el Centro Internacional de Estudios de Conservación y
Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM), han puesto en marcha una serie de
iniciativas bases, que permitan la elaboración de una estrategia global de
gestión del patrimonio frente al cambio climático. Esta actitud generó, en
primera instancia, un documento acerca de la política global concerniente a los
impactos del cambio climático en los bienes del Patrimonio Mundial, el que fue
adoptado por la Asamblea General de Estados Partes en su 16ª sesión (UNESCO
2009).
Nuestro
país, como miembro UNESCO, debe enfrentar la elaboración de dicho documento
base, el que regule la política cubana ante los impactos del cambio climático
en los bienes del Patrimonio Nacional. Esta tarea aún está dispersa pues,
aunque con algunos resultados (1), campos como el del patrimonio
arqueológico y su vulnerabilidad, a mediano y largo plazo, ante el cambio
climático, permanecen en un estatus donde la comunidad científica no tiene
clara ni siquiera su misión en este sentido, lo cual re-quiere incluir en los
proyectos arqueológicos y de hecho en el pensamiento arqueológico nacional, la
necesidad de realizar estudios detallados y de casos, sobre impactos
potenciales para cada sitio arqueológico, pues todos y cada uno responderán de
forma diferente ante fenómenos iguales o similares, debido sobre todo a la
variabilidad de sus parámetros, pues materia-les, técnicas, grados de
resistencia, condiciones de yacencia, pendiente de relieve, etc., son rasgos de
los contextos arqueológicos que varían de un sitio a otro, lo que aumenta el
nivel de incertidumbre e impone un programa general basado en un enfoque
particular. Lo anterior explica por qué estas cuestiones deben ser abordadas
con rigor y profundidad, de forma que pasen a formar parte de las políticas y
toma de decisiones que al respecto planifican las instituciones que en nuestro
país son responsables de la conservación del patrimonio cultural en general y
del arqueológico en particular.
1. Los pasos relativos a esta problemática, tanto en investigación como en gestión, solo han sido abarcadores e intensivos para el patrimonio natural. |
Ante
esta situación, debemos comenzar entonces a trabajar y, por ejemplo, enfocar
nuestros esfuerzos hacia aquellos recursos arqueológicos con un alto grado de
homogeneidad, lo cual en alguna medida facilitará la investigación, pero, sobre
todo, permitirá generalizar resultados y metodologías.
Quizás
un caso singular en este sentido lo constituya el arte rupestre, el que además
se puede considerar como uno de los recursos arqueológicos más vulnerables a
los cambios ambientales, debido sobre todo a su interacción y dependencia
directa con el medio, donde y para qué fue concebido. Bienvenidos deben ser
entonces todos aquellos esfuerzos orientados al desarrollo de nuevos estudios de
carácter regional y local, que permitan esclarecer la sensibilidad a los
cambios climáticos y sus expresiones en el arte rupestre, los que nos
encaminaran hacia la comprensión de las interacciones lineales y no lineales
entre este y el medio ambiente de manera general.
Aceptando
los presupuestos anteriores y ante la ausencia de investigaciones que aborden
esta problemática en nuestro país, emprendimos este trabajo, donde
intentaremos, por primera vez, acercarnos a un modelo que nos esclarezca la
intensidad del impacto que la elevación del nivel del mar (como consecuencia
del cambio climático) podría tener en un grupo importante de estaciones del
arte rupestre de la región rupestrológica Judas - Aguada (Gutiérrez e. al.
2009) al centro-norte de Cuba, camino que a nuestro entender nos permite
identificar macro-niveles de vulnerabilidad y nos prepara para la futura
elaboración de posibles modelos de predicción, mitigación y adaptación.
La región rupestrológica Judas – Aguada
La
región rupestrológica Judas - Aguada (Gutiérrez et al. 2009) forma parte
de una estrecha llanura litoral ubicada en la costa norte central de Cuba
(Figura 1), la que de acuerdo con la regionalización físico geográfica de Mateo
y Acevedo (1989), forma parte de la Llanura costera Yaguajay - Corralillo, y se
corresponde en límites y definición geográfica con la igualmente denominada
Llanura Cársica Costera Judas - Aguada, según la Regionalización
Geólogo-Geomorfológica del Carso Subterráneo de Cuba, de Jaimez y Gutiérrez
(1993, 2000).
Caracterización Físico – Geográfica
El
relieve de esta localidad se caracteriza por constituir un grupo de pequeñas
cúpulas cársicas de poca altitud, que emergen desde el fondo de la bahía
abierta de Buena Vista, extendiéndose en marcada alineación noroeste desde
Punta Judas, hasta Cayo La Aguada, isletas y cayos estos que se conocen
localmente con el nombre vernáculo de “cayos de piedra”. Su punto culminante se
encuentra en la isla grande de Caguanes, la cual se eleva a sólo 27 metros
sobre el nivel medio del mar.
