Acercamiento etnohistórico a los Cartamas y Caramantas, y la guaquería en el municipio de Támesis, Antioquia
Carlos Mario Duque Orozco. Antropólogo Gestor Ambiental Universidad de Antioquia Medellín. Cduque23@hotmail.com
INTRODUCCIÓN
El siguiente texto le permitirá al lector(a) conocer la información que los cronistas españoles dejaron en sus crónicas, relatos y fuentes etnohistóricas concernientes a las culturas Cartama y Caramanta, culturas que habitaron en el Suroeste del Departamento de Antioquia Colombia, sus costumbres, vivienda y demás, hechos culturales. Al igual que una definición de Patrimonio cultural, la Guaquearía y sus repercusiones en el patrimonio Arqueológico del municipio, y también generalidades sobre el municipio de Támesis, Antioquia Colombia.
GENERALIDADES DEL MUNICIPIO DE TÁMESIS ANTIOQUIA COLOMBIA
El municipio de Támesis está ubicado en la vertiente oriental de la Cordillera Occidental colombiana, sobre la margen izquierda del Río Cauca y la ladera occidental del río Cartama; al suroeste del Departamento de Antioquia.
Posee una extensión de 243 Km². Está a 1.600 m.s.n.m y cuenta con una temperatura media anual de 21°c, la cual varía de 27° a orillas del Cauca hasta 17° en las partes altas Támesis hace parte de la región cafetera del país.
En el siglo XIX, en tiempos de la Colonización Antioqueña, una gran cantidad de pobladores de Sonsón, Abejorral, Guarne, Caramanta y La Ceja llegaron al Suroeste del departamento atraído por la fertilidad de la tierra y con el fin de establecerse allí.
Según el Anuario Estadístico de Antioquia (1993), el municipio de Támesis se encuentra ubicado a 111 km de la Ciudad de Medellín Antioquia, en la zona conocida como el Suroeste Antioqueño; su cabecera municipal está a una altura de 1638 metros sobre el nivel del mar (msnm), longitud 75º 43’ 78” W y latitud 5º 40’ 60” N, teniéndose como referencia el Meridiano de Greenwich. Su extensión es de 243 km², y limita al norte con Jericó y Fredonia, al oriente con Valparaíso, al sur con Caramanta y el departamento de Caldas y al occidente con Jardín y Jericó. (Ver mapas No 1 y No 2) .
Límites geográficos de Támesis
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Mapa 1. Fuente Google Maps.
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Mapa 2. Fuente Google Maps.
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Relieve e hidrografía
El municipio de Támesis está ubicado en la vertiente oriental de la cordillera Occidental, sobre la ladera izquierda del río Cartama, afluente importante del Río Cauca en esta zona.
La zona, dado que las unidades litológicas responden de manera diferente a la meteorización, presenta un relieve diferencial dependiendo del tipo de roca aflorante; así, el relieve más bajo está a 600 msnm a orillas del Río Cartama y él más alto 2.800, alto de los Mellizos. Debido a que la zona se caracteriza por una litología de resistencia variable a los agentes atmosféricos, se combinan los escarpes fuertes y las colinas de formas suaves; la misma variabilidad litológica hace que la red hidrográfica corresponda a distintos modelos, pero en general se ajusta a variaciones de la red angular.
El área está irrigada por numerosos ríos y quebradas, en general de buen caudal. El Río Cartama, corriendo en una dirección sur – norte, es el responsable de llevar al Río Cauca el aporte hídrico de la región. Sus principales afluentes son: los ríos Claro, Río Frío, Conde, San Antonio y las quebradas Támesis, El Tren y San Isidro, los que corren en Dirección oeste. – este hacia el río Cartama límite oriental con el municipio de Valparaíso (Castaño y Zapata, 1991: 44).
Grupos humanos existentes en la región:
Herman Trimborn establece 48 grupos tribales a lo largo de esta región, caracterizada por haber estado ocupada por los Quimbayas en la ladera de la cordillera Central, y los Ansermas en la margen oriental de la cordillera Occidental.
Específicamente con el nombre de los Ansermas se conoce el grupo humano que habitó en el momento de la conquista un área comprendida desde el sur del departamento del Valle hasta el Suroeste Antioqueño a lo largo de la cuenca del río Cauca, conformando una unidad cultural vinculada entre sí por una red de relaciones socio –político– económicas, que dio desarrollo a un tipo de sociedad jerarquizada conocida como cacicazgo. Cada grupo tribal constituía una unidad política y territorial, liderada por un cacique; tal es el caso del dominio del cacique Cauroma que abarcaba la orilla izquierda del río Cauca comprendida desde la localidad de Antioquia hasta la región del Cartama, y que tenía su habitación en Caramanta (Trimborn, 1949: 211).
Los Caramanta y Cartama, grupos más sobresalientes de la región de Támesis, colindaban por el norte con los Anserma, la Cordillera occidental los separaba de los Barbacoas, y el río Cauca les servía de límite oriental con la región habitada por los Carrapas, Picaras, Los pozos, Los Paucuras, Los Arma y Los Quimbayas. Igualmente, el territorio ocupado por los Ansermas, incluyendo las provincias de los Caramanta y Cartama, gozaba de diversidad de pisos térmicos y recursos naturales, el poblamiento fue disperso pudiéndose comparar con la forma de asentamiento de los diferentes grupos étnicos hoy existentes, e incluso con el campesinado que selecciona para construir sus viviendas las partes altas con dominio del paisaje.
Las riquezas del medio natural, como los cultivos, frutas, aves y animales en general, igualmente fueron consignadas: “Estas provincias son savanas o tierras desocupadas, sin montes o árboles, e pasa por medio dellas el río de Sancta Marta.
