Los petroglifos de Santiago de Cuba y el personaje con los brazos en aspa. Un caso de obligatoria justicia.
Racso Fernández Ortega. Departamento de Arqueología, Instituto Cubano
de Antropología.
racsof@sangeronimo.ohc.cu
Divaldo Gutiérrez Calvache. Grupo Pedro A. Borras, Sociedad Espeleológica
de Cuba.
José B González Tendero. Grupo Fernando Ortiz, Sociedad Espeleológica
de Cuba
Lourdes Dominguez González. Gabinete de Arqueología, Oficina del
Historiador de la Ciudad de la Habana.
A las profesoras Nilecta Castellanos
y María Nelsa Trincado,
incansables investigadoras del
pasado aborigen en nuestra región oriental
RESUMEN
En
una fecha tan lejana como la primera década de la pasada centuria, ingresaron a
las colecciones del reconocido Museo “Bacardí”, de Santiago de Cuba, unos importantes
petroglifos que, muchos años más tarde, fueron dados a conocer al mundo
académico en las memorias del miembro de la Junta Nacional de Arqueología y
Etnología, Fernando García y Grave de Peralta. En 1947 algunos de estos
ejemplares formaron parte de la tesis presentada por el eminente sabio cubano
Fernando Ortiz Fernández en su trascendental obra El huracán. Su mitología y sus símbolos, y a partir de ese momento se desató una
interesante polémica alrededor de la autenticidad de los petroglifos del
“Bacardí”, la cual se mantiene hasta nuestros días. En el texto que presentamos,
tratamos de explicar cuales son las razones que nos inclinan a pensar, con un
alto nivel de certeza, que dichos petroglifos no son apócrifos y constituyen un
importante exponente de la cultura y la ideología de los grupos que habitaron
la región oriental de nuestro país.
INTRODUCCIÓN
El
Museo “Bacardí” de la ciudad de Santiago de Cuba atesora una importante
colección de objetos de los más diversos orígenes, como es el caso de numerosas
piezas arqueológicas relacionadas con el pasado aborigen de Cuba, en general, y
del oriente de la isla en particular. Entre ellas se destaca un conjunto de
petroglifos que fueron adquiridos en 1913 por el Director de dicha institución,
de los cuales se han emitido diversos criterios escritos a lo largo de los
años, tanto en la prensa escrita provincial, como en publicaciones académicas
del campo arqueológico.
Dichos
textos nos impulsaron a realizar una visita a Santiago de Cuba en julio de 2005,
con el objetivo de documentar personalmente dichos petroglifos, ocasión que aprovechamos
para conversar sobre el tema con algunos investigadores de la región oriental
del país, entre los que se encuentra el colega José Jiménez Santander, quien se
ha dedicado durante varios años al estudio de las culturas aborígenes de
Santiago de Cuba y su entorno. En aquella fraternal conversación, Jiménez
Santander nos comento que él conocía que uno de los descubridores de los
grabados había confesado que su ejecución (fabricación) estuvo motivada por necesidades
económicas, para obtener el dinero ofrecido por el museo por este tipo de
reliquia. El día 26 de octubre
de 2009 conversamos nuevamente con el colega José Jiménez Santander, y nos
indicó que dicha información la había obtenido al revisar la Tesis de Doctorado
de la relevante investigadora cubana, ya fallecida, María Elena Ibarra.
Retornando
al año 2005, en nuestro viaje a Santiago de Cuba también tuvimos la posibilidad
de conversar con el colega y amigo Jorge Ulloa Hung, cuyos trabajos sobre la
cerámica temprana de la región oriental de Cuba son bien conocidos en el ámbito
arqueológico caribeño. Al interpelársele en relación con los petroglifos motivo
de estudio, e impuestos ya nosotros de la opinión de Jiménez Santander, Ulloa también
afirmó conocer que los mismos eran apócrifos, sin tampoco darnos ningún
elemento o razón que lo argumentara.
Como
ya para ese entonces nos encontrábamos enfrascados en actualizar el censo de
las estaciones rupestrológicas del país, con el objetivo de confeccionar el
mapa del dibujo rupestre cubano, toda la información relacionada con estas
piezas y otras que permanecen en exhibición en los museos, a lo largo y ancho
del territorio nacional, nos era de mucha utilidad. La tarea que nos habíamos
propuesto nos obligaba, entre otras cosas, a establecer los parámetros o
patrones de inclusión-exclusión que nos permitieran definir la muestra, en
aquellos casos en que lamentablemente las estaciones habían sido despojadas de
sus ejemplares.
Desde
ese instante comprendimos que, para excluir los mencionados petroglifos del
censo en elaboración, debíamos contar con los elementos que nos permitieran
comprobar que los mismos eran falsos, como se insinuaba. Por lo tanto, estos fueron
incluidos en nuestros registros, teniendo en cuenta tres premisas
fundamentales: que los grabados en cuestión habían sido motivo de un enjundioso
trabajo del Dr. Fernando García y Grave de Peralta en la década del 30 de la
pasada centuria, quien había aceptado su autenticidad (García 1952); que en la
investigación del sabio cubano Don Fernando Ortiz Fernández, para explicar el
significado de la deidad aborigen del huracán y su forma de representación
gráfica, se habían utilizado algunos de ellos como componentes probatorios (Ortiz
1947) y que, por otra parte, el Dr. Antonio Núñez Jiménez también los
referencia en su libro Arte Rupestre de
Cuba (1987), sin cuestionar su autenticidad.
Todos
estos argumentos constituían para nosotros un reto y, sobre todo, un compromiso
moral con los reconocidos estudiosos mencionados. Es a partir de ese entonces
que asumimos la tarea de estudiar detenidamente los petroglifos, a fin de
esclarecer, en la medida de lo posible, su origen, historia y autenticidad,
cuestión a la que vamos a dedicar los siguientes párrafos.
LOS DESCUBRIMIENTOS. LA
HISTORIA DE UNA HISTORIA Y SU GEOGRAFÍA
Según
la búsqueda realizada para este trabajo, la primera referencia histórica a los
petroglifos que nos ocupan se la debemos al estudio realizado por el Dr.
Enrique Gómez Planos, quien en un artículo publicado el día 4 de agosto de 1913,
en el diario santiaguero La Independencia,
hace una escueta referencia a tres de ellos, ofreciendo muy pocos datos sobre su
procedencia y morfología.