El
clima de esta región puede decirse que constituye una variante del clima
tropical de sabana (Aw), característico de la mayor parte del archipiélago
cubano, por cuanto en esta zona costera los valores medios de precipitación
anual para una serie hiperanual de más de 40 años, oscilan entre los 1000 y
1200 mm. de lluvia (más de 100 mm. por debajo de la media anual nacional). En
tal sentido, podemos afirmar que el clima de esta región puede clasificarse
como tropical estacional relativamente seco. En consonancia con lo anterior, la
vegetación predominante es el bosque semideciduo mesófilo, distribuido
solamente en la parte interior de los cayos y penicayos que la forman,
caracterizada por notables poblaciones de Bursera simaruba y otras
especies de plantas indicadoras de esta formación vegetal, en tanto en la zona
costera acantilada aparece el matorral xeromorfo costero y subcostero, con
abundantes suculentas, especialmente cactáceas, mientras que en la zona costera
baja, con presencia de marismas y pantanos, aparecen manglares de Rizophora
mangle y Avicennia germinans, en la parte expuesta al flujo y
reflujo de las mareas, y herbazales de ciénaga en la parte interior. Entre las
especies más sobresalientes de la fauna de estos cayos y penicayos, tenemos al Opistosiphon
caguanense (pequeña caracola endémica); mientras que dentro del grupo de
los reptiles tenemos a las iguanas y al lagarto de costa de Yaguajay,
fundamentalmente en las partes altas y secas de la región. Dentro del grupo de
mamíferos terrestres, son abundantes las jutías (Capromys pilorides),
así como murciélagos de las especies endémicas Mormopterus minutus y Phyllonycteris
poey, destacándose además una abundante ornitofauna, constituida por
tocororos, zorzales, cartacubas, corúas, flamencos rosados (con una zona de
nidificación en Cayo Lucas), entre otras especies.
Desde
el punto de vista edáfico, puede decirse que se trata de una región pobre en
suelos de valor agrícola (suelos poco productivos), caracterizada por la
presencia dominante de suelos rendziniformes, distribuidos en las partes
completamente emergidas (Rendzinas y Protorendzinas), predominando el subtipo
Rendzina Roja, género Carbonatado y Lítico, como soporte ecológico fundamental
de los principales ecotopos y formaciones vegetales en régimen hídrico
automórfico. Una situación bien distinta se aprecia en las zonas bajas
(ciénagas, pantanos y maris-mas), con la presencia de suelos turbosos
(agrupamiento Histosol, de acuerdo con Instituto de Suelos 1999),
fundamentalmente distribuido en las marismas de Cayo Caguanes y en áreas más
amplias de la Ciénaga Costera de Guayaberas.
Geomorfológicamente,
esta región está constituida por una verdadera cadena de islas, isletas y
pequeños cayos de aspecto cupular, desarrolla-dos todos sobre rocas de tipo
calcarenita, del horizonte geológico miocénico, caracterizadas por estratos
finos a medianos, con estratigrafía monoclinal, en ocasiones angularmente
discordante, festonadas por costas acantiladas abrasivas por el norte y costas
fuertemente escarpadas de origen tectónico por el lado oeste, lo que junto al
análisis de la constitución geológica de estos cayos demuestra la presencia de
un patrón de fallamiento neotectónico en dos direcciones: uno preferencial al
nordeste (alineamiento de las costas escarpadas de fricción que caen a las
marismas, con salida a la Bahía de Buena Vista, las que orientan a su vez a los
ejes mayores de los principales sistemas anisotrópicos de galerías del sistema
cársico subterráneo) y otro secundario, perpendicular al anterior, distribuido
a lo largo de todo el eje axial de la región físico - geográfica.
Toda
esta constitución geológica y geomorfológica ha hecho de esta localidad una
región cársica subterránea única en el país por su tipología espeleológica,
siendo la localidad típica del subtipo espeleogenético Caguanes (Núñez Jiménez
1967, Núñez Jiménez et al. 1984), caracterizada por un intrincado
laberinto de cuevas con desarrollo en planta muy irregular, aparentemente sin
control de la estructura geológica en la orientación de las galerías
(soluciones de continuidad). Este subtipo genético y espeleológico fue
estudiado años más tarde por Jaimez et al. (1990), pro-poniendo una
hipótesis para explicar el aparente desarrollo incontrolado del aparato cársico
subterráneo (teoría de vecindad de la carsificación), proponiéndose más tarde
la clasificación de este complejo sistema de cuevas como parte del subgrupo de
cavidades denominadas criptectónicas, tipo piezógenas, subtipo heteropiezógenas
(Jaimez y Gutiérrez 1993, 2000, 2010).
Caracterización Rupestrológica
Desde
el punto de vista rupestrológico la región Judas - Aguada (Figura 1) es una de
las zonas más interesantes e importantes de nuestro país. La distribución
geográfica de las estaciones por la cayería y la llanura costera que conforman
la región nos demuestra que es el penicayo de Caguanes el que más riqueza
patrimonial atesora, con casi el 39% del total de estaciones y el 50% de los
diseños rupestres.
