Perú


Petroglifos y litograbados de Cruzmoqo, Tipón, Cusco. (1)

Rainer Hostnig, rainer.hostnig@gmail.com, SIARB, Cusco, Perú
Raúl Carreño Collatupa, raulcarreño@ayar.org.pe, AYAR, Cusco, Perú

 

El complejo arqueológico de Tipón, antigua capital del reino Pinagua, declarado Parque Arqueológico Nacional en 1984, con una extensión de 239 hectáreas, es conocido principalmente por su singular ingeniería hidráulica, sus fuentes ceremoniales (donde se rendía culto al agua), la sucesión de una docena de terrazas de cultivo con imponentes muros de contención, ambos de típica factura pinagua-inca, y una impresionante muralla protectora que circunda el complejo. Para muchos resultará una novedad saber que es también el lugar de mayor concentración de petroglifos en el valle de Cusco. El presente artículo tiene como propósito llenar el vacío de información arqueológica existente sobre el sitio en lo que respecta al arte rupestre, por cuanto su estudio y conservación nunca han sido incluidos en los proyectos anuales de excavación y puesta en valor de este parque arqueológico por parte de las entidades estatales encargadas de estas labores.

Ubicación y acceso

El complejo arqueológico de Tipón (limitado por los riachuelos Huaycconan (2) y Jucuchahuaycco, que confluyen al pie del complejo arqueológico, desembocando en la margen izquierda del río Huatanay) está situado a 27 kilómetros al este de Cusco, en el flanco sur del cerro Yanaorqo –parte del macizo del Pachatusan–, en terrenos de la comunidad de Choquepata, distrito de Oropesa, provincia de Quispicanchi; figura en la Hoja IGN 1/100,000 28-2 (2543), cuadrángulo de Cusco. Abarca una franja altitudinal que va de 3250 m.s.n.m. hasta los 3960 m.s.n.m.

Fig. 1: Vista del complejo arqueológico de Tipón con el cerro Cruzmoqo en el fondo

Se llega allí por una trocha carrozable de 5 km que parte hacia el norte desde un desvío a la altura del km 18 de la carretera Cusco-Puno, pasando por el pueblo de Choquepata y sube hasta la entrada del parque, a 3400 m.s.n.m. Detrás del sector de las fuentes parte el camino precolombino hacia la cumbre de Cruzmoqo, pero se pierde por sectores para desaparecer por completo a unos 3650 de altura. A partir de esta altura, la densa vegetación compuesta por arbustos espinosos de llaulli (Barnadesia horrida)y t’ankar (Berberis conmutata Eichl.)y los escombros que cubren la falda del cerro, hacen el ascenso penoso.

Geología

El cerro Cruzmoqo (fig. 01) está asociado a un antiguo volcán, de cuyo macizo formaban parte también los de Rumicolca, Huacoto y Tongobamba y que corresponden a las últimas expresiones eruptivas del Plio-Pleistoceno. No se ha hecho dataciones específicas en este lugar, por lo que genéricamente su edad puede estar en el rango de 25,000 a un millón de años. Los límites de la masa de roca andesítica prácticamente coinciden con los linderos del parque arqueológico de Tipón. Sobre la margen izquierda de la quebrada de Tipón (donde se encuentran los grandes andenes), y a media ladera, hay pequeños afloramientos del grupo Yuncaypata (yesos, lutitas, areniscas y algo de calizas), que constituye el substrato de los volcánicos.

Tanto Pardo (1957) como Barriales (1982), citando a Bües, hablan de granito como soporte de la mayor parte de las rocas grabadas; sólo los ejemplares numerados como fig. 2 y fig. 24 (A-P02 y A-P03 respectivamente, en nuestra codificación) son consignados como andesitas (Pardo, 1957: 608, 618). Esta información es errónea, ya que todas las rocas que afloran en el cerro Cruzmoqo son de andesita shoshonítica perteneciente a laFormación Rumicolca del Plio-Pleistoceno.

Esta andesita shoshonítica es de textura predominantemente microlítica y tiene una rugosidad media. Sólo en la parte oriental del complejo y al inicio de la subida existen afloramientos de yesos y materiales evaporíticos del grupo Yuncaypata (Cretácico). En la parte superior (ya en el cerro Pachatusan) afloran rocas volcánico-sedimentarias más antiguas, pertenecientes al grupo Mitu, del Permo-Triásico.

Buena parte de la zona de los petroglifos de Cruzmoqo corresponde a un caos rocoso, producto del enfriamiento brusco y ulterior disgregación de las lavas volcánicas y de procesos de derrumbe localizado, ocurridos inmediatamente después de dicho enfriamiento, y durante el colapso térmico de la parte inferior de la lengua de lava, que se ubica en el borde oriental del cuerpo volcánico, cuya cicatriz (escarpa) es visible desde Tipón, y a cuyo pie se encuentra la cantera y un cementerio prehispánico.

Es importante señalar que las líneas paralelas y entrecruzadas que en determinadas rocas a veces se confunden con petroglifos, corresponden a diaclasas singenéticas (grietas de contracción que se forman durante el enfriamiento de la lava).

ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y ARQUEOLÓGICOS

El Incanato

Tipón (cuyo nombre original era Muyna o Moyna) fue, si no el más importante, el segundo asentamiento de la saya pre-inca de los Pinagua, cuya capital era la cercana Chuquimatero; es posible que haya también habido ocupación Wari, para finalmente convertirse en una llaqta inca. Según Rostworowski y Espinoza (1974) es muy probable que los Pinagua hayan sido parte del reino Ayarmaka. Se conoce de sublevaciones suyas contra el dominio inca durante los reinados de Inca Roca y Huiraqocha, habiendo sido sometidos de manera definitiva por Pachakuteq, a mediados del siglo XV (Espinoza, 1974: 159).

Según el historiador Víctor Angles Vargas (3) (1988: 407), interpretando un pasaje de la crónica de Garcilaso de la Vega, fue construido por el Inca Huiracocha como residencia y refugio para su padre Yahuar Huaqaj o Huakaq, derrocado por fugar durante una rebelión de los chancas. Garcilaso (1973:92) menciona que, de común acuerdo, para evitar una guerra civil, padre e hijo “… trazaron luego una casa real, entre el angostura de Muyna y Quespicancha, en un sitio ameno […] con todo el regalo y delicias que se pudieron imaginar…”. Los estudios posteriores han puesto en claro que fue el anciano Huiraqocha quien fugó ante la llegada de los chankas, pero no hacia este lugar sino hacia el Valle Sagrado, siendo el príncipe Inca Yupanki (luego Pachakuteq) quien venció y salvó al Cusco, condenando a su padre al ostracismo en K’ajyaqhahuana (actualmente conocido como Juch’uyqosqo) y no en Tipón o Muyna.

Las referencias a Yahuar Huakaq son controvertidas, aunque siempre lo relacionan con la zona de Tipón. En su recuento de incas, Angles (1993:109-112) menciona a cronistas que le atribuyen una vida más que centenaria y un reinado cercano al siglo, mientras que Vásquez de Espinoza y Esquivel y Navia calculan su período en 30 y 21 años respectivamente. Las nuevas interpretaciones plantean que Yahuar Huakaq habría sido asesinado, tras pocos años de reinado, por una conspiración de condesuyos (Rostworowski, 2004:42). Pero, de todos modos, también en esta versión queda bien establecida la relación de Yahuar Huakaq con el sitio, pues la misma autora señala que, al inicio de su gobierno, venció una rebelión de los señores de Muyna y Pinahua, es decir de los anteriores ocupantes de Tipón. De uno u otro modo, parece que Muyna o Tipón llegó a ser residencia de este monarca.