Es tierra templada e participa más de frío que de calor. Hay muchas maneras de fructas de las indias: hay venados, conexos é las otras bestias e animales que en la tierra firme son comunes: hay palomas, tórtolas, codornices e las otras aves, que assimesmo son ordinarias en tierra firme” (Robledo, 1919: 530); también el cronista Cieza de León escribe al respecto: “Hay grandes manadas de puercos zainos pequeños que son de buena carne sabrosa, y muchas dantas ligeras y grandes, algunas quieren decir que eran de linaje o forma de cebras. Hay muchos pavos y otra diversidad de aves mucha cantidad de pescado por ríos. Hay muchos tigres grandes, los cuales matan a algunos indios y hacían daño en los ganados” (Cieza, 1627: 584).
Estos grupos se desarrollaron en el territorio que abarca parte del Sur del departamento de Antioquia y Norte del departamento de Caldas, donde tienen asiento el Cerro de Caramanta y los farallones del Citará y Tamaná, entre los años 800d.C y 1500 d.C muchos de sus habitantes vivieron en casa en los árboles y se dedicaron a la venta de sal. De sus obras líticas se conoce poco, pero en la región se encuentran petroglifos.
La cerámica se caracteriza por su color negro, de tamaño pequeño y muchas incisiones, con piezas en forma de canoa, con bocas romboides, cuadradas u ovoides. Fueron excelentes mineros y fabricaron largos alambres de oro.
LIMITES GEOGRAFICOS DE LOS CARTAMAS Y CARAMANTAS
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Fuente: Luis Duque Gómez. |
PROVINCIA DE CARTAMA Y SUS COMUNIDADES VECINAS
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Fuente: Inés lucia Abad 1995. |
En cuanto a sus señores o caciques, refiere Robledo, que llevaban a los señores en hombros cuando aparecían en público, “E ansí los trían cuando me venían a ver en paz; usan llevar consigo diez o doce mujeres, muy bien adrezadas y hermosas, y cuando los abajan de los hombros de los indios, los toman estas mujeres sin que toquen al suelo y los asinten encima de sus muslos y otros le toman los pies porque no le lleguen al suelo, por mayor veneración”. (Robledo, 1939: 300) Referente a esta costumbre de llevar a sus señores en hombros, en la región del río Cartama se encuentra evidencia de esto, ya que en una roca se halla un petroglifo que representa al cacique llevado en los hombros de sus sirvientes.
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Petroglifo Roca El Mestizo. |
Vivienda
Las viviendas de los Cartama y Caramanta se hallaban, unas veces, cercanas entre sí, y otras, diseminadas en una extensión variable. Y Cieza al respecto dice, “sus casas son grandes y redondas, hechas de grandes varas y vigas, que empiezan desde abajo y suben arriba, hasta que, hecho en lo alto de la casa un pequeño arco redondo, fenesce el enmaderamiento; la cobertura es de paja. (Cieza, 1627:370).
En cuanto a la casa del cacique o señor dice, “y junto a aquella casa ó aposento está una plaza pequeña toda á la redonda llena de las cañas gordas en lo de atrás haber en Caramanta, en lo alto dellas había puestas muchas cabezas de los indios que habían comido”. (Cieza, 1627: 369).
Idioma
En lo concerniente al idioma, Trimborn manifiesta que en el valle geográfico del Cauca se hablaron tantas lenguas como grupos culturales la habitaron, aunque Jorge Robledo haya manifestado que todos eran una nación y lengua, y especifica que: “El idioma de Anserma era también el de los Caramanta y Cartama y la unidad lingüística de los Caramanta, Cartama y Norí” (Trimborn, 1949: 136).
Cieza de León afirma que los Caramantas y Cartamas tenían la misma lengua que los Ansermas. (Cieza, 1947: 344-462).
Igualmente Rivet tratando de demostrar la influencia Caribe en Colombia, dice “Los Caramanta también son Chokó y por consiguiente lo son los Ancerma, los Cartama, lo Nori y los Guaca”. (Rivet, 1943:60).
Alimentación
La base de la alimentación de estos grupos la constituían “las frutas y yerbas guisadas de muchas maneras, el maíz, principalmente en forma de chicha, carne humana, yuca y otras raíces, frijoles y ají como condimento principal junto con la sal que se daba en la región”. (Abad:40).
Es posible que los pueblos ribereños a los ríos incluyeran el pescado en su alimentación. La agricultura no se redujo al cultivo de plantas alimenticias, también en sus cultivos tenían algodón y posiblemente el tabaco, el que emplearon en parte para mezclarlo con la chicha de maíz, con el fin de aumentar su poder embriagante, y el excedente lo dedicaron al comercio.
Igualmente el algodón no sólo era objeto de cultivo, sino que conocieron el arte del hilado y del tejido, lo cual se confirma con el hallazgo de volantes de huso que empleaban para hilar y tejer; y estas dos actividades favorecieron el desarrollo artístico y la elaboración de los sellos y rodillos de impresión.
Economía
La base de la economía de estos asentamientos era netamente agrícola, complementada con la caza, la pesca y la explotación minera de oro y fuentes de aguasal. Al respecto Cieza de León describe con relación al grupo de los Caramanta su gran dedicación a la explotación de fuentes de aguasal además de ser lavadores de oro. El cultivo del algodón fue otro renglón económico que se explotó en el pie de monte cercano al Cauca, y que se hilaba y comercializaba con los Paeces; con los Quimbayas lo intercambiaban por materia prima metálica; las mantas elaboradas las comercializaban con los Muíscas. Los cronistas escriben sobre la gran cantidad de algodón que transitaba por el Sinifaná, gran ruta comercial precolombina que pasaba posiblemente por la región de los Cartama, Caramanta y Anserma, y se conectaba con la región Quimbaya por la orilla izquierda del río Cauca, ruta que también tuvo su importancia en el mercado de esclavos indígenas, ejemplo de esto se tiene referencia sobre los Ansermas que intercambiaban esclavos venidos de la región de Caramanta y Antioquia por oro manufacturado en polvo, o sal (Trimborn, 1949: 182).
