El petroglifo de la cueva de Waldo Mesa, Holguín, Cuba. Reconstrucción historico-documental
Racso Fernández Ortega racsof@sangeronimo.ohc.cu,
Divaldo A. Gutiérrez Calvache divaldo2004@yahoo.es y Victorio Cué Villate.
GCIAR. Grupo Cubano de
Investigadores del Arte Rupestre, Instituto Cubano de Antropología
RESUMEN
Se presenta un bosquejo histórico del
descubrimiento, descripción y documentación del petroglifo de la Cueva de Río
Seco o Waldo Mesa, Banes, Holguín, Cuba; acercamiento que permite demostrar que
durante años esta obra del patrimonio rupestrológico cubano ha sido descrita y
documentada a partir de métodos
ineficientes, donde ha quedado reflejada la ausencia, dentro de sus metodologías
de investigación, el propósito de garantizar el rescate de los subsistemas que
conforman la producción simbólica de las poblaciones aborígenes cubanas, lo que
combinado con un tratamiento irreal de su reproducción ha provocado que hoy no
se pueda contar con una descripción gráfica que resista el más mínimo
intercambio con el objeto original. Aquí tratamos de subsanar estos errores y
ofrecemos una reconstrucción a la historia y documentación de este patrimonio
cultural de nuestro país.
INTRODUCCIÓN
Los últimos treinta
años del siglo pasado y los primeros de este, han sido de singular importancia
en los estudios del arte rupestre universal, llegándose a plantear por no pocos
investigadores la existencia de un cuerpo de ciencia, -que aunque basado en
métodos generales de la historia,
la historia del arte, la arqueología y la antropología- presenta un importante
grupo de métodos específicos desarrollados por los investigadores con el paso
de los años, ante el enfrentamiento a problemas, que métodos tradicionales no
conseguían resolver; a este cuerpo de ciencia aún en formación se le ha
definido como “Rupestrología”. El desarrollo de esta disciplina ha permitido
profundizar en varios campos de la psicología, ideología, formaciones y uso del
poder y criterios estéticos de las comunidades del pasado a partir del estudio
y comprensión de petroglifos y pictografías distribuidas por todo el mundo.
Por poner solo un
ejemplo la rupestrología con el desarrollo de sus técnicas y medios de investigación
a logrado importantes avances en el proceso de esclarecer cómo, en qué lugar y
en qué época se originaron los primeros símbolos numéricos elaborados por el
hombre, cuál fue su simbolismo y significación en la vida y cultura de
numerosos pueblos y qué función
tuvieron en la cosmogonía de estos grupos (Kirkland y Newcomb, 1967; Aveni,
1978, 1980; Breen Murrai, 1980, 1986, 1990; Stone, 1995 y Gutiérrez, 2002).
Sin embargo ante
estos y otros no menos destacados resultados de la rupestrología surge la
necesidad de unificar, sistematizar y desarrollar métodos y sistemas de
investigación. Entre estos se encuentra el “Registro
y la Documentación”, quizás uno de los más necesarios por constituir la
base de datos inicial con que se desarrollarán todos los estudios posteriores;
este importante paso ha sido un problema enfrentado por la especialidad desde
sus comienzos, para lograr maximizar los resultados y lograr un desarrollo
uniforme, numerosos países han adoptado proyectos dirigidos a establecer las
normas para las Fichas de Registro del arte rupestre. Por su parte la Federación
Internacional de Asociaciones de Arte Rupestre (IFRAO) ha establecido oficialmente
dos útiles recursos metodológicos de investigación en función de lograr
estandarizar los procesos de registro y documentación en todo el mundo, nos
referimos al Glosario de Términos y la Escala Gráfica y de Colores.
Es precisamente sobre
esta problemática que gira este modesto trabajo donde pretendemos corregir
algunos errores en los que han venido incurriendo un grupo de investigadores al
documentar gráfica e históricamente el petroglifo de la Cueva de Río Seco o Waldo
Mesa, ubicada en el municipio de Banes, provincia de Holguín, Cuba.
La importancia de
esta rectificación radica en dotar a las futuras investigaciones de elementos
precisos que les permitan apreciar los rasgos tipológicos, morfológicos e
históricos de esta obra, en su interacción con los procesos sociales de las
comunidades que le dieron origen, logrando de esta forma consolidar en la
práctica rupestrológica nacional el sentido interpretativo de las más recientes
investigaciones del arte rupestre en nuestro país. Por otra parte este intento
se ajusta a la voluntad expresa de la UNESCO de que los países miembros
elaboren el “Archivo de la Imagen” de su patrimonio cultural; en este sentido
la corrección histórica a la descripción morfográfica de la pieza que nos ocupa
constituye un esfuerzo más por la calidad del “Archivo” del arte rupestre
cubano.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y DOCUMENTALES SOBRE EL
PETROGLIFO DE LA CUEVA DE WALDO MESA.
