Círculos y cruces: geoglifos del cerro de Copa de Sombrero, valle de Huarmey, Ancash
Carlos Zapata Benites carloszb@live.com Universidad Nacional de Trujillo.
Resumen
Aquí exponemos una representación arqueológica sobre
los geoglifos de Cerro Copa de Sombrero en el valle de Huarmey, producto de
nuestra visita al cerro con un grupo de egresados de la Universidad Nacional de
Trujillo. Hacemos una apretada revisión de los principales sitios con
geoglifos, en el Perú y en otras zonas de Sudamérica; además de exponer el
actual estado de las investigaciones en el valle y de las sociedades productoras
y/o reproductoras de los geoglifos. Finalmente, establecemos algunas
posibilidades en torno a las prácticas sociales en los geoglifos.
Palabras
claves: Geoglifos, prácticas sociales, caravanas.
Abstract
This paper presents an archaeological representation of
geoglyphs at Cerro Copa de Sombrero in the Huarmey valley, as a result of our visit
to the site with a group of graduate students from Universidad Nacional de
Trujillo. A brief review of the most important geoglyphs, in Peru and
Sudamerica is presented; also exposes the situation of research today in this
valley and the prehispanic societies that produced and/or reproduced these
geoglyphs. Finally, social practices taking place in this geoglyphs are
proposed.
Keywords: Geoglyphs, social practices, caravans
1. INTRODUCCIÓN
Las evidencias arqueológicas que analizamos, se
encuentran en el Valle de Huarmey (Fig. 1), en la costa norte, un valle del que
muy poco se ha hablado en la arqueología que se ha desarrollado en el Perú, siendo
aún muy pocos los estudios realizados.
No obstante, el hecho de que los estudios
arqueológicos sean escasos, no es un indicador del grado de importancia del
valle tanto para la arqueología peruana como la importancia que tuvo este valle
en la época prehispánica. La amplia ocupación de este valle cronológica y
corológicamente revelan su gran importancia económica, social y política.
Además de su gran potencial como medio de desarrollo de la cultura y de la
economía de los habitantes de este valle.
Al asumir esta realidad es que pusimos nuestros ojos
en este valle, para lo cual venimos realizando algunas investigaciones
arqueológicas. De este modo, un grupo de investigadores egresados de las aulas
de la Universidad Nacional de Trujillo nos interesamos por registrar algunas
evidencias arqueológicas que nos parecen de especial importancia. Además,
investigadores extranjeros dirigidos por Milosz Giersz (Misión Arqueológica
Polaca), vienen realizando investigaciones con mayor financiamiento,
principalmente, en el sitio conocido como “El Castillo”. Es así que el valle va
tomando importancia arqueológica en nuestros días.
Fig. 1. Ubicación del valle de Huarmey
Con respecto a la investigación motivo del presente
artículo, tenemos que, a pesar de que Aurelio Rodríguez (1997) ya señala a
Huarmey como un valle con presencia de geoglifos; no hemos encontrado registro
o publicación alguna del sitio donde se halla tal evidencia. De esta manera, este
artículo es el primer reporte de este tipo de manifestaciones en el valle de
Huarmey.
Antes de describir y analizar nuestros datos haremos
un breve recuento a manera de antecedentes y como manifestación de una práctica
social(1), a los geoglifos. Además, de una
breve revisión de lo producido para el valle, poniendo de manifiesto nuestra
posición. También brevemente explicaremos la metodología utilizada en el
registro para, finalmente, exponer una representación arqueológica(2) sobre los geoglifos y lo desarrollado en torno a ellos.
2. LOS GEOGLIFOS: UNA
PRÁCTICA SOCIAL PRE-HISPÁNICA
Hablar de geoglifos como manifestación social en el
Perú supone una vasta muestra de manifestaciones a lo largo de todo el
territorio, sobre todo costero (vide Rodríguez 1997: fig. 1, Hostnig 2003) (Fig. 2). Aunque las mayores
investigaciones se han centrado en los geoglifos producidos por la sociedad
denominada Nazca.
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Fig. 2. Mapas de distribución de geoglifos en el Perú. A la izquierda, según Rodriguez (1997: Fig.1). A la derecha, según Hostnig (2003).
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Atribuidos a la época “Precerámica”(3) (6000 -
1700 a.n.e.) tenemos dos importantes reportes: el primero denominado El Geoglifo Estelar de Chao y el segundo
corresponde a los Geoglifos de Canto Grande, para los cuales se han planteado hipótesis
astronómicas, correspondiendo ambas manifestaciones a sociedades definidas como
no-estatales. El primero de estos sitios está asociado a la sociedad que se estableció
en el sitio Las Salinas de Chao, denominando a este como El Geoglifo Estelar de Chao (Alva 1985: 41), el cual tiene la forma
de la Cruz Cuadrada(4). Además se hace referencia a que “La evidencia de la existencia simultánea de
ideas y conocimientos astronómicos, matemáticos, religiosos, hace suponer a los
investigadores del Seminario de Arqueología, la probable existencia de una
super-institución encargada de desarrollar y conservar conocimientos..., desde
el Precerámico Tardío (2,000 A.C.) hasta los Incas.” (Ibíd.).
El segundo reporte consiste en el registro de los
geoglifos de Canto Grande (Rosselló et al.
1985)(5),
los cuales representan figuras geométricas, dentro de ellas círculos. Asimismo,
también debemos resaltar algunas evidencias asociadas a los geoglifos: «… b) Paravientos de diferentes extensiones.
(…) f) “Tambitos” adosados a rayas. Son pequeñas estructuras rectangulares
adosadas a las rayas principales, similares a los paravientos,… k) Estructuras
de recintos agrupados.» (Ibíd.:
43). La hipótesis astronómica no ha
sido refutada por otras investigaciones en estas manifestaciones.
Más adelante, ubicados en el periodo “Formativo” (1700
- 200 a.n.e.) y vinculados a las principales iconografías de sociedades
estatales, tenemos a los geoglifos del valle de Zaña (Alva op.cit.: 58-63) y un geoglifo de estilo Sechín en el valle de Supe
(Shady et al. 2003). Los geoglifos de
Zaña comprenden dos representaciones de una ave de rapiña y de un ser con
rasgos antropomorfos y zoomorfos, así el autor también manifiesta que el
geoglifo de representación antropo-zoomorfa no es “una marca indicativa de caminos, pues el valle es estrecho y
constituye por el mismo una inconfundible ruta natural priorizando más bien la
idea de una imagen mítico-religiosa, ubicada en las proximidades de un
asentamiento formativo a manera de deidad protectora” (Alva op. cit.: 63). Estos geoglifos parecen
estar vinculados a la sociedad Cupisnique (2200 - 300 a.n.e.). Por una
parte, el geoglifo de estilo Sechín, se trata de una cabeza similar a las que
son representadas en los petrograbados del pasaje Sur de Cerro Sechín y se
encuentra vinculado al sitio de Chupacigarro. Así, Shady y colegas (op. cit.) creen que este geoglifo está
asociado a una cultura del Arcaico Tardío (Caral) y plantean:
“…como hipótesis que la
ocurrencia de esta clase de representaciones en un área extensa, entre Supe y
Chicama y la sierra colindante, en particular el Callejón de Huaylas y el de
Conchucos, podría estar indicando el territorio sobre el cual extendió su
influencia la cultura Caral, así como también el control del Estado prístino de
Supe (Shady, 1999a, 1999b)” (Ibíd.: 310).