También es mencionada la existencia de mercados desarrollados en las orillas de los ríos, lo que permitió un contacto comercial con las diferentes comunidades, favoreciendo no sólo la satisfacción de demandas básicas, sino la ampliación de sus relaciones sociales, además de conformar rutas comerciales, que presentaban indicadores de caminos consistentes en dibujos elaborados en rocas (petroglifos) cuyo fin era orientar a los forasteros. Para corroborar la anterior afirmación se puede mencionar una nota de Adolf Bastian según la cual se encontró una roca en el río Otún que contenía un mapa de los alrededores (Trimborn, 1949: 187).
La explotación y el comercio de la sal
Las varias fuentes salinas que
existían en el territorio, eran
objeto de una activa explotación por parte de los nativos, que se valían de este y otros productos como mantas y objetos de orfebrería para mantener un activo comercio con los pueblos vecinos y aún con tribus situadas en regiones lejanas. El sistema de la elaboración de la sal entre varios grupos indígenas de la cuenca de Río Cauca, la describe Cieza (1627:387) así: “en el pueblo que se llama de Cori, que está en los términos de la villa de Ancerma, está un Río que corre con alguna furia. Junto al agua de este río están algunos ojos del agua salobre que tengo dicha y sacan los indios naturales de ella la cantidad que quieran; y haciendo grandes fuegos, ponen ellos ollas bien crecidas en que cuecen el agua hasta que mengua tanto, que de una arroba no queda medio azumbre; y luego con la experiencia que tienen, la cuajan, y se convierte en sal Purísima y excelente y tan singular como la sacan de las salinas de España”.
En la región de Caramanta se beneficiaban de una fuente salada que nacía dentro de un río de agua dulce, lo mismo que de una laguna cercana, cuya explotación estaba reservada a los señores principales por la excelente calidad de la que en ella sacaban.
Entre los Cartama y Caramanta existieron mercaderes, pues así lo indica el tráfico de esclavos como lo afirma López de Velasco, “venden a trueque de oro y otros rescates los indios esclavos que tienen de otras provincias, para que los coman”. (López, 1939:104).
Esto indica que el comercio pasaba los límites de la región y tenía características de “internacional”. Trimborn afirma que estos esclavos serían cambiados por oro, sal o algodón, cuando eran comprados, y es de suponer que por los que ellos vendían recibirían productos alimenticios.
Vestimenta y adornos
La forma de vestirse era muy similar a las demás tribus de Antioquia, ya que “Los hombres andan desnudos, y los principales se cubren con una manta larga y traen por la cintura maures, como los demás.
Las mujeres traen mantas de algodón, galanas, con muchas pinturas. Traen los cabellos muy peinados, y en los cuellos muy lindos collares de piezas ricas de oro, y en las orejas sus zarcillos; las ventanas de las narices se abren para poner unas pelotitas de oro fino, algunas destas son pequeñas y otras mayores. Tenían muchos vasos de oro los señores, chapadas de una pieza de oro, hechas a manera redonda, y otras como estrellitas, y otras joyas de muchas maneras tenían deste metal” (Cieza, 1627: 367369).
Acciones bélicas
Como parafernalia de guerra fue común utilizar lanzas con puntas de metal, dardos envenenados, tiraderas y mazas, hondas, cuchillos, hachas de piedra; se usó el escudo y la armadura como defensa acompañados de Coronas en la cabeza y plumajes, patenas de oro en el pecho, brazaletes y se amenizaban con tambores, caracoles hechos bocinas, flautas de hueso, banderas de guerra, además de pintarse el cuerpo con pinturas roja y negra (Trimborn, 1949: 317).
Armas
En las cruentas luchas sostenidas con sus vecinos y en contra de los españoles, los indígenas Cartama y Caramanta usaban diferentes armas, que manejaban con maestría y con arrojo. La galga y la macana, la honda y los dardos de palma tostada, el arco y la flecha, el propulsor o tiradera, de pelo humano hacían rodelas, con las que atajaban en las contiendas las flechas de sus contrarios. Sumados a las trampas colocadas en los caminos, consistentes en hoyos profundos sembrados en el fondo de puyas envenenadas, y en gruesos maderos suspendidos en lo alto de los bosques por donde pasaban caminos, fueron, entre otros, los recursos bélicos contra los cuales midieron los españoles las armas que trajeron para sus campañas de conquista y de descubrimiento.
Sacrificios humanos
Entre los nativos estaba muy extendida la práctica de los sacrificios humanos a las divinidades de la tribu. Parece que para ellos el corazón de las víctimas era agradable a los dioses y constituía la base de su alimentación, tal como lo creían los pueblos MesoAmericanos. Una de las prácticas que más llamó la atención es la conservación de las cabezas y aún los cuerpos embalsamados, de enemigos muertos en acciones de guerra, despojos que se ofrecían a la vista pública a la entrada de las casas en que habitaban los caciques o señores principales.
Esta costumbre estaba vinculada a la creencia mágica de que con la posesión de la totalidad o de parte del cadáver del enemigo, conservándolo de manera que pudiera parecer como vivo, aumentaba la fortaleza del que lo poseía, la autoridad de ks señores dependía de la apariencia de su fuerza sobrenatural.
Finalmente y según Trimborn estas sociedades realizaban los sacrificios humanos que incluían hombres, mujeres y niños, estos tenían lugar en Caramanta, Cartama y Corí y eran en honor a los dioses, los cuales eran venerados en templos a donde se llegaba en procesión con los corazones de los sacrificados; los dioses se colocaban en orientación al sol naciente al igual que los sacrificados, la representación de los seres superiores siempre tenían un carácter solar y antropomorfo; con respecto a los dioses Cieza de León escribió: “entre estas cañas tienen puestas algunas tablas, donde se esculpe la figura del demonio, muy fiera, de manera humana, y otros: ídolos y figuras de gatos en quién adoran. Cuando tienen necesidad de agua de sol para cultivar sus tierras, piden (según dicen los mismos indios naturales) ayuda a estos dioses. Hablan con el demonio los que para aquella religión están enseñados, y son grandes agoreros y hechiceros y miran en prodigios y señales y guardan supersticiones” (Cieza, 1627: 597).