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Figura 1. Distribución de las estaciones del arte rupestre de la
Región rupestrológica Judas – Aguada (A) Pictografía, Cueva de Ramos, Cayo Caguanes y (B) Pictografía, Cueva del Chino, Cayo Lucas
(Fuente: Elaboración propia a partir de Romero 2006; Chirino y Falcón 2008). |
La
región está conformada por 18 estaciones, que en total contienen 288 diseños
rupestres, siendo las estaciones pictográficas las de mayor re-presentación,
con un 56 % del total de la región, mientras que las estaciones mixtas o
combinadas representan el 44 % (Tabla 2). Esta composición es uno de los rasgos
del área de estudio, pues en ella no aparecen estaciones petroglíficas,
caracterizándose la tipología de ejecución del arte rupestre por la presencia
relativamente alta de diseños pintados (pictografías), que fueron combinados
con rayados (petroglifos); técnica que ha sido denominada en nuestro país como
petropictografía (Núñez et al. 1990: 46; Gutiérrez 1991: 56).
La
utilización de los colores en las pictografías de esta área está determinada
por el uso mayoritario del negro (Figura 1), el cual está presente en el 75%
del total de las estaciones, mientras que el rojo solo está presente en el 25%
(Tabla 2). Por su parte, los petroglifos, tanto en su expresión aislada, como
cuando fueron combinados con la pintura, fueron elaborados siempre por medio
del rayado, lo que implica que en la región rupestrológica Judas - Aguada,
hasta hoy, no ha sido identificada la técnica de percusión o abrasión en la
ejecución de petroglifos (Tabla 1).
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Tabla
1. Valores absolutos de las características fundamentales del arte rupestre en
la región
rupestrológica Llanura costera Judas - Aguada (Fuente: Elaboración
propia) |
De
manera general, el negro fue siempre utilizado mediante la aplicación directa
del carbón a la pared (Figura 1), y el rojo al parecer está aso-ciado a la
elaboración de pinturas mediante el uso de nódulos de óxido de hierro, con
mucha probabilidad hematita, la que fue triturada y mezclada con agua o con
algún aceite de origen animal o vegetal a modo de aglutinante; la aplicación de
estas mezclas se realizó en la mayoría de los casos con el dedo del artista, a
juzgar por la morfología de los trazos.
La distribución vertical (Vertical Mapper) de las estaciones rupestres
de la región objeto de estudio ha permitido conocer que su rango va des-de los
0.60 cm. hasta los 6.00 m. de altitud sobre el nivel medio del mar, con una
altitud promedio para el conjunto de estaciones de 2.66 msnmm. (Tabla 1), lo
que convierte a la región en un área sensible a las inundaciones costeras de
cualquier origen.
Las riquezas naturales y culturales del área
objeto de estudio la hicieron merecedora de formar parte del Parque Nacional
Caguanes, uno de los 14 parques del Sistema Nacional de Áreas Protegidas
cubano. Este territorio de la costa y cayería norte de la provincia de Sancti
Spíritus, conocido como Bahía de Buena Vista, también ostenta las categorías de
Reserva de la Biosfera, otorgada por la UNESCO, y Sitio RAMSAR, otorgada por la
Comisión Internacional para la protección de los humedales, debido en gran parte
a la riqueza de la biota del humedal que rodea toda el área. Ello implica que
las 18 estaciones del arte rupestre de esta región están protegidas por varias
categorías internacionales, a lo que hay que sumar el hecho de que el 78 % de
las mismas, o sea, 14 estaciones, poseen la categoría de Monumento Local, la
cual les fue otorgada por la Resolución No. 63 del presidente de la Comisión
Nacional de Monumentos, el 28 de septiembre de 1989.
Las anteriores
condiciones de protección son únicas para esta región; ningún otro agrupamiento
regional en el arte rupestre cubano se encuentra ubicado en un área donde
confluyan tantas variantes o categorías de protección. Esta singularidad impone
características más que favorables para convertir a este territorio cubano en
un importante polígono de estudio para la rupestrología nacional y sus
relaciones con la conservación y protección de este recurso cultural y
patrimonial.
El cambio climático y la elevación del nivel de mar en Cuba
Cuba, como miembro
del Panel Inter-Gubernamental Sobre el Cambio Climático (IPCC), ha estado
monitoreando la presencia de rasgos detectables del cambio climático desde esa
fecha hasta hoy, reportándose las primeras percepciones en 1991, cuando se
realizó la Primera Evaluación Científica de los Impactos Potenciales del Cambio
Climático en Cuba –Juicio de Expertos–, aunque las primeras señales
se hicieron consistentes y más evidentes desde mediados de la década de los
años 70 (Centella 2006) y definidos con más precisión en la Primera
Comunicación Nacional sobre el Cambio Climático en Cuba, lográndose precisar
algunas cambios del clima de Cuba durante la década de 1990 y principios de la
del 2000 (Ortiz Bultó et al. 2008), las cuales se pueden resumir en el
siguiente grupo de tendencias:
· Incremento de la
temperatura media del aire.
