Petrograbados en Inca Cueva (Jujuy). ¿Un arte rupestre soslayado?
Alicia Ana Fernández Distel proparju@yahoo.com.ar Centro de Estudios Indígenas y Coloniales, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad nacional de Jujuy-CONICET.
Ver localización aproximada en Google Maps
Resumen
Se trata un aspecto teórico
metodológico relacionado con la selección de evidencia documental al
momento de hacerse estudios de arte rupestre regionales y proteger el
patrimonio.
Se pone como ejemplo el sitio arqueológico de Inca
Cueva en Jujuy, Noroeste de Argentina. Se muestra como en obras de
arqueólogos consagrados, se omite la presencia de grabados rupestres.
En toda la región hay petrograbados más numerosos para
el periodo de Desarrollos Regionales (900-1400 DC) pero extendidos
hasta épocas hispano indígena y republicana independiente. Los mismos
utilizan como soporte una precisa arenisca roja, como los de Inca
Cueva que acá se describen.
Se exponen las razones por las que los grabados de Inca
Cueva no pueden ser considerados graffiti y mucho menos falsificaciones
(fakes).
Palabras clave: grabados rupestres, documento, arte, discurso, protección.
Introducción
Aquí se tratará la presencia de
petrograbados en la inmediata cercanía de los ricos yacimientos
arqueológicos Inca Cueva 1 y Alero 1, en Humahuaca, Jujuy, Argentina.
Desde el año 1983 (Mapa Arqueológico de Humahuaca:
19-20) y en distintas obras vine anunciando que en Inca Cueva, un
vallecito circunscrito de 8 Km de largo, típico por sus pinturas
rupestres, también había grabados. Aclaraba más la cuestión,
describiéndolos como consistentes en dos figuras humanas grandes, en el
lecho del arroyo, orientadas hacia la abertura de la cueva IC c1. No
he hallado menciones sobre el dato en la rica bibliografía sobre Inca
Cueva, posterior a 1983(1).
En el libro “Iconografía prehispánica de Jujuy” (2004)
sin redescribir lo hallado en Inca Cueva, tomé el tema de los monigotes o
figuras humanas grotescas en el arte rupestre regional. Con la palabra
“monigote” pretendía, darle cabida a este motivo que se da en toda la
franja andina sudamericana y mejorar el mote de “figura con apariencia
de muñeco” consagrado por Juan Schobinger (1982:65).
A quien tenga cierta familiaridad con el arte rupestre
de quebradas y altiplano del Noroeste Argentino, especialmente de Jujuy,
no le pasa inadvertido que el grabar la roca determinado figuras y
símbolos entra dentro de “lo esperable”. Que en Inca Cueva haya este
único registro de grabados, no descarta el hecho que las sucesivas
culturas que ocuparon ese micro ambiente conocieran y usaran con
fluidez la técnica en cuestión.
Con este pequeño trabajo descriptivo pretendo darle la
calidad del documento a estas figuras y así permitir que la evidencia
se construya visualmente (y científicamente) como verdadero “arte
rupestre” sustrayéndolas de la nebulosa de los fakes y graffiti
(Podestá MS), o sea de los “daños” hechos por visitantes.
En la generación de conocimiento relacionado al arte
rupestre, en Argentina, se encuentra poca discusión sobre el tipo de
producción social que es este “arte”. Mucho menos sobre la
representación del ego(2) por el aborigen, o sea su retrato y el del otro. En los trabajos de
arte rupestre cuando se quiere superar el término “antropomorfo”, se
consagran palabras como las de “muñeco” o “máscara” sin mayor crítica.
Como además los trabajos son normativos en exceso enfatizando lo serial y
cronológico(3) figuras como las que se describirán causan “incomodidad”. Precautoriamente se las soslaya.(4)
Acá se describirán y someterán a crítica un par de
“antropomorfos” sui generis que no deberían yacer sin protección, de año
en año inundados por el río; su absoluta cercanía a dos
emblemáticos sitios: la cueva 1 y el alero 1 de Inca Cueva los hace
merecedores de entrar en el discurso de la arqueología científica y del
proteccionismo.(5)
INCA CUEVA
Es un extenso yacimiento que comprende
una veintena de subsitios que aun están en proceso de investigación,
principalmente por parte de equipos de la Universidad Nacional de Buenos
Aires (figura 1).