Danzas y cantos ceremoniales
Acostumbraban celebrar fiestas especiales de carácter ritual, seguramente para propiciar el favor de sus dioses en las cosechas y en otras actividades de su vida cotidiana. Estas fiestas consistían en danzas ceremoniales al compás de tambores, acompañadas de frecuentes libaciones de chicha y de cantos en los cuales se expresaban las dificultades y necesidades de la tribu, a la vez que se rememoraban las hazañas de sus mayores.
Cieza De León describe así una ceremonia, “cuando salían a sus fiestas y placeres en alguna plaza, juntábanse todos los indios y dos de ellos con dos atambores hacían son; donde tomando otro delantera, comienzan a danzar y bailar; al cual todos siguen, y llevando cada uno de la vasija del vino en la mano; porque beber, bailar, cantar, todo lo hacen en un tiempo. Sus cantares son recitar a su uso los trabajos presentes y recontar los sucesos pasados de sus mayores”. (Cieza,1627: 375376).
Magia y religión
Esta se basaba fundamentalmente en fenómenos puramente naturales, como el culto al sol y a la luna, pues ello coincide con un estado cultural caracterizado por la fascinación que ejercen las fuerzas naturales de la naturaleza sobre el individuo. En cuanto a la concepción religiosa se encuentra la magia como motivo central y predominante de su culto, y esta fe en el poder humano se mimetiza bajo la forma de un sacerdocio que tiene a su vez las características de hechicería.
Antropofagía
En la mayoría de los pueblos de Antioquia se tienen crónicas de las costumbres antropófagas, aunque unos la practicaban más que otros, en cuanto a esto nos lo confirma Zawadzky en las citas de Sebastián de Belalcazar, “...el que más valiente entre ellos se muestra es aquel que tiene a su puerta más calaveras y huesos de indios que se ha comido; y ha acontecido entre los que toman para matar, prender una mujer preñada de hasta seis o siete mese y abrirla con su tela, tostarla en un tiesto de olla como quien asa un pescado en parrillas, y comérsela” (Zawadzky, 1936:85).
Costumbres matrimoniales
En cuanto a las costumbres matrimoniales Sebastián de Belalcazar nos dice, “...en las provincias de Antioquia, hay una costumbre antigua, muy horrible y espantosa, y es que los caciques principales de ellas, demás de la mujer natural, tienen otras muchas mancebas habidas de otros pueblos por su rescate, solamente para producir de ellas generación, y cuando la criatura está ya de un año, o poco más criada de leche, mátanla para comer, siendo su propio hijo y después que lo han comido, matan así mismo la madre y cómensela”. (Zawadzky, 1936:85)
Igualmente Cieza de León nos confirma las costumbres matrimoniales, “Cásanse con sus mismas sobrinas y algunos con sus mismas hermanas, y hereda el señorío o cacicazgo el hijo de la primer mujer, (porque todos estos indios, si son principales, tienen muchas mujeres); y si no tienen hijo, el de la hermana dél”. (Cieza, 1627: 367369) .
Formas de enterramiento
Según Cieza, la forma de enterramiento se da de la siguiente manera, “Cuando los señores se mueren, tomando el cuerpo se pone en una hamaca y por todas partes ponen fuego grande, haciendo unos hoyos, en los cuales cae la sanguaza, y la gordana que se derrite por el calor. Después que ya está el cuerpo medio quemado, vienen los parientes y hacen grandes lloros, y acabados, beben de su vino, y rezan sus salmos y bendiciones dedicados a sus dioses, y su uso y como lo aprendieron de sus mayores; lo cual hecho, ponen el cuerpo envuelto en muchas cantidades de mantas, en un ataúd y sin enterrarlo lo tienen allí algunos años, y después de estar bien seco, lo ponen en las sepulturas que hacen dentro de sus casas”. (Cieza, 1627:367369).
Igualmente nos dice Cieza, “...en estas plazas tienen sus mortuorios y sepolturas al uso de su patria, hechas de una bóveda, muy hondas, la boca al oriente. En las cuales, muerto algún principal o señor, lo meten dentro con muchos llantos, echando con él todas sus armas y ropa y el oro que tiene, y comida, las mujeres que en vida ellos más quisieron las enterraban vivas con ellos en las sepolturas, y también enterraban otros muchachos y indias de servicio”. (Cieza, 1627: 49).
Información arqueólogica
El suroeste Antioqueño, Colombia, cuenta con información arqueológica relativamente amplia, aunque un poco empírica y especulativa en sus comienzos, producida por filántropos, coleccionistas de piezas arqeuológicas e historiadores, entre los que se
pueden citar: Manuel Uribe Ángel (1885), Álvaro Restrepo Eusse (1905), Julio Cesar García (1919), Juan Bautista Montoya y Flórez (1922), Emilio Robledo (1922 y 1923) y Alfredo Coock (1936), entre otros. Sólo hasta principios de los años cuarenta Graciliano Arcila Vélez comenzó a generar una información más sistemática y adecuada como resultado de sus estudios profesionales como antropólogo en Bogotá, convirtiéndose en el pionero de la antropología en Antioquia, y contribuyendo a la creación del Instituto de Antropología en 1953 y de la carrera de antropología en la Universidad de Antioquia en 1966.
A partir de la creación del Instituto de Antropología, y fundamentalmente en la ultima década, la arqueología antioqueña toma profundidad en sus estudios e investigaciones a través de los cuales se han podido establecer diferentes periodos de ocupación en el territorio del Suroeste Antioqueño: Jericó (Otero, 1992), Jardín (Santos, 1993), Concordia (Bermúdez, 1993), Támesis (Martínez, 1997), Támesis (Botero, 1997), Andes (Obregón y otros, 1999) y Titiribí (Botero, 2001).