· Tasa del aumento del nivel
medio del mar de 2.14 milímetros por año.
· Disminución de la
oscilación térmica.
· Aumento de las
precipitaciones en el periodo poco lluvioso y disminución en el lluvioso.
· Comienzo tardío de las
estaciones lluviosas (verano) y poco lluviosa (invierno).
· Aumento de los eventos
extremos: seguías e inundaciones entre otros.
· Incremento en la frecuencia
e intensidad de huracanes de gran intensidad en el área del Atlántico y Mar Caribe.
· Eventos cálidos (ENOS)
1991-1993, 1994-1995, 1997-1998, 2002-2003, 2004-2005.
· Eventos fríos (AENOS) 1994,
1996, 1998.1999, 1999-2000.
Según el último diagnóstico climático elaborado
por especialistas de Meteorología y del Instituto de Planificación Física,
aproximadamente en el año 2050 se habrán materializado cambios notables en el
clima de Cuba. Las transformaciones previstas incluirán incremento de la
tempera-tura y prolongadas sequías en la región oriental de la isla, así como
aumentos del nivel del mar (por el derretimiento de hielos polares) que tendrán
una importante incidencia en la región suroccidental.
El mayor peligro de inundaciones costeras está
localizado en el sur de las provincias de Mayabeque, Artemisa y Pinar del Río,
pero todas las costas bajas del país estarán fuertemente afectadas por estos
eventos.
En este sentido, y
a partir de la opinión de los más destacados investigadores, el aumento del
nivel del mar está asociado a un factor determinante, nos referimos al
derretimiento de los glaciares asociado a la elevación de la temperatura en el
planeta, así como de los glaciares que coronan los sistemas montañosos
tropicales. Entonces para obtener las proyecciones globales de incremento del
nivel del mar (MG) para un escenario determinado, es necesario realizar una
serie de cálculos, donde el parámetro más importante es la sensibilidad
climática.
Los primeros
cálculos en este sentido, para Cuba, han considerado un incremento del nivel
del mar estimado en aproximadamente 30 cm para el 2100 (Centella et al. 2001),
estudio que además consideró, en términos generales, como impactos potenciales
del ascenso del nivel del mar, las inundaciones costeras, el desplazamiento de
costas bajas, así como la erosión y retroceso de la línea de costa.
En sentido general, según estos estudios, el
incremento del nivel del mar podría producir una reducción considerable de la
superficie de las cayerías interiores de los golfos de Batabanó, Ana María y
Guacanayabo, hacia el año 2050. Ya a finales del
siglo XXI algunos grupos de cayos podrían desaparecer. Algo similar pudiera
suceder con el 60-80% de la Ciénaga de Zapata y con muchos de los cayos que
componen el archipiélago cubano, incluyendo la cayería norte de las provincias
de Villa Clara hasta Camagüey (Centella et al. 2001). Un ejemplo de
estas evaluaciones se representa en la Tabla 2, donde se muestra parte de los resultados
obtenidos de la aplicación de la Regla de Brunn, para tres perfiles ubicados en
la playa de Varadero, Matanzas, Cuba (Centella et al. 2001)
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Tabla 2. Retroceso de la línea de costas y ascenso del nivel
del mar en algunos perfiles de la playa
de Varadero, considerando el escenario de emisiones KIOTO A1 (Fuente:
Centella et al. 2001)
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Los estimados en Cuba, establecidos por el Grupo
Nacional de Cambio Climático, son consistentes con los propuestos por el IPCC,
el cual estima que, dependiendo de los escenarios de emisiones, el nivel del
mar podría alcanzar de 0,18-0,38 hasta 0,26-0,59 metros en promedio para
2090-2099, respecto de 1980-1999 (IPCC, 2007); más recientemente, estas
proyecciones se han fijado en rangos que van desde los 0,09 m y 0,88 m entre
los años 1990 y 2100. Los motivos de estos cambios han si-do que en las
proyecciones anteriores las incertidumbres no fueron tomadas en consideración
de la misma manera (UNESCO, 2009). Aún así, como bien se ha señalado, para cada
escenario el punto medio del intervalo actualizado sigue estando dentro del 10
% del promedio del valor modelado para 2090-2099, establecido desde el año 2001
(UNESCO, 2009).