Los autores también señalan la presencia “…de estructuras circulares con características
constructivas similares a las del geoglifo.” (Ibíd.: 307) y la ubicación del geoglifo “…en una vía de comunicación entre los sectores medio y bajo del valle
y el litoral de Huaura y Supe,…” (Ibíd.:
310). Aquí, también debemos mencionar los geoglifos de
cerro Ochiputur, vinculados también al “Formativo” u “Horizonte Temprano”,
donde se encuentran representados una criatura zoomorfa, espirales y líneas
rectas (Castillo 2006: 80-82), estando algunos de ellos asociados a paravientos
y estructuras en forma de “L” y “U” y tres caminos prehispánicos (Billman 1996:
162). Castillo hace referencia a otros autores quienes dicen lo siguiente:
“Sharon, Briceño y Noack
(2003) muestran algunas fotos de estos espirales, los cuales estarían asociados
a actividades chamánicas. En ese trabajo se hace referencia a Beck (1979: 42-43),
quien documenta algunos caminos en esta zona (Santo Domingo), y respecto a los
geoglifos se menciona que se trata de “espirales esotéricos” que cumplieron
funciones religiosas durante el Horizonte Temprano y el inicio del Período
Intermedio Temprano (Sharon, Briceño y Noack 2003: 117).” (Castillo op.cit.: 79).
Más allá de estos estudios puntuales, el análisis de
los geoglifos de Ica(6), producidos por la sociedad Nazca (100
-750 n.e.), ha sido el que más atención ha obtenido, desde el temprano reporte de
Toribio Mejía Xesspe (1940) de los geoglifos de Nazca y alrededores,
planteamientos hermenéuticos y sensacionalistas (Daniken 1971, Breunig 1971,
Woodman 1977 cit. Aveni y Silverman
1991: 368), la hipótesis astronómica de Paul Kosok (1965) y María Reiche(7) (1968), la refutación de este planteamiento por Gerald Hawkins (1969) y Anthony
Aveni (1990), la vinculación de los geoglifos con la Hidrología y la fertilidad
(Reinhard 1996, Johnson et al. 2002),
y el planteamiento del modelo andino para estos geoglifos por Aveni y Silverman
(1990). Este planteamiento, el modelo andino, también es usado para los geoglifos
de Palpa por Karsten Lambers (2006).
La sociedad Tiwanacu (550 - 1000 n.e.), en el sitio
de Chen Chen produjo geoglifos con diseños únicos, solo con parangón a los
geoglifos del norte de Chile (Clarkson y Briones 2001: 39), donde se han
representado siluetas de camélidos asociadas a figuras antropomorfas. Los
estudios sobre las prácticas sociales que podrían representar son aún
insuficientes(8). Aquí cabría la posibilidad de la
representación de caravanas.
En Pampa Colorada en el valle de
Casma han sido investigados un grupo de geoglifos asociados al estilo cerámico
Casma-inciso (León 1996, Johnson y Rodríguez s/f)(9), a los
cuales, siguiendo la teoría de Johnson y colegas (2002), se les ha asignado
patrones que responden a determinadas características geológicas e hidrológicas
de la zona. Los grabados representan figuras geométricas: “Las formas incluyeron líneas, trapezoides, triángulos, rectángulos, círculos,
medios círculos, pequeñas montones de piedras y figuras.” (Johnson y
Rodriguez s/f: 6. Traducción nuestra). Adicionalmente, refiriéndose
a unas estructuras asociadas a uno de los geoglifos señalan que “Estas no parecen ser estructuras habitacionales,
sin embargo estas podrían haber sido paravientos puesto que la pared más alta, está
localizada del lado de donde sopla el viento.” (Johnson
y Rodríguez s/f: 12. Traducción nuestra).
Relacionados a la sociedad Chimú (1000
- 1470 n.e.) tenemos dos sitios de reciente investigación, los geoglifos
de la Quebrada Santo Domingo, en el valle de Moche y de los geoglifos de Cerro
Campana, en el interfluvio de los ríos Moche y Chicama. En los geoglifos de
Quebrada Santo Domingo se han identificado geoglifos de formas geométrica,
antropomorfa y posiblemente zoomorfa, hechos con técnica aditiva y reductiva
(Corcuera y Echevarría 2010: 41-42). Los investigadores elaboran una tipología
de los geoglifos de este sitio considerando los diseños, la técnica y la
organización espacial, mediante esta generan una seriación que va de lo “figurativo” a lo geométrico; así establecen una
cronología para estas manifestaciones (Ibíd.:
43-46. Ver Tabla 2). Además ante la falta de evidencia fiable sostienen que:
“la cronología debe proponerse mediante argumentaciones lógicas…” (Ibíd.: 43). También debemos de señalar
que para este sitios se han identificado caminos y diversas estructuras de
pequeñas dimensiones: “…se pueden observar
senderos (0.50 cmts. [sic] de ancho) y caminos entre anchos pequeños
(4 a 5 metros) y grandes (8 a 10 metros aproximadamente) (…) Hacia la parte centro
norte se hallan varias agrupaciones de construcciones que pueden interpretarse
como refugios o pequeños pernoctorios…” (Ibíd.: 41).
Los recientemente descubiertos geoglifos
de Cerro Campana (Echevarría y Corcuera 2011), podrían tratarse de una forma de
elaboración de geoglifos hasta ahora no registrada (elaborados con arcilla y
colonizados por “Achupayas” o Tillandsia recurvata),
pero nos parece prudente aún esperar mayor evidencia para la afirmación total
de este enunciado. Los autores, identifican motivos geométricos y antropomorfos
y sugieren una relación temporal dentro de una secuencia para estos dos tipos
de diseños (Ibíd.: 24-27). Estas
manifestaciones han sido asociadas a “…un
camino arqueológico prominente (Fig. 16) que atraviesa todo el interfluvio de
los ríos Moche y Chicama, desde Huanchaco hasta Laguna del Pato cerca de
Chiquitoy, siguiendo una dirección regular SE-NO. A partir de aquí las lomas se
proyectan en ascenso hasta alcanzar la base del cerro campana.” (Ibíd.: 15).
Mención aparte merece el trabajo
de Aurelio Rodríguez (op. cit.) donde
hace un análisis de los geoglifos de la costa central, de los geoglifos en
general y de El Geoglifo de la Serpiente Mítica de Macas, la cual ubica dentro
del Periodo Intermedio Tardío y/o durante el Horizonte Tardío (Ibíd.: 55). Rodríguez manifiesta que “… los geoglifos son restos materiales que
carecen de propósito utilitario aparente”. (Ibíd.: 6) y que para analizar los geoglifos no es suficiente la
arqueología:
«Al ingresar en la esfera de la
arqueología de lo “simbólico”, de lo “ritual” o de lo “no-utilitario”,
la relación entre los [a]tributos [sic] físicos de un artefacto
y el uso y función del mismo
se torna problemática, de modo que en este dominio el dato puramente arqueológico
resulta insuficiente para saber cuáles fueron las conductas sociales que les dieron
origen.» (Ibíd.: 6).
