El dilema de una arqueóloga: publicar o no publicar

Sonia Victoria Avilés Loayza sonia_aviles@hotmail.com www.bononia-archeologia.it. PhD Arqueóloga. Investigadora y escritora dirige la sociedad Bononia Archeologia SRL contribuyendo a la investigación y protección del patrimonio cultural. Entre sus trabajos en el campo del arte rupestre se destacan: Hallazgos Iconográficos y Estructurales en La Roca Esculpida del Fuerte de Samaipata; Consolidazione della Roccia Scolpita di Samaipata, Bolivia–Sudamerica; Introducción al Arte Rupestre de Chaupisuyu, Cochabamba–Bolivia.


RESUMEN: Crítica a la dictatura en la investigación y al patriarcalismo de algunos mal llamados "investigadores". Una propuesta de demolición de quiénes se creen los “señores feudales” del arte rupestre y del patrimonio cultural en detrimento del derecho de las comunidades de conocer su historia y de los jóvenes académicos de expresar su versión a través de una nueva estrategia frente al intento de monopolizar la investigación del arte rupestre en Bolivia: la democratización de la información.

 

Este ensayo es producto de un intercambio de ideas con Diego Martínez Celis, editor de Rupestreweb (comunicación via correo electrónico durante septiembre de 2012) a raíz del impase con un representante de una institución boliviana que, al enterarse de la publicación de un artículo mío, intentó censurarlo bajo el argumento de que no debía publicarse información de sitios con arte rupestre que no estuvieran debidamente protegidos. Este hecho desagradable para cualquier autor, conlleva a dilucidar un grave conflicto en torno a la investigación y gestión del patrimonio cultural o bien público.

La dictadura política que campó en nuestro subcontinente en los 70's parece haberse extendido también a la investigación al punto de permanecer hasta nuestros días como un cáncer que se resiste a ser exterminado. ¡Y ni qué decir del machismo y el paternalismo hacia las mujeres que se atreven a pisar el campo de la investigación!

El arte rupestre de muchos lugares de nuestra América Latina continúa desprotegido y en gran parte desconocido. Sin embargo, esta ignorancia no corresponde a la población local, sino a las autoridades públicas y a la comunidad académica, entes que podrían aportar a su gestión, protección, normativa e investigación.

¿Por qué no se ha hecho nada en pro de la protección de los sitios de arte rupestre y más bien se ha lucrado a costa de manejar al antojo de unos cuantos los datos recolectados (vendiendo boletines, presentando resultados en eventos académicos subsidiados, ofreciendo servicios de consultoría, etc.)?
¿Quién debería velar por su preservación?
¿Quién estaría autorizado a manejar la información?
¿Son los sitios con arte rupestre feudo exclusivo de alguien que intenta controlar o monopolizar la documentación?

En gran parte la responsabilidad del abandono de los sitios con arte rupestre se debe al rol bloqueador de los “señores feudales” del arte rupestre. No sólo aquellos que quisieron evitar que un artículo mío en el campo rupestre se hiciera público, sino de todos aquellos que han jugado a ser los dueños del patrimonio arqueológico, vanagloriándose de grandes descubrimientos, cuando en realidad en la mayoría de los casos son los pobladores locales quienes les enseñan los sitios.

La información es poder y en la arqueología hay quienes pretenden tener el control de los datos, no para proteger los sitios sino para ejercer  dominio y monopolio enfermizo sobre esta ciencia, en detrimento del derecho de los pueblos de conocer su historia.

Los procesos de divulgación científica son escenciales para complementar conocimientos sobre los distintos sitios históricos y con arte rupestre, pues, generan una interacción dinámica de apropiación junto a las comunidades, y por ende de protección.

Los objetos arqueológicos son reconocidos y comprendidos por las comunidades locales a través de valoraciones propias que enriquecen la ciencia, especialmente cuando nos hablan sobre un evento con el cual han convivido por generaciones.

Cuando la investigación no involucra a las comunidades se convierte en una forma invasiva de aprovechamiento de los recursos culturales propios de contextos socio-culturales particulares.

Para que el resultado de una investigación refleje una real e integral significación cultural de los sitios, es determinante la participación de todos, puesto que las comunidades dan sus propias explicaciones y valoraciones, a menudo ignoradas o consideradas meras anécdotas por la actitud positivista.

Dar a  conocer pública y masivamente un sitio atrae a un público nuevo (visitantes de todo tipo, guías de turismo, académicos, gestores culturales, vigías de patrimonio cultural, etc.), capta interés (al fin y al cabo son bienes patrimoniales de caracter público) y fortalece las políticas de protección.