Sin embargo,
investigaciones más recientes presentan estimaciones del aumento del nivel del
mar que discrepan algo de los escenarios pro-puestos por el informe de 2007 del
IPCC (Bueno et al. 2008). En este sentido, un reciente estudio publicado
en la mundialmente conocida re-vista científica Science, del prestigioso
climatólogo y oceanógrafo del Instituto Potsdam, Stephan Rahmstorf, propone un
nuevo procedimiento para calcular la contribución del derretimiento de los
mantos de hielo al aumento del nivel del mar (Rahmstorf 2007). En esta
propuesta, en el escenario de emisiones A2, el cual es utilizado por numerosos
investiga-dores como el escenario de alto impacto (Bueno et al. 2008),
las estimaciones del nivel del mar en 2100 varían desde 0,89 metros (35
pulgadas) hasta 1,4 metros (55 pulgadas), y se incluye además un ajuste por la
incertidumbre estadística.
Un análisis
promedio de los datos y mediciones propuestos por Rahmstorf (2007) ha sido
propuesto para todo el Caribe por Bueno, et. al. (2008), sobre la base de las
más recientes medidas de las estaciones mareométricas de todo el mundo y de las
mediciones de precisión realizadas desde satélites, que muestran que el nivel
del mar global ha subido casi 20 cm desde 1880, con una tasa de crecimiento
anual calculada desde 1993 de 3.2 cm. por década.
Finalmente, hay
que decir que a partir de los datos estadísticos de Church y White (2006) y los
elementos propuestos por Rahmstorf (2007), se han realizado varios pronósticos
por diferentes grupos de análisis como el Delta Committee (comisión de 20
expertos internacionales reunidos por el gobierno holandés para ayudar a
planear sus defensas costeras), y el German Advisory Council on Global Change,
WBGU (consejo asesor sobre cambio climático del gobierno germano). Estos
pronósticos no dejan de ser alarmantes y algunos de ellos, de cumplirse,
representarían un impacto demoledor para naciones insulares como Cuba, pues se
llegan a pronosticar niveles de ascenso para el mar de hasta 500 cm. o más, en
los próximos 300 años (Figura 2).
Todos los datos antes comentados nos llevan a la
elaboración de una comparación de cada una de las propuestas que, con sólidos
argumentos, han sido planteadas para diferentes escenarios de emisiones en los
próximos 300 años (Tabla 3). Esta comparación nos permite afirmar que,
asumiendo como opción para nuestro análisis los valores más críticos, estos se
pueden definir en un rango promedio que va desde 1.40 metros de elevación del
nivel del mar para el año 2100, hasta unos 5.10 metros en el 2300.
Con estos
elementos se pueden proponer tres niveles de costa, que representan los máximos
promedio calculados a partir de la Tabla 3, donde en un primer escenario la
elevación del nivel del mar puede llegar hasta 1.10 m. de altura, rango que
podría ser alcanzado para el año 2100 (2), según la mayoría de las
investigaciones (IPCC 2007; Rahmstorf 2007; Bueno et al. 2008 y Delta
Committee, 2008). El segundo escenario de límite de costas alcanza una
elevación probable del nivel del mar de 3.0 m, según la propuesta del Delta
Committee (2008) (3), cuyo grupo de expertos vaticina que tales valores
estarían cumpliéndose para el año 2200 y, finalmente, un tercer escenario
probable para el año 2300, donde la elevación de los niveles del mar podrían
alcanzar los 5.0 m, según el promedio máximo de los valores propuestos por el
German Advisory Council on Global Change (2006) (4).
2, 3 y 4. En todos los casos, los pronósticos
de elevación del mar están referidos a los diferentes escenarios evaluados por
el IPCC para la emisión de gases de efecto invernadero. |
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Figura
2. Gráfica comparativa de las propuestas de Rahmstorf (2007),
Delta
Committe (2008) y German Advisory Council on Global Change, WBGU (2006)
(Fuente: original de autores, a partir de Rahmstorf 2009).
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Partiendo de todos los elementos comentados con
anterioridad, es posible discutir la organización de un modelo de pronóstico y
evaluación del impacto potencial que podría tener la elevación del nivel del
mar en los próximos 300 años en la Región Rupestrológica Llanura Costera Judas
– Aguada, al centro norte de Cuba.
Comenzamos
entonces por evaluar lo que hemos considerado como el primer escenario, el cual
se puede definir en un ascenso paulatino del nivel del mar actual hasta los +
0.53 m (data mínima propuesta para Cuba por Centella, et. al., 2001) y los +
1.15 m. (data máxima calculada para el Caribe por Bueno, et. al., 2008). Estos
cálculos corresponderían a lo que se supone sucederá desde el presente hasta el
año 2100, lo que nos permite afirmar que, de cumplirse este escenario en su
expresión de me-nos impacto (+ 0.53 m., Centella, et. al., 2001), llegaríamos
al comienzo del siglo XXII sin ningún impacto potencial en el arte rupestre de
la región objeto de estudio, aunque estaríamos en el límite de este impacto,
pues la estación de menos altitud de dicha región –la Cueva del Oeste de
Cayo Salinas– se encuentra en la actualidad a solo 0.60 m sobre el nivel
del mar (Figura 3A). Esta realidad se expresa considerando la elevación del
nivel del mar como el evento de máximo impacto, situación que no es real, pues
tanto en esta expresión, como en las siguientes, las estaciones al límite del
impacto siempre estarán expuestas a eventos extremos, como las mareas de tormentas,
los cuales al desarrollarse con niveles más altos del mar impactarán zonas y
áreas que hoy no reciben afectación y que aún en los modelos de pronóstico
quedan bajo el impacto permanente.
