El “Sacerdote sonriente”. Análisis de un personaje Cupisnique. 1ra. parte

Cristobal Campana D. cmcampanad@hotmail.com

 

INTRODUCcIÓN

En la iconografía andina, las imágenes humanas muestran posiciones, gestos y ademanes que nos han permitido entender su función, concepción y sus roles, de acuerdo a cómo fueron concebidos por un grupo carismático de especialistas. Así, las imágenes de estos seres hicieron posible su comunicación dentro de su sociedad, sirviendo como factores o mecanismos de interrelación y ordenamiento de la misma estructura social.  Dentro de este contexto, las imágenes tuvieron roles muy importantes, pues, al ocupar canales espaciales para su transmisión y al desaparecer los idiomas -de canales temporales- han podido persistir a través del tiempo, guardando la información referente a una posible ideología religiosa y a sus respectivas prácticas ceremoniales, para mantener al grupo social sin mayores tensiones que podrían generar la crisis.

Si el fundamento de la organicidad de una sociedad es el conjunto de relaciones entre el lenguaje cotidiano, los mitos y sus actividades y, nosotros los transeúntes del siglo veinte al siglo veintiuno, desconocemos ese lenguaje, sólo nos queda hacer el análisis de otras formas de comunicación –como son las imágenes- para entender algo de los factores que hicieron posible la existencia de esas sociedades humanas que vivieron desde hace más de seis mil años atrás y cuyos mensajes, teniéndolos ante nuestros ojos, aún necesitan de su análisis y comprensión. Hemos entendido que las imágenes de más alta jerarquía -y en especial los sacralizados-  siempre suelen mostrar una posición frontal. Pero, en el caso que trataremos,  cómo es que un personaje de alto rango aparezca en una posición casi rampante. He allí el problema para este análisis.

 

Fig. 1 Vista aérea de la quebrada de las Guitarras que desemboca en el río Moche. La línea amarilla representa el camino hasta el Portillo (2) El Cerro León (3) es el apu tutelar, a cuyas faldas está la quebrada ancha donde están los edificios mayores.

El “Sacerdote Sonriente” es una imagen importante que aparece en el tercer agrupamiento de petroglifos en el Alto de las Guitarras (ALG). Tiene características, técnicas de grabación, orientación y una delicada suavidad en sus líneas, las que nos exigen una serie de explicaciones para conjugarlas con la información que anotaron los cronistas y escribanos llegados del occidente cristiano con otra cultura.  La visión y concepción del hombre y su relación con sus deidades, no fueron ni son coincidentes.

El pragmatismo de las ciencias contemporáneas no esclarece las preguntas de los sueños cotidianos, de los mitos y la verdad de los hombres y sus dioses de ayer. Hoy, en plena vigencia y post modernidad, la noción de creencia, fe o deidad son muy diferentes. Y, así, nos quedamos solos en un balcón abierto a infinitas soledades, vacías de nosotros mismos. Pareciera que hemos perdido el camino que nos hizo llegar hasta dónde estamos, del  camino del venida, buscando sólo encontrar las puertas de una salida eventual.

Cuando uno llega a la quebrada  del Alto de las Guitarras y desde lo alto dirige la mirada hacia la sinuosa huella de la corriente, encontramos  los rastros de una ondulante serpiente que baja lentamente, que se requiebra en la tortuosa sinuosidad de los pedregales rojizos con bellos petroglifos de diferentes épocas y estilo. Allí se observa que hemos llegado a poder otear un paisaje sacralizado que nos puede relatar parte de nuestro pasado, los ideales, sueños, avances y descubrimientos para organizar un mundo tan áspero y converirlo en una doméstica estancia de hombres y de dioses. Este lugar debió ser un santuario.

Desde “El Portillo” vemos el origen del agua y de la vida, calculando su muerte en el otro extremo, donde se convierte en el “río Salinas”.  Nacen las aguas, arriba, dulces, angostas y cristalinas, pero  a un centenar de metros, casi a la entrada, hay un personaje  cuyos ojos miran el origen del agua, en esa quebrada, la que abajo muere angosta y salada. El trayecto tiene varios espacios y sus respectivos ecotonos y tiene varios tiempos y los rastros de las respectivas gestiones humanas. Uno de sus hombres –posiblemente un sacerdote- nos contará parte de esa historia.