Según algunos autores, es posible que Tipón sea el lugar de la quinta huaca del cuarto ceque  del Collasuyo llamada Ayavillay por los cronistas Sarmiento de Gamboa (1943: 158-159) y Bernabé Cobo (1956: 180). Aun cuando uno de los grupos arqueológicos situado al oeste de la fuente de Tipón lleva este nombre de Ayahuillay, los más recientes estudios no lo consideran así, pues sitúan todos los ceques del Collasuyo sobre la margen derecha del Huatanay. Bauer (2000:118), siguiendo un análisis relativamente más preciso, ubica esta huaca en la actual cuenca de K’ayra –donde existen cerros y lugares con el nombre de Ayavillay–, bastante lejos de Tipón. Este mismo autor, admitiendo que es algo tentativo, propone dos probables alternativas para la quinta huaca del noveno ceque del Antisuyo, llamada Ataguanacauri (considerándola como el santuario final del Antisuyo): la cima del Pachatusan y el cerro Cruzmoqo; esta última es propuesta justamente porque “… contiene más de una docena de petroglifos” (Bauer, 2000:107).

La Colonia

Pocos años después de la invasión española, las tierras de Pinagua, que comprenden Tipón, son integradas a la Hacienda Quispicanchi, conocida también como “La Glorieta”, que sería propiedad desde 1650 hasta 1802 –y por nueve generaciones de los mayorazgos de Esquivel, Jarava, Apopaya y Zavala (Escandell-Tur, 1997:83)–, de los marqueses de San Lorenzo de Valleumbroso, siendo, en su momento, uno de los más importantes obrajes del período colonial. La casa señorial de campo de los Valleumbroso –hoy en plena restauración– puede apreciarse en las cercanías del pueblo de Choquepata siendo, desde 1993, propiedad del INC-Cusco y actualmente sede del proyecto Qhapaq-Ñan y del centro de restauración del INC, particularmente para obras de la Escuela Cusqueña. No queda claro si la comunidad de Choquepata (a la cual pertenecen en la actualidad) existía ya en ese entonces.

El nombre de Tipón aparece por primera vez en el testamento de doña Tomasina de la Vega, viuda de Griego, una de las primeras poseedoras de la hacienda de Quispicanchi en el siglo XVI, haciéndose mención de las “tierras de Tipón y Guaypar” y de “unas tierras dentro de unos cercos antiguos” (Condori y Santisteban, 1997). Luego aparece nuevamente en un documento del año 1654, cuando el Juez Visitador Fray Domingo de Cabrera Lartaún, de la Orden de los Predicadores, dispuso la devolución de las tierras a los once ayllus que entonces conformaban Quispicanchi (Cumpa, 1999).

Trabajos arqueológicos

Las excavaciones arqueológicas y la restauración de los andenes de Tipón fueron iniciadas en 1970 con fondos de la CRYF (Corporación de Reconstrucción y Fomento del Cusco), bajo la dirección de Rodolfo Caller, continuadas el mismo año por el Patronato Departamental de Arqueología del Cuzco. A partir del 1975 los trabajos fueron realizados por el Instituto Nacional de Cultura del Cusco, bajo la responsabilidad de diferentes arqueólogos (Percy Ardiles, Luis Tomaycunza, Fidel Ramos, Maritza Rosa y René Pilco V., Tula Castillo Tecsi, entre otros).  Es parte del circuito turístico de Cusco.

El complejo fue dividido por los arqueólogos en sectores agrícolas y urbanos (Pukará, Rayanhuayqo, Pukutuyopampa, Qoyayoqpampa, Pinchamoqo, Condorqaqa, Charqochapampa, Qoyayoqhuayqo, Hornopata y Patallaqta, Ajahuasi, Intihuatana y Sinkunakancha), centros ceremoniales (Cruzmoqo –o Qosqoqhahuarina–, Intihuatana, fuentes), sector de qolqas o depósitos (Iglesiaraqui) y cementerios (Pitipujio, quebrada Municipalhuayqo, Paroqmayo y Ñustahuarkuna). La gran muralla de defensa que rodea el complejo tiene un largo aproximado de 5 km, con 1 a 2 m de ancho y 5 a 10 m de altura. 

Los informes de los trabajos de prospección concluyen en que el sitio fue ocupado continuamente desde el Formativo, por la cultura Marcavalle, alrededor de 1000 a.C., pasando por los Chanapata, Qotakalli, Huari y Killke / Lucre, hasta la época inca.

Los vestigios materiales señalan que Tipón fue durante la época inca un importante centro ceremonial, administrativo y religioso. Según Víctor Angles (1988, II: 421), Tipón, con su cerro Cruzmoqo, “[…] debió ser el más importante punto para las señales, estación de comunicaciones y observación y hasta sitio de solaz de los gobernantes dada su formidable ubicación, asociado a un camino que conduce hasta el otro valle, el de Vilcanota.”

Mucho antes que los trabajos de excavación realizados en los últimos cuarenta años, y probablemente durante siglos, Tipón recibió la visita de huaqueros que vaciaron las tumbas de los cementerios precolombinos y excavaron pozos en busca de tesoros. No debe descartarse la posibilidad de que entre estos profanadores haya estado el segundo Marqués de Valleumbroso, Don Diego de Esquivel Jarava y Navia, apodado “el mozo”, quien, ansioso por saldar deudas heredadas, “durante un tiempo se involucró en esperanzadores proyectos de explotación de minas y búsqueda de tesoros que resultaron ser un absoluto fracaso” (Escandell-Tur, 1997: 90). No debemos olvidar que Tipón, y todo el macizo del Pachatusan, ofrecían buenas perspectivas para ambas actividades: sus yacimientos de plata (cuyas bocaminas son aún visibles en varios puntos) fueron explotados durante largo tiempo y los numerosos restos arqueológicos podían prometer muchos tesoros.

 Los pozos de excavación clandestina al costado de varias rocas grabadas en la cumbre del cerro Cruzmoqo fueron ya observados por Christian Bües en 1929. Corresponden a la creencia (bastante difundida en el ámbito andino) de que tanto los petroglifos como las pinturas rupestres son indicadores de tumbas y tesoros escondidos debajo de las rocas. Ya en 1912 Alberto Giesecke denunciaba la existencia de excavaciones clandestinas aún frescas en la parte sur del complejo. Al parecer, Cruzmoqo sigue recibiendo la visita de saqueadores, pues hay evidencias de recientes huaqueos en los peñascos de la cumbre; es probable que los últimos incendios hayan sido obra de estos buscadores de tesoros, para despejar el área de la densa vegetación arbustiva y espinosa que la cubre (y que, obviamente, dificulta su “trabajo”).

ANTECEDENTES DE INVESTIGACIÓN DE LOS PETROGLIFOS

El arte rupestre de Tipón se manifiesta en forma de petroglifos o grabados sobre rocas que afloran en diferentes pisos altitudinales del cerro Cruzmoqo, desde el sector de los andenes (piso Quechua) hasta la cumbre misma del cerro (transición Suni-Janca).

