Las manifestaciones gráfico-rupestres del encuentro de dos mundos en el norte de México
Crónica del sometimiento y exterminio en la Tierra de Guerra Viva
IntroducciÓn
Durante buena parte de la
historia, los antiguos habitantes del noreste de México dejaron la prueba de su
existencia en los frontones pétreos, ya sea escenas de caza, rituales
religiosos y muchas manifestaciones rupestres esparcidas en la accidentada geografía
de esta región de nuestro país.
Sin embargo, una vez
llegados los europeos la situación cambio, aunque las crónicas de los españoles
describen a los pobladores originales como salvajes, carentes de cultura, en
realidad solo se trataba de una versión parcial, un punto de vista que en
cierta medida era un justificante que encontró su clímax hasta el mismo momento
del aniquilamiento de las tribus en el noreste de México, tal es el caso de
Nuevo León, donde no queda nada, ni siquiera una foto.
En algunos grabados, los
españoles describen a los indios como incultos, salvajes, gandules, prueba de
ello son los testimonios de los cronistas y los parte de guerra.
En el caso de Nuevo León,
fue hasta los años 1870 aproximadamente, que a esta región del septentrión se
le conoció como “Tierra de Guerra Viva”, por él largo tiempo que duro él
conflicto entre las tribus originarias y los hombres blancos o la población
mestiza, luego de la Guerra de Independencia.
No obstante, en algunas
paredes, rocas y abrigos quedan vestigios del encuentro entre dos mundos, los
indios al no tener un sistema de escritura es que recurrieron a la puntura y
los grabados rupestres para plasmar algunas escenas de esos encuentros.
En algunos puntos de la
zona norte de México y el sur de los Estados Unidos, queda de manifestó esos
choques.
Los encuentros entre los
europeos han sido impresos en la roca con representaciones de acciones de
guerra, secuestros de personas y caballos, cruces evangelizadoras, hasta partes
de guerra; en pocas palabras, el encuentro no paso desapercibido y aunque no
quedo un documento en un archivo, si quedó el testimonio grabado en la roca y
la piedra.
En su trabajo: “El Choque
de Dos Culturas en el Arte Rupestre de Coahuila” elaborado por Solveig A.
Turpin y Herbert H. Eling, Jr, queda claro la importancia que tuvo para las
tribus antiguas los encuentros con los europeos: “Aunque los estilos cambiaron
a través del tiempo, la disyunción más dramática resultó de la invasión de
europeos con su religión ajena, armas, ropa, y animales domésticos.
En sus anuncios rupestres,
los españoles usaron palabras – la mayoría de ellas ofensivas que
describían a los indios como salvajes, bárbaros, y gandules - enemigos que
pudieron sobrevivir en un ambiente tan duro que este fue su mejor protección
contra los soldados. Sin idiomas escritos, los indios, incapaces de expresar su
opinión de los intrusos en palabras, dejaron su legado en imágenes.
Para ambos autores el tema
principal del arte rupestre histórico antiguo es el conflicto que plasma el
choque entre la gente indígena que defendía su territorio y los europeos que
intentaban quitárselo, aunque aclarar que las manifestaciones de las tribus
originales estaban caracterizadas por contener un énfasis en el valor personal
que es consistente con un código de guerrero.
“La aniquilación de las
tribus de guerreros y la asimilación de la gente indígena causaron un cambio
drástico temático primero a los símbolos y atavíos cristianos eventualmente a
los de la era moderna”.
Ahora bien, es claro
señalar que a todas estas manifestaciones del encuentro entre las tribus
originarias y los europeos las podemos catalogar como parte de la gráfica
histórica, que si bien utiliza en algunos casos la técnica milenaria de pintar
y grabar en piedra, ahora retrata escenas de un periodo que podríamos explicarlo
en base a la historia.
Para Rufino Rodríguez
Garza, cronista e historiador, quien ha pasado largas jornadas en el desierto,
tratando de buscar restos de la memoria perdida de los antiguos habitantes del
noreste de México, el ocaso de las tribus de esta región se presentó con la
llegada de los españoles.
“Para finales del siglo
XVI, llegaron a estos territorios los colonizadores, no confundir con los
conquistadores. El sur y centro de lo que ahora es México se conquistó, hubo
enfrentamientos y ganó la tecnología, el fierro, la pólvora, los caballos y
otra visión de las cosas”, sostuvo.
“En el norte, los nativos
vieron con curiosidad a los recién llegados, pero al tiempo los fueron matando
y esclavizando, comenzando una fuerte oposición a los europeos y a sus aliados
tlaxcaltecas que llegaron en 1591. Aquí la lucha fue de guerrillas, atacar y
huir, incendiar haciendas y refugiarse en lo más agreste del semidesierto”.
El cronista comenta que al
igual que los grupos de cazadores recolectores, los invasores del mundo
chichimeca dejaron sus particulares mensajes: la cruz y la espada.
“Los españoles, y luego
los tlaxcaltecas evangelizados, marcaron cuanto lugar sagrado (para los
indígenas) localizaron. En la gráfica histórica las cruces o mensajes religiosos
son los más abundantes, y datan de finales del siglo XVI hasta nuestro días”.
Actualmente, las cruces son menos frecuentes, ya que otros misioneros lo han
hecho, con mensajes de salvación.
A lo largo de este trabajo
vamos adentrarnos en los cañones y los abrigos rococós del noreste de México y
sur de Texas para ver a detalle algunos sitios con manifestaciones
grafico-rupestres donde quedo de manifiesto el encuentro de dos mundos.
CrÓnica del contacto
Cuando los españoles
conquistaron el centro de México, pasaron relativamente muchos años en que
estos llegaran al norte de la Nueva España sino que arribaron hasta la segunda mitad
del siglo XVI.
Este proceso se puede
simplificar de la siguiente manera: Conquista., Asimilación y Extermino.