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Tabla
3. Comparación de los diferentes rangos de elevación del nivel del mar
en los
próximos 300 años, según las propuestas analizadas en este trabajo
(Fuente:
original de autores).
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Sin embargo, si el
pronóstico para este escenario se cumpliera por encima de la cota mínima
propuesta, y la elevación del mar superara los + 0.53 m, entonces tendríamos un
impacto directo y progresivo en las estaciones Cueva del Oeste, Cueva de las
Pinturas y Cueva de los Cu-chillos, todas en Cayo Salinas, y la Cueva
Laberíntica, en Cayo Fábrica, estaciones que, de cumplirse los pronósticos
máximos (+ 1.15 m.), serían impactadas directamente por el mar, quedando tres
de ellas bajo el nivel de las aguas y una con parte de sus galerías inundadas
(Figura 3A), lo que traería con seguridad la pérdida definitiva de su arte
rupestre.
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Figura 3. Reconstrucción vertical del impacto
del ascenso del nivel del mar por el
cambio climático en el arte rupestre de la
región rupestrológica Llanura Costera Judas - Aguada.
(A) Escenario 1,
pronósticos para el año 2100, (B) Escenario 2, pronósticos para el año 2200 y
(C) Escenario 3, pronósticos para el año 3300 (Fuente:
original de autores) |
Este panorama se intensificaría
considerablemente en el segundo escenario, en el que se sostiene que para el
año 2200 el ascenso del nivel del mar con respecto a su posición actual sería
de + 1.50 m como mínimo y de un máximo de + 3.0 m. (Delta Committee 2008),
pronóstico que, de cumplirse, dejaría totalmente bajo las aguas a las
estaciones rupestres ya afectadas en el primer escenario y cubiertas por el mar
para el 2100 (cuevas de los Cuchillos y del Oeste, en Cayo Salinas; Cueva
Laberíntica en Cayo Fábrica), a las que se sumarían, en el pronóstico de mínimo
ascenso (+ 1.50 m.), las estaciones Cueva de la Pintura en Cayo Salinas y Cueva
de los Chivos en Cayo Caguanes (Figura 3B); y en el pro-nóstico de máximo
ascenso, las cuevas Galería del Sol de Cayo El agua-da; del Chino y de Martica,
ambas en Cayo Lucas; Puente de Fábrica en Cayo Fábrica; Cueva del Lago en Cayo
Caguanes; de Güinea, en la Loma Guayarúes y de los Dibujos, en la Loma de los
Jejenes, Punta Judas.
Finalmente,
estaría un tercer escenario probable para el año 2300, donde la elevación de
los niveles del mar podría alcanzar desde los + 2.50 m., en sus valores de
mínima ascensión, hasta los + 5.0 m., según el pro-medio máximo de los valores
propuestos para el final del siglo XXIV por el German Advisory Council on
Global Change (2006).
En este caso, todas las estaciones rupestres
consideradas como perdidas bajo el nivel del mar, durante la máxima expresión
del segundo escenario; quedarían bajo las aguas en el modelo de valores mínimos
(+ 2.50 m.) del tercer escenario, situación que, de comportarse según los
valores máximos (+ 5.0 m.), dejaría también bajo el nivel del mar a las
estaciones Cueva Grande de Caguanes y Cueva del Pirata, ambas de Cayo Caguanes,
y la Cueva Grande de Judas, abierta en la Loma de los Jejenes, Punta Judas
(Figura 3C).
En definitivas,
los cálculos realizados según la distribución altimétrica de las estaciones
ubicadas en las cayería de Judas - Aguada y sus diseños rupestres, nos permiten
establecer que en el primer escenario previsto para el año 2100, se podrían ver
seriamente afectadas algo más del 16,6 % del total de estaciones de la región,
lo que representa el 1,2 % del total de estaciones documentadas en Cuba hasta
diciembre de 2009. Por su parte, las afectaciones calculadas para los
escenarios 2 y 3 (+ 3.0 msnmm y + 5.0 msnmm) previstos para los años 2200 y
2300, alcanzarían valores de pérdidas superiores al 66 % y el 83 %,
respectivamente, del total de estaciones de la región rupestrológica Llanura
Costera Judas - Aguada, pues de cumplirse el pronóstico de máxima elevación del
nivel del mar, para los años posteriores al 2300, esta región sólo contaría con
tres estaciones a las cuales los niveles de ascenso del nivel del mar no
logra-rían alcanzar: nos referimos a las cuevas de las Conchas, de Colón y de
Ramos, todas en Cayo Caguanes.
