Venezuela


Los Arawaks y las manifestaciones rupestres
del norte de Suramérica: de la Amazonia a la región
nor-central venezolana.

Leonardo Páez. leopaezorama@gemail.com Sociedad para el Estudio de las Manifestaciones Rupestres de Venezuela (SEMARVE).

Resumen

El presente estudio se circunscribe a las relaciones entre las manifestaciones rupestres de la región centro-norte venezolana y las prácticas mágico-míticas del mundo aborigen de la región geohistórica del noroeste amazónico. Abordaremos algunas aproximaciones de significancia para ciertas grafías, vinculándolos con una interpretación de origen totémico, ayudados en el análisis comparativo de los diseños y los rituales y mitos relacionados con las Manifestaciones Rupestres que se conservan en el territorio ancestral de los grupos maipure-arawak.

Proponemos la reproducción y la transmisión de estos símbolos mágicos de generación en generación a través de los ritos asociados o no a las manifestaciones rupestres, en el largo periplo migratorio protagonizado por los grupos Arawaks que abarcó miles de años y kilómetros desde las tierras centrales de la cuenca del río Amazonas hasta la región centro-norte costera venezolana. A su vez dejamos abierta la posibilidad de interpretación para algunos petroglifos de la región nor-central y las Antillas Menores en concordancia con los ritos de iniciación o ceremonia de Kuwai, implantado por las naciones maipure-arawak del noroeste amazónico, en íntima relación con el proceso migratorio de estos pueblos.

Resaltamos la importancia del estudio de las manifestaciones rupestres venezolanas en la reconstrucción del pasado histórico prehispánico. Y el lamentable estado de abandono en que se encuentran, condenados pronto a desaparecer si no se ejecutan políticas urgentes de rescate y conservación.

Palabras clave: Arawaks, mito, tótem, significancia.

El presente estudio se circunscribe a las relaciones entre las manifestaciones rupestres de la región centro-norte venezolana y las prácticas mágico-míticas del mundo aborigen, en especial a los elementos totémicos, arquetípicos y rituales vinculados con la región geohistórica del noroeste amazónico, en la cuenca del río Negro, territorio ancestral de los grupos maipure-arawak. En las siguientes líneas abordaremos algunas aproximaciones de significancia para ciertas grafías, en un osado intento de abonar el terreno para futuras investigaciones que, con más herramientas de las poseídas actualmente, permitan llegar a una comprensión absoluta de los procesos que intervinieron en la realización de estos legados históricos.


Imagen 1. Región centro-norte venezolana

En la región centro-norte de Venezuela, a lo largo y ancho del sistema montañoso de la Cordillera de la Costa, desde el Distrito Capital hasta el estado Yaracuy, se encuentran cientos de yacimientos de petroglifos que evidencian la presencia de pobladores aborígenes antes de la llegada del invasor europeo (imagen 1). Estos símbolos rupestres tenían un valor y un sentido dentro de la cosmovisión, mitología, historia y ritualidad de las comunidades originarias que los concibieron (Ortiz y Pradilla, 2000: 4). Las evidencias arqueológicas prueban la ocupación de este territorio por comunidades agro-alfareras en oleadas sucesivas provenientes de la cuenca amazónica que, utilizando el río Orinoco como vía de comunicación y asentamiento, fueron penetrando en continuos movimientos migratorios hacia la costa venezolana, proceso que incluyó a las Antillas y la Florida (imagen 2). Los primeros grupos que lograron primeramente arraigarse y expandirse por esta región fueron los Arawaks, un milenio antes que los grupos Caribes (Arreaza, 2008: 6).


