Divulgación y exhibición del arte rupestre como vía para la educación patrimonial. Fundamentos y características generales en Cuba
Racso Fernández Ortega, itibacahuababa@yahoo.com.ar
Divaldo A. Gutiérrez Calvache, divaldogc@yahoo.es
José B. González Tendero, marinaglez@infomed.sld.cu
Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre (GCIAR), Instituto Cubano de Antropología (ICAN). Calle Amargura No. 203 entre Aguiar y Habana, Habana Vieja, Ciudad de la Habana, Cuba.
RESUMEN
En el presente trabajo realizamos un bosquejo crítico de los fundamentos y características de los diferentes vehículos que se han utilizado en Cuba para la divulgación y promoción del arte rupestre, analizando de esta forma los procesos de exhibición y comunicación empleados en los museos, las áreas protegidas, las prensa escrita y los medios audiovisuales, elementos que de conjunto nos ilustran de la necesidad de elaborar un programa nacional donde se tracen políticas, se definan metodologías y sobre todo, se esclarezcan misiones, visiones y objetos sociales de los diferentes actores que participan en el probable manejo del arte rupestre como vehículo para la educación patrimonial.
Palabras Claves: museos, parques nacionales, educación patrimonial, dibujo rupestre, Cuba.
INTRODUCCIÓN
La trascendencia y el interés por el arte rupestre deriva de su connotación ideológica y reflejo de la actividad social de épocas remotas, mientras que los sitios que lo albergan, son los mudos testigos de la dimensión cognoscitiva de la humanidad en su continuo interactuar sostenible con la naturaleza, de ahí que el arte rupestre constituya una inigualable fuente de conocimiento para las actuales y futuras generaciones.
Esta realidad le impone a los especialistas y estudiosos de esta herencia cultural, problemas de suma importancia ante la necesidad incuestionable de lograr un equilibrio idóneo entre la conservación, la protección y la divulgación, donde la educación patrimonial del público, juega un rol fundamental. De esta manera, es válida, necesaria e imprescindible la inserción de los sitios o estaciones con dibujos rupestres en los procesos de educación y divulgación, pero estos a su vez, requieren de acciones de conservación preventiva donde sistemáticamente se evalúen los parámetros medioambientales y se monitoreen los posibles impactos producidos por la visita continuada a los monumentos habilitados para estos intereses.
En este sentido, aumenta considerablemente el rol que juega el mensaje cultural que pueden transmitir los museos, áreas protegidas con estaciones rupestres, y las reproducciones expositivas, en el conjunto de las actividades vinculadas a la educación patrimonial. No caben dudas de que este evento plantea, en los tiempos de la Globalización, un reto para los arqueólogos, museólogos, museógrafos, conservadores, restauradores e investigadores cubanos, inmersos en la perenne batalla por elevar el nivel cultural de nuestros coterráneos, pero comprometidos con lograr dentro de este proceso, la concientización de nuestra sociedad en la imperiosa necesidad de proteger y cuidar este legado ancestral en su entorno natural.
No podemos olvidar que desde el punto de vista del desarrollo de nuestra sociedad la educación patrimonial es un conjunto de herramientas eficaces que posibilitan la participación de la sociedad en la preservación y promoción de su historia y origen, pero para lograr la eficiencia de esta herramienta, los instrumentos empleados deben generar espacios de interacción que faciliten la incorporación de contenidos, apropiación de valores y reconocimiento de identidad (Godoy y Adan, 2003: 150), de forma que el patrimonio pase a formar parte de la cultura general de nuestra sociedad.
En el presente trabajo realizamos un bosquejo crítico de los fundamentos y características de los diferentes vehículos que se han utilizado en Cuba para la divulgación y promoción del arte rupestre, analizando de esta forma los procesos de exhibición y comunicación empleados en los museos, las áreas protegidas, las prensa escrita y los medios audiovisuales, elementos que de conjunto nos ilustran de la necesidad de elaborar un programa nacional donde se tracen políticas, se definan metodologías y sobre todo, se esclarezcan misiones, visiones y objetos sociales de los diferentes actores que participan en el probable manejo del arte rupestre como vehículo de educación patrimonial.
LA DIVULGACIÓN Y EXPOSICIÓN DEL ARTE RUPESTRE
COMO MEDIO DE EDUCACIÓN PATRIMONIAL
El debate académico mundial por la conservación y protección del arte rupestre es un tema en perenne desarrollo y discusión. En la actualidad la opinión de los investigadores se divide en dos grandes grupos: los primeros, consideran el evitar el conocimiento público de la ubicación de las estaciones y el arte rupestre, como única vía para protegerlos, incluso excluyendo esta información de las publicaciones académicas. El segundo, por su parte, considera que la mejor vía es la incansable batalla por elevar la calidad de los mensajes divulgativos, la educación a la población y todo tipo de acción encaminada a sensibilizarlos con los valores culturales del arte rupestre.
En nuestro país, el Estado y la gran mayoría de los investigadores defienden la posición descrita para el segundo grupo, la cual compartimos los autores. También consideramos que negarle a la ciudadanía el acceso al conocimiento y disfrute de sus valores y riquezas arqueológicas, constituye un delito cultural, fundamentalmente en aquellos espacios en que lamentablemente, ya no existen comunidades portadoras de ese legado. Es oportuno señalar que en determinados casos -de la geografía suramericana, africana o australiana-, esta política atenta contra el derecho de los pueblos originarios, de ser los máximos responsables de la conservación y protección del legado cultural transmitido por sus ancestros.
Para aquellos investigadores que defienden el principio de la no divulgación, o lo que pudiéramos denominar el “feudalismo rupestrológico”, es paradójico que tampoco hallan logrado garantizar en su totalidad, la protección y conservación de numerosas estaciones rupestres, las cuales cuando han llegado al conocimiento de especialistas e investigadores ya presentan graves afectaciones antrópicas. Son conocidas en Cuba los casos de las Cuevas de los Petroglifos, del Garrafón, de García Robiou, etc., que al ser descubiertas, sus manifestaciones rupestres ya habían sido intensamente agredidas por extractores de murcielaguina o visitantes eventuales, que sin la debida y elemental instrucción o educación, no se detuvieron y exteriorizaron su psicología por medio del graffiti, o destruyeron y alteraron las condiciones naturales del sitio, para satisfacer sus necesidades productivas.
Por otra parte, en las condiciones climáticas cubanas, el arte rupestre está sujeto al lógico envejecimiento de sus soportes y de los pigmentos o aglutinantes, lo que lo hace vulnerable al paso del tiempo y a los cambios, voluntarios o no, de las condiciones medioambientales que los rodean. Sin embargo los estudios más recientes sobre la conservación y protección de este patrimonio, han demostrado que es la afectación antrópica, la mayor fuente de las agresiones irreversibles sufridas por esta manifestación en nuestro país (Fernández y González 2001:20, Gutiérrez, Fernández y González, 2007:114).
Esta realidad, en oposición con los criterios “arqueo-feudales” antes comentados, nos indica la urgente necesidad de elevar la calidad y masividad de la educación patrimonial de nuestro pueblo, de forma que se pueda garantizar la protección efectiva del dibujo rupestre cubano. Es cada vez más evidente que las acciones y medidas para protegerlo deben partir de la inclusión de estos temas en los programas educacionales y en los libros de texto de asignaturas como historia, geografía, química, etc. donde se transmitan los valores patrimoniales de los que son portadores, y la preocupación por su cuidado y conservación.
Otra acción impostergable en este sentido, es la importante campaña de divulgación y educación que se debe originar desde el interior de aquellas instituciones portadoras o explotadoras de estos recursos arqueológicos.
En general hay que aceptar y desarrollar un rol participativo de la sociedad en la educación y la gestión de este patrimonio cultural, donde se incorporen a todos los actores sociales a la gestión de conservación y donde la educación sea un método de articulación entre gestores y sociedad (García, 2009:272).
No podemos entender como una institución como el museo, que por demás exhibe varios originales del arte rupestre, se mantiene al margen de su debida divulgación, llegando en algunas ocasiones a mantener estos ejemplares sin la más mínima referencia didáctica sobre su origen, valor y características elementales.
Tampoco es admisible la administración de un área protegida que no considere en sus planes de manejo los valores rupestrológicos de su territorio, y los medios y vías de utilizarlos para la más eficiente educación y divulgación entre los visitantes y las comunidades rurales de su entorno cercano.