Más
tarde, y a lo largo del tiempo, estos interesantes petroglifos fueron mencionados
en otras publicaciones, no siempre vinculadas a la arqueología. Así, aparecen
citados en el libro Cuba Monumental,
Escultural y Epigráfica, de Eugenio Sánchez de Fuente (1916).
También
los menciona el historiador Rafael Azcárate (1937: 132); mientras el filólogo
Alfredo Zayas describe un nuevo petroglifo, con características muy similares a
los anteriores, colectado en el oriente cubano (Zayas 1914: 168-169).
En
1921, el investigador norteamericano Mark R. Harrington da a conocer un asa de
cerámica descubierta durante las campañas de campo en Imías, Guantánamo, que
presenta una imagen muy similar a la que aparece en los petroglifos, y la
compara con otro tiesto de barro que también se localiza en el Museo “Bacardí” (1) (Harrington 1935: 88).
1.Pieza que también fuera vendida al museo en el
año 1913.
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Corriendo
los años 30 del siglo XX, el Dr. García y Grave de Peralta encuentra los ya
conocidos petroglifos, durante una visita al Museo Municipal de Santiago de Cuba, hoy Museo “Bacardí”. Quizás
motivado por su originalidad y la poca abundancia de estas piezas en el
contexto arqueológico nacional, se decide a estudiarlos detenidamente, por lo
que comienza una investigación sobre las circunstancias del descubrimiento, la
localización de las estaciones de procedencia, tipo de vinculación con otras
evidencias, etc. Todas estas pesquisas concluyeron durante el mes de junio del
año 1948, con la entrevista a uno de los descubridores, lo que le permitió completar
un interesante artículo al que haremos referencia como apoyo a nuestra
investigación.
Es
imprescindible aclarar que, de todos los escritos relacionados con los
grabados, solo en los realizados por los doctores Gómez Planos (2) (1913), Sánchez de Fuentes (1916: 21-27), Fernando Ortiz (1947: 16-25) y Grave
de Peralta (1952: 73-88), se explicitan los sitios de procedencia o, al menos, se
intentan establecer. Lamentablemente, hemos comprobado que existen
imprecisiones e incongruencias entre las ubicaciones brindadas por estos
autores, como comentaremos más adelante.
2. Los datos son muy vagos y escasos.
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Según
el Dr. Grave de Peralta, en su artículo Excursiones
arqueológicas (1952), publicado en la Revista de Arqueología y Etnología, transcurría
el año 1913 cuando los señores nombrados Santiago Chávez y de León y Enrique
Mitchel (3) se presentaron en el Museo “Bacardí”, ante el director, para proponerle la
venta de algunas piezas arqueológicas que habían rescatado de las cuevas de la
costa sur, atraídos por las interesantes ofertas de compra de este tipo de
evidencia que se hacían en esa institución (García 1952: 73, 87).
3. En el texto de Eugenio Sánchez de Fuentes se
nombra a uno de los descubridores como Domingo Michel (Sánchez, 1916: 21).
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Así las cosas, se presentaron, al menos
en tres ocasiones, en el importante museo santiaguero, portando reliquias entre
las que se hallaban fragmentos de cerámica, lajas de piedras grabadas y numerosas
tallas esculturales de grandes y medianas dimensiones. Es curioso que el ingreso
de los petroglifos al museo se produjera cronológicamente, el primero, el 23 de
abril de 1913; tres más el 2 de junio y el último, el 2 de agosto del propio
año; es decir, las ventas se produjeron escasamente en meses alternos entre
unos y otros.
Grave
de Peralta, en aras de poder escudriñar los detalles que envolvían el origen y
procedencia de los petroglifos, decide inicialmente, como él mismo comenta,
entrevistar al Director del museo quien, abusando de su memoria, le confiesa
los límites entre los que recuerda se encontraba el área del descubrimiento.
Realmente,
por la información imprecisa que nos brinda el extenso artículo de referencia,
es bastante difícil poder establecer correctamente la procedencia exacta de cada
uno de los petroglifos que nos ocupan, así como la secuencia cronológica de sus
entregas; no obstante, intentaremos un acercamiento lo más aproximado posible, siempre
atendiendo a los valiosos comentarios de su autor y cotejándolos con los que
también nos ofrecieron el miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras, Dr.
Eugenio Sánchez de Fuentes y el Dr. Fernando Ortiz, de aquellos que empleó para
el estudio antes citado.
Por
una parte, en el desarrollo del artículo de Grave de Peralta se indica que las
piezas proceden de las Cuevas de Playa Larga y Cazonal; por la otra, en el
estudio del Dr. Fernando Ortiz, (4) se mencionan procedencias similares, pero no exactas; mientras que Sánchez de
Fuentes refiere que se encontraron en una cueva situada cerca del poblado de Aguadores, en un lugar que
antiguamente se llamó Bayaquitirí
–que fuera asiento y gobierno del famoso cacique Guayo–, hoy conocido por Cueva del Arroyo (Sánchez 1916: 21). De esta manera, con las referencias
aportadas, podríamos convenir en que se hace imposible definir el origen exacto
de todas y cada una de ellas.
4. De los petroglifos ubicados en el Museo
Bacardí, el Dr. Ortiz solo estudia aquellos que presentan al personaje que
muestra los brazos en aspa, o sigmoideos,
como él los denominara.
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En
todos estos años de investigación, no es la primera ocasión en que nos
enfrentamos a un problema con estas características. En nuestra opinión, toda esta
confusión está dada por el hecho de que en 1913, cuando se adquirieron las
piezas, la museología en nuestro país aún se encontraba en un proceso lógico de
estructuración, (5) desarrollo,
y consolidación, por lo que la institución todavía no tenía establecidos los
sistemas de registro y clasificación de los que hoy disponen estos centros. Es
por ello que durante la investigación desarrollada por el Dr. Grave de Peralta,
al consultar los registros de la época, la información es muy vaga y elemental,
viéndose necesitado de consultar al director; sobre esta consulta Grave de
Peralta refiere que:
Los únicos detalles que
pudimos obtener, conservados quizás a la memoria del Director del Museo, son
que fueron descubiertos por casualidad, por dos individuos que residían en
Santiago de Cuba, durante unas exploraciones que hicieron por “Playa Larga”,
entre Playa de Verracos y Jatibonico, en la parte de la costa Sur, entre los
puertos de Santiago de Cuba y Guantánamo (García 1952:
73).