 

1. ambiente y contexto

Para iniciar el estudio, debemos establecer que hay dos quebradas cuyos nombres son parecidos y que han llevado al error a los estudiosos que no conocían el lugar: “Quebrada de las Guitarras” y “Quebrada del Alto de las Guitarras”. La primera afluye al sistema hídrico del río Moche y la segunda al del río Virú. La primera es más ancha, plana y baja, en cambio la segunda es más alta, angosta y sinuosa. Por la primera van los caminos de factura Cupisnique más anchos, subiendo por la planicie conocida como “Los Cocales del Inca”, irrigada por canales Cupisnique, pasando por la Huaca de los Chinos”, hacia lo alto, donde nace, en el divortium aquarum, a 917 metros sobre el nivel del mar. Desde este punto, baja la quebrada del Alto de Las Guitarras donde está el santuario con imágenes rupestres más rico y ordenado de este sector de los Andes Centrales. Al final de esta quebrada estaban las salinas más importantes de la zona. Son dos quebradas distintas que vierten sus aguas  a cuencas diferentes.

Este lugar, realmente es un ambiente compuesto, a su vez, por dos quebradas “gemelas”, una larga, a la derecha, que es la que contiene los petroglifos y otra más chica a la izquierda de la otra, con pocos  petroglifos, pero con evidencias de haber sido sembrada con cultivos estacionales de coca, pues no hay evidencias de canales de regadío. Sólo hay algunos oteros o miradores, posiblemente para su control.

Las primeras y pocas informaciones referentes son virreinales.  Muchos viajeros, soldados, comerciantes de leña, carbón o sal, han dejado documentación. Hay datos a mediados del siglo XIX(1), pues se litiga por la  explotación de leña de algarrobo, “minas de sal” y, en algunos casos sobre “usos y costumbres” de caminos. Este lugar ha sido visitado  y descrito por varios estudiosos desde mediados del siglo anterior con diferentes objetivos y en los últimos decenios se acumula datos, tanto como resto arqueológico o por la belleza de los petroglifos allí existentes.

Todavía no existen estudios arqueológicos cuyas investigaciones ofrezcan información del análisis estratigráfico, para saber cómo fue el proceso de ocupación de dicho lugar, pues en épocas sucesivas hicieron diversas grabaciones con sus estilos propios. La mayor parte de lo publicado se circunscribe a la muestra de imágenes y a su ubicación geográfica. La última,  es un inventario donde aparecen las referencias correspondientes (2).

1. Archivo Departamental de La Libertad ( Sect.  Archivo Baldomero Jara).

2. Para una documentación general ver en ARTE RUPESTRE DEL PERÚ. Hostnig, Rainer: p. 197.  2004. Lima.

 

sacerdote
sacerdote
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Fig. 02. “Cerro León”, la imagen totémica, a la derecha de la quebrada. Véase como cambia la imagen según la estación. a.- En el solsticio de setiembre, 8.45 a.m., el jaguar. b.- En el equinoccio del 21 de marzo, 6.30 am., apenas se le ve. c.- El mismo día, 9.28 am. Parece que una serpiente más clara, saliera de sus fauces y ondulando va hasta la cola. Ese día, entre 9.00 y 9.32 am, cambió nueve formas, una cada tres minutos.

 

Nosotros hemos hecho algunos estudios delimitando campos de interés tratando sobre el análisis de algunos petroglifos que nos permitan entender el proceso, la variación en los conceptos de aprovechamiento de los recursos de ese ambiente y los cambios sociales entre los cazadores y trocadores que allí vivieron. Dentro de esto, el principal objetivo demostró cómo LA SAL, y luego la COCA, fueran los factores fundamentales para el control y manejo de este lugar, hasta el grado de sacralizarlo. En otros estudios hemos tratado sobre las relaciones entre las imágenes corpóreas o escultóricas y la predicción del tiempo, o el cultivo de la coca, especialmente en la otra quebrada “gemela”. En otros estudios tratamos de  explicar la tecnología y la especialización de sus ejecutantes y sus posibles reflejos en la estructura social.

Estudios y referencias, han mostrado algunas fotografías hechas por viajeros o por estudiosos desde mediados del siglo anterior (3). Casi todos ellos, incluyendo a los estudiosos alemanes Hans Dietrich Disselhoff y Hans Horkheimer, profesor de la Universidad Nacional de Trujillo en esos tiempos, quienes fueron llevados por don Manuel Acosta, también ya fallecido. Con los dibujos de Disselhoff y con las fotografías de Núñez se han escrito varios otros estudios.

El Alto de Las Guitarras (4) es uno de los repositorios de arte rupestre más importantes del planeta. Es, junto con “Toro Muerto” en Arequipa, un lugar de primera magnitud en los Andes. Tiene uno de los paisajes más dramáticos de la yunga costeña, porque allí se explica la función del agua en las sociedades del desierto y su simbolización como serpiente, eje de la visión cosmogónica de nuestros antepasados. 

