Bachué: Relación mito-arte rupestre
José
Rozo Gauta joserozo@epm.net.co
Comentado por Pedro María Argüello
García
1. INTRODUCCIÓN
Insondable, inconocible e indecidible es la totalidad
de las manifestaciones culturales de los muiscas, no solo porque
carecemos de informaciones suficientes, sino por nuestra ignorancia
teórica y nuestra incapacidad de poder recrear unos significados
y sentidos de alguna manera ajenos a nuestro tiempo, a nuestra mentalidad,
a nuestras preocupaciones, pero muy allegados a nuestra identidad
perdida y a nuestro destino de pueblos colonizados, que desconociendo
su historia y su cultura, se han identificado con la del colonizador
y han colocado sus fuerzas y su inteligencia al servicio de las
dominaciones.
El primer reconocimiento del observador social
sobre cuestiones indígenas precoloniales debe ser la de su
incompetencia histórica y simbólica, lo que a su vez
significa su incapacidad psíquica (identidad pervertida)
y biológica (no aceptar la diversidad en su propio ser) de
reconocerse en unos antepasados que supuestamente ya no existen
y que solo nos han dejado algunas huellas, pero no nos legaron las
claves para descifrarlas. De ahí la necesaria dosis de cordial
locura que se necesita para intentar las aproximaciones. De ahí
que quienes nos hemos dedicado a interpretarlas todavía no
hemos sido capaces de aprehenderlas. De ahí que tengamos
que admitir no solo nuestra ignorancia, sino también nuestra
incapacidad biológica, intelectual y cultural para intentarlo,
y admitir también la necesidad antropo-social e histórico-cultural
y política que como colombianos y latinoamericanos herederos
de los amerindios, y como mestizos, tenemos de mirarnos, percibirnos
y reconocernos en el espejo de las sociedades indígenas precoloniales
y de las indígenas supervivientes.
En 1983 en un seminario sobre culturas del altiplano
cundiboyacense, realizado en la Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia en la ciudad de Tunja y donde participaron
Anielka Gelemur de Rendón, Clemencia Plazas de Nieto, María
Stella González de Pérez, Luis Wiesner, Helena Pradilla,
Jorge Villate, Gerardo Ardila y entre otros, Guillermo y Ricardo
Muñoz del grupo GIPRI (Grupo de Investigación de la
Pintura Rupestre Indígena) tuve la posibilidad de un acercamiento
más directo a las manifestaciones del arte rupestre de los
muiscas y a la incomprensión de que han sido objeto, no solo
por ellas mismas, sino por los bajos niveles de conocimiento de
quienes se han ocupado de ellas. Allí la discusión
giró en torno a posibles formas interpretativas y lo que
salió en claro fue nuestra ignorancia frente al tema y a
la manera de tratarlo. El arte rupestre indígena sigue siendo
una incógnita y un reto a quienes intentemos acercarnos,
pues su comprensión requiere ubicarlo en el contexto de una
totalidad cultural a la que es necesario conocer y a la que se va
enriquecer con nuevos conocimientos e interpretaciones.
En el caso de los muiscas, debemos reconocer que
nuestros conocimientos son insuficientes, pero lo poco que sabemos
ya nos permite acercarnos a la creación de contenidos culturales
y simbólicos que pueden, si no acercarnos a los muiscas,
si construir un imaginario que nos los represente, pues ahora no
se trata de buscar verdades científicas como en el viejo
paradigma, porque estamos seguros con Jesús Ibáñez
que: "La investigación social es una tarea necesaria
e imposible. Necesaria: pues la visión (semántica)
y el manejo (pragmático), "racionales", del orden
social lo exigen. Imposible de derecho y de hecho: de derecho, pues
el orden social solo funciona si es inconsciente; de hecho, pues
es paradójica (las pruebas empírica y teórica
son sentencias autorreferentes, la prueba empírica exige
medir la sociedad con instrumentos sociales, la prueba teórica
exige hablar del habla o pensar el pensamiento).(1)
Esta incertidumbre sobre nuestras construcciones
sobre los muiscas está presente en todos mis trabajos, aunque
no lo haya expresado. Mi visión del mundo corresponde antes
que nada a mis particularidades biológicas como observador,
a mi formación académica y cultural, y al deseo de
encontrarme a mí mismo, en mis propias, pero desconocidas
raíces. ¿Cómo hemos observado? Desde luego
que con los presupuestos teóricos que la sociedad nos ha
brindado, pero también con innovaciones. Para muchos, el
conocimiento de los muiscas y de cualquiera otra sociedad debe pertenecer
a una disciplina pura, ya sea esta la antropología o la historia,
y máximo a disciplinas híbridas como la etnohistoria.
Mi formación de historiador me convirtió en prehistoriador
con las consecuencias que ello implica, pese a que nunca he estado
de acuerdo con la falsa división de la historia humana en
prehistoria e historia, porque pienso que la hominización
(todavía no concluida) es un proceso unitario, múltiple
y complejo, que a la vez es biológico, social, antropológico,
ecológico, emocional, psíquico, cultural, noético,
lingüístico, etc., y que todos estos factores se han
interrelacionado e interpenetrado en forma sistémica para
producir el objeto de observación y el sujeto observador.
De esta manera, una manifestación cultural
como el arte rupestre no puede observarse separada de los diversos
contextos en que surge y se hace manifestación cultural,
pues en su percepción y descripción, necesariamente
hallamos la huella y algunos contenidos del todo antropo-socio-cultural
y noético y de los demás elementos que lo componen.
En la observación y descripción social hay que tener
en cuenta esos mismos aspectos como componentes del observador y
de sus instrumentos de observación, pues el observador social
no puede dejar de ser parte de una cultura y una sociedad, ni dejar
de estar configurado y de ser partícipe de los pensamientos,
la política, la identidad, la teoría y la praxis de
la sociedad de la cual emerge como tal observador. El arte rupestre
siendo un proceso social, está lleno de los contenidos de
los otros procesos que le son coetáneos y con los cuales
se halla en relaciones de interpenetración: económicos,
políticos, culturales, estéticos, religiosos, noéticos.
Su emergencia y contenido cultural solo es posible en la combinación
de múltiples y azarosas probabilidades y su observación
y descripción solo será posible desde observadores
nómades que asuman la inter-trans-multi-disciplinariedad.
Ello implica una existencia procesual compleja
de un objeto que requiere una descripción compleja en múltiples
niveles y dimensiones, es decir, de la combinación de los
contenidos, teorías, métodos, percepciones y discursos
de las distintas ciencias y disciplinas, tanto físicas como
biológicas y antroposociales.(2) Esa lectura no es fácil,
requiere del acercamiento a la totalidad socio-cultural, a los códigos
lingüísticos, a la conjunción de los contenidos
y sentidos histórico-culturales, a la comprensión
de las relaciones hombre / naturaleza, del ser humano con sus semejantes
y de las relaciones de los humanos con sus formas de pensamiento
y con las entidades, nociones, saberes, haceres y pragmáticas
que el devenir de dicha cultura ha creado y puesto en movimiento
ya sea en un pensamiento mítico, una práctica empírica,
un sentimiento y un emocionar religiosos, estéticos o científicos
que a su vez actúan con prescripciones y proscripciones sobre
la sociedad y los seres humanos que los han creado.
Las diversas manifestaciones de arte, aunque se
nos muestren autónomas, esa autonomía conlleva dependencias
que la entroncan e hibridan con los procesos y actividades socio-económicos
y organizacionales como la división del trabajo, con los
procesos culturales y lingüísticos como la creación
de significados, sentidos, formas, instrumentos y medios de expresión,
información y comunicación, con los procesos espirituales,
mentales y cognitivos, cuyos contenidos subyacentes es necesario
desvelar para analizarlos y al mismo tiempo sintetizarlos e incorporarlos
a la unitas multiplex de la cultura y sociedad que los crea, recrea
y transforma continuamente.
Los conocimientos actuales sobre el arte en general
y sobre el arte rupestre en particular pueden codificarse en tres
grandes vertientes que corresponden, como los conocimientos científicos,
a las tres grandes olas de la física: mecánica, relativista
y cuántica.
En la visión mecánica se halla la
noción del arte por el arte, es decir, aquellas comprensiones
y descripciones que miran el arte en forma disyuntiva, determinista,
separado de la sociedad, la cultura y los sujetos que lo crean,
lo incorporan a la deriva antropológica, a los eventos socio-culturales
y noéticos de una sociedad dada y finalmente al observador
que trata de interpretarlo con su bagaje de conocimientos rígidos
y separadores. Este tipo de estética no contemplaba la posibilidad
de un arte indígena fuera de la cultura occidental y de sus
cánones y consideraba el arte de los pueblos no occidentales
como realizado por infantes y gentes sin posibilidades estéticas
y simbólicas. El arte clásico es canónico y
era más importante la forma que el contenido y con ello no
decimos que allí no hubiera habido contenidos y sentidos
muy profundos.
En la visión relativista, la comprensión
es indeterminista de primera especie, depende del punto de vista
de múltiples observadores en distintos espacios y tiempos,
cada uno de los cuales da su propia versión del acontecimiento.
Ya el conocimiento llega a ser posible en la interacción
simbólica de los diversos interpretantes desde distintos
lugares y percepciones. Para esta visión el arte mismo ha
cambiado por iniciativa de los propios artistas que abandonan su
etnocentrismo y se adentran en las posibilidades estéticas
de pueblos extraños a Europa como lo dejan ver inicialmente
las obras del surrealismo y fundamentalmente las obras del cubismo
inspiradas en el arte asiático, africano y un poco el indoamericano.
Ya la obra no es clásica y presenta múltiples miradas
posibles, multiplicidad de fragmentaciones, dislocaciones, interpretaciones,
nuevas emociones y nuevos goces. Ya la obra no es clara, ni lineal,
ni de perspectiva tradicional y así mismo su observación
se deja llevar por múltiples interpretaciones y disciplinas.
En la visión cuántica tanto el objeto
como el sujeto observador son indeterministas de segunda especie,
el objeto es arrastrado por el observador que al observarlo y medirlo
lo altera. "Lo que exige una inflexión reflexiva: sujeto
interior al objeto, objeto interior al sujeto (lo que existe es
la relación sujeto / objeto, en la cual el sujeto y el objeto
son proyecciones. Es obvio, por ejemplo, que el investigador social
es interior a la sociedad (es parte y función de ella), que
la sociedad es interior al investigador social (el orden social,
que es el orden del decir, está engramado en él)."(3)
En la visión cuántica prácticamente no hay
objetos a la manera clásica, solo relaciones de relaciones
y las relaciones sujeto-objeto son de interpenetración, es
decir, que cada uno de los sistemas: observado y observador no solo
se constituyen mutuamente, sino que además cada uno contiene
y está constituido con elementos de cada otro al pertenecer
ambos al mismo entorno que es la observación. El sujeto observa
al objeto con elementos, procesos, técnicas, teorías,
metodologías y lenguajes que son sociales, culturales, noéticos,
paradigmáticos y pragmáticos que pertenecen a una
sociedad histórica que puede tener observadores sociales
y aunque el sujeto arrastra el objeto, al observarlo y describirlo
proyecta sobre él su propia configuración, su propia
sabiduría y su propia ignorancia, y a veces en una observación,
aprendemos más de las intimidades del observador que sobre
el objeto que trata de describir. El sujeto al tratar de medir altera
al objeto y se hace entonces necesaria una cibernética de
segundo orden capaz de observar la medida de la medida, la observación
de la observación y pensar el pensamiento.
Siendo el sujeto observador y el objeto observado
proyecciones de la relación entre el uno y el otro, la operación
de observación y descripción que realizamos es una
operación por medio de la cual sujeto y objeto se cocrean
mutuamente en el orden simbólico, preexistente a ambos, y
en el cual, cada uno encuentra su lugar. El resultado de tal interacción
es la descripción que el sujeto observador hace del objeto
observado, pero el objeto observado en la descripción no
es el objeto de una realidad segura y objetiva, sino el resultado
de la proyección del sujeto, el resultado de la proyección
de sus conocimientos e ignorancias, y como es posible observar,
en la mayoría de las descripciones sociales realizadas en
Colombia, hay mayor proyección de la ignorancia, la jactancia
y la llenura del sujeto observador, que no solo distorsiona el objeto,
sino que distorsiona la percepción y la observación
y con ellas la identidad de los lectores.
Como el lenguaje en que hablamos y describimos
sirve para (d)enunciar, en ese proceso de habla o de texto nos (d)enunciarnos,
y a veces, el oyente o el lector aprende más de nuestras
más secretas intimidades que de lo que estamos enunciando.
De ahí que la conversación o la publicación
sean una especie de cárcel de cristal en la que nos mostramos
y nos enunciamos y denunciamos a nosotros mismos. Cuando decimos
lo que decimos, sin darnos cuenta, mostramos lo que somos y lo que
hacemos, y el ser y hacer de un observador es todo aquello que los
instrumentos de observación, paradigmas, métodos,
teorías, conceptos, nociones, cultura general, etc., le permiten
ser, hacer y decir.
Cuando Ibáñez dice que el objeto
es arrastrado por el observador nos está diciendo que aquel
objeto que el observador percibe y describe depende de la ontología
y la epistemología del observador y de sus instrumentos de
medición. Como el arte y otras creaciones culturales y noéticas
humanas no son cuantificables tanto el sujeto observador como los
instrumentos de medición como las teorías, métodos
y el lenguaje mismo con que describen inciden sobre el objeto y
lo transforman. Ello implica que el observador re-crea la obra de
arte para incluirla en la enciclopedia de su cultura y sociedad.
Esta operación perceptiva y descriptiva es muy compleja porque
involucra al sujeto observador con todas sus cargas y herencias:
biológica, social, cultural, cogitacional, lingüística,
emocional, estética, científica, política,
etc., cargas que configuran la multiplicidad en la unidad que es
un sujeto observador. Aquí el observador neutral, objetivo
y separado del objeto desaparece, y con él, desaparece la
observación objetiva, cierta, determinista, verdadera.
La observación entonces surge de la interacción
del sujeto y del objeto, ambos emergentes y prisioneros del orden
simbólico. Como el orden simbólico es una creación
social, inter y trans-subjetiva que a su vez configura la mente
de todos y cada uno de los sujetos, ese orden del decir establece
en la sociedad y en los sujetos individuales las prescripciones
(lo que se puede decir) y las proscripciones (lo que está
vedado decir), establece los instrumentos del decir (paradigmas,
teorías y métodos) y las maneras del decir (retóricas,
estilos).
Cuando Lacán dijo que uno no habla un lenguaje,
sino que es hablado por un lenguaje, instauró en el discurso
analítico y en el científico de las ciencias humanas
la necesidad de hablar el habla y pensar el pensamiento, y en las
ciencias físicas y biológicas la necesidad de medir
la medición.
Una obra de arte es considerada como tal, solo
cuando produce en el observador una emoción estética
y/o cognitiva que le permite recrearla para sumirse en ella con
goce. En el arte rupestre indígena se combinan lo bello y
lo cognitivo, pero también lo pragmático, lo semántico,
lo paradigmático, lo empírico, lo lógico y
lo perceptivo. Arte, mito, rito, cognición, estética
y praxis se subsumen en un todo significante y operante, configuran
un sistema complejo de sentido, significaciones, emociones, pensamientos,
percepciones y acciones conductuales. En la concepción y
percepción del mundo arcaico no había lugar para las
separaciones, sin que ello signifique que no hubiera distinciones
y fronteras entre unas cosas y otras. Sin estas no habría
semántica, ni estética y mucho menos pensamiento.
Ocurrían engramaciones, hibridaciones, interpenetraciones,
dominio de un elemento del sistema sobre los otros, en otras palabras,
actualidad de unos elementos y virtualidad de otros, según
las praxis y momentos y todo esto hay que valorarlo en las observaciones
y descripciones.
El texto que hoy entrego se ha reelaborado para
la presente edición, y aún pienso que es susceptible
no solo de mejorar, sino de falsar y de transformar con nuevas informaciones,
teorías y métodos, tarea que dejamos a los futuros
observadores.
