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7.5. La figura solar
En Suero, los antiguos pobladores aprovecharon
las rocas planas, que afloran encima de un sector con farallones,
para grabar en ellas este juego popular español de origen
árabe.
Bajo el concepto de pintura mural colonial de tradición rupestre defino las manifestaciones pictóricas ejecutadas siguiendo los cánones estilísticos e iconográficos del arte rupestre y realizadas sobre las paredes de edificios eclesiásticos o civiles, coloniales o pre-colombinos. Para fines de este artículo interesan particularmente las pinturas coloniales acordes al patrón antiguo de arte rupestre, encima de los muros de la torre del templo de Yauri y de la chullpa central de Maukallaqta. Sus fachadas han sido utilizadas como lienzos para pintar sobre ellas diferentes motivos religiosos de color rojo ladrillo, como cruces, figuras antropomorfas, iglesias, letras y motivos florales. Cabe señalar que la expresión más destacada de pintura mural colonial de tradición rupestre no la he hallado en Espinar, sino, años atrás, en las punas de Aymaraes, en el departamento de Apurímac, donde un pintor indígena plasmó en la fachada del templo colonial en ruinas de Huayllaripa una combinación de iconos pre-colombinos y coloniales, llamas y personajes con tocados de pluma y hojas de palma. En la iglesia colonial de Chuquinga, distrito de Chalhuanca, motivos florales y una hilera de camélidos siluetados adornan los restos de un arco en el interior del templo. Por su exposición a la intemperie, las pinturas
murales en las cuatro paredes externas de la torre-campanario de
Yauri se encuentran muy desvaídas, lo que dificulta la identificación
de algunos los motivos. Los reconocibles son, en esencia, los mismos
que aparecen en los paneles de pintura rupestre post-colombina de
la región.
9. Inscripciones y
graffitis coloniales
Cabe mencionar un motivo
rupestre no pictográfico, que tiene en común con las
pinturas rupestres el pigmento empleado (color rojo ladrillo) y
comparte también muchas veces el mismo panel con pinturas
rupestres o petroglifos. Se trata de las inscripciones o graffiti
de la época colonial. Hemos localizado tres sitios (Hutumayo,
Suero, Torrene, Morocaque), que contienen o textos o letras sueltas
pintadas o grabadas, separadas de las manifestaciones de arte rupestre
pre-colombino y colonial o superpuestas sobre ellas. Su registro
y documentación es importante, puesto que nos pueden brindar
información valiosa para la datación absoluta de las
pinturas halladas en el mismo sitio o panel. Es particularmente
interesante una inscripción de color rojo en Hutu Pukará
(fig. 49), en la comunidad campesina de Suero y Cama, en las afueras
de Yauri, que, por un lado, nos da a conocer la costumbre de los
vecinos del pueblo -en este caso de un tal Antonio de Soto y amigos- de realizar excursiones campestres a la zona y, por el otro, mucho más
relevante para fines de nuestro estudio, la fecha que contiene:
Agosto de 1689. Por el tipo de escritura empleada -la llamada "humanística cursiva" o "bastardilla"
perteneciente a los siglos XVI y XVII-, se puede inferir que las pinturas yuxtapuestas de cruces cristianas
son de la misma antigüedad. Encontramos también textos
cortos, dirigidos a un ser amado o simplemente el nombre de algún
visitante, usando la misma escritura y pintura, en la Quebrada de
Hutumayo y en Torrene.
De un siglo y medio más tarde, exactamente del 6 de noviembre de 1862, datan unos versos de amor, grabados en la base de uno de los numerosos farallones de Suero que albergan profusas manifestaciones de pinturas rupestres y petroglifos que cubren varios siglos. Dice el texto: "Aquí dos amorosas amantes / el himno de sus glorias cantaban / y una risueña paz gozaban./ A la (ilegible) semejantes. Nobre. 1842 (o 1862)" (fig. 50).