Esa  quebrada angosta que hoy vemos, fue como una serpiente que corría llevando agua, amarrando el cosmos entre el cielo y las entrañas de la tierra, ordenando la vida de plantas y animales hasta convertirse en una deidad hecha por el hombre. Así, por miles de años, fue el abrigo de cazadores y de sociedades cada vez más desarrolladas. Por eso ahora vemos el escenario mágico de sueños y leyendas, el sagrario abierto de los dioses que el hombre fue haciendo a su imagen y semejanza.

 

3. Horkheimer (1945, 1965:23); El Comercio (14/02/45); Garrido (1953); Disselhoff (1955:63-66,1960); García (1966:15); Kauffmann (1969 y en ed. de 1971:212; 1983:282); Pimentel (1986); A.  Núñez (1986:359-442,2); Ravines (1986:41); Zevallos (1990:14 -16); Morales (1993); Kaulicke (1994:393); Rodríguez (1994:313-314); Guffroy (1999); Kaulicke et al. (2000:25-28); El Comercio-Enciclopedia Ilustrada del Perú (2001,1:106), Campana 1984; 2003. Hostnig 2004.

4. Coordenadas 405 – 003 de la hoja cartográfica nacional, Nº 17-f, (Salaverry), provincia de Trujillo, Distrito de Laredo provincia de Trujillo, departamento de La Libertad, Perú.

 

Últimamente, la comunidad científica está en una gran discusión sobre el cambio en el clima. Cambios que  nosotros, el común de los habitantes de este país, presiente su gravedad aunque no la asume. Estos cambios climáticos vienen siendo registrados por diversos estudiosos desde sus respectivas áreas de formación y, algunos de ellos nos han demostrado, por ejemplo que nuestros antepasados norcosteños aprendieron a “vivir en crisis”, dadas las modificaciones climáticas acaecidas en la costa norte (Mosseley & Feldman1984). Estos cambios están registrados en el Alto de Las Guitarras, pues allí, en su orografía los podemos leer con cierta claridad. Se observa que el Holoceno, fase cuaternaria en la que nos toca vivir, comenzó hace alrededor de diez mil años, terminando las glaciaciones y el paisaje se volvió muy húmedo, pues era el final del Pleistoceno y los deshielos dieron origen a muchos ríos, aludes y derrumbes de roquedales –de donde posiblemente provengan las grandes rocas en las que los diversos procesos de ocupación, dejaran sus petroglifos. Además, se explicaría la presencia de humedales y pequeñas lagunas en la parte baja de esta quebrada. 

Ahora que se está finalizando el Holoceno y las transformaciones ambientales se hacen más sensibles, pareciera que se invierte el proceso que le diera origen, es decir, el planeta se está recalentando y volviéndose más árido, procesos que se aceleran por las graves afectaciones de origen antrópico. Aunque, en el paisaje que trataremos, dada su inversión térmica y climática, debido a la baja cordillera del sudoeste, la vegetación aumenta por temporadas volviendo  a ser como algunos milenios atrás.

 

Fig. 03. .- Imagen de una garza con las alas extendidas y una chacana sobre la cabeza. Las garzas, los flamencos o parihuanas, son estacionales y llegan cuando hay agua en estanques.

En las yungas occidentales andinas, estos paisajes permitieron la existencia humana, dada la presencia de bosques, herbazales y abundantes puquios, con variada población vegetal que servía de alimentos a animales, tanto de mamíferos como de aves y reptiles. El hombre de entonces los aprovechó para sus “chacos”,  recolección de raíces, frutos, semillas y pesca de algunos peces. Los petroglifos de estas épocas así lo evidencian. Es posible que ha inicios del Pleistoceno Temprano, los habitantes de estos territorios hayan ido aprendiendo a vivir del agua de los humedales, cultivando algunas plantas sin regadío, tan sólo aprovechando el agua del subsuelo y de las pocas lluvias estacionales. La temprana aparición de cocales sin canales de riego –cercanos- así lo sugieren.  

Mas tarde, milenios después, los fenómenos orogénicos en las partes medias de los valles costeños, propios del Pleistoceno temprano y del Holoceno, produjeron graves afectaciones a los asentamientos humanos tempranos, pues desde hace 3,800 años antes del presente, hubo ocupación humana sedentaria, la que se observa en los restos de caminos, canales con su respectiva toma de agua, con diversos tipos de cultivos y enalteciendo los de la coca. Hay también restos de pequeñas aldeas y de templos de diversa magnitud. En la actualidad, sería casi imposible la existencia de asentamientos humanos –ni siquiera estacionales- dada su aridez.

