La figura humana en el arte rupestre de Cuyo, Argentina
A modo de introducción
Para los pueblos originarios, el arte rupestre fue una herramienta para la comunicación, una manera de transferir ideas, vivencias y convicciones, una forma de reafirmar lo propio y de hacer partícipes a otros grupos de ese mensaje puesto en la inmensidad del paisaje con la intención consciente, de que perduren en el espacio físico y en el tiempo. A su vez, fue un modo de intervenir territorialmente, -sobre todo cuando comprendemos la condición nómade de sus productores- haciendo referencia de sus acciones inter relacionadas con el espacio: en la exploración territorial, en la búsqueda de recursos materiales y en la ritualización en los espacios geográficos.
Figura humana: Atributos jerárquicos.
Por lo tanto, la figura humana en el arte rupestre no puede interpretarse como una representación ilustrativa, es mucho más que eso. La cosmovisión de los pueblos originarios sudamericanos incluye seres animados y elementos inanimados, todos ellos formando parte de un todo integrado que conlleva el carácter de sagrado. El ser humano estaba comprendido dentro de ese todo. Esa sacralidad estaba enraizada en el pensamiento naturalista y místico del pueblo que además jerarquizaba y respetaba profundamente los personajes de poder dentro de la comunidad. Esta jerarquización se pone de manifiesto en todo el arte rupestre. Así, pues, ciertas figuras humanas tienen, la simpleza esquemática y tamaños menores comparadas con aquellas que muestran los atributos de poder, diferenciándose ambas en el conjunto. Pero sea cual fuese su aspecto, la figura humana, en el arte rupestre, siempre está en función de una idea concebida por el pensamiento naturalista de los pueblos originarios que consideraban a los de su especie una parte más en la naturaleza y no el eje del sistema; que es la concepción más difundida en nuestro pensamiento occidental y contemporáneo.
Región cuyana
En Mendoza, cronológicamente se atribuyen al período comprendido entre los 400 y 600 años y se asocian culturalmente con el estilo Ovalle del Valle del Encanto en Chile y la cultura de El Molle (300 aC-700 dC). Este, en momentos más tardíos, estaría asociado al ingreso Aguada y resultaría de una incorporación dada por grupos agricultores de la zona, lo que permite proponer una proyección temporal hasta el 900.
Las manifestaciones rupestres han recibido diferentes interpretaciones, predominando aquellas que enfatizan el rol asociado con prácticas shamánicas. En Mendoza, dentro de las manifestaciones antrópicas se destacan aquellas que refieren cabezas y mascariformes, que por asociación estilística permitieron vincularse cultural y cronológicamente, pero que a nivel interpretativo llevó a postular la representación de experiencias vivenciales de ceremonias donde la cabeza humana se destacó como centro de poder y poseedora de fuerzas especiales. Estas imágenes se potenciarían como resultado de experiencias derivadas del consumo de sustancias alucinógenas, las que al alterar los sentidos, favorecería imágenes en estado de trance.
Pero las manifestaciones, a la par de representaciones de experiencias subjetivas, se ejecutan en un contexto ambiental, dando por resultado su aplicación, generalmente en cabeceras de quebrada, y señalando su vínculo con “rituales de pasaje” de un lugar a otro, como sinonimia de un estado a otro, de una forma de existencia a otra. Así, las figuras, como significantes de experiencias subjetivas, se entienden en un contexto de prácticas sociales, donde las identidades se construyen por medio de tales experiencias, pero compartidas en torno a referentes paisajísticos. Paisajes que tienen sentido desde su materialidad (geográfica) pero en una atemporalidad (inmaterial) vinculada a tiempos míticos, más alejados de las cronologías vitales y asociados a tiempos que subsumen presente y pasado en la experiencia vivencial del ritual, sin referentes de principio y final claros. (Chiavazza 2012).
Representación de la figura humana
La figura humana es más frecuente en la zona norte de la región. En casi todos los casos son grabados aunque también la vemos pintada, como en el alero del Durazno en San Rafael. Es muy frecuente la representación de algunas partes del cuerpo. En Malargüe aparecen el cuerpo pero sin cabeza o cabezas sin el cuerpo y también la impronta del pie humano. Otras figuras se alejan de un realismo y pasan a conformar un esquema diferente en el que la figura humana se transforma en un elemento simbólico, por ejemplo el dibujo de la cabeza con miembros superiores e inferiores -sin el torso- con apéndices que parten de la misma en forma radial o con ornamentaciones en la parte superior, como es el caso de las pinturas de Los Morrillos y en los Colorados de San Juan y Tundunqueral, en el norte de Mendoza. Con variantes se presenta la cabeza sola con atributos cefálicos o la cabeza con ornamentaciones y los miembros inferiores (Tundunqueral, Mendoza y Los Colorados, San Juan). Estos diseños fueron vinculados con las cabezas tiaras o mascariformes del Norte Chico Chileno.