Aunque hay que aclarar que
las tribus del norte Mexicano, no pasaron por el proceso de conquista, si
fueron asimiladas y para 1870 fueron exterminadas.
Pero hay que aclarar que
la colonización y explotación española de la zona comenzó hasta el siglo XVII,
la cual fue, sin embargo esta situación se presentó de una forma raquítica
debido a las distancias largas y la población escasa.
A toda la zona norte de la
Nueva España se le conoce como el septentrión y estaba habitado por diversas
tribus nómadas y seminómadas, por cierto muy belicosos e contra del dominio
español.
Con el descubrimiento de minas
de plata y oro, el imperio español vio la oportunidad de hacerse de mayores
recursos y para ello, los esclavos fueron la respuesta lógica para satisfacer
la demanda laboral de la creciente extracción minera.
Los encuentros en el sur de Coahuila
Los cañones y cerros de
General Cepeda, poblado enclavado al sur de Coahuila, al norte de México, a
menos de 50 kilómetros de Saltillo, guardan infinidad de secretos en las
piedras color rojizo que sirvieron como lienzo donde los antiguos pobladores
dejaron constancia de sus creencias y algunos eventos importantes.
En las rocas esparcidas a
lo largo de los 12 kilómetros de la serranía de Narigua, justo las crestas
cercanas a los ranchos, Rincón del Toro y Loma de Julio se encuentran labradas
en los bloques pétreos escenas de la conquista y colonización de esta parte de
la Nueva España.
Hombres a caballo e indios
que los atacan con arco y flecha son prueba irrefutable de las duros batallas
que se llevaron a cabo hacia finales del siglo XVI y a lo largo de todo el
XVII, en lo que hoy son los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y
Texas.
Pese a que ahora el
territorio donde se encuentran los grabados actualmente es uno de los lugares
más áridos de todo el noreste de México, a la llegada de españoles la zona era
un edén donde corrían ríos y arroyos todo el año.
Escondidas entre los
nopales, la lechuguilla, sin olvidar el aroma singular del orégano, planta muy
abundante en la zona, las rocas revelan con presión milimétrica historias de
viejas contiendas que ilustran el choque de dos civilizaciones, que luego
dieron paso al nacimiento de una nueva nación.
Rufino Rodríguez Garza,
ingeniero de profesión, aventurero por convicción, ha explorado las sierras del
sur de Coahuila durante más de treinta años, reconoce los petrograbados que
contienen las imágenes de la guerra son poco conocidos.
“El lugar donde se
descubrieron las escenas de guerra se remonta hacía el año 2000, en lo personal
lo conocí por René Tamez y Alberto Moreno, este último fue el descubridor de
los grabados”, dijo el cronista, quien a lo largo de tres décadas ha
descubierto 400 sitios con manifestaciones rupestres en Coahuila.
Guerra
sin fin
La escena principal se
halla en una gran roca relativamente frágil la cual puede seguir sufriendo
deterioro natural, causado por los elementos como el viento, el agua y los
cambios bruscos de temperatura.
“Las imágenes de los
indios peleando con los españoles están inscrita en un área no mayor a tres
metros cuadrados, la roca es arenisca”, reveló Rodríguez Garza.
Hay que mencionar que para
finales del siglo XVI, esta zona de Coahuila fue explorada por colonizadores
españoles, quienes motivados por la ilusión de encontrar grandes riquezas
emprendieron largas jornadas hacía este territorio conocido como la gran
chichimeca.
“La escena puede ser de
finales del siglo XVI o principios del XVII. Al incrementarse la explotación de
minas en Zacatecas y al no contar con mano de obra africana, los colonizadores
se vieron en la necesidad de atrapar esclavos entre los nativos para que
trabajaran como mineros”.
“La mayoría de los
españoles eran encomenderos y traficantes de esclavos y vieron aquí la manera
de enriquecerse capturando indios para luego venderlos a los mineros de la
región de Mazapil en Zacatecas, a unos 150 kilómetros de Rincón del Toro”.
El especialista comenta
que en el norte de México se presentó una fuerte reacción contra de los
invasores extranjeros llegando incluso a recurrir al suicido colectivo, sin
embargo, pese a al acoso de los blancos, las agrupaciones indígenas no se
doblegaron, solo hasta 1870, año en que fueron totalmente exterminados.
El ecosistema predomínate
cuando las tribus arcaicas grabaron en los frontones pétreos las batalla en
contra de los colonizadores el ecosistema circundante ha cambiado mucho a largo
de los siglos.
Donde ahora se ubica
General Cepeda, a la llegada de los españoles había grandes lagunas, ojos de
agua, un lugar apto para la caza y la pesca.
En una de las laderas
rocosas, contiguas a los petroglifos bélicos se pueden observar algunos
motivos de nativos con arcos y flechas, así mismo abundan pictografías donde
retratan la caza del venado y los bisontes.
“La fauna era mucho muy
abundante, especialmente de animales para la caza, en la misma área encontramos
huellas de animales como búfalos, venados y osos.
“Hacía 1568, el explorador
Francisco Cano reporto a la intendencia de Guadalajara la presencia de bisontes
y algunos frutos como las nueces, uvas silvestres, en el informe, el
colonizador comentaba que los indios eran pacíficos, habitaban en casas.
También mencionaba el cultivo incipiente de maíz”, relató el explorador.
De acuerdo al
entrevistado, la llegada de los españoles cortó de tajo el desarrollo cultural
de la mayor parte de las culturas originales del norte de la Nueva España.
Como todo proceso, la
colonización de norte fue difícil y lenta, pues los europeos tenían que estar
alertas de los ataques por sorpresa de los indios. En las acometidas, los
naturales se llevaban ganado, mujeres, niños, para luego incendiar los
asentamientos.
Cabe mencionar que a
Hernán Cortes tardo dos años en tomar Tenochtitlan, en cambio en el norte
fueron cerca de 300 años de guerra constante.