El tema fue expuesto en el VII Simposiun Internacional
de Arte Rupestre Americano dentro del 45 Congreso Internacional
de Americanistas en julio de 1985 y publicado en la revista Universidad
de Antioquia 212, Vol. LXI, abril/junio 1988. Fue el primer trabajo
interpretativo de arte rupestre realizado durante mi desastrosa
y onerosa pertenencia a GIPRI, donde financié el trabajo
de campo y los materiales audiovisuales de los cuales se ha apropiado
Guillermo Muñoz, quien fue el fotógrafo de esa expedición
y que ha venido presentándolos como propios, como ha hecho
con los trabajos, aportes económicos y de tiempo de decenas
de jóvenes investigadores que al igual que yo debieran denunciarlo,
pues durante más de veinte años se ha presentado como
el adalid del arte rupestre indígena en Colombia cuando solo
es un buen fotógrafo y un buen apropiador de dineros y cosas
ajenas.
Además de Muñoz, autor de las fotografías
que ilustran el texto, en el trabajo de campo participaron Mario
Parra, Héctor Morales y Víctor Raúl Rojas Peña
a quienes agradezco la donación de su tiempo, su trabajo,
sus estímulos y sus esfuerzos.
La publicación en Rupestreweb complementa
mi artículo anterior y es una colaboración abierta
que muestra tanto las dificultades como las posibilidades de interpretación
y la necesidad en cuanto sea posible de conocer el todo cultural
y a partir de ahí mirar y leer.
2. RESUMEN DEL MITO DE ORIGEN
Las crónicas de la invasión española
a territorio colombiano traen información sobre la vida económica,
social, política y cultural de los antiguos habitantes del
altiplano cundiboyacense. En ellas hemos rastreado noticias, que
difícilmente se hallan en los archivos coloniales con los
cuales se complementan, ni son susceptibles de ser descritos en
los trabajos arqueológicos.
Las crónicas son los documentos más notorios de la
época que describen y cuentan aspectos (fragmentarios y deformados)
del pensamiento muisca sobre el origen del mundo, de la sociedad,
de las instituciones sociales y de las construcciones mentales,
y es por ellas, que sabemos algo de la cosmovisión y de los
mitos.Medrano nos cuenta la existencia de Bague, madre de las potencias
Cuza, Chibchachum, Bochica y Cihiminigagua: " Estos con su
madre, después de muertos, se les quedaron en veneración
de dioses(4), y a éstos hacen estatuas, imágines,
ofrendas y templos, con grandes ofrecimientos de oro, esmeraldas
y otras cosas, mantas, maíz, frutas..."(5).
De Cuza solo nos informaron su nombre. Chiminigagua
que era la fuerza de la luz, fue según el mito de la Sabana
de Bogotá, el creador del cosmos y del mundo: " A este
dios reconocen por omnipotente señor universal de todas las
cosas y siempre bueno y que creó todo lo demás que
hay en el mundo, con quedó tan lleno y hermoso..."(6)
Chibchachum era una potencia propia de los muiscas
de la Sabana de Bogotá y era su protector hasta el momento
en que ofendido por sus protegidos los castigó inundando
sus tierras con fuertes avenidas de los ríos Funza y Tibitó.(7)
Una vez inundada la Sabana de Bogotá Bochica
es invocado por los muiscas para controlar la catástrofe
y él viene en ayuda rompiendo las rocas que represaban las
aguas, donde ahora es el Salto del Tequendama, por cuya abertura
salieron las aguas represadas: "Arrojó la vara de oro
hacia Tequendama y abrió aquellas peñas por donde
ahora pasa el río, pero como era la vara delgada no hizo
tanta abertura como era menester para las muchas aguas que se juntan
en los inviernos y así todavía rebalsa..."(8)
Chibchachum vencido por Bochica fue destinado por éste a
llevar sobre sus hombros la tierra que antes reposaba sobre enormes
guayacanes. Como venganza Chibchachum maldice a sus antiguos protegidos
anunciándoles la muerte de muchos cada vez que aparezca Cuchaviva,
el Arco Iris. De esta manera Bochica se convierte en la principal
potencia de los muiscas y como tal, en su configuración antropomorfa
enseña a sus creyentes formas de comportamiento y de culto,
artes, formas de organización social y los oficios entre
los que se destacan los hilados, los tejidos y la pintura en las
rocas y en las mantas.
Bachue no aparece en la lista de los hijos de
Bague que trae Medrano, pero no dudamos que sea hermana de los anteriores
y a ella correspondió la creación del género
humano, la población de la tierra y la enseñanza y
protección de la horticultura.
3. BACHUE CREA LA HUMANIDAD
Creemos indispensable transcribir el texto íntegro
del cronista:
"En el distrito de la ciudad de Tunja, a cuatro leguas de la
parte del Norte y una de un pueblo de indios que llaman Iguaque,
se hace una coronación de empinadas sierras, tierra muy fría
y tan cubierta de páramos y ordinarias neblinas que casi
en todo el año no se descubren sus cumbres, si no es al mediodía
por el mes de enero.
Entre estas sierras y cumbres se hace una muy
honda de donde dicen los indios que a poco de que amaneció
o apareció la luz y criadas las demás cosas, salió
una mujer que llaman Bachue y por otro lado acomodado a las buenas
obras que les hizo Furachogue, que quiere decir mujer buena, sacó
consigo de la mano un niño de entre las mimas aguas de edad
de hasta de tres años y bajando juntos desde la sierra hasta
lo llano, donde ahora está el pueblo de Iguaque, hicieron
una casa donde vivieron hasta que el muchacho tuvo edad para casarse
con ella, porque luego que la tuvo se casó, y el casamiento
fue tan importante y la mujer tan prolífica y fecunda que
de cada parto paría cuatro a seis hijos, con se vino a llenar
toda la tierra de gente, porque andaban ambos por muchas partes
dejando hijos en todas, hasta que después de muchos años
estando la tierra llena de hombres y los dos ya muy viejos se volvieron
se volvieron al mismo pueblo y dél llamando a mucha gente
que los acompañara, a la laguna de donde salieron, junto
a la cual les hizo la Bachue una plática exhortando a todos
la paz, conservación entre sí, la guarda de los preceptos
y leyes que les había dado que no eran pocos, en especial
al orden del culto a los dioses y concluido se despidió con
singulares clamores y llantos de ambas partes, y convirtiéndose
ella y su marido en dos muy grandes culebras, se metieron por las
aguas de la laguna, y nunca más parecieron por entonces,
si bien la Bachue se apareció muchas veces en otras partes,
por haber determinado desde allí los indios contarla entre
sus dioses, en gratificación de los beneficios que les había
hecho. Siguiéronse de este engaño otros muchos y no
fue el menor persuadirles el demonio fundándolos con esto
a que le hicieran sacrificios en las aguas (como ya tocamos hablando
de la laguna de Guatavita) en que tuvieron todos estos naturales
ordinaria frecuencia, pues no había arroyo, laguna ni río
en que no tuvieran particulares ofrecimientos..."(9)
4. INTERPRETACIÓN LINGÜÍSTICA
El cronista nos da una interpretación diciendo
que Furachogue quiere decir mujer buena, y es que esta palabra está
compuesta por tres morfemas lexicales que son fura o fucha, que
se traduce por mujer, cho que significa bueno y gue que es del verbo
ser. Así mismo Bachue está compuesto por los morfemas
fa o va, con el significado de digno o afuera y chue que significa
pecho, seno. Esto traduciría "la de los dignos pechos",
"la de los pechos desnudos" y más exactamente "la
de los dignos pechos desnudos".
El sentido de la palabra Bachue hace énfasis
en la desnudez del torso, hecho que además de connotar la
acción alimenticia matricial, es concomitante con el mito
de Bochica, uno de cuyos significados es "sacerdote de las
mantas": Bochica enseñó a hilar y tejer mantas,
pues antes de él los muiscas se vestían en forma rudimentaria
con planchas de algodón en rama atadas con cuerdas de fique.(10)
Pero no solo se advierte en el mito el aspecto
sociológico, posiblemente es más importante el simbolismo
que hay en la narración. Los senos desnudos aluden a la comida
del infante y a la madre bondadosa y alimentadora y los de Bachue
son la comida primaria de los hijos que ella parió y simbólicamente
la de todos los muiscas sus engendrados, sus alimentados, sus deudores,
sus adoradores y sus alimentadores en cuanto ofrendadores. Ella
es la Madre, la primera proveedora de satisfacciones y de demandas,
la primera identificada e identificadora, la dueña del espejo,
el primer ser amado y amador, pero ella en la cultura muisca se
simboliza en general en la Madre Tierra y en particular en la tierra
negra de cultivo, las que dan origen a la vida, las dadoras de alimentos
y a ellas, en el símbolo unificado de Madre Tierra se rinde
culto y se le dan los alimentos y fuerzas necesarios en los sacrificios
y ofrendas de la fertilidad, los cantos del cultivo y la cosecha,
los rituales de correr la tierra y las ceremonias del despertar
de la fertilidad y los rituales sexuales del inicio de la siembra.
En la vida cuotidiana de los muiscas la imagen
de Bachue estaba relacionado con lo placentero, lo agradable, lo
distendiente, o sea, con la maternidad, la comida, el abrigo, el
techo, el fuego casero, la casa de habitación, la múcura
de chicha y la olla de las viandas, el placer sexual, la complementación
masculino-femenino, hombre-mujer, arriba-abajo, muerte-vida, etc.
Al mismo tiempo era el paradigma de lo humano y trazó el
camino que los muiscas deberían seguir en el transcurso de
su existencia: vino del mundo desde el abajo, llegó a la
tierra entre las aguas y por ellas mismas regresó al mundo
de abajo que es el mundo de ciertas potencias, fuerzas, influencias,
poderes y de los muertos. El placer oral que brinda en su símbolo
Madre Tierra estaba ritualizado en las ceremonias de la fertilidad,
en las ofrendas al agua, su elemento, en las ofrendas de olor y
humo y en las ofrendas de esmeraldas, flores y frutos.
Bachue, madre de la humanidad, Tierra Madre, era
la potencia encargada de la fertilidad del suelo, de la abundancia
de las cosechas, de la fertilidad animal y humana, y en general
proveedora-protectora de la nutrición de los muiscas, y por
ello, como humana arquetípica perdía energía
en su labor y necesitaba ser recompensada y nutrida ritualmente
por sus alimentados: "También la diosa Bachue era común
a todos, pero en especial era el amparo de todas las legumbres,
ofreciéndole sahumerios de moque y resinas."(11) En
otras palabras Bachue era la potencia, la fuerza, el poder y el
principio de la fertilidad femenina, la cual se complementa, se
opone, se contradice y entra en relaciones de concurrencia y cooperación
con la fuerza y el principio de la fertilidad masculina, cuyo símbolo
era la fuerza de la luz, entre los astros el sol, cuyos rayos seminales
fecundan las semillas y complementan el principio femenino en la
generación del precario equilibrio de energía que
significa la vida. De ahí la gran importancia cultural y
noética expresada en la narración mítica, donde
haciendo a un lado los mal llamados "dioses", o antropomorfizaciones,
lo que hallamos en las profundidades del pensamiento indígena
son energías circulantes en estado precario de equilibrio,
es decir, en constantes fluctuaciones y cambios de estado, que es
lo que significan las transformaciones de la narración mítica.
De esta manera la energía de la fertilidad
femenina, es personificada primero en Bague, madre de las potencias,
luego en Bachue, madre de la humanidad, y al mismo tiempo simbolizada
en diferentes entidades admitidas por la cultura como elementos
cargados de la energía del principio de la fertilidad femenina.
Entre la gente en primer lugar la madre, actualización del
principio, con sus papeles fermentadores de la vida, nutricios,
placenteros e identificadores, luego la mujer en general, actualización
del principio femenino de la fertilidad en cuanto posible madre.
Entre lo que nosotros hoy en día concebimos
como objetos naturales los muiscas veían este principio femenino
en el elemento tierra, en el agua en cualquiera de sus manifestaciones,
especialmente aquellas de singular representación como las
lagunas (Guatavita, etc.), los pozos (Pozo Donato, etc.), los ríos
y fuentes, especialmente los lugares de pesca (chucuas), los humedales,
etc. Aquello que nosotros llamamos accidentes geográficos
como montañas eran el cuerpo de la madre; las cañadas,
cuevas, vertientes hidrográficas, saltos de agua, nacimientos
de agua eran considerados como su sexo y en estos lugares se hacían
ofrendas específicas de carácter masculino para fertilizar
el útero de la madre.
Entre las cosas construidas por los seres humanos,
es decir, entre los artefactos el principio femenino de la fertilidad
estaba representado en las casas ceremoniales, las de habitación,
la múcura o el calabazo de la chicha, el poporo, la totuma,
la mochila, la petaca y otros artefactos que eran continentes y
fermentadores de algo.
También Bachue era el símbolo de
la inmortalidad, pues con su retorno al mundo de abajo inauguró
el camino de los muertos que regresaban al útero cósmico
envueltos en mantas (placenta) a través de la tumba (útero
maternal), pues la muerte para los muiscas no era un acabarse del
mundo o del individuo, sino un cambio de medio ambiente, un llegar
al lugar ideal de descanso y de placer, pues las almas:
"...bajan al centro de la tierra
a donde tiene cada cual provincia,
términos y lugares diputados,
según acá los tienen y poseen
y hallan casas hechas y labranzas
a donde tienen vida descansada."(12)
De esta manera se imbrican los símbolos
que contienen los dos nombres o advocaciones que los muiscas dieron
a esta potencia en los paradigmas culturales y de pensamiento sobre
la mujer muisca: madre buena y trabajadora, imagen y semejanza de
Bachue, símbolo eminente de la tierra y de la múcura,
seno y lecho del hombre.
Esto no es todo. Bachué y Furachogue son
avatares (13) de la Madre Cósmica, del principio femenino
de la fertilidad, del principio femenino del mundo, de las influencias
energéticas y de los sistemas vivientes, fundamentalmente
los seres humanos. Esto merece mayores estudios en el futuro.
5. INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
Muchas mitologías y especialmente las americanas,
reconocen la existencia de una pareja primigenia, prototípica
y deificada que da origen a la humanidad. Aquí, en las culturas
llamadas muiscas de los Andes Orientales no se trata de un único
mito de origen, pues a pesar de la unificación que la historia
y la antropología han venido haciendo de una posible cultura
muisca, no hay tal unidad en la realidad, sino una variedad de culturas
locales con complejos, diversos y análogos procesos de organización
socio-política, mentalidad y adaptación-adopción
de nichos ecológicos similares. En contra del cronista que
dice que Bachue era común a todos los muiscas, pensamos que
esa comunidad era solo en cuanto protectora de las legumbres, es
decir, como fuerza de la fertilidad agrícola en su complemento
femenino, pues como madre universal solo lo era de los muiscas de
la Sabana de Bogotá y de los valles adyacentes y cuanto más
de las tierras unificadas en las conquistas del zipazgo.
El hecho de que el lugar geográfico del
espacio mencionado en el mito (laguna y pueblo de Iguaque) quede
más cerca de Tunja que de Bogotá, nos sugiere problemas
territoriales, políticos, étnicos, desplazamientos,
conquistas de territorio, disputas entre etnias y cacicazgos que
obligaron a los primitivos hijos de Bachue a emigrar hacia el sur,
sin olvidar el punto de partida y sus orígenes míticos.
Lo que significa que el mito nos sugiere otra historia, la desconocida,
la que nos debe la arqueología en cuanto a las migraciones,
inmigraciones y movimientos poblacionales y culturales en el Altiplano.
Según las noticias que nos legaron los
cronistas, entre los muiscas del norte (Tunja y Sogamoso) la humanidad
fue creada por los caciques de Sogamoso y Ramiriquí, quienes:
"...hicieron todas las personas, a los hombres de tierra amarilla
y a las mujeres de una yerba alta que tiene el tronco hueco."(14)
La diferencia en el mito antropogénico
entre los muiscas del norte y del sur nos está dando un indicador
sobre la necesidad de profundizar la búsqueda, el estudio
y la comprensión de la diversidad y pluralidad de estas culturas
y pueblos que genéricamente hemos denominado muiscas y de
los que estudios del futuro nos podrán mostrar su variado
origen, sus semejanzas y diferencias regionales y locales, tal como
nos inducen a pensar y nos indican los mitos.