La historia del
petroglifo de esta localidad, comienza cuando aproximadamente a fines del año 1938
el joven Santos Mesa, hijo del campesino que trabajaba las tierras del Sr.
Alfredo González, en las cuales se ubicaba la espelunca, localiza la cavidad y
en su interior un petroglifo tallado en una formación secundaria, más tarde el
joven descubridor propone la venta del petroglifo al Dr. Eduardo García Feria
(Rouse 1942: 86), la cual es aceptada por el entonces Miembro de la Comisión
Nacional de Arqueología que para aquel entonces poseía la conocida Colección
García Feria, una de las más importantes en mineralogía, malacología,
entomología y arqueología del interior del país.
Las primeras
referencias publicadas del petroglifo aparecen en la Colección Arqueológica
García Feria, Notas (CAGF-N) especie de boletín que era publicado con cierta
periodicidad por la reconocida institución holguinera (García 1938a: 1-2,
1938b: 1, 1938c, 1939: 5, 1941: 21, n. d: 8), para lo cual los Sres. Oscar Diez
Feria y José A. García Castañeda (amigo e hijo del Dr. García Feria) acuden en repetidas
ocasiones a la cueva para explorarla con detenimiento en busca de más
materiales para la colección y la toma de fotos e información (Rouse 1942: 86).
De esta manera la Cueva de Waldo Mesa, se revelaba como un sitio
funerario-ceremonial no sólo por los ídolos(1) que se
hallaron en sus salones, sino también por el alto número de restos humanos allí
encontrados; además de que se localizó en su interior, un recipiente de madera
con restos humanos, que permanece perdido, según la información recopilada por
la familia García Feria (Rouse 1942: 87).
Ahora bien, la
primera descripción de la morfología y los elementos que rodean a dicho ídolo
(petroglifo) se la debemos al arqueólogo holguinero José A. García Castañeda el
que comenta en su obra “Exploraciones Arqueológicas en el término Municipal de
Banes” en 1939(2).
“…de ella procede el mayor de los ídolos
de la colección “García Feria”, construido en una estalagmita, y encontrado…, y
cuyo ídolo mide 37 pulgadas de longitud y tiene representado el sexo,
masculino” (García, 1939: 5).
La próxima referencia
al petroglifo que nos ocupa aparece dos años más tardes y es también publicada
por José A. García Castañeda en su artículo “Asientos Tainos localizados en el
casinato de Bani” aparecido en la Revista de Arqueología, en el año 1941, en esta ocasión refiere García
Castañeda: “De Río Seco a la Bahía de Banes se han
localizados unos cuantos asientos indios: el de la Loma del Caliche, en Río
Seco, finca del señor Alfredo González, y próximo a él, la Cueva de Waldo Mesa,
importante por los ídolos y restos humanos en la misma encontrados, de la cual
procede el mayor de los ídolos de la Colección García Feria, construido en una
estalagmita, midiendo 37 pulgadas de longitud. Esta cueva, tan importante, es
una maldad se haya explorado de la forma que se ha hecho, y no se haya podido
realizar un estudio completo sobre la distribución de los ídolos, objetos y
esqueletos” (García, 1941: 21).
Este artículo de
García Castañeda cobra singular importancia al ser la primera vez que aparece
publicada una foto tomada al petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, la que en la
actualidad adquiere mayor relieve, pues como se verá más adelante es hasta hoy,
la única ilustración certera que se ha publicado de este patrimonio del arte
rupestre cubano (Figura No. 2A).
Más tarde en 1942 en
la importante obra “Archaeology in the Maniabón hills, Cuba” del arqueólogo
norteamericano Irving Rouse, este realiza un pormenorizado resumen de los
sitios arqueológicos recorridos o conocidos por el durante su visita a Holguín
y refiriéndose al sitio Cueva Waldo Mesa (81), hace un breve resumen de los
objetos en ella encontrados y describe al petroglifo indicando:
“The largest idol is
Picture on Pl. 6, g. made of a stalagmite, it is 94 cm. tall and bears the male
sexual organs. The eyes, nose, and mouth are represented, as well as the hands,
folded over the chest. The other idols are not described” (Rouse 1942: 86).
En esta obra de Rouse
vuelve a aparecer como ilustración la fotografía del petroglifo publicada por
José A. García Castañeda en su artículo “Asientos Tainos localizados en el
cacicato de Baní” (1941) y que fuera utilizada por Irving Rouse para ilustrar
su obra.
Durante toda la época
republicana el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa permaneció en la
prestigiosa Colección García Feria, período durante el cual fue observado por
reconocidos antropólogos nacionales e internacionales entre los que pueden
destacarse los Dres. René Herrera Fritot, Carlos García Robiou, Pedro García
Valdés, Mark Raymond Harrington y otros, sin que ningún especialista publicara
estudios o comentarios sobre él.