5. Recordemos que la creación de los museos como
institución en el país se remonta a finales del siglo XIX, y el Museo “Bacardí”
es uno de los pioneros. |
Luego,
durante todo el artículo, se reafirma que los petroglifos vendidos al museo
fueron localizados en dos cuevas de la costa sur de la otrora provincia de
Oriente, hoy Santiago de Cuba: las Cuevas de Playa Larga y Cazonal (García
1952: 75-86).
Por
su parte, el Dr. Fernando Ortiz refiere que la procedencia de los petroglifos –en
los que aparece el personaje con los brazos sigmoideos– se corresponde, para uno, con
la Cueva de Cazonal en Playa Larga y, para el otro, con Playa Larga, Berracos
(Ortiz 1947: 19); de esta manera todo parece indicar que existen dos sitios
denominados Playa Larga en la costa sur oriental, uno donde se encontraría la
mencionada cueva, y otro en el sitio denominado Berracos (6).
6. Hoy existe en la costa suroriental un sitio con
el toponímico “Verracos”, pero está ubicado a 6 Km de distancia de Playa Larga.
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Por
suerte, cuando ya dábamos por perdidas las esperanzas de poder lograr un
acercamiento al origen y las localidades de procedencia de los petroglifos,
comprobamos que el Dr. Grave de Peralta le realizó una entrevista al Sr.
Santiago Chávez y de León, el 24 de junio de 1948, en la cual se esclarecían
algunos de los datos aportados por el Dr. Sánchez de Fuentes, acerca de algunos
de los petroglifos estudiados y de sus descubridores; dejando establecidos con
bastante certeza los sitios de los cuales se extrajeron las piezas, lo que, al
mismo tiempo, introduce un nuevo elemento que contradice una de las ubicaciones
referidas por el director del museo y repetida por los doctores Grave de
Peralta y Ortiz; pero ratificando la ubicación brindada por el Dr. Sánchez de
Fuentes, en su obra de 1916.
Durante
la entrevista al Sr. Chávez, este reconoce haber realizado parte de las
sustracciones en una cueva ubicada en el sector de costa entre la playa de
Aguadores y Siboney –cerca
de la Bahía de Santiago de Cuba–,
y en otra ubicada en la playa de Cazonalito; pero no menciona la conocida Playa
Larga. Esta afirmación corrobora el dato ofrecido por el Dr. Sánchez de
Fuentes, sobre el descubrimiento en la Cueva del Arroyo, cerca de la playa de Aguadores; lamentablemente en su obra no se aporta ningún dato en
relación con la fuente, aunque inferimos fuera el antiguo Museo Municipal de
Santiago de Cuba, hoy “Bacardí”.
Entonces,
a partir de todos los elementos expuestos hasta aquí –tomando como fuentes certeras los datos aportados por
Sánchez Fuentes (Sánchez 1916: 21) y la entrevista que el Dr. Grave de Peralta realizara
al Sr. Chávez (García 1952: 87) –, consideramos que podemos colegir que fue en la Cueva del Arroyo, cerca de la playa
de Aguadores, donde fueron
localizados los dos petroglifos que muestran el personaje aspado hacia la zona
ventral (figura 1), que el Dr. Ortiz clasificara como ejemplares I y II, en su
investigación sobre el huracán; y no en la Cueva de Cazonal o en Berracos,
Playa Larga, como refiere este investigador (Ortiz 1947: 19).
Asimismo,
siguiendo la narración proporcionada por el Dr. Grave de Peralta, y comparando
sus relaciones con las otras fuentes comentadas, queda establecido que las 3
piezas restantes fueron encontradas en la Cueva de Cazonal, que se localiza en
el farallón de la terraza marina emergida en el lugar llamado Playa Cazonalito,
más allá de la Playa de Verracos, sector comprendido entre Sigua y la
desembocadura del río Baconao.
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Figura 1. (A y B) Petroglifos procedentes de la
Cueva del Arroyo, Playa de Aguadores,
Santiago de Cuba y (C) Uno de los tres petroglifos localizados en la Cueva
Cazonal,
Santiago de Cuba. Fuente: Archivos del GCIAR. |
Partiendo
de las conclusiones anteriores, se hacía necesario dejar establecida la
ubicación geográfica, al menos aproximada, de los accidentes geográficos donde
fueron encontrados los petroglifos objeto de estudio en este trabajo; al mismo
tiempo, se hacía necesario considerar que, en las descripciones ofrecidas por
los doctores Grave de Peralta y Ortiz, se menciona repetidas veces la Cueva de
Playa Larga, o Playa Larga, como uno de los sitios de procedencia de las piezas.
El procedimiento se realizó por medio del SIG MapInfo Professional 8.0, en el
Mapa Topográfico digital del Archipiélago Cubano, a escala 1: 250 000 (figura
2), comparado con la versión topográfica a escala 1: 50 000, ambos de GeoCuba.
De
esta manera, la Cueva del Arroyo –de
donde se extrajeron, según Sánchez de Fuentes, dos piezas–, que se podría ubicar en un
área comprendida entre las playas de Aguadores y Siboney, al este de la bahía
de Santiago de Cuba, actualmente no ha sido posible ubicarla como unidad
geográfica propia, por más que lo hemos intentado. No obstante, siguiendo los
criterios discutidos en el análisis histórico de los hallazgos, se puede dejar
establecida su cercanía a la Playa de Aguadores, la que sí puede
georeferenciarse en los 19°, 18’, 06’’ Latitud Norte y los 75°,
49’, 49’’ de
Longitud Oeste, o
en las
coordenadas planas rectangulares X - 605 000; Y - 146 600, de la Hoja 5075-IV
del Mapa de Cuba, a escala 1: 50 000, en el actual municipio de Santiago de
Cuba (figura 2).
Por
su parte, la Cueva de Cazonal –donde
se conoce por la declaración del Sr. Chávez que se recuperaron tres
petroglifos, además de tiestos y otras reliquias–, tampoco fue posible ubicarla como unidad geográfica;
pero a partir de lo aquí estudiado debe estar ubicada en las terrazas marinas
emergidas que se levantan a pocos metros de la playa del mismo nombre, en el
municipio Santiago de Cuba, en los 19°, 53’, 11’’ de Latitud
Norte y
los 75°, 28’, 39’’ de
Longitud Oeste, entre las coordenadas planas rectangulares X -
642 000; Y - 137 800, de la Hoja 5175-IV del Mapa de Cuba, Escala 1: 50 000 (figura
2).