Lo más notorio dentro de sus
subdivisiones es la cueva 1 que ya lleva 100 años de publicada, bajo el
nombre de Cueva de Chulín (Boman 1908, tomo II). Así se llama la montaña
principal que encierra este pequeño valle que corre de sur a norte
para unirse a la Quebrada de Humahuaca atravesado en su desembocadura
por las vías del Ferrocarril Internacional a Bolivia. Todo en Inca Cueva
es arenisca roja de una formación sedimentaria secundaria que se llama
Pirgua.
Inca Cueva ha servido para referenciar el estudio de
gran parte de los sitios con arte rupestre de Jujuy e incluso de
territorios vecinos (en Bolivia, Chile, provincias argentinas de Salta y
Catamarca). Esto gracias a los trabajos de Carlos Aschero (1979 y
posteriores). En su estudio procedió primero a detectar grupos
estilísticos (A,B,C...) luego modalidades en el estilo, por fin a
establecer verdaderos “ estilos en el arte rupestre de Humahuaca y
Puna”. El arte rupestre del grupo A es el más antiguo (cazadores
recolectores), el del grupo B sería del Formativo y el del grupo C
pertenecería a los momentos finales de la secuencia prehispánica.
También se acepta que hay pinturas (no grabados) del
momento post contacto con el español. El mismo investigador anotado,
como así el cuerpo de arqueólogos actuantes en la zona, confirma que del
momento hispano-indígena hay importantes expresiones grabadas en el
cercano sitio de Sapagua (figura 3).
Los petrograbados de inca cueva
Se hallan en un afloramiento
redondeado por las corrientes de agua del verano, que tienden a
colmatar el curso del arroyo. Para esa época del año los petroglifos
sufren continuos embates de crecidas. Se orientan hacia el este, o sea
hacia la gran cueva 1. Están en la margen izquierda del arroyo.
Por ser grandes de trazo ancho, originalmente más
profundos que el medio cm que tienen ahora, resistieron. Es curioso que
Eric Boman, en su minuciosidad no los haya registrado. Ello se
explicaría de dos modos: o los grabados estaban tapados por escombros y
el arroyo corría por encima de ellos a un nivel más alto o que fuesen
posteriores al paso de Boman.
Los dibujos se clasifican a los fines descriptivos en:
Antropomorfo obeso (¿mujer?), tiene una cabeza redonda
dos hoyuelos más grandes como ojos, dos hoyuelos más pequeños como
nariz, un rectángulo de picado lleno como boca. El cuerpo es globular
sin cuello, unido directamente a la cabeza. El centro está dividido
transversalmente por lo que serían los dos brazos con las manos
reunidas. Por abajo se ven dos piernas separadas y rectas con sus pies.
Tiene 78 cm de alto por 41 cm de diámetro. El trazo del piqueteado es
variable: en lugares tiene 1 cm de ancho, en otros 5 cm.
Antropomorfo grácil (¿hombre?), tiene una cabeza como
el anterior unida sin cuello a un cuerpo ovoidal alargado que a su vez
se divide longitudinalmente en dos partes. De la parte superior de este
ovoide salen a cada lado de lo que sería el mentón, dos arcos que se
unen por abajo a la forma geométrica principal (serían los brazos).
Finalizado el óvalo por abajo salen dos piernas como en el ejemplar
anterior pero más abiertas como en actitud de correr con los pies que
vuelven a ser ovoidales. Tiene 60 cm de alto por 39 de ancho y el
espesor del trazo es como en el anterior muy variable.
Ambos están separados por 1 m. No hay otras marcas en el soporte (figura 2).
Los motivos analizados
Su inserción en un area arqueólógica y etnográfica de investigacion
Lo que se ve son dos claras figuras
que aluden a la sustancia “hombre”. Según Gradin (1978) habría que
ubicarlas entre los motivos esquematizados biomorfos. En el registro del
arte pintado de Inca Cueva de Aschero, en relación con los
antropomorfos (1979:44), no hay ninguna representación asimilable.
Lo más cercano y morfológicamente parangonable se da con
relación al “antropomorfo grácil”, ya que en Sapagua lugar que hoy se
conoce como El Pintado y que no es otro que el publicado por mí
(Fernández Distel 1974), hay algo que llama la atención. Aquí también
está grabado el segundo tipo de hombre, aunque en otra clase de roca y
de tamaño algo menor.
Es un antropomorfo de frente como los de Inca Cueva
con las piernas rectas y abiertas y los brazos en arco unidos
(cerrados) como dos asas, una a cada lado del rectángulo que es el
cuerpo.