Imagen 2. Movimientos migratorios de los grupos Arawaks

Estas dos naciones, la Arawak y la Caribe, desarrollaron o trajeron consigo sus códigos emblemáticos, reproduciéndolos en objetos de su cotidianidad, en la cestería, alfarería, y por supuesto en las manifestaciones rupestres. Los estudios de León (1999: 9) establecen los inicios de manufactura de petroglifos en la cuenca del lago de Valencia, uno de los lugares de mayor profusión de grabados de la región, en concordancia con la primera oleada migratoria de grupos Arawaks, a principios de la era cristiana (siglo I d.C.), incrementada ocho siglos después por la segunda oleada de etnias emparentadas lingüísticamente a la primera (Idler; 2004). Su realización estaba en estrecha relación con los fenómenos del mundo natural, de los animales, de las plantas, del cielo, a las prácticas agrícolas, todo esto conectado con el mundo mágico-mítico que intentaba establecer el equilibrio entre el mundo material y el inmaterial. Para Gil (1999: 3) cada grafía posee un significado propio asociado al grupo que lo elaboró, y para abordar su interpretación, urge el estudio de las rutas migratorias por las que se movilizó la etnia y las técnicas de elaboración practicadas, intentando establecer si se trata de modelos universales característicos de varias regiones o por el contrario son propios de un área específica.

 
Imagen 3. Petroglifo de la avícola Roqué, sector Sabana Arriba,
municipio Miranda, estado Carabobo

En la observancia de grabados rupestres de este territorio es común toparnos con imágenes que semejan actos de alumbramiento, gravidez o menstruación. Estas escenas vienen acompañadas, en la mayoría de los casos, por otras figuras que forman un hilo general del lenguaje ideográfico representado, algunas tan contiguas que forman un único diseño. Al respecto presentaremos algunos ejemplos y conjeturas.

En el petroglifo de la Avícola Roqué, en el sector Sabana Arriba del municipio Miranda, estado Carabobo, se encuentra una grafía en estado de gravidez y en posición de parto, unida en sus extremidades inferiores con una figura animal y otra celeste, en compañía de otras inscripciones que forman parte del contexto ideográfico general (imagen 3).

Las representaciones zoo y asteromorfa custodian el trance, en actitud de defensa y resguardo, ubicadas a ambos lados de las piernas abiertas de la figura antropormorfa, prestas a dar cobijo al hijo por nacer. Esta escena, según nuestra hipótesis, guarda relación con los rituales propiciatorios de la fertilidad de la mujer; interviniendo los espíritus protectores (los tótems) encargados de salvaguardar la subsistencia y el bienestar del grupo clánico allí simbolizado.

 

Imagen 4. Escena de parto en Piedra Pintada,
municipio Guacara, estado Carabobo.

Igual interpretaciòn merecen dos escenas de alumbramiento del yacimiento “Piedra Pintada”, en el municipio Guacara, estado Carabobo (imagen 4). Al igual que en el ejemplo anterior, una figura antropomorfa en estado de gravidez y en posición de parto, ataviada con apéndices cefálicos en forma de volutas, forma conjunto con una representación zoomorfa, unida a ella en una de sus extremidades. En la misma roca y rodeando la escena se encuentran formas estelares, antropomorfas y zoomorfas que no deben obviarse en un análisis más depurado. El cuadrúpedo, de cola prensil y apéndices cefálicos que a su vez conforman la extremidad de la figura humana, se ubica exactamente en la misma posición del ejemplo de la avícola Roqué. La acción es clara: estar presente en el acto de alumbramiento para brindar protección al nuevo integrante del clan matrilineal y así favorecer la perpetuidad de su linaje.

La otra representaciòn de parto del yacimiento “Piedra Pintada” que traemos a colaciòn es la ubicada en la llamada “Piedra del río” (imagen 5), así nombrada por el surco vertical filiforme que en exacta orientación norte-sur atraviesa la roca en su centro, asociada según algunos autores a un arroyo o curso de agua. En esta ocasión la figura, acuclillada en posición de parto, comparte una de sus extremidades con otra grafía que evoca la forma de los ojos de una lechuza (imagen 6). En el medio del diseño filiforme se distingue una figura humana formando parte del diseño ideográfico general, que por la posición de sus extremidades pareciese en estado de meditación. Nos encontramos hipotéticamente con la figura Shamánica conectando el mundo material y el inmaterial, siendo el hilo conductor la línea que en sus extremos personifica la tierra y el cielo (el mundo material y el inframundo). En rocas cercanas se observan signos conocidos como la “doble espiral invertida”, cuya utilizaciòn en los rituales de iniciaciòn femenina fue colectada por González Ñáñez entre los grupos warekenas, de filiación lingüística arawak, habitantes de la región limítrofe entre Colombia, Brasil y Venezuela (Sujo Volsky, 1987: 77).