Además,
como ya explicamos, creímos oportuno intentar ubicar la tan socorrida Cueva de
Playa Larga. La certeza de si existió y si fueron en ella realmente recuperadas
algunas piezas, se perdió en la memoria de sus exploradores; pero consideramos
como área probable de su ubicación el entorno de la playa del mismo nombre, situada
a 6.0 Km. de Punta Verracos, en el sitio donde desemboca el riachuelo Aguada de
Los Bueyes, en el municipio Santiago de Cuba, en los 19°, 53’, 24’’ de Latitud
Norte y
los 75°, 33’, 45’’ de
Longitud Oeste, entre las coordenadas planas rectangulares X -
633 100; Y - 138 130 de la Hoja 5075-I del Mapa de Cuba, Escala 1: 50 000 (figura
2).
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Figura 2. Panorama arqueológico de Santiago de Cuba y
señalización de los sitios.
(1) Cueva del Arroyo, en la
Playa de Aguadores, (2) Cueva de Cazonal en la Playa de Cazonal y (3) Playa
Larga
Fuente: Elaboración propia.
|
Luego
de realizado todo este procedimiento, podemos afirmar que no debió existir confluencia
entre la denominación de la cueva de la cual se extrajeron algunas de las
piezas –que según el Sr.
Chávez se localizaba entre la playa de Aguadores y Siboney– y la reiteradamente nombrada
Cueva de Playa Larga, pues el accidente geográfico con ese patronímico se
localiza a más de 30 Km. de la zona referida.
De
esta manera, tenemos que admitir que solo pueden existir dos motivos para que
se produjera la confusión a la que hacemos referencia. El primero podría ser que, con el paso
de los años, el Sr. Chávez, por los numerosos sitios visitados durante estas
labores, hubiera olvidado el lugar preciso de donde se extrajeron las piezas; y
el segundo, que inicialmente, cuando se vendieron los grabados al museo, las
referencias relativas a la procedencia no se registraron debidamente, por los
factores antes expuestos, relativos al sistema de organización del museo.
A
nuestro modo de ver, es la segunda opción la más cercana a la verdad, pues
según el relato del Dr. Grave de Peralta, durante la entrevista al descubridor,
este recordaba perfectamente el número de ejemplares obtenidos en cada uno de
los sitios, los lugares donde fueron hallados en el interior de las cuevas y
otros detalles, por lo que sin dificultad, durante la venta, debió recordar la
ubicación exacta de las espeluncas de las cuales se extrajeron.
DISCUSIÓN
La
descripción morfológica de los petroglifos del Museo Bacardí fue magistralmente
realizada por el Dr. Fernando García y Grave de Peralta (1952), en el artículo
que nos ha servido de fuente a lo largo de este trabajo. El Dr. Grave de
Peralta tuvo la sutileza de medir, incluso, la distancia interpupilar, las
dimensiones de los ojos y las orejas, entre otras. Por ello decidimos, durante nuestra
visita al museo, no detenernos a repetir las mediciones, y remitirnos a la
publicación de 1952. Por otra parte, en la obra del destacado investigador
Fernando Ortiz se describen someramente los petroglifos, ya que el sabio se
concentra en las peculiares imágenes ventrales con los brazos en aspa.
De
esta forma, nosotros solo haremos una caracterización general de aquellos
rasgos típicos del arte aborigen antillano que, debidamente identificados, nos permiten
evaluar la autenticidad o no de los petroglifos de las cuevas del Arroyo y de
Cazonal como obras de manufactura aborigen (tabla I).
BRAZOS
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En algunos petroglifos aparecen definidos, ya extendidos al costado
del cuerpo (1), o flexionados sobre el pecho (1). Los restantes (3) no
muestran indicación alguna de interés por representarlos, lo que también
constituye una característica de los petroglifos esculturales del área del
Caribe insular.
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NARIZ
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En el rostro de todos los petroglifos se denota una manera particular
de indicar la nariz, que en sentido general se muestra comenzando en la línea
de las cejas –que también siempre están indicadas–, para luego
bajar perpendicularmente hasta el mismo borde de la boca, para lo cual se
devastó la roca en la faz de manera que las cavidades oculares fueran
profundas; su cuerpo generalmente es más ancho en el área en que se delimitan
las cejas. Esta peculiaridad es apreciable tanto en petroglifos cubanos, como
en algunos de la vecina isla de La Española, que hoy conforman las Repúblicas
de Haití y Dominicana.
|
BOCA
|
Los labios aparecen muy bien indicados en todos los ejemplares, al
igual que la nariz y las cejas. Están fuertemente destacados por un borde
grueso en forma de una elipse irregular, que en su interior deja ver una
ranura de 0.1 m. de profundidad. Este rasgo se puede apreciar en numerosos
petroglifos tanto del patio, como de las Antillas Mayores.
|
OREJAS
|
Todas las imágenes poseen la característica de tener esbozadas las
orejas, que por lo general son irregulares, con rebordes o sin ellos, y todas
con un orificio practicado por excavación que sugiere el oído. Las orejas,
aunque no son un elemento común en los petroglifos esculturales del área
antillana, también aparecen representadas, ya sean delineadas o esbozadas y
percutidas.
|
OJOS
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En su mayoría son redondeados y bastante regulares; ambos guardando
cierta simetría con respecto al tabique nasal, y excavados en las cuencas
oculares, obtenidas por devastación de la roca desde las cejas hasta los
labios, para dar la sensación de profundidad. Esta característica es posible
apreciarla en algunos ejemplares localizados tanto en el país como en las
restantes islas del arco antillano (figura 3).
|
Tabla I. Caracterización general
de los rasgos fundamentales de los petroglifos
de las Cuevas
del Arroyo y de Cazonal, Santiago de Cuba.
Los
elementos enumerados, presentes en los petroglifos estudiados, constituyen
rasgos típicos del arte rupestre del Caribe insular, sin embargo, como ya
habíamos anunciado en el título, esta investigación abarca los petroglifos
encontrados en la provincia Santiago de Cuba y la representación, en varias
piezas arqueológicas del oriente del país, de un personaje con los brazos
extendidos en arco, uno hacia arriba y el otro hacia abajo, o sea, en aspa. Ahora
bien, ¿qué nos motiva a incluir estos dos temas en un mismo artículo monográfico?