Tales situaciones comunes en nuestra realidad necesitan de cambios conceptuales en la mentalidad de los gestores, es necesario dejar establecida la definición y fundamentación de la educación patrimonial como función social de estas instituciones (García, 2009: 272); también es imprescindible diseñar en ellas correctos programas pedagógicos que contribuyan a sistematizar, los procesos de enseñanza, aprendizaje y participación dentro de la gestión patrimonial de los visitantes, de esta forma dichos procesos nos permitirían asegurar la apropiación de los valores culturales locales, regionales y nacionales en el público que acude a estas instituciones.
Mucho se ha discutido sobre las categorías de valores -histórico, científico, social y estético- que encierra el arte rupestre, pero de lo que no existen dudas, es que el valor educativo, ya sea incluido en el nivel primario de estos, o por su valor intrínseco “per se”, juega un rol trascendental en la formación integral de las nuevas generaciones, las cuales por derecho natural serán las encargadas de salvaguardar este patrimonio, de ahí que en nuestra opinión la divulgación y exposición planificada, organizada y científicamente evaluada del arte rupestre, es el medio ideal para la educación patrimonial de nuestro pueblo y por consiguiente para su protección.
Debemos partir entonces de la premisa que define que la educación pública del arte rupestre persigue, en primera instancia, la comprensión de la importancia que este recurso patrimonial posee, como testigo inigualable de una época remota donde la humanidad se encontraba plenamente a merced de los fenómenos naturales, iniciándose así el proceso de desarrollo de la ideología, estrechamente vinculado a los modos de subsistencia y a la aprehensión del conocimiento y el aprovechamiento sostenible de los recursos de la naturaleza.
En un segundo plano, y no por ello menos significativo, creada la conciencia necesaria desde las edades tempranas, se encuentra la gestión y el manejo adecuado del recurso y su imperiosa protección y conservación.
Podrán ser muchos los objetivos que se persigan durante la implementación de los diversos programas didácticos, para lograr una adecuada educación patrimonial en el público en general y la población más joven en particular, pero consideramos que de ellos resultan fundamentales e imprescindibles, en cualquier programa, los que mostramos en la (Tabla I).
Educación
patrimonial en arte rupestre |
Objetivos
a promover en el público
|
La
mayor comprensión de las formas de vida antiguas
|
La
sensibilización con los sistemas de creencias y valores del pasado |
La
mejor gestión de los recursos arqueológicos
|
La
correcta conservación de las estaciones en su entorno natural
|
Tabla I. Objetivos fundamentales que deben incluir los programas
de educación patrimonial para el arte rupestre (Fuente: Los Autores).
Disímiles actores en Cuba, con el fin de lograr los objetivos antes expuestos y el afán de alcanzar las expectativas creadas, han aplicado y desarrollado diversas políticas y estrategias con las que han obtenido resultados de muy variada índole, los cuales en la medida de nuestro alcance comentaremos en los párrafos que se presentan a continuación.
EL ARTE RUPESTRE Y SU PRESENCIA EN LOS MUSEOS CUBANOS
Cuando iniciamos el análisis de la participación de los museos en la educación patrimonial vinculada a la conservación y salvaguarda del arte rupestre tenemos que recordar que ya desde el año 1974 el Consejo Internacional de los Museos (I.C.O.M.), en su XI Asamblea General, definió al museo como una institución permanente, no lucrativa, abierta al público, al servicio de la sociedad y su desarrollo, que adquiere, conserva, investiga y principalmente exhibe, los testimonios materiales del hombre y de su medio ambiente, “con fines de estudio, educación y deleite”(1).
En los últimos años las acciones hacia el interior de los museos han ido transformándose buscando el acercamiento y las relaciones más directas con el público. No son pocas las instituciones que modifican sus salas con tecnología de última generación logrando el contacto de los visitantes con imágenes holográficas, proyecciones panorámicas con Data Show y sistemas interactivos de computación que proporcionan una visión general de las formas de vida y las costumbres de los primeros humanos. Por su parte los equipos de realidad virtual son capaces de trasladarlos a los espacios que ellos ocuparon y convertir al visitante en protagonista de una época muy remota en el tiempo, pero que a escala planetaria sólo se inició hace poco más de 7 millones de años.
Para los países del mal llamado “Tercer Mundo”, que fueron víctimas de la explotación colonial por centurias estas propuestas son muy tentadoras, pero se encuentran demasiado lejos de las reales posibilidades económicas para su puesta en ejecución; sin embargo, los especialistas responsables no se han quedado de brazos cruzados y buscan alternativas que les permitan acercarse a los objetivos deseados.
Desde las primeras décadas de la pasada centuria, un grupo de museos en nuestro país ha mantenido o creado iniciativas de divulgación patrimonial a partir de exhibir exponentes del arte rupestre. Entre estos, los más significativos son el Museo Bacardí de Santiago de Cuba, el Museo Antropológico Montané de la Universidad de la Habana; el Museo de Arqueología y el Museo de la Pintura Mural pertenecientes ambos a la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana, y más recientemente, el Museo Arqueológico “Guamá” del Instituto Cubano de Antropología.
En general todas estas propuestas no han sido diseñadas con el rigor académico imprescindible que impone la calidad de la información que se debe transmitir, siendo generalizada la ausencia de una explícita comunicación con el espectador de la obra rupestre. Pongamos como ejemplo la sala del Museo Antropológico Montané, donde alrededor de casi toda el área expositiva, existen grandes paneles con reproducciones de pictografías cubanas, las que sin embargo, carecen de la más mínima información para el visitante. A todas luces, su rol es más decorativo, que divulgativo ante la necesidad de información que caracteriza al visitante, lo cual mengua su papel educativo, lo que constituye una de las misiones primordiales de cualquier museo cubano.
Similar situación se puede apreciar en el Museo Bacardí, donde los controversiales petroglifos de Playa Larga y Cazonal aparecen distribuidos por la sala de Arqueología Aborigen, sin la más mínima referencia a: dónde, cuándo y quiénes los hallaron; qué significado tuvieron para sus ejecutores, en qué material están realizados, qué técnicas se usaron para ello, etc. (Figura 1). Tal pareciera, que por el simple hecho de estar ubicados en ese espacio, toda la información cultural, funcional e ideológica, vinculada a los grupos humanos que hicieron de esos exponentes protagonistas de disímiles eventos de sus vidas, no fuese necesaria, educativa, esclarecedora y útil para aquellos que acuden al museo con ansias de saber y de conocimiento.
Estos ejemplos pudieran servir incluso para reflexionar junto al interlocutor, sobre los lamentables casos, en que lastimosamente las manifestaciones rupestres eran trasladadas como “trofeos” a los museos y gabinetes, no tanto por el interés en la transmisión de conocimientos al público receptor, sino por el vano orgullo de sus dueños o patrocinadores, que priorizaban el propósito de lucir piezas exclusivas y excepcionales, reflejo de una actitud que pretendía resaltar el estatus social y la solvencia económica de sus promotores, dóciles y desdichados émulos del Museo de Pérgamo en Berlín, la Heye Fundation(2), el Carneige Museum o el Britich Museum of London, por sólo citar algunos.
Desafortunadamente, una expresión que ya muchos creíamos lejana en el tiempo, hoy dolorosamente comprendemos que los tiempos cambian, aunque no así las mentalidades expoliadoras de los poderosos. Un ejemplo bien cercano lo tuvimos hace dos años en la hermana isla de Puerto Rico, cuando el Cuerpo de Ingenieros de los EE: UU, inapropiadamente excavó un sitio arqueológico conocido como P-20 y luego de manera inconsulta, decidió trasladar todo el registro recuperado “para estudiarlo en el área continental”. O que decir de aquellos que mientras la burbuja inmobiliaria dejaba a millones de personas en la calle, no escatiman su dinero y lo invertían en el saqueo selectivo de los mejores exponentes del patrimonio milenario que permaneció resguardado por años en los Museos Nacionales de Arqueología Bagdad o Damasco.
Figura 1. Petroglifos expuestos en las salas del Museo Emilio Bacardí, Santiago de Cuba (Fuente: Archivos del GCIAR).