10. Funcionalidad del arte rupestre colonial Querejazu (1992: 6-7) postula tres motivaciones principales del arte rupestre post-colombino para el caso de Bolivia: la narrativa, la religiosa (con la fusión de elementos cristianos y pre-colombinos) y la iconoclasta y/o exorcista. Cambiando el orden, colocando la función religiosa en primer lugar; esta hipótesis también vale para Espinar, aunque no he encontrado casos notorios de actitud iconoclasta en los cientos de paneles hallados en esta provincia cusqueña. Sobre el significado de la cruz en el arte rupestre post-colombino,
Bednarik (1992) sintetizó las interpretaciones de varios
autores, llegando a establecer que la cruz como símbolo del
cristianismo, de conquista y ocupación durante la época
colonial, se convirtió, asimismo, al fusionarse con "elementos
importantes de la religión prehispánica", en
un símbolo de la nueva "Religiosidad Popular Andina".
La existencia de extensas tierras que pertenecieron a la Iglesia
durante la época colonial y una fuerte religiosidad por parte
de la población kana bajo el dominio de los curas y las frecuentes
visitas pastorales explican en parte la concentración de
arte rupestre de motivos religiosos en la zona.
El arte rupestre predominantemente religioso o sacro
de Espinar debe haber cumplido varias funciones: una función
eclesial o pedagógica-catequética,
utilizando el arte como vehículo de expresión religiosa
y de formación cristiana. Al inicio de la Colonia, muchas
de las cruces habrían sido pintadas o grabadas en un afán
misionero, por el clero o los catequistas locales primero, y luego
por los indígenas convertidos a la fe católica. En
ciertas circunstancias, la cruz pintada o grabada tenía como
fin también quitar el hechizo o desdiabolizar los lugares
de los "gentiles", considerados peligrosos por los lugareños
(varios de los pastores entrevistados dijeron tener miedo a los
sitios de arte rupestre). No descarto la posibilidad de que tanto
la cruz como otros iconos cristianos hayan sido pintados o grabados,
en algunos casos, a manera de un acto votivo por los moradores locales.
La motivación religiosa mayormente iba mano a
mano con un afán estético y decorativo, como lo demuestran
tanto los dibujos de cruces e iglesias como algunas composiciones
en su conjunto.
Más adelante, cuando los símbolos cristianos
ya habían sido asimilados por la población local,
el arte rupestre de carácter religioso fue enriquecido cada
vez más con elementos de carácter narrativo, dando
lugar a una combinación de arte religioso-narrativo plasmado
en paneles con gran concentración de motivos, cuyos principales
exponentes son los de Morocaque, Ichu Anqoloma, Mallqui Huayco y
Supayhuasi.
Es muy probable que varias de las cruces de origen colonial
que encontramos pintadas en los lugares menos esperados de las serranías
del Perú meridional, pueden haber tenido la función
de hitos demarcadores territoriales de comunidades de indígenas
o de propietarios españoles. Así lo atestigua un legajo
colonial del año 1578, referente a la repartición
de tierras en la comunidad de Coyllurqui, provincia de Cotabambas,
en el actual departamento de Apurímac. Hallé el documento (7) hace algunos años atrás en los
archivos del Ministerio de Agricultura de Cusco. Resulta que en
el mes de septiembre del año 1578, el Virrey del Perú,
Francisco de Toledo, encomendó al General Raimundo Necochea,
Jefe de los Ejércitos Españoles y Corregidor interino
de las provincias de Apurímac, Cotabambas y Chumbivilcas,
repartir tierras comunales sobrantes a favor de los naturales que
habían cumplido ya cuatro años de servicio forzoso
en las minas de Huancavelica. Los 374 pesos de oro de deuda acumulada,
entregados en bonos a los naturales por parte de la Corona, podían
ser canjeados con las tierras sobrantes. El dos de septiembre de
dicho año, el Corregidor Necochea hizo convocar a los vecinos
del pueblo de Coyllurqui con repique de campanas en la plaza del
pueblo para que lleguen a un acuerdo sobre la existencia, ubicación
y asignación de las tierras eriazas y punas que carecían
de posesionarios. Dos días más tarde, Raimundo Necochea,
junto con las autoridades y vecinos principales como testigos, se
trasladó a las tierras señaladas como sobrantes para
demarcarlas mediante mojones y, de esta manera, amparar a los naturales
interesados en su nueva posesión. Anduvo con las autoridades
"por las tierras cedidas por el término de ocho días
con el fin (de) dejar señales por donde debe amparar a los
susodichos naturales...". Como primer mojón escogieron
una piedra parada en una pequeña pampita en medio de una
ladera, en cuya cara plana pintaron "figuras en diferentes
formas" y "crucecitas" de color rojo. "....el segundo mojón (dejó) con la misma
pintura i la misma señal", es decir las cruces. Más
adelante, en una peñolería, "dejó (el)
tercer mojón con la misma pintura i la misma señal,
crucecitas (como en el mojón) anterior". Y así
sucesivamente, con los siete mojones que demarcaban los linderos
de las tierras a repartir.