Imagen 5. Figuras contentivas de la “Piedra del Río”. Yacimiento“ Piedra Pintada”, municipio Guacara, estado Carabobo.

Imagen 6. Detalle de la representaciòn de parto en la “Piedra del río”.

En esta misma direcciòn se inscriben las grafías contentivas de la llamada “Piedra de la Fertilidad”, ubicada en el municipio Puerto Cabello, estado Carabobo, donde una figura gestante acompañada de cinco representaciones vulvares, se muestra al lado de una figura atribuible a un rostro zoomorfo (imagen 7). En una roca contigua, formas estelares integran la escena.


Imagen 7. Detalle de la “Piedra de la fertilidad”. Municipio Puerto Cabello, estado Carabobo.

Todas las representaciones mencionadas fungirían de recursos mnemotécnicos a los neófitos e iniciados en los ritos propiciatorios relacionados con el nacimiento, dirigidos a procurar la subsistencia y reproducción del grupo. En el intento de intervenir favorablemente en este proceso vital, el símbolo sagrado proyectaba el contenido derivado de la psiquis, henchido de fuerzas que van más allá de lo terreno, facilitando el contacto con las fuerzas ocultas que rigen el mundo natural. El común acto de parir constituía un acontecimiento mágico, misterioso. Por tanto la potencia de la hembra y su don debían acompañarse y dar una protección especial durante el parto, abarcando hasta los primeros días de vida del recién nacido, donde incluso el padre participaba activamente (Cardozo, 1986: 119). En la alfarería, la realización de figulinas antropomorfas de sexo femenino, muchas de ellas en estado de gravidez, refleja la preocupación y la atención prestada a los rituales de fertilidad (imagen 8).

 
Imagen 8. Figulinas en arcilla en estado de gravidez. Izquierda: Serie Valencioide, cuenca del lago de valencia. Derecha: Serie Barrancoide, bajo Orinoco, estado Monagas.

Otros petrosímbolos de la región carabobeña nos permiten establecer semejanzas estilísticas y arquetípicas con la región del Alto Orinoco y la cuenca amazónica, poniendo en evidencia los movimientos migratorios de grupos humanos de esas regiones hacia los territorios de la costa centro-norte venezolana. En primer término dos figuras antropomorfas (imagen 9) con los mismos valores arquetípicos, representando el nacimiento del Sol, una en la isla María Auxiliadora del Alto Orinoco, colectado por Rafael Delgado (1977: 242) y otra de la cuenca del lago de Valencia, están asociadas simbólicamente a grupos clánicos donde la figura totémica, el ente protector de los hijos nacidos y por nacer, estaría sujeta a formas estelares.

 
Imagen 9. Izquierda: petroglifo del Alto Orinoco. Derecha: petroglifo de Vigirima, municipio Guacara, estado Carabobo.


Y en segundo término una representación geométrica, documentada en dos puntos de la geografía carabobeña: En la quebrada Malbellaco del valle del río Chirgua, municipio Bejuma, y en el cerro Las Rosas, municipio Guacara; esta última acompañando a una figura antropomorfa que destaca su feminidad a través del motivo vulvar claramente definido entre sus piernas. Esta figura se encuentra representada en una pictografía de la Serra do Ereré, estado de Pará, en el Bajo Amazonas, Brasil (Pereira: 2003): el símbolo mágico fue transmitido, reproducido y mantenido vivo de generación en generación a través de los ritos asociados o no a las manifestaciones rupestres, en el largo periplo migratorio protagonizado por los grupos Arawaks que abarcó miles de años y kilómetros desde las tierras centrales de la cuenca del río Amazonas hasta la región centro-norte costera venezolana (imagen 10).