Con el gobierno
revolucionario establecido a partir de 1959, en el país la ciencia toma un
trascendental giro pues comienza a recibir el apoyo gubernamental por tanto
tiempo reclamado por los hombres de ciencia. Es entonces que en el año 1962 con
la creación de la Academia de Ciencias de Cuba, el Dr. José A. García
Castañeda, destacado miembro de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología,
en un gesto patriótico, decide donar la colección fundada por su padre a la
recién creada institución(4).
Después de donada la
Colección García Feria a la Academia de Ciencias de Cuba, el petroglifo de la
Cueva de Waldo Mesa continua en el olvido de los estudios arqueológicos y
rupestrológicos del país, hasta 1975 fecha en que vuelve a aparecer información
sobre este importante patrimonio, esfuerzo que lo debemos al Dr. Antonio Núñez
Jiménez, que en su obra “Cuba: Dibujos Rupestres” nos deja los siguientes
comentarios:
“Las referencias petroglíficas a la
presente cueva se pueden leer en la obra del arqueólogo norteamericano Irving
Rouse, en que describe la cueva y el hallazgo de “varios ídolos y un gran
número de huesos humanos”.
“Uno
de tales ídolos esta hecho en una estalagmita de 0.94 m de altura y que
presenta los órganos sexuales masculinos. Los ojos, la nariz y la boca están
representados también así como las manos, colocadas sobre el pecho, todo
tallado muy toscamente. Actualmente ese ídolo se encuentra en la Academia de
Ciencias de Cuba” (Núñez, 1975: 197).
Este autor además de
los comentarios antes expuestos ilustra dicho petroglifo con una imagen (Figura
No. 2B) que aparece en la página 303 de la obra citada, donde se puede leer en el pie de foto: “Petroglifo en una estalactita de la Cueva
de Waldo Mesa” (Núñez, 1975: 303).
Después de lo
planteado por el Dr. Antonio Núñez Jiménez, no es hasta 1992 que aparece el
libro “Mitología aborigen de Cuba, Deidades y Personajes” de los investigadores
José M. Guarch Delmonte y Alejandro Querejeta Barceló; en esta obra no aparecen
referencias ni datos sobre el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, pero si se
puede apreciar una ilustración del mismo en la página 16 (Figura No. 2C), donde
se vincula este petroglifo con el númen arahuaco “Mácacoel”.
Dos años después en
1994, los investigadores Juan J. Guarch
Rodríguez y Lourdes del R. Pérez en su obra “Arte Rupestre. Petroglifos
Cubanos” aplican a los petroglifos del arte rupestre nacional, los conceptos
morfológicos propuestos para las pictografías por José M. Guarch (1980) donde hacen
un recuento de los datos fundamentales de los petroglifos descubiertos en Cuba
hasta la fecha, y aunque no se detienen a emitir opiniones sobre el petroglifo en
cuestión, si publican una ilustración (Figura No. 2D) en la que refieren en el
pie de foto lo siguiente: “Cueva de Waldo
Mesa” (Guarch y Pérez 1994: 25).
Finalmente la última cita
al petroglifo que nos ocupa fue dada a conocer en 1999 por Elena Guarch
Rodríguez y Juan J. Guarch Rodríguez, en su trabajo “Caracterización de las
regiones pictográficas de la provincia de Holguín”, donde los autores plantean textualmente
lo siguiente:
“Está a cuatro Km. al SSW de la desembocadura
de Río Seco(4),
en el municipio de Banes. Dentro de ella fueron localizados varios
enterramientos junto a vasijas de barro, pertenecientes por sus diseños a las
comunidades de la variante cultural Baní. En su interior, el arqueólogo
norteamericano Irving Rouse halló un ídolo de piedra muy tosco tallado en una
estalagmita, de 0.94 m de altura. Fue ejecutada mediante la técnica de
percusión, posiblemente por golpeo de rocas mas duras contra la caliza, tales
como gabros, basaltos, dioritas entre otras. Su morfología es limitada, ya que
su movimiento es hacia un centro interno, su universo es definido y es, en su
conjunto un diseño antropomorfo de cuerpo entero. Esta representado por los
motivos: ojos de café, y curva abierta, por lo que forma un diseño compuesto.
Fig. 17.” (Guarch y Guarch, 1999: 98).
Además de estas
referencias, concluyen su disertación remitiéndonos a la figura número 17 como
ilustrativa del petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa (Figura No. 2E).
RECTIFICACIÓN HISTÓRICA, MORFOGRÁFICA
Y DOCUMENTAL DEL PETROGLIFO DE LA CUEVA DE WALDO MESA.