Se puede no publicar la localización exacta de los sitios no custodiados, no obstante, los sitios se protegen no desde su aislamiento u ocultamiento sino desde su visibilización pública:

La base para la preservación es el conocimiento.
lo que no se conoce no se valora,
lo que no se valora no se protege,
y lo que no se protege desaparece.

Los sitios con arte rupestre no pueden considerarse feudo exclusivo de nadie. Han estado a la interperie y en estrecha relación con diversas comunidades durante siglos. Por ello, ocultar o restringir la información va en contravía con la responsabilidad social que implica la investigación-divulgación.

La restricción puede aplicarse a sitios arqueológicos recién excavados o sacados a luz (cubiertos de vegetación, derrumbes, etc.) y que la población local no conoce. Cuando no es este el caso, hay que brindar información pública sobre los sitios que día a día se investigan, aunque la proporción de sitios debidamente protegidos en nuestros países latinoamericanos sea ínfima con relación a la cantidad de sitios existentes.

Los mayores daños sobre los sitios con arte rupestre en las últimas décadas han sido hechos por los mismos "investigadores" al aplicar métodos invasivos de documentación, alterar contextos arqueológicos, etc. (Cfr. R. Bednarik 1989)

El problema de quien realiza un acto vandálico, muchas veces inconciente, es la falta de información sobre el valor del sitio. La información restrictiva (no rayar, no tocar, no pisar, no etc.) no es suficiente, se necesita inculcar contenidos, lo que es sólo posible mediante estrategias pedagógicas y de divulgación.

La divulgación de un sitio sucitará sin duda el interes público de visitarlo y no necesariamente redundará en vandalismo, sino también en investigación futura y apoyo para su protección gracias a su publicación, ya que de otra manera el conocimiento de su existencia sería demasiado restringido.

Las investigaciones en Bolivia deberían estar a disposición pública en beneficio del conocimiento general y principalmente de las comunidades que tienen derecho a conocer su patrimonio cultural, como se hace en todo el mundo. Mi labor continuará orientada a contar con un banco de datos abierto al público, que nos permita saber qué tenemos, dónde y en qué estado de conservación se encuentra, sólo así podremos valorar nuestro patrimonio y cuidarlo.

¡A tientas y a ciegas continuaremos en la ignorancia, no sólo de nuestra herencia cultural o de nuestro rico pasado, sino lo que es peor, de nuestra identidad!

Los investigadores independientes a nivel latinoamericano tenemos la responsabilidad de hacer evidentes los vicios de algunas organizaciones de investigadores, las cuales estan lejos de ser modelos a seguir, pues encarnan muchas veces los vicios de las sociedades humanas: hermetismo, exclusión, doble moral, falta de ética, caudillismo y responden a intereses particulares por sobre el bien común.

Por ello, debemos cambiar las "estrategias" fallidas, no callar por temor al desprestigio de ciertas instituciones que se creen la última palabra en temas de patrimonio, y hacer  nuestra contribución al conocimiento y protección del arte rupestre mediante la publicación abierta de la información (la ubicación exacta de los sitios puede permanecer en files restringidos).

Las instituciones de aficionados o investigadores del arte rupestre no representan a la comunidad academica o de investigación a nivel mundial, pues son evidentes sus incongruencias a través de la actuación de sus asociados. Son precisamente ellos los más cuestionados desde el punto de vista ético, pues a pesar de que tienen un "código de ética" con el cual intentan controlar el quehacer de los investigadores, suelen violar todas las normas, no sólo en cuanto al uso de técnicas de registro invasivas o la ocultación de la información, sino al bloquear las publicaciones, al irrespetar los trabajos académicos de otros.

Si bien, tengo un profundo respeto por los empíricos, pues los títulos no significan nada frente a la inteligencia y experiencias de las personas. Hay casos en el que no sólo faltan los títulos sino la consideración por lo que escribimos los académicos.

Estos supuestos representantes del arte rupestre que autoproclaman su autoridad para restringir o censurar la información sobre el arte rupestre, y que mal usan el término "investigador", no puede tener legitimidad en ningún país de nuestra América.

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Avilés Loayza, Sonia. El dilema de una arqueóloga: publicar o no publicar
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/dilema.html

2013

Referencias

Bednarik, R. 1989 Rock art conservation and protection in Australia. H. Ed.: Crotty. Preserving our rock art heritage: 43-47. ARARA, Occasional Paper 1. San Miguel–USA.


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