Los resultados de estos estudios plantean una afinidad cultural entre los diferentes grupos que habitaron la región, acogiéndose a parámetros establecidos por Karen Bruhns en la investigación “Las culturas prehispánicas del Cauca medio” (1990). Dicha afinidad se refleja en la similitud cerámica de estas localidades; concretamente, esta cerámica se ajusta a un estilo uniforme, caracterizado por la decoración incisa, el engobe rojo oscuro y la estandarización de formas como el cuenco sencillo, los cuencos fitoformes, los platos con asas, las vasijas globulares con cuello alto recto y borde invertido, los recipientes de cuerpo semiesférico con cuello amplio de paredes divergentes y borde evertido reforzadas, y vasijas aquilladas con cuello y hombro corrugado. Fragmentos similares se han encontrado en la región del macizo central y en los departamentos de Caldas y Quindío, que configuran el tipo denominado Marrón Inciso definido por Bruhns en su estudio sobre los complejos cerámicos del Cauca medio.
La investigación arqueológica realizada en el municipio de Jericó (Otero, 1992), vecino de Támesis y que comparte en espacio geográfico similar, arrojó valiosa información al relacionar las zonas de vida en los pisos cálido y frío.
Para la zona cálida, corregimiento de Puente Iglesias, se estableció a través del complejo cerámico “La Sorga” y distintas fechaciones ya establecidas para otras regiones de Antioquia, la ocupación temprana, asociada al estilo cerámico “Marrón Inciso” correspondiente al siglo IV d.C., caracterizada por la explotación de recursos bióticos como la caza y la pesca, además de la explotación de minerales como oro y sal. Otero propone que el patrón de enterramiento consistió en entierros secundarios con los restos óseos cremados en urnas de cerámica depositadas en fosas debajo de abrigos rocosos aflorantes y cerca de terrazas de vivienda.
En la zona fría, caserío La Aguada, se estableció la ocupación tardía: la cerámica cambia al contrastar en sus rasgos tecnológicos y estilísticos con el Marrón Inciso, y presenta otras formas y el acabado burdo de sus superficies.
Durante la prospección de arqueología de rescate realizada por la Corporación GAIA, para la firma Promotores S.A (Martínez, 1997), en el proyecto de la parcelación “Los Caminos del Cartama” localizada en la vereda El Rayo, Municipio de Támesis, se hizo una revisión en detalle de las rocas existentes en esta zona, con el fin de detectar grabados en ellas; además se realizó reconocimiento del terreno y pozos de sondeos para localizar y definir yacimientos arqueológicos en las cimas de las colinas amplias y planas. Se localizaron veintidós yacimientos, de los cuales diez estaban asociados a petroglifos.
Para la clasificación y análisis del material cerámico obtenido en esta investigación, se retomaron las clasificaciones de los complejos cerámicos para la subregión del Cauca medio, propuesta por Bruhns (1990), para el Valle de Aburrá por Castillo (1992), y para el suroeste antioqueño por Otero (1992) y Santos (1993). Se definieron así tres complejos cerámicos que insinúan la presencia de por lo menos dos
ocupaciones prehispánicas: temprana y tardía fechadas para el siglo II y VI d.C. respectivamente. La tardía está además asociada al complejo cerámico Marrón Inciso, el cual representó el 63% de la muestra total; la ocupación temprana representó el 35.8% (Promotores S.A, 1997: 75).
Otro trabajo de reconocimiento realizado en el municipio de Támesis desde el marco de la arqueología de rescate, llevado a cabo por la firma Integral S.A. “Proyecto Hidroeléctrico Río Frío” (Botero, 1997), evaluó el potencial arqueológico realizando inicialmente un reconocimiento por toda la zona de influencia del proyecto, con el fin de encontrar los posibles sitios de asentamiento humano que pudieran verse afectados con la ejecución de dicho proyecto.
Información etnohistórica
La información etnohistórica permite conocer generalidades de la vida económica, política, religiosa, social y cultural de los grupos culturales que habitaban el continente americano al darse inicio la conquista y la colonización europea. Las crónicas son el resultado de los escribanos, personas encargadas de llevar una bitácora de viaje, que siempre hicieron parte de las huestes conquistadoras en las diferentes regiones americanas. Estas crónicas hoy son de gran importancia para las investigaciones arqueológicas e históricas. De ellas se obtiene además información acerca de las relaciones entre las diferentes comunidades prehispánicas que rwsulta fundamental para la interpretación del material arqueológico.
Para la región de Antioquia se tienen crónicas de la conquista de Cieza de León, Sardella y Castellanos, al igual que relaciones de viajes de Oviedo, Vadillo, Andagoya y Robledo, las cuales han sido retomadas por Herman Trimborn en “Señorío y Barbarie en el Valle del Cauca” (1949).
En Antioquia la primera colonización se extiende desde Santa Fe de Antioquia (capital de la provincia) hacia el Valle de Aburra, el oriente antioqueño y el Valle de los Osos; en el occidente antioqueño las tierras de resguardos indígenas fueron Ocupadas por los “libres” y para obtener la legalidad sobre ellos procedían a casarse con indígenas, así en “la empresa colonizadora”, la actividad agrícola, el desarrollo ganadero, y un renovado brío en el frente minero se acompañaran con la construcción de caminos y la formación de nuevos poblados y caseríos” (Twinam, 1985: 63); de esta forma se amplía la vida agraria haciéndose cada vez mayor y entrelazándose con la actividad minera y el comercio.
La diversidad de pisos térmicos de una región y la riqueza de sus suelos, es lo más atrayente para los colonos, pudiéndose observar esta característica de la colonización en el origen del Gran Caldas y las incursiones al suroeste antioqueño, además de ser llevados por la búsqueda de minas de oro, salados y otros minerales, complementando estas actividades la guaquería, que consistía en la búsqueda de oro en los sepulcros indígenas.