El primero en dar a conocer los petroglifos del cerro Cruzmoqo fue el estadounidense Alberto Giesecke quien, siendo entonces rector de la UNSAAC, los visitó, guiado por Romualdo Aguilar, el 13 de julio de 1912 (4). El objeto principal del ascenso fue la búsqueda de un “gran muro” que el sr. Aguilar había visto quince años atrás desde un nevado cercano (posiblemente se refiere al Pachatusan), y cuyo hallazgo se convirtió en el tema central de un corto artículo que Giesecke publicó en la segunda edición de la Revista Universitaria de Cusco, editada en septiembre del mismo año. Ya que contiene la primera mención escrita sobre los petroglifos de Cruzmoqo, reproducimos el párrafo que describe su descubrimiento:

“En la cumbre del cerro y entre de los límites del muro, existe una gran roca que mide dos metros por uno y medio. Tiene geroglificos en la forma de espiral. Posiblemente pertenecerán al mismo período del muro, y estas figuras podrían ser imitaciones de serpientes, pero nada puede decirse positivamente al respecto por parte nuestra hasta que tengamos otra oportunidad de verlas con toda calma.

Al bajar encontramos aún mayores dificultades que en subir porque bajamos por otro camino que resulta más largo y con más espinos por metro cuadrado según calculamos. En la bajada encontramos otra piedra grande con dibujos de animales, pero nuestra conclusión ligera fue al efecto de que era posterior a las rocas de la cumbre” (1912: 49)

Al parecer ya no se le presentó esa otra nueva oportunidad para revisar los petroglifos con tranquilidad, pero su breve nota debió despertar el interés del topógrafo alemán Christian Bües, un aficionado al estudio de petroglifos y pionero de las investigaciones rupestres en la provincia de La Convención, quien, en febrero del 1929, realizó calcos de los grabados pertenecientes a un total de cuatro rocas de la cumbre del Cruzmoqo; sus dibujos fueron publicados casi tres décadas después por Luis Pardo (1957:607-608, 613, 618) y, nuevamente, por Barriales (1982:51-54). Para Bües, los petroglifos de Cruzmoqo formaban parte de una “línea totemística”, que, según él, se extendía desde La Convención, pasando por Tipón, hasta la zona selvática de Paucartambo (petroglifos de Queros) y Madre de Dios (petroglifos de Pusharo o Shinkibenia).

Desde el primer trabajo de documentación de los petroglifos efectuado en 1929 pasaron casi setenta años durante los cuales nadie volvió a ocuparse de ellos. En 1998, el japonés Hiroshi Iwamoto subió a la cima del Cruzmoqo e hizo calcos de los petroglifos ya conocidos y de otros nuevos. Entregó una copia de ellos a Matthias Strecker de la SIARB, en La Paz, quien los facilitó al primer autor del presente artículo. Lamentablemente los dibujos no están acompañados de descripciones, por lo que es difícil saber cuántas rocas con grabados –aparte de las cuatro ya identificadas por Bües– llegó a conocer Iwamoto. Espinoza Soriano (1974: 167), en su artículo sobre la etnia Pinagua, indica (sin precisar el sitio exacto dentro de Tipón, aunque en un párrafo dedicado a la muralla): “Hasta hace poco hubo allí una roca con petroglifos” (5).

En 1997, Wilbert Condori Velásquez y Odales Santisteban Ordóñez, egresados de la carrera de Turismo de la UNSAAC, presentaron su tesis sobre el aprovechamiento turístico de Tipón, mencionando un total de doce “petroglifos” en la punta del cerro Cruzmoqo. Es de suponer que se referían a las doce rocas grabadas. En su registro se les escapó sólo un grabado que es de difícil ubicación.

Dos años más tarde, en 1999, Ramón López Velásquez y Jaime Guardapuclla Aragón, estudiantes de Arqueología de la UNSAAC presentaron un proyecto de tesis, con el fin de investigar los sectores de Cruzmoqo e Intihuatana y, particularmente, los petroglifos del primer sector, así como la posible filiación existente entre los cerros Cruzmoqo y Pachatusan. Según su hipótesis, “[…] los petroglifos debieron de cumplir una función relevante en cuanto al factor religioso, relacionado como un lugar de observación astronómica” (Lopez y Guardapuclla, 1999). El proyecto no llegó a ejecutarse por el repentino fallecimiento de López (comunicación personal de Ítalo Oberti, octubre del 2005).

Ese mismo año fue publicado el libro de Ernesto Vargas titulado “Tipón. The Water Sanctuary of the Inkas”. Es el único autor que menciona los petroglifos de la parte baja del complejo arqueológico, los que describe, de una manera peculiar, como sigue:

“.....En el contorno NE de Tipón existen grupos de kanchas que posiblemente fueron los talleres de cantería de los Inkas. En este mismo sector se puede encontrar una enorme roca, en cuya cara plana superior existe quellqas de origen colonial, pero utilizado con sistema Inka....”. (p. 226)

“....en la misma esquina del paramento que soporta la séptima plataforma del Hanan, existe un lítico plano en diagonal apoyado sobre otra piedra, que contiene quellqas de tipo colonial, pero con sistema Inka  (1999: 227).

Menciona también las tres piedras labradas con grabados ubicadas en la sexta plataforma, cerca de las fuentes ceremoniales.

Con el fin de complementar información para el inventario nacional de arte rupestre, Rainer Hostnig, desde el año 2001, ha realizado repetidas visitas al complejo arqueológico de Tipón, logrando registrar y documentar varias rocas con grabados a lo largo de la ruta que va desde el sector de los andenes principales hasta la cima del Cruzmoqo. En la última visita, realizada por los dos autores el 22 de octubre del 2005, llevamos a cabo el levantamiento del sector de los petroglifos de la cumbre y registramos también nuevos grabados en dos rocas localizadas en la parte baja del cerro, al lado del camino antiguo que sube a la cumbre, además de otro ejemplar situado cerca de la cantera actualmente explotada por el INC-Cusco. (fig. 2)

Fig. 2. Distribución de los petroglifos en el complejo arqueológico de Tipón

SECTORIZACIÓN DE LOS PETROGLIFOS

Hemos agrupado los petroglifos en tres sectores (figs. 03). El sector A corresponde a la cumbre del cerro Cruzmoqo, el sector B a la ladera oriental del cerro y el sector C al conjunto de los 12 andenes principales en la parte baja del complejo arqueológico. El sector B cuenta, a la fecha, con tres subsectores (no se descarta que otros sitios estén aún por descubrir).

Cuadro 1: Sectorización de los petroglifos de  Cruzmoqo

Sector

Lugar

Código

A

Cumbre del cerro Cruzmoqo

A-P01 a A-P13

B

Ladera sur

Subsector

Camino inca oriental

B-P01-B-P04

Cantera

B-P07

Camino inca occidental

B-P05, B-P06, B-P08

C

Terraplenes o andenes principales de Tipón

C-P01 a C-P06

 

Fig. 3: Ubicación de los tres “sectores rupestres”.