Por lo anteriormente señalado,
para superar este problema metodológico e interpretativo Rodríguez hace uso de
fuentes etnohistóricas, de la etnografía, de la lingüística, de la iconografía
y de múltiples teorías con respecto a los geoglifos y otros materiales
arqueológicos, para elaborar una interpretación de desplazamiento ritual sobre
el geoglifo mencionado. En esta interpretación “identifica” desde el punto de partida de la danza hasta el tipo
de danza ejecutada sobre el geoglifo (vide Rodríguez 1997: 54-63). Finaliza su texto aduciendo que existen
determinadas “estructuras mentales”
que rigen casi todas las prácticas andinas y, en consecuencia, también la
elaboración de los geoglifos:
“… las formas de
desplazamiento ritual constituyen una expresión cultural propia de los grupos
aborígenes de los Andes; y que estos principios y formas de organización se
encuentran vigentes aún hoy en la sociedad andina. Estas mismas estructuras
mentales gobiernan también la confección de un textil (Frame 1994, Reinhard
1994), los bailes (Van Kessel 1981), el desplazamiento dentro y fuera de la
comunidad (Bastien 1995), y la planificación de los asentamientos (Morris ver
Hyslop 1984) [sic] (…). Los geoglifos figurativos comparten en lo fundamental las
características del diseño textil…” (Ibíd.:
63).
En el norte y el sur de Sudamérica
también existen este tipo de manifestaciones rupestres. Para el norte solo
hemos encontrado referencia de algunos geoglifos en Venezuela (vide Urbani B. y Urbani F. 2001: 33-39,
León s/f) y en el norte de Chile donde se concentran gran cantidad de geoglifos
(Briones y Álvarez 1984).
Finalmente de especial importancia para nuestro
trabajo son las investigaciones realizadas en el norte de Chile (Clarkson y
Briones op. cit., Briones et al. 2005, Briones 2006)(10) donde se relaciona a los geoglifos con las rutas caravaneras, estaciones de
tráfico caravanero, estructuras de corrales y registros funerarios:
“A lo largo de la
transecta caravanera estudiada de 150 km, se identificaron rutas y geoglifos
asociados con estaciones de tráfico o paskanas, estructuras de corrales y
registros funerarios, vinculados con tráfico caravanero de larga distancia.” (Briones et al. 2005:
19). “El traslado e intercambio de bienes
entre los valles, oasis, litoral y altiplano, a través del tráfico caravanero,
implicó no sólo transacciones económicas, sino también la generación de
complejos procesos de la visualización del poder, creatividad simbológica,
ritualidad compartida e integración de territorios étnicos vecinos.” (Briones et al. 2005: 21)
Las figuras de mayor representación,
a lo largo de estas rutas caravaneras, son los camélidos los cuales en
reiteradas ocasiones aparecen acompañadas de seres antropomorfos (Clarkson y
Briones op. cit.: 39). Aquí tenemos
la representación gráfica de actividades sociales concretas (el tráfico
caravanero) asociados directamente a los espacios donde se realizaban dichas
actividades.
Mediante este apretada síntesis de los estudios de
los geoglifos en los andes centrales y algunos ejemplos de Sudamérica queda
claro que el estudio de estos artefactos arqueológicos ha estado presente y ha
sido abordado desde diferentes teorías arqueológicas. De este modo, la arqueología
hecha en torno a los geoglifos ha sido planteada generalmente, desde posiciones
post-procesuales (estructuralista, cognitiva), procesuales, histórico-culturales
e incluso empiristas (arqueográficas). Así, se ha visto a las geoglifos como
reflejo directo de la ideología de la sociedad que los produjo, embarcándose en
la construcción de narrativas, en la búsqueda de significados ocultos en los símbolos
registrados, en la elaboración de taxonomías. Estas búsquedas resultan fútiles,
si es que comprendemos que lo que construiremos será producido por nosotros (análisis
subjetivo) aquí y ahora, y no será reflejo directo de lo que quiso expresar el productor
prehispánico. Así, mediante estas explicaciones se ha negado el carácter social
de los geoglifos, que como producto social constituye la síntesis histórica concreta
de determinadas relaciones sociales.
Así, nosotros entendemos que los geoglifos son
productos sociales(11) y que el encuentro de estos con
nosotros, nos permitirá reconocer parte de la realidad pasada que se aloja en
estos artefactos a través de la práctica arqueológica. El acceso que tengamos a
parte de la realidad pasada estará obviamente limitado por los problemas
tafonómicos que presenten los artefactos (Bednarik 2004: 3-5). Además de
productos sociales, los geoglifos no solo constituyen productos pasivos sino
que resultan creaciones dinámicas que así como fueron creados también
contribuyen a construir nuevas prácticas sociales, lo quieran o no sus
creadores. Así, por ejemplo, para sociedades con prácticas sociales asimétricas
(estatales) ha sido propuesto que determinados espacios donde se manifiesta el
arte rupestre pueden formar espacios de coerción o subversión dependiendo de la
situación histórica en la cual es producida (Tantaleán 2010: 4-5). En cuanto a
sociedades igualitarias estos lugares constituirían espacios de reunión y de
reproducción social, en tanto no son lugares de coerción o subversión, ya que
en este determinado tipo de sociedades no existe una coerción
institucionalizada o algo común a lo que subvertirse o se encuentra en gestación.
3. LAS
INVESTIGACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL VALLE DE HUARMEY(12) Y LAS
SOCIEDADES PRODUCTORAS DE LOS GEOGLIFOS
En la actualidad solo se poseen datos empíricos para
el “Precerámico” en el valle. Para esta época, la sociedad asentada en el valle
fue una sociedad igualitaria que basaba su economía en la agricultura de riego
por inundación, pesca, caza y recolección (vide Bonavia 1982: Capitulo 13), y probablemente se establecieron depósitos
comunitarios en la costa para la conservación del maíz (vide Bonavia 1982: 413). Esta sociedad debió aprovechar las zonas
donde el rio inunda mayor cantidad de terreno como la parte media y alta del
valle. Así, Bonavia (Ibíd.: 372)
considera la zona de la unión entre el río Aija y Malvas como de especial
importancia para el riego por inundación.
Asimismo, el uso de camélidos en los Gavilanes como medio
de transporte (Ibíd.: 376) está
sustentado por algunas evidencias aunque no del todo concluyentes. Y también se
ha sustentado la concurrencia de caravanas hacia Huarmey en base a datos
etnográficos:
“Matsuzawa
(1974) ha informado, a base de evidencia etnográfica, de caravanas de llamas
que iban desde San marcos en el Callejón de Huaylas (muy cerca de Chavín de Huantar)
hasta casma, atravesando la Cordillera Blanca, el Callejón de Huaylas y luego
la Cordillera Negra, regresando luego a San Marcos en
seis días. Sabemos también que desde Huarochirí
bajan aún a la costa hatos de llamas, trayendo papa que es canjeada por maíz. (Ramiro
Matos, Comunicación personal, 1981)”
Para el periodo que conocemos como “Formativo” hay un aumento
de la cantidad de sitios (Cuadro 1)(13), pero con el nivel de información
que tenemos hasta ahora se hace imposible saber si las prácticas sociales de la
sociedad que habitó el valle eran propias de sociedades igualitarias o
estatales, es mas ni siquiera podríamos saber si conformaban una unidad
socio-política. Además, no hay registro del dominio de sociedades estatales,
que hayan conquistado el valle. Solo se indican tres sitios (PV 35-16, PV
35-26, PV 35-58) con ocupación Chavín (Ibíd.:
419, 422 y 431).