En las partes medias de los valles de Virú y Moche, en la actualidad, hay zonas áridas y desérticas. Pero, también hay poblaciones relictas de escasa “vegetación de Loma”, cuya dinámica puede explicar la existencia anterior de poblaciones vegetales mayores (Brack 1976: 144).  En la parte más alta están las evidencias de haber existido “bosque ralo”. En varios otros lugares, la presencia de oquedades orográficas de color más claro y más planas, las que recuerdan la presencia de humedales, tanto de agua para beber, como de salinas. De éstas últimas, hay mapas  en los que aparecen con esa designación (1912), demostrando la existencia anterior de un clima diferente, con más vegetación, más población animal y también con ocupaciones humanas estacionales. De esas épocas, los petroglifos muestran en sus representaciones una fauna hoy casi extinta, pues la hay de mamíferos, como monos, viscachas, zorros, venados, jaguares, osos, etc. Aves como águilas, cernícalos, flamencos o loros. Reptiles  y batracios, como serpientes o sapos, imágenes que hacen evidente que fueran otros climas y otros nichos ecológicos. 

El “ALG” comienza en el divortium acquarum, entre los sistemas hídricos del río Moche y del Virú, ambiente geográfico sólo más cercano al primer valle, pero pertenece al sistema hídrico del río Virú. A partir de la crestería que divide las aguas, se forma una serie de quebradas angostas y cortas –siete-que deponen a su vez en una más larga que adopta el nombre de “Quebrada del Alto de Las Guitarras”, la que al bajar, depositaba sus aguas en la cuenca del río Virú (42 km. al sur). Una baja cordillera occidental encajona el lugar determinando una leve inversión climática.

 

Fig. 04.- Parte sur del geoglifo en forma de serpiente. Baja desde El Portillo como una serpiente. Siete quebradillas afluían con sus aguas y los petroglifos están en sus laderas cercanas. En primer plano, el “trono” en el centro a la cabecera de la construcción es rectangular.

Estas siete quebradillas incrementaron la más larga y central, conformando el origen de un pequeño sistema hídrico,  muy interesante, porque  permite ver como en un espacio reducido y de fácil control, el “origen de las aguas”, al juntarse, formaban otra más larga y serpenteante, con nichos ecológicos de plantas y animales. Estos fenómenos, tan cercanos y asociados, serían los que motivarían la imaginación de los pobladores de entonces, buscando explicaciones en la naturaleza para reordenarla  en su visión cósmica del lugar y organizar un “espacio sagrado” de mágica y religiosa convocatoria. El recorrido ondulante de la quebrada, en forma de serpiente,  sería  convertido en un lugar sagrado o un santuario, adaptándolo para sus ceremonias y ritos. Así, ese escenario largo y ondulante, simbólicamente sería una gran serpiente, madre de las aguas (5).

5. La figura imaginaria de la serpiente aumentó cuando le agregaron, en ese sector, 13 ó 14  grupos circulares de piedras, a  manera de “estaciones” ceremoniales de clara secuencia. 

 

Fig. 05. Grupos circulares y alargados de piedras con imágenes grabadas, en la parte alta de la quebrada del Alto de Las Guitarras. El grupo 1, es el más cercano al portillo y, en el tercer grupo con el nº 4, aparece la piedra con el “sacerdote sonriente”. Se observa que las piedras están en orden. (Dib. Arqlº. Andrés Ocas).

 

El suelo -desde el divortium-  tiene un color amarillento y piedras rojizas, debido a la mayor presencia de áridos ferrosos y sus variantes provenientes de su oxidación. En el verano (diciembre a marzo), las lluvias remojan las laderas y la “vegetación de loma” revive variadas especies estacionales, atrayendo animales de diversas funciones tróficas. En los meses de abril a junio, los arbustos florecen  y  la zona es más dinámica y vital, muy en especial en las partes medias.

Al sector de esta quebrada –Alto de Las Guitarras-, cuya altitud linda entre los 917 y los 650 m.s.n.m., es decir, desde El Portillo hasta donde están las salinas, lo hemos dividido metodológicamente en tres partes: “alta”, “media” y “baja”. La primera estaría  entre el “Portillo” y la “Quebrada Ancha” (6) (fig.  04), está la “zona nuclear” en donde se presenta mayor cantidad de petroglifos (fig. 5). En la segunda o “media”,  vierten otras quebradas por ambas márgenes, determinando áreas más o menos planas, el comienzo de la vegetación arbustiva y el término de los caminos ceremoniales. En la “zona nuclear”, a la izquierda, está el tercer grupo de piedras grabadas donde aparece “El Sacerdote Sonriente”.