La
razón es simple, y está determinada por la presencia, en dos de las piezas que
estamos estudiando, de este singular personaje, el cual aparece en la región
abdominal de los petroglifos (figuras 1A y 1B). La relación existente entre
ellos ha provocado que, tanto los petroglifos como el ente con los brazos en
aspa, hayan transitado por la arqueología cubana compartiendo las mismas
desventuras, ignorando en muchas ocasiones el entorno arqueológico y la
recurrencia del tema en toda la región arqueológica del oriente cubano.
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Figura 3. Algunas de las piezas
adquiridas por el Museo Bacardí en
agosto de 1913
que presentan al curioso
personaje con los brazos en aspa.
(A)
Fragmentos
de piedra plana, (B) Parte de una vasija de cerámica y (C) Laja de piedra
caliza.
Fuente: Ortiz, 1947: 20 y 23, y
Archivos del GCIAR
|
Todo
parece indicar que esta relación comienza con la venta al museo de los
petroglifos procedentes de la Cueva del Arroyo, en Playa Aguadores (figura 1),
lo que se reafirma con la tercera y última venta al museo de piezas procedentes
de la Cueva de Cazonal, en agosto de 1913 (García 1952: 85-87), cuando se
produce el ingreso de otros especimenes: una larga laja de piedra caliza, dos
pequeños fragmentos de piedra plana y parte de una vasija de cerámica, todos
portando la representación (tallada o modelada) del curioso personaje con los
brazos en aspa (figura 3).
Por
fortuna, esta controversial representación, como veremos en lo adelante,
también ha sido hallada en otros tiestos de cerámica de la región oriental del
país, como es el caso del localizado a fines de la segunda década del siglo XX
por Harrington en La Chivera, cerca de Imías, Guantánamo (figura 4A).
En
el estudio que realizamos sobre el interesante centro ceremonial de la Caverna
de Patana, El enigma de los petroglifos
aborígenes de Cuba y el Caribe insular, apuntábamos haber localizado en la
bibliografía publicada otras dos piezas con esta representación (Fernández y
González 2001). La primera fue descubierta por I. Rouse en el sitio El Mango,
en Banes, Holguín, allá por los años 40 (figura 4C). Un segundo ejemplar permanece
en las colecciones del Museo de Arqueología Aborigen de la Universidad de
Oriente, en Santiago de Cuba (figura 4B). Aunque se desconoce su procedencia
exacta, la Sección de Investigaciones Arqueológicas de dicha Universidad, bajo
la dirección del destacado arqueólogo Dr. Felipe Martínez Arango, trabajó
amplia y específicamente las actuales provincias de Santiago de Cuba y
Guantánamo, lo que de alguna manera particulariza y restringe el área del
hallazgo a estas provincias.
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Figura 4. Otros fragmentos de
cerámica encontrados en la región oriental de Cuba que muestran
al personaje con
los brazos en aspa. (A) La Chivera, Imías, Guantánamo; (B) Museo de Arqueología de la
Universidad de Oriente; (C) Sitio El Mango, Banes, Holguín. Fuente: Fernández y González
2001: 61.
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El
estudioso y lingüista Alfredo Zayas, en su obra Lexicografía Antillana, editada en 1914, (7) menciona poseer una curiosa escultura con una imagen sigmoidea, localizada en las
cercanías de Guantánamo. El Dr. Fernando Ortiz, en su estudio sobre el huracán,
de 1947, se lamenta de no haber podido revisarla e incluirla en su análisis.
7. Esta obra vio la luz a menos de un año de
realizada la venta de los petroglifos al Museo Bacardí. |
Hoy
sabemos que este ídolo permaneció en el Departamento de Antropología de la
antigua Academia de Ciencias de Cuba durante algunos años, donde fue motivo de
observación por parte del arqueólogo Ernesto Tabío Palma, quien argumentaba que
la pieza mostraba un diseño en la boca que no se correspondía con el utilizado
por los grupos agricultores, además de mostrar los brazos en posición invertida
con respecto a otros petroglifos y tiestos de cerámica. Por otra parte,
observado al microscopio, presentaba huellas de trabajo con instrumentos
perfilo-cortantes, lo que la convertía en fuerte candidata de falsificación, algo
muy común en la época en que se encontró en la región oriental (8) (Milton Pino, com. pers., 19 de octubre de 2009). Estas opiniones de Tabío, lo
llevaron a decidir que el Departamento de Antropología se deshiciera de esta
pieza, lo que sucedió durante una de las limpiezas y reorganizaciones de las
colecciones de esta institución.
8. En ese entonces se acusó a un señor de
apellido Colmenares, de la región de Banes, que se pudo comprobar se dedicaba a
estas actividades. |
Sin
embargo, esta interesante pieza, aparentemente perdida después del evento antes
comentado, pudo ser examinada en detalle por los autores de este artículo, hecho
importante para la ciencia, pues es la primera vez que se hace un análisis público
de las características de esta curiosa escultura, tarea que ha sido posible gracias
a la intuición de la Dra. Lourdes Domínguez, quien en aquel momento la recuperó
de los escombros donde había sido desechada y asumió durante años su custodia,
hasta que en conversaciones sostenidas entre nosotros, esta notable investigadora
nos informó que poseía dicha escultura.
Ahora
bien, tomando en consideración tan solo las modelaciones cerámicas, tendríamos
que admitir que, sin dudas, el personaje de los brazos en aspas jugó un papel
importante en la ideología y la cosmovisión de los grupos humanos que se
asentaron en la región oriental del país, en el triángulo comprendido entre el
poblado de Banes, en Holguín, como vértice superior, y la bahía de Santiago de
Cuba y la Punta de Maisí, como límites inferiores. Toda vez que su imagen, hasta
donde se conoce, ha aparecido en varios tiestos de cerámica de sitios muy
distantes uno del otro –tan solo entre los sitios La Chivera, en Imías y
El Mango, en Banes, existen unos 152 Km de distancia aproximadamente– se
puede sospechar la representación de una deidad regional (figura 5).
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Figura
5.- Ubicación geográfica de los sitios en que se hallaron los fragmentos
de
cerámica que reproducen al personaje antropomorfo con los brazos sigmoides.
Del
cuarto tiesto de cerámica se desconoce la procedencia.
(Corregido
y modificado de Fernández y González 2001: 63).