Como ya expresamos al
introducir este trabajo la antropología moderna ha demostrado que el registro y
la documentación de las estaciones rupestres constituyen la base fundamental de
las investigaciones dirigidas a la comprensión, protección, conservación y estudio
del patrimonio rupestrológico de las naciones; tan importantes se consideran
hoy los procesos de documentación que para algunos investigadores los
documentos, gráficos y audio visuales que de estos se deriven deben ser
considerados como parte del patrimonio cultural de cada país, (Gutiérrez, 2007:
17), pues ellos en si mismo guardan información de una alta importancia para la
reconstrucción y comprensión en el futuro de lo que hoy es una realidad, ósea
dicha documentación tiene una importante dimensión social para las actuales y
futuras generaciones.
Ante esta realidad,
la sistemática y detallada exposición de los antecedentes históricos y
documentales que sobre el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, presentamos en
el capítulo anterior dejan claro que no son pocas las referencias aparecidas en
la literatura especializada donde se detectan contradicciones entre ellas, o se
cometen serios errores relacionados con su origen, descripción y representación.
En este sentido creemos
oportuno y necesario subsanar cada una de estas deficiencias, de manera que los
estudios futuros sobre la arqueología de las comunidades aborígenes de Banes en
particular y de Cuba en general, puedan contar con una investigación rupestrológica
que los acerque a la realidad histórica y morfológica de este exponente.
El descubrimiento
Elena Guarch
Rodríguez, y Juan Guarch Rodríguez expresan en sus trabajos que el
descubrimiento del petroglifo fue realizado por el arqueólogo norteamericano
Irving Rouse (Guarch y Guarch
1999: 98).
Tal aseveración
refleja una incorrecta interpretación de la obra donde Rouse se refiere al registro
arqueológico de la Cueva de Waldo Mesa (Rouse, 1942: 86); este autor nos relata
de primera mano, el descubrimiento del petroglifo en la referida cueva y la
posterior venta al Dr. Eduardo García Feria, que hiciera el joven Santos Mesa, a
finales de la década del 30 del siglo pasado.
La existencia de
numerosa documentación publicada en las Notas de la Colección García Feria
(García 1938a: 1-2, 1938b: 1, 1938c, 1939: 5, 1941: 21, n. d: 8), el Acta de la
Donación(5) (ANC 754-14) por el Dr. José A. García Castañeda a la Academia de Ciencias de
Cuba de la colección donde se incluía al petroglifo que nos ocupa, así como su existencia
actual en los fondos del Instituto Cubano de Antropología, son argumentos que
refuerzan la historia que sobre el descubrimiento nos relatara Irvin Rouse en 1942.
La ubicación de la estación.
La Cueva de Waldo
Mesa o Cueva de Río Seco como también se le conoce por los naturales de la
localidad, se localiza en el municipio de Banes en el poblado de Vista Alegre,
al suroeste de la Loma de Caliche(6),
al sursuroeste de la desembocadura del Río Seco en el poblado del mismo nombre
y a 9 km. al nornordeste del Pueblo de Banes en la actual provincia de Holguín,
su localización exacta se puede encontrar entre los 71º 40´52” y los 21º 03´19”
al norte de la región oriental de Cuba (Figura No. 4).
Dicha cueva es parte
del complejo cultural agroceramista que ocupo el territorio de Banes en épocas
precolombinas que abarcan desde el siglo X hasta la ocupación española en los
primeros años del siglo XVI, considerándose que la misma se puede incluir
dentro de este complejo, como una cueva ceremonial funeraria (Valcárcel, 2002:
138).
Figura No. 1. Ubicación de la
Cueva de Waldo Mesa, Banes, Holguín, Cuba.
La morfología
En el orden
morfológico es quizás donde mayores errores y desaciertos se han cometido a la
hora de documentar a este petroglifo. La reproducción de varias imágenes que
muy poco o nada tienen que ver con la morfología de este diseño rupestre ha
sido una constante desde que García Castañeda, (1941) y Rouse (1942) publicaran
las primeras fotos; así las cosas, con posterioridad a la obra de Rouse no
existe una sola publicación cuyas ilustraciones no sean desafortunadas
reproducciones de la realidad. En este lamentable grupo se encuentran las reproducciones
propuestas y publicadas por Núñez Jiménez (1975: 303), Guarch, J. M. y
Querejeta (1992: 16), Guarch, J. J. y L. de la R. Pérez (1994: 25) y Guarch, y J.
J. Guarch (1999: 100). Para ilustrar mejor esta realidad reproducimos en la
Figura No. 2 una comparación secuencial y cronológica de las ilustraciones que
se han publicado desde el descubrimiento del petroglifo hasta la fecha.