6. En la Carta Geográfica Nacional no aparece ningún nombre asignado  a estas quebradas,ni a las cercanas, de allí que las hayamos denominado como “Quebrada Ancha”, “Quebrada Gemela”, “Garganta de las Viscachas”, etc.

De la Quebrada Gemela, a la izquierda de la del Alto de las Guitarras, ya para desembocar a la principal,  por la margen en la margen izquierda, estuvo el grupo donde se encuentra la efigie de la “cabeza del águila”. La parte “baja” comienza con una angostura o garganta, en cuyos lados pétreos y abruptos hay pequeñas “cavernas” que son  ocupadas por viscachas. En esta parte ya no hay restos de caminos, sólo hay varios manantiales, vegetación arbustiva y arbórea y es aquí donde también están los puquios salobres, y de allí su nombre: “Las Salinas”.

La “Quebrada Ancha” es la que más nos interesa porque articula todo el sistema  de esta zona. Las siguientes confluencias generan planicies con más vegetación, lo que debió incidir en dos aspectos importantes: a), que los habitantes observaran cómo se forman las aguas en un territorio tan pequeño y b)  cómo el agua influye y determina la vida de todos los seres vivos. Ello explica que en la “Quebrada Ancha” estuviese el centro estratégico para el control de  los recursos del lugar (Fig. 06).  Esa sería la razón para qué allí se edificaran las mayores y mejores construcciones, los caminos más anchos y la mayor variedad de construcciones circulares con un montículo en el centro.

Desde este lugar  se dividen y diferencian los agrupamientos de petroglifos: hacia arriba “repta” el posible geoglifo con figura de serpiente, con grupos circulares en su cuerpo, siendo el tercero donde está el “Sacerdote Sonriente”.  En toda la secuencia de los grupos se puede advertir la evolución de la fase Sechín a la Cupisnique (Fig. 05).

A partir de la “Quebrada Ancha”, hacia el sur,  y más abajo hasta la garganta de “Las Viscachas” hay también otros grupos circulares, pero sin la secuencia de los del  posible geoglifo, citado anteriormente. De este sector medio en adelante, los petroglifos tienen otro orden, son de estilos más tempranos y se componen con otros temas. En esta zona media, vierte otra quebrada, desde el este,  en cuya margen derecha está el agrupamiento con la “cabeza del águila”.  Esta parte media de la quebrada termina, prácticamente, con dos grandes piedras las que contienen centenares de petroglifos hechos por cazadores: a una la habíamos denominado “La Mesa del Agua”, porque en su parte alta y plana tiene una oquedad alargada  donde se acumula el agua en tiempos de lluvia y serviría como un sencillo  “pluviómetro”. La otra es una roca grande que recuerda la figura de un “sapo gigante” mirando hacia el norte. No parecen estar dentro de un “grupo”.

 

Fig. 06. La “Quebrada Ancha”, punto de confluencia con la quebrada “Alto de las Guitarras”. Allí se ve por la parte baja correr el camino ceremonial (1), las construcciones más importantes (2 y 3) y comienza la parte media de la quebrada, con otro tipo de petroglifos, generalmente más tempranos y sencillos. Hay más construcciones.

Desde el cerro más alto o  “Cerro León”, que está al noroeste, uno observa  el orden y la secuencia de la distribución de las piedras grabadas y se advierte que los grupos de petroglifos tienen una forma que semeja una serpiente. Algunos grupos ya están muy disturbados, pues como están en laderas, con las lluvias, éstas se han movido. Esta secuencia – de la serpiente simbólica- bajaría hasta la “Quebrada Ancha” o subiría desde allí hasta el portillo donde nacen o se forman las aguas. Es cierto que a la derecha de la “Quebrada Ancha”,  también hay varios grupos circulares y otros son cuadrangulares como aquellos que miran hacia el petroglifo de la “Garza con las alas abiertas” (Fig. 03). Sólo hasta la parte “media” –recordemos-  llegaban los caminos anchos o ceremoniales, pues en parte baja y angosta de “Las Salinas”, no hay restos de caminos anchos o “ceremoniales”. En este ambiente “salinero” debió haberse realizado muchas acciones de trueque teniendo como base la sal, por senderos menores y  angostos, talvez por las partes altas. Ya no  hay restos de caminos, pero sí hay muchas evidencias de su aprovechamiento, por habitantes de lugares aledaños, mayormente  serranos.