Como en Bolivia, podemos constatar también en
Espinar la intención -durante la
Colonia y la República-, de reutilizar
paneles de arte rupestre de épocas prehispánicas.
No obstante, son muy pocos los sitios donde las pinturas o grabados
rupestres de la Colonia o de la era republicana comparten el mismo
panel con pinturas o petroglifos pre-colombinos. Y donde se observa
esta "convivencia", no hubo el intento explícito
de destruir las manifestaciones rupestres pre-colombinas, algunas
de las cuales datan de varios miles de años atrás.
11. Aproximaciones cronológicas A pesar de ser las pinturas
rupestres y petroglifos post-colombinos relativamente recientes,
encontramos muchas dificultades para una datación coherente
y fiable. La datación absoluta del arte rupestre post-colombino
de Espinar, es decir, la asignación a una época determinada
dentro del período colonial o republicano, resulta problemática
por falta de elementos diagnósticos claros en las figuras
o motivos representados. Sólo la presencia en algunos paneles
de batallas o contiendas bélicas que involucran soldados
a pie y jinetes armados, nos permiten relacionar determinadas manifestaciones
rupestres con las contiendas bélicas que tuvieron lugar hacia
fines de la era colonial en la región: la revolución
tupacamarista y la guerra de la Independencia, con un lapso de 30
a 40 años entre ambas contiendas. Aunque la fuerte estilización
de las figuras antropomorfas y de las armas en las escenas pintadas
no permite asignarlas con certeza a uno u otro de los dos conflictos
bélicos, es muy probable que sean del primer cuarto del siglo
XIX, años 1811 a 1824, por la simple razón de que
el movimiento emancipador duró más de una década
y que las fuerzas guerrilleras usaron los escondites en las alturas
de la provincia como lugar de retiro y refugio, con lo que hubo
tiempo suficiente para que unos pocos artistas inspirados logren
plasmar sus impresiones de la guerra y su pensamiento religioso
en las paredes de los acantilados. Esta suposición encuentra
su soporte en el hecho de que los grandes paneles con escenas de
batalla se encuentran justamente en sitios alejados, inhóspitos,
despoblados, de difícil acceso y muy por encima del fondo
de las quebradas o altiplanicies controladas por las fuerzas realistas.
Resulta más difícil situar
en el tiempo las representaciones tempranas de jinetes armados,
pintados o grabados, hallados en las quebradas de Anqomayo, Hutupampa
y Apachaco, que eventualmente podrían estar relacionados
con remembranzas de las guerras civiles del siglo XVI (fig. Ga,
Gd).