No tenemos la documentación cierta acerca
de la pertenencia, tributación y subordinación de
la población de Iguaque al momento de la invasión
española. Falchetti y Plazas ubican su territorio sin mencionar
el pueblo en el territorio del zacazgo(15). Es posible que fuera
como otros cacicazgos, territorio de disputas, o una población
independiente. Cerca de Iguaque queda el valle de Saquencipá
y la laguna de Cucaita, en cuyo territorio solo un siglo antes de
la llegada de los europeos hubo movimientos de conquista y dominación
por parte del zaque hacia los alrededores de la laguna, generando
presión y desplazamiento poblacional hacia Sora e Iguaque(16).
Bachue y su esposo en su labor genética
de poblar el mundo se desplazaban dejando en cada lugar escogido
parte de su descendencia y aunque el mito no lo refiere, es posible
que los condicionantes de lugar y tiempo hubieran generado ciertas
jerarquías y status entre las diferentes poblaciones y cacicazgos,
que luego fueran motivo de guerras, usurpaciones y dominaciones
que en la realidad histórica fueran parte del movimiento
de las etnias que en diversas oleadas ocuparon el Altiplano.
Bachue aparece en el mito como prototipo de mujer,
que además de hermosa era muy prolífica, descripción
y arquetipo que repercutirá en la mentalidad y en la vida
cuotidiana de los muiscas, pues le transfiere ese poder mágico
al cultivo de las legumbres y hacen de ella la potencia de la fertilidad
femenina. Como su acción es anterior, en el contexto narrativo
y socio-histórico, al de Bochica y como ella era venerada
y ofrendada como potencia de la fertilidad, pensamos que esta entidad
mítica fue superior en jerarquía a otras potencias,
fuerzas y energías sobrenaturales durante un largo período,
por lo menos durante las etapas en que se desarrollaron la horticultura
y la agricultura temprana con su organización matriarcal
y de consanguinidad matrilineal del pueblo narrador. Durante este
período era apenas natural que las mujeres cuidaran del huerto
mientras los hombres se dedicaban a la caza, la pesca y la recolección.
En épocas posteriores, con el desarrollo
de la agricultura y los posibles cultivos masivos de maíz
y tubérculos andinos esta entidad siguió siendo la
fuerza de la fertilidad femenina al lado de la nueva, la solar,
masculina, con la cual forman un solo principio unidual de la fertilidad
que es a la vez masculino y femenino, solar y lunar-chtónico,
contradictorio, complementario y concurrente. El principio femenino
de la fertilidad no pudo ser desplazado por el descubrimiento real
o simbólico del principio masculino ni por los mitos posteriores
que involucran el principio masculino, porque la entidad de Bachue,
además de seguir siendo fuente de la fertilidad conservó
su status de madre primigenia, manifestación y dueña
de las aguas. Al nivel general de los cultos muiscas hemos hallado
contradicciones, concurrencias, antagonismos y complementaciones
entre el culto acuático y el culto solar que nos hablan de
la manera como se llevaron a cabo las hibridaciones y las complementariedades
del movimiento semántico de los mitos y los ritos.
Como madre universal, como potencia de las aguas
y principio femenino de la fertilidad y como abridora del camino
del mundo de abajo, Bachue era objeto de veneración y de
ofrendas en todos los lugares donde hubiera aguas: lagunas, ríos,
cascadas, chucuas, fuentes, pozos, manas, nacimientos, etc. Allí
se le ofrendaban tunjos de oro, cobre y tumbaga, caracoles marinos,
cuentas de caracoles, cintillos, frutos varios, esmeraldas y otras
piedras y artefactos de piedra, cerámicas y fragmentos de
cerámica. También eran lugares para ofrendas las grutas,
cuevas y aún las grietas de las rocas y cordilleras, pues
cada apertura de la tierra era en la mentalidad de los muiscas el
útero fecundo de la madre tierra que era necesario de fertilizar
por medio de ofrendas, y al mismo tiempo cada apertura de la tierra,
incluida la tumba, era el inicio del camino hacia el útero
de la madre, o sea, hacia el mundo de abajo, donde vivían
algunas potencias sobrenaturales y espíritus de los muertos.
Los hombres y mujeres muiscas venían del centro de la tierra
y hacia él iban en el momento de los rituales funerarios.
Hubo de tener esta potencia muchos lugares sagrados
dedicados a su culto, no tanto templos, sino barbacoas especiales
en las casas sagradas, y fundamentalmente espacios naturales, como
las manifestaciones particulares de agua, donde se realizaban las
ofrendas y se le ofrecían sahumerios, oraciones y se hacían
las peticiones y ruegos. Hay que entender que el culto a la madre
Bachue no era a la manera como los cristianos adoraban a María,
y ella no era una entidad divina y privilegiada, separada de los
hombres y mujeres comunes y corrientes por sus poderes y omnipotencia.
Para los muiscas Bachue era la madre en todos los sentidos biológicos
y culturales de lo que ello significa, era la fuerza de la fertilidad
humana, animal, vegetal, todo lo que se recibía de ella era
beneficioso para los muiscas, pero era una potencia energética,
es decir, que como todo humano y ella lo era, aunque humano arquetípico,
trabajaba y se desgastaba en su labores, motivo por el cual había
que alimentarla, mantenerla, inyectarle neguentropía, que
son los sentidos amerindios del culto, de los sacrificios y de las
ofrendas.
Sabemos por las crónicas que en la Laguna
de Fúquene hubo en una de sus islas un "templo"
atendido por cien sacerdotes. Allí, en una de sus islas todavía
hay un lugar que se llama el Cerro de Bachue y donde los campesinos
guaqueros de la zona han realizado hallazgos importantes como figuras
de cobre en forma de serpientes y dragones. Los actuales habitantes
de los alrededores de la laguna dan testimonio de haber recogido
de sus orillas tunjos de oro, cobre y tumbaga, así como esmeraldas,
volantes de huso, estatuillas ántropo y zoomorfas, pipas
de piedra para fumar, y en épocas de sequía como ocurrió
en la década del treinta, cuando la laguna se retiró
varias cuadras dejando seco y cuarteado su antiguo lecho, dicen
haber visto sacar, además de lo anterior, remos, restos de
canoas, pesas de red en piedra y "otros objetos muy curiosos".(17)
También es muy sabido que las lagunas guardan
grandes tesoros, que para los profanos en pensamiento indígena
son metales y piedras preciosas. Para los muiscas estos tesoros
eran la comunicación y comunión con las potencias,
eran los tesoros de lo sagrado, de lo tabú, del ritual, en
el caso de las lagunas era, y sigue siendo para los campesinos herederos
de los muiscas, la riqueza grande de la fertilidad de la tierra,
es decir, de las buenas cosechas y de la comida abundante, era la
riqueza del conjuro del azar que asecha a todos los agricultores,
era la seguranza de la subsistencia cotidiana. Para los invasores
españoles y luego para los criollos republicanos era el oro,
cuya codicia los llevó a generar múltiples empresas
para desaguar las lagunas (18).
El culto a Bachue no pudo ser destruido por más
de cuatro siglos de occidentalización, colonización
y enseñanza y adopción de una lengua y una religión
extrañas, pues sobrevive en forma discreta y a veces clandestina
e inconsciente en nuestros días entre los mestizos del altiplano
cundiboyecense, el pie de monte llanero y los Santanderes. La laguna
de Iguaque es cuidada con celo por los habitantes del pueblo de
Iguaque y allí todavía los campesinos celebran secretamente
algunos rituales (19).
Además, en toda el área de herencia
muisca el agua y las serpientes que se hallan en fuentes, manas
y pozos son todavía objeto de respeto y veneración.
A las serpientes se les llama "madre de agua", y está
totalmente prohibido matarlas, hacerles daño o ahuyentarlas,
pues cualquier desafecto hacia ellas causaría la sequía
de las manas, la escasez de agua, la infertilidad, las malas cosechas
y el hambre. No hay laguna en las altas montañas que no tenga
su misterio y que no sea temida por los campesinos, pues por medio
de leyendas, cuentos maravillosos y mitos se ha mantenido su tabú
y el miedo a hacia lo sagrado como una forma de resistencia a la
profanación que hacen los buscadores de tesoros, no solo
ajenos a la cultura muisca, sino sus destructores. Estas narraciones
populares cuentan de las desgracias que le pueden ocurrir a quien
intente penetrar en las lagunas: en ellas hay grandes serpientes,
dragones, cuervos encantados, toros, vacas, cueros de vacunos, mujeres
extremadamente bellas, doncellas, mohanes y otros seres maravillosos
y temibles que hipnotizan al extraño visitante y lo arrastran
al fondo de las aguas. Además de acercarse a las lagunas,
está prohibido penetrar en sus aguas o arrojarles objetos
como piedras o palos, pues entonces viene súbitamente una
gran tempestad que arrastra hacia el fondo de la laguna al irrespetuoso
profanador (20)
En otras lagunas, entre las cuales se halla la
de Fúquene, es común la aparición en los juncales
de las orillas de una clueca con pollos todos de oro que a medida
que alguien la quiere apañar va acercándose al agua
hasta que misteriosamente y por encanto desaparece cuando ya el
cazador la tenía a mano. Allí mismo en altas horas
de la noche se aparece el mohán, que es un niño rubio
y amarillo que de vez les hace compañía a los barqueros
que tienen que hacer un viaje nocturno. La ambición de todo
barquero es adueñarse de él rociándole orines
o sal, pues de esta manera pasa el encanto y queda inmóvil,
pues es todo de oro puro (21).
Estas leyendas y consejas vienen de la religión,
los rituales , la mitología y la vida cuotidiana de los muiscas,
vienen del respeto y veneración que esta entidad mítica
recibía de sus alimentadores precoloniales y no han podido
ser extirpados por la religión católica y la cultura
occidental, perdurando en el tiempo de larga duración en
forma de pensamientos y comportamientos culturales que sirven de
identidad a los herederos biológicos y culturales de los
muiscas y decimos culturales por cuanto en esta zona esos sentidos
y esos comportamientos no son solo de los indios y mestizos, sino
también de los blancos aculturados, de los colonizadores
amuiscados en este caso por los herederos de los muiscas, que burlando
la dominación económica, social, política y
cultural a la que han estado sometidos, fueron captando muy sutilmente
a sus dominadores a sus creencias, orden y visión del mundo.
La permanencia de estas formas de pensamiento y de comportamiento
es explicable por muchas razones, entre las cuales mencionaremos
aquí la coetánea permanencia de las labores agrícolas
realizadas hasta hace poco tiempo con las mismas técnicas
y rituales precoloniales y la poca permeabilidad cultural que ha
detenido hasta cierto punto la aceptación de otras formas
culturales, en otras palabras a la resistencia cultural, a la que
hemos dedicado otro estudio.
Hasta hace unos cuarenta años era común
en Boyacá y los Santanderes la siembra de agua en calabazos
que eran llenados en fuentes especiales, relacionadas con el culto
mariano, especialmente con la virgen de Chiquinquirá. Aparentemente
sería una piadosa costumbre cristiana y así ha sido
aceptada por el clero, pero la verdad es más profunda, pues
algunas advocaciones de la virgen María y en particular la
de la virgen de Chiquinquirá, cuyo templo y culto se estableció
en el mismo territorio del lugar de culto acuático de la
laguna de Fúquene, fueron para los indígenas coloniales
y luego para los campesinos republicanos la imagen paradigmática
de Bachue, y esto es demostrable haciendo un censo de las imágines
cristianas femeninas veneradas, repitiéndose aquí
la historia del sincretismo religioso indígena-cristiano
común a todos los pueblos americanos sometidos al catolicismo,
pues también los lugares de culto solar indígena fueron
adaptados para el culto a Cristo o a los santos, de tal manera que
no habiendo más fuentes para corroborarlo, hoy en día
se puede hacer el mapa del culto solar y acuático de los
muiscas a partir de las imágines del santoral cristiano veneradas
en la zona. Es por ello que el agua para sembrar era sacada de los
santuarios marianos y es por ello que estos santuarios fueron construidos
en aquellos sitios acuáticos de las peregrinaciones religiosas
muiscas, llamadas por Rodríguez Freile (22) "ceremonias
de correr la tierra", posiblemente en memoria de la larga peregrinación
de Bachue y su esposo en su tarea de poblar la tierra.
Ahora ¿qué significan las leyendas
de las lagunas y los peligros que corren quienes se acercan a ellas?
Defensa de un orden del mundo, defensa de unos contenidos profundos
e inconscientes de las antiguas mitología y religión
muiscas y permanencia de sustratos de pensamiento precolombino,
de antiguos comportamientos indígenas que aún en nuestros
días perviven y son parte de la vida cotidiana y de la identidad
cultural de los campesinos de la zona de herencia muisca, y como
elementos de identidad juegan un papel semejante al espejo: permiten
reconocer lo propio y reflejan lo extraño.
6. MITO Y PETROGLIFO
En la vereda La Laja del municipio boyacense de
Buenavista hemos hallado un petroglifo cuyo contenido icónico
puede revelarnos su sentido si conocemos de antemano el mito transcrito
por los cronistas. El petroglifo fue realizado en una roca más
o menos llana de origen cretácico situada en uno de los tantos
rellanos de una prolongada pendiente que mira hacia el valle y río
del Magdalena.
Hemos dado a este petroglifo el nombre de la Roca Madre por
varias razones: primera, porque vemos en ella un desarrollo epilítico
de los aspectos fundamentales que narra el mito de la Madre Bachue;
segundo, porque algunos aspectos formales de las figuras del petroglifo
constituyen un paradigma icónico que sirve para el entendimiento,
reconocimiento y diferenciación de figuras semejantes que
hallamos en otros petroglifos y en las pictografías del Altiplano
Cundiboyacense, especialmente hacia la zonas de Cundinamarca, y,
tercero, porque los contenidos y sentidos de este petroglifo ponen
en evidencia que los muiscas o sus antecesores étnico-culturales
si hicieron petroglifos, cuestión que niegan casi todos los
investigadores del arte rupestre de esta zona y cultura.
A unos quince kilómetros y en el mismo
municipio, queda la vereda Cañaveral, en la cual también
hay petroglifos que fueron estudiados por Silva Celis, quien los
atribuye a pueblos no muiscas. Dados sus aspectos formales, estaríamos
en principio de acuerdo con este autor, pero pensamos que los petroglifos
muiscas son poco conocidos y menos estudiados y que el material
disponible no permite todavía estas aseveraciones. De otra
parte la etnogeografía muisca es desconocida, al igual que
sus inmigraciones y movimientos internos, sus conquistas, pérdidas
territoriales, sus hibridaciones étnicas y culturales y sus
adaptaciones culturales, hechos que dilucidados en un futuro, pueden
darnos más luces para atribuir los petroglifos de Cañaveral
a los muiscas. Un conocimiento más profundo de la mitología
muisca y en particular del mito de Bachue debe conducir en un futuro
al estudio de las permanencias y variaciones étnicas y culturales
en los Andes Orientales y a su confrontación con las innovaciones
y cambios que generalmente representan invasiones, hibridaciones
y adaptaciones-adopciones culturales.
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Foto
1A. Petroglifo de Buenavista. |
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Foto
1B. Petroglifo de Buenavista. Detalle |
Volviendo a la Roca Madre y basados en la secuencia
narrativa de los mitos cosmogónico y antropogénico
que traen las crónicas proponemos una percepción,
lectura, descripción y explicación entre lo que verbalmente
dicen las crónicas y los símbolos icónicos
que podemos observar en el petroglifo de Buenavista. El argumento
icónico que reproducimos aquí (Ver fotos 1A y 1B)
puede leerse en la medida en que los dos textos de los mitos, el
icónico y el narrativo se fundan en uno solo, creando un
representamen paradigmático de doble representación
e interpretación, de tal manera que llegamos virtualmente
a la visión émica de los muiscas, entre quienes era
común que quienes miraban el petroglifo estaban en capacidad
de ver él, las mismas secuencias narrativas del mito narrado,
y quienes oían la narración oral del mito, estaban
en capacidad de prefigurarse las posibilidades de su representación
icónica. Estas eran las formas representacionales que configuraban
la competencia real del simbolismo entre los primitivos usuarios,
pero no es la nuestra, por lo menos en el nivel de su estudio, ya
que comprendidas las dos posibilidades, parcialmente podemos acercarnos
a la visión emic, desde luego sin despojarnos de nuestra
visión etic, pues lo que hacemos cuando investigamos, no
es otra cosa que inventarnos un mundo dándole sentido (casi
siempre occidental) a un montón de retazos de culturas no
occidentales desaparecidas, con lo cual estamos diciendo que la
observación de las culturas precoloniales e indígenas
actuales tienen una urgente necesidad de descolonización
paradigmática, política, de discurso y de sentido.