Según el investigador Graciliano Arcila Vélez “la fecha oficial de la fundación del municipio San Antonio de Támesis es el 25 de febrero de 1850. Uribe Ángel anota que la iniciativa de fundar la población fue de los hermanos Pedro y Mariano Orozco en asocio de Juan Tomás Robledo.” (Arcila, 1996: 209).
En el suroeste antioqueño habitaron en el siglo XIX los Emberá – Chamí, igualmente que se presentaron palenques de negros cimarrones. Con Francisco Silvestre, gobernador de la provincia de Antioquia, la Cámara Provincial de Antioquia, procedió a implantar una reforma agraria que consistió inicialmente en el reparto de terrenos baldíos de este territorio y “para fines de siglo se distinguen grandes propietarios de tierras, unas de compañías agrícolas y de migrantes de Titiribí y Medellín, igualmente se repartieron medianos y pequeños lotes en pisos térmicos templados y fríos a mestizos, mulatos, indios y blancos pobres” (Jaramillo, 1991: 202). En la repartición de tierras primaron los lazos de parentesco, y a los indígenas se les repartió tierras en Tapartó y Caramanta, con este reparto se conformaron sociedades de pequeños agricultores independientes y en general se sentaron las bases para el cultivo del café.
Así se conformo la zona cafetera colombiana comprendida desde el suroeste antioqueño hasta el departamento del Huila, incluyéndose el Gran Caldas y el Tolima.
Los cronistas Juan Bautista Sardella, Pedro Cieza de León y Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés dan razón de los grupos étnicos que habitaron la región de Antioquia a su llegada; posteriormente escriben los historiadores entre los que se puede citar Manuel Uribe Angel, Alvaro Restrepo Eusse y Emilio Robledo quienes se apoyan en las crónicas para empezar replantear una distribución geográfica de los distintos grupos étnicos teniendo como base su lengua y cultura.
Gaspar de Rodas hace una clasificación de tres grupos culturales para Antioquia según su distribución geográfica, Katíos, Nutabes y Tahamíes, distribuidos al occidente, centro y oriente antioqueño respectivamente; Graciliano Arcila anota sobre esta clasificación lo siguiente: “Es una clasificación que no obedece a ningún criterio lingüístico, ni cultural, ni racial, sino a distinciones geográficas espontáneas que surgieron a raíz de nombres de algunas de las tribus de estas tres zonas: la primera, al occidente del río Cauca, sin incluir la zona del golfo de Urabá, la segunda, entre los ríos Cauca y Porce, y la tercera entre los ríos Porce y Magdalena. Estas zonas, como dijimos antes son meras distinciones geográficas, dentro de las cuales pudiéramos mencionar igualmente otros grupos de menos importancia” (Arcila, 1996: 218).
Entre la población del suroeste antioqueño tradicionalmente se ha contado con grupos indígenas pertenecientes a la etnia Emberá – Chamí, actualmente se localizan comunidades indígenas en los municipios de Jardín se encuentra la comunidad de Cristianía, en Bolívar La Sucia, y en Valparaíso La María; solo hasta fines de 1999 ha sido reconocida por el Incora la comunidad indígena El Labrador localizada en el municipio de Támesis.
DefiniciÓn de patrimonio cultural
La definición legal de este patrimonio nos permite desarrollar la idea de conservación ya que dentro del Patrimonio Cultural se encuentra el Tangible e Intangible, en el primero se encuentran los bienes muebles compuestos por obras artísticas y religiosas, piezas cerámicas y orfebres de procedencia indígena, documentos escritos y obras de arte en general de personas reconocidas en el medio, y los bienes inmuebles conformados por el medio natural como son parques naturales, bosques, lagos, ríos, cerros, construcciones arquitectónicas y civiles, sectores urbanos y yacimientos arqueológicos tales como cementerios indígenas, petroglifos, caminos de piedra, sistemas de riego y sementeras o huertas de cultivo, y sitios de habitación y basurales; y dentro del Patrimonio Cultural Intangible se cuenta con las historias y cuentos populares, fiestas, grupos musicales y de danzas folclóricas entre otras manifestaciones populares que han parte de la memoria cultural de las poblaciones.
Igualmente es importante hacer énfasis en la responsabilidad que en este campo tienen los municipios, ya que tratándose de dar cumplimiento a las disposiciones legales de superior jerarquía, como son la Constitución Nacional, la Ley de Cultura y la Ley de Ordenamiento territorial, los Concejos Municipales deben estructurar y aprobar los acuerdos en concordancia con estas normas, respetando lo que en ellas se estipula en relación con este tema. Por lo tanto, la inclusión del patrimonio cultural como determinante de los componentes general, urbano y rural de los planes de Ordenamiento territorial, es de obligatorio cumplimiento para los municipios.
Todos los municipios deben incluir el patrimonio cultural en los P.O.T., bien sea que se trate de un Plan de Ordenamiento Territorial (Municipios de más de 100.000 habitantes), de un Plan Básico de Ordenamiento Territorial (Municipios entre 30.000 y 100.000 habitantes), o de un esquema de ordenamiento Territorial (Municipios de menos de 30.000 habitantes). Lo anterior teniendo en cuenta que el patrimonio cultural de la nación se encuentra en todas las regiones, por lo cual no se puede eximir ningún municipio del deber de valorarlo, protegerlo y conservarlo.