Según los estudios de Gerardo Reichel-Dolmatoff sobre el uso ritual del yagé entre los tukanos del Vaupés, en el noroeste amazónico, el consumo de drogas alucinógenas produce efectos visuales geométricos universales (imagen 11), cuya significancia está ligada al grupo cultural que lo codifica para darle un valor aceptado y reconocido por todos (Ortiz y Pradilla, Op. Cit.: 20). Estos modelos arquetípicos se encuentran representados en los petroglifos, bien sea como diseño o motivo dentro de éste, lo que permite ratificar sus funciones ceremoniales en rituales de iniciación, curación o de estrecha relación con el totemismo. Por ejemplo, según el autor citado, las formas consistentes en cuadrángulos contiguos representativos de fratrías o conjunto de fratrías, coinciden con la interpretación kurripako de un petroglifo que se encuentra en Tuwirin, a orillas del río Guainía, y que representa el conjunto de sus clanes (Ibidem: 21). La misma forma se encuentra representada en el estado Carabobo, específicamente en la serranía La Copa, municipio Montalbán; en el cerro La Pericoca, municipio Miranda; y en el valle de Vigirima, municipio Guacara (imagen 12). Razón que nos permite establecer hipotéticamente su significancia relacionada con la representación clánica de los grupos Arawaks que habitaron esta región.

 
Imagen 10. Izquierda: pictografía del Bajo Amazonas, estado de Pará, Brasil. Derecha: petroglifo del municipio Bejuma, estado Carabobo.


Siguiendo la relación entre la realización de grabados en piedra y las prácticas religiosas, trataremos con más detalle el tema del totemismo. Dentro del pensamiento mágico aborigen se imaginaba que un determinado animal, planta, cosa inanimada o cuerpo celeste, podía agrupar su energía a favor del grupo social. Este grupo o clan se identificaba con esta figura, representando su antepasado común: todos los miembros del clan (muertos y vivos) eran hijos de ella, de allí provenían y le encomendaban su protección. Esta idea, dirigida a incitar los sentimientos de seguridad, solidaridad y pertenencia grupal es lo que se ha convenido en llamar el tótem (Cardozo, Op. Cit.: 116-120).

Imagen 11. Cuadro de fosfenos inducido por el consumo ritual del Yagé entre los Tukanos
del Vaupés, según Reichel-Dolmatoff. Fuente: Rocas y petroglifos del Guanía.

El tótem es el antepasado del clan, su espíritu protector y su bienhechor, protegiendo a los hijos. Aquellos que poseen un mismo tótem están obligados a respetar su vida, abstenerse de comer su carne (cuando son animales) o aprovecharse de él. Los vínculos y relaciones familiares fundadas dentro del núcleo matrilineal estaban integrados y coordinados con la concepción totémica (Ibidem).

 
Imagen 12. Izquierda: petroglifo del río Guainía. Derecha:
petroglifo del municipio Montalbán, estado Carabobo.


Los rituales, incluyendo los asociados a los petroglifos, con sus danzas, bailes, música y demás expresiones tenían origen totémico. Guardaban relación con las actividades de la existencia (caza, pesca, siembra, recolección), a los rituales de iniciación, nacimientos, muertes, guerras, enfermedades o aptitudes frente a los fenómenos naturales. La protección del grupo se obtenía mediante los rituales vinculados al totemismo (Op. Cit.). Es por ello que la vinculación de los petroglifos de la región centro-norte venezolana con una interpretación de origen totémico puede proporcionar un acercamiento a su significancia, ayudados en el análisis comparativo de las grafías y el estudio de las regiones donde aún se conservan los rituales y mitos relacionados con las Manifestaciones Rupestres.