Por su parte, parece que los Moche no llegaron a ocupar efectivamente
este valle de manera que tuvieran una dominación concreta (Cuadro 2). Las
evidencias de los Moche en el valle se restringe a algunos sitios(14),
tres (PV 35-24, PV 35-37, PV 35-78) de los cuales indican la ocupación Moche
como la primera (Ibíd.: 421, 424,
439) y seis (PV 35-14, PV 35-16, PV 35-28, PV 35-45, PV 35-57, PV 35-58) la
indican como una reocupación (Ibíd.:
419, 422, 427, 431), pero sin excavaciones ni evidencias consistentes, salvo el
hallazgo de fragmentería Moche. Además, los estudios de otros investigadores (Castillo
y Donnan 1994: 144-145) indican que esta sociedad estableció un fuerte control
solo hasta el valle de Nepeña. Si es que hubo presencia del Estado Moche en el
valle, esta no parece haber sido fuerte. Aún así debemos esperar a que se
realicen algunas excavaciones, como las que se vienen realizando en el valle
vecino de Culebras (Giersz y Przadka 2009).
En el periodo de desarrollo de la sociedad Wari,
Horizonte Medio (800 - 1000 n.e.), en el valle hay un aumento de sitios
(Cuadro 1), pero no hay (aún) evidencias claras de la ocupación Wari(15) (Cuadro 2). Si bien, hay evidencias de artefactos Wari (Machuca 2010(16) en prensa, Makowski 2011(17) en conferencia) estos bien podrían haber
sido producto de intercambio o de fabricación local, no significando esto una
ocupación Wari. No debemos olvidar que el estilo Casma ya aparece a finales de
la existencia de la sociedad Moche, quizás un poco antes (Fung y Williams 1977).
Lo que conocemos como estilo Casma (reconocido solo
en la cerámica(18)), que se encuentra en todo el valle,
tampoco parece ser parte de una sociedad estatal, ya que las principales
iconografías desarrolladas en el único soporte conocido para esta cultura
material no pasa de figuras circulares y otros diseños geométricos, en algunos
casos parecen representar ofidios. Sin embargo, sí parecen ser parte de una
unidad socio-política o, por lo menos, un grupo social vinculado por el uso de
una tecnología compartida en cuanto a la cerámica. Incluso se habla de la
“cultura Casma” (Mackey y Klymshyn 1990, Voguel y Vilcherrez 2007). Este estilo
cerámico está presente durante toda la existencia del Imperio Wari y hasta la
aparición y la conquista del valle por la sociedad Chimú. Con respecto a lo
“Casma” el sitio conocido como el Campanario(19) (PV 35-80, vide Bonavia op. cit.: 439) llama nuestra atención ya que es uno de los
principales monumentos (gran volumen), con presencia de espacios privados que
podrían incluir la presencia de una clase dominante. A pesar de lo argumentado,
el tema de las sociedades estatales no nos compete en este artículo y por la
falta de evidencia este tema aún se mantiene en el terreno especulativo.
Finalmente con respecto a las manifestaciones
rupestres solo contamos con el reporte del sitio Quebrada de las Piedras
Labradas (PV 35-46 = Ibíd.: 427, Núñez
Jiménez 1986: 587, Hostnig op. cit.:
20) y el petroglifo de Congón (Ibíd.:
16). Las figuras que han sido representadas, en el primer sitio, son rostros
antropomorfos, águilas, mariposas, círculos, círculos concéntricos y otras
figuras; para Congón no se especifica.
4. LOS
GEOGLIFOS DEL CERRO COPA DE SOMBRERO: CIRCULOS Y CRUCES
Los geoglifos de Cerro Copa de Sombrero no han sido
estudiados arqueológicamente, anteriormente, sino hasta nuestra llegada. Además
de haber registrado tres grupos de geoglifos, hemos identificado algunos
importantes sitios arqueológicos, registrados por Bonavia (1982: Capitulo 14),
que deben haber tenido relación con las prácticas sociales realizadas en torno
a los geoglifos del Cerro Copa de Sombrero.
Esta elevación del terreno se encuentra ubicada en la
parte media del valle de Huarmey (Fig. 3. Para información más exacta revisar
cartas geográficas 20-h y 21-h), en la margen izquierda del río epónimo, a más
de 3 km de la Hacienda Huamba (al N del Cerro) y a 4 Km de la Hacienda María
Cristina (al O del Cerro). Limita por el Norte con el Cerro Reloj Punta y con
una quebrada que no ha sido registrada en las cartas geográficas - que
llamaremos Quebrada “Copa de Sombrero-Reloj Punta”. Asimismo en las faldas de
la ladera oeste del Cerro Reloj Punta hemos identificado tres sitios
arqueológicos de dimensiones monumentales, de los cuales solo hemos podido
correlacionar uno con el inventario de Bonavia, el sitio PV 35-34 (Ibíd.: 423) que se encuentra a unos 500
m de los grupos A y B. Y a 4 km al norte del cerro se juntan los ríos Aija y
Malvas para formar el río Huarmey, allí también se encuentra el Cerro Taco
Punta donde existe un sitio en su ladera SO que se ubica estratégicamente orientado
hacia esta confluencia de los ríos. Por el Sur limita con la Quebrada “Malpaso”,
el Cerro Canbacancha al SE y el Cerro Tambi Perro. En Tambi Perro hemos
identificado el sitio “Mal Paso” PV 35-27 (Bonavia 1982: 422) en las faldas del
cerro, en la parte norte y el sitio PV 35-26 (Ibíd.: 421-422) más elevado en la misma ladera del cerro que parece
presentar un conjunto de murallas que rodean el sitio. Al oeste se encuentra el
río Huarmey y otro sitio (no registrado) arqueológico que se encuentra en la
cima de una pequeña elevación. Al este limita con Cerro Sanqui y Cerro Ñabos.
Fig. 3. Fotografía satelital de la ubicación de Cerro Copa de Sombrero
Fig. 4. Fotografía satelital con la ubicación de los sitios arqueológicos y los grupos de geoglifos de Cerro Copa de Sombrero y otros sitios cercanos.
Además, el Cerro Copa de Sombrero alberga cuatro
sitios arqueológicos (Fig. 4), dos en su falda al suroeste, “Mal Paso” PV 35-29
(Ibíd.: 423) y PV 35-31 (Ibíd.: 423); el tercero en sus faldas en
el lado noroeste, el PV 35-33 (Ibíd.:
423) y el cuarto entre la Quebrada Mal Paso y el inicio del Cerro en el piso
del valle, el sitio “Mal Paso” PV 35-28 (Ibíd.:
422). Los dos primeros sitios se encuentran cerca a los geoglifos del Grupo C
(cruces y círculos), ambos sitios a menos de 1 km de distancia de los
geoglifos. El tercer sitio se encuentra cerca a los geoglifos del Grupo A y B
(círculos) aproximadamente a medio kilómetro de estas manifestaciones.