Igualmente cuando el P.O.T. incluya el patrimonio cultural dentro de su plan de trabajo, automáticamente quedará con carácter de declaratoria en el ámbito municipal, y se deberá elaborar una reglamentación para el manejo del mismo. El patrimonio cultural de Támesis debe incluirse dentro del Plan de Ordenamiento Territorial, “porque el P.O.T es un instrumento de gestión para orientar el desarrollo del municipio, entre otros, el desarrollo de la infraestructura física y con ella la valoración, protección y conservación del patrimonio, lo cual requiere de acciones concretas y de presupuesto al cual se accede, generalmente, mediante la formulación y presentación de proyectos a las entidades del orden departamental y nacional que en coordinación con los municipios trabajan en pro del patrimonio cultural”. (Ibid: 7) Además, otros instrumentos jurídicos propenden por la protección del patrimonio cultural de la nación, entre ellos encontramos la Ley 397 de 1997Ley de Cultura título II Patrimonio Cultural de la nación, en su Artículo 5°: Objetivos de la Política estatal en relación con el patrimonio cultural de la Nación. “La política estatal en lo referente al patrimonio cultural de la Nación tendrá como objetivos principales la protección, la conservación, la rehabilitación y la divulgación de dicho patrimonio, con el propósito de que éste sirva de testimonio de la identidad cultural nacional, tanto en presente como en el futuro”. (Ley 397 de 1997Ley de Cultura título II). Artículo 6°: Patrimonio arqueológico. “Son bienes integrantes del patrimonio arqueológico aquellos muebles o inmuebles que sean originarios de culturas desaparecidas o que pertenezcan a la época Colonial, así como los restos humanos y orgánicos relacionados con esas culturas.
Igualmente, forman parte de dicho patrimonio los elementos geológicos y paleontológicos relacionados con la historia del hombre y sus orígenes”. (Ley 397 de 1997Ley de Cultura título II).
QUÉ ES LA GUAQUERÍA
Con el nombre de guaquería se conoce el saqueo de yacimientos arqueológicos expresados básicamente en sepulturas, templos y adoratorios de sociedades pasadas o desaparecidas, con el ánimo de extraer cualquier objeto que pueda considerarse valioso tanto económica como artísticamente. Esta práctica es realizada sin ninguna consideración científica y ha ocasionado la destrucción y la alteración de valiosa información que permitiría reconstruir la historia de las diversas culturas precolombinas que poblaron no sólo el territorio Colombiano, sino también de toda América.
Podría afirmarse que este es un fenómeno presente en la historia de cualquier nación y su extensión abarca tanto al viejo como al nuevo continente, aunque su intensidad varía por regiones y por épocas. Para América Latina y específicamente para Colombia, esta actividad se desarrolla a partir del siglo XVI y a ella se vinculan gran cantidad de personas realizando labores específicas de acuerdo a las diferentes condiciones sociales, económicas y culturales en momentos específicos de su historia particular.
A partir de la segunda mitad del
siglo XIX la región del Quindío se
convirtió en un nuevo centro de actividades para los antioqueños. Este fenómeno de migración se conoce como colonización antioqueña y se encuentra ligado a la guaquería. Las condiciones sociales que antecedieron este proceso de colonización entre las cuales se cuenta la búsqueda de refugio para liberarse de las guerras civiles, la falta de tierras aptas para la agricultura y trabajo en las minas, incidieron de forma definitiva para que pobladores de la región antioqueña emigraran a otras localidades.
En ellas, los colonos encuentran en el oro, el alto precio de los cerdos y la explotación del caucho grandes atractivos. Al frenesí del caucho le siguió el embrujo del oro subterráneo. A la par que se cruzaban los valles, cuchillas y cañadas surgían numerosos pueblos precedidos de gran cantidad de guaqueros que alentaban la nueva y mágica leyenda del Dorado.
La euforia desatada, alentada en los relatos de los tesoros y riquezas del Quindío se extendió por una amplia zona.
Los contingentes de aventureros que continuaban llegando olvidaron sus anhelos por labrar la tierra atrapados por el señuelo del oro. Buscando una rápida prosperidad vagaron de un lugar a otro intentando descubrir en lo profundo de la tierra los tesoros perdidos. La guaquería dio al colono una base económica que le permitió asentarse en la mayoría de los pueblos que conforman lo que hoy se conoce como el antiguo Caldas. Al llegar al sitio elegido, los colonos levantaban un simple rancho, tumbaban el monte y mientras la tierra entregaba sus primeros frutos, se dedicaban al cateo y vaciado de guacas. Con la venta del oro hallado en ellas, adquirió lo necesario: víveres y herramientas. Con la generalización de la práctica de la guaquería aparecieron los primeros empresarios que financiaron la actividad. Ellos daban los gastos mientras otros se dedicaban a guaquear. Este sistema se conoció con el nombre de “Dar gastos”. En algunas ocasiones, el guaquero mediante la estrategia de contar cuentos fabulosos sobre las riquezas que hallaría, convirtió a familias aficionadas a la guaquería en “Gasteros” garantizando la comida y la dormida.
Desde siempre la actividad ha revestido un carácter clandestino ya sea por consideraciones legales, de creencias o por el temor al robo o expropiación de los objetos excavados.
En la actualidad el fenómeno sigue teniendo presencia en todo el país. Como actividad se halle presente en la vida cotidiana de muchas personas tanto a nivel urbano como rural, aunque casi siempre de manera esporádica. Los sucesores de los conquistadores y colonos de otras épocas han aprendido los procedimientos básicos del oficio ya sea por experiencia propia o a través de otros y realizan las excavaciones en áreas de difícil acceso.
Un complejo mundo de creencias y costumbres se ha ido formando alrededor de la guaquería. Este universo práctico integra creaciones de seres fantásticos, luces, sonidos, leyendas, tabúes y misterios como una rica mezcla de creencias paganas y cristianas, magia y misterio.
Aunque no todas son compartidas por los diferentes guaqueros, una de las más conocidas es la creencia de que las guacas, “alumbran”, especialmente los viernes santos indicando el sitio exacto del entierro. Otras creencias asocian a los tesoros espíritus que hacen ruido con forma de animal o de hombre. Así mismo, brujas y duendes juguetones y traviesos se han convertido en eternos guardianes de los mismos. El tabú más generalizado se refiere a la participación de la mujer en la guaquería. La prohibición incluye el que estas incluso vean las herramientas porque perderían efectividad.