En este contexto, hay piedras de diversa dimensión con caracteres que debemos explicar brevemente, dada su morfología y su coloración. Los cerros aledaños se van resquebrajando por factores diastróficos (temperaturas opuestas) y por factores tectónicos. Las rocas que se desprenden son angulosas y facetadas, conocidas como “piedras de cerro”, son de diversa dimensión y mantienen la coloración grisácea de los cerros de donde se desprenden. Las piedras donde aparecen los petroglifos, no son de esta forma ni de esa coloración, pues son “cantos rodados“, de diverso tamaño, que adquirieron su color  rojizo por oxidación y -su forma- por rodamiento. La coloración se produjo por la umedad ambiental, al formar hematites u óxido férrico natural (Fe2O2). La degradación constante de las rocas determina también la coloración del suelo, pues aparecen las dos variedades de las hematites, la roja u oligisto y  la parda o limonita. Es evidente que estos procesos de degradación y oxidación fuese un fenómeno muy antiguo, anterior al Holoceno. Con respecto a las relaciones entre agua, suelo y coloración, pareciera que la tierra al irse retirando de la base de las piedras, va dejando sus huellas de un color más claro, pues la part0sa la intemperie y antigua es la más oxidada.

 

Fig. 07 a. En un amanecer del 24 de junio de 2001, inicio del invierno, se puede ver una buena imagen del personaje que estamos tratando, tanto el rostro (en el recuadro), el cuerpo de líneas curvas como el “entintado” de brazos y piernas izquierdos, así como la inversión de la mano izquierda poniéndola como si fuese la derecha.

 

2.  LA IMAGEN DEL PERSONAJE: RAsGOS Y CAMBIOS

Para comprender mejor la imagen de un ser sacralizado, seria necesario  revisar dos conceptos –previamente-: “Espacio Sagrado” y “Tiempo Sagrado”, como factores elementales de una cosmovisión del entorno. Estos factores son los que explican las ceremonias, sus ritos y sus calendarios. En el pensamiento andino las deidades o dioses, primero fueron hombres con acciones o gestiones extraordinarias y, en algunos casos, gemelos. Así, es posible pensar que la mayoría de deidades andinas se asocian a los diversos ecosistemas interpretados, con diversas crisis ecológicas y que,  por su actuación frente a estas eventualidades, adquirieron lo nosotros llamaríamos “valor sagrado” o sacralidad. Si así hubiese sido, esto nos haría entender que ese ser sacralizado actuó en un antiguo escenario o “espacio sagrado” y que eso sucedió en algún momento crítico  o “tiempo sagrado” del cual derivan los rasgos que caracterizarían a este único personaje que sonríe (Campana 1993;  1995).

Esta imagen debemos verla dentro de los márgenes de la cosmovisión andina, sin los factores condicionantes de nuestra manera occidental de observar y explicar las cosas que nos rodean. Si bien es cierto que toda la, o las ciencias que podamos poner en uso, son occidentales, los objetivos, las técnicas y el paisaje cultural donde aparece esta imagen no lo son. Necesitamos hacer esos deslindes para obtener una idea más cercana a la realidad de entonces, alrededor de tres milenios antes de nosotros. 

2.1 Visión andina y visión occidental

La interpretación de las cosas que nos rodean la entendemos como el conocimiento del mundo y su realidad, pero esa noción que obtenemos es sólo una visión cultural referente y no es la realidad, sino sólo una concepción de ésta. Entonces, cualquier observación que hagamos la haremos desde el punto de vista cultural dentro del cual actuamos y pensamos, es decir y en este caso, desde el punto de vista occidental. Pero, la realidad de lo que estudiaremos, no fue hecha ni pensada por gente de nuestra cultura, sino con otra, con otros objetivos y con otra concepción del mundo. Esta otra visión es la que entendemos como el “mundo andino”, con una larga trayectoria aislada y en constante actuación creativa para poner el mundo circundante –creado por él- bajo su mandato y control.

La mayor diferencia  radica en las nociones de deidad, sacralidad y objetivos de vida. El pensamiento andino tenía un sentido más objetivo de la realidad de su entorno y veía a los dioses como “huaca” es decir como lo extraordinario en todos los aspectos. No creía en dioses como hacedores del mundo, sino hombres que se hacen dioses en las circunstancias de crisis, porque fueron capaces de revertir el caos de las hecatombes, reordenándolo todo. Podían aceptar las crisis y hecatombes no como una maldición de los dioses sino como una expresión de la naturaleza, ante la cual ellos tenían que ser más unidos para reorganizar el caos ocurrido. Constantemente había que estar rehaciendo ese mundo, es decir, había que ser dioses en creación constante. Esa visión de la realidad no la entendieron los conquistadores ni sus escribas, pues creían que todas sus acciones eran así, por mandato divino. Dos visiones opuestas e ininteligibles entre si.