Con ejemplos como estos, no quedará otra alternativa que aceptar el hecho de que el arte rupestre, así concebido en las salas de los museos, no sobrepasa la triste función decorativa; perdiendo entonces, la opción educativa, tan necesaria, pues las imágenes por si solas al ser separadas para siempre de aquel paisaje cultural que les dio origen y propició que la naturaleza se multidimensionara, perdieron todo su valor y esplendor.
Un caso particular en este panorama se presenta en el Museo de la Pintura Mural de la Oficina del Historiador, en la Ciudad de la Habana, entidad encargada de difundir el cuidado, la conservación y la apreciación de este importante legado cultural que permitió la decoración y el diseño estético de los espacios exteriores e interiores de los inmuebles coloniales desde el siglo XVI.
Esta institución a través de su muestra expositiva, realiza un recorrido por la iconografía que fuere común en los paramentos de las construcciones domésticas, públicas y religiosas, desde los mismos inicios del proceso de conquista y colonización. Al proyectarse esta idea se afianzó el criterio de la vinculación necesaria entre las diversas manifestaciones de la pintura mural, pero reconozcamos que para ello, no solo debe centrarse en aquellos singulares ejemplares realizados al fresco en los espaciosos salones de las casas señoréales de La Habana colonial, sino que debe incluir y de hecho lo hace, a las expresiones pictóricas cuidadosamente ejecutadas por los primeros habitantes de nuestro archipiélago.
Este hecho llama poderosamente la atención de los visitantes del museo, ya que precisamente la exhibición se inicia con unos paneles que reproducen las imágenes de los murales pictográficos de las Cuevas de Punta del Este y de Matías en la Isla de La Juventud y la sierra de Cubitas en la provincia de Camagüey, respectivamente, exponentes que representan un reconocimiento tácito de que esta tradición decorativa, tiene sus orígenes muchos siglos atrás, cuando los pueblos que poblaban las ínsulas asumían a los antros cavernarios como santuarios y centros de culto donde realizar sus ceremonias y ritos mágicos religiosos, utilizando las paredes rocosas como soporte y lienzo donde plasmar sus dibujos.
Sin embargo, se repite el problema antes mencionado pues, de la manera en que los murales se encuentra expuestos, el reconocimiento del dibujo rupestre precolombino como un elemento de la superestructura, reflejo de la conducta social y producto de la actividad ideológica de los grupos culturales, no aparece especificado en el mensaje que acompaña a los “paneles” en cuestión, amén de que algunas pinturas erróneamente se ubican en otra Cueva de la misma sierra. De esta forma el dibujo rupestre, cuyos significantes guardan una relación directa con los espacios y el microcosmos en que fueron ejecutados -al igual que la pintura mural de los siglos XVI al XIX-bajo ningún concepto queda explícito en la información que acompaña a estos ejemplares, aún cuando algunos se esfuercen en argumentar que el mensaje permanece implícito para el visitante.
Si recordamos entonces los cuatro objetivos “primordiales” detallados en la Tabla I, esta sutil imprecisión no solo dificulta la aprehensión de las formas de vida y pensar de los grupos primigenios, sino que además disminuye por una parte, el rol divulgativo de esta herencia perecedera cuyos orígenes se remontan a varios milenios atrás, y por la otra, el carácter movilizador de las buenas conductas a mantener en las estaciones que las albergan.
Así las cosas, queda claro que cuando se exhiben muestras representativas del arte rupestre no se debe dejar margen alguno a la casualidad o la imprecisión, el mensaje al público tiene que ser lineal, directo, preciso, divulgativo y contentivo de todos los valores estimados, o de lo contrario el papel educativo se ve minimizado pasando a jugar el triste papel de elementos decorativos.
Toda la situación anterior, se hace más preocupante cuando al ser visitadas algunas de estas instituciones e indagar sobre las muestras rupestrológicas, se percibe la falta de información y preparación que al respecto tiene el propio personal que labora en los museos. O cuando al conocerse las actividades de educación patrimonial para niños, jóvenes y el pueblo en general, que se proponen ejecutar en sus instalaciones, se descubre la poca inserción que tienen -por no decir ninguna-, el arte rupestre y los exponentes que de él se muestran en las salas.
En este sentido, el Museo Arqueológico “Guamá” del Instituto Cubano de Antropología (ICAN) aunque con problemas similares a los anteriores, ha iniciado(3) una experiencia muy alentadora y fructífera donde el papel protagónico lo tienen los infantes, cumpliendo, entre otros, el objetivo de completar el programa docente establecido para las escuelas primarias y elementales.
La actividad consiste en un encuentro en el cual se les proyecta un video -producido por los especialistas de la institución- en el que se recrea la vida cotidiana de los primeros pobladores del archipiélago cubano, sus hábitos y costumbres conocidos a través de las investigaciones y excavaciones arqueológicas llevadas a cabo.
Con posterioridad los niños realizan un recorrido por las salas de arqueología cubana y americana, acompañados por varios especialistas que son los encargados de complementar el conocimiento adquirido con anterioridad y transmitirles toda la información adicional requerida por los interesados.
En uno de los encuentros, por ejemplo, se le presta especial atención al arte rupestre, sus formas, colores, técnicas de ejecución, selección de los espacios, grupos productores, funciones y significados, formas de protección, etc.; todo ello realizado mediante la proyección del video, las láminas que apoyan el guión museográfico y los petroglifos que se exhiben en las salas, mudos testigos de una época en que se acostumbraba a trasladarlos de sus lugares de origen, para su disfrute y contemplación en las colecciones.
Es a partir de ese instante, que se les entregan láminas en gran formato, con reproducciones de diversas manifestaciones del arte rupestre antillano, para que puedan colorearlas ya sea un petroglifo o una pictografía. Incluso, según su propia visión, se les permite dibujar algún elemento que complemente al diseño, para concluido este instante, que cada uno explique, desde su perspectiva, cual es el significado que entienden tiene cada reproducción.
Figura 2. Actividad desarrollada con niños en el Museo Arqueológico “Guamá”
del Instituto Cubano de Antropología, La Habana, Cuba (Fuente: Archivos del ICAN).
Este interesante ejercicio elemental, permite desarrollarles a plenitud una nueva percepción de los pueblos originarios y su relación armónica y sustentable con la naturaleza, la imaginación y la fuerza expresiva, al mismo tiempo que amplía el mundo cognoscitivo infantil, abriendo nuevos horizontes estéticos y transformando los paradigmas conocidos por ellos hasta ese entonces, pero lo mas importante se logra establecer una articulación directa entre los niños y el arte rupestre, alejándolos del simple papel de espectadores, para convocarlos a formar parte del grupo de pensadores.
De lo antes comentado, queda claro que aunque varias instituciones y museos cubanos cuentan con representaciones del arte rupestre dentro de su diseño museográfico, pocas lo vinculan a los necesarios procesos de divulgación, educación cultural y patrimonial que nos permitirá garantizar su protección y conservación en las estaciones rupestres.
LA RÉPLICA O FACSÍMIL DE ESTACIONES RUPESTRES
Aún cuando existen ejemplos halagüeños de senderos bien planificados, estaciones correctamente habilitadas y espacios sistemáticamente controlados para evitar las afectaciones que atenten contra la conservación del dibujo rupestre, la praxis ha demostrado que, sin lugar a dudas, la eficiente y oportuna explotación de los Centros de Interpretación, la correcta utilización de los medios informáticos y las reproducciones de las estaciones rupestres a escala natural, entre otras opciones, permite a los interesados un acercamiento al mundo imaginario y simbólico de las sociedades que ejecutaron el dibujo rupestre, sin necesidad de poner en peligro la existencia de importantes estaciones del registro rupestre universal.
Muchos son los ejemplos que así lo demuestran, entre estos son conocidos los medulares esfuerzos realizados para entregar al público una propuesta cultural integral con la puesta a punto de los facsímiles de las Cuevas de Altamira y Lascaux, en España y Francia respectivamente; donde incluso el espectador percibe al arte rupestre, no como se encuentra en la actualidad, sino tal cual lo pudieron observar los seres que en el paleolítico, convirtieron a estas espelucas en lugares sacros e instrumentos de sus concepciones ideológicas.