Sector A: cumbre del cerro Cruzmoqo

La cumbre del Cerro Cruzmoqo se encuentra a unos 90 m al suroeste del abra de Ranraqhasa o Lanlakuyoq; allí se encuentran estructuras arquitectónicas incas de acabado fino. En la superficie se observan fragmentos de cerámica inca (Cumpa, 1999:29). El punto más alto está conformado por un cúmulo de rocas (al parecer el borde del cráter del antiguo volcán); el área ocupada por las piedras grabadas, en el extremo NO, es casi plana, con una ligera pendiente hacia el noroeste, donde se encuentra la muralla defensiva. La vegetación está compuesta por pastos de altura, arbustos espinosos (Barnadesia horrida, Thelashistes flavicans y otros), colonias de achupalla (Puya herrera) y arbustos de ch’ilca (Sacharys polyanta). El ya citado reciente incendio ha arrasado con la vegetación leñosa en la vertiente occidental, alcanzando el área de los petroglifos, aunque aparentemente sin afectarlos. La ausencia de arbustos permitió, durante la visita de octubre del 2005, una buena visibilidad y facilitó la medición de distancias entre las rocas. Es probable que en los años en que el sitio fue visitado por Bües, muchas de las rocas grabadas aún estuvieran cubiertas por una densa vegetación nativa, por lo que no fue posible su reconocimiento integral.

Entre el 2001 y el 2004, el primer autor logró registrar trece rocas con petroglifos, cuatro de las cuales ya habían sido documentadas por Bües. Todas se encuentran en el extremo norte de la cumbre, a 3950 msnm., en un área de unos 300 m², cerca de la muralla que rodea la cumbre por su parte septentrional. Con excepción de la roca A-P13, los demás bloques se encuentran a lo largo del eje E – O, siendo la distancia máxima de 33 m entre las rocas A-P01 y A-P12, con una mayor concentración cerca del centro del eje, cuyas coordenadas son 19L 0189594, UTM 8499178.

Los petroglifos forman tres grupos alineados siguiendo un eje ENE-OSO; en algún momento del año, este eje coincide con la trayectoria del sol, pero eso no parece significar nada, pues los petroglifos tienen orientaciones individuales muy variadas, aunque se nota una orientación preferencial de las caras grabadas hacia el sur, mas la disposición de los bloques es muy aleatoria como para sacar conclusiones de esta disposición. El grupo central, con siete ejemplares, es el más importante; el occidental presenta tres muy próximos y el oriental dos juntos y uno separado (fig. 4).

Fig. 4: Distribución de los bloques grabados de Cruzmoqo (Sector A)

Los grabados fueron realizados sobre las caras planas de las rocas, sean ellas horizontales, inclinadas o verticales. Los motivos son, sin excepción, no figurativos y constituidos por espirales simples o dobles, líneas sinuosas, puntos alineados, pequeñas cavidades cóncavas o cúpulas, solas o asociadas a las espirales, y combinaciones de estos dos últimos motivos.

Descripción de los grabados

Para fines de análisis y descripción hemos codificado las rocas o piedras grabadas con una combinación de letras y números. Las letras iniciales A, B y C corresponden a los sectores, la letra P corresponde a la palabra “piedra” y el número que sigue, se refiere a  la numeración de la piedra registrada.

Roca (A-P01): pertenece a un conjunto de tres rocas con petroglifos que se encuentran a sólo 1.5 m de la muralla de defensa en el extremo norte de la cúspide. En la superficie ligeramente inclinada de la roca que mira hacia el occidente, se encuentran grabadas dos espirales especularmente opuestas en posición vertical, conectadas con una hilera de pequeñas depresiones circulares. Este motivo –cuyo significado nos es hoy ininteligible–, que se repite en los grabados de cuatro rocas de la cumbre, con sólo ligeras variaciones en cuanto a la disposición de las espirales,  podría considerarse el Leitmotiv o motivo-guía característicode Cruzmoqo (figs. 5 y 14).

Roca (A-P02): bloque semienterrado de color gris con grabados muy erosionados, ya descritos por Bües (en Pardo, 1957:607-608, y Barriales (1982:53). Consta de agrupaciones de pequeñas cúpulas asociadas a espirales, líneas sinuosas formando ganchos cerrados, terminando en o partiendo de pequeñas depresiones circulares; las cúpulas están mayormente concentradas en la parte superior
(figs. 6 y 15).

Fig. 5: Motivo
guía de Cruzmoqo, roca A-P01

Fig. 6: Roca A-P02.
(Dibujo de Bües, en Barriales, 1982: 53)

Fig. 7: Roca A-P03.
(Dib. de Bües en Barriales,
1982: 51)
 

Fig. 8: Roca A-P07.
(Dib. de Bües,
en Barriales, 1982: 54)

Roca (A-P03): este bloque de 1 m x 1.6 m, contiguo al bloque A-P02, también se encuentra semienterrado y los grabados, realizados sobre la cara casi horizontal de la roca, están de igual modo erosionados como en el caso anterior. Fueron también registrados y documentados por Bües (en Pardo, 1957:613, 618-624; y en Barriales, 1982:51). En el panel se observa nuevamente el motivo guía de Cruzmoqo, en tres repeticiones. A diferencia del motivo del bloque A-P01, las espirales opuestas de A-P03 están invertidas. Las cúpulas interconectoras de uno de los motivos, en vez de terminar en una espiral opuesta, se enlazan con la espiral de otro motivo guía completo, formando un conjunto bastante armonioso en disposición triangular. Yuxtapuesta a uno de los motivos se encuentra una pequeña espiral aislada (fig. 7).
                                                                                                           
Roca (A-P04): con cara vertical plana mirando en dirección oeste. Contiene grabados muy erosionados de espirales y líneas sinuosas en un área de 60 cm por 60 cm en la mitad superior de la roca. El mal estado de conservación de los surcos, así como las numerosas fisuras y depresiones naturales, dificultan el calco de los motivos grabados.

Roca (A-P05): contigua a la anterior (a 2 m de distancia), con una pequeña espiral grabada en la cara plana horizontal elevada a 1.5 m desde el suelo, por lo que se encuentra escondida a la vista. Su hallazgo fue casual y sólo posible por haber subido a un pedrón contiguo, con el fin de tener una vista panorámica del conjunto de las rocas grabadas.

Roca (A-P06): que en la parte superior izquierda de su cara inclinada, que mira hacia el oeste, contiene una espiral grabada de 10 cm de diámetro externo (fig. 17).

Roca (A-P07): este bloque partido en dos –posiblemente al ser manipulado por los huaqueros–, contiene una serie de grabados bien conservados que cubren en su totalidad la superficie inclinada de 1.2 m x 1.5 m. En la parte superior se ve una espiral (Æ = 18 cm) que termina en una línea sinuosa que, abajo, se entrelaza con otra línea ondulada mediante una serie de pequeñas cúpulas. También existen cúpulas aisladas, una de ellas más grande que las otras. El grabado ubicado en la parte inferior de la roca es similar al del bloque A-P01 (motivo-guía): dos espirales opuestas (Æ = 16 cm) unidas por una serie de cúpulas en una posición oblicua. También se encuentran pequeñas cúpulas al costado de la espiral superior. Pardo (1957: 607-608), quien tuvo acceso a los dibujos de Bües, sin llegar a conocer los petroglifos, describió las cúpulas como círculos. Bües mencionó el hoyo cavado por huaqueros al costado de la roca, la que ocupa un lugar céntrico entre el primer grupo ubicado al costado de la muralla (de la que dista 19.5 m), y las dos rocas grabadas en el otro extremo del conjunto, a una distancia de 14 m (figs. 8 y 16). Aparte de Bües, los petroglifos de este bloque fueron calcados también por Iwamoto.