El petroglifo muestra una bipolaridad dimensional:
diacrónica y espacial que permite su lectura siempre y cuando
de antemano como observadores, sepamos la narración mítica.
Ambas dimensiones, espacio y tiempo, imposibles de separar en el
ícono, crean la materia prima de las posibilidades significantes
y de sentido en las cuales se imprimen las unidades culturales que
configuran el conjunto estructural-semántico del texto.
Aquí espacio y tiempo se desplazan en múltiples
direcciones y sentidos, algunas de ellas desconocidas e inaceptadas
por nuestra cultura occidentalizada al no ser lineales. En primer
lugar debemos mirar el ícono de manera contraria a la occidental
que nos dice que nosotros los observadores con nuestra corporalidad
somos el punto axial de referencia espacial. En este caso nuestro
lado izquierdo no corresponde a la izquierda del ícono, sino
a su derecha. Así dejamos de ver el ícono desde nuestro
lugar íntimo e intransferible del egocentrismo, sentido que
era absurdo entre los muiscas, pues ellos no pensaban que estaban
mirando el ícono, sino que el ícono los observaba
a ellos y su energía los afectaba, de la misma manera que
los rituales afectaban la energía de las potencias y de la
historia sagrada representada. Comprender esto significa cambiar
las direcciones en su descripción, para los muiscas el lado
izquierdo, identificado con el occidente era el lugar de la oscuridad,
la enfermedad, el miedo y la muerte, aspecto que nos obliga a entender
que el desplazamiento narrativo icónico ocurre de derecha
a izquierda, como si el ícono nos mirara, pues el punto de
partida, es el oriente, el lado masculino, de la potencia solar
que trae la vida, la luz, la energía y el bienestar.
Esto implica que el petroglifo se realizó
después de los cambios sociológicos, políticos
y culturales inmersos en la secuencia narrativa del mito de Bochica
(23). Dentro de este desplazamiento espacial va inmerso y formando
una unidad con él, el movimiento temporal que pertenece inicialmente
a la narración mítica y por lo tanto en la representación
icónica, es el generador de los movimientos espaciales que
son argumentativos de las unidades culturales que contiene, que
al ser traducidas de imágenes verbales a imágenes
plásticas necesitan un espacio empírico tangible que
las sustente y les permita expresar su movimiento a través
y por medio de su nueva forma expresiva.
De esta manera la totalidad textual del petroglifo,
compuesta de elementos icónicos múltiples y diferentes,
opuestos, antagónicos y complementarios representa los siguientes
conjuntos de expresión y sentido que a la larga son los que
arrastran, generan y conllevan en sus unidades semánticas
el movimiento espacio-temporal, el contenido comunicacional-informativo
y la forma expresiva de comunicación:
A. Conjunto de la derecha (entendido desde el ícono
mirando hacia nosotros). Contiene este conjunto figuras diversas
antropomorfas en movimiento, mezcladas con otras figuras que pudiéramos
llamar "abstractas" y de otro modo "geométricas"
entre las que sobresalen un círculo, líneas en diferentes
direcciones y unas líneas "quebradas" que separan
este primer conjunto del resto de la representación y la
argumentación.
B. Gran conjunto que abarca todo el centro y la
izquierda del petroglifo, constituido por figuras antropomorfas,
zoomorfas, fitomorfas y diversas esquematizaciones de figuras y
rostros humanos, conjunto que a su vez está compuesto por
cuatro subconjuntos que son:
B.1. Centro arriba, conformado por dos cuadrúpedos
separados por un vegetal en forma de palmera.
B.2. En la parte céntrica, configurado
por los dos personajes centrales y figuras antropomorfas esquematizadas
que emergen de ellos hacia abajo partiendo de las figuras céntricas.
B.3. Hacia la izquierda del anterior se forma
un conjunto, cuya parte superior se inicia con una figura humana
en posición de parto, con manos de tres dedos, levantadas
a lado y lado del rostro y de cuyo vientre hacia abajo se generan
figuras en forma de rostros y de figuras humanas esquemáticas.
B.4. Último conjunto, localizado en la
parte izquierda que se inicia en la parte superior con una figura
humana que lleva en sus espaldas un niño, cuyo rostro y manos
sobresalen del hombro izquierdo de dicha figura. Hacia abajo y emergiendo
de la misma figura hay esquemas de rostros similares a los del conjunto
anterior.
Hasta aquí hallamos que el petroglifo como
una totalidad de plano de la expresión y plano del contenido,
permite dos posibilidades de lectura que venimos enunciando: una
lectura de izquierda a derecha para la totalidad del ícono,
y otra, de arriba hacia abajo para los subconjuntos que de izquierda
a derecha constituyen la secuencia B. Esta parte formal o plano
de la expresión no está separada del contenido, es
interdependiente con la parte significativa y constituye parte de
los significados particulares y del sentido general o contexto en
que se hallan inscritos los subconjuntos y el sistema global del
ícono como un todo. El plano de la expresión está
configurado y constreñido por el contenido, lo que quiere
decir que la narración oral del mito es una construcción
mental anterior a la representación icónica de algunas
de sus secuencias.
Nuestra interpretación trata de hacer la
lectura del petroglifo basándonos en una yuxtaposición
de significados de las unidades semánticas del ícono
y los fragmentos de los mitos contados por los cronistas, siguiendo
desde luego los conjuntos que hemos desglosado.
6.1. CONJUNTO A
Este conjunto icónico configura por sí
mismo una secuencia narrativa dado que las figuras antropomorfas
en diferentes movimientos y posturas tienen su propio significado
que se halla en relación de interdependencia y conectividad
con las que hemos denominado "líneas quebradas".
Sobresalen en este conjunto dos formaciones significativas: la primera
corresponde a una figura circular y una antropomorfa contiguas ubicadas
a la derecha. La figura antropomorfa es relativamente grande en
relación a las otras del mismo conjunto situadas en diferentes
lugares a su izquierda. Esta figura antropomorfa, casi sedente,
está con los brazos levantados a los lados del rostro.
Foto 2.
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Foto
2. Comjunto A, detalle. |
La segunda formación significante está
compuesta por varias figuras antropomorfas y por una serie de líneas
que conforman figuras poco definidas, separadas del resto del ícono
por una línea quebrada vertical. Proponemos, de acuerdo a
los textos de las crónicas una lectura para este conjunto,
por medio de la cual, vemos expresadas y representadas aquí
algunas imágenes del mito cosmogónico, algunas de
ellas conocidas por los textos de los cronistas, otras ignoradas
por las crónicas y desconocidas también por nosotros.
En palabras de Simón:
"... tienen noticia de la creación
del mundo y la declaran diciendo que (...) antes que hubiera nada
en el mundo, estaba la luz metida allá en una cosa grande,
y para significarla la llamaban Chiminigagua en que estaba metida
la luz (...) comenzó a amanecer y mostrar la luz que en sí
tenía. Y dando principio a crear cosas en aquella primera
luz, las primeras que crió fueron unas aves negras, a las
cuales mandó al punto que tuvieron ser, fuesen por todo el
mundo echando aliento o aire por sus picos; el cual aire era todo
lúcido y resplandeciente, con que habiendo hecho lo que les
mandaron, quedó todo el mundo iluminado y claro como es ahora,
(...) a este dios reconocen por Omnipotente Señor Universal
de las cosas y siempre bueno y que crió todo lo demás
que hay en el mundo, con que quedó tan hermoso y lleno."(24)
Emerge así de la superposición de
la narración mítica y del texto icónico la
primera hipótesis de interpretación. La primera secuencia
significante nos parece que hace alusión al texto citado
del cronista. La figura esférica podemos percibirla y observarla
como la "cosa grande" en que estaba metida la luz antes
del proceso de la creación del mundo. La figura antropomorfa
representaría entonces a Chiminigagua, simbolizado como una
entidad divina antropomorfizada con caracteres luminosos de carácter
solar que están representados en los rayos que rodean su
cuerpo y que manifiestan la carga energética del personaje.
La segunda secuencia significativa en relación
al mito aludiría a las acciones de Chiminigagua y de otras
potencias, fuerzas y energías de la creación, o secuencias
temporales de la misma, representados en las figuras antropomorfas,
que en diferentes poses, correspondientes a diversas actividades
y esfuerzos, crean el mundo y las cosas que hay en el mundo. Estas
figuras presentan cierta plasticidad que puede interpretarse como
el esfuerzo del tallador por imprimir movimiento a las figuras que
realizan las acciones de crear el mundo. Aunque el mito, transcrito
por el cronista, quien no estuvo bien informado o no quiso copiar
ese "sartal de disparates", no nos dice con qué
actividades las potencias crearon el mundo, pero el ícono
nos da indicios que permiten recrear algunas de esas actividades.
Seguidamente a la figura antropomorfa mayor y
hacia su izquierda hallamos en el segundo subconjunto otra figura
antropomorfa recostada hacia una línea vertical en una posición
de inclinación realizando una acción que pudiéramos
llamar de empuje. Esa línea vertical en su complejidad, ramificaciones
y personajes en acción que se hallan en su entorno pueden
estar indicándonos argumentaciones icónicas que el
cronista no transmitió sobre diversas acciones míticas
que ocurrieron antes de que amaneciera o antes de que hubiera gente
en este mundo. Pensamos, por ejemplo, en el árbol primigenio
que en otras culturas americanas da origen a las cosas que hay en
el mundo: ríos, montañas, animales, plantas alimenticias,
o al árbol que al inicio de los tiempos servía de
enlace y vía entre la gente de arriba y la gente de la tierra,
aspecto este último del mito que hemos encontrado en estudios
recientes sobre el folclor de la zona, donde las coplas nos mencionan
los amores y las competencias amorosas entre la gente astral y la
gente de la tierra (25).
Siguiendo la descripción del ícono,
hallamos hacia la izquierda del denominado árbol, otras cinco
o seis figuras antropomorfas en diferentes posiciones que pueden
estar indicando los trabajos de la creación del mundo o las
transformaciones que sufre el árbol primigenio por obra de
Chiminigagua, de otras potencias o padres y madres primigenios que
colaboraron en la creación de las cosas que hay en el mundo.
Ahora reconfigurada y recreada la narración mítica
olvidada por el cronista y puesta en escena gracias al petroglifo,
pasemos a tratar de relacionarla con otros elementos y aspectos
de la cultura.
En nuestro estudio sobre el espacio y tiempo entre
los muiscas hallamos en los diccionarios de la lengua las categorías
sémicas con las cuales denotaban sus diversas categorías
de tiempo, entre ellas las del tiempo mítico usadas en las
narraciones de su historia sagrada. Entre ellas encontramos:
"Ab initio saeculi, ante todas las cosas.
Unquynxie [o] unquyquienxie"(26) "Unquynxie se compone
de un, idea de barro, lodo; quy, árbol, bosque o idea de
fortaleza, y nxie, es una partícula adverbial que denota
de, desde. Así se da el sentido: desde el árbol enlodado
o desde el árbol (sobre) el lodo. También Unquyquienxie
parece componerse y (esto es válido para unquynxie, que parece
su apócope) de: unquy, tu has hecho, quie, árbol,
bosque y nxie, desde, con el sentido: desde el árbol que
hiciste, desde el árbol poderoso."(27).
La idea fundamental que nos interesa y que se
halla presente en el petroglifo es la de árbol, que en la
historia sagrada de los muiscas es anotada por los cronistas en
el mito de Chibchachum, quien, después de inundar la Sabana
de Bogotá en castigo por desacatos e irrespetos cometidos
por los muiscas contra él, fue cambiado su oficio, que desde
este episodio en adelante, consistió en cargar el mundo sobre
sus hombros:
"Pero el castigo que a él (Chibchachum,
J. R.) le había dado el Bochica por el hecho fue cargar en
sus hombros toda la tierra y que la sustentara; la cual antes de
esto dicen se sustentaba sobre unos grandes guayacanes."28
Con esta información sabemos el nombre del árbol y
en las crónicas es fácil seguir con otros aspectos
culturales relativos a dicho árbol, con el cual construían
las casas y los cercados de los caciques. En los hoyos que abrían
para enterrar los guayacanes que usaban para la construcción
de las casas dentro de los cercados y antes de poner los maderos
se colocaban unas niñas muiscas que eran sacrificadas, posiblemente
en recuerdo de algún otro episodio mítico que callan
las crónicas.
Con maderos de este árbol se confeccionaban
las gavias de los sacrificios humanos a la entrada de los cercados
que era también el inicio de la suna o carrera ceremonial
que conducía las procesiones rituales hasta el santuario.
La traída de estos maderos hasta los lugares de construcción
constituía una ceremonia especial acompañada con sacerdotes
vestidos de zorros con danzas, cantos y consumo de chicha y posiblemente
de enteógenos. El árbol de la vida era al mismo tiempo
el árbol de los enlaces, alianzas e inyección de neguentropía
a las fuerzas, potencias e influencias que circulaban en el mundo,
y que como entre los kogui, se hallaban al cuidado de los sacerdotes,
mohanes y chamanes, quienes los reverenciaban, alimentaban y al
mismo tiempo los controlaban.
La secuencia icónica muestra el árbol
y algunas acciones míticas que desconocemos, pero que en
una comparación etnográfica con los kogui y los cuna,
de la misma familia lingüística chibcha, se nos puede
aclarar. Los kogui dicen:
"Entonces se formó el noveno mundo.
Había entonces nueve Bunkuasé blancos. Entonces los
padres del Mundo encontraron un árbol grande y en el cielo
sobre el mar, sobre el agua, hicieron una casa grande. La hicieron
de madera y paja y de bejuco, bien hecha, grande y fuerte como una
cansamaría grande. A esta casa llamaron Alnaua. Pero no había
tierra aún. No había amanecido."(29)
Los cuna narran: "La mujer que vino ayer me
mostró el árbol de Palu-uala. En la copa de este árbol
hay tierras con cultivos, agua dulce y salada, peces y animales
de toda clase, aves y plantas." Después de los trabajos
de cortar el árbol que estaba amarrado a las nubes, "...cayó
el árbol, y del agua nacieron los grandes océanos.
La gente vino entonces corriendo y recibió cada cual parte
de frutas de diversas clases como plátano, yuca, ñame,
maíz, árboles frutales, etc., lo mismo que peces como
el pargo, sábalo, la corvina y muchos otros."(30)
Aunque entre los U´wa no hallamos una mención
directa al árbol, si encontramos relaciones e interacciones
entre las fuerzas e influencias del arriba y del abajo, de cuya
mezcla, expresada en colores, surge nuestro mundo del medio, en
el cual los cuidadores del mundo (la gente U´wa) han colocado
los pilares de piedra o menhires (posiblemente en recuerdo de los
antiguos árboles) que unen y comunican los mundos de arriba
y de abajo y organizan y controlan sus influencias.(31)
Estas citas, además de mostrarnos ciertos
enlaces en el pensamiento mítico entre diversos pueblos de
lenguas y culturas chibchas, fortalecen la probabilidad de que entre
los muiscas hubiera habido la posibilidad del árbol, del
cual los cronistas apenas lo mencionan en la nueva actividad de
Chibchachum. Ahora pensamos que las figuras antropomorfas que están
como trabajando en el árbol grabado en el petroglifo de Buenavista,
son las gentes que están recibiendo de alguna potencia los
frutos del árbol, es decir, plantas, animales, ríos,
valles y montañas.
Los límites del conjunto A y de su secuencia
narrativa están dados por una línea "quebrada"
hacia la izquierda que lo separa del conjunto B y que se prolonga
sobre este en la parte de arriba. Las líneas "quebradas",
son muy comunes, pero no han sido todavía interpretadas en
los petroglifos y pictografías muiscas. Tanto en la posición
vertical como en el ramal horizontal que se prolonga sobre la parte
superior del conjunto B estas líneas parecen indicarnos aspectos
del relieve, pues mirada de frente tal como está en el petroglifo
da la idea de serranías y/o montañas, muy comunes
en el relieve de la zona, en la narración mítica y
en los rituales que se celebraban en los cerros.