Figura No. 2. Todas las
imagines publicadas hasta hoy del Petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes,
Holguín, Cuba. (A) García (1941: 21) y Rouse (1942: 91); (B)Núñez (1975: 303); (C)
Guarch y Querejeta (1992: 16); (D)
Guarch y Pérez (1994: 25); (E) Guarch, y Guarch (1999: 100).
Antes de pasar a
hacer algunos comentarios específicos que sobre las implicaciones de estas
ilustraciones queremos realizar, nos parece imprescindible ofrecer al lector imágenes
actuales del petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, que justifican las
aseveraciones antes defendidas, aunque, en honor a la verdad, la nitidez de las
primeras fotos publicadas (Castañeda, 1941 y Rouse, 1942) permitían, sin lugar
a dudas, lograr una reproducción muy cercana a la realidad.
Así mismo queremos
dejar constancia de que nuestra voluntad, no es desacreditar el trabajo de los
investigadores que nos precedieron, todo lo contrario, el propósito es que estas
notas sirvan para reflexionar en la imperiosa necesidad de establecer un
sistema único de registro y documentación; además de corregir algunos errores
en los que hemos venido incurriendo. Por tal razón y gracias a la posibilidad
de haber entrado en contacto con la pieza original que, como hemos indicado con
anterioridad, se conserva en los fondos del Instituto Cubano de Antropología
publicamos aquí por segunda(7) vez en casi 80 años una foto de
dicho diseño rupestre.
Ahora veremos algunos
de los problemas específicos planteados en el análisis de las figuras
ilustrativas del petroglifo que nos ocupa. En primer lugar nótese como en tres
de los cuatro dibujos que sucedieron la obra de Rouse (1942) los ojos han sido
dibujados como “granos de café” motivo recurrente de la plástica aborigen de
las Antillas pero muy alejado de la realidad del petroglifo, la confusión en
este sentido llega al límite que los investigadores Elena Guarch y Juan Guarch
consideran que éste es uno de sus rasgos característicos al decir:
“Está representado por los motivos: ojos
de café y curva abierta, por lo que forma un diseño compuesto” (Guarch y Guarch, 1999: 98). Pero lo más curioso del tratamiento a que
ha sido sometida la documentación en este caso es que son estos propios autores
en el artículo referido los únicos que publican una ilustración donde los ojos
no aparecen como “granos de café” (Figura No. 2E).
Figura No. 3. Foto y dibujo
actual del Petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes, Holguín, Cuba. (A)Vista
lateral derecha, (B) Vista frontal, (C) Vista lateral izquierda, (D) Dibujo(8) en vista
lateral derecha y (E) Dibujo en vista frontal
Por su parte los
brazos o extremidades superiores indicadas a ambos lados y que se extienden
hacia la parte frontal de éste petroglifo, que dan la impresión de estar
apoyados en el pecho de la figura, han sido ignorados en todas las
reproducciones antes citadas, algo similar sucede con los genitales masculinos,
bien representados en la pieza original y resultan de difícil interpretación en
todas las publicaciones que sucedieron a la foto de García Castañeda e Irving
Rouse. Para no agotar al lector y dejarlo establecer su propio análisis solo agregaremos
que tales omisiones y/o errores privaban al petroglifo de la Cueva de Waldo
Mesa de las inferencias que podrían lograrse de su morfología corporal y
sexual, limitándolo a una simple representación facial antropomorfa.
El sustrato de realización
Otro de los problemas
que ha presentado históricamente la documentación del petroglifo de la Cueva de
Waldo Mesa, ha sido la definición correcta del sustrato de realización que fue escogido
por sus autores. En la actualidad con el desarrollo alcanzado por la
arqueología espacial en la determinación de los espacios sacros y profanos y su
relación con la conducta social, esta problemática tiene serias implicaciones
en la interpretación y el conocimiento que sobre las funciones y la simbología de
un motivo rupestre determinan su ubicación, orientación y sustrato de
realización, por lo que intentaremos corregir este problema de acuerdo al
caudal de información que hemos podido reunir al respecto.
En 1938 cuando
aparece la primera publicación con información sobre el petroglifo de la Cueva
de Waldo Mesa, su autor asegura que el mismo fue elaborado sobre una estalagmita,
(García, 1938: 5) tres años
después en 1941, el propio García Castañeda reafirma su opinión en un nuevo artículo
al referir que dicho petroglifo esta “construido en una estalagmita” (García, 1941:
21), opinión que reafirma el arqueólogo norteamericano Irving Rouse en 1942 al
decir: “made of a stalagmite” (Rouse,
1942: 86).
Aún cuando el Dr. Antonio
Núñez Jiménez, realiza la descripción del petroglifo 33 años después y emplea casi
textualmente la traducción de la obra de Rouse de 1942 (Núñez, 1975: 197), este
investigador introduce por primera vez una opinión divergente al decir refiriéndose
al mismo: “…hecho en una estalactita…” (Núñez, 1975: 303). Sin embargo, en 1999 Elena Guarch y Juan Guarch vuelven a
considerar que dicho diseño fue tallado en una estalagmita (Guarch y Guarch,
1999: 98).