La elaboración de estas propuestas, a nivel internacional, ha tenido como patrón común la combinación de objetivos conservacionistas y divulgativos, teniendo siempre en consideración que la calidad del producto a ofertar, no puede estar divorciada del contenido científico que se exhiba y entre los objetivos más comunes tenidos en cuenta, se pueden establecer los que se muestran en la Tabla II:
Ejecución
de reproducciones de estaciones con arte rupestre
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Tipos
|
Objetivos
|
Conservacionistas
|
Continuar
y mantener las investigaciones sobre las sociedades que ejecutaron las
manifestaciones rupestres y los parámetros para su conservación.
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Asegurar
y mejorar las condiciones y parámetros de conservación de la estación
original con el monitoreo sistemático.
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Aumentar
la calidad del conocimiento transmitido a los visitantes, con una propuesta
de calidad y rigor científico, que permite una interacción no invasora, ni
destructora del patrimonio.
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Divulgativos
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Aumentar
y propiciar el acercamiento de un número mayor de visitantes que acuden a
recibir la información.
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Facilitar
al macro público el acceso a un sitio de excepcionales valores culturales,
históricos y estéticos.
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Estimular
la contemplación de una herencia cultural inigualable y perecedera sin poner
en peligro la obra original.
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Transmitir
a los visitantes, con un lenguaje gráfico y audiovisual, una reconstrucción
ideal de los procesos de ejecución y elaboración de esta manifestación en un
espacio ceremonial de esta naturaleza.
|
Tabla II. Objetivos fundamentales para la ejecución de reproducciones
de estaciones con arte rupestre (Fuente: Los Autores).
Estos y otros objetivos han sido aplicados a nivel internacional y Cuba, que no constituye la excepción, ha dado diversos pasos en este sentido. Fue así que en la década del 60 de la pasada centuria, un grupo de especialistas que reunía a destacados arqueólogos, restauradores y artistas del país, dirigidos por el Dr. Antonio Núñez Jiménez, -considerado el investigador que más tiempo dedicó a la investigación del dibujo rupestre durante el siglo XX-se dio a la tarea de realizar en las edificaciones del Capitolio Nacional, específicamente en las áreas del Museo de Historia Natural “Felipe Poey”, la reproducción a escala natural de la Cueva No. 1 de Punta del Este, ubicada en la Isla de La Juventud.
Esta reproducción o facsímil tenía como destino final la atracción del gran público para ocupar su tiempo libre de una manera instructiva y amena -permitiéndoles disfrutar del encanto de un inhóspito paraje, que milenios atrás, fuere concebido como templo por los aborígenes cubanos-en un espacio en que se hacían coincidir la calidad científica y la sana recreación.
A lo largo de casi dos años este colectivo de especialistas trabajó en la cueva y su similar logrando reproducir los dibujos de la manera más cercana posible a como lo observaron y veneraban los pobladores de la isla-hasta obtener un producto bien acabado que transmitiera al espectador la magnificencia de lo que el sabio cubano Fernando Ortiz, con toda propiedad denominó “La Capilla Sixtina del arte rupestre cubano”.
El proyecto fue abierto a los espectadores en 1967 y, por más de veinte años el duplicado acogió a millares de visitantes, de todas las edades y los más apartados rincones del país (4) y el exterior, los que acudían a la réplica del santuario ya fuere por los comentarios escuchados o aparecidos en la prensa; o también porque deslumbrados y cautivados por los maravillosos conjuntos pictográficos, regresaban nuevamente para su disfrute y contemplación.
La cueva original presenta una gran entrada orientada al creciente, de unos 12 m. de ancho por unos 3 m. de alto, por donde penetran los rayos del sol desde el amanecer hasta el atardecer.
En la reconstrucción el visitante, ya en el interior, podía observar como se proyectaba sobre la abertura de acceso y las siete grandes claraboyas que perforan su techo, un filme que recreaba en pocos minutos, el magistral paso por la bóveda celeste de dos de los astros que más han marcado la historia de la humanidad, el astro rey y su eterna compañera nocturna, la luna; reproduciendo además, la grabación de los sonidos propios de la gruta según fuere el horario.
Desafortunadamente opiniones encontradas y malas decisiones administrativas terminaron con la valiosa existencia de una obra sin precedentes nacionalmente, que permitió demostrar que no existía divorcio entre el rigor científico, la divulgación, y el disfrute y esparcimiento, siempre que el mensaje a transmitir, se concibiera como una propuesta bien planteada, asequible a los más variados sectores etarios y ocupacionales de la población. Pero lo que es aún más importante, permitió el necesario y oportuno comienzo de las labores de Educación Patrimonial de la población y fundamentalmente de las jóvenes generaciones, entre quienes nos incluimos muchos de nosotros, que le debemos nuestra vocación y profesión a la primera visita que realizáramos acompañados de nuestros padres a la “Cueva del Capitolio”, como popularmente se le llamó.
Hoy, al evaluar la información que teníamos y discutir la esencia de los temas que trataríamos en este trabajo, nos percatamos de que las nuevas generaciones de rupestrólogos cubanos tenemos el deber de rescatar para el disfrute y educación de nuestro pueblo, una nueva versión facsimilar de la Cueva No. 1 de Punta del Este; si alguna vez lográramos llevar a vías de hecho ese empeño, estaríamos corrigiendo el error histórico-cultural que significó su destrucción, pero lo que más importante aún, estaríamos rindiendo un tributo justo, honesto y merecido a dos figuras indispensables de nuestra ciencia, los doctores Antonio Núñez Jiménez y José Manuel Guarch Delmonte promotores y realizadores de aquella importante reproducción.
LAS ÁREAS PROTEGIDAS Y LAS ESTACIONES RUPESTRES CUBANAS
En la actualidad las áreas protegidas son espacios que los estados deciden resguardar por la belleza de sus paisajes, la riqueza natural que pueden poseer y los valores culturales ancestrales o actuales que poseen, que le han imprimido los pueblos que los convirtieron en protagonista de su mundo y cosmovisión, de ahí que hoy, numerosos especialistas consideren que aquellas áreas protegidas que cuentan dentro de su patrimonio con estaciones del arte rupestre sean vehículos idóneos para promover y fomentar las labores de educación y divulgación cultural, patrimonial y medioambiental.
El criterio o pensamiento anterior está sostenido por varios elementos significativos entre los que se pueden citar la existencia de planes de manejo, evaluación de impacto e interacción natural y cultural; elementos que no poseen los sitios en otras condiciones de administración. Estos escenarios, en comparación con las reproducciones, presentan la incuestionable ventaja de presentarle a los visitantes una obra original, lo que estimula los procesos psicológicos a favor de la conservación y la protección, pero presenta la limitación de que las visitas deben ser reguladas según los cálculos de peso de explotación que soportan las estaciones, y por otra parte, su disfrute no será indefinido, estará sujeto a la reacción natural y a los estudios de evaluación de impactos.
Las prioridades de divulgación y educación presentes en nuestro país, que antes hemos comentado, han generado la necesidad de hacer accesibles al público, un número reducido de estaciones que sólo pueden ser disfrutadas cuando son creadas las condiciones y las habilitaciones “in situ”, que lo permiten. En atención a este respecto, a partir de la década de los 90 de la pasada centuria, fueron varias las estaciones rupestres que ubicadas dentro de los territorios del Sistema Nacional de Áreas Protegidas -con sistemas propios de guarda parques o guarda bosques de la dirección de protección forestal-quedaron seleccionadas para ser acondicionadas con el objetivo de brindar los servicios de visitas didácticas dirigidas al público interesado en conocer directamente sobre el registro rupestre.
En este reducido y selecto conjunto de localidades se incluyen las Cuevas de María Teresa en la provincia de Camagüey; las Cuevas Ceremonial No. 1 y 2, de la provincia Granma, y las espeluncas Ambrosio, Los Musulmanes No. 1 y 2 en la provincia de Matanzas, entre otras.
En estas páginas es imprescindible reconocer que gracias a las eficientes decisiones para la conservación y puesta en valor de estas localidades, se ha comprobado la disminución notable de las afectaciones a las pictografías y petroglifos albergadas en estas, determinada por la política de control establecida y la concientización lograda en los visitantes; aún cuando no en todos los casos, los resultados se comportan de la misma manera.
El ejemplo de habilitación más conocido se encuentra en la “Reserva Ecológica Varahicacos” un área protegida en proceso de aprobación por el Consejo de Ministros de la República de Cuba, pero que en la actualidad ya cuenta con administración bajo el amparo del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medioambiente. En este territorio se localiza la Cueva de Ambrosio, ubicada en la costa Sur de la península de Hicacos, en el internacionalmente conocido balneario turístico de Varadero en la provincia de Matanzas (Figura 3).
