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Algunos arqueólogos han adoptado una clara aproximación ahistórica al arte rupestre, considerando la totalidad de un sitio como remanente de una única tradición a menos que otra cosa sea demostrada (cfr. Bednarik 1988). Es así como la función cultural del arte rupestre, la de ser un determinante cultural (cfr. Bednarik 1991-92, ob. cit.), permanece ignorada tanto en su estudio como en el registro de las dinámicas culturales (reutilización del arte rupestre, retoque, respuestas culturales). De manera que, los arqueólogos no sólo han descuidado el real potencial científico, sino que lo han utilizado para propósitos triviales de carácter comparativo, y dentro de esquemas poco adecuados. Por lo tanto, la correlación directa entre “datos” arqueológicos “cuantificables” y arte rupestre supone serios problemas, y la escasez de dataciones confiables para casi todo el arte rupestre mundial solo agrava más la situación. Para empeorar las cosas, la principal herramienta en el análisis arqueológico del arte rupestre, la estadística, es invalidada científicamente cuando es aplicada a los datos cuantitativos. De allí que la lógica tafonómica permite plantear que dichos datos sólo pueden ser relevantes al describir el estado actual de un corpus de arte rupestre, y que ellos no están directamente relacionados a la significación arqueológica del mismo. Sin resultar sorprendente el planteamiento anterior, y a manera de ilustrar con un ejemplo los planteamientos expuestos cabe señalarse que en el municipio Ezequiel Zamora en el mismo estado Barinas, Venezuela, en especial en la zona arqueológica del Cerro el Indio, en Capitanejo, las interpretaciones arqueológicas muchas veces han sido erróneas. Por tanto, son atribuibles a determinaciones erróneas del común denominador de las categorías fenoménicas. Por ejemplo, un común denominador geomorfológico es interpretado como arqueológico, tal es el caso de Sill (filón-capa, yacimiento de roca ígnea que se caracteriza porque es concordante con la estratificación previa del terreno., a la que le llaman la ciudadela). Lo cual resulta evidente que redunda únicamente en una interpretación errónea. Por lo tanto, la tafonomía demanda que la mayoría de las interpretaciones en arqueología deban suponerse falsas, y esto es particularmente evidente en los estudios de los petroglifos encontrados en el estado Barinas, Venezuela. (cfr. Bednarik, 1993, 1994). Es de señalar además que los petroglifos no guardan la longevidad de sus pigmentos a través del tiempo. Por ejemplo, todos los óxidos de hierro y los hidróxidos usados en arte rupestre son metaestables [cambian con el tiempo]; (cfr. Bednarik, 1979, 1987 y 1992) y este fenómeno se observa en muchos petroglifos del municipio Antonio José de Sucre en el estado Barinas. Del mismo modo, algunos pigmentos blancos cambian a negros e igualmente de negro cambian a verde claro (cfr. McNickle, 1991). El aspecto de la profundidad de los petroglifos debido a procesos de repatinación influye en la longevidad de los mismos, así como otros aspectos. Es de señalar además que en los petroglifos del municipio Antonio José de Sucre en especial La Piedra El General, El Penacho, los de las Lajitas; se observa esa capa de óxido de hierro que los recubre y debido al proceso de intemperismo de las areniscas se han deteriorado en su mayoría y no ha habido retención intersticial de los motivos lineares o surcos grabados profundamente. Entiéndase por intemperismo o meteorización la alteración de los materiales rocosos expuestos al aire, la humedad y al efecto de la materia orgánica. El intemperismo puede ser mecánico o de desintegración, y químico o de descomposición. Pero ambos procesos, por regla general interactúan. Las variaciones de humedad y temperatura inciden en ambas formas de intemperismo toda vez que afectan la roca desde el punto de vista mecánico y que el agua (la lluvia barre la tierra suelta y penetra en las grietas de las rocas. El CO2, dióxido de carbono, del aire reacciona con el agua lluvia formando el débil ácido carbónico H2CO3, trioxocarbonato IV de carbono, que ataca químicamente la roca sometiéndola a una acción definitiva de largo plazo), y el calor favorecen las reacciones químicas que la alteran. Distintos factores ambientales físicos y químicos atacan a las rocas y las cuartean, disgregan y descomponen, y según el carácter de los factores que produzcan la meteorización se distinguen la meteorización física y la meteorización química (cfr. Cazabonne & Escalona, 2011; Cazabonne & Escalona, 2003). De tal forma que con este fenómeno de intemperismo, el tiempo de vida de los petroglifos se encuentra en riesgo de no sobrevivir por más tiempo que lo