El Cerro posee en su superficie rocas que presentan patina
producto del paso del tiempo. Bajo las rocas de su superficie encontramos
tierra y arena de un color más claro que las rocas que conforman la superficie
del cerro. Es esta contrastación cromática la que genera la visualización de
los geoglifos. Con respecto a estas manifestaciones “rupestres” tenemos que
morfológicamente corresponden a representaciones geométricas: circulares y
cruciformes. Estas formas fueron ejecutadas con la técnica extractiva, que
consiste en el retiro sistemático de las piedras de la superficie hasta dejar
expuesta la tierra y/o la arena subyacente.
Fig. 5. Fotografía satelital de los tres grupos de geoglifos identificados
En primera instancia, identificamos los geoglifos
mediante el programa de fotografías satelitales Google Earth (Fig. 5), para
luego ir al campo y registrar las evidencias in situ (Cuadro 3). Los geoglifos han sido medidos con una cinta
métrica de 50 m. siguiendo la inclinación del geoglifo. Las coordenadas y las
alturas han sido tomadas con un GPS marca Garmin. Se han fotografiado y filmado
los geoglifos y otros objetos asociados. Las pendientes han sido calculadas en
el programa Autocad en base a los datos obtenidos en el campo. Las
observaciones con respecto a posibles orientaciones astronómicas han sido hechas
con el programa Google Earth.
Metodológicamente hemos ordenado los geoglifos en
tres grupos, nombrados con letras del alfabeto, A, B y C. Luego de esto se han
ordenado los geoglifos, desde los más elevados hasta los más cercanos
altitudinalmente al nivel de las faldas del cerro, con números arábigos (Fig.
6).
Fig. 6. Representación gráfica de los geoglifos de Cerro Copa de Sombrero.
Debemos de decir que con las limitaciones, en la identificación de estas manifestaciones, metodológicas o producidas por las alteraciones post-deposicionales en el sitio, puede escaparse a nuestras observaciones alguna otra manifestación de este tipo.
4.1. LADERA NOROESTE: LOS
CIRCULOS (GRUPO A Y B)
El primer reconocimiento superficial que hicimos del cerro nos
permitió hallar dos grupos de geoglifos de forma circular, ubicados en la
ladera noroeste del cerro (Fig. 7). Un grupo frente a otro, que consisten en
varios círculos que se alinean en un mismo eje.
Fig. 7. Ladera noroeste de Cerro Copa de Sombrero señalando la ubicación de los geoglifos.
Fig. 8. Vista desde el sureste de los geoglifos A5, A6 y A7.
Fig. 9. Estructuras internas del geoglifo A6.
Como
ya ha sido mencionado, aproximadamente medio kilómetro al oeste de estos
geoglifos existe un sitio arqueológico, de planta cuadrangular y con varias
estructuras anexas a este.
Grupo A
Son
nueve geoglifos de forma circular y ovoidea (Fig. 5). Están dispuestos casi
linealmente en un eje SE- NO con 23° de desviación del norte. Se extienden a
los largo de 278 m y tienen 15° de inclinación.
De
estos geoglifos, el A6 (Fig. 8) es el más grande y el que presenta estructuras
de piedra asociadas dentro y alrededor. En el interior existen tres estructuras
cuadrangulares (Fig. 9) yuxtapuestas, con muros hechos a partir de
amontonamientos de piedra; y al exterior tres muros paralelos separados a una
distancia de 2 m. Los últimos dos geoglifos, A8 y A9, no fueron registrados in situ pero son visibles desde la
fotografía satelital (Fig. 5). Así también existen algunas estructuras de
piedra a los alrededores de los geoglifos, y piedras dispuestas como si taparan
algo bajo el suelo (Fig. 10). Este patrón se conoce para algunos entierros
prehispánicos, solo su excavación revelara la materialidad que contienen.
En
este grupo no hemos encontrado cerámica asociada, el material arqueológico que
hemos podido observar se reduce a restos óseos (camélidos y otros) y
malacológicos.
Fig. 10. Amontonamientos de piedras asociados al Grupo A.
Grupo B
Son
diez geoglifos de forma circular y ovoidea (Fig. 5). De estos, nueve están casi
alineados en un eje SE- NO con 68° de desviación del norte, y siendo el
geoglifo B9 (al norte del B8) el que se sale del eje en el que se alinean los
demás. Se extienden a los largo de 313 m y tienen 9° de inclinación.
En este grupo de geoglifos no hemos registrado uno de
magnitudes aproximadas al A6. La mayoría de geoglifos presentan dimensiones parecidas
(Fig. 11). Las únicas estructuras que hemos encontrado se encuentran al
exterior de los geoglifos y parecen ser simple amontonamientos de piedras que
no hemos podido registrar con detenimiento. También se presentan las piedras
que cubren posibles entierros.
Fig. 11. Vista desde el sureste de los geoglifos del Grupo B.
En
este grupo no hemos encontrado cerámica asociada, al igual que el Grupo A. El
material arqueológico observado consiste en restos óseos (camélidos y otros) y
malacológicos.
4.2. LADERA SUROESTE: LAS
CRUCES (GRUPO C)
En
nuestro segundo reconocimiento superficial del cerro hallamos un tercer grupo
de geoglifos los cuales son de forma circular y en cruz. Se ubican en las
faldas suroeste del cerro (Fig. 12). Y no solo identificamos geoglifos sino
también un grupo de estructuras y petroglifos que trataremos más adelante.
Asimismo,
a parte de las estructuras y petroglifos, estos geoglifos se encuentran cerca de
importantes sitios arqueológicos (Fig. 4) que se encuentran a menos de 1 km de distancia
de los geoglifos.
Fig. 12. Ladera suroeste de Cerro Copa de Sombrero señalando la ubicación de los geoglifos del grupo C.
Grupo C:
Identificamos seis geoglifos, de los cuales dos son de forma
circular y cuatro en forma de cruz (Fig. 13) griega (ambas líneas poseen el
mismo tamaño). Están dispuestos casi linealmente en un eje SE- NO con 74° de
desviación del norte. Se extienden a lo largo de 230 m y tienen una inclinación
cercana a los 0°, el terreno es casi llano. En este caso el extremo más bajo es el
extremo noroeste desde donde se suceden 4 cruces terminando con los dos
círculos.
Fig. 13. Vista este de geoglifo en forma de cruz.
Entre
el geoglifo C4 y el C5 existe una distancia de casi 50 m. Quizás en esta zona
existieron otros geoglifos en forma de cruces pero no nos fue posible
identificarlos debido a la clara afectación de procesos post-deposicionales que
no permiten la identificación de estos. El geoglifo C2 también ha sido afectado
por el paso del tiempo, su mitad oriental se encuentra disturbada por lo cual, solo
hemos representado gráficamente la mitad de un circulo (Fig. 6), que es lo que
pudimos observar in situ.