Figura 3. Entrada a la Cueva de Ambrosio donde se muestra al fondo, a la derecha, en blanco,
el plano de la espelunca. “Reserva Ecológica Varahicacos”, provincia Matanzas, Cuba.
En la foto delegados al 1er Simposium Internacional de Arte Rupestre, La Habana, 2008. (Fuente: Archivos del GCIAR).
La mencionada estación rupestre se ubica en el eje que sigue la carretera sur de la península de Hicacos. La entrada presenta unos tres metros y medio de ancho y en su interior se encuentra una primera galería de unos 20 metros de longitud. El piso de este corredor y el primer salón han sido claramente modificados para permitir el libre acceso de los visitantes y la aproximación a las manifestaciones pictóricas. El acercamiento a los elementos culturales de este santuario está bien concebido, partiendo del criterio de que las visitas están permitidas siempre y cuando se realicen acompañadas de un guía, de lo contrario el acceso será imposible pues existen las condiciones para el cierre de la espelunca, lo cual evita el paso de los curiosos sin previa coordinación.
Los guías en su generalidad, son espeleólogos con formación en ecoturismo cultural y amplios conocedores del entorno medioambiental, las manifestaciones rupestres de la localidad y la generalidad de los hábitos y costumbres de los pueblos que pudieron haberlas realizado, lo que les permite desarrollar una visita dirigida capaz de satisfacer a los más exigentes públicos, transmitiéndoles un conocimiento general y particular sobre el sitio y la región. Dentro de la política de la administración de la reserva, es significativa la programación periódica de cursos de actualización y perfeccionamiento para los guías, en diferentes materias vinculadas con la ecología, arqueología, antropología, medio ambiente y conservación.
También es de reconocer la realización de estudios de carga para el sitio, los cuales han asegurado que las visitas se produzcan rigurosamente en grupos que no exceden las 10 participantes, en cada recorrido, y con un máximo de 50 diarios, lo cual acompañado de los imprescindibles monitoreos periódicos y sistemáticos de parámetros climatológicos sensibles a la explotación de la cavidad, aseguran evitar que las condiciones que en un momento aceptaban una cantidad determinada de visitantes, se vean alteradas, lo cual obligaría a la toma de medidas para evitar el deterioro del patrimonio rupestrológico de esta cavidad.
Otro caso que queremos traer a colofón, es el de la Cueva No. 1 de Punta del Este, ubicada en la “Reserva Ecológica Punta del Este”, municipio especial Isla de la Juventud (Figura 4), otra de las áreas protegidas cubanas en espera de su aprobación por el Consejo de Ministros de la República, pero que también cuenta con administración bajo el mandato del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medioambiente. Esta localidad fue habilitada para ser visitada, y para llegar a la misma y apreciar su riqueza cultural, se hace necesario y obligatorio acceder acompañado de un guía especializado del área protegida.
La mundialmente reconocida Cueva No. 1 de Punta del Este, presenta conjuntos pictográficos donde coinciden los círculos concéntricos alternando los colorantes negro y rojo sobre el soporte blanquecino de la roca estructural. Estos dibujos van desde el círculo simple hasta la combinación de 28 negros e igual cantidad de rojos, para acumular la cifra de 56 circunferencias, secuencia que ha permitido proponer la hipótesis sobre la presencia de un calendario lunar sideral, en que los rojos representan los días y los negros las noches.
Figura 4. Vista de la entrada de la Cueva No. 1 de Punta del Este,
“Reserva Ecológica Punta del Este”, municipio especial Isla de La Juventud, Cuba.
El personal que desarrolla la actividad como guía, es debidamente preparado en cursos relacionados con disciplinas que le permitan explicar la diversidad ecológica de la región y las particularidades y rasgos de los grupos humanos que la poblaron. Es importante señalar que la “Reserva Ecológica Punta del Este”, se encuentra enclavada dentro del territorio del “Área Protegida de Recursos Manejados Sur de la Isla de la Juventud” un territorio que posee la categoría internacional de “Sitio Ramsar”; pero donde los resultados obtenidos no son en nada comparables con el caso comentado de la reserva de Varahicacos.
En esta ocasión, el objetivo conservacionista y educativo que se perseguía con la rigurosa medida de la obligatoriedad de contar con la presencia de un guía especializado, lamentablemente no se cumplimenta cabalmente, pues los encargados de cumplir con la función de “guía” llevan al visitante hasta el lugar, y los esperan fuera de la cavidad hasta que terminen sus observaciones, debido según ellos(5) a la innumerable e irresistible plaga de mosquitos que existe en estos parajes durante la época de seca; esta aparentemente sencilla y justificada actitud, ha dado al traste con la conservación de la localidad, ya que con frecuencia faltan fragmentos de roca en las áreas pictográficas, aparecen nuevos graffitis, o simplemente se permite botar colillas, papeles y otros residuos no siembre biodegradables, dentro de la espelunca (Fernández y González 2001: 20; Gutiérrez, Fernández y González, 2007:120).
El ejemplo anterior nos demuestra, que el uso para las labores de educación y divulgación del arte rupestre, de estaciones enclavadas en áreas protegidas no es, en si mismo, una garantía de manejo adecuado, pues además de las óptimas condiciones de estas reservas, se hace necesario e imprescindible el monitoreo constante del cumplimiento de los requerimientos de manejo y el control riguroso de sus resultados.
El caso anteriormente señalado se hace aún más evidente, cuando se evalúan los alentadores resultados obtenidos en territorios similares. Vamos a referirnos al caso de las estaciones rupestres incluidas en los senderos interpretativos previstos para que el visitante reciba un conocimiento global y particular del “Parque Nacional Desembarco del Granma”, área protegida aprobada por el Acuerdo 4262 del Consejo de Ministros, y administrada por la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, del Ministerio de la Agricultura, que en la actualidad ostenta la categoría de Patrimonio Natural de la Humanidad, otorgado por la UNESCO en el 2005.
En este parque que está ubicado al suroeste de la región oriental del país, en las terrazas marinas emergidas de Cabo Cruz en la provincia de Granma, los recorridos resultan sumamente instructivos. A lo largo de cada sendero se encuentran señalizados los accidentes geográficos más relevantes que caracterizan el paisaje y las diversas especies forestales que habitan esta zona, lo que le permite a los guías explicar los usos más comunes de la herbolaria en la medicina popular tradicional y aquellas empleadas en las ceremonias y ritos de las religiones afrocubanas, que gracias a la tradición oral -transmitida de generación en generación-han llegado a la actualidad.
Las manifestaciones rupestres más conocidas de la localidad, tienen la particularidad de ser petroglifos antropomorfos esculturales, esculpidos en las formaciones secundarias pavimentales que se encuentran en el interior de las Cuevas Ceremoniales No. 1 y 2 asociadas a los grupos agricultores que poblaron esta costa (Figura 5). Los guías espeleólogos, formados especialmente en ecoturismo cultural, le exponen al visitante la generalidad de los hábitos y costumbres de los pueblos que se asentaron en aquellos parajes y emplearon un importante número de las cuevas y grutas que adornan la campiña como templos o sepulcros, de esta manera, en el recorrido se entiende y explica al arte rupestre como un sistema social y ecológico que formó parte de una estructura cultural en la que el paisaje tiene representaciones multidimensionales.
Los resultados obtenidos en el Parque Nacional Desembarco del Granma, pueden ser calificados, sin lugar a dudas, como los mejores logrados y estructurados en el país, experiencia que puede y debe ser modelo a seguir para la toma de decisiones futuras. A esta altura del análisis creemos oportuno recordar, que esta posibilidad y las derivadas de otras experiencias, deben ser manejadas con precaución, ya que la puesta en valor público de las estaciones del dibujo rupestre debe estar asociada a una decisión colegiada y estudiada de forma multidisciplinaria lo cual asegure una explotación coherente de este patrimonio, donde el significado, objetivos y valores a promover deben ser percibidos, antes de tomar una decisión en este sentido, ya que los mismos provienen de los valores que se le asignan a una estación y su entorno.
(A) Cueva Ceremonial No. 1 y (B) Cueva Ceremonial No. 2.
Figura 5. Petroglifos ubicados en estaciones del “Parque Nacional Desembarco del Granma”, provincia Granma, Cuba.