Presentamos las dimensiones de los motivos del bloque A-PO7 (las cúpulas son las correspondientes a la parte superior):

Cuadro 2: Dimensiones de cúpulas y surcos de espirales grabadas en la roca A-P07

Motivo

Profundidad
mm

Diámetro
mm

Ancho del
surco - mm

Cúpula 1

32

70

Cúpula 2

13

50

Cúpula 3

20

35

Cúpula 4

9

32

Espiral en punta, con perfil transversal de flancos empinados

8-10

-

14

Espiral del centro

10

-

16


Roca (A-P08
): con cara plana inclinada que contiene una espiral grande en la base.

Roca (A-P09): con cara plana inclinada que muestra petroglifos muy erosionados, apenas visibles, de pocos milímetros de profundidad. En la parte superior de la roca se distinguen tres espirales, una mayor (Æ = 27 cm) que las otras (Æ = 18 cm). El panel con grabados cubre un área de 50 cm por 80 cm.

Roca (A-P10): similar a la roca anterior; contiene, en una superficie inclinada, petroglifos muy erosionados cubriendo un área de aproximadamente. 80 cm por 80 cm. Son reconocibles dos espirales, semicírculos o media lunas y líneas sinuosas, además de varios hoyuelos asociados a las espirales.

Roca (A-P11): de un metro de altura por un metro de ancho, con cara plana casi vertical mirando hacia el oeste. Muestra una combinación de líneas sinuosas y rectas con surcos percutidos superficialmente. Ausencia de espirales y depresiones circulares con excepción de un hoyuelo profundo y perfectamente tallado ubicado en el centro del área grabada (fig. 9).

Roca (A-P12): documentada mediante calco por Bües (Pardo, 1957:613/25, 618 y Barriales, 1982:52, ambos reproduciendo las notas de Bües) e Iwamoto (1998). Es, sin duda, por sus dimensiones, la roca principal mencionada por Giesecke en 1912, que aflora apenas pocos centímetros por encima del nivel del suelo y se encuentra en medio de un gran hoyo excavado por huaqueros. La superficie plana y horizontal tiene 2 m x 1.7 m.

Los grabados ocupan toda la cara plana y representan espirales que se desenvuelven casi simétricamente para luego prolongarse en una hilera de cúpulas o en surcos ondulantes. Dos espirales tienen apéndices que, a su vez, terminan en otras espirales pequeñas. En el centro de la plancha rocosa está grabada una espiral simple. Hay agrupaciones de cúpulas, una de ellas alrededor de un pequeño hoyo natural de la roca y otra en arco, en la parte alta. La diferencia entre los dibujos de Bües e Iwamoto es notable (figs. 10  y 11), habiendo alcanzado el último una exactitud mucho mayor en el calco. Llama la atención el porque Bües no se percató de la espiral bien marcada y visible que existe en el centro de la roca; la única explicación al respecto es que esta parte haya estado entonces tapada por líquenes o algún musgo tenaz o una costra terrosa; esta hipótesis está reforzada por el hecho de que la figura, aun erosionada, muestra una apariencia más fresca que el resto de la superficie rocosa, es decir con una capa de intemperismo mucho menos desarrollada, lo cual indicaría que fue limpiada posteriormente.

A pesar de que consigna menos cúpulas, Iwamoto realizó un calco más completo, como se puede apreciar en las figuras 11 y 13. Sin embargo, no consigna el hueco natural visible en el extremo sureste del bloque, que sí aparece en el dibujo de Bües.

El surco de los espirales tiene de 12 a 13 mm de profundidad y un ancho externo variable de 10, 20, 25 y 30 mm; las cúpulas, una profundidad de entre 20 y 30 mm y un diámetro de 40, 50 y 60 mm.

Fig. 9: Petroglifos atípicos en la roca
A-P11 (dibujo: Iwamoto, 1998).

Figs. 10 y 11: Dibujos de Bües (izq.) e Iwamoto (der.) de la misma roca (A-P12) que muestran las diferencias de percepción que pueden darse al realizar la documentación de arte rupestre.

Roca (A-P13): en cuya sección plana y horizontal, aflorante a un metro de altura, han sido grabadas dos espirales alineadas en dirección N-S. Los surcos tienen 7 mm de profundidad y aproximadamente 13 mm de ancho externo. Esta roca se encuentra a unos 15 m de distancia del grupo central y a 11.5 m de las rocas A-P11 y A-P12.

En la cumbre del cerro se halló también una roca con un hoyo tallado como para servir de recipiente para líquidos. Igualmente, próxima a un muro de contención de piedras labradas, a pocos metros por debajo de la cumbre, hay una roca esculpida en forma de poza. 

 

Fig. 12: Bloques grabados del sector A

 

 

Fig. 13: A-P12

 

Fig. 14:  A-P01

 

Fig. 15: A-P02

 

Fig. 16: A-P07

 

Fig. 17:  A-P07


Sector B: ladera sur del cerro Cruzmoqo

Comprende una franja altitudinal que va desde la cota 3900 m.s.n.m. hasta los 3550 m.s.n.m. En este sector se localizaron ocho rocas con petroglifos, dos de ellas con grabados dudosos. Dos rocas fueron ubicadas en la ladera cerca de la cumbre, otras dos en el borde del precipicio oriental en la margen derecha del camino antiguo que conduce a la cumbre. Hallamos recientemente un bloque pétreo suelto con grabados en un camino lateral que lleva a un sector aprovechado como cantera por el INC. Se encuentra cerca de una pequeña piedra con cúpulas emplazada en el camino inca y de una roca cuya parte superior ha sido trabajada a manera de “maqueta”. El sector B termina con los petroglifos situados inmediatamente encima del complejo de los 12 andenes.

Roca 1 (B-P01): Esta roca, de difícil reubicación, se encuentra en medio de los escombros que cubren la ladera oriental debajo de la cumbre, a 3840 m.s.n.m. En una de sus caras verticales y lisas de la parte inferior se observa una agrupación de pequeñas depresiones redondas, algunas de ellas interconectadas con surcos delgados y poco profundos, horizontales, verticales y oblicuos, algunos de ellos entrecruzándose (fig. 22).

Roca 2 (B-P02): hallada en la misma ladera cerca de la cumbre; muestra rayas horizontales y verticales equidistantes. Lo calificamos como ejemplar dudoso por la similitud con hendiduras naturales que eventualmente podrían haber sido remarcados.

Roca 3 (B-P03): situada cerca al borde del abismo que da hacia la quebrada de Municipalhuayqo, a 3750 m.s.n.m. En la cara inclinada mirando en dirección NO se distinguen numerosas incisiones formando una red compleja de curvilíneas y rectilíneas entrecruzadas. También dudoso.

Roca (B-P04): situada a una altura de 3735 m.s.n.m., a medio camino a la cumbre y al borde mismo del acantilado que limita el cerro por el lado oriental, el primer autor encontró en el año 2001 una roca en cuya superficie inclinada, orientada hacia el NO, fueron grabadas aproximadamente 45 pequeñas cúpulas de diferentes tamaños en un área de 81 cm x 45 cm. Las más grandes alcanzan 40 mm de diámetro por 18 mm de profundidad, y las más pequeñas, 25 mm de diámetro por 06 mm de profundidad. Es la única roca grabada que muestra exclusivamente cúpulas, sin otros diseños. El otro ejemplo, descrito más abajo (sector C), es una pequeña piedra, empleada como peldaño en el camino inca y que, por sus características, corresponde a la categoría de litograbado (fig. 23).

Roca (B-P05): bloque suelto de andesita shoshonítica muy poco alterada con una ranura sinuosa en bajorrelieve, hallado a 3590 m.s.n.m, al borde del camino precolombino que sube a la cumbre del cerro Cruzmoqo.