Si nos enmarcamos dentro del pensamiento andino, tendremos que explicar, primero la noción de deidad y las relaciones entre la naturaleza y el hombre, pero lo que sabemos de esa visión del mundo es parte de lo que los cronistas hispanos y mestizos nos han narrado y muy en especial Garcilaso Inca, quien la maquilló más. Él,  hace notar –insistentemente- que la religión andina  refleja su ambiente y la utilidad de sus recursos, fenómenos que se sintetizan en la idea de “huaca” y la describe así:  huaca”,  es [..] “Ídolo”, “ofrenda a la deidad”, “templo grande o chico”, “hermosura o excelencia que aventajan de las otras de su especie”, y por el contrario, “a las cosas muy feas y monstruosas que causan horror y asombro; y así daban este nombre a las culebras grandes que tienen los antis que son de veinticinco y treinta pies de largo...”. “También llaman huaca a las cosas que salen de su cauce natural, como la mujer que pare dos de un vientre […] y por el mismo semejante llaman huaca al huevo de dos yemas, y por el nombre dan a los niños que nacen de pie, doblados, o con seis dedos en pies o manos, o nace encorvado, o con cualquier defecto mayor o menor en el cuerpo o en el rostro, como el sacar partido alguno de los labios, […] Asimismo dan este nombre a las fuentes muy caudalosas que salen hechas ríos…” (Garcilaso 1968: 132).

De acuerdo a esto, podemos decir que el “Alto de las Guitarras”, fue una HUACA (7), un santuario, por ser en un lugar con características extraordinarias, consideradas como sobrenaturales. Pues, todo el paisaje había sido adaptado e interpretado como “templo grande o chico”, “hermosura y excelencia que aventajan…. “. De esta manera, se explicaría por qué esa quebrada era “una culebra grande...” donde existen grupos de petroglifos, desde épocas tan antiguas y a lo largo de más de 5,000 años. También, recordemos que la otra quebrada,( su gemela) más seca y árida, tiene vestigios de que pudo haber sido dedicada al sembrío de coca -por “secano”- pues hay algunas plantas de coca nativa, sin haber restos de canales.

7. Creemos que buena parte de la ideología andina, no es originariamente quechua o inca, sino que deviene de las fases del largo proceso que hubo en todo el territorio andino. Lo mismo puede advertirse en las palabras asociadas a los conceptos religiosos, implícitos en las respectivas lenguas. Este fenómeno ya fue advertido por el cronista inca, refiriéndose a las creencias de los pueblos vencidos por los quechuas, quien llega a decir: “Adoraron diversos animales como el tigre, el león el oso; y por esta causa teniéndolos por dioses, […] Al ave que ellos llaman cuntur, por su grandeza, y a las águilas adoraban ciertas naciones, porque se preciaban descender de ellas. Otras naciones adoraron a los halcones, por su ligereza y buena industria de haber por sus manos lo que han de comer..”.  Y claro, es comprensible dada su posición de adaptado cristiano, pues él no se daba cuenta que ellos - por la mismas razones eran  “Huaman”, Cóndor”, “Amaru”, “Poma” etc.

La noción andina de “huaca” –como concepto- está ligada al universo religioso o las ideas que la conforman, por creación colectiva. Así, el Alto de las Guitarras sería un santuario para interpretar su entorno. Esto es muy propio de las sociedades complejas, nacidas en el Periodo Inicial y desarrolladas en el Formativo, cuyas manifestaciones se ven reflejadas en las imágenes que venimos tratando, en especial desde Huaca Prieta, a las de Sechín y las de Cupisnique.

Cuando vemos el A.L.G., lo vemos con la lógica occidental, “científica” y analítico-crítica. No lo vemos con la óptica propia del pensamiento de sus hacedores, lógica interpretativa, analógica, dualista y binaria en la que las oposiciones no son excluyentes, sino inclusivas, concurrentes, igualitarias y recíprocas. Si no lo vemos así, no podremos entender el origen causal de que todo lo que tiene vida es natural en la medida que provienen de hembra y macho, como géneros concurrentes y no opuestos. Tampoco entenderíamos otras nociones como “ayllu”, entidad social superior a la familia, al ayni y su enorme capacidad de trabajo social y servicios recíprocos donde no hay la relación occidental de amo-sirviente, o como sería entendida al traducirse al castellano, “yana”, como  negro, sirviente o esclavo.