Emitimos este criterio a partir de la experiencia acumulada en los años de explotación que llevan algunas de las estaciones antes comentadas, donde hemos comprobado que el propio proceso de divulgación, ha generado el aumento considerable del interés y las ansias de conocimiento del público en general, lo que ha estimulado la aparición en el ámbito arqueo-cultural de los mercaderes del turismo, que promueven a toda costa y todo costo la habilitación, adaptación y explotación turística de las estaciones rupestres, siempre que estas generen las ganancias económicas esperadas. Este descabellado estereotipo escasamente tiene en consideración la fragilidad de estos recursos arqueológicos y su estrecha vinculación con las condiciones naturales, tampoco son portadores de planes de manejo, estudios de mitigación de las afectaciones, etc. Ejemplos de los recursos patrimoniales que ha cobrado esta política de la supuestamente benévola industria sin humo, sobran en el mundo y Cuba, no escapa de ellos.
A estos “mercaderes” de la cultura debemos recordarles de forma permanente que el dibujo rupestre es un recurso del patrimonio de la humanidad, y no una mera mercancía comercial, consideración bien recogida en la Declaración de Manila, donde se expresa que los elementos espirituales deben prevalecer sobre los elementos técnicos y materiales(6) (Soleilhavoup, 1989:30); criterio apoyado por la UNESCO y sus instituciones funcionales como ICOMOS, y el ICOMOS CAR lo que ha quedado reflejado en el otorgamiento de la categoría de Patrimonio Cultural de la Humanidad a un grupo importante de estaciones del ámbito universal.
LA LITERATURA DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA Y EL ARTE RUPESTRE
En nuestro país la literatura de divulgación científica ha sido generalmente encaminada a temas geo-ecológicos, lo cual no significa que no existan textos en numerosas ramas del saber. Sin embargo, dentro de este panorama la inclusión de la arqueología, en general, ha sido escasa, y más escasa aun aquella dirigida con especificidad a las manifestaciones rupestres.
Esta realidad esta a su vez insertada dentro de una importante obra literaria de corte científico o académico, donde se pueden citar textos imprescindibles o clásicos como “Cuevas y Pictografías” (1967), “Cuba: Dibujos Rupestres” (1975) del Dr. Antonio Núñez Jiménez y “Arqueología de Cuba. Métodos y Sistemas” (1987) del Dr. José Manuel Guarch del Monte, sin embargo es nuestro propósito aquí evaluar que se ha realizado en términos de divulgación científica, desde la imprenta cubana.
En este sentido ya expresamos, que los esfuerzos han sido casi nulos cuando de arte rupestre tratamos, es de nombrar por ejemplo el esfuerzo realizado por la editorial Gente Nueva, cuando en el año 1986 publico la significativa obra “Arqueología aborigen de Cuba” de Ramón Dacal Moure y Manuel Rivero de la Calle, volumen que perseguía entre otros propósitos, la divulgación de los conocimientos arqueológicos hasta ese entonces en nuestro país, entre los adolescentes y público en general, pero que a pesar de los esfuerzos de sus autores, el tono de su dialogo quedó definitivamente, a una altura casi académica, limitando en alguna manera el cumplimiento del objetivo propuesto.
Dentro de este panorama, se encuentran también algunas obras de divulgación científico popular de referencias más amplias, pero en las que se hace alusión al dibujo rupestre; nos estamos refiriendo a obras como “Las Américas. Geografía para niños” y “Así es mi país. Geografía para niños” ambas de 1961, o “Nuestra América” de 1990 publicadas por el Dr. Antonio Núñez Jiménez, también podemos mencionar el texto “Nuestros primeros padres” de Manuel Galich publicado por la Casa de las Américas en el año 1979.
Tomando como referente esta situación, la que al mismo tiempo alarmaba a otros especialistas del Grupo Cubano de Investigaciones del Arte Rupestre, los investigadores cubanos Victorio Cué Villate y Racso Fernández Ortega se dieron a la tarea de preparar el primer texto de divulgación sobre el arte rupestre caribeño dirigido a los más jóvenes cubanos -los niños-; ésta feliz idea fructificó definitivamente bajo el titulo “¿Quiénes hicieron los dibujos en las cuevas?” (Figura 6).
El libro, escrito especialmente para los niños, está conformado por cuarenta y un dibujos que ilustran los modos de vida de los distintos grupos humanos que poblaron el arco antillano antes de la llegada de los conquistadores europeos; con especial énfasis, en la geografía y la ecología con la que conformaron un complejo sistema social y cultural, donde las espeluncas fueron convertidas en santuarios y centros de culto, vinculados directamente con el paisaje que las rodeaba. A su vez contiene un glosario mínimo de 50 términos, que les ayuda directamente en el aprendizaje o le facilita al adulto o tutor, la explicación coherente de cada una de las láminas. El objetivo buscado fue el de permitirles, mediante la combinación de los textos explicativos acompañantes y las ilustraciones diseñadas, la comprensión de cómo estos grupos culturales dibujaron las cuevas y con qué sentido lo hacían; cómo lograron las técnicas para crear los pigmentos que emplearon y de qué forma ejecutaron los grabados.
Figura 6. Carátula del texto para niños ¿Quiénes hicieron los dibujos en las cuevas? de los autores Victorio Cué Villate y Racso Fernández Ortega.
Por otra parte, la labor pedagógica emprendida a través de sus páginas, fue complementada con la posibilidad expresa, de que al mismo tiempo, podían colorear las hermosas imágenes que lo conforman.
Al analizar el resultado y el efecto que el libro ha provocado en niños y padres que han tenido acceso a la obra por diferentes vías, así como al intercambio de impresiones realizado con muchos de ellos, en presentaciones y áreas de venta al público, nos ha quedado claro que si bien es cierto que todas las acciones que se puedan emprender para proteger al arte rupestre son válidas, la concientización y la educación de la población, es mucho más efectiva a partir de los primeros niveles de enseñanza, reafirmándose así, con nuestra realidad, la reflexión teórica planteada por el Dr. Dario Seglie, al decir:
“….en el escenario de la expansión del conocimiento el punto de partida más importante para crear una conciencia civil entre los ciudadanos es seguramente la escuela; así, la didáctica y la pedagogía en general deben ser proyectadas hacia la escuela porque ese es el territorio donde más se siembra y donde se conseguirán los resultados más fecundos” (APAR, 2009: 2).
Esperemos entonces que este sea el inicio prometedor de una empresa colosal, que debe recibir la máxima prioridad por todas las autoridades del estado y en especial del personal dedicado al estudio del arte rupestre y a la conservación del patrimonio en general; si queremos lograr una postura adecuada y el eficaz acercamiento de la población, y en especial de nuestros jóvenes y niños a un legado milenario, que está destinado a desaparecer en el tiempo, pero que se mantiene en nuestras manos el que podamos prolongar su proceso de envejecimiento para el estudio, contemplación y disfrute.
LA PRENSA ESCRITA Y EL ARTE RUPESTRE CUBANO
Históricamente el dibujo rupestre -su ubicación, origen, significado, etc.-ha sido un tema que ha acaparado la atención de los lectores de cualquier medio de la prensa plana. Desde que Marcelino Sanz de Sautoula, en 1879 descubriera los majestuosos bisontes de la Cueva de Altamira, las noticias de nuevos descubrimientos son seguidas por el público, ávido de conocer, en el mejor de los casos, la forma de vida y la ideología de las primeras comunidades humanas.
En los 170 años que han transcurrido desde que por primera vez en el país se mencionaran las pinturas que adornaban las paredes de la Cueva de Seña Teresa, en la sierra de Cubitas en Camagüey (Fernández, 2005: 16 y Fernández , González y Gutiérrez, 2009: 22), hasta la fecha son numerosas las referencias al dibujo rupestre en los diarios, generalmente vinculadas a descubrimientos casuales, o alguna que otra noticia en los periódicos territoriales, resaltando la declaratoria de Monumento de estaciones individuales.
Así desde el año 1933 en que el reconocido geógrafo cubano Salvador Massip, publicara una serie de artículos en el Diario de La Marina, refiriéndose a los interesantes hallazgos de petroglifos en la Cueva del Jobo (Núñez, 1975: 195), se han sucedido los reportes dedicados única y exclusivamente a mencionar los descubrimientos, describir los ejemplares y la gruta en que fueron localizados, con modestas incursiones relativas a la conservación.