“Ante la imposibilidad de
congregar a los naturales en pueblos para su control, el hombre blanco buscó la
manera de exterminarlos, llegando a utilizar soluciones extremas como matar los
búfalos que les servían como alimento y envenenar los aguajes donde se proveían
de agua”, aseguró Rodríguez Garza.
La
batalla
Sin temor a equivocarnos,
el hallazgo del sitio que contiene la lucha entre los españoles y los indios es
un descubrimiento sin precedentes dentro de la investigación rupestre en todo
el norte de México.
Las escenas nos retratan
elementos muy importantes acerca de la forma en cómo sucedieron los encuentros
entre los conquistadores y las tribus de naturales.
A la llegada de los
europeos, el área de General Cepeda, era habitada por los indios “Pachos”,
seguramente emparentados con los “Irritilas”, también conocidos como
“Laguneros”.
“En la escena se puede
apreciar la superioridad de los europeos ya que evidentemente portan armas
metálicas, además de caballos. A los españoles se les ve con casco, estribos
con forma de cruz y espadas.
En el grabado que llama mayormente
la atención se puede observar a un nativo muerto, se le aprecia tirado sobre el
suelo y a otros dos con arcos y lanzas que arremeten en contra de un jinete.
El hombre, sostiene
Rodríguez Garza, se puede interpretar como el jefe de la partida de invasores,
a su derecha, un europeo alza una espada.
“Los indios portan en sus
cabezas tocados que significan jefatura o preparación para la guerra.
“Hay que agregar que hay
otro grabado donde un nativo secuestra a una mujer. Vale recordar que los
indios en venganza contra los europeos secuestraron muchos niños, quienes al
paso del tiempo se hicieron parte de la tribu, llegando incluso a pelear en
contra de los españoles”, destacó.
Recapitulando acerca del
contenido de los dibujos, Rufino Rodríguez reflexiona acerca de la posibilidad
de que en las rocas los nativos hubieron expresado su rechazo a la esclavitud.
“Se puede tratar de la
negativa de los naturales a ser capturados por parte de los españoles o bien de
una emboscada de los indios.
“En una cresta, ubicada a
300 metros de los grabados de la contienda, se localizan otras escenas de
naturales guerreando contra otros indios, por lo que el lugar suponemos que fue
un lugar de habitado por miles de años”.
Por lo explícito de los
motivos, los petroglifos de Rincón del Toro en General Cepeda, representan la
única evidencia en petroglifos que evidencia la resistencia a los occidentales.
Aunque más al norte de Coahuila hay pinturas rupestres de jinetes sin cabeza.
Las imágenes de la batalla representan un patrimonio histórico sin precedentes
que ilustra los detalles de la colonización del norte de la Nueva España.
Patrimonio
en peligro
A pesar de que las escenas
talladas en la piedra son sumamente importantes, el sito se halla en peligro.
Son pocos los que conocen su existencia, los visitantes que ahí acuden suelen
correr la voz y provocar que vándalos acudan y dañen los vestigios.
“Generalmente la gente
acude sola al lugar, sin el apoyo de personal especializado que les puede
guiar, sin ese apoyo, los turistas pueden dañar los grabados.
“El pequeño valle es usado
para la siembra de temporal, no obstante en los alrededores del lugar comienzan
a fraccionar los terrenos”, consideró Rodríguez Garza.
Para el entrevistado sería
de extrema importancia el conservar el lugar para que los especialistas en
arqueología y antropología realicen análisis y obtengan datos importantes.
“Rincón del Toro no se ha
estudiado y por esa misma razón hay que invitar a las autoridades encargadas de
su estudio para que lo estudien y cataloguen los petrograbados”, aseveró el
entrevistado.
Los Irritilas
El llamado
indio Lagunero o Irritila, como los llamó Orozco y Berra, habitaron una amplia
zona del Coahuila, desde lo que ahora es Torreón hasta la zona de General
Cepeda y Parras.
Los cronistas
de aquella época dividen a esta tribu según la zona en que radicaban y la
dividieron en tres regiones: la del Valle de Parras, la de La Laguna de San
Pedro y la de la Sierra.
Entre las
parcialidades de los Irritilas encontramos a los que habitaban la región del
Valle de Parras, esos grupos se llamaban los Miopacoas, Meviras, Hoeras y
Maiconeras, además de los Payos. En General Cepeda estaban los Pachos. Los
grupos que habitaban alrededor de La Laguna de San Pedro y las orillas del
Nazas, eran los Paogas, Caviseras, Vasapalles, Ahomamas, Yanabopos y
Daparabopos, además los Salineros y Neguales. Para la región de la sierra se
citan a los Ochoes y Alamamas.
El medio
agreste del desierto en temporadas de secas se alimentaban del mezquite un
fruto que aparece en las vainas, es dulzón y seco, y lo molían en unos
morteros, para obtener un jugo agridulce, el que primeramente cocían y luego lo
dejaban fermentar para obtener un vino muy especial y una masa, la que dejaban
resecar, pulverizándola posteriormente, quedando convertida en una harina
especial con la que elaboraban pan.
El padre Arista
y el Padre Pérez de Ribas describieron la manera en como los Irritilas cazaban
en las aguas.
“Que para coger
patos que en gran cantidad andaban en las aguas, se valían de un muy ingenioso
engaño, que pone de manifiesto la agudeza de! hombre en general. Echaban en las
aguas, donde se reunían las aves, algunos calabazos grandes y huecos (guajes),
al grado que con ellos se familiarizan y les pierden el miedo, tomándoles gran confianza.