Un ejemplo de la conservación de ritos asociados a los petroglifos lo encontramos en la laja de Ijnipan (imagen 13), en el río Isana, límites entre Brasil, Colombia y Venezuela, donde según la tradición de los grupos aborígenes de filiación lingüística arawak que ocupan desde tiempos inmemoriales esos espacios, se encuentra representado la ceremonia de Kuwai, el héroe cultural. Ese sitio es un lugar de instrucción en el que los símbolos rupestres y las rocas asociadas conforman un contenido que orienta a los neófitos e iniciados en los pasos del ritual de iniciación que estableció el poderoso Kuwai para formar gente sabia. Asimismo en la laja de Jípana, en el río Ayarí, afluente del Isana, se encuentran petroglifos y otras rocas encarnando elementos de la ceremonia, como las flautas, el abanico de soplar las flautas, las impurezas de los aprendices, Amaru, la madre de Kuwai, entre otros (Ortiz y Pradilla, Op. Cit.: 13-15).

En el mito “Las hijas de Danto roban las flautas”, se describe como Amaru, la mujer de Ñapirikuli y madre de Kuwai y las demás mujeres primigenias llamadas Inamanai, se roban las flautas sagradas que se ejecutan en los ritos de iniciación implantado por Kuwai. Ñapirikuli, el Dios creador, decide castigar a las mujeres y recuperar las flautas, persiguiéndolas por todo el mundo. En el sitio donde descansaron grabaron petroglifos, que de acuerdo con la interpretación concuerdan con las rutas migratorias de los grupos Arawaks hacia el norte, destacándose el río Atabapo como vía importante de comunicación entre las cuencas del Amazonas y el Orinoco (Op. Cit.: 17).

Imagen 13. Laja de Ijnipan, río Isana, Brasil. Fuente: Rocas y petroglifos del Guanía.

Para fines de este estudio, dentro del conjunto de rocas y petroglifos asociados a este mito, cabe destacar dos figuras antropomorfas en una roca ubicada en el sitio conocido como El Coco, en el río Guaviare, representativas de las mujeres primigenias Inamanai. Las características del diseño, como lo es la forma cuadrangular del cuerpo, encerrando motivos geométricos asociados a líneas curvas, anguladas y puntos; y la cabeza adornada con apéndices anteniformes, son recurrentes en grabados de la región centro-norte venezolana y las Antillas Menores (imagen 14). Dejamos abierta la posibilidad de interpretación para estos diseños en concordancia con los ritos de iniciación o ceremonia de Kuwai, en íntima relación con el proceso migratorio de los grupos Arawaks.

 
     
 
Imagen 14. Arriba izquierda: petroglifo del río Guaviare, Amazonia colombiana. Arriba derecha: petroglifo parroquia Carayaca, estado Vargas. Abajo izquierda: petroglifo isla Guadalupe, Antillas Menores. Abajo derecha: petroglifos de Guacara, estado Carabobo.

Siguiendo con las relaciones entre el totemismo y las manifestaciones rupestres, Gaspar Marcano (1971: 233-234), recalca la costumbre entre los indígenas norteamericanos de grabar tótems sobre piedra en el siguiente pasaje:

“...se ha constatado en algunas comunidades indígenas la costumbre de escribir sus tótems sobre algunas piedras, como los hombres civilizados inscriben sus nombres en recuerdo de su presencia en los lugares célebres visitados frecuentemente...”

Los estudios de Díaz (1999) sobre la nación Warekena mencionan la existencia de animales totémicos personificados en los petroglifos, identificados con elementos zoo y asteromorfos:

“...En la sociedad Warekena, al momento de la iniciación, cada miembro de la etnia se identifica con su linaje; el del pez caribe, el del loro, el del báquiro... El animal con el que se identifica cada linaje es llamado imákanasi. Todos los apellidos de la gente, todos esos animales, los imákanasi, se hayan representados en los petroglifos. Más adelante observamos que los imákanasi se identifican con la astronomía, por ejemplo, el imákanasi garza tiene que ver con la constelación que se observa en el cielo cuando comienza a declinar la estación seca...”