A
diferencia de los otros geoglifos en este grupo hemos encontrado abundante
cerámica (Fig. 14) Casma Inciso, Casma Impreso, Casma Aplicado-Impreso (vide Daggett 1983, Bastiand 2006). Este
tipo de cerámica se extendería hasta el periodo Intermedio tardío (Ibíd. 2006).
Fig. 14. Cerámica Casma encontrada asociada al Grupo C.
4.2.1. GEOGLIFOS,
PETROGLIFOS Y ESTRUCTURAS
Las
estructuras que se encuentran ligadas a los geoglifos se encuentran
aproximadamente a 30 m al este del geoglifo C1. Son estructuras en forma de “U”
(Fig. 15), aglutinadas, de aproximadamente 1,50 m por lado, con el lado Este
abierto. Se ubican de tal manera que el lado abierto da hacia la ladera del
cerro y a una pequeña depresión entre la ladera del cerro y la elevación, donde
se encuentran los geoglifos y las estructuras.
Se
trata de un grupo de “paravientos” que presentan, al igual que los geoglifos,
cerámica Casma y Moche (en menor cantidad) asociada. La superficie en su
interior ha sido modificada, exponiendo la superficie subyacente del cerro, al
igual que en los geoglifos. La diferencia es que en esta parte la superficie subyacente del cerro es mucho
más clara.
Fig. 15. Una de las estructuras, en forma de “U”, asociadas a los geoglifos.
Fig. 16. Petroglifos con diseños.
Cerca
a las estructuras identificamos tres petroglifos. Dos de estos se encontraban separados
de las estructuras, representan diseños geométricos (Fig. 16), y otro era parte
de una de las estructuras (Fig. 17), representa un animal cuadrúpedo, del cual
le sale un apéndice del cuello en forma de ondas.
Además, de estas evidencias hemos encontrado restos de cuarzo
lechoso (Fig.18), material del cual hemos identificado una cantera de cuarzo
cerca al pueblo Barbacay en la cima del Cerro del mismo nombre, también registramos
piedras que cubren posibles entierros.
Fig. 17. Petroglifo con diseñozoomorfo.
Fig. 18. Fragmentos de cuarzo lechoso asociados a las estructuras del sitio.
5. PRÁCTICAS
SOCIALES EN CERRO COPA DE SOMBRERO
Comprendemos que las manifestaciones sobre las cuales
hemos venimos discutiendo son producto de determinadas prácticas sociales, las
cuales son objetivación de las relaciones sociales existentes entre determinados
grupos de personas y los objetos sobre los que se realiza la práctica social
(elaboración de geoglifos, ceremonias en ellos, mantenimiento de ellos, etc.).
Tratamos de reconocer dichas prácticas mediante determinados métodos
arqueológicos que nos permiten reconocer una parte de la realidad pasada, que aún
se aloja en dichos restos. Estos métodos no solo dependen de los objetos
arqueológicos que se analizan sino también de las condiciones materiales con
que cuenta la investigación.
Con relación a la ubicación cronológica de los
geoglifos debemos de decir, que en la actualidad se vienen desarrollando métodos
que pueden brindarnos dataciones absolutas de los geoglifos, como el método de
luminiscencia por estímulos ópticos (OSL) (Greilich et al. 2005) y C14 en
materiales directamente relacionados a excavaciones de geoglifos (vide Lambers 2006). Pero en nuestro caso
recurriremos a su datación relativa por medio de comparaciones de los iconos, símbolos,
artefactos y estructuras asociadas a los geoglifos, ya que nuestras condiciones
materiales no nos permiten estudios de otro tipo.
Los geoglifos del grupo A y B solo presentan en su
diseño motivos circulares, en cuanto a estructuras asociadas solo presentan pequeños
recintos cuadrangulares y circulares en el geoglifo A6 y no hemos identificado ningún
fragmento cerámico. Esta ausencia de cerámica nos lleva a pensar que fueron
construidos antes de la introducción de la cerámica en este valle (o esta zona
del valle) y que solo fueron utilizados antes de la aparición de la cerámica,
aunque no debemos de descartar que en estos sitios pudieran bien realizarse algunas
prácticas que no incluían la utilización de dichos artefactos. A pesar de ser
el “circulo” una representación frecuente en la cerámica Casma (que se
desarrolla aproximadamente 500 – 1000 n.e.), también es un icono presente
en lo geoglifos tempranos (Núñez 1984) de sociedades igualitarias, que no
presentan imágenes elaboradas, además de estar presente este símbolo en una
forma arquitectónica muy difundida en las sociedades igualitarias del
Precerámico, en las plazas circulares hundidas. A favor de este planteamiento
tenemos que el sitio PV 35-34, uno de los sitios más cercanos a este grupo, es
indicado por Bonavia (op.cit.: 423)
como del “…Horizonte Temprano, o poco después.
Cabe la posibilidad de una ocupación más temprana también.”.
Los geoglifos del grupo C, aparte de los diseños circulares
presentan diseños cruciformes. La cruz es raramente representada para épocas
tempranas(20) y más bien esta aparece representada
en épocas posteriores, por ejemplo en Chavín (Núñez Jiménez op.cit.: 63). Así, los círculos se
pudieron haber elaborado tempranamente y las cruces pudieron ser incluidos
posteriormente. El uso de los geoglifos del grupo C, parece tener vigencia hasta
la ocupación de los “Casma”, en cuanto a su construcción y en relación al grupo
de geoglifos A y B, creemos que también fueron construidos en el “Precerámico”.
Los sitios PV 35-27 y PV 35-28 ubicados en la unión de la quebrada con el valle
han sido ubicados por Bonavia (op.cit.:
422) en el “Horizonte Temprano”, aunque luego indica al sitio Mal Paso(21) como posiblemente “Precerámico” (Ibíd.:
412).
Estos iconos geométricos simples realizados en
algunos soportes del arte rupestre a veces son señalados como motivos que son
propios de sociedades tempranas, como otros sitios de arte rupestre en el Perú (Núñez
Jiménez op.cit.) y así como su
presencia en sitios de Chile (Núñez 1984). No creemos que estos motivos sean
propios solo de la temporalidad, sino del tipo de prácticas realizadas por las
sociedades de esta época, que no necesitaban representar diseños complejos que
transmitieran un mensaje de violencia o coerción.
Partiendo de la idea de que los diseños o iconos
complejos, como las representaciones de animales míticos, personajes
antropomorfos con atributos zoomorfos, o la combinación de ambos son necesarios
en sociedades estatales, donde se hace necesario establecer un discurso religioso-político
que valide las prácticas que la clase dominante ejecuta y asimismo se difundan
este tipo de iconos. ¿Entonces a qué tipo de sociedades pertenecen estas
representaciones?