Por un tiempo me parecía atractiva la idea de poder asociar algunas escenas de guerra con las batallas rituales, que aún se practican cada año a comienzos del carnaval en Chiaraque y Tocto en la vecina provincia de Canas, costumbre, sobre cuyo origen y funcionalidad mucho se ha especulado y debatido (Gorbak et al., 1962; Barrionuevo, 1971; Hartmann (1972); Hopkins, 1982; Remy, 1991, entre otros). Hopkins cita a los cronistas Gutiérrez de Santa Clara (1556), Molina (1574), Acosta (1590) y Cobo (1653), quienes hacen alusión a estas peleas a manera de "juego" entre comunidades o mitades de una comunidad en el incanato y durante la Colonia. Del a–o 1772 data el único documento colonial hallado hasta la fecha sobre la batalla ritual de Chiaraque en el contexto de un proceso criminal (Hopkins, 1982). La costumbre se ha mantenido intacta hasta hoy en día. Según una de las hipótesis que postulan Gorbak et al. (1962), podría datar de la época de los kollas y rememorar las guerras que sostuvieron con los incas. Según testimonios recogidos por Gorbak et al. (1962), aún se celebraba hasta mediados del siglo XX una batalla ritual entre comunidades del distrito de Espinar, similar a la de Chiaraque y Tocto. Los ejércitos de cada bando se componen de caballería y guerreros a pie, armados de huaracas (hondas), boleadoras (lihuis) y piedras y, muy ocasionalmente, de armas europeas como zurriago, cuchillos y armas de fuego. En las escenificaciones de carácter bélico del arte rupestre espinarense de estilo figurativo-lineal, sin embargo, faltan varios elementos claves como el uso de la huaraca y el lihui que permitirían relacionarlas con estas batallas rituales, mientras que otros elementos como desfiles militares y el uso de picas y fusiles son claros indicadores de preparativos o acciones castrenses. La identificación
de prendas de vestir en hombres y mujeres, teniendo en cuenta los
cambios de la moda en el uso de la vestimenta a través de
los siglos, podría servir para un fechado aproximado de las
pinturas o grabados. Sin embargo, la extrema esquematización
de la figura humana o su representación burda no permiten
reconocer mayores detalles. El hombre solitario vestido de pantalón
bombacho en un panel de Hutumayo, la figura de un español
del siglo XVI (fig. Ao), es un caso aislado y excepcional, mientras
que las escasas representaciones de hombres llevando lo que parecen
ser ponchos, no permiten relacionarlas con una época determinada,
puesto que el poncho fue utilizado como prenda de vestir por la
gente del campo durante toda la época colonial y republicana
hasta hoy en día.
En vista de estas limitantes, presenta mayores ventajas
el fechado relativo mediante el análisis estilístico
e iconográfico y el estudio comparativo de patrones estilísticos
entre varios sitios y regiones, de las superposiciones, de la presencia
o no de líquenes o capas de musgo o del color de la pátina
en el caso de los petroglifos. Un conjunto de petroglifos de un
panel de Anqomayo, p. ej., se encuentra patinado con el mismo color
del soporte rocoso y cubierto parcialmente con una capa densa de
líquenes. Otros petroglifos en la misma quebrada tienen colores
más claros y los más recientes son de color blanco
al igual que la roca debajo de la superfície
Hemos encontrado
varias superposiciones en el arte rupestre post-colombino de Espinar,
sea de pinturas sobre pinturas o de pinturas sobre petroglifos.
En Pongoña, un panel de petroglifos post-colombinos de trazos
toscos está en parte superpuesto sobre un panel de pintura
rupestre colonial de estilo figurativo-lineal, lo que nos indica
la supervivencia esporádica del grabado mediante la técnica
de percusión poco profunda hasta muy avanzada la época
colonial. (fig. 52, 53, Ia)
Aunque considero todavía prematuro
querer establecer una secuencia cronológica de los sitios
registrados sobre la base de los análisis realizados, adscribo -en una primera
aproximación- las composiciones
sencillas o complejas con pinturas de estilo figurativo-lineal con
la representación de enfrentamientos armados y profusa simbología
religiosa, a las postrimerías de la época colonial.