Ya cuando los indios veían esto, aprovechaban la oscuridad de un amanecer y
tomaban un calabazo, al que le hacían una abertura por donde metían la cabeza y
le hacían varios agujerillos para por ahí mirar y de esta manera se metían al
agua nadando hasta donde estaban los demás calabazos flotando entre los patos,
acercándose a ellos y tomándolos de a uno en uno de las patas, los sumergían
sin que hicieran ningún ruido y sin que las demás aves se espantaran,
matándolas bajo el agua y anudándolas una a una formaban una buena dotación de
aves, las que cocinaban y comían muy sabrosas".
Toda esta forma
de vida y cultura acabo con la llegada de los españoles y los grandes cazadores
de búfalos, venados y expertos nadadores quedo pérdida en la historia.
Salvo uno que
otro documento elaborado por los españoles, no queda nada de ellos, solamente
los petrograbados y las pinturas rupestres son la prueba de su existencia, por
eso mismo es importante su conservación e investigación, pues en mucho
develarían los secretos del pasado.
El contacto en la grÁfica rupestre
De
caballos, encuentros y robos
Una vez que el europeo
comenzó la exploración por el vasto territorio del norte de la Nueva España, el
inevitable contacto con las tribus nativas se fue presentando de manera
paulatina.
De hecho, algunos
exploradores, como el acaudalado portugués Luis Carvajal y de la Cueva, judío
convertido al cristianismo, que sería Gobernador del Nuevo Reino de León,
tuvieron una amplia trayectoria como vendedores de esclavos negros e indios.
Por lo que esta región se
convirtió en proveedora de esclavos hacia las minas de Zacatecas y en otros
casos a lugares distantes como el Caribe.
De hecho, García, Nuevo
León, ciudad ubicada cerca de Monterrey, en el noreste de México, se le conocía
como Pesquería Grande, haciendo una clara referencia a que este punto era un
lugar ideal para “cazar” o “pescar” indios que luego serían vendidos como
esclavos.
Es difícil imaginar cual
sería la sorpresa de los indios al ver a los hombres europeos montados a
caballo, cuando los exploradores realizaban sus incursiones en el inmenso
territorio.
La población autóctona ya
se encontraba mermada por el efecto de las epidemias que habían devastado a los
indios en el centro y sur de México, ya que desde la prehistoria ha habido
contactos entre las cultura del norte de México y Mesoamérica.
Uno de esos encuentros
quedo impreso en una pared rocosa en el Municipio de Mina Nuevo León, y se
encuentra muy cerca de la población de Espinazo.
Ahí, justo en la orilla
del cauce seco de un arroyo se encuentra un caballo pintado en tonalidades
rojas, al lado de otras pinturas rupestres.
El sitio en cuestión se
encuentra en serio peligro debido a que el techo del abrigo rocoso se está
derrumbando.
En esta zona, por cierto,
se ubica cerca de un adoratorio del curandero llamado “El Niño Fidencio”, punto
a donde anualmente acuden miles de personas a pedirle favores.
La pintura en color rojo,
que se pude remontar a inicios del siglo XVII retrata las imágenes de un
caballo sin jinete, el motivo fue elaborado utilizando las mismas técnicas de
elaboración del arte rupestre en la zona.
Otro motivo que tiene
relación con el caballo, se encuentra en los límites de La Azufrosa en Ramos
Arizpe y el Ejido El Delgado en Mina, Nuevo León.
Ahí se encuentra un
petroglifo que detalla de una manera muy precisa el asalto u ataque de un grupo
de indios en contra de un caballo.
Aunque no se percibe en el
trazo del motivo al jinete es claro afirmar que este bien pudo ser un encuentro
que probablemente haya sido elaborada hacia el siglo XVII.
En el petroglifo se puede
ver a los naturales utilizando arcos y flechas en actitud hostil, además de
percibe a simple vista la perspectiva de movimiento de la escena en la roca.
Otro motivo rupestre de la
época colonial de un caballo se encuentra en la zona de Pelillal en Ramos
Arizpe y representa se aprecia la escena de un hombre montado en el equino en
actitud dinámica.
La grafica pudo haber sido
elaborada en los primeros contactos de las tribus originales con los europeos.
Cerca de Pelillal, en el
Cañón de Los Eslabones se encuentra un petroglifo donde se detalla a un jinete
y un caballo grabado en actitud dinámica, lo que bien puede representar algunas
escaramuzas que tuvieron los naturales en este punto del sur de Coahuila.
En el sur de Nuevo León la
Arqueóloga Araceli Rivera localizo una pintura rupestre donde se detalla lo que
probablemente es un caballo con su jinete, está elaborada en motivos rojos y se
encuentra en un sitio en lo alto de la Sierra Madre Oriental.
El lugar ha sido estudiado
y en este bien pudo ser un sitio con vestigios de ocupación humana desde la
prehistoria hasta el siglo XVIII.
La EvangelizaciÓn en la grÁfica rupestre
En la gráfica histórica existen infinidad de motivos rupestres donde
queda de manifiesto los elementos religiosos cristianos, sobresaliendo la cruz.
En muchos sitios de esparcidos a lo largo y ancho del noreste de México
este elemento del cristianismo aparece como una constante en infinidad de
sitios.
Es claro decir que la colonización del norte de la Nueva España fue muy
difícil por los indígenas que habitaban esta región.
El patrón de las exploraciones españolas en el norte de la Nueva España
era siempre el mismo debido a que los españoles que incursionaban en la vastedad
de este territorio lo hacían en acompañados por los misioneros, quienes además
de ofrecer servicios religiosos a los soldados y civiles españoles, tenían objetivo
principal el evangelizar a los indígenas.
“La catolización de las regiones del norte de México presentó
características distintas a las de otras regiones debido al estado cultural de
los indígenas que lo habitaban.
“Eran grupos pequeños de indios nómadas, que prácticamente no tenían
dios, ni ley, ni rey, a diferencia de los de otras partes de la Nueva España
(como los tlaxcaltecas, aztecas, mayas, etc.), que eran sedentarios y estaban
acostumbrados a obedecer reglas, a un rey y tenían creencias religiosas
ancestrales.