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Esta
última suposición debe considerar la distribución del poblamiento indígena en
el área, la capacidad de movilidad de estas poblaciones y las posibles
relaciones de intercambio económico-cultural establecidas entre ellas; pero
teniendo muy presente que la asimilación de los elementos culturales vinculados
a la ideología, es un proceso que se produce lentamente en el tiempo y que son
muchos los factores económico-sociales que determinan su concreción o
definitiva adopción por un grupo en particular. Es por ello que somos del
criterio que su identificación y distribución territorial apuntan a la
confirmación “regional”.
Al
mismo tiempo, no nos puede sorprender el hecho de que una deidad o personaje que
reiteradamente fuese modelado y representado en la cerámica, fuese ejecutado en
otros soportes y en otros artefactos vinculados a las manifestaciones
superestructurales e, incluso, que se tallaran petroglifos, en recintos que con
toda seguridad eran considerados centros de adoración o de culto, como sucede
en otros espacios conocidos y estudiados en el país (Fernández y González 2001,
Gutiérrez, Fernández y González 2008; Fernández, González y Gutiérrez 2009a y
Fernández, Gutiérrez y González 2009b).
Considerando los fundamentos
anteriores, entonces el espacio geográfico en que se
ubican las cuevas motivo de estudio –la costa sur entre las bahías de
Santiago de Cuba y Guantánamo– queda dentro del “triángulo regional” establecido
por los hallazgos de dicha deidad, área donde además existe el reporte de un
número importante de sitios arqueológicos pertenecientes a los grupos de
economía productora.
Siguiendo
el razonamiento anterior, y aceptando la relación directa que se puede establecer
entre el personaje con los brazos en aspa y los grupos agricultores y ceramistas,
determinada por la presencia de esta deidad en tiestos de cerámica, decidimos
realizar algunos análisis que nos permitieran discernir rasgos de semejanza y
diferencia entre las piezas aquí estudiadas y diferentes ejemplares obtenidos
en sitios arqueológicos del entorno geográfico cercano (Valle del Caujerí, área
de Maisí, etc.) y lejano (Antillas Mayores), los que presentan una variada
iconografía reproducida tanto en sus producciones cerámicas como en la piedra
en volumen, de carácter ritual o ceremonial, que hemos creído oportuno
considerar; siguiendo las líneas conceptuales de investigación propuestas para
Cuba por Calvera y Funes (1991:79).
Esta
evaluación permitió determinar una serie importante de rasgos que parecen
corresponderse con el conjunto de objetos a comparar. Por ejemplo, uno de los
aspectos más señalado y discutido en los petroglifos, comentado con
anterioridad, es la representación de la nariz “aguileña” y las cuencas
orbitales unidas a esta, además de que la boca aparece con labios gruesos y
pronunciados.
Al
realizar el análisis de la nariz aguileña en el contexto arqueológico antillano,
se encuentran no pocas piezas con estas características, tanto en Puerto Rico
como en La Española. Un caso que ejemplifica lo anterior es un petroglifo
perteneciente a la colección del Instituto Dominicano de Investigaciones
Antropológicas (INDIA), cuya semejanza morfológica con los petroglifos aquí
estudiados es significativa (figura 6).
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Figura 6. Comparación del rostro
de perfil, donde se observa que la manera particular de realizar la nariz y los
ojos en algunos de los petroglifos objeto de estudio es común
a otros petroglifos
del área antillana. (A) Petroglifo del Museo Bacardí,
Santiago de Cuba y (B) Petroglifo del Instituto Dominicano de Investigaciones
Antropológicas, República Dominicana. Fuente: Archivos del GCIAR.
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Llama
la atención que esta y otras particularidades las hemos aislado en un grupo importante
de modelaciones cerámicas del área, como son varias asas con decoración excisa (9) de diferentes sitios de las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo.
9. Realizada utilizando técnicas que producen un
bajo relieve (Guarch, 1978:90).
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En
el caso particular del yacimiento Damajayabo, en la provincia de Santiago de
Cuba, las únicas dos asas de cerámica modeladas con figuraciones antropomorfas
y zoomorfas, que han sido publicadas (Martínez, 1968: lám. 42 y 43), tienen
como solución estética para la conformación de esta sección tan importante del
rostro narices que se proyectan hacia el frente y permanecen unidas a los arcos
de las cejas; pero además, sus bocas están modeladas a relieve y muestran unos
labios gruesos que sobresalen en el plano vertical (figura 7).
De
la misma manera, hemos localizado otras piezas, como una talla en piedra del
sitio Pozo Azul, Caujerí (Trincado y Castellanos s/f), en que se reitera la
solución en la expresión iconográfica. De la zona de Maisí y de Jauco, ambas en
la provincia guantanamera, son un percutor ceremonial antropomorfo que muestra
inequívocamente el nacimiento del tabique nasal unido a las cejas y los labios
gruesos bien marcados y en posición proyectante, así como un asa de una vasija
de barro que exhibe un rostro antropomorfo modelado cumpliendo con las mismas características
descritas, indicándonos que este patrón era aplicado con frecuencia (figura 7).
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(A) Petroglifo del Museo Bacardí,
Santiago de Cuba y (B) Petroglifo del Instituto Dominicano de Investigaciones
Antropológicas, República Dominicana.
Fuente: Archivos del GCIAR. |
Todas
estas evidencias sugieren la existencia de una solución estética establecida y asumida
por una parte importante de los grupos culturales que habitaron, al menos, la
región más oriental del país; indicándonos, al mismo tiempo, que este patrón no
era excepcional y exclusivo de las piezas estudiadas procedentes de las Cuevas del
Arroyo y Cazonal, sino que aparece con relativa frecuencia en comparación con el
número total de los ejemplares de la cerámica y la piedra en volumen estudiados.
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Figura 8. Correspondencia en el
diseño de la boca del petroglifo de Zayas y otros elementos rupestres de las
Antillas. (A) Petroglifo del Soplón, en la Cueva del Último Cielo, Monseñor
Novel, República Dominicana, (B) Petroglifo de Zayas, vista frontal, (C) Pared
sureste de la Piedra Letrada, Constanza, La Vega, República Dominicana. Fuente:
Archivos del GCIAR.