Igualmente es preciso que entre los integrantes de la compañía no existan envidias ni ambición, ni mucho menos el ánimo de ofender a Dios, de lo contrario el oro desaparece o puede trocarse en piedras, agua, humo, ceniza o carbón, habitualmente el número de integrantes del equipo es preferible que sea impar y que carguen agua bendita de siete iglesias, ácido muriático o sal para alejar los malos espíritus.
La guaquería y el daÑo al patrimonio cultural
La guaquería, tanto durante su
primer periodo con la conquista
española, como durante el segundo con la colonización antioqueña, tuvo como objetivo fundamental la búsqueda exclusiva de los tesoros indígenas contenidos en las tumbas indígenas. Esta búsqueda febril no estuvo orientada al rescate del material arqueológico por su valor cultural o artístico, sino al deseo de enriquecimiento fácil a través del oro. Esta actitud significa la destrucción de las piezas excavadas pues los objetos en oro fueron fundidos y vendidos, en tanto el material cerámico, lítico y textil no corrió con mejor suerte y simplemente desapareció. Los guaqueros acostumbraban quebrar la cerámica al considerar que podría tener oro adentro o que carecía de poco valor comercial.
De las piezas en alfarería lograron salvarse algunas por su forma o decoración, siendo entonces conservadas como objetos curiosos que llamaron la atención de viajeros y en otras ocasiones dieron inicio a las primeras colecciones. Una cantidad importante de piezas de orfebrería salvadas de los hornos de fundición salieron del país y entraron a enriquecer las colecciones de museos extranjeros.
La práctica de la guaquería al destruir importantes vestigios arqueológicos ha privado a las generaciones presentes y a las futuras de importantes bienes cargados de significación cultural que posibiliten el reencuentro y el reconocimiento de las diversas culturas de los grupos que nos antecedieron.
En la actualidad, la cantidad de piezas que continúan siendo encontradas son pocas en comparación a otras épocas y el valor que ellas revisten actualmente es comercial y obedece a que las piezas han entrado a hacer parte del comercio ilegal de objetos exóticos y arqueológicos que ha denotado un renovado interés en ellas.
Al comercio ilegítimo de piezas precolombinas, difícil de controlar ya que opera clandestinamente se le suma un desconocimiento de la legislación sobre protección al patrimonio histórico y arqueológico. En otros casos las autoridades incluso la desconocen o no la aplican constituyéndose así un circulo vicioso en donde el guaquero no es el único culpable.
Generalmente ellos también desconocen la legislación sobre patrimonio y carecen de la educación necesaria para comprender el valor cultural que tienen los objetos así excavados. En otros casos, este comercio ilegal incita a simples aficionados a aventurarse en la guaquería. Básicamente se trata de campesinos sin tierra que terminan incursionando en esta actividad como una manera esporádica de conseguir dinero, pero todo lo anterior deja como final conclusión el daño al patrimonio cultural que las futuras generaciones se perderán de su conocimiento y disfrute.
El guaquero y el coleccionista en Támesis
Es común que entre los hombres exista la satisfacción de guardar y atesorar objetos que le llamen la atención por su belleza, o por el prestigio que estos le puedan brindar, al poseer un valor cultural e histórico, otras veces, se deja este valor cultural y sólo se poseen los objetos por el interés de atesorar y acumularlos sin tener un límite y en menores casos, la intención supera al objeto en sí, y se concentra en conocer sobre la cultura de los hombres que los crearon.
En Támesis los coleccionistas son aquellas personas que gustan de poseer objetos bonitos, exóticos, y en la mayoría de los casos dotados de un valor histórico y cultural, tal como sucede con las piezas arqueológicas, estas se encuentran muy ligadas al interés económico del coleccionista, pues de acuerdo a la antigüedad, la especialización en la elaboración de las piezas arqueológicas y a la importancia de pueblos que no pueden ya contarnos su historia, será avaluado como de mayor costo por estas personas. El “Objeto” deja de ser simple y a veces inútil, para convertirse en la expresión del pensamiento de los hombres que lo crearon y emplearon y, de la persona que ahora lo posee, porque al transcurrir el tiempo se le irá dotando de una nueva forma de pensamiento, de acuerdo a la época, el interés y la preparación intelectual del coleccionista.
En Támesis algunas personas obtienen por casualidad estos objetos, que son muchas veces hallados en sus viviendas del campo y traídos a sus casas para uso decorativo en la sala, el comedor, o para retener la puerta, al parecerles práctico, curioso o por no imaginar otra forma de poder usarlo.
En el coleccionismo podemos encontrar parte del primer origen o surgimiento de la institución museo, al iniciar la adquisición y acumulación de objetos de valor patrimonial, que más tarde, al ir evolucionando su concepción fueron catalogados, estudiados y expuestos, comenzando de nuevo a cobrar vida, y donde la comunidad ha jugado un papel activo primordial.
Es en esta medida, en que la interacción de los objetos, el museo y la comunidad produce un aumento en el valor cultural de estos bienes al poder ser conservados y perpetuados para el conocimiento de las posteriores generaciones.
En el caso de Támesis, hay personas que gustan de la búsqueda de “Tesoros” indígenas (guaqueros), y de otros que participan activa o pasivamente de la compraventa de objetos arqueológicos tales como piezas en cerámica, en oro y líticos, pocas de estas personas se dedican al estudio y conservación de estos bienes y en cambio, sí a la compra y venta de los mismos.
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Cómo citar este artículo:
Carlos Mario Duque Orozco. Acercamiento Etnohistórico a Los Cartamas y Caramantas,
y la guaquería en el Municipio de Támesis, Antioquia. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/cartamascaramantas.html
2015
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