Al tratar el registro rupestre de Sapagua que se
caracteriza por tener 3 niveles diferenciales de pátina, con lo cual se
pudo seriar la realización del arte, se marcó que el nivel de los
dibujos más recientes, con exigua (casi inexistente pátina), era el de
la figura antes descripta (Fernández Distel 1974:2). Su posición es
marginal, al borde del abigarrado panel de Sapagua o El Pintado.
La reunión entre los locus de Inca Cueva y Sapagua fue
demostrada por Lidia García quien directamente engloba a ellos en la
micro región de Azul Pampa (García, 1995 y 2000). En su trabajo de 1995
informa que en el interior de las casas de adobe de los “sapaguenses”
actuales hay un “arte sub-presente” con abundantes pinturas.
¿Serían entonces los antropomorfos grabados de Inca Cueva producto de
impulsos artísticos de gentes cercanas a nosotros, residentes de ese
sector? ¿Serían el antropomorfo grácil de Inca Cueva y el “monigote” de
El Pintado por su similitud, directamente obra de “una misma mano”?.
El problema del cuándo
Las preguntas clásicas de la
arqueología, qué y dónde, estarían respondidas. Faltaría cumplir con
las de porqué y cuándo. Respecto a las razones de grabar estas figuras
humanas, estaría la necesidad de demarcar itinerarios y posesiones. En
el marco de una sensible continuidad tecnológica en el área (García
1995:114) los “ abuelos” que realizaron estos dibujos fueron a los
mismos soportes pétreos que sus ancestros, a realizar dibujos que ya no
representaban hombres con uncu o llamas, pues esa no era su realidad,
sino personajes con reminiscencias europeas como se los habrían
enseñado en las escuelas, a través de los maestros de dibujo según
planes oficializados.
En mi trabajo sobre Sapagua (1974:2) advierto sobre que
estos antropomorfos sin pátina “recuerdan a las típicas
representaciones humanas que hace un niño”.
El recurso de la cal y la sangre no era apto para
plasmar cosas al exterior como se lo hizo en los interiores de Alto
Sapagua. Por ello se buscó una piqueta de acero y se grabó a golpes,
muy distinto del grabado realizado con el intermediario o cincel de la
época prehispánica.
Los grabados no obstante su aire de ingenuidad no
pudieron ser producto de niños, pues manejar una herramienta enmangada
de acero es tarea pesada.
El cuándo (la cronología) faltante puede ser respondido
del siguiente modo: los grabados obedecerían a los 60 años atrás que
enuncia García, o serían algo más viejos.
De ser más viejos, habría dos opciones
1) se acoplarían a los restos de 4
estructuras habitacionales circulares de la terraza sobre la que se abre
el alero 1 (con hallazgos de una moneda de 1802, indicios de cabras y
oveja y de cuentas de vidrio). Ello según datos de excavaciones
reunidos por Aschero et al (1991:13).
2) serían de cuando la entrada de los piquetes de
ferrocarril (entre 1906 y 1908 está pasando la ingeniería férrea por la
desembocadura de Inca Cueva).
Descartándolos de la categoría de graffiti
No se pueden relegar a estas
representaciones al carácter de pintadas y marcas de inadaptados
sociales. Los agregados vandálicos al arte rupestre, por lo general,
contienen símbolos de sexualidad reprimida, el afán de ser por el nombre
– con caracteres indelebles- y fechas. Realizados en la
clandestinidad, son desprolijos, incompletos, grotescos (Rama 1994:45).
La cueva 1 de Inca Cueva es un muestrario de lo anterior.
Existió, por el contrario, un gran respeto por el arte
rupestre (a todas vistas anterior) de la cueva 1 y del alero 1, pues
para hacer esas figuras se buscó un soporte diferenciado, no
superponiendo las obras.
Protagonismo de la formación pirgua
Como expliqué, las areniscas rojas
donde se realizaron los grabados de Inca Cueva pertenecen a la
Formación Pirgua del Grupo Salta del Cretácico, Era Mesozoica. Pirgua se
da en la llamada Cordillera Oriental de la cual forma parte el Cerro
Chulín; con menor aparición también se da en Puna y Sierras Subandinas.
Desde la frontera argentino-boliviana hacia el Sur se da
un rosario de sitios de grabados rupestres, de todos los periodos. Los
mismos siguen el rumbo de los afloramientos que en líneas generales es
Norte Sur. Muchos yacimientos se combinan con talleres precerámicos, con
estructuras arqueológicas habitacionales, con caminos como el del Inca
que usa rodados de esta calidad para delimitarlo, con canteras actuales
de lajas.