Tal parece ser que en el valle no existió una
sociedad estatal que se haya desarrollado originariamente, y la presencia de
algún estado prehispánico foráneo(22) aún queda en duda. Así parece ser
que los geoglifos de Cerro Copa de sombrero fueron ejecutados por una sociedad
igualitaria y fueron mantenidos por esta, hasta la llegada de los Chimú, época
desde la cual parece ya no realizarse estas prácticas sociales (ceremonias,
rituales u otro tipo de reunión) efectuadas en relación a los geoglifos. Si futuras
investigaciones descubrieran la existencia de una sociedad estatal, lo
desarrollado en los geoglifos no parece ser parte del discurso o de las prácticas
que validan un régimen estatal y de desigualdad, quizá en algún momento de la
historia del valle llegaron a ser espacios de subversión. No solo por ser
iconos de poca complejidad y que no expresan un discurso coercitivo, sino que
los restos asociados directamente a estos no presentan tampoco estas
características, ni una gran movilización e inversión de fuerza de trabajo. El
diseño mismo de los geoglifos no refleja prácticas sociales concretas, sino que
queda en el terreno simbólico dado por sus creadores, el cual desde nuestro
punto de vista es inescrutable.
Ahora queda pendiente la cuestión de quiénes hicieron
estos geoglifos. De lo expuesto se desprenden dos posibilidades. La primera da
como ejecutores a las poblaciones aledañas a los geoglifos y la segunda a
caravaneros que pudieron transitar por la sierra de Ancash hacia las costas de
Huarmey y viceversa.
La primera no requerirá más explicaciones, que la
misma presencia de sitios tempranos cerca a los grupos de geoglifos: los
sitios son objetivación de la presencia humana en esta zona y en determinado
tiempo. Ya hemos mencionado que estos sitios han sido ubicados cronológicamente
en el “Horizonte Temprano”, pero con la posibilidad de ocupaciones más
tempranas.
La segunda posibilidad requiere una explicación mucho
mas argumentada. Si bien, el término de caravana implica la presencia de algún
tipo de vehículo (en nuestro caso, camélidos) en el viaje, aquí nos tomaremos
la licencia de usar el término en un sentido más amplio, significando este solo
el tránsito de un grupo de personas con vehículo o sin este.
La asociación del arte rupestre y de los geoglifos a
caminos ha sido documentada en algunas zonas del territorio andino (Guffroy
1999: 70, 91, Núñez Jiménez op.cit.:
359, Eeckhout 1997: 549) y la propuesta que vincula el tránsito de caravanas a
geoglifos ha sido sostenida para el norte de Chile (Briones et al. 2005), y con petroglifos para el
valle de Mala (Tantaleán op.cit.). Con
respecto a los camélidos en el valle de Huarmey, Bonavia (op.cit.: 376,395) sugiere su empleo como transporte del maíz hacia
los Gavilanes, en caravanas, desde las partes medias y altas del valle.
Los geoglifos de cerro Copa de Sombrero se encuentran
en la ruta natural que constituye el valle y que hace evidente el tránsito de
este, desde zonas de la sierra de Ancash hacia las zonas costeras y viceversa. Para
el “Precerámico”, la introducción de algunas especies tanto animales como
vegetales provenientes de la sierra de Ancash en el valle (Ibíd.: Capitulo 13) debió de haber pasado por el curso que sigue el
rio Huarmey. Estas especies pudieron ser introducidas a sitios como los
Gavilanes (Ibíd.: capitulo 13) y
Culebras, entre otros, que debieron de establecer determinadas relaciones
sociales, sobre todo del tipo económico, con grupos sociales de la sierra. Las
partes alta (donde se ubican los geoglifos) y media del valle, son áreas susceptibles
al riego por inundación durante la época de avenida y estas fueron cultivadas
en el Perú prehispánico y sus productos transportados a otras zonas; quizá con
la participación de los camélidos, de los cuales se tiene registrada su
existencia en el sitio de los Gavilanes (Ibíd.:
225) y de los cuales también creemos se utilizaron para el transporte de
productos, no solo hacia la zona costera, sino también hacia la sierra (aunque
las evidencias no nos permiten afirmar esto). Sabemos que, acudiendo a
observaciones etnográficas, estos camélidos pueden recorrer como máximo una
distancia de 35 km llevando una carga máxima de 45 Kg. Si aceptamos como cierta
la hipótesis de que el maíz era transportado de las partes altas para luego ser
depositado en los Gavilanes (Ibíd.: 395),
podemos decir que existe una distancia aproximada entre 30 y 35 km desde los
Gavilanes hasta Cerro Copa de Sombrero, donde fácilmente se podrían ocupar las
estructuras provisionales (“paravientos”) del sitio y continuar el recorrido
hacia la sierra o de retorno a la costa. Nos parece recurrente la asociación de
geoglifos caminos y estructuras provisionales(23), relación que hemos
hecho evidente párrafos atrás (ver punto 2). En la actualidad, los ganaderos de
Pararín, una localidad ubicada a 23 km al este de la ubicación de los geoglifos
llevan su ganado hacia el valle bajo, transitando por la ruta del río Malvas,
continuando por el río Huarmey. No queremos hacer una analogía con la realidad
pasada, solo queremos sustentar a favor de la transitabilidad de la ruta.
Las relaciones sociales establecidas entre los
habitantes de la zona costera del valle y de la sierra, se hacen explicitas a través
de los productos provenientes de una zona a otra. El problema de la utilización
de los camélidos como medios de transporte, en caravanas, y su vinculación a
los geoglifos, aún se hace difícil de aseverar debido a la ausencia de corrales
asociados a estos. Aunque las estructuras asociadas a los geoglifos, parecen
cumplir la función de refugios temporales, de eventuales visitantes, no son lo
suficientemente grandes para resguardar camélidos.
La función o la utilización que debieron desempeñar
estos espacios donde fueron producidos los geoglifos, que aquí tratamos,
requiere de un estudio más profundo. Por ahora podemos decir que los dos
espacios (las dos partes del cerro donde se ubican los geoglifos) constituyen
sitios de reunión, donde se debieron de realizar múltiples prácticas sociales.
Las estructuras anexas (“paravientos”) a las áreas de los geoglifos sugieren
ocupaciones temporales para los caravaneros o peregrinos que transitaron por el
valle hacia la costa o sierra, y los restos animales (camélidos y moluscos) nos
indican el consumo(24) de estos.
Para los geoglifos del grupo C la presencia de
cerámica es evidencia indirecta de consumo de alimentos. Los tres petroglifos, que
se encuentran en las estructuras asociadas a los geoglifos, presentados no
reflejan prácticas sociales concretas, por su carácter geométrico y simbólico,
exceptuando la representación de un ser cuadrúpedo del cual se desprende del
cuello una línea sinuosa, podría tratarse de una venado o llama, la poca
longitud del cuello representado hace improbable la segunda posibilidad, aunque
esto debió de depender de la habilidad del ejecutor.
Así, los eventuales ocupantes del sitio parecen
reunirse en estos espacios para reproducir sus prácticas sociales y para
representar determinados aspectos de su realidad o determinadas maneras de comprenderla
expresándola de manera simbólica (círculos, cruces, etc.). Así debío haberse
difundido determinado significado de sus representaciones (geoglifos) para los
sujetos que se reunían en estos sitios.
NOTAS:
1. Para nosotros “Las sociedades
humanas son aglomerados de interés conformados por hombres y mujeres (agentes
sociales) y las condiciones materiales en las que viven (mundo de los objetos).
Hombres, mujeres y condiciones materiales integran las condiciones objetivas de la vida social. Los acontecimientos que
ponen en relación estas tres categorías objetivas constituyen las prácticas sociales.” (Castro et al. 1996: 35).