En el mito de “Ñapirikuli y los primeros hombres” se relata el origen de uno de los clanes principales de los kurripako, grupo arawak colindante con la nación Warekena, asociado a las pléyades (Ortiz y Pradilla, Op. Cit.: 10). El mito relata como Ñapirikuli, el héroe cultural, junto a Yuuli (el pensamiento) y Maliri (el que combate la enfermedad), buscando hombres para poblar la Tierra excavan un hueco en Jípana, en el río Ayarí, saliendo de la tierra un Siussi-tapuia o waliperi, gente pléyades, uno de los clanes mayores de los kurripako. Allí mismo en Jípana se encuentra grabado en una roca la representación pleyádica, en que los miembros de este clan se ven representados:

“...Otro motivo astronómico recurrente es el de las pléyades, emblema de uno de los clanes mayores de los curripaco. Se encuentra en Ewawika, en el caño Pamali, un afluente del Isana en el territorio original de este clan, en Jípana (...). Su representación consiste en un triángulo de puntos con una línea de puntos que nace en uno de los vértices. También se representa como un conjunto de puntos encerrado en un círculo, como en San Felipe, en el río Negro (Koch Grünberg 1907)...” (Op. Cit.: 22).

La misma representación triangular con ciertas variantes la hemos registrado en varios yacimientos de la región centro-norte venezolana, reforzando la pretensión de la autoría a grupos arawaks la ejecución de algunas manifestaciones rupestres de este territorio (imagen 15). Las diferencias, que en nuestra opinión no lo desvinculan de la grafía originaria, están en el motivo triangular obtenido socavando totalmente la roca. La línea que parte de uno de los vértices del triángulo, siempre el que se dirige o señala hacia el suelo, varía en su extensiòn, incluso algunos de más de un metro de longitud, como en el caso de la “Piedra de la luna”, ubicada en la cuenca de la quebrada Cepe, en el municipio Mariño del estado Aragua.

 
     
 
Imagen 15. Arriba izquierda: Representación totémica del clan Waliperi, gente pléyades; Caño Pamali, Jípana, Brasil. Arriba derecha: petroglifo municipio Puerto Cabello, estado Carabobo. Abajo izquierda: petroglifo municipioMariño, estado Aragua. Abajo derecha: petroglifo municipio Guacara, estado Carabobo.

Las raíces del tótem pléyadico entre los kurripako, siguiendo lo señalado por Idler para los grupos caribes (2007: 9), podría estar vinculado a los ritos agrícolas asociados al paso de esta constelación por la bóveda celeste. Las formas totémicas, en estrecha relación con las actividades de subsistencia, en este caso potenciaban y resguardaban las operaciones de siembra de los cultivos hortícolas entre los grupos de esta región amazónica, ideándose y reconociéndose esta fuerza como ente protector. Otro ejemplo se visualiza entre los grupos donde la caza guardaba papel fundamental: En esta ocasión los enfrentamientos con animales salvajes de potencias y destrezas mayores, indujo a distinguir un animal totémico el cual reconocieron o imaginaron determinada fuerza. Este es el caso de la etnia wayuu, grupo Arawak habitante de la península La Guajira, dividida en clanes matriliniales no exogámicos, donde cada uno de ellos lleva asociado un animal totémico (Perrin, 1993: 16).

Todo lo anterior permite resaltar la importancia del estudio de las manifestaciones rupestres venezolanas en la reconstrucción del pasado histórico prehispánico. Lamentablemente son muchas las rocas que han desaparecido, producto de los factores humanos. Las que han podido sobrevivir se encuentran en grave situación, condenadas a desaparecer en poco tiempo si no se ejecutan políticas urgentes de rescate y conservación. Este escenario nos conmina a realizar un llamado de alerta a toda la sociedad, al mundo académico, a las instituciones gubernamentales, a la empresa privada, a todos en general. La pérdida de cada roca, cada diseño, cada grafía, cada surco, es la pérdida de páginas del libro de nuestra memoria, y la oportunidad de ahondar en el conocimiento de nuestras raíces ancestrales, punto de referencia, como lo describe Mosonyi, en la conformación de la sociedad venezolana actual.

 

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Cómo citar este artículo:

Páez, Leonardo. Los Arawaks y las manifestaciones rupestres del
norte de Suramérica: de la Amazonia a la región nor-central venezolana.

En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/
arawaks.html

2010


BIBLIOGRAFÍA

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