En este sentido es correcto recordar, que en el año 1986, a lo largo de toda una semana la prensa cubana estuvo inundada de reportajes sobre el arte rupestre, el fundamental protagonista de este hecho fue la celebración en La Habana del I Simposio Mundial de Arte Rupestre, organizado por el Dr. Antonio Núñez Jiménez, entre el 13 al 16 de enero de 1986, con el apoyo del Proyecto Regional de Patrimonio Cultural y Desarrollo, y la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Fue durante esta ocasión que aparecieron en la prensa artículos que hacían referencia a la importancia patrimonial de este legado milenario y la necesidad de su conservación y protección, no solo por las instituciones estatales, sino por el pueblo en general.
Lamentablemente, tenemos que reconocer que en los últimos veinte años, salvo honrosas excepciones, han aparecido escasas publicaciones en la prensa plana, dedicadas a la educación patrimonial y al impostergable hecho de conservar, para las actuales y futuras generaciones, a esta manifestación tan frágil. De hecho, a nuestro juicio la prensa plana nacional ha prestado más atención a las posturas relativamente sensacionalistas que a la educación patrimonial.
Para ejemplificar lo anterior, baste comentar la noticia aparecida el 21 de agosto del 2007 en la prensa plana nacional (Periódico Granma, Revista Bohemia, etc.) donde se expresa:
“La Habana, 21 sep (AIN).- Espeleólogos cubanos descubrieron un sitio con arte rupestre en la provincia de La Habana, con lo cual ascienden a 211 los lugares o estaciones de ese tipo registrados en la Isla. Integrantes del Grupo Pedro Borrás, de la Sociedad Espeleológica de Cuba, hallaron los dibujos en una pequeña cueva ubicada al sur del poblado de La Salud, municipio de Quivicán. Divaldo Antonio Gutiérrez, miembro de la citada Asociación, dijo que allí encontraron tres petroglifos geométricos elaborados en finas líneas rayadas sobre la pared de la gruta, probablemente obtenidos mediante el uso de un delgado y quizás puntiagudo instrumento de incisión. El hallazgo ratifica el criterio de que esas representaciones fueron desarrolladas por grupos aborígenes establecidos en el occidente del archipiélago cubano, pues antes se habían reportado en la Sierra de los Órganos, Pinar del Río, y en el norte de la provincia de Matanzas” (Periódico Granma, 2007).
La simple lectura de la nota, nos demuestra que no se escribió ni una sola letra, intentando transmitir un mensaje vinculado a la necesaria conservación o protección de la estación y su legado ancestral; lo significativo del hecho, como se expresa en la misma, es que uno de nosotros aportó la información, sin preocuparnos por lograr verificar que el periodista transmitiera un mensaje educativo.
En este orden también están aquellas informaciones que obtenidas de personas sin todos los conocimientos requeridos, brindan datos a los órganos de prensa que no se ajustan a la realidad de la rupestrología cubana, así hemos sido testigos de noticias como la aparecida en la edición del periódico Granma el 24 de junio del 2009, donde se asegura que:
“arqueólogos cubanos investigan hoy una extraña manifestación de arte rupestre sin precedentes en la Isla, descubierta en cuevas de la sierra del Rosario, Reserva de la Biosfera” (Periódico Granma, 2009).
Estas “extrañas y sin precedentes manifestaciones” resultaron ser petroglifos del tipo “Cúpulas o Cazuelitas” ampliamente descrito en la literatura internacional, y con una magnífica representación en la rupestrología cubana, como en la conocida estación solapa de las Cazuelitas, en Catalina de Güines, provincia Mayabeque.
Estos y otros temas son deficiencias que debemos minimizar en el futuro si entendemos que es la prensa nacional, un medio idóneo para la educación de nuestro pueblo, pero más aún si asumimos que es un deber de los profesionales de la noticia, participar en la educación patrimonial de los cubanos, asegurando así la salvaguarda de aquellos tesoros culturales que conforman nuestra identidad nacional.
LOS MEDIOS AUDIOVISUALES Y LA DIVULAGACIÓN DEL ARTE RUPESTRE
Los medios audiovisuales son un eficaz soporte para la transmisión de mensajes divulgativos con una buena carga de información educativa y cultural. No son pocas las instalaciones museísticas que en la actualidad los utilizan con satisfactorios resultados dentro de la composición de sus muestras expositivas, y constituyen un instrumento fundamental en los guiones museográficos.
Como estos recursos no siempre se encuentran asequibles para todos -por su alto nivel de costos, la complejidad tecnológica y los altos precios de su mantenimiento y restitución- es la televisión el medio idóneo, aunque no en todos los países constituye un instrumento al alcance de las grandes mayorías, para la divulgación, promoción y la educación patrimonial.
Cada día, con mayor frecuencia, irrumpen en la casa de los cubanos, los materiales y documentales relativos al dibujo rupestre; ya sea como parte de la programación de las televisoras provinciales que producen programas como parte de la promoción turística de espacios y sitios que por su interés patrimonial se han habilitado y al mismo tiempo son considerados de obligada visita para la educación cultural de la población, el disfrute y la recreación; o donde se promueve el cuidado y la protección de su patrimonio natural y cultural.
En este sentido Isla Visión, telecentro del municipio especial Isla de la Juventud, ha editado varios cortos en que se hace referencia al valor patrimonial y la belleza de las pictografías de las espeluncas de Punta del Este, en donde se encuentran las conocidas cuevas No. 1 – 4. Por su parte el telecentro camagüeyano ha hecho algo similar, con las Cuevas de María Teresa y Pichardo, enclavadas en la sierra de Cubitas. Desafortunadamente estos documentales no han contado con el asesoramiento de especialistas en la materia y por ello no se apartan de una propuesta meramente informativa y narrativa que no trasciende los tonos descriptivos de los exponentes y que, en el mejor de los casos, de forma anecdótica introducen al espectador en los hechos vinculados a sus descubrimientos.
También en esta misma situación se encuentra el Noticiero Nacional de Televisión, el cual ha adoptado como escenografía, para uno de sus set de filmación (en la edición del Noticiero Dominical), una reproducción del famoso dibujo que representa una cruz concéntrica, de la Cueva No. 1 de Punta del Este de la Isla de la Juventud. En este caso particular se repite, como en otras ocasiones, la ausencia de información en un tema auténticamente cubano, pero que así expresado es imposible de descodificar por la mayoría de los teleespectadores, a resultas de que desde su introducción, hasta la fecha, nadie se ha detenido a explicar al televidente, cuales son los dibujos, que a manera de mural, decoran dicho espacio informativo.
Mención aparte, merece el Canal Educativo de la televisión, que desde el año 2000 brinda una variada y atractiva programación para todos los grupos etarios divulgando cortometrajes dedicados a las más disímiles ramas del saber y en las que las ciencias sociales tienen un destacado rol. Fue además en su habitual espacio de “Universidad para Todos” (7), donde se introdujo el curso “El mundo subterráneo” durante el año 2004, con retransmisión en el 2005; que abarcaba los últimos estudios espeleológicos y de las ciencias afines desarrollados tanto en la arena nacional, como en la internacional, lo que propició que se dedicaran unas 6 horas lectivas a la educación patrimonial de las cavidades subterráneas y su entorno, haciéndose hincapié en la protección y conservación de la biota, los encantos naturales y la riqueza patrimonial de los vestigios arqueológicos, donde el dibujo rupestre fue beneficiado con la transmisión de dos horas de programación. La primera dedicada a los grupos humanos que las produjeron, las técnicas de ejecución, pigmentos y aglutinantes, usos y función, selección de espacios, conservación, etc.; mientras que la segunda se dedicó a explicar los niveles de protección de esta inigualable herencia que se establecen en la legislación nacional, prestándole atención al Código Penal y las sanciones que se instauran para los infractores de lo regulado por la Ley No. 1 de la Conservación y la Protección del Patrimonio Cultural y Natural de la Nación de 1977 (Dirección de Patrimonio Cultural, 1996: 5).
En los últimos 10 años, un grupo de la Televisión Educativa del Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, de la capital, dirigido por el realizador Carlos Andrés García, ha venido produciendo una serie de documentales didáctico-divulgativos de muy buena factura estética, en los que en cada propuesta, se realiza un recorrido por una cavidad o conjunto de ellas, con manifestaciones rupestre.
