Arte
rupestre en Sudamérica el rol de los sitios en una aproximación
arqueológica
Mario Consens consens@adinet.com.uy CIARU Centro
de Investigación de Arte Rupestre del Uruguay Casilla de
Correo 18.007, Montevideo, Uruguay.
Ponencia Presentada en el V Simposio internacional
de arte rupestre, Tarija (Bolivia). Seccion 3: Sitios, metodologias,
teorias y articulaciones (arqueológicas y etnohistóricas).
Septiembre de 2000.
A. INTRODUCCION
La espectacular como vasta explosión del arte rupestre
en Sudamérica en los últimos treinta años,
se ha producido bajo muy diversas aproximaciones. Algunas de las
cuales deambulan, pero también confunden y así transgreden,
lo posible de afirmar en función de los niveles epistémicos
en los que los investigadores desarrollaron el proceso de su investigación.
Mas allá de la problemática que implica presentar
sitios como descripción, en análisis o síntesis
interpretativa, en discordancia heurística con el procesamiento
de los datos, los sitios aparecen -casi siempre- como aisladas entidades
sobre las que se pretende obtener (e incluso se da por sobreentendido
ingenuamente que ellas poseen) la información simbólica
de las sociedades ejecutoras. Este planteo ignora, pero también
suprime el rol de los sitios de arte rupestre en la red geográfica
que los arqueólogos denominamos territorio. Esta no tiene
dimensión física, sino que como construcción
social que es, no posee limites precisos ni establecidos geográficamente.
Y ello implica que tampoco cabe segmentarla en compartimentos estancos.
Y mucho menos cabe asignarle a algunos de ellos, la capacidad o
la potencialidad de portar la información simbólica/ideológica
presente en cada uno de los otros y en el sistema territorial en
general. Asignación que nosotros creamos al referirnos a
subestilos o subtradiciones. Nuevamente acá se plantea la
función diferencial de los sitios como una otra explicación
para la diversidad. Parece necesario que realicemos un reformulación
de los aportes teóricos que utilizamos para explicar el arte
rupestre bajo los nuevos modelos de la teoría general arqueológica.
B. LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMULACIÓN
En primer lugar el arte rupestre es parte de un complejo sistema
que además de lo ideológico y simbólico se
expresa a través de subsistencia y asentamiento. Nosotros
no aceptamos que los iconos puedan ser objeto de evaluación
independiente, separadas de dichos sistema, tal como surge de algunos
trabajos. Los iconos son producto de socialización. Es inconcebible
segregar arte rupestre de las otras formas de expresión con
las que opera el registro arqueológico, simplemente porque
se expresa de manera distinta a los otros sistemas. Aceptarlo sin
analizar la magnitud de las conductas sociales, es además de un
grave error, una falacia. Para ello debemos enfatizar las evaluaciones
que impliquen no solo elementos intra sitios como lo topográfico
y topológico, sino las relaciones intersitios y entre estos
y el medioambiente. No solo lo espacial o lo escénico, sino
los accidentes como generadores de valoraciones culturales. Esto
permitirá recomponer la actividad humana y no solo la fragmentada
evaluación de lo simbólico. Con esta aproximación
reconocemos que las actividades sociales crean manifestaciones simbólicas
en diferentes lugares y con diferentes expresiones. Las plantas
tienen significados simbólicos, así como los animales, los
accidentes geográficos, fenómenos meteorológicos,
las casas y los caminos. La manera en que los alimentos son seleccionados,
recogidos, procesados, cocinados, distribuidos y comidos son todas
formas simbólicas. La música, danza, tatuajes, pinturas
corporales, peinados, cantos y los lugares y las formas en la mesa,
tienen todas interpretación simbólica. Las instituciones
productos ideológicos en si mismas, son tan simbólicas
como herramientas ideológicas. ¿Por qué el
arte rupestre debe tener mas simbolismo que esas otras expresiones
sociales? La simbología empapa todos los artefactos, actividades,
uso de espacios y de las marcas geográficas, la construcción
y el uso de las sendas que conectan los sitios y las distintas áreas
de producción, almacenaje y vivienda, formas de subsistencia,
mantenimiento, herramientas, la funcón de los sitios, los
caracteres de movilidad o sedentarismo, etc. Tenemos simbología
desparramada entre los sitios arqueológicos, paisaje, artefactos
y sendas. Debemos aprender a recuperarla. O al menos aceptar que
todos ellos también tienen rasgos simbólicos. Otro
punto en esta reformulación es que el real significado de
una actividad simbólica es equivalente al valor atribuido
a su resultado final. O sea que es significado no está en
el producto en sí. El proceso de producción es el
propósito en sí mismo y no los iconos como forma de
comunicación. Podemos retomar de estas consideraciones que
cultura e ideología son formas reduccionistas de la realidad
social en que los objetos operan. Las limitaciones para recuperarlas
pueden ser resultado de las inadecuadas herramientas metodológicas
que utilizamos los investigadores.