2. Aquí seguimos la definición de Vicente Lull (1988: 70-71): “Representar es confeccionar un modelo
coherente en el cual no exista contradicción entre la base lógica que lo
sustenta (esfera formal) y las leyes o pautas arqueológicas contrastadas en
sus materiales (esfera fáctica) y legalizadas por la metodología.” Además consideramos que nuestra representación
será parte de un escalón en el avance del conocimiento arqueológico (sobre el
tema tratado) y que seguro será superado en el futuro por investigaciones que
cuenten con métodos y técnicas más adecuados. De esta manera tomamos conciencia
que hacemos arqueología aquí y ahora.
3. Por las evidencias presentadas, los sitios que se describen no
parecen ubicarse al inicio del “Precerámico” sino que se aproximarían al periodo
conocido como “Arcaico” que abarca la parte final del “Precerámico”. Se usa el término
en la medida que es usada por los investigadores de estos sitios.
4.
No se describe a que se refiere con lo de cruz cuadrada, esta
podría entenderse como Chakana o como Cruz Griega, de lados iguales. En este
caso, la manifestación tiene la forma de una Chakana.
5. Este es el texto que hemos utilizado para nuestro artículo, pero lo
interesados pueden consultar otros reportes como los de López (1983), Ramos de
Cox (1976) y Roselló (1978).
6.
Aquí solo mencionamos algunas investigaciones ya que mencionar
todas seria tedioso para el lector, además de no ser el objetivo de este
artículo. Para estudios más detallados y eruditos, el lector puede consultar
las publicaciones de otros investigadores: Horkeimer (1947), Hart-Terré (1974),
Waisbard (1980), Hadingham (1984), Silverman y Pineda (1986), Morrison (1987), Clarkson
(1990), Silverman (1990), Ravines y colegas (1995), Rostworowski (1998).
7.
Los estudios de los investigadores mencionados son numerosos, ya
que son los que más han trabajado el tema y defendido las líneas de Nazca. Así,
Paul Kosok (1965) planteó inicialmente la hipótesis astronómica la que,
posteriormente, fue defendida por su alumna María Reiche (1968) quien adscribió
a los geoglifos la función de calendario. No obstante, debemos decir que estos
planteamientos fueron intuitivos y no tuvieron respaldo empírico.
8.
La única información disponible se encuentra en un artículo
publicado en internet por el museo Contisuyo, de Moquegua. En: http://museocontisuyo.org/gallery_sub_article.asp?codigo=11&status=1
9. Los autores no establecen fechado relativo para estas
manifestaciones. El trabajo de Johnson y Rodríguez fue expuesto en el I
Simposio Nacional de Arte Rupestre, realizado en Cusco, del 25 al 30 de
noviembre de 2004.
10. La primera asociación de caravanas, caminos y geoglifos la hace
Lautaro Núñez (1976). No citamos directamente ya que no poseemos el texto.
11. Los geoglifos en tanto “…objetos
arqueológicos son reductos en los que se produce una convergencia de decisiones
sociales de producción/uso y de destrucción/amortización.” (Castro et al. 1993: 25).
12. Hemos mencionado,
al comenzar este texto, que el valle de Huarmey se encuentra marginado con
respecto a las investigaciones arqueológicas en el Perú. A pesar de ello se ha
realizado algunas importantes excavaciones como en los Gavilanes (v.g. Kelley y Bonavia 1963, Bonavia 1982)
e investigaciones en otros sitios precerámicos (vide Bonavia et al. 1993,
Bonavia et al. 2001, León 2002,
Bonavia et al. 2009), así como
inventarios de los sitios del valle (v.g. Ishida et al. 1960: 448-449,
Horkeimer 1965, Thompson 1966, Tabío 1977, Bonavia 1982, Prümers 1990).
13. El Cuadro 1 y el Cuadro 2 están basados en la información de la
prospección de Bonavia (1982: Capítulo 13).
14. De estos sitios, cuatro de ellos se basan en la identificación de
tumbas (cementerios), los cuales no requieren de mucha inversión de trabajo en
los sitios. Trabajo que bien podría realizarse por un sector de la sociedad no
vinculado a las instituciones estatales. Con el nivel de información que se
posee aún se hace difícil dilucidar esto.
15. Aunque en la actualidad se llevan realizando excavaciones en el
sitio “El Castillo” bajo la dirección de Milosz Giersz.
16. En este artículo del diario “El Comercio”, Giersz menciona la
presencia de tumbas Wari en el sitio “El Castillo”.
17. Makowski hace referencia a las excavaciones de Milosz Giersz y el
hallazgo de objetos Wari, en su ponencia sobre los trabajos de misión
arqueológica Polaca. En el “Simposio de Historia de la Arqueología en el Perú
del Siglo XX”, realizado en Lima del 10 al 13 de Agosto de 2011.
18. Algunos investigadores (Fung y Williams 1977, Voguel y Vilchérrez
2007) han comenzado a vincular elementos arquitectónicos al estilo Casma.
19. Hemos visitado el sitio, por lo que nos permitimos hacer esta
afirmación. Ver también Zavaleta (s/f)
20. Aquí cabe la excepción de la Cruz Cuadrada o Chakana de las Salinas
de Chao (Alva 1985: 58-63).
21. Con respecto al nombre del sitio y su identificación, la ambigüedad
reside en la existencia de tres sitios con el mismo nombre (vide Bonavia 1982: 422-42).
22. Con respecto a lo Moche y lo Wari. En el caso Chimú (Mackey y
Klymyshyn 1990) e Inca si está comprobado el establecimiento de estas
sociedades en el valle, periodo durante el cual los geoglifos no registran
ninguna evidencia de utilización.
23. No queremos caer en el “esencialismo”, pero esta relación es
recurrente en el mundo andino. Sin embargo aceptamos que cada manifestación se
encuentra históricamente condicionada. Podemos recurrir a Gruffroy (1999:
88-91) con respecto a este tipo de asociaciones del arte rupestres y otras
manifestaciones.
24. Se utiliza consumo, con respecto al uso del animal ya sea como
alimento, así como para transporte.
Agradecimientos
Quiero agradecer a Enrique Zavaleta, por enseñarme el
hermoso valle que es Huarmey, lo hermosa que es su gente y por facilitarme casi
todas las condiciones materiales para la realización de esta investigación, es
casi co-autor de este artículo. Al Señor Jaime Leyva por acogernos en su casa y
brindarnos todas las facilidades en Huarmey, mientras visitábamos los geoglifos.
A Henry Tantaleán, por señalar algunas carencias del texto e indicarme algunas
fallas, además de animarme constantemente a publicar este artículo. A Liz Ramírez,
por apoyarnos en el registro de las evidencias y ser nuestra compañera de
viaje, así como sugerirme algunas mejoras del texto y ser la persona que me
hizo darme cuenta de serias contradicciones que debía superar y logre superar
gracias a ella. Sin embargo, los errores e insuficiencias de este texto son de
mi total responsabilidad.
¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo
citar este artículo:
Zapata Benites, Carlos. Círculos y cruces: geoglifos del cerro de Copa de Sombrero, valle de Huarmey, Ancash. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/geocopa.html
2012
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