Estas supuestas montañas en el petroglifo
entroncan el mito de la creación del mundo con el mito de
la creación de la humanidad, según la versión
de los muiscas del sur. Los picos de las cordilleras y los senos
que ellas forman en sus depresiones fueron muy respetados y venerados
por los muiscas como asientos de fuerzas e influencias sobrenaturales,
pues lo cerros y riscos fueron los lugares preferidos para el culto
masculino, solar de la fertilidad, entre los cuales uno de los más
importantes era el sacrificio del niño-sacerdote o moxa y
las depresiones con sus cuevas, lagunas y chucuas fueron sitios
de ofrecimientos en el culto acuático o del principio femenino
de la fertilidad. En una de estas lagunas entre cerros, la Laguna
de Iguaque, salieron Bachue y Sue a dar origen a la humanidad.(32)
6.2. CONJUNTO B
Este conjunto, compuesto de cuatro subconjuntos,
como totalidad, se puede leer de derecha a izquierda, con la particularidad
de que los subconjuntos B.1. y B.2., son simultáneos en el
tiempo en cuanto a argumentación, aunque pueden leerse de
arriba abajo en el tiempo de la acción mítica, mientras
que los subconjuntos B.3. y B.4., presentan variaciones sobre un
mismo tema en una lectura por separado en la dirección arriba
abajo.
Subconjunto B.1
Ubicado, debajo de las que hemos denominado líneas
"quebradas" o montañas, este subconjunto está
configurado por dos cuadrúpedos entre los cuales se observa
un vegetal que es un helecho gigante que en la zona llaman palma
boba, cuyo tronco era de uso corriente entre los muiscas y aún
entre sus descendientes mestizos para la fabricación de las
viviendas comúnmente llamadas de vara en tierra, pues el
tronco de dicho helecho se colocaba y se coloca para sostener las
paredes y la armazón del techo, lo mismo que para sostener
el techo cuando a la casa se le hace corredor. Preguntados los campesinos
actuales responden que ha sido muy utilizada porque no se pudre
con la humedad del suelo como otras maderas. (Ver foto 3.)
|
Foto
3. Subconjunto B1. Helecho
y animales. |
A ambos lados de la palma fueron esculpidos en
bajorrelieve dos cuadrúpedos, que por su esbeltez pudieran
identificarse como venados o felinos. Desde luego que los venados
no tienen esa larga cola del grabado, pero sí los felinos
conocidos en la zona como león o puma, o el tigre, jaguar
o tigrillo, llamado en las crónicas y vocabularios coloniales
como gato montés. También esta figura zoomorfa puede
identificarse con el zorro. Veamos sus nombres en muisca:
"Gato montés. Nymy."(33)
"León. Chihisaba."(34)
"Tigre. Comba."(35)
"Venado. Chihica [o] guahagui."(36)
"Zorra. Fo"(37)
Estos tres especimenes de felinos mencionados,
al igual que los venados y zorros aparecen representados en piezas
de oro, cobre y tumbaga, pero en las crónicas no se mencionan
en los relatos míticos, sino en las descripciones de las
relaciones socio-políticas entre caciques y miembros de las
comunidades o como símbolo del poder del Zipa y los caciques:
"Cuando algún indio retardaba la paga
del tributo que se le debía al cacique, le enviaba con un
criado suyo un gato, león u oso que criaban en sus casas
para este efecto. (...) Lo mismo usaba en especial el Bogotá,
cuando enviaba a llamar algunos de sus vasallos, porque el gato
era como seña de que ellos eran los que los llamaban."(38).
Símbolo del poder como el anillo o el sello real en otras
culturas, el gato montés, silenciado en los relatos de las
crónicas tiene un profundo simbolismo en la cultura muisca.
Hemos hallado en manos de campesinos guaqueros
de los alrededores de la Laguna de Siguacinsa, hoy Fúquene,
figuras en cobre de este felino ofrecidas por los muiscas en las
grietas de las altas serranías de la zona, a una distancia
no mayor de treinta kilómetros del lugar en que se encuentra
el petroglifo.
El gato montés, tigre o león y/o
la fuerza sobrenatural, que él representaba para los muiscas
era muy importante, tanto que el morfema lexical que lo denomina
nymy, se halla en los nombres de dos potencias sobrenaturales como
son Nemterequeteba y Nemcatacoa, forma parte del nombre de uno de
los Zipas más importantes como lo fue Nemequene y es también
el componente de algunos topónimos como Nemocón y
Némeza. Veamos el significado de estas palabras:
Nemterequeteba, es palabra compuesta de nymy,
gato montés; te, abolladura, boquerón, (39) boquete
; de re o che (según variantes dialectales) que proviene
de chi, apócope de chie, luna, nosotros, nuestro (40); de
quete que proviene de quyty, telar (41) ; de quy que proviene de
quye, árbol, bosque; de teba que proviene de tyba, capitán,
mayor, amarillo. Tratándose de una potencia, es más
productivo traducir todo como "capitán del telar del
gato montés" o "digno telar de nuestro boquerón
del gato montés". Hay que recordar que Nemterequeteba
era una de las advocaciones dadas a Bochica, sacerdote de las mantas
o manta-venado, quien en la advocación nos muestra su afinidad
con los telares y el gato montés.
El venado era comida especial de gobernantes y
caciques, y vedada a los miembros simples de las comunidades, quienes
las consumían solo con permiso especial de la autoridad y
en algunos momentos rituales. Esta veda y tabú pueden estar
relacionadas con las actividades míticas y energéticas
del venado, lo primero en relación al encuentro y colaboración
con Bachue y su esposo, padres de la humanidad y el segundo con
la carga energética de no sabemos qué tipo, que el
venado contenía según el pensamiento muisca. Hallamos
en los diccionarios que miembro de la comunidad o vasallo como dicen
documentos, crónicas y diccionarios se decía Cupqua
[o] Cupqua chihica. Este último nombre en su segunda parte
identifica de alguna manera al venado con la denominación
del miembro de la comunidad en alguna relación totémica
o de orden animista que desconocemos. Lo poco que sabemos de la
concepción del venado entre los muiscas nos lleva a pensar:
primero, que el representado en el petroglifo es gente arquetípica,
por lo tanto antepasado, pariente y/o aliado de los muiscas y segundo,
que por dicho parentesco y razón totémica era prohibido
a los miembros de las comunidades.
El zorro Fo, es una de las advocaciones, nombres
o personificaciones de Nencatacoa: " A otro dios llaman Nencatacoa,
este era el dios de las borracheras y tejedores de mantas; ayudaba
a traer arrastrando los maderos gruesos para los edificios, aparecíase
en figura de oso, cubierto con una manta la cola de fuera, cantaba
y bailaba con ellos en las borracheras, no le hacían ofrecimientos
porque decían le bastaba hartarse de chicha con ellos, ni
él podía otra cosa, y esa es la razón porque
se hallaba a la rastra de palos, porque en aquella ocasión
se bebe mucho. Llamábanle otros el Fo que quiere decir zorra,
porque en figura de este animal se aparecía algunas veces
para que correspondiese la zorra con las borracheras."(42)
Así como Bochica, Nencatacoa tenía
dos advocaciones o era una potencia múltiple o unidual en
sus formas de representación como oso, gato montés
o zorro. Como en las transcripciones al español de palabras
de la lengua muisca la [b] y la [f] se intercambian porque ninguna
de ellas existía en la dicha lengua, sino una intermedia
entre las dos, tenemos que Fo es lo mismo que Bo que se traduce
por manta, tejido. Y todo en el mito está tejido, pero con
puntadas que no anotaron los cronistas, el mito tejido a la vida
práctica, a los pensamientos e ideas, a la mentalidad, a
los comportamientos, a la creación de la cosmovisión,
a la misma creación del mundo, de la gente y de las instituciones,
el mito estaba tejido a la vida cuotidiana y al pensamiento cotidiano.
Nencatacoa como oso parece ser un error del cronista ya que en los
diccionarios hallamos: "Oso, animal. Guia.(43)" Pero puede
ser una de las máscaras que vestían los sacerdotes
en el ritual de la rastra de los maderos para las casas sagradas
y para el cercado y casas de los caciques que no eran menos sagrados.
La construcción de cercados y casas de
caciques era un acto ritual, era trabajo sagrado, pues se trataba
simbólicamente de reconstruir el tejido del cosmos y del
microcosmos, era un ritual de regeneración, de repetición
de una acción primigenia de las potencias o los antepasados.
Cada cercado y casa eran representación del cosmos y del
mundo, su construcción un ritual que volvía a iniciar
el orden de las cosas, y cada uno contenía en sus diferentes
partes, edificaciones y lugares estratégicos, puntos de energía
cósmica, lugares de contacto con los mundos de arriba y de
abajo, lo que significa que el cercado era el ombligo del mundo,
el lugar de las energías, fuerzas, influencias y poderes,
y del contacto humano con ellos y con su mantenimiento y alimentación.
De ahí que oso, gato montés y/o zorro como fuerzas
de la naturaleza, seguramente como espíritus o dueños
del bosque, o como fuerzas antiquísimas cuidadoras de los
guayacanes primigenios que sostenían el mundo antes de Chibchachum,
se hagan presentes en la rastra de los maderos y en otras ceremonias
y rituales de recomposición cósmica, en las cuales
se ingería chicha y algunos enteógenos como tabaco,
yopo, hayo, etc.
Sin poder dilucidar con exactitud cuál
de estos cuadrúpedos representaba estas fuerzas, tanto al
nivel de la información de las crónicas, como del
petroglifo de la Roca Madre, tomamos la decisión arbitraria
de seguir interpretando estas figuras como gato montés.
El subconjunto B.1. no puede ser entendido ni
descifrado sin ligarlo al subconjunto B.2., que se encuentra debajo
y que representa en forma arquetípica a Bachue y su esposo,
madre y padre de los muiscas y al mismo tiempo, símbolos
de los principios masculinos y femeninos de la fertilidad. Estos
dos subconjuntos icónicos nos dan noticias de algo que el
relato mítico transmitido por los cronistas calla y son las
relaciones que establecen los padres de la humanidad con otros seres
vivientes que les precedían en la tierra o les fueron coetáneos
y que tenemos que interpretar como seres arquetípicos. Este
aspecto nos lleva a completar, creando por nuestra cuenta, ese pasaje
perdido del mito:
"Cuando Bachue y el niño salieron
de la laguna, bajaron a donde ahora está el pueblo de Iguaque
y allí se encontraron con la gente gato montés, con
quienes hablaron y se pusieron de acuerdo en las maneras de vivir
en este mundo. La gente gato montés les mostró su
manera de vivir y a Bachue le gustó y quiso vivir como ellos.
Entonces la gente gato montés le propuso ayudarle con la
construcción de una vivienda que le hicieron con palmas bobas
para sostener paredes y techo, con barro y carrizo entretejido en
las paredes y jupa (paja) y cañas para el techo. Como era
la primera casa, la búsqueda y rastra de las palmas bobas
se hizo con libaciones de chicha y con la presencia de Nencatacoa,
quedando así como costumbre."
Volvamos la vista al petroglifo. Sobre el felino
de la derecha hay un símbolo en forma de herradura que también
hallamos en los tunjos para significar la vulva y dar representación
directa al sexo femenino del personaje, con la diferencia que en
los tunjos se halla en el lugar anatómico adecuado y en el
petroglifo se halla como un símbolo adyacente de significación
especial, pero unido al conjunto o entorno que le permite expresar
su sentido. Bajo las patas del felino de la izquierda hallamos un
símbolo identificable como una línea recta que puede
ser una vara de mando o una singular forma fálica(44). Tengamos
en cuenta estos dos detalles que se interpretarán en B.2.,
en cuya interrelación se nos muestra su contenido.
Subconjunto B. 2.
Localizado en el centro del petroglifo este subconjunto compuesto
por dos figuras humanas con rostros y parte del torso. Los rostros
presentan diferencias y aunque ambos son triangulares, el rostro
de la derecha es menos triangular y más tosco y adusto que
el de la izquierda, cuyas facciones son más finas. Hacia
abajo de las dos figuras principales y como emergiendo de ellas
hallamos estilizaciones de rostros humanos: dos cuadrados bajo la
figura de la derecha y uno de dos triángulos unidos por uno
de sus ángulos representando dos rostros simétricos
en dirección arriba-abajo. Este subconjunto es el nodo de
las relaciones intratextuales del icóno, identificables con
las del relato mítico que traen las crónicas.
Observemos las figuras, (Foto 4)
|
Foto
4. Subconjunto B2. Hombre
y mujer en el centro. |
La figura principal de la derecha presenta un
adorno capital o capacete que puede interpretarse como una corona
o gorro adornado con plumas, muy semejante a uno arqueológico
que existe en la exposición permanente sobre la cultura muisca
en el Museo Nacional de Bogotá. Así mismo en su mano
derecha, sobresaliendo de su cabeza hasta acercarse al felino de
la derecha encontramos otro símbolo identificable como una
vara de mando con ciertos trazos difíciles de interpretar
hacia la parte inferior que suponemos sea su mango. En representaciones
de bastones de mando votivos en cobre y oro arqueológicos
que conocemos hay diversas figuras zoomorfas, fitomorfas y otras
no identificables. Este objeto, de indiscutible simbolismo del poder
cacical, en las formas más disímiles, es un anexo
común e identificador en los tunjos de oro, cobre y tumbaga
que representan personajes masculinos con rasgos denotadores de
poder que también llevan coronas o capacetes.(45)
Las líneas que configuran el rostro de
este personaje, cuyo ángulo de la barbilla es más
obtuso que su homólogo de la figura de su izquierda, muestran
además en sus diferentes texturas la tosquedad de un rostro
masculino. A la altura del pecho y emergiendo hacia abajo de su
hombro izquierdo, vemos dos rostros humanos de forma cuadrada, cuyo
sentido posible describiremos al compararlos con los que se desprenden
de la figura de la izquierda que son triangulares.(46) En otras
palabras, la figura central de la izquierda representa una figura
masculina, la de un tyba, con los adornos de un personaje de poder,
como cacique, capitán o gobernante.
A diferencia de ésta, la figura a su izquierda
no presenta adorno capital ninguno, su rostro es de menor dimensión,
en forma triangular con ángulos más agudos, especialmente
el de la barbilla, todo mucho más fino y delicado que en
la figura anterior. A la altura del rostro, a su lado izquierdo
hallamos una figura en forma de espiral que no dudamos en identificar
como un caracol, cuya significación en la cultura muisca
tiene que ver con los principios de la fertilidad y los rituales
y el culto del principio femenino de la fertilidad. En el lado izquierdo
de su pecho, vemos dos circunferencias, una de ellas sin cerrar,
que pueden ser intepretados como pechos de mujer y pueden indicarnos
el nombre del personaje: Bachue, madre de la humanidad, uno de cuyos
significados es dignos senos o la de los pechos afuera. Como en
la figura anterior y emergiendo de ella, a la altura del pecho izquierdo,
vemos una figura humana, formalmente como dos triángulos
unidos por uno de sus ángulos, cada uno de los cuales contiene
dentro de sí tres puntos para indicar los órganos
del rostro (ojos y boca) con la particularidad que el rostro de
abajo está ubicado con sus órganos y posición
en forma simétrica al rostro de arriba, como efecto de espejo,
de una manera tal como si uno de los rostros hubiera sido dibujado
con tinta china en un papel y luego se hubiera doblado para producir
su simétrico, con la particularidad, aquí en el petroglifo,
de que el rostro de abajo es un poco más pequeño que
el de arriba y que carece de una línea de sobrecobertura
que tiene el de arriba.