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Situación
similar sucede con el argumento, esgrimido con frecuencia, sobre la solución
empleada para representar la boca de los petroglifos. Significativa resulta en
este caso la opinión vertida por el Dr. Tabío, ya comentada, sobre el
petroglifo de Zayas, de que “…la pieza mostraba un diseño en la boca que no se
correspondía con el utilizado por los grupos agricultores…” (Milton Pino, com.
pers., 19 de octubre de 2009). Para no caer en una abrumadora disertación,
baste la comparación de la morfología de la boca de este petroglifo y los numerosos
diseños rupestres de estaciones de la República Dominicana, como la Cueva del Último
Cielo, provincia de Monseñor Novel y la Piedra Letrada, provincia La Vega (figura
8). Es curioso que los petroglifos con esta morfología en la República
Dominicana han sido definidos por los rupestrólogos de ese país como soplones,
asociados con una forma quisqueyana de representar al numen aborigen Guabancex
(Abreu 2008: 328).
El
Dr. Ernesto Tabío consideraba también que en el petroglifo de Zayas los brazos
se encontraban en posición invertida con respecto a otros petroglifos (Milton
Pino, com. pers., 19 de octubre de 2009). Sin embargo, la búsqueda de elementos
similares confirma que esta característica se repite, al menos, en dos de los tiestos
de cerámica que presentan al personaje con los brazos en aspa: el que se
encuentra en el Museo de Arqueología de la Universidad de Oriente, y el
encontrado en el sitio El Mango, en Banes, provincia Holguín (Fernández y
González 2001).
Abandonando
ahora las comparaciones morfológicas, entraremos en el análisis de la
cronología de los hechos que dan a conocer las piezas aquí estudiadas y el
famoso personaje con los brazos en aspa. En este sentido, dejaremos a un lado
consideraciones tales como que las fechas de divulgación no son necesariamente
la de los hallazgos, que un elemento dado a conocer en un momento pudo haber
sido descubierto mucho antes, etc., las cuales caerían dentro del campo de la
especulación.
Es
indiscutible que, si nos atenemos a los datos y hechos comprobables y su
secuencia cronológica, el descubrimiento del personaje con los brazos en aspa
coincide con la adquisición por el museo Bacardí de dos petroglifos con esta
imagen en su parte abdominal, procedentes de la Cueva del Arroyo (figura 9).
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Figura 9. Línea de tiempo con la
secuencia cronológica de la aparición
en el ámbito arqueológico cubano
de diferentes soportes con el personaje de los brazos en aspa.
Fuente: Elaboración propia.
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Se
evidencia, entonces, que si hasta ese momento la imagen no se conocía en el
ámbito arqueológico cubano, su aparición en alguna medida autentifica las
piezas pues, ¿de dónde salió el referente a copiar? La relación inequívoca de
dicha representación con nuestros grupos aborígenes solo fue demostrada con
posterioridad, por los tiestos cerámicos de Cazonal, en Santiago de Cuba y de
La Chivera, en Imías, Guantánamo; sobre todo por esta última, la cual se
encuentra ajena a todas las vicisitudes de las piezas santiagueras, imponiendo
así un sello regional y no local a este diseño, y alejándolo definitivamente de
la especulación que ha cuestionado de forma generalizada su autenticidad como
parte de la iconografía aborigen del oriente de Cuba.
Antes
de pasar a las conclusiones de esta discusión, es conveniente analizar algunos
rasgos que presenta el petroglifo de Zayas, en particular algunas huellas del
proceso tecnológico. Como se puede apreciar en la figura 10, las incisiones que
dan forma a la morfología de esta imagen presentan caracteres de una aparente
contemporaneidad, ya sugerida por el Dr. Ernesto Tabío. Estos caracteres se pueden
definir, sobre todo, por la ausencia de la obligatoria pátina formada por el
envejecimiento o antigüedad de la pieza, que en estos casos se produce por
efecto del intemperismo y que, entre otros resultados, mantiene la unidad de la
coloración exterior en este tipo de piezas.
En
el caso que analizamos, se puede apreciar un fuerte contraste entre la pátina
exterior del cuerpo de la pieza y los surcos de las incisiones del petroglifo,
los que presentan un fuerte tono blanquecino, típico del interior de las rocas
carbonatadas recientemente expuesto al descubierto. Otro rasgo importante es
que las incisiones del petroglifo parecen estar realizadas con un objeto filoso
o puntiagudo y formadas por pequeños segmentos de recta (figura 10a), lo cual
no se corresponde con las típicas, limpias y espectaculares tallas por percusión
y abrasión realizadas por nuestros grupos aborígenes.
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Figura 10. Elementos tecnológicos
del petroglifo de Zayas. (a) Vista abdominal donde se pueden apreciar las
incisiones realizadas con un objeto filoso o puntiagudo y compuestas por
pequeños segmentos de recta, (b) Secciones transversales (angular
y cóncava) de
los surcos de talla del petroglifo, (c) Área del petroglifo donde se logra
identificar la existencia de la talla original sin retoque contemporáneo.
Fuente: Elaboración propia.
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Todos
estos elementos, que en su conjunto forman parte de la morfología del
petroglifo de Zayas, han sido utilizados en el medio académico cubano (10) para apoyar la idea de la falsificación de esta pieza, y con ello apoyar la
hipótesis de la no autenticidad de las tallas representativas del personaje con
los brazos en aspa y, por relación simpática, cuestionar la autenticidad del
conjunto de petroglifos pertenecientes a la colección del Museo Bacardí,
procedentes de las cuevas del Arroyo y
de Cazonal.
10. A nivel de discusión personal entre
investigadores, pues este trabajo constituye la primera vez que el debate
trasciende el marco personal para ser expuesto al examen público.
|
Sin
embargo, aunque múltiples veces se ha discutido por los investigadores, nunca
había sido presentado públicamente un análisis detallado de los rasgos
morfológicos de este petroglifo, y es en este sentido donde, en nuestra opinión,
se ha generalizado y repetido el criterio de la falsificación sin enfrentar un
verdadero procedimiento observacional de la pieza, herramienta que, en nuestro
caso, nos ha permitido reconsiderar algunas opiniones. Por ejemplo, si se
detallan todas y cada una de las líneas de incisión, se hace palpable que las
huellas de pequeños segmentos de recta realizados con un objeto filoso o
puntiagudo no están presentes en el 100 % de estas, lográndose identificar
algunas áreas de incisión con las huellas típicas de la terminación por
abrasión de las tallas aborígenes; lo que nos hace pensar que la morfología
actual de este petroglifo ha sido producto de un retoque contemporáneo sobre
una elaboración antigua, pues hay lugares donde se define con precisión la
terminación de este retoque y la presencia de los rasgos originales. Nótense en
este sentido los puntos señalados por las flechas C y D en la figura 10c, donde
además se logra apreciar la continuidad de la talla original sin retoque, como
se observa en el área señalada por la flecha B (figura 10c).