“La catolización y la adaptación de un nuevo estilo vida requería que
los indígenas cambiaran de ese estado nómada a ser sedentarios, agricultores, a
someterse a reglas y obedecer a sus superiores civiles o religiosos, lo que
resultó difícil para ellos. Además del cambio tan radical de sus costumbres, lo
que de por sí ya resultaba difícil, estaban acostumbrados a valerse por sí
solos y vivir de lo que recolectaban o cazaban en el día, por lo que no podían
comprender para que trabajar jornadas largas de sol a sol en el campo, para
cosechar lo sembrado dentro de meses de espera, y con probabilidad de perder
todo su trabajo con el azote de un mal tiempo”. (http://www.geocities.ws/presidial/losmisioneros.html)
De hecho, hay que recalcar que el proceso de enseñanza de la religión
cristiana en mucho se basaba en las imágenes.
“En lo que se refiere a estas últimas, diversos autores han recalcado su
valor en la transmisión de los principios dogmáticos, a partir del uso de
grabados, lienzos o estampas.
“Ahora bien, más allá de las intenciones que la Iglesia haya tenido con
el uso de las imágenes “oficiales”, éstas estaban sujetas, al igual que la
palabra, a interpretaciones diversas, reutilizaciones y re significaciones por
parte de la población indígena. También al ser, de alguna manera, materializados
en el espacio del alero. María Carolina Rivet Revista Electrónica Nuevo Mundo
Mundos Nuevos: Cruces e iglesias en un contexto chullpario. Arte rupestre
colonial en las tierras altas atacameñas.
Parece ser una constante el proceso sincrético donde las apropiaciones
locales implicaban el uso de la simbología cristiana en contextos y soportes
muy diferentes
De hecho, coincidimos con Rivet cuando afirma que el arte rupestre fue
una modalidad de expresión prehispánica que continuó siendo practicada durante
la colonia, con la incorporación de nuevos significantes y significados
María Carolina Rivet sostiene que la incorporación por parte de agentes
indígenas durante la colonia, de nuevas manifestaciones plásticas,
conjuntamente con la estructura del nivel superior, sin dudas está asociada a
la imposición propia de un proceso de evangelización que implicó cambios
drásticos en las prácticas locales, incluyendo aquellas propias del culto a los
ancestros
Aunque la nueva religión no deja de ser parte del sometimiento español
muchos nuevos elementos fueron incorporados a las lógicas indígenas, siendo
reinterpretados no tan sólo a un nivel conceptual sino también al ser, de
alguna manera, materializados en la elaboración de motivos rupestres.
Monogramas rupestres misioneros en Galeana,
Nuevo LeÓn, MÉxico
En una investigación una de las porciones más impenetrables de la Sierra
Madre Oriental, en el actual municipio de Galeana, en la zona serrana del
estado de Nuevo León fue localizado un sitio arqueológico con manifestaciones
gráfico- rupestres excepcionales, incluyendo pintura y grabados pintados,
probablemente de ocupación indígena arcaica / prehistórica tardía e incluso
histórica.
En la investigación, ”Monogramas rupestres misioneros en la zona serrana
meridional: La Muralla, Galeana, N.L, que aparece publicada en esta revista
electrónica, la arqueóloga Araceli Rivera Estrada encontró 10 paneles,
conteniendo diversos motivos y técnicas de manufactura, destaca uno
probablemente delineado durante los primeros años de la predicación y
catequización franciscana en el sur del estado.
“Su iconografía incorpora monogramas en latín y otros posiblemente en
lengua indígena; así como imágenes religiosas y satánicas”. http://www.rupestreweb.info/lamurallagaleana.html
La autora, luego de una minuciosa labor de campo e investigación
documental encontró que el sitio data desde finales del siglo XVII cuando fue
fundada la Misión de San Pablo de Labradores, con “indios de diferentes
naciones” (guachichiles y negritos) y los vecinos españoles y mestizos
cercanos. La Misión estuvo al cuidado de los religiosos del Convento de
Guadalupe, de Zacatecas.
Además encontró que algunos esforzados misioneros en su lucha por
cristianizar a los indios predicaban en su lengua, mediante Catecismos y
confesionarios.
“Incluso algunos otros objetos no estrictamente religiosos –como
debió ser el caso de las “prácticas rituales artísticas”-, aludían a ciertos
personajes o pasajes bíblicos, y que probablemente es lo que tenemos en la
representación misionera de La Muralla.
“Así, en términos generales entre los distintos conjuntos con grabados
pintados y pinturas que conforman el contexto del sitio La Muralla encontramos
una mezcla de un par de iconografías; por un lado, tenemos la cristiana que
introdujo elementos iconográficos nuevos como la idea de Dios padre, el pecado,
el misionero, el alma o el infierno; y por otro, tenemos la iconografía
indígena presente en pictogramas como los que representan el venado, la
serpiente, las flores -entre otros más- que tenían un fuerte arraigo en la
cultura indígena cazadora- recolectora nómada neoleonesa”.
http://www.rupestreweb.info/lamurallagaleana.html
Rivera Estrada describió el conjunto de pictogramas del panel misional
de La Muralla y concluyó que el sitio probablemente haya sido uno de los
lugares donde los indígenas se reunían aún entrada la colonia, probablemente
para realizar mitotes, como lo expresan algunas fuentes históricas.
“El panel misional de La Muralla parece indicar que efectivamente se
realizaron jornadas misioneras ahí, sin conseguir determinar aún si podrían
ubicarse a fines del siglo XVII que se creó la misión de San Pablo de
Labradores (1677- 1690), o bien ya entrado el siglo XVIII en el que los
franciscanos continuaron al cuidado espiritual como “curas doctrineros”.