Roca (B-P06): piedra suelta no labrada de dimensiones pequeñas (40 cm x 30 cm) con cúpulas diminutas y depresiones alargadas que forma parte del penúltimo peldaño de una escalinata en el antiguo camino a la cúspide del Cerro Cruzmoqo. Dista tres metros al oeste del bloque B-P05. Estos dos últimos petroglifos fueron descubiertos por Raúl Carreño en la prospección realizada el 22 de octubre del 2005. Diez de las pequeñas cúpulas están alineadas, formando un círculo (fig. 24).

Roca (B-P07): bloque de andesita de color gris blanquecino con grabados en espejo de falla (superficie pulida y estriada), situado al pie de una cantera (a unos 20 metros al este del sitio anterior) y orientado al S 45ºO. Se trata probablemente de la roca con petroglifos “coloniales” mencionados por Vargas (1999). Al parecer no se encuentra en su lugar original sino que fue dinamitado y movido. Los grabados, de percutido superficial y trazos toscos, cubren la superficie entera de la cara plana horizontal, con una mayor concentración de motivos en la parte izquierda, mirando hacia el sur. Comprende líneas sinuosas formando ganchos, dos cuadrúpedos (posiblemente camélidos) y tres motivos cruciformes, ejecutadas con la misma técnica y cubiertos con la misma pátina que los otros grabados, lo que nos hace suponer que el conjunto de los petroglifos fue hecho en la época post-Conquista (figs. 21 y 25).

Roca (B-P08): sobre la cota 3500, a unos 10 metros encima del último terraplén, en la margen derecha del camino inca que sube al sector agrícola de Ajawasi y, de allí, a la cumbre de Cruzmoqo, Rainer Hostnig encontró en el año 2001 varios petroglifos grabados mediante percusión superficial sobre las caras planas y verticales de un peñón orientado al S10ºO. El motivo principal representa una figura similar a una lagartija con cuerpo delgado y alargado, cuatro extremidades que terminan en tres dedos cada una. La figura mide  50 cm de alto y 30 cm de ancho. La cabeza es apenas discernible; los dedos, desproporcionadamente largos (figs. 18, 26 y 27).

Al lado derecho, y a la altura de la cabeza de la figura sauriforme, se observa un grabado, al parecer inconcluso, de forma irregular. En la parte superior de esta cara de la roca, cerca del borde, se desarrolla una línea ondulada en sentido horizontal que luego desciende verticalmente por el lado izquierdo de la figura central, tomando la forma de un meandro. En la cara NO de la misma roca pudimos reconocer en una fotografía digital el contorno de una cabeza humana provista de ojos y boca. La parte frontal de la cabeza muestra una marcada hendidura, dividiéndola prácticamente en dos lóbulos protuberantes. Dos hendiduras laterales menos pronunciada le dan a esta cabeza un aspecto de calavera. La cabeza parece sostenerse sobre un delgado cuello (fig. 20).

Fig. 18: Petroglifo figurativo
en roca al lado del camino inca, B-P08  (dibujo: R. Hostnig, 2001).

Fig. 19: Motivos grabados en una
cara posterior de la roca, B-P08 
(dibujo: R. Hostnig, 2006).


Fig. 20: Grabado de máscara o cabeza antropomorfa recién descubierta en una de las caras de la roca B-P08 (dibujo: R. Hostnig, 2006)

Fig. 21: Calco de parte del panel de B-P07 (R. Hostnig, 2006)

Encima de la repisa que forma la roca-soporte del panel principal de petroglifos, en una piedra alargada, existe otro grabado extendido, con surcos apenas visibles, en forma de una línea sinuosa. En otra cara rocosa vertical al fondo del abrigo y a la izquierda de los grabados antes descritos, se pueden observar dos grabados, uno representando una figura ovoide (14 cm de alto x 10 cm de diámetro horizontal interno) y el otro un rectángulo vertical (15 cm x 11 cm) con dos motivos serpentiformes paralelos en el interior (fig. 19).

 

Fig. 22: B-P01

 

Fig. 23: B-P04

 

Fig. 24: B-P06

 

Fig. 25: B-P07

 

Fig. 26: B-P08

 

Fig.27:  B-P08

Sector C: Núcleo arqueológico principal de Tipón

Comprende una roca con petroglifos in situ y dos sillares con grabados, colocados en fila junto a otros bloques canteados sin petroglifos.

Roca (C-P01): sobre el decimosegundo o último anden del complejo, justamente encima de la esquina de encuentro de dos muros de contención, a la altura de la fuente de agua, existe un pedrón de color rojizo en cuya superficie lisa e inclinada fueron grabados, mediante la técnica de percusión superficial de bordes irregulares, cuatro cruces latinas. La más pequeña de ellas tiene una base circular, cuyo diámetro es igual al tamaño del brazo vertical de la cruz. Estos petroglifos de la época colonial ya fueron observados por Vargas (1999: 227). Debajo de la hilera oblicua de cruces (paralela al borde de una franja descamada de la roca), y a la izquierda, se distinguen grabados cuyas formas no son ya reconocibles. La roca, ubicada a una altura de 3450 m.s.n.m., marca el límite inferior de la zona petroglífica de Tipón (fig. 28).

Litograbados 
                       
En el andén Nº 11 (contando desde la entrada al Parque), donde se ubica la fuente de agua conocida como “Baño de la Ñusta”, los arqueólogos encargados de la restauración hicieron colocar una hilera de piedras sueltas de cantería típicamente inca, halladas durante las labores de excavación o entre las demás piedras que cubrían la superficie del terraplén. Dos de las piezas líticas expuestas, codificadas por nosotros con las siglas C-P02 y C-P03, contienen grabados (fig. 29). Vargas (1999) menciona un tercer litograbado, que aparece también en el anexo fotográfico del expediente de delimitación del Parque realizado por Cumpa (1999); hasta la fecha, a pesar de nuestros esfuerzos, no hemos logrado localizar esta pieza.

Al centro de la cara horizontal de la piedra más grande (C-P03) se observa una cúpula de 4 cm de profundidad por 10 cm de diámetro externo y de la cual salen surcos en diferentes direcciones. El petroglifo de la piedra más pequeña (C-P02) tiene la forma de un gancho y fue grabado en sólo un tercio de la superficie, cerca del borde. El surco tiene de 5 mm de profundidad y 12 mm de diámetro. En el mismo andén, a una distancia aproximada 30 y 50 m, respectivamente, ubicamos otras dos piedras grabadas, una de ellas (C-P04, fig. 28), colocada frente a una de las pacchas, incorporadas en el muro de contención del lado oriental, tiene forma de un batán en cuya superficie plana fueron talladas tres cúpulas poco profundas.

La otra piedra (C-P05, fig. 32 y 33), ubicada en una esquina de la terraza, cerca de las gradas que interrumpen el anden, parece aflorar del suelo y no muestra señas de haber sido mayormente labrada; tiene una depresión circular en la parte superior de la cual se desprenden dos canaletas, una, más larga y profunda, que llega hasta cerca de la base del bloque; otra, más corta y menos definida, parte en dirección casi perpendicular hacia el noreste.