Este subconjunto nos muestra el núcleo
de la narración mítica tanto en las crónicas
como en el petroglifo, alrededor del cual se configuran entrelazados
con él, los argumentos secundarios: se trata de la pareja
divina, ancestral que da origen a la humanidad. Las figuras del
centro son Bachue y su esposo ya maduros y llenos de hijos.(47)
Pero no solo eso. En la parte formal y estética hallamos
la clave para la interpretación de otras obras de arte rupestre
muisca en sus modalidades de petroglifo y pictografía. El
hombre arquetípico (cara más o menos cuadrada en el
petroglifo, cerámica y metalurgia) genera hombres y la mujer
arquetípica (cara triangular) genera mujeres. Esto parece
decirnos el argumento icónico que estamos analizando, sintetizando,
recreando y recomponiendo al mismo tiempo, pues de cada una de las
figuras centrales se generan rostros humanos como líneas
de descendencia arquetípica. En términos artísticos
lo masculino formal representado en el petroglifo muestra el origen
y la representación de lo masculino humano del cual deviene,
y lo femenino formal representado muestra el origen de lo femenino
humano, lo que nos está diciendo que los muiscas fueron capaces
de plasmar sutilmente en el grabado estas ideas abstractas y formales
que se hallan también en las pictografías y que aquí
encontramos el ábrete sésamo de su explicación.
De estos seres arquetípicos se muestra su poder generacional,
pues ambas son una síntesis icónica del gran principio
unidual de la fertilidad masculino-femenina. De la parte izquierda
del pecho del hombre hacia abajo emergen rostros cuadrados y de
la parte izquierda del tórax de la figura femenina de la
izquierda emergen los dos rostros simétricos triangulares
con una particularidad en lo femenino que en seguida describiremos.
Las figuras con rostros triangulares e inversos
y simétricos, que también observamos en los siguientes
subconjuntos, no representan cálices como ha interpretado
Silva Celis en los petroglifos vecinos de Cañaveral. Tampoco
representan una sola persona, sino supuestamente dos, similares,
análogas y diferentes. Lo que se representa aquí no
son personas o caras de personas, aunque esto parezca. El petroglifo
representa ideas y conceptos paradigmáticos, cualidades netamente
femeninas y por lo tanto relacionadas con el culto de la fertilidad
femenina, pues aluden al mana, al poder de la fertilidad y a la
capacidad reproductiva de la mujer arquetípica y por lo tanto
de la mujer cotidiana, de tal manera que el rostro de arriba es
el rostro de la madre y el inverso y simétrico de abajo es
el rostro de la hija, que con los ojos hacia abajo y la boca hacia
arriba nos indica que está saliendo del vientre de la madre
y está mostrando no solo un nacimiento, sino todo el complejo
proceso y conocimiento de la virtualidad femenina.
De esta manera, esta parte central del petroglifo
muestra la identidad, la similitud, la diferencia, la contradicción,
cooperación, el antagonismo y la complementaridad entre los
conceptos y principios masculino y femenino de la fertilidad, entre
el macho y la hembra. Ambos poseen su propio principio y su propio
poder de fertilidad. Vemos que nos muestra la diferencia que se
hace con una distinción que es la que venimos describiendo
y es que la mujer realiza el parto, posiblemente único acto
de la mujer que no puede realizar el hombre. Este aspecto de simbolismo
argumental no solo es común del petroglifo en cuestión,
sino muy común en la pictografía de la zona y solo
a partir del conocimiento de la Roca Madre nos va a ser accesible
en otros lugares y con otras técnicas.
La posición que tienen estas dos figuras
centrales nos dan la clave para el comienzo del entendimiento de
los significados de las direcciones entre los muiscas. Cuando el
petroglifo nos mira, el hombre está ubicado a la derecha,
al lado masculino, solar, el oriente, y la mujer está situada
a la izquierda, el lado femenino, lunar-chtónico, el occidente,
de tal manera que nos induce a pensar que la conjunción de
estos dos lados, de estas dos direcciones, de estos dos colores
(que desconocemos) unifica dualizando el gran principio rector del
mundo: el principio de la fertilidad. Este hecho de hallar al hombre
o su símbolo en el petroglifo, en el lado solar (amarillo),
también nos está dando indicios sobre el tiempo relativo
en el cual el petroglifo fue elaborado, pues antes de su elaboración
material sobre la roca tenía una elaboración mental,
espiritual, ideológica que el artista va a plasmar significativamente
en su labor. El hecho de hallar al hombre en el lado solar nos habla
de una etapa agrícola más o menos desarrollada, nos
habla de la existencia de los cacicazgos, del comienzo del predominio
del hombre sobre la mujer, pues aunque el argumento general del
petroglifo nos hable de la fertilidad y del principio de la fertilidad
femenina, es decir, del culto a Bachue, el orden y la orientación
de la representación de lo uno y de lo otro nos habla de
un tiempo social masculino, lo que quiere decir, que este petroglifo
fue realizado en tiempos agrícolas, cuando el mito de Bochica
y sus transformaciones sociales y políticas estaban bien
cimentadas en la vida cotidiana y cultural-noética de los
muiscas. De hecho, cuando se hizo el petroglifo, el hombre cotidiano
y su poder fertilizador de la mujer y del cultivo del maíz,
ya era considerado junto con el sol y la dirección de arriba
como una de las dos partes integrantes y constitutivas del principio
cósmico y universal de la fertilidad, tan caro a éste
y otros pueblos agrícolas.
En la parte de arriba y sobre las dos figuras
principales del subconjunto B.2., describimos los dos felinos interpretados
como la gente tigre o gato montés, que ayudó y enseñó
a los primeros padres el arte de la construcción de la vivienda.
Unidos los dos subconjuntos hacen una sola unidad textual con la
cual intentamos otra interpretación. Ahora podemos leerlos
de arriba a abajo, formando dos subconjuntos que nos muestran la
unión de lo femenino y lo masculino en el de la derecha,
arriba mujer-felino, abajo macho humano arquetípico; y la
unión de lo masculino y lo femenino en el de la izquierda,
arriba macho felino, abajo hembra humana, intento de interpretación
que también nos permite mirar los cuadrúpedos como
animales totémicos, como gente arquetípica y ya no
como felinos solamente, sino posiblemente como venados, como miembros
de las comunidades, como representación artística
y mítica de la gente común muisca, la cual, desde
el origen del poder cacical estaba obligada a trabajar en la construcción
de los cercados y casas de los caciques.
Los dos conjuntos observados mirados de arriba
abajo harían dos parejas, la primera venada-hombre y la segunda
venado-mujer como si el argumento icónico nos estuviera hablando
de formas pasadas de matrimonio o de cierto tipo de intercambio
de mujeres entre las comunidades que habitaban el Altiplano y las
que recién migran al lugar, aspectos poblacionales que desconocemos
en otras fuentes, pero que aquí planteamos como hipótesis:
los inmigrantes y vencedores de culto solar, hombres pluma o guacamaya
(ver adorno capital) solo pueden unirse con mujeres venado (o felino)
y los hombres venado (o felino) reciben a cambio mujeres guacamayo.
¿Y de dónde, además del adorno capital, traemos
a colación el guacamayo? Nos adelantamos al numeral 6, y
a la descripción de la copa del Museo Arqueológico
de Pasca donde se nos aclaró el nombre del padre de la humanidad
y esposo de Bachue: se llamaba Sue, el guacamayo. Y pensamos en
el venado como posible tótem y antepasado de los muiscas,
pues la veda de su carne para los miembros de las comunidades (profanos)
y la comida de ella por parte de personajes sagrados (caciques,
gobernantes) puede estar aludiendo a esta historia mítica
que desconocemos. Así, el venado no solo se convierte en
el antepasado que da origen a algunas comunidades muiscas, sino
también en el animal en el cual habitan las almas de los
muertos que regresan a su origen, como se colige de una de las preguntas
del confesionario: "¿ Auéis d[ic]ho, nosotros,
indios, no iremos al çielo porque en muriéndonos nuestras
almas tanbién an de morir o se an de ir al páramo
y haçerse benados o hosos?"(48)
Es interesante que en el texto de esta cita en muisca aparezca la
palabra chicaba para denominar el tipo de venado en el que trasmigrarían
las almas de los muertos.
El tema de las transformaciones postmortem entre
los muiscas no ha sido tratado y no es fácil hacerlo por
indocumentación. Podemos pensar en que estos débiles
y fragmentarios datos nos están hablando sobre ideas religiosas
de la metempsicosis y las reencarnaciones entre los muiscas, que
los católicos, ortodoxos y contrarreformistas frailes cronistas
se autocensuraron para no dar ocasión de escándalo
y de pecado a los posibles lectores, que en su mente solo eran cristianos.
Ni el tema del venado, ni el de la muerte, ni el del culto de la
fertilidad, ni otros muchos se han profundizado en las observaciones
que se han venido realizando (incluyendo las mías) sobre
la cultura muisca.
En los diccionarios hallamos que los muiscas distinguían
y nominaban tres especies de venado: el que ya hemos mencionado
como cuhupqua chihyca, el denominado guahagüi y otro llamado
chicaba. No sabemos si uno en particular o todos ellos tabuados
para el consumo de los miembros simples de las comunidades, pero
el estudio lingüístico (con el cual somos recurrentes
desde el comienzo de nuestros trabajos sobre los muiscas) nos abre
la posibilidad, si no de saber, por lo menos de lenguajear (crear
mundos posibles con el lenguaje) sobre ello. Veamos lo que podemos
inferir del análisis lingüístico de estos nombres.
Guahagüi está constituido por dos
morfemas lexicales guaha y gui. De guaha no tenemos idea de lo que
pueda significar en este nombre, pero lo hallamos emparentado con
guahaia, palabra que junto con bgye designan por separado el cadáver
o el muerto.(49) Guahaia
en el contexto que venimos describiendo podría significar
ya es venado, indicándonos nociones de la transmigración
de las almas. El otro lexema Gui significa esposa o compañera,
de tal manera, que podemos pensar que entre los muiscas como ocurre
entre los kogui, hay una compañera o guía del alma
hasta llegar al mundo de abajo que es el mundo de los dioses y de
los ancestros. Entre los kogui, la Mujer-calabazo considerada la
esposa del muerto interviene favorablemente en el juicio que al
alma le hacen los mamas del otro mundo y lo ayuda a conducir por
el camino de la otra vida.(50)
Entre los muiscas guahagui, la Esposa-venado o la Esposa del muerto,
es la que oficia de psicopompo. La idea de esposa o compañera
es aquí difícil de dilucidar, pero no se halla ausente,
pues si guahaia significa ya es venado, el papel del psicomopo se
realiza por medio de la incorporación del alma por el venado
que la conduce por los caminos de la muerte o por medio de la transmigración
y metempsicosis en venado, específicamente de la especie
que vive en el páramo. Con este papel del venado es comprensible
que los miembros de las comunidades tengan tabuado su consumo.
De otra parte otro de los nombres de venado es
chihica y la denominación de vasallo en los diccionarios,
para nosotros miembro de la comunidad, es cuhupcua chihica y cuhuc,
uno de los lexemas, es la idea de semejanza, de tal manera que miembro
de la comunidad en muisca significaba: semejante al venado, en este
caso llamado chihica. Con estos pensamientos, solo personajes de
altas energías positivas provenientes de la potencia solar
como caciques, gobernantes y grandes sacerdotes podían contrarrestar
las energías sustractivas del consumo de un animal que era
el psicopompo de las almas de los muertos y por lo tanto cargado
de energía sustractiva. Y los miembros de las comunidades
por esos motivos y por unidualidades de parentesco totémico
tenían la veda del consumo de la carne de su tótem.
Todo en relaciones sociales e ideológicas tales como si los
miembros de las comunidades y los miembros de la élite fueran
de distinta familia, de distinto origen, con diversos metabolismos
energéticos y aquí nos referimos a las fuerzas, potencias
y energías particulares para cada mitad, pues algunas potencias,
especialmente los de tipo astral o solar como Bochica lo eran particulares
de caciques y gobernantes, mientras que las potencias del principio
de la fertilidad femenina recibían ofrendas y cultos de los
miembros de las comunidades.
El otro venado, el llamado chicaba puede interpretarse
en su composición. Se nos antoja que esta palabra puede estar
compuesta por chica, de chyquy, sacerdote y ba, digno, con el sentido
cultural de gran sacerdote que en el otro mundo ayuda a conducir,
o a juzgar como entre los kogui, al alma del difunto.
Este petroglifo y las acotaciones que hacemos
sobre él nos advierten que una de las tantas unidualidades
conceptuales de los muiscas se da entre la élite como parte
solar, masculina y las comunidades como parte chtónica, lunar,
femenina, hecho que pudo haber tenido connotaciones o resonancias
políticas en las relaciones entre cacicazgos dominantes y
los dominados, entre caciques y comunidades, consonancias sociales
en las jerarquías y status de las personas, pero todavía
estas son hipótesis inciertas sobre probabilidades para decirlo
en términos científicos y/o especulaciones literarias
como una arqueóloga calificó uno de mis trabajos interpretativos
usando el lenguaje peyorativo de los empiristas inconscientes que
no ven nada más allá de la materialidad y propiedades
físico-químicas de los tiestos y que son incapaces
de relacionar esos tiestos con seres humanos vivientes, emocionales
y lenguajeantes.
El guacamayo o la guacamaya como dicen los cronistas
jugaba un papel muy importante en los mitos y en los rituales de
culto solar, pues eran amaestradas en el manejo de algunas fórmulas
rituales que debían transmitir a la potencia solar después
de su sacrificio y en ello coincidían con los moxas, niños-sacerdotes,
que eran sacrificados para alimento de la potencia solar y para
llevarle los mensajes o peticiones de los oferentes. Estas aves
de connotación astral se hallan en profusión en piezas
arqueológicas de oro, cobre y tumbaga como bandejas de yopo,
bastones de mando, pectorales, capacetes, etc., siempre denotando
autoridad y poder de orden solar-masculino y por lo tanto de dominación
social y política.
Subconjunto B.3
Este subconjunto permite una lectura direccional
arriba-abajo. En la parte superior vemos una figura humana con manos
tridigitales levantadas a lado y lado del rostro. Esta figura se
nos presenta en aparente posición sedente, pero en realidad
se halla en cuclillas, en posición y trabajo de parto, aspecto
visible porque de su vientre hacia abajo y saliendo de su sexo observamos
varios rostros con las características morfológicas
de lo masculino y lo femenino como se explica en B.2. En total son
seis figuras humanas representadas en el ícono solamente
con sus rostros. Veámos (foto 5). La primer figura
humana representada en el petroglifo por un rostro, de arriba hacia
abajo, se halla todavía en el vientre materno, pero visible
en la representación; la segunda entre las piernas, apenas
naciendo; la tercera más abajo, mucho más grande,
con cara cuadrada; la cuarta a la izquierda del anterior con cara
cuadrada, pero con rasgos más finos, casi triangular y poco
visible; la quinta en figura de lo femenino debajo de la tercera,
con la particularidad de que la parte simétrica de abajo
no está terminada y le faltan los puntos indicatorios de
los ojos y la boca; y la sexta, debajo de la anterior, en una figura
que Silva Celis identifica con cáliz y que para nuestro entendimiento
es el simbolismo de la figura femenina maternal y de la fertilidad.
|
Foto
5. Subconjunto B3. Bachué
pariendo. |
Dice el texto del cronista sobre Bachue:
"...y el casamiento tan importante y la mujer
tan prolífica y fecunda que de cada parto paría cuatro
o seis hijos, con que se vino a llenar toda la tierra de gente,
porque andaban ambos por muchas partes dejando hijos en todas..."
Estas ideas anotadas por el cronista es lo que
observamos en el desarrollo epilítico de este subconjunto
de la Roca Madre: uno de los partos de la Madre Bachue, el de los
seis hijos que habla la narración mítica. Han sido
este subconjunto y el siguiente, los que nos permitieron entender
todo el contenido mitopoiético del petroglifo y plantear
la hipótesis de un texto icónico realizado en bajo
relieve del mito de Bachue recopilado por el cronista, porque hallamos
en estos dos subconjuntos ciertas unidades semánticas identificables
comparativamente con secuencias o unidades culturales del texto
mítico, pues ambas pueden pensarse como unidades formales
narrativas con sus correspondientes unidades de contenido, hecho
que hace de cada una de ellas (icónica y narrativa) un texto
que hemos estado tratando de ubicar en el contexto de la cultura
muisca con nuestros saberes, ignorancias e imaginarios.
Observando, analizando y contextualizándolo
como texto cultural, el petroglifo ha venido mostrando su contenido
en la medida en que desde nuestros conocimiento e ignorancias podíamos
"superponer" a él las secuencias de la narración
mítica copiadas por los cronistas o los contenidos subyacentes
que al nivel ideológico de la cultura y la religión
muiscas eran creados y mantenidos por los paradigmas míticos.