La evidencia
anterior es reforzada por el análisis de las secciones transversales de cada
una de las zonas del trazo. En el área donde, en nuestra opinión, ha sido
aplicado el retoque, se obtuvo una sección transversal marcadamente angular, en
alguna medida inconsistente con las herramientas y tradiciones aborígenes para
este tipo de tallas (figura 10b A). Por su parte, en el área que, a nuestro
juicio, se puede considerar como representativa de los trazos originales, se
obtuvo una sección transversal del trazo mucho más cóncava, acorde con las
tradiciones culturales de terminación para este tipo de objeto arqueológico (figura
10b B). En este sentido, es indudable que un argumento importante es el
referido a la terminación de los surcos de incisión, pues las partes donde se
puede identificar la presencia del fuerte tono blanco antes comentado, se corresponden absolutamente con las
secciones angulares y con las áreas donde la talla está caracterizada por
pequeños segmentos de recta; mientras que en las zonas donde los surcos de
incisión parecen ser los originales, se conserva la coloración típica del área
expuesta al intemperismo del resto la pieza.
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Figura 11. Secuencia de imágenes
de siete de las piezas estudiadas, donde aparecen
las líneas transversales
justo en las muñecas –a manera de brazaletes o muñequeras–,
que dan
a este diseño una personalidad particular.
Fuente: Elaboración propia. |
Para
definitivamente acabar con las reflexiones sobre la morfología de los
personajes que aquí estamos estudiando, debemos destacar que es notable la
correspondencia existente entre la imagen con los brazos en aspa de los
petroglifos y las reproducciones elaboradas en barro, (11) recuperadas arqueológicamente durante más de 40 años; en las cuales los rostros
y la flexión de los brazos son muy similares. Mucho más importante, en este
sentido, es el hecho de que en todos los casos (petroglifos, lajas y cerámica)
aparecen bien indicadas unas ranuras transversales justo en las muñecas –a
manera de brazaletes o muñequeras–, que dan a este diseño una
personalidad simbólica particular (figura 11), convirtiéndose en un patrón que
está muy lejos de poder interpretarse como algo casual, sobre todo si aceptamos
que aparece, por primera vez, en los petroglifos adquiridos por el museo
Bacardí el 2 de junio de 1913.
11. Lamentablemente, los ejemplares ubicados en la
colección del Museo de
Antropología de la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, y el rescatado en Banes, Holguín, no aparecen completos: solo
muestran el rostro y el brazo izquierdo ladeado hacia arriba. |
Finalmente,
es preciso señalar que hemos oído en ocasiones reflexionar a algunos colegas
sobre el tema aquí en discusión, y en estos debates se ha postulado como
elemento importante el hecho de que la arqueología cubana no ha logrado
recuperar nuevas piezas con el personaje de los brazos en aspa desde mediados de
la década del 50 del siglo pasado, momento en el que, paradójicamente, se puede
ubicar el comienzo del desarrollo intensivo y extensivo de la arqueología
cubana. Semejantes criterios carecen del más mínimo contenido epistemológico,
pues tampoco ha aparecido hasta hoy un nuevo “ídolo del tabaco” o una nueva
Cueva de Isla o no. 1 de Punta del Este y, por ello, su valor patrimonial o
autenticidad nunca han sido motivo de discusión o análisis.
CONCLUSIONES
Después
de realizado el análisis de todos los pormenores conocidos, incluyendo el de
numerosos rasgos morfológicos y tecnológicos presentes en todas y cada una de
las piezas aquí estudiadas, tenemos que exponer algunas conclusiones evidentes:
1.
Todos los datos apuntan a que los
petroglifos de la colección del Museo Bacardí aquí estudiados fueron extraídos
de las Cuevas del Arroyo y Cazonal, ambas ubicadas en la costa sur del actual
municipio Santiago de Cuba de la provincia del mismo nombre.
2.
No ha sido posible demostrar ni
verbal, ni documentalmente, la hipótesis de que algunos de los petroglifos del
Museo Bacardí fueran elaborados por sus descubridores como una vía para obtener
ingresos por su venta al museo.
3.
El análisis de los rasgos
morfológicos principales de los petroglifos del Museo Bacardí, de los tiestos
cerámicos aquí estudiados, y del petroglifo de Zayas, permite ubicarlos dentro
de los patrones tecno-culturales de los grupos productores de las Antillas.
4.
El estudio detallado del petroglifo
de Zallas corrobora la idea de que esta pieza fue alterada en épocas actuales
para acentuar sus rasgos morfológicos, pero aún conserva marcadas evidencias de
la talla original.
5.
La secuencia cronológica de los
descubrimientos asociados a los ejemplares aquí estudiados establece que el
personaje de los brazos en aspa apareció por primera vez en los petroglifos adquiridos
por el museo Bacardí y, por ende, no puede demostrarse que para su ejecución se
hubiese utilizado, como modelo, un objeto que aún no había sido recuperado.
6.
Se pudo demostrar, en todas y cada
una de las imágenes del personaje con los brazos en aspa, la existencia de unas
ranuras transversales justo en las muñecas –a manera de brazaletes o
muñequeras– que, por su recurrencia, son interpretadas como un patrón
simbólico en la representación de un personaje mítico o legendario de las
comunidades aborígenes de la región oriental.
Aceptando
las seis conclusiones anteriores, entonces, solo nos queda definir como
conclusión principal que:
No
existe hasta hoy ningún elemento científicamente resolutivo para considerar que
los petroglifos del museo Bacardí, los tiestos de cerámica con la
representación del personaje con los brazos en aspa y el petroglifo de Zayas sean
piezas apócrifas. Todo lo contrario, los elementos aquí discutidos señalan su
autenticidad, siendo entonces muy importante admitir que, a pesar de todas las
vicisitudes y debates de los últimos 50 años, la obra del Dr. Fernando Ortiz y
su propuesta para explicar el significado de la deidad aborigen del huracán y
su forma de representación gráfica, recobran todo su validez y trascendencia arqueológica
para el área antillana.
—¿Preguntas,
comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo citar este artículo:
Fernández Ortega , Racso; Gutiérrez Calvache, Divaldo; González Tendero, José B y
Dominguez González , Lourdes. Los petroglifos de Santiago de Cuba y el personaje
con los brazos en aspa. Un caso de obligatoria justicia. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/aspacuba.html
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Revista Científica del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Facultad
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