En el sector Trankapunku, sobre la undécima terraza, se encuentra otra piedra labrada con petroglifos (C-P06), que remata un pequeño muro en la entrada al conjunto habitacional recientemente restaurado. Tiene grabadas dos cúpulas, una central y otra de menor tamaño, así como surcos de escasa profundidad que conectan las cúpulas y terminan en el borde de la piedra. A pesar de encajar esta pieza bastante bien en dos sillares inferiores, pensamos que su emplazamiento original fue distinto, puesto que, en su ubicación actual, habría sido demasiado incómoda como para servir de “mesa” o de ara para libaciones en una ceremonia religiosa (fig. 31). En cualquier caso, toda esta portada es posterior a la construcción de los andenes (incluso su nombre, mezcla de una palabra kechua y otra española, prueba que no es un original), habiendo sido adosada a una de las estructuras de habitación, con cuyo muro lateral no mantiene continuidad estructural; esto abona a favor de la hipótesis de que esta piedra no se encuentra en su lugar primigenio, habiendo evidentemente sido colocada hace pocos años sobre una base preexistente, como lo muestra una fotografía del 2001.

 

Fig.  28: C-P01 (petroglifos de la época colonial)

Fig. 29: C-P02 y C-P03

 

Fig. 30: C-P04

Fig. 31: Fig. CP06

 

Fig. 32: C-P05

Fig. 33: C-P05

Fig. 34: Ubicación de los petroglifos y litograbados en el sector de los terraplenes

TÉCNICA

En la manufactura de los petroglifos se han utilizado dos técnicas marcadamente distintas: los grabados de la cumbre fueron ejecutados, en su mayoría, mediante el percutido profundo empleando alguna herramienta punzante que talló surcos con perfil en U y bordes irregulares; no se nota un trabajo adicional de pulido. Los surcos tienen una profundidad que varía desde unos pocos milímetros hasta 2 cm y un ancho de hasta 3 cm entre los bordes externos.

Los petroglifos de la parte baja del complejo arqueológico (sector B), por el contrario, corresponden a una percusión leve, que dio lugar a surcos superficiales. Esta observación la hizo también Giesecke (1912), al comparar los petroglifos de la cima con los grabados de una roca localizada en la falda del cerro (la misma que falta redescubrir). En el caso de la parte baja, en realidad, el percutido fue leve y se circunscribió a evacuar la delgada pátina de alteración de la roca, que  apenas alcanza los dos a tres milímetros.

Cuadro 3: Distribución de grabados según tipo de soporte, motivos y técnica de ejecución

Código roca

Soporte

Motivos

Técnica de ejecución

Bloque

Abrigo rocoso

Piedra sin labrar

Litograbado

Geométricos-abstractos

Figurativos

Cúpula

Percusión profunda

Percusión superficial

Espiral

Curvilíneas,
Rectilíneas

Antropomorfo

Zoomorfo

Cruz

A-P01

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x

x

A-P02

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x

x

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A-P03

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A-P04

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A-P05

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A-P06

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A-P07

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A-P08

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A-P09

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A-P10

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A-P11

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A-P12

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A-P13

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B-P01

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B-P02

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B-P03

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B-P04

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B-P05

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B-P06

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B-P07

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B-P08

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C-P01

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C-P02

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C-P03

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C-P04

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C-P05

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C-P06

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ESTADO DE CONSERVACIÓN

La relativa dificultad de acceso a la parte alta del complejo arqueológico y el hecho de que los restos arqueológicos de la cumbre del Cruzmoqo no hayan sido aún excavados o restaurados ni, tampoco, incluidos en un circuito turístico, posiblemente han ayudado a conservar los petroglifos que, a primera vista, se encuentran prácticamente intactos, a pesar de los huaqueos. Solo en la roca A-P01 se observa el remarcado de las espirales mediante el rayado intencional de los surcos con una piedra. En la roca B-P08, encima de las andenerías, se encuentran varios graffiti hechos cerca de los grabados, imitando el motivo central (lagartija) y agregando nombres.

Sin embargo, un examen más minucioso de los bloques rocosos muestra las agresiones que han sufrido algunos de ellos, probablemente por acción de los huaqueros o tal vez, si fue antes, incluso de los extirpadores de idolatrías. Consignamos brevemente los atentados de origen antrópico más notorios:

Bloque A-P01: presenta una muesca de cincelado (o de barreta o de un antiguo barreno de mano) en la parte inferior, cerca de la segunda espiral, que ha agrietado el bloque; se notan al menos tres fisuras bien definidas que parten radialmente desde la muesca. En la parte superior izquierda (fig. 16) se observa una hendidura que denuncia el desgajamiento por martilleo de un pedazo de piedra. Ambos accidentes no representan una amenaza para la integridad de los petroglifos, aunque, a largo plazo, contribuirán a su degradación por intemperismo.

Bloque A-P06: la naturaleza de sus bordes laterales poco desgastados (en contraste con los bordes algo más redondeados de la parte superior) y el despedazamiento podrían indicar el uso de algún explosivo de baja potencia (tal vez sólo pólvora). En dos de los pedazos ubicados a la derecha y arriba de la espiral hay evidencia de martilleo.

Bloque A-P07: pudo haber sido partido con dinamita u otro compuesto explosivo; sin embargo, no descartamos la posibilidad de que haya sido sometido a la hasta ahora desconocida técnica de corte de rocas aplicada por los incas y sus antecesores, pues el tipo de corte tiene cierta similitud con los bloques que se ven en la cantera de Killarumiyoq (Ancahuasi, Anta). La piedra está partida en dos (ya aparece así en el dibujo de Bües), con el bloque inferior ligeramente desplazado. Los bordes netos de la rotura no permiten suponer el uso de cinceles o similares.

Bloque A-P012: aquí se nota una intervención relativamente reciente en el hueco aparentemente natural ubicado en el extremo sur-oriental del bloque. La cavidad natural (o quizás una cúpula) ha sido re-excavada, ensanchada y, sobre todo, profundizada. Al parecer, el ensanchamiento tuvo lugar antes de la profundización; esto se prueba fácilmente con los dos niveles de alteración que se observan en el corte del hueco; más oscuro y con líquenes en la oquedad inicial, y más clara y de apariencia fresca en profundidad. La alteración, al igual que en el bloquen A-P07, es del tipo oxidación.

Bloque B-P01: que a todas luces estaba siendo canteado para convertirlo en un bloque de construcción. La parte superior ha desaparecido y el panel de los petroglifos podría separarse, puesto que una grieta de origen artificial (con claras huellas de cincelado) lo separa del pedazo mayor.

En términos generales, la mayoría de petroglifos de la cumbre de Cruzmoqo están bastante erosionados y desgastados por acción eólica, intemperismo, disgregación térmica (tanto por insolación como por incendios), por el desarrollo de líquenes y algo de tránsito. No descartamos que, en el pasado, antes de que se desarrolle la costra de alteración química-mineralógica, los ciclos de congelación-descongelación hayan afectado la superficie de los petroglifos; eso explicaría parte del desgaste irregular de los ejemplares. En las superficies granuladas que se ven en los bloques más intemperizados puede seguir actuando la escarcha sub-superficial, es decir el congelamiento de roció o de la película hídrica que se esconde en los intersticios y raíces de líquenes y musgos.

En dos de las rocas grabadas en el sector B se observa el crecimiento de líquenes que cubren parcialmente los surcos delgados de los petroglifos y algunas cúpulas de la roca B-P04, pero su estado de conservación es relativamente mejor que los del sector A, debido, quizá, a que se encuentran a menor altitud y hay menor efecto de las heladas y la humedad.