Con frecuencia los personajes en el arte rupestre están acompañados de aves, felinos, serpientes y otros animales que, ocupan lugares primordiales en el conjunto gráfico lo nos hace pensar que protagonizaban un rol importante en sus vidas y que formaban parte de sus ritualidades. También se ven los personajes llevando de una cuerda a camélidos, o tropillas de ellos o hembras preñadas, lo que pone de manifiesto su condición de cazadores recolectores y la preponderancia de estos animales en la obtención de los recursos.
La roca, en muchos casos, forma parte de la composición y el paisaje participa como el escenario de la madre tierra unificadora del “todo”. Esto puede verse en algunas creaciones en las que grabado y soporte conforman el diseño, como es el caso de la figura mascariforme de Piedras Pintadas en San Juan en la que la forma ovalada de roca constituye el contorno del mascariforme.
Mascariformes: Piedras Pintadas, San Juan. El Morro, Sur de Mendoza.
También en Alumbrera en San Juan, en donde la línea zigzagueante parece reproducir el curso del rio que se ve desde el sitio y también las figuras humanas estan “paradas” en hilera sobre el borde de la roca.
Figuras humanas “paradas” sobre el borde del bloque. San Juan.
El prototipo de la figura humana está fundado en el geometrismo y la síntesis. La línea es el recurso recurrente para estas representaciones, a veces se ha usado la técnica de relleno completo en forma parcial o total pero no es lo más frecuente. En muchos casos se incluyen ojos y boca pero es rara la expresión de afectos en el rostro. No se visualizan manos y pies con detalles y el cuerpo, según la jerarquía, es sólo un trazo o muestra la indumentaria. No es común la figura explícitamente femenina aunque en Río Castaño en San Juan, hallamos una figura con los senos descubiertos mientras que es muy frecuente la representación masculina con su sexo visible. Es interesante percibir las actitudes posturales de la figura humana en el arte rupestre. Por lo general se la ve de frente y estática pero hay numerosas representaciones del personaje en actitud de danza, de carrera, con los brazos en alto, llevando a camélidos con una cuerda, con una pierna levantada, con los brazos abiertos en cruz, etc. Lo que deja explicito un rol activo, una función dinámica al personaje aún cuando esta estática, puesto que esa postura fue elegida intencionalmente ante cualquier otra.
Figura humana: actitud dinámica.
Con seguridad, el orden compositivo en el arte rupestre debe responder a una intencionalidad vinculada al enunciado. Los conjuntos de motivos se agrupan bajo un aparente caos, sin embargo no podemos olvidar que en cualquier composición, la ubicación de cada elemento tiene una /justificación fundada en la lectura del lenguaje visual y está vinculada a su vez, al esquema corporal, a la motricidad del ser humano y, en el caso del naturalismo prehistórico, en la observación de la naturaleza.
La escala y las proporciones también están relacionadas con lo anterior, Por lo general, en Cuyo las medidas de cada unidad gráfica no superan los 50 cm, mientras que en otras regiones las dimensiones sobre pasan el tamaño natural como es el caso de los geoglifos y algunas pinturas del norte de Chile, en donde la apertura del espacio geográfico es enorme y se justifica la sobredimensión.
Figura humana. Personajes.
En el arte rupestre cuyano, los personajes de menor jerarquía son más pequeños y sin elementos en sus cabezas. Por lo general están grabados de forma lineal y ocupan ubicaciones secundarias en el conjunto. Los de mayor jerarquía presentan muy variados atributos. Puede vérselos con ojos sobredimensionados, o con una gran cabeza, recurso expresivo que se reitera en la zona norte de la región cuyana. Otros, con extensiones en la cabeza -líneas que surgen como rayos o antenas- que pueden indicar estados de conciencia modificados o trance o conexión con los espíritus según lo indica la teoría chamánica aplicada al arte rupestre, así como también el bastón –símbolo de poder- es uno de los elementos más representativo de la jerarquía.
Si bien hay representaciones que tienen ciertas semejanzas entre sí. Parecen modelos adoptados o copias de otras tomadas como ejemplo. Sin embargo cada dibujo posee es si mismo ciertos rasgos propios que exhiben la intención creativa de su autor. No hay en definitiva ninguna figura idéntica a otra. Esto nos muestra que el arte rupestre no fue hecho para alcanzar una estética, sin embargo cada artista supo poner su impronta creando su arte de un modo propio y original.
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Cómo citar este artículo:
Hart, Laura. La figura humana en el arte rupestre de Cuyo, Argentina.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/figurahumanacuyo.html
2013
BIBLIOGRAFÍA
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