La superposición la hallamos patente en B.3., y el de los
contenidos subyacentes en B.1., que trata de los felinos (venados?),
teniendo en cuenta que esa subyacencia se presenta al nivel del
observador y de su ignorancia de la cultura muisca por carecer del
texto mítico completo y del contexto total integrador, pues
estas que llamamos subyacencias eran conocidos por los usuarios
de la cultura y religión. Es el caso de B.2., donde se nos
manifiestan los paradigmas de lo masculino y lo femenino de una
manera que pudiéramos llamar formal, pero que entendemos
gracias a los pocos conocimientos obtenidos en el estudio de la
cultura y a la hibridación teórica de entender ciertos
funtivos semióticos de la misma.
Subconjunto B.4.
Es el último subconjunto del petroglifo,
el de la izquierda, que nos muestra en la parte superior a Bachue
en su máximo paradigma de mujer y de madre. (foto 6) El de
mujer está representado por los dos rostros simétricos
invertidos que configuran su cuerpo en la representación
icónica, y el de madre, además de estar implícito
en el de mujer, aquí es resaltado por la criatura con los
brazos abiertos que lleva a sus espaldas a la manera india. ¿Quién
es el personaje infantil? Dice el cronista: "...sacó
consigo un niño de entre las mismas aguas de edad hasta de
tres años..." Aquí no sabemos con exactitud si
el niño que lleva a sus espaldas esta figura femenina es
el mismo que acompañaba a Bachue en el momento de emerger
de la laguna de Iguaque o si es uno de sus hijos. En todo caso lo
que resalta es el paradigma maternal y de la fertilidad, propio
de la cultura muisca y que se pueden ver en otras manifestaciones
artísticas como tunjos de mujeres que llevan su hijo a la
espalda en cunitas de cañas o mochilas de fique.
|
Foto
6. Subconjunto B.4 |
El paradigma de madre de la humanidad es posible
de observar en esta figura como en las figuras que hacia abajo emergen
de ella, que son todas femeninas. Están un poco difusas y/o
esquematizadas, pero se puede ver que son figuras representativas
de lo humano en el esquema muisca de representación.
La figura "femenina" que emerge a la
derecha abajo no es propiamente una figura femenina, pues allí
no hay rostros simétricos, invertidos y especulares como
el del subconjunto anterior. Sobresale una figura con dos rostros,
pero no simétricos, sino uno debajo del otro, ambos con los
ojos arriba y la boca abajo. El de arriba es triangular y de menor
tamaño que el inferior, terminando su barbilla en triángulo,
del cual emerge hacia abajo otro triángulo que va a formar
un rostro que hacia la barbilla termina ovalado. Pudiera pensarse
en una equivocación del artista, pero optamos por mirar de
otra manera. La figura muestra otra serie de aspectos culturales
y de conocimientos sobre lo masculino y lo femenino, pues la contradicción
formal icónica de aspectos que hemos marcado como masculinos
y femeninos se unen aquí en una sola figura que nos contradice,
pero que aceptamos y observamos. Hay elementos de contigüidad,
unión, contradicción, complementariedad, imbricación,
interpenetración que nos lleva a pensar que no es una equivocación
del artista, sino representaciones de unidades culturales cifradas
que mostraban al usuario elementos pictóricos de imágenes
y conceptos que él ya manejaba en su lenguaje cotidiano y
en su mentalidad.
En la parte inferior izquierda y casi separada
hallamos una figura femenina parecida a reloj de arena, o "cálices",
que llamó Silva Celis, con los rasgos faciales grabados solo
en la parte superior, aspecto que ya no los hace simétricos
como en la figura de arriba que lleva el niño a la espalda,
ni como al inferior izquierdo del subconjunto anterior. Todos los
rostros de este subconjunto a excepción del de la figura
superior que es inverso y simétrico-especular, son romboidales
explícita o implícitamente y esta forma es muy importante
tenerla en cuenta para los estudios de infinidad de pictografías
del altiplano cundiboyacense que presentan cadenas y series romboidales
en forma polidireccional que pueden estar presentándonos
series numéricas o estadísticas de hechos de su cultura
que todavía desconocemos.
7. OTRAS INTERPRETACIONES DE BACHUE
Dice el texto del mito: "...y convirtiéndose ella y
su marido en dos muy grandes culebras, se metieron por las aguas
de la laguna, y nunca más parecieron por entonces, si bien
la Bachue se apareció muchas veces en otras partes..."
Uno de los lugares donde la madre Bachue se manifestaba era en la
laguna de Guatavita y lo sabemos por el texto que narra la infidelidad
de la cacica, el castigo a su amante y la desesperación y
afrenta que ella sufre después de descubierta en su infidelidad.
Veamos apartes del mito: " Aquí, pues, como el lugar
acomodado de los que el demonio pedía se solían hacer
algunos ofrecimientos con el modo que él les tenía
ordenado, el cual se solía aparecer en la figura de un dragoncillo
o culebra grande y en apareciendo le habían de ofrecer algún
oro o esmeraldas, para lo cual les estaban con vigilancia los jeques
aguardando en unas chozuelas desde la vera del agua..." Consumida
la cacica por las aguas de la laguna y bajando en su búsqueda
el sacerdote, este sube a la superficie y dice que la cacica "...estaba
en unas casas y cercado mejor que el que deseaba en Guatavita y
tenía el dragoncillo en las faldas..." Acuciado el sacerdote
a que sacara la pequeña hija del cacique, se consumió
en las aguas y "...volviendo a salir traía el cuerpo
de la niña muerto y sacado los ojos, diciendo se los había
sacado el dragoncillo estando todavía en faldas de su madre..."(51)
Los cronistas son abundantes en la información
del culto de las aguas y todos coinciden en decir que no había
lugar donde hubiera aguas que no fuera sitio de ofrendas como son
las cascadas, pozos, chucuas (lugares de pesca), ríos, quebradas,
manas, lagunas y aún las grietas de las altas peñas
por donde escurrían hilos de agua.
Muchos ofrecimientos, especialmente de oro, cobre
y tumbaga han sido hallados por buscadores de tesoros y entre otros
objetos son reconocibles los dragoncillos y serpientes que representan
a Bachue en el momento de sumergirse en la laguna en figura de serpiente
que abre el camino de abajo, que es el camino hacia la morada de
las potencias y los ancestros.
Otra aparición de Bachue en forma de mujer-serpiente
se halla en el texto de la leyenda que narra el enamoramiento del
Zipa Meicuchuca, quien se aficionó sexualmente de una joven
que le llevó una mujer anciana. Celosa, la primera esposa
acudió al sacerdote y después de ayunos y sacrificios
le aconsejó que se acercara de noche para ver a su esposo
durmiendo con la joven y "...halló al cacique durmiendo
y con él una gran culebra en que estaba convertida la china..."
Volviendo con la novedad al sacerdote, éste le aconseja que
invite a todas la mujeres del cacique a un baño en el río
Bogotá, más abajo del salto del Tequendama, "...en
el cual estándose ya bañando todas las que fueron,
a vista de las demás se convirtió la china en una
gran culebra y se desapareció por entre las aguas..."(52)
De todos estos aspectos rituales y míticos
de Bachue y del culto a las aguas entre los antiguos muiscas se
conservan en la actualidad en la mentalidad y en el comportamiento
de los campesinos de la zona de herencia muisca, especialmente el
respeto y veneración hacia las manifestaciones acuáticas
que describimos arriba y en otros estudios.(53)
En la cerámica muisca sobresalen por su
diversidad y cantidad las copas ceremoniales que representado la
laguna de Iguaque, muestran ya en pintura, ya en apliques, serpientes
cuyas cabezas se asoman desde afuera al borde la copa. Nos ha llamado
la atención una copa que se hallaba y fue observada en el
Museo Arqueológico de Pasca (hoy, 2005 perdida por fragmentación).
Hemos hallado en su decorado y pintura interna una representación
pictórica que nos permite hacer la misma superposición
del ícono del petroglifo con la narración mítica,
específicamente en el momento en que Bachue y su marido,
después de poblar la tierra, se despidieron de sus hijos
"... y convirtiéndose ella y su marido en dos grandes
culebras, se metieron por las aguas de la laguna..." Esta copa
( foto 7) presenta como el petroglifo de Buenavista, una
serie de dibujos de difícil interpretación que pensamos
pueden aludir a los mitos cosmogónico y antropogónico
de los muiscas. No nos atrevemos, por nuestra ignorancia a describir
o intentar interpretar los dibujos externos, ni los internos de
la parte superior, pues solo podemos entender del mito y su representación
pictórica en la copa las dos figuras que descienden hacia
el fondo de la copa que interpretamos como Bachue, a la izquierda
de la foto mirando desde el ícono y su esposo Sue a la derecha.
Ambos se hallan en el momento de la transformación de seres
antropomorfos hacia la forma serpentiforme que narra el mito.
|
Foto 7.
Copa muisca. Museo de Pasca. Fotografías de Diego Martínez
C. 1999. |
Observemos el argumento que nos presenta la copa.
El fondo debe presentársenos como la linfa de la laguna hacia
la cual descienden Bachue y Sue. Bachue desciende en su transformación
de mujer-lagarto con las mismas manos triditales a lado y lado del
rostro, aún con los senos desnudos que configuran la homonimia
de su nombre, dado que chue en muisca significa senos y ba, digno,
afuera. Sue lo hace en forma de pájaro ofidiforme, de donde
resolvimos darle nombre al esposo y que es Sue, el guacamayo. Estas
transformaciones en otros animales arquetípicos las calla
la narración mítica contada por los cronistas, pero
nos la presentan los dibujos de la copa. Ambos finalmente se transforman
en serpientes y Bachue como serpiente, todavía se aparece
a los campesinos cundiboyacenses y santandereanos en las aguas,
especialmente en los nacimientos.
La llaman la madre-de-agua.
En la laguna de Fúquene en una sus islas
existe todavía un cerro que los campesinos llaman el cerro
de Bachue que puede ser el lugar en el que existió el famoso
templo y las casas de los sacerdotes del culto acuático,
descrito así por Zamora: "En una de las islas de la
laguna de Fúquene, dice Quezada en su Compendio, había
un templo de gran veneración y de donde de ordinario había
gran romeraje y concurso de peregrinos y donde había siempre
cien sacerdotes para el culto de aquel santuario.(54)
"Una de las islas de la laguna tiene el nombre
de Isla del santuario y puede ser la aludida por el cronista, en
la cual, por informes de los campesinos sabemos se han sacado tunjos,
esmeraldas, cerámicas diversas. Del cerro de Bachue, un campesino
de apellido Castiblanco, sacó unos objetos de cobre, algunos
de ellos muy fragmentarios y deteriorados, que nos permitió
fotografiar, y entre los cuales se pueden reconocer figuras de serpientes
y/o dragoncillos, algunos (as) de ellos con un adorno sobre la espalda
en forma de hilos entrecruzados. (foto No. 8)
|
Foto 8.
Objetos de cobre del Cerro de Bachué |
Este hallazgo al igual que otras figuras de dragoncillos
en oro, tumbaga y cobre que se hallan en el Museo del Oro y en colecciones
particulares, nos ilustran sobre la veracidad de la información
del cronista.
No en vano en Chiquinquirá se venera una
advocación de María, la Virgen del Rosario, cuyo templo
se levantó con mano de obra indígena muy cerca del
antiguo lugar de culto a Bachue. Las famosas peregrinaciones a visitar
la virgen de Chiquinquirá son de origen precolombino. La
imagen de la virgen no es solamente una advocación de la
María del culto y santoral católico, es una María-Bachue,
hibridada en la cultura mestiza de la zona. La religiosidad y el
culto mariano no son solo fruto de la colonización y adoctrinamiento
católicos, sino herencia de los muiscas e hibridación
cultural 55.
En el Museo del Oro y en colecciones privadas
se pueden ver los llamados dragoncillos y serpientes de diversas
formas y adornos, algunos de ellas con pies o con antenas que no
son otra cosa que representaciones de Bachue. La cerámica
de la zona muisca es muy prolija en representaciones de Bachue,
especialmente las múcuras y las llamadas copas ceremoniales,
que de diferentes maneras, ya sea en pintura, ya sea en apliques
presentan la forma de la serpiente y los lagartos. Muchas copas
ceremoniales tienen en la parte externa las representaciones de
dos serpientes, cuyas cabezas siempre salen al borde de las vasijas,
que al igual que en la copa del museo de Pasca representan ese momento
en que Bachue y Sue descienden a la laguna.
Existen grandes posibilidades de continuar la
búsqueda de las posibles representaciones e interpretaciones
de las imágenes de Bachue, pero hay una fuente inagotable
e inexplorada: la laguna de Fúquene, la cual tendrá
que esperar hasta que se haga arqueología subacuática
o hasta que se seque la laguna. Allí hay gran cantidad de
objetos de todo orden y en todos los materiales preferidos por los
muiscas como oro, tumbaga, cobre, madera y piedra no solo alusivos
a Bachue y al culto acuático, sino también al culto
solar. Los habitantes de los alrededores de dicha laguna nos informan
que cuando hay gran oleaje, las olas sacan a un sitio que llaman
El Botadero diferentes objetos, tales como volantes de huso, estatuillas
de piedra, especialmente, aves, tunjos de oro y cobre, esmeraldas
de diversos tamaños y calidades, pipas de piedra para fumar
tabaco y otras "curiosidades".
Notas
1
IBÁÑEZ, Jesús. Investigación Social
de segundo orden. En: Nuevos avances de la investigación
social. Anthropos, Suplementos 22, Barcelona, octubre de 1990, p.
178.
2
Sobre el tema ver: ROZO GAUTA, José La inter-trans-multidisciplinariedad.
Hojas Universitarias, No. 47. Abril de 1999, Universidad Central.
Santafé de Bogotá. También en www.epigrafe.com.
Sistémica y pensamiento complejo. Volúmenes II y III.
3
IBÁÑEZ, Jesús. Op. cit., p. 5.
4 No aceptamos el concepto
de deidad tal como lo piensan los cronistas, quienes hacen una traducción
de conceptos americanos tales como potencia, fuerza, poder y energía
circulante a su concepción greco-judeo-cristiana de fuerzas
naturales y sobrenaturales divinas. El pensamiento americano es
más naturalista que sobrenaturalista. Seguiremos usando la
palabra Dios en cuanto los documentos lo exijan.
5
MEDRANO, Alonso. Descripción del Nuevo Reino de Granada.
Revista Javeriana XL (198). Bogotá, 1953, p. 82.
6
SIMON, Pedro. Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme
en las Indias Occidentales. Bogotá,
1953, T. II, pp. 227-228.
7 Ibid,
pp. 243-245.
8 Ibid,
p. 245.
9 Ibid,
pp. 228-229.
10
Ibid, pp. 235-238.
11 Ibid,
p. 241.
12
CASTELLANOS, Juan de. Elegías de varones ilustres de Indias.
Bogotá, Presidencia de la república, 1955, T. IV,
p. 157.
13
En la mitología indú avatar es una encarnación.
En el catolicismo un proceso similar al avatar de ciertas divinidades,
como la virgen María se llama advocación. Siempre
es la misma, pero con diferentes nombres y funciones.
14
SIMON, P. Op, cit., p. 283.
15
FALCHETTI, Ana María y PLAZAS, Clemencia. El territorio muisca
a la llegada de los españoles. Bogotá, Universidad
de los Andes, 1973.
16
LONDOÑO. Eduardo. La conquista de la Laguna de Cucaita para
el Zaque. Un hecho militar prehispánico muisca., conocido
por documentos de archivo. Bogotá, Universidad de los Andes,
1988, Inédito.
17
Entrevistas con habitantes de los alrededores de la Laguna de Fúquene
realizadas entre 1982 y 1984.
18
Para mayor información sobre la significación del
agua entre los muiscas ver: ROZO GAUTA, José. Resistencias
y silencios. Cultura, identidad y sincretismo en los Andes Orientales.
Bogotá, ICFES, 1999, págs: 82-110. Próxima
edición en www.epigrafe.com
19
PINZON, Carlos. Información personal.