Lajas de la Formación en cuestión son tomadas para
actuar de lápidas (grabadas artesanalmente) en cementerios cristianos
como los de Tabladitas (Cochinoca) y Uquía (Humahuaca). Describo el
fenómeno en “Catálogo del Arte Rupestre: Jujuy y su región”
(2001:211-212) donde demuestro que la asociación grabados-Formación
Pirgua se continúa en Bolivia.
La relación del hombre, en todos los tiempos y circunstancias, con esta calidad de roca es de resaltar.
CONCLUSIONES
La Quebrada de Inca Cueva, que como su
nombre lo indica “algo tuvo que ver con el Inca” (efectivamente corre
por ella un tramo de la red vial de los cuzqueños), sigue entonces
develando sus riquezas y misterios. Imposibilitado el arqueólogo de
realizar un fechado directo, ni tan siquiera geomorfológico- relativo,
del resto, tiende a soslayar la evidencia.(6)
Lamentablemente las síntesis sobre el arte rupestre
andino se realizan desde cánones estéticos occidentales pasando por
alto la especificidad de las representaciones- sobre todo las humanas-.
Se ratifican nociones heredadas- por ejemplo que una figura grotesca
es infantil - a lo sumo que es vandálica-, pasando a descartar o
soslayar posibles registros.
Se percibe incomodidad frente a un corpus que no se
ajusta a las calzas estrechas de la concepción histórica e ideológica
en la que están inscriptas las carreras científicas de los descriptores
(Velandia 2003:17-18).
El crítico antes nombrado detalla que la preocupación
del arqueólogo por ubicar en el tiempo del modo más exacto posible,
diseños y motivos lo lleva a despreocuparse de la significación de los
dibujos. Olvida que la información iconográfica (sobre todo la que hace
al yo etnográfico y a la otredad)(7),
es parte prioritaria del registro. En su tarea de documentación la
arqueología debe dar igual protagonismo al factor tiempo que a los
factores circunstancia y paisaje.
Es hora de que como arqueólogos dedicados al área
andina miremos el paisaje en su integridad con el tiempo, sin recortar o
soslayar lo histórico y lo etnográfico. La información primaria sobre
un yacimiento como Inca Cueva no debe estar condicionada por
especializaciones y otros fantasmas académicos.
Que una muestra de arte tenga 100 años de antigüedad,
que presente al ego de esos tiempos en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy,
y que esté integrada a un sólido hábitat con areniscas rojas, aguadas
permanentes, protección climática y cuevas como el de Inca Cueva, es de
valor insoslayable.
San Salvador de Jujuy, 9 de diciembre de 2008.
NOTAS
1. La ciencia es un entramado complejo de
relaciones entre personas, cosas, prácticas y conocimientos,
recuerda Laguens (2006:337). En este marco serían posibles
interferencias de lo sociológico: el trabajo de Aschero (1979) habría
desenfocado muchas de las producciones posteriores, que no emanasen de
su equipo de trabajo en la Universidad de Buenos Aires.
2. Ego es lo mismo que
decir “yo”. Acá nos referimos al yo substancialmente concebido al que
se refieren los hechos psíquicos (Ferrater Mora 1969, II: 950).
3. Bonnin y Laguens
(1984:22) tomando el tema de la normatividad en los trabajos de
arqueología hechos por argentinos, explican que tal rasgo se da en
torno a lo estadial y lo temporal. Para el periodo que analizan
(1970-1980) observan rigidez y dogmatismo, rasgos que bloquean intentos
de superación o modificaciones de los esquemas.
4. Bonnin y Laguens
(1984:22) explican que uno de los males de que adolece la ciencia
arqueológica en Argentina es el fenómeno de que los modelos manejados
por los arqueólogos, nunca son explicitados como tales y que se
presupone su conocimiento por parte de los investigadores restantes: más
que modelos son esquemas mentales- legibles entre líneas en los
escritos- con acentuada normatividad.
5. En el año 2004 la
cueva 1 de Inca Cueva fue “cerrada” con un vallado metálico. Fue
colocada una pasarela para apreciar sus pinturas, según recomendaciones
emanadas por el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento
Latinoamericano (INAPL).
6. El factor “confianza”
de que habla Laguens (2006:337-338) juega a favor o en contra de que
un dato científico se propague. No se tiende a utilizar conocimientos
(en este caso mi denuncia de estas figuras grabadas posterior a Aschero
1979) no suficientemente sometidos a prueba por un número importante
de académicos.