La serie, que ha sido llevada a la televisión bajo el título de “S.O.S Arte Rupestre”, ha tomado como guión original un texto al que ya hemos hecho referencia a lo largo de este trabajo -Cuba Dibujos Rupestres- que consideramos un clásico para el estudio del arte rupestre, pero que por haber sido publicado en 1975, en la actualidad adolece de la más actualizada información obtenida en los últimos 34 años de incesante investigación, de no pocos especialistas a nivel nacional, donde las estaciones censadas ha aumentado de 48 -mencionadas en el libro-, a la cifra no despreciable de 272.
El objetivo fundamental de la serie es llamar la atención de los televidentes, sobre la necesidad impostergable, de proteger y conservar este importante legado, que no sólo es patrimonio nacional, sino que es también de la humanidad, aún cuando carezca de ese reconocimiento o de la declaratoria a estos efectos otorgada por el Centro de Patrimonio Mundial; considerando que cada estación muestra ejemplos inigualables de las concepciones ideológicas del pueblo que las creó y constituye un reflejo inequívoco de sus formas de vida y de su interacción con la naturaleza.
Hoy a pesar de que se ha generado una imagen moderna, con el uso de las nuevas tecnologías, cuando se realizan los documentales sobre el arte rupestre, es muy interesante constatar que por lo general, al referirse al tema, continúan sin cambios significativos, reproduciendo de esta forma opiniones desactualizadas que recuerdan los postulados establecidos a mediados del siglo XX.
Aún cuando creemos que la serie ha cumplido con parte de su encomienda de crear la toma de conciencia de un amplio público, somos de la opinión que el nivel de información y el rigor académico de la misma pudiera haber sido mejorado considerablemente, si durante su realización se hubiesen tenido en cuenta los muchos estudios realizados en el período que media entre el año 1975 y la actualidad, en los que se han utilizando los métodos de la arqueología del paisaje, con importantes resultados vinculados al intento por desentrañar las relaciones entre las funciones y el uso del dibujo rupestre y los espacios seleccionados para su ejecución; o las investigaciones realizadas en campos tan importantes como las relaciones de los motivos rupestres con las jerarquías y el poder, o los resultados que por diferentes métodos han permitido establecer lazos de vinculación y correspondencia cultural o cronológica en algunas estaciones del país.
Todo estos elementos le habrían dado un acabado teórico comparable con los más exigentes resultados existentes en el mundo sobre esta temática, sin embargo la ausencia palpable del dominio de los más actualizados estudios sobre la temática rupestre en Cuba se hacen evidentes, en casi toda la serie. Por citar solo un ejemplo, en el documental dedicado a la estación conocida como Cueva Pluma, se mantiene la referencia a los 17 diseños descritos por el Dr. Núñez Jiménez, en su texto de 1975, así como su opinión sobre las relaciones conceptuales de los mismos, desconociéndose que desde esa fecha a la actualidad, los estudios han avanzado en relación con el número, tipo y las características del dibujo rupestre de esta singular localidad; solo considerando el aspecto cuantitativo, el conjunto supera la cifra de 50 diseños.
Finalmente, queremos significar que en dichos materiales fílmicos, también se perciben algunas pinceladas que podríamos calificar de pseudocientíficas, al insinuarse la posible vinculación de parte de esta manifestación primigenia aborigen, con supuestos visitantes extraterrestres. Este es un desliz imperdonable que a nuestro juicio, no debe ser promovido, ni divulgado por los medios masivos de difusión ya que va mucho más allá de la omisión de estudios y datos, y desacredita la seriedad, el rigor y el aporte académico de las investigaciones realizadas; amen de que estas insinuaciones totalmente especulativas, desinforman al gran público y en especial a las nuevas generaciones, relevo y cantera ineludible de la actual generación de estudiosos.
CONCLUSIONES
En resumen, podemos decir que es a partir de las últimas cinco décadas, que en Cuba se han desarrollado diversas acciones y actividades que propenden a la divulgación científica del patrimonio rupestrológico, pero que no en todas las ocasiones los resultados se han comportado de la manera esperada. Estos efectos se deben fundamentalmente, a la falta de participación de los especialistas en la temática, y en la toma de decisiones relacionadas directamente con una herencia cultural frágil en el tiempo y dependiente, en gran medida, de las modificaciones y alteraciones que se producen en su macro y micro entorno.
Por otra parte, no siempre el gran público, continuó visitante de las instalaciones museísticas y los parques nacionales con estaciones rupestres, recibe en los mensajes la información necesaria para que comprenda el valor y la riqueza patrimonial que emana de las manifestaciones rupestres, y por ende, la urgencia de su conservación y salvaguarda en los lugares de origen.
De la misma manera, los medios audiovisuales, importante soporte para la transmisión de mensajes divulgativos y necesaria herramienta para la concientización y creación de una educación patrimonial en la población, son utilizados con mayor o menor eficacia tanto a nivel regional como nacional, por lo que se impone trazar políticas que permitan lograr mejores resultados en este sentido, elevando su nivel de información y el rigor académico de los mismos.
En nuestra modesta opinión la aproximación de los medios de educación a la disciplina académica es imprescindible, si queremos el reconocimiento de resultados que afecten positivamente la conservación y protección de nuestro patrimonio cultural, de forma tal, que partiendo de acciones planificadas con objetivos medibles, se logre crear una conciencia entre los ciudadanos, donde se adquiera el sentido de pertenencia hacia el dibujo rupestre, así como que se reconozca esta herencia cultural trasmitida y legada por nuestros primeros pobladores, como parte de la identidad nacional.
En general se puede concluir, que el desarrollo futuro de una práctica sistemática de la educación patrimonial encaminada al arte rupestre, requiere sin lugar a dudas de un mayor posicionamiento de rupestrólogos y arqueólogos, pues como han señalado numerosos investigadores, en la perspectiva de la información sobre el patrimonio cultural, debe situarse el conocimiento especifico y general como herramienta de información, asumiendo el valor social, económico y político de este recurso.
Notas
1. El realce con negritas es nuestro.
2. A finales de la primera década del pasado siglo esta institución le ordenó al investigador Mark Raimond Harrington, que cortara y trasladara a los E. U., la estalagmita con varios petroglifos descubierta en la Caverna de Patana en Maisí, Guantánamo. Lo lamentable y reprochable de este suceso, es que este inigualable ejemplar de la ideología de las culturas aborígenes del Caribe, nunca se ha exhibido y ha permanecido por más de 80 años en las bóvedas de las instituciones que lo acogieron.
3. Desde el año 2007 en que se inauguró el museo se mantienen las actividades con los estudiantes del nivel primario y elemental, aunque en ocasiones se han realizado con círculos de adultos mayores -de la tercera edad- en número de no más de 15 participantes por encuentro.
4. Numerosas escuelas elementales y bachilleratos hicieron desfilar a sus estudiantes y claustros de profesores para que conocieran de primera mano, las peculiaridades de las expresiones ideológicas y culturales de los pobladores tempranos del archipiélago cubano.
5. Según entrevistas realizadas por los autores a guías del lugar durante los años 2003 al 2005.
6. La Declaración de Manila fue aprobada en 1969 y entre otros principios establece, que el turismo moderno responde a un derecho fundamental del ser humano al descanso y al ocio; pero respetando la identidad, la afirmación de la originalidad de las esculturas y el respeto al patrimonio moral de los pueblos.
7. En la actualidad la televisión cubana posee dos canales educativos dedicados fundamentalmente a la programación instructiva y didáctica. En el espacio Universidad para Todos, se presentan cursos para el aprendizaje de idiomas, historia, geografía, biotecnología, el mundo marino, ajedrez, teatro para niños, danza, etc.
¿Preguntas,
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Cómo citar este artículo:
Fernández Ortega, Racso;
Gutiérrez Calvache, Divaldo A. y González Tendero, José B. Divulgación y exhibición del arte rupestre como vía para la educación patrimonial. Fundamentos y características generales en Cuba.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/divulgacioncuba.html
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Núñez, A. (1990): Nuestra América. Editorial Pueblo y Educación. 449 pp. La Habana, Cuba.
Soleilhavoup, F. (1998): Un arte en peligro. El Correo de la UNESCO, pp. 29-31. Paris.
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