La investigadora sostiene que el panel se pintó imágenes y textos que
contienen conceptos abstractos, difíciles de expresar o nunca expresados hasta
entonces en la lengua indígena, pues no formaban parte del mundo percibido por
aquellos cazadores - recolectores seminómadas serranos.
“Al tratarse de una religión completamente distinta presentan el
problema de que no se pueden comparar ni relacionar con nada de lo
anteriormente conocido por ellos. Por ahora, quedan algunas incógnitas”,
concluye la autora.
La señal de la Cruz
La cruz es sin duda el símbolo más recurrente de la influencia del cristianismo
en el arte rupestre.
A decir de Solveig A. Turpin y Herbert H. Eling, Jr. “La cruz cristiana
se puede distinguir del arte más temprano por características formales y
contextuales, aunque en algunos casos, se han dibujado cerca o encima del arte
abstracto más antiguo. La asimilación pacífica del simbolismo cristiano aparece
en contraste directo a los fundamentos agresivos de los cuadros de arte
rupestre más narrativos”. http://www.coahuilense.org/Ponencias/ChoqueWebtxt.pdf
Fueron los misioneros pieza clave en la expansión del dominio español
en el noreste de la Nueva España, sin embargo en algunos sitios se puede
apreciar a detalle cómo es que se dio el contacto.
Los misioneros que incursionaron en Nuevo León, Coahuila y Texas fueron
Franciscanos principalmente, de los Colegios de Santa Cruz de Querétaro y de
Nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas.
Muchos de los primeros pobladores de Coahuila eran portugueses judíos,
recién convertidos al cristianismo y en cambio muchos misioneros eran de origen
vasco.
De hecho la Cruz Vasca, mejor conocida como Lauburu se encuentra
grabada en el sitio “San Felipe”, en Ramos Arizpe, Coahuila.
El grabado detalla claramente este símbolo que se reconoce el más
representativo del pueblo vasco.
En una de las grandes piedras se percibe a simple vista a detalle la
“Cruz Vasca”, además de dos palomas que simbolizan el espíritu santo y una
fachada de un templo católico.
El petroglifo bien puede remontarse a las primeras incursiones de los
misioneros, quienes seguramente eran de origen vasco y de esta manera mostraban
a los indios una manifestación gráfica de su fe.
Sincretismo en la roca
El sincretismo, que no es más que la mezcla de elementos de dos
culturas, se observa con mucha precisión en unos petroglifos en el sitio
conocido como Cerro Bola en la frontera de Coahuila y Nuevo León.
Elaborado en la roca, en un sitio de altura considerable, el grabado
podía ser visto desde lo alto en lo que se supone era el camino más importante que
comunicaba a la zona de Paredón con la antigua ciudad de Monterrey.
Se trata de unas cruces cristinas, mismas que al lado tienen líneas
punteadas, muy de acuerdo a la tradición rupestre del estilo La Mula-Pelillal.
En ambos grabados, tanto el de la Cruz Vasca, así como el de la cruz de
Cerro Bola, bien se puede tratar de una especie de exorcismo que los misioneros
llevaban a cabo en los sitos, con el fin de extirpar de la fe antigua de los
indios.
Lo anterior, como acota, Cecilia Sheridan se trata del yugo suave del
cristianismo en el Norte de la Nueva España. (El yugo suave del evangelio: las
misiones franciscanas de Río Grande en el periodo colonial. Cecilia Sheridan . Centro
de Estudios Sociales y Humanísticos, 1999.
CrÓnica del sometimiento y el exterminio
Desde el contacto de los españoles con los Apaches y Comanches se libró
una sin cuartel, donde las hostilidades entre ambas partes eran bastante
sangrientas.
De hecho, la paz, solo por breves años se basaría en el intereses
fundados solo en el dotar de regalos a los indios, mientras que proliferaban
las enfermedades y el consumo de bebidas como el aguardiente.
De hecho, de los grupos originales de cazadores recolectores ya no
quedaba nada, pues los españoles despertaron en los grupos indígenas un deseo
hacia los bienes de lujo que sólo se podrían obtener en convivencia pacífica
con los colonos.
Con la llegada de los
estadounidenses hacia oeste de la Unión Americana, la cual comenzó a fines
del siglo XVII es que comenzó el avance al sur de las tribus nómadas locales,
Fue de esta manera que tanto Apaches y Comanches y otras etnias
comenzaron a invadir algunas población del norte de la Nueva España, de esta
manera, las tribus recién llegadas aprovecharon el vacío dejado por el
exterminio de los pueblos anteriores (Aboites, 1992:29-62).
La llegada las nueva tribus no se tradujo en una convivencia pacífica al
contrario debido a que esencialmente los españoles percibían a las tribus como
seres inferiores, no cristianizados, invasores y de alguna manera les dotaba
del derecho de imponer su fe y someterlos.
Las tribus nómadas y dependían en gran medida de la caza y la
recolección y dadas las condiciones del sedentarismo español, al paso del
tiempo la forma de vida de algunas poblaciones recién llegadas, cambio al robo
de cosechas y del ganado novohispanos.
Es claro afirmar que la habilidad guerrera, “ponía en ventaja a las
tribus para enfrentar con ventaja a los rancheros agricultores y ganaderos de
la Nueva España, quienes eran mucho más lentos y desorganizados”. (Griffen,
1988:127ss.).
La respuesta española no se hizo esperar ya que organizaron un sistema
de organización llamados presidios donde tanto los soldados y agricultores luchaban
en contra de las tribus invasoras.
La intención del gobierno virreinal de imponer los presidios era, más
que la pacificación, consistía en fortalecer la hegemonía del dominio español
en el “territorio del septentrión, que se encontraba ya amenazado entonces por
las ambiciones de las otras potencias.
En el caso de Coahuila, escribe Turpin, para cuando el imperio colonial
español estableció su dominio, los indígenas habían sido aniquilados por guerra
en este estado.