Estas contradicciones
y sus implicaciones desde el puno de vista interpretativo y funcional, así como
nuestra observación directa sobre la obra original, nos estimularon a dar pasos
que nos permitieran acercarnos a la definición correcta del sustrato de
realización que fue escogido por el autor aborigen para la elaboración de este
petroglifo.
Con este fin, se
determinó la ejecución realización de fotografías y microfotografías de alta
resolución (19200 dpi) a diferentes secciones interiores (transversales y
longitudinales) del petroglifo que hoy aparecen expuestas debido a roturas y
fracturas que ha sufrido la pieza, en no pocos años de olvido y abandono, dichas
imágenes se corrieron por el programa procesador de imágenes astrofísicas CCDOPS
de Maxim DL en su versión 4.0, obteniéndose primero una imagen STLXCM (color
directo) para luego ser convertida en una microimagen STLXM (monocromática);
este procedimiento permitió la identificación de un paleoconducto de
circulación central (canalículo central), donde se puede definir la disposición
radial de los cristales hacia el centro del espeleothema (Figura No. 4).
Estas características
micromorfológicas y cristalográficas definen a esta formación como una
estalactita y no como una estalagmita, ya que en estas últimas la disposición
de los cristales es en forma copular.
Por otra parte las
estalagmitas son el tipo de formación secundaria en que su proceso de crecimiento
litogenético se realiza hacia arriba por deposición del carbonato de calcio lo
que generalmente provoca que la sección ancha de la misma quede en la porción
inferior pegada al suelo, de manera tal que, de ser así, la imagen que nos
ocupa quedaría esculpida de forma invertida. Aún asumiendo que esta proporción
no es absoluta y que en la geomorfología endocársica también existen
estalagmitas invertidas de morfología cónica robusta, -conocidas en la
literatura como estalagmitas pagoditas; estas no son casi nunca de superficie
tan lisa como la que hospeda al petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, sino que
están formadas por series de sucesivos anillos cuyo relieve (rugosidad) se
aprecia muy bien en las capas externas de la formación. En resumen, tanto la
morfología exterior como el análisis automatizado de microfotografías
monocromáticas nos permiten afirmar que este petroglifo se realizó sobre una estalactita
climática.
Figura No. 4. Imágenes de alta
resolución procesadas por CCDOPS de Maxim DL 4.0 (A) Imagen STLXCM (color
directo); (B) Microimagen STLXM (monocromática) donde se puede observar el canalículo
central que identifica el espeleothema como una estalactita.
De lo anteriormente
discutido se puede concretar que en el artículo de García Castañeda de 1938 el
autor refiere que el petroglifo fue realizado en una estalagmita, error que se
ha mantenido en todas las referencias posteriores; pero los análisis aquí
efectuados demuestran que en realidad el grabado se ejecutó en una estalactita,
como bien señala el Dr. Antonio Núñez Jiménez al pie del dibujo en su obra
“Cuba. Dibujos Rupestres” (Núñez, 1975: 303). Si bien este autor no deja claro
los elementos que a su juicio lo hicieron sostener esta opinión es indudable
que su experiencia en litogénesis subterránea con más de 35 años de fructífera
labor en la espeleología científica, intervino definitivamente en su
apreciación.
La morfometría
Sobre las dimensiones
morfométricas del petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa poco se ha escrito o
publicado. El primero en dar datos en este sentido fue nuevamente García
Castañeda en 1938 y 1941(9),
quien asegura que éste tiene una altura de 37 pulgadas; con posterioridad Irvin
Rouse en 1942 afirma que la altura del petroglifo es de 0,94 m(10),
criterio que reafirman los investigadores que les continuaron como Antonio Núñez
Jiménez (1975) y Elena Guarch y Juan J. Guarch, (1999).
Ante esta situación,
en la que solo se ha hecho referencia a la altura del petroglifo en cuestión,
consideramos oportuno brindar al lector algunos datos suplementarios que le permitirán
tener una mejor visión y conocimiento de las dimensiones morfométricas de este
importante exponente del arte rupestre cubano, las que se ilustran en la Figura
No. 5.
En este sentido
nótese que todos los autores anteriores coinciden en una altura del orden de
los 0,94 m., sin embargo las mediciones actuales del petroglifo son de 0.87 m.,
esta diferencia muy probablemente este relacionada con la pérdida de fragmentos
de su porción superior izquierda, y parte del extremo inferior, las que de
forma combinada han reducido el
tamaño y volumen de esta pieza.
Figura No. 5. Puntos y
dimensiones morfométricas del Petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes,
Holguín, Cuba.