Hemos recordado sólo algunas categorías del pensamiento andino para comprender cómo es que se dualizan –no polarizan- los elementos del paisaje simbólico, lo masculino y lo femenino –o derecho e izquierdo-, lo alto y lo bajo, lo “aquí” y el “adentro”, lo claro y lo oscuro, sin ser menos o más el uno que el otro. Por igual, el ser macho o hembra, grande o chico, el “arriba y el aquí”, el “aquí y el adentro”, es decir el “hanan” y el “kay”, o el “kay” y el “ukju”, o el “hanan” y el “hurin”, son equipolentes.  Además, recordando lo dicho por Garcilaso, Cieza, Blas Valera, Arriaga y otros, las diversas “naciones” se “preciaban descender” de águilas, serpientes, de cerros o de ríos. Es decir, tenían una concepción totémica, con ideas que aparecerían ya definidas desde finales del Periodo Arcaico, convertidas en un discurso simbólico-gráfico. Nosotros así lo creemos, aunque para otros estudiosos, “más probable su atribución a una fase un poco tardía del Horizonte Temprano” (Guffroy 1999: 72).

 

Fig. 07. Desde un mismo punto una gran piedra grabada, se puede ver los lados opuestos: por la quebrada (hembra) nace el sol en el levante y por el opuesto donde domina el cerro tutelar (Cerro León), muere el sol por el poniente.

El concepto de “dualidad” en el pensamiento andino, no tiene relaciones de oposición y “tercio excluido” derivado de la “oposición de contrarios” como en el pensamiento occidental. Es la conjunción de dos factores, opuestos pero complementarios. En el caso del A.L.G. esto se refleja en la organización cultural del ambiente y en la orientación de sus patrones de asentamiento, aplicado en ambas laderas, derecha e izquierda. Veamos: en el lado derecho o lado “A” (L.A) fueron construidas la mayoría de edificios desde antes de los Cupisnique, pues hay edificios circulares y ortogonales, con y sin cerámica asociada (Sharon, Briceño, Noack 2003). En la otra margen, a la izquierda de la quebrada (L. B), predominan los grupos de petroglifos, ordenados longitudinalmente y  alrededor, en una forma serpentina. También hay construcciones, que parecen ser rituales, pero son de menor jerarquía que las del lado derecho. En las pequeñas planicies de las quebradas del lado A, están los edificios administrativos, siendo el más notable el que está en el centro de la “quebrada ancha” (Fig. 5 a). Al lado derecho de éste, hay otro “canchón” o edificio cuadrangular más antiguo,  sin cerámica y con un camino ancho y oblicuo al camino ceremonial más importante. Más hacia ese lado y cerca de la quebrada central o del Alto de las Guitarras, hay una planicie amplia con restos de edificios con cerámica temprana. Todo esto está en la ladera deltaica que baja del cerro tutelar en cuya cúspide está la formación rocosa natural que semeja un felino, del cual deriva su nombre: Cerro León.

Todo el ambiente ha sido organizado para hacerlo sagrado. Allí, la dualidad se expresa de varias maneras, ordenando las grandes piedras con petroglifos en relación del nacimiento y muerte del sol (Fig. 07).  En el lado derecho de la quebrada está el cerro tutelar, en cuya cima parece estar un felino que caminaría en el mismo sentido del agua (al sur), así, en el oeste anochece y muere el sol cada día.  En cambio, en el lado izquierdo está el ortus, entre dos cerros, por donde nace el sol.  Así, la muerte y la vida conforman el eje horizontal elíaco, el poniente y el levante. Este fenómeno natural fue adaptado  a su cosmovisión. Así, en la tierra y así en el cielo con la cruz del sur, talvez sintetizando simbólicamente en la chacana. 

Desde el nacimiento de la quebrada en el Portillo, el agua es dulce y “masculina”, como una serpiente. Al llegar al sur, el agua se estanca en puquios de agua dulce y de salada. Por estancada, era femenina, madre del Río Las Salinas. Así se justificaría su carácter de huaca, pues eran  “fuentes muy caudalosas que salen hechas ríos”, como lo anotó Garcilaso. Así, el agua era dual: Dulce y masculina al nacer arriba y, salada y femenina abajo, al estancarse.  Dentro de este marco, entenderemos que el agua que nace arriba es la que hace germinar las semillas, a diferencia del agua de las salinas que las mata. Visto así, lo que a nosotros nos puede parecer sólo variados fenómenos naturales, al ser observados y reconstruidos con el pensamiento andino, se convierte en una ideología de relaciones binarias de funciones concurrentes y complementarias para su explicación cosmogónica.

 

...Sigue en la 2da. parte


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