C. TERRITORIOS
Así como los que trabajamos en arte rupestre seguimos utilizando
el concepto de estilo de principios del siglo pasado de Uhle (reformulado
medio siglo mas tarde por Kroeber) para manejar los sitios de arte
rupestre, los arqueólogos reconsideran el concepto de territorio
que tradicionalmente era un área restricta donde las comunidades
desarrollan sus actividades. Ese concepto de territorio se esta
abandonando. En primer lugar aquel concepto de territorio implica
que este posee limites. Por lo tanto los arqueólogos debemos
poseer las herramientas y métodos para reconocerlos. Y además
explicar tanto las caracteristicas que nos permiten establecer dichas
particiones, como los contenidos diferenciales de las comunidades
que en ellos quedan separadas. Difícilmente sin embargo las
comunidades aborigenes acepten que ellos actúan dentro de
fronteras según nuestra actual y política definición.
Las comunidades están relacionadas al medioambiente: las
fronteras nacen con las sociedades complejas. Los datos etnográficos
y etnoarqueológicos señalan que el medio ambiente
es un escenario en el que las comunidades se mueven. Lo recorren,
traspasan, vadean, atraviesan y tambien lo comparten. En la gran
mayoría de los casos es absolutamente necesario compartirlo.
No solo para ejecutar de aquellas funciones consideradas primarias,
sino por razones mas practicas, como la selección y la decisión
de aparearse. Hecho este que aparece como uno de los principales
motivos para realizar extensas y a veces únicos desplazamientos
en toda una vida (MacDonald y Hewlett, 1999). El sostener la existencia
de territorios como pedestales fijos, ha permitido asumir que las
comunidades prehistóricas crearon líneas invisibles
que bloquean los pasajes a través de ellas. Y la otra errónea
asunción es que todos los miembros de esas comunidades, tienen
acceso igualitario a todos los rincones de su territorio. Lo cual
esta comprobado no es real. El territorio es una construcción
social. En función de lo conocido por las teorías
demográficas, ecológicas y culturales, el territorio
se encoge con el aumento de la densidad poblacional, o cuando los
recursos se tornan más abundantes, o cuando se disminuye
el ritmo de movilidad y se acerca mas al sedentarismo. Como se ha
afirmado lo,reverse must also hold that territories swell
and boundaries become diffuse and overlap (Garth, 1988:25).
Por lo tanto, ¿qué significado cultural tiene en arte
rupestre marcar, delimitar estilos dentro de rígidos
espacios geográficos, con atribuidas y supuestas fronteras
simbólicas, cuando dicho planteo no tiene soporte sociocultural?