EN DEFENSA DE SU PROTECCION Y CONSERVACION
No quisiéramos
terminar este trabajo sin dedicar unas líneas a reflexionar sobre la situación
actual y pasada del petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa.
La acción más
agresiva sufrida por esta pieza fue sin lugar a dudas, su desprendimiento de la
estructura cavernaria y traslado desde Banes a la ciudad de Holguín. Luego como
ya ha quedado explicado, en 1962 el Dr. José A. García Castañeda, decide donar
la colección fundada por su padre, en la que se encontraba dicho petroglifo, a
la recién creada Academia de Ciencias de Cuba.
Su escabrosa historia
también esta ligada a los avatares que debió sufrir, primero al ser trasladado
a La Habana, y su exhibición en el patio interior del Departamento de Antropología
de la Academia de Ciencias de Cuba en su cede de Pardo y Trocadero. Años mas
tarde fue trasladado a la bóveda del Capitolio Nacional donde radicó el
Departamento de Arqueología del Instituto de Ciencias Sociales y en esta permaneció
hasta la creación del Centro de Antropología en la década de los 80 del Siglo
XX, cuando la pieza es nuevamente mudada, sólo que esta vez son menos los
Kilómetros recorridos hasta la barriada del Cerro en La Habana; situación que
se vuelve a repetir en el año 2004 con el traslado y establecimiento de las colecciones
de dicho centro en su nueva instalación en la Habana Vieja.
Con seguridad en una
de estas tantas “mudanzas” sin la debida protección durante su manipulación, el
petroglifo sufrió la fractura que tiene en la actualidad en su parte superior
izquierda (Ver Figura No. 3).
También es una
realidad que durante más de 30 años esta excepcional pieza no fuera exhibida al
público y su presencia en las colecciones de las instalaciones a que perteneció
nunca estuvo acompañada de las debidas medidas de protección y conservación
requeridas para reliquias como esta; una prueba irrefutable de esta afirmación fue
su situación en el Instituto Cubano de Antropología hasta hace tan solo unos
meses, que se encontraba “situada” -más bien “olvidada”- en una de las esquinas
del patio central interior del edificio (Figura No. 6).
Su “olvido” era tal
que recibía de manera constante la lluvia, el sereno, el polvo, los cambios de temperatura, la humedad,
la salinidad, los aerosoles ambientales, los escombros de la modificaciones
constructivas, así como el dióxido de carbono del escape automotor y cuanta
acción agresiva proceda de la intemperie; en resumen, se encontraba bajo condiciones
ajenas a su entorno natural, las que parecen a simple vista no haber causado daños
perceptibles hasta el momento, pero que por ser agentes agresivos progresivos cuando
se haga visible el deterioro ya habrá llegado a un grado posiblemente
irreversible.
Figura No. 6. Situación en la
que se encontraba el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes, Holguín,
Cuba, en el patio central del Instituto Cubano de Antropología.
Fue precisamente por
esa razón, que los miembros del Grupo Cubano de Investigadores de Arte Rupestre
(GCIAR), que laboran en dicha institución lo trasladaron para la Sala de
Arqueología Aborigen “José Manuel Guarch Delmonte” que se ubica en el segundo
piso del edificio, que es donde actualmente se conserva (Figura No. 7).
Como quiera que nuestra
generación tiene la responsabilidad histórica de reparar acciones como esta,
siguiendo los convenios internacionales y las experiencias y documentación de
importantísimas instituciones dedicadas a la conservación del patrimonio,
consideramos que sería una decisión histórica en el futuro reciente que la
dirección del Instituto Cubano de Antropología y las instituciones culturales,
patrimoniales y gubernamentales del Municipio de Banes en la provincia de
Holguín llegaran a un acuerdo para proceder a donar el petroglifo de la Cueva
de Waldo Mesa, al Museo Indoarqueológico Baní institución que atesora gran parte del patrimonio
arqueológico del municipio Banes. Pero por sobre todo y quizás uno de los
efectos más importantes de esta propuesta, es el hecho de que su traslado devolvería
a los habitantes de Banes, el derecho de contar, en su territorio, con una obra
aborigen de tanta significación, que es propiedad colectiva de la nación, pero
ante todo de esa región, pues fueron los antiguos habitantes de esas tierras
quienes lo concibieron, ejecutaron, invocaron y admiraron; entonces, por
derecho propio, son sus actuales pobladores quienes poseen la prioridad para su
posesión.
Figura No. 7. Situación actual
del petroglifo en la Sala de Arqueología Aborigen “José Manuel Guarch Delmonte” del Instituto Cubano de Antropología.