Paralelamente, durante toda la época colonial parecen haberse
producido pinturas rupestres de trazo tosco y de estilo entre esquemático
y seminaturalista, por pobladores locales que no contaban con mayor
habilidad artística en el uso de los pinceles, como lo denotan
los paneles de estilo figurativo-lineal. En cuanto a los petroglifos,
éstos no cambiaron ni de estilo ni de técnica a lo
largo de la Colonia. Hechos mediante percusión directa, sus
contornos son sumamente irregulares. En la época republicana
se comienza a emplear herramientas cortantes para realizar grabados
con la técnica de incisión en roca suave, produciendo
surcos angostos y profundos, pero de contorno mucho más preciso.
Petroglifos de este tipo son fácilmente confundibles con
grabados modernos o "fakes" recientes.
12. Estado de conservación de los sitios rupestres Gran parte de los sitios de arte rupestre de Espinar tienen como soporte rocoso afloramientos de toba volcánica, muy propensos a la erosión eólica e hídrica y al efecto de descamación de la superficie de la roca debido al intemperismo (humedad, diferencial térmico, congelación, dilatación, etc.) y al ataque bioquímico. Estos fenómenos han causado en muchos lugares la pérdida de paneles enteros o de partes de paneles de pinturas rupestres o petroglifos. En muchos sitios se puede observar la presencia de líquenes y hongos, que cubren parte de los paneles, produciendo daños considerables, particularmente en las pinturas que tienden a desaparecer bajo su efecto. Este problema se presenta con mayor intensidad en aquellos paneles ubicados en paredes rocosas verticales, sin abrigo y por los que escurre el agua de las lluvias desde el filo inclinado del acantilado. Otro factor que causa el deterioro de pinturas rupestres, son las capas de sales que se forman sobre ellas a raíz de la filtración del agua del subsuelo o el escurrimiento de aguas de lluvia sobre la superficie de la roca. Además, a pesar de encontrarse muchos sitios en lugares muy apartados, no escapan a los actos de vandalismo o a la costumbre universal de los visitantes de inscribir su nombre en los paneles. En sitios visibles desde las carreteras o trochas carrozables abundan las pintas de carácter pol’tico-partidario que no respetan las manifestaciones del arte rupestre. El mayor peligro para la integridad de los sitios, sin embargo, proviene de los jóvenes que se dedican al pastoreo del ganado familiar en los pastizales comunales. Ellos, por aburrimiento y por desconocimiento de la importancia de los sitios, han borrado paneles enteros o parciales de pinturas en varios lugares o los han mutilado raspando, rayando o pintando encima de manera que las figuras ya no son reconocibles (Sitio 1 de Morocaque y la parte inferior del sitio 2; varios paneles en Suero, Hutumayo, Tarcuyoc, Torrene y Tallweqaqa, para mencionar sólo algunos de los sitios registrados por el autor). Afortunadamente encontramos también conjuntos de arte rupestre tanto pre- como post-colombinos bien conservados, como los de Ichu Anqoloma, Anqomayo, Calera, Hutupampa, Lluchu Oqho Qaqa, Mallqui Huayco y Supayhuasi, cuyos paneles se prestan para el trabajo de documentación mediante calcos en situ o sobre imágenes digitalizdas por los contornos claros de las figuras y en algunos casos también por el contraste entre el color rojo de las pinturas y el color claro del soporte. 13. Análisis estilístico e iconográfico En múltiples visitas de campo realizadas en los últimos años a zonas de arte rupestre en los departamentos del suroriente peruano, encontré numerosos paneles con manifestaciones rupestres post-colombinas, mayormente con motivos repetitivos (cruces, jinetes) y al parecer realizadas por miembros de la comunidad poco versados en la técnica del dibujo. En la última excursión a lasla provincia
de Carabaya, el compañero Rommel Bravo encontró en
la Comunidad de Isivilla, distrito de Corani, varios paneles con
escenas diferentes a las encontradas en Espinar: la corrida de toros,
hileras de hombres alternados con mujeres que se agarran de las
manos y otros. En el distrito de Marcapata, provincia de Quispicanchis,
las roquerías del cerro Chiquis, en la comunidad del mismo
nombre, están cubiertas de pinturas rojas de la época
post-hispánica, representando hombres, motivos geométricos
y cruces.