7. Todo el aparejo
argumental de los estudiosos de arte rupestre en relación a la entrada
del español, está dado por el registro de cuadrúpedos con jinetes. Así,
la representación de lucha entre aborigen a pie y español montado, se
ha hecho emblemática en El Pintado de Sapagua. Pero ¿cómo se
representaba “al otro” ( al intruso) de no querer mostrarse un
caballo?.
—¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo citar este artículo:
Fernández Distel, Alicia Ana. Petrograbados en
Inca
Cueva (Jujuy). ¿Un arte rupestre soslayado?.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/incacueva.html
2009
BIBLIOGRAFÍA
Aschero, Carlos 1979. Aportes al estudio de Inca Cueva 1 (Departamento Humahuaca, Jujuy). En: Actas de las Jornadas de
Arqueología del NOA, pp. 383-459. Buenos Aires, Universidad del
Salvador.
1988. Pinturas rupestres, actividades y recursos naturales: un encuadre arqueológico. En: Arqueología contemporánea argentina, actualidad y perspectivas, pp.109-145. Buenos Aires, Búsqueda.
Aschero, Carlos, María Mercedes Podestá y Lidia García 1991. Pinturas rupestres y asentamientos cerámicos tempranos en la Puna argentina. Arqueología 1: 9-49, Buenos Aires, Instituto de Ciencias Antropológicas.
Boman, Eric 1908. Antiquités de la región andine de la République Argentine et du désert dÁtacama. Tomo II. Imprimerie Nationale.
Bonnin, Mirta y Andrés Laguens 1984.
Acerca de la arqueología argentina de los últimos 20 años a través de
las citas bibliográficas en las Revistas Relaciones y Anales de
Arqueología y Etnología. Relaciones de la Sociedad Argentina de
Antropología, nueva serie, 16: 7-36. Buenos Aires, Altuna Impresores.
Fernández Distel, Alicia Ana 1974. Petroglifos de Sapagua. En: Jujuy Cultural 1: sin paginación. San Salvador de Jujuy, Dirección Provincial de Cultura.
1983. Mapa Arqueológicode Humahuaca.
Scripta Ethnologica Supplementa 4: 5-68. Buenos Aires, Centro
Argentino de Etnología Americana.
2001. Catálogo del Arte Rupestre: Jujuy y su región. Editorial Dunken.
2004. Iconografía prehispánica de Jujuy. Editorial Dunken.
Ferrater Mora, José 1979. Diccionario de Filosofía. Tomo II. Editorial Sudamericana.
García, Lidia 1995. Lime
and blood. The art of the elders (Ethnoarchaeology at Azul Pampa, Jujuy
province). En: Proceedings of the NEWS 95 International Rock Art
Congress, p. 114. Pinerolo, Centro Studi i Museo d’Arte Prehistorica.
2000. Los tres reinos en Azul
pampa. En: C. Aschero, M. A. Korstanje y P.M. Vuoto (eds), En los tres
reinos: prácticas de recolección en el cono sur de Sudamérica, pp 227-237. Tucumán, Ediciones Magma publicaciones.
2006. Towars food production at Inca Cueva. En: BAR International Series 1524: 17-25. Oxford Hadrian Books.
Gradin, Carlos 1978. Algunos aspectos del análisis de las representaciones Rupestres. Revista del Museo Provincial., Neuquén.
Laguens, Andrés 2006. Colegas
invisibles: la circulación de ideas en arqueología. Un caso de estudio.
Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, nueva serie, XXXI, 337-346. Buenos Aires, Altuna Impresores.
Podestá, María Mercedes Sin año. Propuestas de Intervención en Inca Cueva 1, Jujuy, Argentina. Buenos Aires, ms.
Rama, Ángel.
1994. Pared blanca, pared de necios. En: Humboldt, 46, N°140, p 45. Bonn, Goethe Institut.
Rocchietti, Ana María 1995. El Arte Rupestre y la visibilidad de la Cultura: el caso del cerro Intihuasi,
Departamento Río Cuarto, Provincia de Córdoba. En: Proceedings of the
NEWS 95 International Rock Art Congress, pp.113-114. Pinerolo, Centro
Studi i Museo d’Arte Prehistorica.
Schobinger, Juan 1982. Algunos datos e interpretaciones sobre el arte rupestre del oeste de La Argentina. En: J. Schobinger (ed.), Estudios de arqueología sudamericana, pp. 59-68. Buenos Aires, Castañeda.
Velandia, César 2003. La armadura del espacio y el rastro de la escritura en las ideografías rupestres prehispánicas. En: Resúmenes del VI Simposio Internacional de Arte Rupestre, p. San Salvador de Jujuy, Centro Cultural Jorge Pasquini López.