“Las tribus más agresivas y resistentes, notablemente los tobosos,
continuaron combatiendo desde sus refugios en el terreno áspero e inhóspito de
las sierras altas o el baldío árido del Bolsón de Mapimí hasta que a ellos los
extirparon alrededor del fin del siglo 18.
La investigadora sostiene que para 1730, los apaches ya se encontraban
y ejercían su dominio en el Río Bravo, sólo para ser atacados por las bandas
de Comanches.
LA EXPEDICIÓN de ANTONIO NARBONA
En las estribaciones del
Cañón de Chelly, en Nuevo México, en Estados Unidos se encuentran plasmados en
la roca uno de los muchos encuentros entre los españoles y luego tropas
mexicanas con las tribus locales. A uno de estos encuentros se le llamó “La
Expedición Narbona.
De hecho este episodio
importante en la historia militar de Nuevo México y citado en los libros de
historia de Los Navajos se encuentra en el sitio del Cañón de Chelly.
Este encuentro tuvo lugar
en enero de 1805 y fue protagonizado por Antonio Narbona, un teniente criollo,
quien viajó del pueblo Zuñi al cañón de Chelly con tropas españolas y guías
indígenas para castigar a los indios navajo por sus ataques a Cebolleta, un
puesto militar español en la base de la montaña Taylor (la montaña sagrada de
los navajos, llamada también montaña turquesa).
Las crónicas acotan que
Los Navajos habían estado atacando Cebolleta y asentamientos españoles cercanos
como una forma de reclamar sus tierras para pastoreo.
Consecuencia de la
batalla, Los Navajos perdieron más de 115 personas entre ellos 90 guerreros
navajos murieron en ese ataque y 33 niños y mujeres fueron esclavizados.
Es por todo lo anterior
que al enclave de piedra es también conocido como la “Cueva de la Masacre”.
Acebuches: Las imágenes del invasor
El origen de la palabra
Acebuches se deriva de una palabra de origen árabe y corresponde a un árbol
europeo que produce un fruto, que allá en España le llaman “acebuchina”, que
vendría siendo una oliva silvestre.
Sin embargo, en México,
especialmente en Coahuila, correspondo a una comunidad ejidal en el municipio
de Ocampo.
Un poblado lejos de todo y
cerca de nada que se compone por unas cuantas familias donde los hombres
queman candelilla para extraer la cera, mientras que otros trabajan en las La
escuela es unitaria y cuenta con 12 alumnos.
Las pinturas de
“Acebuches” corresponden a épocas tardías quizá de finales del siglo XVIII.
De hecho, Rufino Rodríguez
Garza comenta que “gracias” al vandalismo se pudo observar una fecha de muy al
principio del siglo XIX, y se refiere o a la fecha de 1806 (siglo XIX). Esto
lo llevó a ubicar las pinturas pocos años antes de esta fecha vandálica.
Para 1996, este apartado
lugar fue visitado por el estudioso de las cuevas Terry Sayther. Sayther no
sólo visitó Acebuches sino también otros sitios de Coahuila, localizados en las
serranías del Burro, La Linda, El Consuelo, San Antonio de los Álamos, San
Vicente y otros. Buscando cuevas que explorar se topó con lugares con pinturas
y los documentó y además publicó en revistas especializadas en el tema del arte
rupestre en Estados Unidos.
En el Journal of Big Bend
Studies 1997, publicó sobre este sitio de Acebuches y Cueva del Águila. Sayther
será el primero en acercarse a estas pinturas y darlas a conocer sin ser
arqueólogo, se da el tiempo para tomar notas y documentar este excelente paraje
con pinturas.
En este sitio llama
poderosamente la atención la pintura de la “Carreta”, la cual no es más, de
acuerdo a los cronistas locales que un medio de transporte, una especie de
carruaje antecesor de las diligencias norteamericanas, que fueron copiados de
los carruajes europeos que eran utilizados para transporte para cuatro pasajeros.
El sitio en si, se trata
de trece metros lineales donde se agrupan las pinturas con tres excepciones,
todas fueron hechas con el color rojo, sólo tres motivos uno en negro o
combinado de rojo y negro.
De todos, sobresale, un
jefe indio con un largo tocado de plumas y con un fusil en alto. Las carretas,
el jefe indio y muchos de los motivos pintados, aparte de grafiteados fueron
usados en tiro al blanco por vándalos por lo que el maltrato es evidente.
Además del jefe indio se
aprecian dos jinetes más, uno de ellos con algo en la mano derecha, la
izquierda está tomando las riendas, que bien puede tratarse también de un
fusil; el tercer jinete muy desproporcionado para el tamaño del caballo, se
observa parte de la montura, la cabeza de la silla.
En su crónica del sitio
Rodríguez Garza detalla muy bien las pinturas de “Acebuches”:
“El caballo está muy
detallado y bien proporcionado. En relación a las carretas se ven sendos
caballos tirando de ellas, la primera y la más colorida sin vandalismo, podemos
observar sus ruedas de 8 rayos y el caballo con sus riendas en posición de
movimiento; en la parte inferior de la carreta la impresión de una mano en
positivo, como todas las demás.
“Esta carretera es cerrada
su toldo forma un cuadro que cuenta con dos líneas en diagonal, paralelas con
ocho divisiones; también se le aprecian en la parte inferior del toldo cuatro
triángulos casi del mismo tamaño.
“En la otra carreta no hay
líneas en diagonal sino una franja a lo largo del toldo, en la parte superior.
En la parte baja, al igual que en la primera carreta, tiene triángulos aunque
sólo dos. Las ruedas tienen menos rayas que la primera carreta. La trasera se
le ve un solo rayo y a la delantera seis.
“El animal de tiro, quizá
un caballo, está sumamente estilizado, el lomo se continúa con el tirón de la
carreta, las cuatro patas y algo que indica la cabeza de anima”
Sobre algunos detalles, el
cronista de Saltillo, Coahuila nos brinda algunas pistas.