En cuanto a los diseños como tal, se puede
establecer que, de los 288 diseños rupestres presentes en el área que estamos
estudiando, y según los pronósticos de elevación del nivel del mar por el
cambio climático, para el año 2100 se habrán perdido como mínimo 13 diseños;
para el 2200, habrán quedado bajo el agua entre 27 y 135 diseños, y para el año
2300 se habrán perdido entre 135 y 168 diseños, lo que representa un máximo
probable de pérdida superior al 60 % del patrimonio rupestre de esta región.
Desde el punto de vista de la distribución espacial de las estaciones y los
valores patrimoniales de los cayos que conforman esta región, queda establecido
que es Cayo Salinas el más prontamente afectado, pues en el primer escenario
perdería casi el 100 % de las estaciones rupestres que posee, mientras Cayo
Caguanes es el único que conservaría parte de este patrimonio, aún cumpliéndose
con los pronósticos de máxima elevación del nivel del mar para el año 2300.
Todos los
elementos y datos comentados o calculados hasta aquí, aunque alarmantes, no
dejan de ser un acercamiento teórico a la realidad que puede presentar el
efecto de los cambios climáticos, especialmente el ascenso del nivel del mar,
en el arte rupestre de nuestro país; sin embargo, las posibilidades de que
estos pronósticos se conviertan en realidad dependerán de la exactitud de los
cálculos y propuestas realizadas por los grupos de expertos que intentan lograr
interpretar los efectos y manifestaciones de numerosas variables climáticas y
su comportamiento futuro. También, como es de esperar y desear, dichos
pronósticos y su efectividad dependerán de nuestra actitud hacia las causas que
generan esta problemática y de nuestra capacidad de respuesta y adaptación a
estos cambios.
En este sentido,
los especialistas aseguran que, de mantenerse las tendencias actuales, el rango
del incremento de la temperatura global para la última década del siglo XXI, en
los escenarios analizados, oscilaría entre 1.1º C y 6.4º C –con un rango
de mejores estimados entre 1.8º C y 4.0º C–, tomando como referencia el
promedio de las últimas dos décadas del siglo XX, cuando la temperatura media
anual exhibió un incremento de 0.6 °C, mientras que el nivel medio del mar
presentaría una tasa media de elevación de 2.14 mm/año.
De lo anterior, y
según los resultados plasmados en el mapa de alerta para 2100, en Cuba, donde
291 playas serían afectadas, es decir el 84 % del total nacional, se hace
palpable que, aún con la minimización de algunos de los pronósticos para estos
escenarios, las alteraciones que cualquier elevación del nivel del mar traería
por resultado al clima y al ambiente subterráneo donde se esconde el patrimonio
rupestrológico de esta región –entiéndase aumento o disminución
significativa de los valores medios de la temperatura, la humedad absoluta y
relativa, la evaporación, la salinidad, el ph de las aguas, la erosión marina,
etc.–; serían devastadoras para la protección del arte rupestre, pues
muchas de estas variables son sumamente importantes en el propósito de
conservar este patrimonio cultural.
CONCLUSIONES
Los elementos evaluados hasta aquí permiten
afirmar que el arte rupestre de la Llanura Costera Judas - Aguada presenta un
alto grado de vulnerabilidad ante el impacto del ascenso del nivel del mar
pronosticado para los próximos 300 años, según los estudios más recientes sobre
el cambio climático para Cuba, El Caribe y el planeta en general.
Estos resultados y el manejo de la región objeto
de estudio como caso de ejemplo, demuestran la necesidad de acometer estudios
más precisos y detallados para esta y todas las regiones rupestrológicas del
país, a fin de lograr obtener una visión integral y confiable de los grados de
vulnerabilidad y, a partir de esto, diseñar un programa de acciones para la
adaptación a esta realidad, para lo cual se hace imprescindible una integración
aún mayor del potencial científico que poseemos, para los estudios sobre los
posibles impactos del cambio climático en el patrimonio cultural cubano.
Los resultados
aquí obtenidos reafirman el criterio de que, aún bajo los más conservadores
pronósticos para Cuba, donde se proponen valores máximos de ascenso de solo
0.59 m., el arte rupestre de algunas estaciones pictográficas, como son los
casos de la Cueva de los Alemanes y la Solapa no. 1, ambas en Puerto Francés,
en la costa suroeste de la Isla de la Juventud, recibirían un importante grado
de afectación, pues en la actualidad algunos diseños de estas estaciones están
a menos de 0.30 m. sobre el nivel del mar.