que le lleve la repatinación total. En otras palabras una supervivencia selectiva. Pero, esto no es una excepción por cuanto sólo una muestra remanente del arte rupestre mundial puede haber sobrevivido en la mayor parte de los sitios arqueológicos. De forma que no puede conocerse cuáles características cuantificables de la muestra que sobrevive y son determinadas culturalmente, y cuales están determinadas por otros factores como la localización, el tipo de soporte rocoso u otras circunstancias relacionadas con el ambiente. Tales hechos contribuyen a que la mayor parte del arte rupestre puede considerarse como perdido en el tiempo, lo que significa que la importancia cultural de las estadísticas existentes está subordinada a su significancia tafonómica. El hecho que lo anterior no haya sido considerado hasta ahora sino en el nivel más rudimentario no es un buen presagio para las especulaciones arqueológicas basadas en la estadística. Para empeorar las cosas, la principal herramienta en el análisis arqueológico del arte rupestre, la estadística, es invalidada científicamente cuando es aplicada a los datos cuantitativos. La lógica tafonómica decreta que dichos datos sólo pueden ser relevantes al describir el estado actual de un corpus de arte rupestre, y que ellos no están directamente relacionados a la significación arqueológica del mismo. Otro aspecto importante a considerarse en la interpretación es la confiabilidad del contenido icónico. En este sentido, se ha demostrado que la identificación confiable del contenido icónico del arte está restringido a los participantes de la cultura en cuestión (cfr. Macintosh 1977), incluso, la preocupación más común de los estudiosos del arte rupestre es reflexionar sobre la naturaleza de los objetos representados y basar las cronologías e interpretaciones sobre el significado en sus nociones subjetivas. No sólo son las especies animales identificadas con seguridad, muchos otros aspectos de las pinturas son interpretados de una manera aparentemente etnocéntrica. Por ejemplo, en algunas partes del mundo figuras del “arte parietal” Franco-cantábrico a menudo son interpretadas como escenas que denotan embarazo, caída, muerte o el acto de morir, entre otras, tal como las representaciones en otro corpus de arte son propensas de ser identificadas como bailes, rezos, adoraciones vuelos, culto, etc. En general, estas interpretaciones de basan en el supuesto que las convenciones descriptivas en las artes de pueblos prehistóricos o etnográficos son idénticas a aquellas que determinan las percepciones de la cultura, así como las capacidades cognitivas y las limitaciones del observador contemporáneo. Desde esta perspectiva, hay que señalar que en el municipio Antonio José de Sucre del estado Barinas, Venezuela y en especial los petroglifos de Las Lajitas (Piedra El General), y algunos de Santa Marta se dan interpretaciones que como lo señalado pueden estar alejadas del significado real o de la iconicidad cognitiva original. La situación anterior podría aclararse en el momento en que coincida la interpretación iconográfica de los petroglifos sin que haya lugar a duda y cuando realmente acudan al Municipio equipos de especialistas dedicados al estudio de la riqueza arqueológica con que se cuenta. Tal vez algunos algunas interpretaciones sean ciertas pero no es la cuestión, lo interesante de todo está en que coincida la interpretación del artista que las elaboró y la del observador contemporáneo y en que las estrategias pasadas y presentes para interpretar y detectar pistas visuales en un trazo sean similares. Sin embargo, existen, excepciones a esta regla: un fenómeno que es creado por el hombre específicamente con un propósito relacionado con una facultad sensorial humana sólo puede constituirse de variables cruciales que determinan sus externalizaciones fenomenológicas y que son accesibles a la percepción humana. De allí que puede decirse que el arte es un fenómeno de este tipo; no puede haber ningún denominador común crucial a las categorías fenoménicas en el arte que sea completamente inaccesible a los humanos. Por lo tanto, el arte es el único fenómeno en el mundo real que puede ser presentado para proporcionar el acceso humano a tales variables cruciales. En verdad, se puede invertir este postulado definiendo el arte como el fenómeno colectivo en la experiencia humana sobre el cual podemos discutir objetivamente. Esta es una definición de arte filosóficamente razonable (cfr. Bednarik 1991). En este sentido, una cosmología cultural o un modelo epistemológico falso, pueden ser formados y mantenidos indefinidamente por una especie biológicamente inteligente (cfr. Jerison 1973). Lógicamente, el municipio “Antonio José de Sucre” del estado