20 VELANDIA,
Roberto. Enciclopedia histórica de Cundinamarca. Bogotá,
Biblioteca de autores cundinamarqueses, 1979-1982, pasim. LEON REY,
José Antonio. Tierra embrujada. Bogotá, Editorial
Centro S. A., 1942. HERNÁNDEZ, Juan C. Escenas y leyendas
del páramo. Tunja, 1946. ROZO GAUTA, José. Resistencias
y silencios. Identidad, cultura y sincretismo en los Andes Orientales.
Bogotá, ICFES, 1998.
21
Entrevista con Reyes Pachón en la laguna de Fúquene.
22 RODRÍGUEZ
FREILE, Juan. El carnero. Medellín, Bedout, 1973, p. 84.
23
Para una mayor comprensión ver: ROZO GAUTA, José.
Mito y rito entre los muiscas,.Bogotá, El Buho, 1998. También:
www.epigrafe.com
24
SIMON, Pedro. Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme
en las Indias Occidentales. Bogotá, Biblioteca Banco Popular,,
1981, T. III, p. 367.
25
Ver nuestro libro Resistencias y
silencios. Culturas, identidad y sincretismo en los Andes Orientales.
Bogotá, ICFES; 1998. También en www.epigrafe. com
26
URICOECHEA, Ezequiel. Gramática, vocabulario, catecismo i
confesionario de la lengua chibcha. Paris, Maisonneuve y Cia, 1871,
p. 189.
27
ROZO GAUTA, José. Espacio y tiempo entre los muiscas. Bogotá,
El Buho, 1997.
28
SIMON, Pedro, Op. cit., T. III, p. 380.
29
REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. Los kogui. Bogotá, Editorial
Iqueima, 1951, T. II, p. 10.
30
WASSEN, Henry. Mitos y cuentos de los indios cunas. Journal de la
Societé de Americanistes. 39Nouvelle
Serie, T. XXVI, París, 1934, pp. 3-4.
31
Para una mayor información ver: OSBORN, Ann. Las cuatro estaciones.
Mitología y estructura socialentre los U´wa. Bogota,
Banco de la República, 1995.
32
Sobre estos mitos ver: ROZO GAUTA, José. Mito y rito entre
los muiscas y Relatos de la Antigua Bacatá, en www.epigrafe.com
33URICOECHEA,
Op. cit., p. 162; GONZÁLEZ DE PÉREZ, Op. cit, p. 266.
34Ibid,
p. 167 y 273.
35Ibid,
p. 200 y 326.
36Ibid,
p. 204 y 332.
37Ibid,
p. 200 y 335.
38SIMON,
P. Op. cit. T. III, p. 393.
39
ACOSTA ORTEGÓN, Joaquín. El idioma chibcha o aborigen
de Cundinamarca, Bogotá, Imprenta del Departamento, p.40.
40
URICOECHEA, E. Op. cit., p. 168.
41
Ibid, p. 127.
42SIMON,
Pedro. Op. cit., T. III, p. 378.
43GONZALEZ
DE PEREZ, María Stella. Diccionario y gramática chibcha.
Manuscrito anónimo de la Biblioteca Nacional. Transcripción
y estudio histórico-analítico por María Stella
González de Pérez. Bogotá, Instituto Caro y
Cuervo, 1987, p. 286.
44
Analogía con tunjos ver en la gráfica 20, p. 82 de:
PLAZAS DE NIETO, Clemencia. Nueva metodología para la clasificación
de orfebrería prehispánica. Bogotá,, Jorge
Plazas editor, 1975.
45
Ibid. Ver figura 25/26, p. 84. De indudable semejanza con el bastón
de mando que se observa en el petroglifo tener en cuenta el número
1.
46
Ibid, p. 87, puede notarse la semejanza entre los rostros del petroglifo
y las características morfológicas de los mismos en
los tunjos, especialmente los numerales 1, 3, 4 y 8.
47
Para una mayor información sobre el mito de Bachue ver: ROZO
GAUTA, José. Mito y rito entre los muiscas. En epígrafe.com
48 GONZÁLEZ
DE PÉREZ, Op cit, p. 352.
49
URICOECGHEA, Op. cit. p. 172; GONZÁLEZ DE PÉREZ. Op.
cit. p.281.
50 Ver:
REICHEL-DOLMATOFF, Gerardo. Los kogui. Una tribu de la Sierra Nevada
de Santa Marta. Colombia. Bogotá, Procultura, 1985, T. II,
p. 153.
51
SIMON, Pedro. Op. cit., T. III, pp. 167-172.
52
Ibid, pp. 266-267. Sobre estos dos mitos ver: ROZO GAUTA, José.
Relatos de la antigua Bacatá.
53 Ver:
Rozo Gauta, José. Resistencias y silencios.
54
ZAMORA, Alonso. Historia de la provincia
de San Antonio del Nuevo Reino de Granada. Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura Hispánica, 1980, p. 278.
55
Ver: ROZO GAUTA, José. Resistencias y silencios. cultura,
identidad y mestizaje en los Andes orientales.
Ver
Comentario Por Pedro María Argüello
García
—¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo
citar este artículo:
Rozo
Gauta, José. Bachué:
Relación mito-arte rupestre.
En
Rupestreweb, http://rupestreweb.info/bachue.html
2006
Comentario
al texto: BACHUE: RELACIÓN MITO-ARTE RUPESTRE
Pedro María Argüello García arguellopmag2003@yahoo.es
El profesor José Rozo Gauta es ya conocido en el medio académico
de los antropólogos e historiadores que se dedican al estudio
de los grupos humanos que habitaban la Sabana de Bogotá al
momento de la invasión española. Es abundante la producción
intelectual que Rozo ha generado con base en cuidadosos análisis
y revisiones de las crónicas españolas sobre aspectos
diversos de la cultura muisca. En este sentido, el texto Bachue:
relación mito-arte rupestre no es la excepción, ya
que se trata de una juiciosa revisión y análisis de
material etnohistórico y lingüístico acerca del
mito de la diosa muisca y su significado.
El interés de Rozo se fundamenta en un mejor conocimiento
y rescate de las tradiciones muiscas y con el estudio del mito de
Bachue pretende contribuir al análisis de la forma en que
dicho mito fue plasmado en el arte rupestre. De esta manera, la
primera parte del texto se dedica a la descripción e interpretación
del mito como tal y la segunda al análisis de una roca donde
según él se encentran grabados diversos aspectos de
dicho mito. Por ser de mi interés el tema del arte rupestre
y debido a que la discusión en este sitio Web se centra en
tal objeto arqueológico mi discusión se enfocará
en las acotaciones que el autor hace sobre el particular, más
que sobre el análisis del mito mismo.
Existen dos puntos básicos que encuentro problemáticos
en el texto de Rozo. El primero de ellos tiene que ver con la asignación
cultural que se hace al arte rupestre y el segundo con la posibilidad
de una lectura literal del mismo. Respecto al primer punto, y tal
como lo he anotado en otro lugar (Argüello 2004), no existe
hasta el momento en Colombia ninguna fecha para un sitio o conjunto
de sitios con arte rupestre. En otras palabras, en todo el territorio
colombiano no hay un solo sitio al cual se pueda asignar una ubicación
cronológica medianamente confiable. Esto obviamente se aplica
también para el altiplano cundiboyacence y zonas adyacentes
en donde la secuencia de poblamiento abarca un período de
más de 16.000 años (1). Independientemente de si se
piensa en un desarrollo regional a partir de los primeros pobladores
(Rodríguez 1999) o en la superposición de diferentes
pueblos (Lleras 1995), lo cierto es que cuando se habla de los muiscas
se hace mención a un grupo humano que habitaba la Sabana
de Bogotá en el siglo XV pero del cual no es posible proyectar
sus características a lo largo de toda la secuencia de ocupación.
Por lo que es necesario admitir que durante la ocupación
prehispánica de la región se dio lugar a cambios no
solo en el modo de subsistencia sino también en condiciones
socioculturales y, por ende, religiosas.
Rozo no discute la asignación del petroglifo de Buenavista,
ahora nombrado por él Roca Madre a los muiscas ya
que el carácter de su indagación se constituye en
prueba suficiente. Para el autor, el conocimiento del mito de Bachue
se convierte en algo semejante a un a priori que permite
reconocer en la Roca Madre que se trata de una representación
propia de los muiscas. En otras palabras, como el mito es muisca,
el hallazgo de su representación debe serlo de igual manera.
A esto se agrega el hecho que el investigador se adscribe a la teoría
invasionista según la cual los muiscas serían producto
de la ultima ola de migraciones que se sucedieron en el altiplano,
lo cual, de manera indirecta, descarta la posible asignación
del petroglifo a cualquier otro grupo humano anterior a los muiscas
ya que en principio ellos no deberían poseer el mismo mito.
Este postulado implica la discusión en dos ámbitos
diferentes: el arqueológico y el del análisis formal
del arte rupestre. En el plano arqueológico, considero que
diferentes tipos de evidencia han rebatido la teoría invasionista
que fue tan popular en épocas anteriores en la arqueología
colombiana. Aunque aun quedan muchos aspectos que aclarar, parece
que hoy día es más factible pensar que el grupo que
fue dominado por los españoles fue el producto de un largo
proceso de adaptación y desarrollo sociocultural iniciado
a partir del poblamiento inicial por parte de los grupos cazadores
recolectores. Este proceso no necesariamente implica una continuidad
en el sistema de creencias desde los primeros pobladores hasta los
muiscas, pero así como tampoco la niega no da la posibilidad
de ubicarla en un punto a partir de como si lo hace la teoría
de las invasiones.
De tal manera que, en términos arqueológicos, es
necesario reconocer que, mientras no se lleve a cabo un estudio
sistemático conducente a la datación, el arte rupestre
del altiplano pudo haber sido elaborado en cualquier momento desde
el año 11000 hasta el momento de la invasión española.
Al descartarse la posibilidad arqueológica queda pues la
información proveniente del arte rupestre que en Rozo toma
el carácter de una lectura literal del mismo. Este es mi
segundo punto de discusión.
Como se anotó anteriormente, Rozo argumenta que en la Roca
Madre está representado el mito de Bachué y a continuación
procede a extraer ciertos elementos por medio de la identificación
de dos conjuntos. Decir que en la roca se representa el mito de
Bachue significa asumir que el arte rupestre es en cierta medida
naturalista; lo que equivale a decir que puede ser entendido gracias
a que los autores acudieron a un sistema cuyos referentes son objetos
cognoscibles por sus propiedades externas. Esto se ve claramente
ejemplificado en los hallazgos de Rozo quien identifica figuras
humanas, animales y vegetales. El sistema de representación
es tan explícito, y por tanto asequible, que el autor puede
identificar la especie animal y el sexo de los seres humanos.
Respecto a la lectura de un arte naturalista, se puede igualmente
hacer la discusión en dos ámbitos. En primer lugar,
aceptando que en efecto existe un arte naturalista, Rozo identifica,
entre otros, dos figuras animales que de forma arbitraria
asocia con el gato montés y una figura fitomorfa que para
él es un helecho. La observación de tales figuras
a mi juicio, difícilmente permitiría llegar a las
mismas conclusiones, en términos del grado de detalle asignado
por el autor. En otras palabras, la naturaleza misma de los petroglifos
no permite asignar semejante detalle taxonómico y se convierte
en una apreciación que, a parte del mito mismo, no puede
ser construida con base en una lectura literal del arte rupestre.
Por otra parte, de forma recurrente el autor hace referencia a
otro tipo de objetos arqueológicos que darían luz
acerca de las figuras elaboradas en el arte rupestre. Este es el
caso de la distinción entre figuras humanas femeninas y masculinas.
Para Rozo, las figuras masculinas son caracterizadas por caras cuadradas,
en tanto las femeninas son triangulares, no solo en el arte rupestre
sino también en la cerámica y la metalurgia. Aunque
ésta distinción no ha sido trabajada de manera sistemática
en el análisis iconográfico de objetos diferentes
al arte rupestre, la revisión de las asignaciones de género
hechas a partir de la presencia de los órganos sexuales,
por ejemplo para los tunjos muiscas, mostraría que la forma
de la cara no puede convertirse en un criterio de distinción
ya que las caras triangulares están presentes en figuras
que por la representación de los órganos sexuales
serían tanto masculinas como femeninas(2). Lógicamente,
la presencia de órganos sexuales como elemento diferenciador
también puede ser controvertida, pero tal aspecto llama la
atención acerca de la naturaleza de los argumentos que pueden
ser esgrimidos de uno y otro lado. No estoy en posición de
determinar cual de las dos opciones es más o menos válida,
pero tal discusión recuerda el famoso argumento de Leroi-Gourhan
quien identificaba especies animales masculinas y femeninas con
base en una oposición de corte estructuralista pero sin un
mecanismo de comprobación. Para el caso del presente texto,
la implicación es igualmente trascendental ya que si se pudiese
comprobar que las asignaciones sexuales de las figuras no corresponden
a lo propuesto por Rozo simplemente habría que concluir que
en la Roca Madre no puede estar representado el mito de Bachue ya
que las figuras identificadas con tal diosa también podrían
ser masculinas.
El otro ámbito de discusión es aun más complejo
y tiene que ver con la existencia misma de un arte que se pueda
denominar naturalista. Sin necesariamente proponer que ellas son
más acertadas, es evidente que el conjunto de teorías
neurofisiológicas arrojan serias dudas acerca de la representación
de objetos de la naturaleza. Como lo han venido anotando autores
como Lewis-Williams (2002), las representaciones rupestres pueden
obedecer a constructos mentales que no necesariamente guardan una
relación directa con objetos externos debido a que se originan,
en un primer estadio, en el substrato neurofisiológico y
posteriormente se conjugan con objetos propios de la vida diaria
de los artistas. De esta manera, las imágenes resultantes
no son en ninguna medida una representación tal cual de objetos
de la naturaleza sino que son mas bien proyecciones resultantes
de una compleja interacción originada en un código
socialmente aceptado y del cual, que yo sepa, aun no tenemos acceso.
En resumen, lo que para un observador del siglo XXI puede aparecer
como la representación de una figura animal puede corresponder
a cualquier otra cantidad de significados construidos por la sociedad
de la cual hacen parte los artistas y que, en el mejor de los casos,
al ser traducido a nuestro propio código de percepción
es obligatoriamente deformado.
Este hecho es especialmente evidente si se recuerda brevemente
algunas de las premisas que caracterizan el pensamiento indígena
y que podrían haber sido consignadas en la iconografía.
Al respecto Reichel-Dolmatoff (1990) advertía que lo que
a primera vista podría interpretarse como una figura zoomorfa
podría realmente corresponder a la representación
de un espíritu, no necesariamente concordante con
una categoría faunística científica debido
a que se inscribe en la esfera de lo irreal; o bien tratarse
de la representación de ciertas cualidades y/o poderes propios
de los chamánes.
Todos estos elementos no hacen otra cosa que llamar la atención
acerca de la estructura de indagación y argumentación
que subyace la explicación del significado del arte rupestre
colombiano. La relación entre los mitos y el arte rupestre
es sin duda un campo de amplio potencial que apenas comienza a ser
explorado (3). Sin embargo, la ilación debe hacerse con suma
cautela para no terminar construyendo argumentos circulares cuya
utilidad puede ser más bien limitada. Rozo Gauta tiene eso
claro, la profundidad de sus análisis permiten entrever la
complejidad misma no solo del pensamiento indígena sino del
proceso de construcción de una argumentación coherente.
Aun así, es también evidente que en el campo de la
investigación del arte rupestre es necesario todavía
cimentar marcos de referencia cronológicos para poder enlazar
de manera efectiva el objeto arqueológico a la cada vez mayor
información sobre los antiguos grupos que habitaban el altiplano.
Notas
1.Esta fecha se basa en los hallazgos de Van
Der Hammen y Correal (2001) en Pubenza (Tocaima). Para el altiplano
las fechas son menos antiguas y la secuencia se inicia hace 11.000
años.
2.Me refiero aquí a la conclusión
que se puede extraer a partir de la revisión de textos que
han trabajado en detalle la iconografía propia de la orfebrería
como son los de Pérez de Barradas (1958) y Lléras
(1999).
3.No obstante, es necesario reconocer los importantes
avances en el tema realizados por Urbina (1991, 1994) en la amazonía
colombiana.
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