D. LA ARTICULACION DE LOS SITIOS Y DE LOS SENDEROS EN EL ESPACIO
Tal como planteado desde el título, solo podremos comprender
y recomponer las funciones de los sitios con arte rupestre si los
integramos en la teoría arqueológica. Ello implica
reconocer que el espacio donde se generan las actividades humanas
es dinámico: se contrae y expande como respuesta a las actividades
sociales. Y todas ellas están comprendidas (o encerradas)
en él. Por ejemplo varios ejemplos de sitios geográficos
considerados particularmente poderosos se hallan fuera de las áreas
donde las comunidades actúan. Algunos incluso a centenas
de kilómetros (recordemos CuraMalal en las sierras de la
Ventanía para las comunidades mapuches de la cordillera andina
(Casamiquela, 1988) Lo que subyace entonces mas que la existencia
de un territorio, es la existencia de una red de sitios estructurados
y que poseen articulaciones. Las estructuras tal como señalamos
en otras oportunidades tienen componentes externos e internos (Consens
, 2000 b, c y d) La estructuración de los sitios se desglosa
en organización espacial y funcional. Que los investigadores
podemos a veces inferir a través de la organización
intra e intersitio. Por lo tanto así como hay sitios arqueológicos
que duplican actividades, que semejan ser espejos, calcos de otros,
ellos están insertos en una organización, en una articulación
que impone su redundancia. Lo mismo sucede con las diferentes formas
de expresión de la cultura: lo cual en el caso del arte rupestre
obliga a considerar la existencia de idénticos iconos, con
distribución y funciones distintas. Lo cual atenta contra
el concepto de estilo como un rígido modelo. Así como
los arqueólogos no recuperan el pasado sólo a través
de los artefactos y sí priorizan las relaciones entre ellos,
quienes trabajan en arte rupestre no pueden congelar la eventual
función de los sitios dedicándose a lo icónico.
Schobinger y Rocchietti por ejemplo realizan similar planteo con
otras aproximaciones En el primero la sacralidad de los sitios,
en nuestra colega, a través del detallado análisis
de los aspectos escénicos. Pero si recuperamos los sitios,
debemos apuntar a recuperar los caminos que los unen y entrelazan
Porque su construcción no esta ligada a los principios del
mínimo esfuerzo o de máximo rendimiento, sino que
están embebidos en simbología. Así como hay
sitios (espacios reducidos) a los que no se puede ingresar, hay
áreas que ni siquiera pueden ser atravesadas. Y los senderos
no son necesariamente libres vías de circulación,
sino que están privilegiados. A veces solo pueden ser utilizados
en razón del género del individuo, de la época
del año, su estado civil o de las actividades que pretende
realizar. Los nodos de esta red -los sitios arqueológicos
y de arte rupestre-, pueden ser entonces apenas formas reduccionistas
de comprender lo social (Consens y Oliva 1999; Wadsnider, 1992).
Tendremos que aceptar que debemos operar con el espacio como una
herramienta: y como requisito epistémico de la construcción/invención
del pasado. En este entorno no hay relación directa entre
complejidad cultural y variación en arte rupestre. Porque
-como señalamos- la complejidad simbólica puede no
estar depositada apenas en los iconos.
La variación icónica tiene que ver con la permisividad
cultural: con los grados de permisibilidad a cambios e innovaciones
que una comunidad se permite. En su organización social,
sus alimentos, adopción de técnicas o variación
de los iconos. No introduciendo complejidad como explicación
única e incondicional de variación. Sólo así
tendrá pleno asentido las afirmaciones de que la tarea del
arqueólogo is understanding of variability (Binford,
1983:45). En lugar de la inútil tarea de decodificar iconos
utilizando paleosicología.
E. CONCLUSIONES
Establecer y sostener que el territorio y su organización
es una construcción estética en el paisaje, es una
propuesta ajena los actuales principios arqueológicos. Los
mismos que imponen que dentro de ellos, es imposible para los arqueólogos
reconocer etnias. Por lo tanto toda asignación ètnica
al arte rupestre degrada escandalosamente dichos principios arqueológicos.