Ante
la falta de estudios sobre el arte rupestre post-colombino en la
región, recurrimos, para fines de comparación estilística
e iconográfica, a las investigaciones llevadas a cabo sobre
el tema en la vecina República de Bolivia. Descubrimos que
existe una gran similitud entre el corpus iconográfico colonial-republicano
de los sitios bolivianos de Betanzos, Quilima, Tunari y, sobre todo,
el sitio aymara de Chirapaca, en la provincia de Los Andes, departamento
de La Paz, y la provincia de Espinar en Cusco (Taboada, Strecker
y Querejazu, Contribuciones N¼ 3, SIARB, 1992). Las coincidencias
y diferencias pueden resumirse de la manera siguiente
En ambos
casos predomina como motivo la cruz cristiana y son frecuentes los
equinos y los jinetes a caballo, los hombres armados con pica o
fusil o tocando trompeta o flauta, en movimiento, interactuando
con otros en enfrentamientos bélicos; las iglesias, los caminos
en forma de líneas sinuosas y la hoja de palma asociada o
no a las iglesias. En cuanto a la técnica, prevalece en ambas
regiones la pintura rupestre, cuyo repertorio iconográfico
resulta más variado que el de los grabados. El carácter
narrativo y religioso del arte rupestre colonial, así como
la mezcla con elementos pre-colombinos, es otro de los denominadores
comunes entre los sitios bolivianos y las localidades rupestres
de Espinar. Del mismo modo, la presencia en algunos paneles del
llamado "stick figure style", aunque de trazo aparentemente
menos preciso en el caso de los sitios bolivianos.
El hallazgo
reciente de pinturas rupestres con figuras humanas vestidas al parecer
con trajes típicos de bailarines (Quebrada Chullo) representa
otro ejemplo de la similitud con el repertorio de arte rupestre
colonial de Bolivia.
Como rasgos distintivos se pueden señalar el uso
de varios colores en las pinturas post-colombinas bolivianas versus la monocromía exclusiva en los paneles espinarenses. Observo
asimismo un mayor grado de naturalismo en los motivos figurativos
de los sitios de Bolivia y una mayor frecuencia de representación
de la llama como icono rupestre pre-colombino comparado con Espinar,
donde aparece muy esporádicamente en algunos paneles.
A.
Figuras antropomorfas
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1) Artículo publicado originalmente
en el Boletín No. 18 (2003:40-64) de la SIARB y presentado en octubre del 2004 como
ponencia en el I Simposio Nacional de Arte Rupestre en el Cusco.
La presente versión contiene un mayor número de
fotografías y algunas modificaciones textuales.
2) Flores (1998)
3) Barreda (1995)
4) Un sitio puede contener uno o varios paneles.
5) La combinación de cifra con letra del alfabeto entre
paréntesis está relacionada con el dibujo respectivo
en las láminas que forman el anexo del artículo.
6) La tinya es un pequeño tambor de dos parches,
utilizado junto con los pinkullos como instrumento musical en
las fiestas y principalmente durante el carnaval.
7) El documento, transcrito y mecanografiado por un escribano
de los años 40, forma parte del archivo histórico
del Ministerio de Agricultura del Cusco. Lo encontré casualmente
al recopilar información para un compendio sobre los títulos
históricos de los Pueblos de Indios y actuales Comunidades
Campesinas de Apurímac, en preparación.
8) Todos los calcos fueron hechos sobre la base de pinturas
rupestres con excepción de Dg, Ga-Ge y Ha que son petroglifos señalados con la palabra "grabado".
Un especial agradecimiento al amigo Raúl Carreño Collatupa,
—¿Preguntas, comentarios? escriba a: rupestreweb@yahoogroups.com—
Cómo citar este artículo:
Hostnig, Rainer. Arte rupestre post-colombino
en una provincia alta del Cusco, Perú.
En Rupestreweb, http://www.rupestreweb.info/postcolom.html
2007
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