“Por los peinados de las
damas allí representadas nos enteramos que se trata de nativas de las tribus de
los Hopis, sin embargo, el solo peinado de “flor de calabaza” o “anémonas” no
nos indica que solo se trate de esos indios de las praderas de U.S.A., sino que
bien pudieron ser Apaches, Comanches o Lipanes.
“Otro de los motivos que
pudiera tener implicaciones cristianas es una la figura radiada, con un rostro
y cruces que nos recuerdan la virgen de Guadalupe.
“Otro claro motivo de los
indios de las praderas es el de los “Teepes” o casas donde se usaban palos y
luego eran cubiertas con pieles, aquí dibujaron dos. En la parte inferior del
“mural” se observa una línea ondulada que bien pudiera tratarse de veneración a
las serpientes, esta línea tiene seis metros.”, apunta Rodríguez Garza.
San Antonio de los Álamos
Al norte del estado
mexicano de Coahuila se encuentra el sitio San Antonio de los Álamos
anteriormente conocido como Acatita La Grande.
El lugar por muchos años fue
un punto de encuentro entre la vastedad de la poca poblada provincia de la
Tejas Novohispana y el estado de mexicano de Texas, antes de que esta se
convirtiera en otro estado de la Unión Americana.
De acuerdo a Solveg
Turpin por muchos años la Sierra San Antonio fue una legendaria guarida de
forajidos que se refugiaban en los cañones de los soldados españoles,
posteriormente de los mexicanos y posteriormente de la guardia americana.
En los arroyos que
serpentean los cañones, aislados de cualquier población, el lugar era como una
especie de oasis donde los arroyos abastecían del vital líquido a las antiguas
tribus.
En este lugar se pueden
apreciar pinturas rupestres donde se detallan los encuentros entre el blanco
invasor y los naturales del noreste de México.
Dentro de los
innumerables motivos pintados en la pared sobresalen 90 jinetes pequeños en
cuya gráfica se nota que evidentemente eran soldados españoles.
A decir del maestro Carlos
Cárdenas en “Arte y Magia en el Coahuila Nómada” se trata de dibujos donde los
nativos invocaban algún tipo de magia simpática donde simbólicamente se
enfrentaban al invasor español y lo derrotaban. (2001).
De hecho hacía 1715 en
esta región de Coahuila, bajo el dominio español es que ocurre una violenta rebelión
de los indios de las misiones de San Juan Bautista, hoy Guerrero y San Bernardo,
debido al maltrato de los soldados del presidio de San Juan Bautista.
A este tipo de arte
rupestre de le conoce como Plains Biographic y abarca desde el sur de Canadá
hasta el norte de México.
El arte rupestre biográfico
de las grandes llanuras está directamente relacionado con los dibujos del
traje y del libro mayor creados por periodo histórico artistas indios.
Este tipo de arte rupestre
muestra a menudo composiciones, objetos muy similares donde se detallan motivos
de la cultura de las tribus que elaboraron las pinturas.
El caballo y el atuendo de
los indios suelen ser los motivos más comunes donde se muestra este estilo.
Se estima que hay más de
25 sitios con ejemplos ilustrados, situados en el norte de México, nueve de los
Estados Unidos y en el sur de Canadá... Estas decoraciones proporcionan pistas
sobre la identidad étnica de los artistas y pueden ser indicio de una extensa red
de comercio y alianzas intertribales que abarcaban toda la región del suroeste
de Estados Unidos.
Turpin en su libro el Arte
Rupestre de Coahuila detalla que fue una emboscada donde participaron diversas
tribus.
En la entrada de una
gruta se puede apreciar una inscripción pintada en la roca aparentemente es la
respuesta española a los jinetes sin cabeza.
La pintura data del siglo
18 y los personajes a los que hacen referencia aparecen en otros episodios de
la historia de Coahuila y de Texas.
Tan importante fue esta
batalla que los españoles decidieron plasmarlo en la roca como una contestación
a la costumbre indígena de plasmar en piedra los hechos sucedidos en contra de
los españoles.
el Cap.n D.n Josef Ventura
Moreno
con los Oficiales,
Tne.
Menchaca yden Cor
tes,
y Alfs Pacheco, y las tropas
de
Coahuila: Atacó una numerosa
gandulada
de Yndios,
matando
3, y muchos
eridos,
en la Sierra de la
Rinconada,
y quitó toda
la
Cavallada Mulada, y todo
el
Pillage, quedando eridos
Tne.
Cortés, y dos Soldados
en
6 de Marzo
1784
(o 1786)
El Caído
El sitio conocido por otra
parte es un sitio muy importante que detalla la iconografía indígena en contra
del dominio español.
El Caído se encuentra en
el norte de Coahuila muy cerca del lugar conocido como Paso del Moro.
En este punto se encuentran
2 abrigos rocosos que contienen pintura rupestre en rojo, ahí se retratan las
imágenes de dos bisontes que parecen estar expectantes a las escenas de varios
indios con tocados en la cabeza que aparecen montados a caballo.
En otro panel se detalla
la presencia de varios indios en actitud de danzantes ataviados con traje
ceremonial que fueron plasmados en la roca en tonalidades rojizas y blancas.
La Danza del Sol era una
danza ceremonial realizado por los indios de las grandes llanuras en honor al
sol en el solsticio de verano. El objetivo de esta ceremonia mística era
demostrar valentía para superar el dolor. Fue típicamente marcada por varios
días de ayuno sin dormir y baile en grupo. La auto-tortura ritual se llevó a
cabo como una penitencia o para inducir un estado de trance.
Cómo citar este artículo:
Encinas, Lorenzo. Las manifestaciones gáfico-rupestres del encuentro
de dos mundos en el norte de México. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/dosmundosgraficorupestres.html
2014
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