Por otra parte, es
palpable el hecho de que entre las herramientas más comunes, tanto en Cuba como
en numerosas regiones del planeta, para la lucha contra el ascenso del nivel
del mar están el monitoreo sistema-tico sobre la calidad de la franja costera,
el desarrollo de programas, planes y proyectos sectoriales, el ordenamiento
territorial y la educación sobre cultura ambiental a las poblaciones de las
zonas costeras. Sin embargo, en el caso que nos ocupa –el arte
rupestre– muchos de estos modelos son incapaces por sí solos de ofrecer
una solución real, objetiva y tangible; de ahí que los estudios realizados
hasta hoy, y sobre todo este propio trabajo, dejen claramente establecido que,
ante el peligro y vulnerabilidad de este patrimonio, cualquier gestión debe
comenzar por la elaboración y puesta en marcha a mediano o corto plazo de un
proyecto de documentación gráfica, que asegure la formación de un archivo de la
imagen de este importante recurso arqueológico, documentación que debe pasar a
formar parte inmediata de los fondos documentales del patrimonio cultural de la
nación.
Finalmente, y ante
la espera de un programa de investigaciones y lucha contra los efectos de estos
cambios, es imprescindible la realización del monitoreo sistemático de las
variables asociadas a la vulnerabilidad del arte rupestre ante el ascenso del
nivel del mar, pues, aunque los cambios y amenazas que se observan actualmente
en el arte rupestre cubano, en general, están más relacionados con la
intervención humana que con el cambio climático, ya existen elementos de que
están ocurriendo cambios importantes en nuestro clima (aumento de las
temperaturas, aumento en el impacto de huracanes, tormentas tropicales, etc.)
que de hecho amenazan la conservación de este patrimonio histórico - cultural
de la nación.
Recomendaciones
Es nuestro entender que ante lo aquí expresado
se pueden ofrecer algunas recomendaciones que estimulen el desarrollo -en un
breve plazo- de acciones y modelos de adaptación ante el cambio climático y sus
eventos meteorológicos de extremo, para nuestro patrimonio rupestrológico.
Entre estas recomendaciones se proponen las siguientes:
Impulsar el desarrollo de un programa nacional
de investigación para la evaluación de los impactos potenciales del cambio
climático en el patrimonio cultural cubano en general y en el arqueológico en
particular, fomentando investigaciones dirigidas a la elaboración de un mapa de
vulnerabilidad del patrimonio arqueológico cubano ante el cambio climático,
considerando como herramienta imprescindible la investigación
interdisciplinaria.
Construir bases de datos y
sistemas de información sobre el ascenso real del nivel del mar en áreas de
importancia arqueológica, de fácil acceso a los especialistas vinculados a la protección y
conservación del patrimonio arqueológico.
Actualizar los escenarios
regionales según los mapas de distribución del arte rupestre y las
consecuencias del ascenso del nivel del mar, con el objetivo de formular
medidas de enfrentamiento y mitigación, asegurando órdenes de prioridad
coherentes con los riesgos pronosticados a escalas nacional, regional y local.
Difundir la información
sobre los riesgos presentes y previsibles, en el ámbito académico, para mejorar
la percepción y comprensión que del fenómeno tienen los investigadores, de
forma que puedan evaluar su papel y el de sus proyectos de investigación en las
acciones de respuesta y adaptación al cambio climático.
Sensibilizar a las
administraciones y mandos superiores de áreas con alto grado de vulnerabilidad,
para que incorporen la protección y conservación del arte rupestre en sus
planes de desarrollo territorial, dándole un carácter significativo a la
inclusión de estos temas en los planes de manejo de áreas protegidas, en
aquellos lugares donde confluyen este tipo de categoría y el arte rupestre.
Identificar oportunidades
para la convergencia de esfuerzos intersectoriales (sinergias y
transversalidad), especialmente en relación con temas de protección a la
integridad de los recursos arqueológicos y culturales.
Involucrar a todos los
actores sociales, para que las comunidades tomen el problema en sus manos y
participen en el aseguramiento de la conservación actual del patrimonio
rupestrológico, como parte de su identidad regional.
Potenciar la obtención de
recursos financieros nacionales e internacionales, para el estudio de impactos
potenciales del cambio climático en el arte rupestre.
Agradecimientos
Al MSc. Daniel
Torres Etayo, del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología,
por su colaboración siempre oportuna, al Dr. Pedro Pablo Godo, MSc. Ulises
González, Ing. Jesús Pajón y Lic. Gerardo Izquierdo del Instituto Cubano de
Antropología; por su apoyo, estimulo y colaboración para el feliz término de
esta investigación. Al colega Thomas Heyd, Ph. D. Presidente del Simposio
exploratorio sobre arte rupestre y cambio climático del Congreso de la Unión
Internacional de Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas; por la acogida a
nuestro trabajo.
—¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo citar este artículo:
Gutiérrez Calvache, Divaldo A.; Chirino Camacho, José E.; Jaimez Salgado,
Efrén J.; González Tendero, José B. Riesgo y vulnerabilidad del arte rupestre cubano
ante el ascenso del nivel del mar. La llanura costera Judas - Aguada, un caso de ejemplo.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/llanuracosterajudas.html
2015
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