Por un lado, porque las características que hacen a la etnia
como clasificación etnográfica, son irrecuperables
en el registro arqueológico. Y por otro, porque pretender
comprender la variación icónica como unívoca
respuesta a variación social, es negar el rol de las distintas
funciones que interactúan en ella. Por ello en este texto, cuando
señalamos restrictas paleosociedades, hacemos exclusiva referencia
a comunidades (Carr y Dunnell). De igual manera señalar que
los sitios de arte rupestre expresan lo simbólico de las
comunidades es abrir un debate de si nos enfrentamos a un agudo
reduccionismo cultural, o a la deficiencia profesional de quién
así lo plantea.
Los sitios con arte rupestre no son emblemas (sensu Leach, 198
), y menos aún son los marcadores de un equivoco concepto
de territorialidad No es adecuado establecer aisladas y muchas veces
teleconectados ejemplos etnográficos para sustentar nuestros
planteos de aislados usos de los sitios. Los modelos etnográficos
tienden -según Hodder-, no sólo a ser limitados sino
que están impregnados en una visión romántica
de los modos de vida aborígenes (Idem, 1982:93). Un planteo
establecido en forma mas específica: "The ethnography makes
more sense when we find a picture wich seems to fit it, the pictures
were easier to appreciate given an ethnographic background. But
both these would be true even if the matching were wrong" (Clegg,
1982: 439). Los planteos que aquí realizamos sugieren que
las relaciones de los sitios en el paisaje no son relaciones lineares.
Comprendiendo en ellos los de arte rupestre. Porque las formas de
expresión y las transformaciones culturales no son tampoco
lineares. La simbología por ejemplo, una palabra-concepto
extensamente utilizada en esta presentación, puede en varias
de sus menciones portar diferentes incidencias y diferentes perspectivas
en las cuales debe ser precisada y evaluada. No dejamos de reconocer
que es parte de diferentes procesos y se manifiesta en diferentes
niveles de actividades (perceptuales, cognitivas, éticas,
etc.). Tal como igualmente merecen ser consideradas las ejemplificadas
contraposiciones entre sistema ideológico-simbólico
y registro arqueológico.
Como en todo proceso y más en los humanos, hay áreas
grises. No todo es blanco y negro (Consens, 1992). Hay investigadores
que no alcanzan a comprender las implicancias del uso de nuevas
propuestas. Otros que las utilizan en su discurso, pero mantienen
los mismos presupuestos axiomáticos. Algunos cambios son
aceptados. Como por ejemplo que religión, prácticas
shamánicas y curativas, la magia, algunos prototipos de religión,
simbología y actividades ideológicas, no necesariamente
están comprimidas dentro del arte rupestre. Sólo así
estamos aceptando el carácter esencial de la cultura: su
pluriexpresión.
Por lo expuesto, entendemos la reformulación de las interacciones
de los contextos arqueológicos (que incluyen los sitios de
arte rupestre) es condición necesaria para inferir un pasado.
Un pasado científico, controlable y verificable. No apenas
afirmaciones subjetivas y modelos recortados que no pueden ser contrastados.
Los sitios de arte rupestre no pueden ser los únicos blancos
sobre los que disparamos nuestras interpretaciones. No pueden ser
único sostén de nuestros planteos paleosicológicos,
o nuestra incomprensión de los procesos cognitivos. Los sitios
de arte rupestre no son recintos excluidos, como tampoco están
aislados los iconos en ellos. Comprender como funcionan, como están
conectados al paisaje y a las estructuras, y los circuitos es una
tarea que debe ser emprendida dentro de parámetros propios
del estudio del pasado: los arqueológicos. Ello obliga a
la reformulación de las actuales relaciones, evitando o restringiendo
el preasignado y equivoco valor dado a los sitios de arte rupestre
como únicos detentores de la simbología cultural.
De otra forma estamos reduciendo la comprensión antropológica,
por el expediente de compartimentar la realidad. Un rezago incongruente
y perverso de nuestra fragmentada formación aristotélica.
¿Preguntas,
comentarios? escriba a:rupestreweb@yahoogroups.com
Cómo
citar este artículo:
CONSENS,Mario.
Arte
rupestre en Sudamérica el rol de los sitios en una aproximación
arqueológica. en Rupestreweb,http://www.rupestreweb.info/consens.html
2000
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