Los ejemplares situados cerca a la cantera (como se indicó, el bloque mayor fue removido y, muy probablemente, dinamitado), están expuestos, en cierta medida, al efecto de derrumbes potenciales, que también podrían afectar a parte del camino inca. En cualquier caso, se recomienda que dicha cantera sea mejor manejada.

CRONOLOGÍA Y FUNCIONALIDAD

El hecho de que, tanto en la cumbre de Cruzmoqo como en el resto del complejo arqueológico, se hayan encontrado vestigios de varias culturas precolombinas y la ausencia de restos arqueológicos directamente asociados con los petroglifos, hace difícil cualquier intento de asignación cultural o fechado relativo. Nos inclinamos a pensar que, al hallarse todas dentro del perímetro de la muralla defensora, las rocas grabadas deben ser contemporáneas o posteriores a su construcción. Aún no existe claridad sobre la antigüedad de la muralla, pero es posible que date del Período Intermedio, época Huari o Período Intermedio Tardío. A manera de hipótesis asignamos a los grabados superficiales y piedras con cúpulas de la ladera sur y parte baja del cerro una cronología más reciente, posiblemente inca, por encontrarse sobre o al costado del camino que lleva a la cumbre. La producción de petroglifos, con la misma técnica de picoteo superficial, fue continuada durante la época colonial, como lo testimonian dos rocas con grabados: B-P08 en el subsector de la cantera, cerca del camino a la cumbre, y que contiene figuras cruciformes asociadas a motivos zoomorfos y geométricos, y C-P01, en el penúltimo andén, encima de la “Fuente de la Ñusta”, con su hilera de cruces latinas.

La ubicación de las rocas grabadas en la misma cumbre del cerro Cruzmoqo, con vista a los Apus Pachatusan y Ausangate (incluso parte del Huanacauri), no deja duda sobre la función ritual y ceremonial de los petroglifos de este sector. Lo mismo vale para la piedra con cúpulas en el camino antiguo a la cumbre, ante la que se rendía quizás culto al Apu Cruzmoqo u a otros Apus de la zona. Es menos clara la funcionalidad de los grabados que representan animales, como la figura reptiloide (B-P08) y los cuadrúpedos de B-P07, que parecen ser camélidos.

Por la presencia de motivos serpentiformes encerrados por un rectángulo y del pequeño saurio grabado de manera visible en la cara delantera del afloramiento rocoso encima del sector de los grandes andenes, suponemos que podría tratarse de una huaca dedicada al culto de estos animales sagrados, de los cuales el cronista Álvarez dice en su carta a Felipe II: “Adoran asimismo las lagartijas, lagartos y culebras y víboras [ y] mariposas; y de todos estos animalejos tenían figuras hechas, y las tienen pintadas en los vasos en que beben, y las labran en las ropas que visten...” (Álvarez, 1998: 80).

CONCLUSIONES

  • Los autores han logrado registrar un total de 29 rocas y/o piedras con grabados en el ámbito del complejo arqueológico de Tipón; diez de ellas representan registros nuevos aún no mencionados en la bibliografía consultada.
  • De los 29 soportes grabados registrados, 23 corresponden a bloques pétreos sueltos o que conforman la parte visible de un afloramiento rocoso, cuatro a piedras labradas (sector andenes), uno a un afloramiento rocoso que forma un abrigo somero al costado del camino inca, y uno a una pequeña piedra en estado natural, empleada como peldaño de gradería.
  • La cumbre del Cerro Cruzmoqo concentra la mayor cantidad de rocas grabadas con petroglifos, con motivos y técnica de ejecución marcadamente diferentes a los de los ubicados en la ladera sur del cerro y cerca de la fuente principal del sector de los andenes. Todas las rocas grabadas se encuentran dentro del perímetro definido por la muralla defensiva; los petroglifos de la ladera sur (con excepción del bloque grabado en el sector de la cantera) están íntegramente localizados sobre caminos de típica facción inca que conducen a la cumbre de Cruzmoqo;
  • Los petroglifos de la cumbre y de la parte alta de la ladera sur son exclusivamente geométricos abstractos, mientras que en la iconografía de los grabados de la parte baja del cerro, los motivos geométricos están combinados con figuras zoomorfas, antropomorfas (máscara) y el símbolo de la cruz;
  • En cuanto a la técnica empleada, los petroglifos de la cumbre de Cruzmoqo fueron hechos, en su mayoría, mediante percutido profundo, mientras que los de la parte baja del cerro mediante el picoteo superficial;
  • Del diferente grado de erosión de los petroglifos en la cumbre se puede deducir que fueron grabados en diferentes épocas.
  • Entre los petroglifos de la cumbre se repite el motivo de espirales opuestas (especulares), interconectadas por medio de pequeñas cúpulas o una línea recta. En la iconografía de los grabados de los sectores B y C el motivo de la espiral está ausente. Las tacitas o cúpulas están presentes en la mayoría de las rocas grabadas y en dos rocas (ladera media e inferior), las cúpulas representan el único motivo.
  • Los petroglifos de Tipón forman parte del contexto religioso y ritual del complejo arqueológico, por lo que se recomienda a los arqueólogos tomarlos en cuenta dentro de los programas de investigación y conservación de este Parque Arqueológico.

Notas

1. Artículo publicado en la Revista del Museo de Arqueología, Antropología e Historia. Universidad Nacional de Trujillo, Facultad de Ciencias Sociales, Nº 10, 2007

2. Nombre oficial de la quebrada, según Carta IGN. Las quebradas, a medida que bajan,  toman distintos nombres: Achupallapampa, Pilpintuyoq, Qoyawarkuna, Tukollachana y Municipalhuayqo.

3. Cabe señalar que la descripción que Angles hace del parque arqueológico, aun cuando se refiere a Cruzmoqo, no indica nada sobre los petroglifos.

4. A. Giesecke relata que el propósito del viaje era enseñar a Hiram Bingham las ruinas de Tipón. Bingham lo acompañó hasta la zona de los terraplenes, donde se quedó con un colega suyo recolectando fragmentos de cerámica y tomando fotografías, mientras Giesecke y Aguilar subieron a la cima del cerro. Bingham publicó las fotografías de Tipón en “National Geographic Magazine” edición del año 1915.

5. Este autor (citando a Garcilaso) también se refiere a las dos pinturas de cóndores y que Pachakuteq habría ordenado hacer en unos peñascos, para conmemorar su victoria sobre los Chankas, señalando que se ubicaban en el cercano paraje de Angostura. En realidad, entre otras confusiones, tales cóndores, estuvieron ubicados más lejos, a más de quince kilómetros, hacia el noroeste de la ciudad del Cusco, en el cerro Senqa. Todo esto es consecuencia de la ya mencionada confusión iniciada por Garcilaso acerca de las historias de Yahuar Huacac y Huiraqocha, atribuyendo al primero la fuga cuando llegaba la invasión chanka, cuando en realidad se trataría de Huiraqocha.. Esto no descarta que Tipón haya sido residencia de Yahuar Huacac.

 

¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com

Cómo citar este artículo:

Hostnig, Rainer y Carreño Collatupa, Raúl. Petroglifos y litograbados de
Cruzmoqo, Tipón, Cusco
. En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/cruzmoqo.html

2008

 

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(Pág. 80: menciona petroglifos de Cruzmoqo; Ficha Técnica 10: foto de roca grabada de Cruzmoqo)

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