A MANERA DE CONCLUSION
En la historiografía
de la documentación del petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa, Banes, Holguín, Cuba,
han existido numerosos errores que aún en circunstancias no interpretativas
conducen a una apreciación errónea de su funcionalidad y de las implicaciones arqueo-históricas que
con el mismo se puedan realizar, en el marco del conjunto de las manifestaciones
ideológicas de las formaciones económicas de los productores tribales.
Estos errores sin
dudas han traspasado nuestras fronteras e inciden en la reconstrucción arqueo-antropológica
de nuestro pasado regional - entiéndase el Caribe Insular-, por lo que las rectificaciones
ofrecidas son una necesidad inminente en los estudios del arte rupestre cubano
y forman parte del censo y del archivo de la imagen que como tareas de primer
orden acomete el Grupo Cubano de Investigadores del Arte Rupestre (GCIAR) adscrito
al Instituto Cubano de Antropología.
En términos generales
el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa no se destaca por la calidad del
trabajo escultórico, si se compara con otras obras similares de Cuba y el
Caribe, sin embargo sus atributos si cumplen con determinados rasgos
predominantes que caracterizaron las representaciones iconográficas de las formaciones
económico sociales de la etapa productora de nuestra región, entre los que se
pueden citar: La representación de la masculinidad (generalmente asociada a la
fertilidad); el desarrollo de las proporciones, donde se exageran las
dimensiones de la cabeza con respecto al resto del cuerpo y especialmente el
tórax; y una perfecta simetría que es acompañada de una determinante frontalidad.
En cuanto al
petroglifo en cuestión y su posición dentro de los conocimientos que hoy
tenemos de nuestras comunidades aborígenes parece ser correcta la idea de que
este estuviera muy ligado a aspectos inherentes a la cosmovisión y las
concepciones mágico-religiosas de sus ejecutores. En general según los estudios
más recientes de la arqueología cubana el petroglifo de la Cueva de Waldo Mesa o
Río Seco puede asociarse a la relación cultural Meillac - Bani conocida
históricamente en Cuba como Subtaino (Valcárcel 2002: 100).
AGRADECIMIENTOS
Queremos dejar
patentado nuestro agradecimiento a los Dres. Gabino la Rosa Corzo y Pedro Pablo
Godo por su estímulo diario a nuestro trabajo, también es imprescindible un
agradecimiento especial para el Dr. Efrén J. Jaimez Salgado y la Lic. Silvia T.
Hernández Godoy y por su colaboración permanente y oportuna, en todos y cada
uno de los problemas teóricos y metodológicos a que nos enfrentamos en el
estudio del arte rupestre cubano.
Notas
1. A finales de la década del 30, cuando es descubierta la cueva, se tenía por norma denominar a todas las piezas representativas de las manifestaciones superestructurales, ya fueren antropomorfas o zoomorfas como ídolos, es por ello que en repetidas ocasiones en los artículos publicados, en los que se utiliza este término, nos encontramos que se está haciendo referencia a algún petroglifo. En este sentido ha resultado muy difícil poder determinar si en la mencionada espelunca existió algún otro, pues no se relacionan ni sus descripciones ni se adjuntan fotos que nos liberen de esta duda.
2. Debemos indicar que en la obra de 1942 del arqueólogo norteamericano Irving Rouse, por error, se le cambia el título a la publicación de la Colección G. Feria del año 1939 el que realmente era “Exploraciones Arqueológicas en el término Municipal de Banes”.
3. Esta información la obtuvimos gracias a la generosidad de la colega Silvia T. Hernández Godoy, y aparece recogida en el Archivo René Herrera Fritot, Caja 754, Legajo 14, del Fondo Donativo y Remisiones del Archivo Nacional de Cuba (ANC).
4. Los autores se están refiriendo a la Cueva de Waldo Mesa.
5. Archivo René Herrera Fritot, Caja 754, Legajo 14, del Fondo Donativo y Remisiones del Archivo Nacional de Cuba (ANC).
6. En esta misma pequeña elevación se ubica el sitio arqueológico del mismo nombre donde las evidencias han demostrado su filiación cultural con la Formación Económica Social de Productores Tribales.
7. La foto que publica el arqueólogo norteamericano es la reproducción de la imagen del artículo de García Castañeda de 1941.
8. Los dibujos son tomados de una obra en cartulina y acuarela de Victorio Cué Villate, que en la actualidad también forma parte de los fondos del Instituto Cubano de Antropología.
9. Obras citadas
10. Esta medida es muy similar a la anterior si se acepta que una pulgada es aproximadamente 0.254 m. lo que equivaldría a que 37 pulgadas son igual a 0.9398 m.
¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo
citar este artículo:
Fernández Ortega,Racso;
Gutiérrez Calvache, Divaldo A. y Cué Villate, Victorio. El petroglifo de la cueva de Waldo Mesa, Holguin, Cuba. Reconstruccion historico-documental.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/cuevadewaldo.html
2012
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