Barinas no es la excepción y, tal vez estas cosas son las que se manifiestan cuando se realizan las interpretaciones iconográficas de los petroglifos hallados hasta el momento (cfr. Escalona, 2009, 2016). Además, el arte rupestre ha sido ignorado en general por razones como el desconocimiento del verdadero significado iconográfico tal como lo señaló el arqueólogo Pedro Rivas del Instituto de Patrocinio Cultural en el Inventario Arqueológico realizado entre el 7 y 9 de Junio de 2000 (Escalona, 2002). Los señalamientos anteriores coinciden con lo argumentado por Mendiola (2002) cuando dice que no se sabe cómo estudiarlo y entenderlo, llegándose incluso a descontextualizarla de lo arqueológico. Por otra parte, la realidad es que lo gráfico-rupestre ha sido constreñido en su estudio a elementales menciones y descripciones, y cuando las interpretaciones llegan a proponerse, éstas se encuentran carentes de sólidas bases analíticas y teórico-epistemológicas. Por ejemplo, en La Piedra El General, la falsación es algo que se ha puesto de manifiesto en muchos sitios arqueológicos del Barinas, en Venezuela, para muestra veamos lo que expresa Montiel (2008), el sitio llamado “Las Lajitas”, donde está el petroglifo “El General”, se asemeja una charretera, pero es una casa solar. En la cúpula de esa piedra glifada se esculpió el registro del equinoccio: “Está el sol en el centro con las casas solares”. Es lamentable, que en la actualidad este sitio al igual que otra decena de lugares en el estado Barinas, Venezuela ha sido deteriorado producto de la falta de vigilancia y la no existencia de un organismo u institución oficial que regule la entrada al sitio así como las visitas, y los propios visitantes. Las personas pueden llegar libremente y hacer lo que quieran porque no tienen resguardado este maravilloso tesoro arqueológico que puede ser único en el país, orgullo de los barineses, patrimonio de Venezuela y del mundo (cfr. Escalona, 2002, 2013, 2016).
A MANERA DE CONCLUSIONES El arte rupestre es sencillo y complejo, resbaladizo y fugaz, cautivador y mágico, expresión de formas de ver el mundo, maneras de pedir, de curar, de comunicar y de contar entre otras muchas funciones que pudo haber cumplido, pero también es un material que ofrece más problemas que soluciones al estudiársele. Ha sido de igual manera objeto de indiferencias. Además, no debe olvidarse que se depende casi exclusivamente del sentido de la vista para conocerlo (sentido literalmente limitado sino se enriquece con otros elementos físicos y del intelecto). De manera que a raíz del planteamiento anterior conviene señalar entonces constantemente se formulan preguntas que van en el sentido de cómo lo debemos describir, catalogar, interpretar, analizar, clasificar y explicar, es decir, cómo abordarlo sistemática o científicamente además de conservarlo y difundirlo junto con los cuestionamientos de lo que significa y por qué se pintaron y grabaron las paredes rocosas de cuevas y abrigos, de frentes y bloques de lugares abiertos que fueron habitados por las sociedades humanas del pasado. En pocas palabras, ¿cuál fue el papel que jugó el arte rupestre en las mismas?, preguntas, respuestas y acciones que desde la arqueología y la historia del arte se han desarrollado desde particulares enfoques. Tal vez todo esto se resume en dos preguntas básicas: a) ¿Cómo conoció la realidad el ser humano que graficó en las superficies rocosas? y b) ¿Cómo conocer esa realidad desde el arte rupestre? Posiblemente esto sea el verdadero problema de abordar la interpretación del sentido y realidad del arte rupestre. En términos llanos, esto significa dos cosas: (a) Los seres humanos representaron (pintaron y grabaron) en las superficies rocosas lo que la realidad emotivamente les causó, estimuló o provocó y ha sido el hambre, la sed, la enfermedad, la muerte o el miedo a la misma, así como también la ingestión de psicotrópicos, en combinación con los elementos y fenómenos naturales que observaron: La oscuridad, el sol, la luna, las estrellas, los eclipses, el agua, la lluvia, el frío, el viento, los terremotos, los animales, -emoción producto de todos estos factores y hechos de la naturaleza-, y también la relación con los seres humanos, la guerra, el sexo, la reproducción biológica y fertilidad, la tierra, las plantas, las montañas, la noche, el día, entre otros. (b) Lo que nos produce ahora a los que observamos y estudiamos el arte rupestre, como pueden ser las dudas, incertidumbre, choque visual, admiración, aparente indiferencia, descripción, asociación, identificación, afinidad, análisis, interpretación, explicación, confirmación, comprobación, protección, conservación, otros.
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